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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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Un seductor Blondie desnudo estaba sentado en medio de la cama.

"Bien, bombón. Pellizca tu pezón".

Tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos.

"Ahora con la otra mano acaricia tu cuerpo hasta llegar al eje. Sí amor, así. Tu polla está muy dura. Tócala por mí".

Con sus piernas abiertas y las rodillas ligeramente flexionadas, llevaba a cabo cuidadosamente todas las instrucciones que le daba el holograma proyectado.

"Toma tus testículos con la palma de tu mano y haz que vibren entre sí. Ahora escupe en tu otra mano y frota la punta".

Raoul gimió. El glande expuesto estimulado tan directamente lo hizo estremecerse.

"Mira cómo llora tu polla. Ahora mastúrbate. Imagínate que estás follando mi boca. Más rápido. Eres maravilloso".

Para estar más cómodo, Raoul apoyó la espalda contra la cabecera de la cama. Con los ojos cerrados recreó en su mente la imagen de Guy inclinado sobre su ingle. La cavidad bucal del mestizo, cuyo largo cabello castaño estaba suelto y se abría en un halo alrededor de su cabeza, lo acogía en un húmedo abrazo caliente y con cada mamada lo enviaba al paraíso. Hábiles labios se apretaban alrededor de su carne mientras grandes ojos salvajes lo miraban con lujuria.

Con unos últimos movimientos de su puño, Raoul alcanzó el clímax. Apoyó los pies sobre el colchón, levantó su pelvis y exprimió hasta la última gota de placer. Cuando volvió a abrir los ojos, sonrió jadeando al holograma.

Su mano derecha estaba cubierta de semen, pero su intento de levantarse para ir al baño fue interrumpido. "¡Detente!" Ordenó la voz procedente del comunicador. "No terminamos todavía. No pierdas ni una sola gota de ese precioso líquido. Úsalo para abrirte".

Raoul se sorprendió un poco por esa petición, pero no tardó en obedecer. Utilizó su propio semen como lubricante para relajar su esfínter e introducir dos dedos.

"Bien, amor. Mira cuánta leche deliciosa hiciste. Si te hubieras corrido en mi boca la habría bebido toda. Ahora acerca el comunicador, quiero verlo bien".

Con su mano limpia, Raoul agarró el dispositivo electrónico y lo colocó de manera que su orificio salpicado de esperma quedara en primer plano. La imagen holográfica de Guy, más cercana que nunca, se mordió los labios y pareció querer atravesar la jaula digital con sus ojos hambrientos. "Masajéate para mí. Extiéndete lo más que puedas".

Raoul trabajó con sus dedos, aflojando y ablandando la lubricada abertura.

"Ahora date placer, amor. Encuentra el punto que te vuelve loco".

Raoul trató de ir más profundo, retorciéndose para mantener esa difícil posición. La presión sobre las paredes anales estimulaba las terminaciones nerviosas haciéndolo poner duro y excitado de nuevo, pero la próstata era extremadamente difícil de alcanzar sin ayuda. "¡No puedo hacerlo! " Finalmente declaró, rendido e insatisfecho, quizás incluso un poco enojado. Quería ser llenado y enviado al paraíso por el pene de Guy, pero eso no era posible.

El mestizo lo miró con impotencia. "Ojalá pudiera estar allí, follarte y hacerte gritar hasta escandalizar a todos esos señoritos aristócratas que viven a tu alrededor. Tu polla está maravillosamente grande y dura de nuevo. Bombéala con una mano mientras sigues masajeándote el ano con la otra."

Raoul lo hizo. El placer creció, su cuerpo se estremeció y pronto volvió a alcanzar el Nirvana. Se corrió y se dejó caer sobre la cama exhausto. A estas alturas ya ni siquiera le importaba el semen que embadurnaba parte de su cuerpo y ambas manos.

"Bombón, eres tan receptivo. Me encanta cómo reaccionas a los estímulos. Eres hermoso cuando te corres para mí".

Solo unos pocos podrían darse cuenta de la ironía de esa situación. Varios años antes, en ese mismo lugar, otro Blondie y otro mestizo se comportaron de forma similar, pero con los papeles invertidos. Ayer, un chico cautivo y encadenado se vio obligado contra su voluntad a complacerse para satisfacer los instintos voyeuristas y dominantes de su amo de pelo de marfil. Hoy, sin embargo, un Blondie se masturbó por voluntad propia y sin ningún tipo de compulsión para satisfacer las indecentes peticiones del mestizo que encendía su libido.

Raoul se limpió rápidamente las manos frotándolas contra la sábana de seda, tomó el comunicador y lo puso delante de su cara. "Echo de menos sentirte dentro de mí", dijo, con el rostro sonrojado y los rizos dorados pegados a su perfecta frente sudorosa.

"Cariño, pasarán meses antes de que podamos volver a estar juntos. Necesitas algo para satisfacerte a ti mismo".

El Blondie frunció el ceño confundido. "¿Algo que para satisfacerme? ¿Qué quieres decir?"

"Algunos juguetes", respondió el hombre. "¿Qué tal un consolador?"

Raoul abrió de par en par sus hermosos ojos verdes. "¿Un consolador? ¡Pero si son artículos para mascotas!"

"Bombón, te aseguro que esos juguetes volverán loco incluso a un noble príncipe como tú".

Lord Am comenzó a considerar esa posibilidad. "¿Y dónde se compran tales artefactos?"

"En Ceres y Midas podría enumerar más de un par de tiendas bien surtidas, pero no tengo ni idea de cómo funciona eso en Eos. Con todas las mascotas que tienen allí debe haber un sexy shop. ¿En el mismo lugar donde compraste el látigo con el que le rompiste la espalda a Katze, tal vez?"

A Guy le gustaba burlarse un poco de Raoul por ese asunto, pero el Blondie ignoró la provocación y se puso a reflexionar. Recordó que, de hecho, había una tienda en Eos donde vendían artículos disciplinarios, cadenas, esposas, cuerdas, afrodisíacos y ropa para mascotas. Nunca entró, pero sabía que era muy grande y estaba bien abastecido. "Supongamos que logre encontrar un lugar que venda este tipo de artículos, ¿qué debería comprar?"

"No tienes límites de presupuesto, ¿verdad? Compra un consolador, un plug y un vibrador. Asegúrate de que los tres sean específicos para el ano. El consolador tiene forma de pene con una ventosa debajo para poder adherirlo a varias superficies. El plug tiene el aspecto de una gota con una base y sirve para darte una sensación de plenitud. Se mantiene firme dentro del cuerpo, incluso puedes llevarlo debajo de tu ropa mientras haces otras cosas o estás en público. Nadie se dará cuenta. El vibrador, en cambio, es eléctrico. Al activarse comienza a vibrar con varias velocidades y frecuencias. ¡Compra los tres! ¡O mejor, consíguelos en varios tamaños y materiales!"

Raoul estaba muy interesado. Aunque ya se había corrido dos veces, la idea de un falo vibrador o un plug que pudiera llevar debajo de la ropa mientras estaba, por ejemplo, en su laboratorio o en los alrededores de la torre, le hizo excitar de nuevo. "¿Será como tenerte dentro de mí?"

El joven le miró desafiante. “No me menosprecies, bombón, mi polla nunca podrá ser reemplazada por un trozo de plástico, pero los juguetes te ayudarán a pasar estos meses en los que estaremos separados de forma más placentera. Además, también son muy útiles para avivar las relaciones de pareja. Cuando salgas de Eos podremos usarlos juntos".

Raoul se quedó definitivamente convencido. Sin embargo, había un problema que resolver. Después de que él y Guy se despidieron, bajo el chorro caliente de la ducha, intentó imaginar cómo sería la reacción del vendedor al encontrarse con un Blondie que se abastecía de juguetes sexuales.

‘¡Simplemente inconcebible!’

Ni siquiera podía usar la excusa de decir que eran para su mascota porque todo el mundo en Eos sabía que ya no tenía una. Debía idear un plan alternativo para conseguirlos.

***

A la mañana siguiente, Daniel llegó puntual. "Buenos días, maestro Raoul", dijo, inclinándose con la mirada baja, como siempre.

"Buenos días, Daniel. ¿Está todo bien en tu sector? ¿Hay alguna noticia sobre nuestro ‘amigo común’?"

"No hubo más problemas. Él está muy bien". Un ligero rubor tiñó las mejillas del mueble. Sus labios adoptaron las curvas de una sonrisa avergonzada.

Últimamente Daniel daba la impresión de estar mucho más sereno y relajado que en los primeros tiempos. A veces sonreía soñadoramente para sí mismo y estaba distraído. Esta revolución en su actitud no disgustaba en absoluto a Raoul, sólo esperaba que no le hiciera cometer errores que luego lo obligaran a ‘pretender castigarlo’.

"Esta mañana te dejaré a cargo de la casa”, el Blondie advirtió. “Benson y yo vamos a salir para hacer recados".

Tras oír su nombre, el eunuco de pelo verde bosque apareció en la puerta del estudio. "¿De verdad vamos a salir, maestro?"

"Sí, empieza ya mismo tu sesión de electroterapia. Cuando termines iremos a la zona comercial de Eos para hacer algunas compras".

"Está bien". Benson se quitó la camisa y se sentó en la estación de terapia. Raoul aplicó un gel a una serie de electrodos y los colocó en varios puntos estratégicos de su espalda. Luego, activó un temporizador de sesenta minutos y encendió la máquina.

Al mueble de la familia Am no le gustaba en absoluto esa hora de tratamiento. La encontraba extremadamente aburrida y cada vez no podía esperar a que terminara. La tentación de mover las manecillas del cronómetro era grande, pero hasta ahora siempre se contuvo porque Raoul seguramente se daría cuenta en seguida.

La espera le dio forma de reflexionar. A su amo nunca le interesó ir de compras. Generalmente lo delegaba a él, y las pocas veces que se encargó personalmente de una adquisición no quiso estar acompañado, lo que hacía muy extraña aquella salida.

Cuando terminó la hora, el Blondie le quitó los electrodos de la piel y limpió los restos de gel con un papel absorbente. "Ve a prepararte. Saldremos en diez minutos".

***

En el sector comercial de Eos se vendía una gran variedad de objetos. Era frecuentado tanto por Elites como por mascotas, pero de vez en cuando algunos muebles iban allí también para hacer recados en nombre de sus maestros.

Había joyerías, tiendas de arte, locales dedicados exclusivamente a anillos para mascotas, boutiques de ropa de alta gama, librerías, tiendas de aparatos electrónicos, alimentos exclusivos y extravagantes, antigüedades y mucho más.

‘Eos and Eros store’ era el lugar al que se dirigían Benson y Raoul. Su vitrina exhibía varios tipos de látigos, palos y correas de castigo. Ropa atrevida para espectáculos de mascotas, esposas y cadenas. El Blondie entró con discreción y Benson lo siguió perplejo.

Recorrieron las distintas salas, cada una dedicada a un sector específico con una amplia gama de opciones. Nada se parecía a los artículos que Guy recomendó, pero de hecho sí había una sala dedicada al erotismo. Raoul tuvo que buscar mucho y descorrer una cortina para encontrarla.

Inmediatamente supo que estaba en el lugar correcto. Estantes y estantes con falos y otros medios de estimulación sexual de todos los materiales, colores y tamaños. Bibliotecas llenas de pornografía para mascotas en forma de revistas y vídeos holográficos. Un vasto surtido de lubricantes en una variedad de texturas, colores, sabores y características.

"Necesito pasar un tiempo a solas en esta habitación", Raoul comunicó al pobre Benson, que se veía muy incómodo. "Haz guardia junto a la puerta y avísame si viene alguien".

El mueble puso los ojos en blanco. No sabía si era más extraño que su maestro necesitara pasar tiempo en una habitación dedicada al erotismo o que quisiera hacerlo en secreto. En cualquier caso, obedeció la orden sin rechistar.

Raoul se tomó su tiempo para elegir los productos que le interesaban y anotar sus códigos en un cuaderno. Seleccionó treinta juguetes, diez por cada categoría dictada por Guy, además de algunos frascos de gel lubricante y una revista en cuya portada había un chico alto con cabello castaño que le recordaba un poco a su mestizo.

Afortunadamente para Benson, nadie se acercó y no hubo necesidad de dar la alarma.

Ahora Raoul necesitaba a alguien que hiciera la compra por él, una mascota, y sabía exactamente a quién acudir.

Salió de la tienda. Todavía con Benson a cuestas, se dirigió a la sala de seguridad, donde había numerosas pantallas en las que se reproducían en directo las tomas de todas las cámaras de vigilancia de la torre. Los androides guardianes no se opusieron a la petición de un Blondie distinguido como Lord Am de sólo ‘echar un vistazo’.

Identificó rápidamente el objeto de sus deseos: un chico de pelo fucsia que se encontraba en el salón del spa, dos pisos más arriba. Estaba sentado en el banco de madera de una de las saunas. Aunque las marcas del castigo en su cuerpo se habían desvanecido casi por completo, tenía una mirada asustada. '¡Perfecto!’ Pensó Raoul. '¡Hará todo lo que yo le ordene!'

Le dio instrucciones a Benson para que lo espere frente al sexy shop y sin demora caminó hacia su meta. Al llegar al salón del spa, encontró el vestidor que contenía los objetos personales de su víctima, fácilmente reconocible por el nombre grabado en la puerta, y decidió esperarlo adentro.

***

Reinold ya había sudado bastante por hoy. Odiaba la sauna, la consideraba casi una tortura, pero su maestro insistía mucho para que se sometiera con frecuencia a los beneficios del vapor de agua como parte de su tratamiento de recuperación.

Había pasado un mes del día del ataque. Zeke le prohibió salir del departamento durante las dos primeras semanas. Luego, tras aconsejarle que tuviera cuidado y se comportara adecuadamente para no llamar la atención, cambió de mala gana su anillo de mascota por uno más sensible y preciso y le devolvió la libertad de ir por la torre.

Pero las cosas ya no eran tan divertidas como antes para Reinold. Todas las mascotas que antes consideraba sus amigos ahora no hacían más que burlarse de él, tenía la impresión de que incluso los muebles y los Elites se reían a sus espaldas. Pero lo peor de todo, lo que le daba mucho miedo, era saber que su anónimo secuestrador temporal seguía suelto.

Se puso una toalla alrededor de las caderas y salió de la sauna para ir a ducharse y vestirse. Tan pronto como la puerta del vestuario se cerró, las luces se apagaron, dejándolo en la oscuridad. Una presencia detrás de él y la aterradora voz que acompañó sus pesadillas durante las últimas semanas hicieron que su corazón dejara de latir por un momento. "Hola Reinold. Espero que no me hayas olvidado, yo te recuerdo muy bien".

Completamente aterrorizada, la mascota comenzó a temblar. Raoul rozó su cuerpo con dos dedos, lo que le hizo soltar un grito agudo y caer la toalla al suelo. "¿Cómo te portaste? ¿Seguiste mi consejo o necesitas un repaso de buenos modales?"

Reinold comenzó a llorar de desesperación. "No hice nada malo, señor, se lo juro", pronunció entre sollozos. "Fui educado tanto con mi mueble como con los del salón. Les dije a todos gracias y por favor. Intenté no molestarlos más que lo mínimo. ¡Por favor, no me castigue otra vez!"

Raoul acarició lentamente su espalda, arrancándole un escalofrío de consternación. "No vine a castigarte hoy, Reinold", le dijo, en un tono sibilante. "Sólo estoy aquí para recordarte que te estoy vigilando y para pedirte un pequeño favor. Encima de la silla hay una billetera con créditos y una lista de códigos. ¿Conoces ‘Eos and Eros store’?"

"S... sí. Es el que vende pornografía", respondió el chico, sin poder dejar de llorar y temblar.

"Muy bien. En cuanto te vistas, irás allí y le pedirás al dueño que te venda todos los artículos marcados con esos códigos. Le dirás que son para tu uso personal, que quieres pagar en efectivo y que no debe quedar constancia de ese intercambio. A continuación, entregarás la mercancía y la billetera a un mueble con cabello verde corto que te estará esperando cerca de la puerta de la tienda. Nunca mencionarás esto a nadie. ¿Está todo claro?"

"S... sí, señor. Todo está claro. Haré lo que me ordenó, pero por favor, ¡no me lastime!” Reinold estaba a punto de mojarse por el miedo.

"Compórtate adecuadamente y no recibirás ningún daño de mi parte", respondió el rubio, sin dejar de rozar su cuerpo para intimidarlo. "Una última cosa. ¿Volviste a ver al mueble con la cicatriz en la mejilla? Sé que sabes a quién me refiero".

"No, señor. No lo volví a ver desde entonces".

"La próxima vez que lo veas, te disculparás con él en voz alta. Todo el mundo tendrá que escucharte. Si no lo haces, me enteraré y habrá consecuencias".

Esa amenaza hizo erizar la piel de la mascota. “Sí, señor. Por supuesto, señor. Lo haré, señor".

"Cuento con ello. Hasta pronto". Raoul abrió la puerta, la luz que se filtraba desde el exterior permitió a Reinold ver por un momento sus largos rizos rubios, y salió.

El chico esperó inmóvil durante unos minutos. Sólo cuando por fin se convenció de que estaba solo, buscó a tientas el interruptor de la luz y lo encendió. La billetera estaba en la silla. Se vistió rápidamente y se apresuró a cumplir las órdenes que había recibido.

***

El dueño de la tienda no ocultó su asombro cuando una mascota apareció con una lista de costosos artículos sexuales suficientes para todo un harén, y más aún cuando se ofreció a pagar en efectivo, pero la perspectiva de una gran venta libre de impuestos era tentadora y sofocó cualquier deseo de hacer preguntas de raíz.

Ni siquiera Benson esperaba que un chico con la cara roja por las lágrimas y las manos temblorosas le entregara dos bolsas llenas de mercadería y huyera inmediatamente después sin decir una palabra.

Raoul se unió a él unos minutos más tarde y echó un vistazo rápido a sus nuevas adquisiciones. "Bien hecho, Benson,” comentó satisfecho. "Volvamos a casa".


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