Era repentino y un tanto desconcertante, pero se trataba de Haru y sus regalos siempre eran especiales. Claro que no se esperaba que llegara con un ramo de tulipanes y sin previo aviso se lo entregara.
Lo recibió con una sonrisa intentando disimular su vergüenza, pues había llamado la atención de todas las personas que se encontraban alrededor y eso era algo a lo que aun no se acostumbraba pese a que a donde fuera que vayan los reconocían.
—Son muy lindos, pero ¿Por qué tan grande y en una maceta? Son más pesados así.
—Es mejor regalar flores vivas así durarán mucho más tiempo —para Haru era la mejor manera de hacerlo, aunque Rin no parecía muy convencido—. Puedo llevarlas si quieres.
Rin se negó, incluso si había sido vergonzoso era algo que Haru había pensado especialmente para él y no iba a dejarlo tan fácilmente. Y en realidad, el arreglo no era pesado, simplemente quería saber la motivación de Haru para darselo así.
Era repentino, no había algún motivo particular para regalarle flores justo en ese momento y ni siquiera entendía porque había elegido esa flor y esos colores.
Quería preguntarle, pero sería tan vergonzoso escucharlo abiertamente que prefería mantener la duda. Sus ojos seguían clavados en las flores y así fue hasta estar de vuelta en casa.
Haru le explicó como debía cuidarlos y él se aseguró de encontrar un buen lugar para ponerlos y mostrarlos. Siguió atento a las flores e incluso acarició un poco sus pétalos, realmente no podía dejar de pensar en lo que ese regalo significaba.
—Se usan mucho en las bodas... Sobre todos los blancos —se acercó hasta él y lo abrazó por la espalda, apoyando su rostro sobre su hombro—. Representan amor puro y esperanza. Los amarillos demuestra la fuerza y confianza que existe en nuestro amor. Los rojos representan el amor sincero, el compromiso de pareja... Y la pasión —depositó un suave beso en su nuca provocando que el cuerpo de Rin se tensara y él riera un poco antes de alejarse—. Sólo quería recordarte lo que siento por ti, no hay otra razón.
Rin no supo que responder, ni siquiera podía terminar de asimilar el significado de su regalo y mucho menos era capaz de expresar lo que estaba sintiendo. Solo pudo seguir contemplando las flores por largo rato.
Haru podía ser tan dulce y espontáneo que a veces se sentía abrumado por sus muestras de cariño, adoraba esos pequeños detalles que tenía repentinamente y aun así no podía pensar en nada que lo hiciera más feliz.
No estaba seguro si en algún momento llegarían a casarse, o si tendría siquiera el valor para pedirselo o aceptarlo, pero de algo estaba seguro: si eso llegaba a ocurrir definitivamente tendría un arreglo justo como el que le regaló ese día.
La advertencia acostumbrada, aquí acaba la historia.
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