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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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El sol acababa de salir.

Riki ojeó fuera de la tienda y vio la torre de Eos elevándose ante él en toda su despiadada magnificencia.

Miró hacia arriba, pero no pudo distinguir la terraza desde la que todos los días se asomaba durante horas y observaba la bulliciosa vida nocturna de Midas, imbuida de fascinantes luces en movimiento, mientras vaciaba paquetes enteros de cigarrillos.

Como Iason todavía estaba dormido, recogió su pierna artificial y la acercó al colchón de aire. Se había convertido en una costumbre para él recuperarla del suelo por la mañana y dejarla al alcance de su mano, ya que a Iason no le gustaba llevarla cuando tenía intimidad con él, que era casi todas las noches.

La que acababa de terminar no fue una excepción. Sin embargo, la alegría por haber ganado la batalla se vio atenuada por las pérdidas sufridas.

***

Durante la lucha contra los guardias, casi quinientos de ellos perdieron la vida y otros tantos resultaron heridos. Los cuerpos sin vida fueron llevados a Nueva Ceres, donde serían enterrados y conmemorados.

Los que necesitaban cuidados médicos también se fueron. Entre ellos estaban Maxi y Luke, el primero con una herida en el abdomen y el segundo con la mano izquierda destrozada por una granada. Se subieron a la furgoneta militar - un vehículo antiguo que funcionaba con combustible fósil - con una sonrisa en sus rostros. "Aguanten por nosotros también", les dijeron a sus compañeros que se quedaban. "Son nuestra esperanza".

Norris besó a su fornido compañero, cuya herida había sido firmemente envuelta con vendas impermeables para que todos los órganos permanecieran en su sitio, y le tomó la mano. "No te mueras, gorila. No te perdonaré si no te encuentro en casa cuando regrese".

"Como si no supieras que tengo la piel dura, pendejo. Tú, más bien, trata de volver a mí en una sola pieza".

***

Riki salió de la tienda y fue a juntarse con Sid. Los dos se sentaron con las piernas cruzadas en el brillante suelo metálico de la plaza que rodeaba la torre de Eos.

"¿Quieres?" El mestizo de pelo gris le mostró al amigo el paquete de cigarrillos.

"¡Por supuesto!" Riki tomó una mientras Sid le entregaba el mechero.

"¿Cómo estás?" Preguntó el antiguo líder de los Bison, tomando una bocanada de tabaco.

"Un gran dolor de cabeza, pero las ganas de patearles el culo a los malditos androides son tan altas que no lo siento".

"¿Valió la pena?"

"Amigo, déjame decirte algo: iría hasta el fin del mundo por ella. Definitivamente valió la pena, ¡pero el maldito rubio la mantiene segregada en la tienda!" El joven golpeó el suelo con el puño. "No he podido volver a verla desde entonces. Ni siquiera sé si Gideon le hizo algo mientras yo estaba inconsciente. Además, el comandante no me habla. ¡Me trata como si fuera invisible!"

Los dos hombres expulsaron el humo y miraron en silencio las paredes doradas del rascacielos.

"Sabes, los Blondies están arraigados a sus hábitos", dijo Riki después de un rato. "Es como si sus circuitos necesitaran aferrarse a algo para sobrevivir. Una vez que encuentran el objetivo de sus deseos, no pueden dejarlo ir. Al igual que Iason conmigo. Sin embargo, Iason me dejó ir dos veces: la primera ya la conoces, la segunda fue en Dana Burn, antes de que Katze viniera a salvarnos. Me dijo que lo dejara allí y que me salvara llevando a Guy. Los rubios son tremendamente protectores y celosos, pero en los momentos importantes saben sacrificarse. Son más generosos de lo que parecen".

Era muy difícil para Sid equiparar a Gideon con un ser dotado de generosidad en ese momento. Pero, pensándolo mejor, lo dejó vivir y dirigió bien el ejército hasta el momento. No podía negar que era un buen comandante.

***

A media mañana, uno de los soldados fue a llamar a la tienda del comandante Noa. "Hay un androide en la entrada del campamento. Quiere que Minosi Kan vaya con él para comunicarle nuestras peticiones a Júpiter".

Gideon asintió. Miró a Sid durante unos segundos, pero luego mandó a llamar a Norris. "Tengo una misión para ti. Irás donde Júpiter y le presentarás nuestras demandas. Todo lo que tendrás que hacer es entregarle un papel".

El joven de pelo rubio oscuro tragó saliva. ¿Ver a Júpiter? ¿Hablar con el superordenador que gobernaba el planeta? No estaba seguro de poder hacerlo, sin embargo aceptó. “Lo haré, comandante".

Entró en la tienda de Iason, de la que salió media hora después con la cabeza llena de instrucciones y un rollo de papel con un sello en la mano. Le dio la espalda a un furioso Sid y se dirigió a la entrada del campamento.

El emisario que lo esperaba era Saurus Finn, el capitán de la guardia, que tras mirarlo molesto de pies a cabeza, exclamó con desprecio: "¡Tú no eres Minosi Kan! ¡Sólo eres un mestizo!"

"Soy el portavoz de Minosi Kan, del comandante Noa y del ejército de Ceres, y traigo sus peticiones", respondió Norris, mostrando con orgullo el pergamino sellado.

"Júpiter no estará contento con eso. Ven conmigo".

Saurus Finn condujo a Norris hasta la suntuosa puerta de la Torre de Júpiter. La IA entregó parte de su preciosa electricidad para abrirla y permitirles entrar. A medida que subían las innumerables escaleras que los separaban de la cima, el mestizo sintió que la tensión aumentaba y el aire se hacía más pesado.

Las torres de Júpiter y de Eos se igualaban en altura. Cien pisos, es decir, cien tramos de escaleras. En cada uno de ellos había Elites cansados, con sus vistosos cabellos despeinados y sus suntuosas ropas desarregladas, que los observaban sin pronunciar palabra.

Tras la que pareció una subida interminable, llegaron a la cúpula. La puerta espejo se abrió y el Onyx se hizo a un lado. Norris inspiró profundamente para infundirse valor antes de entrar.

Toda la habitación estaba impregnada de una suave luz azul y un zumbido reverberante. El cabello del joven se erizó como si la electricidad lo atravesara.

Brillantes puntos danzantes se agruparon para formar una figura imponente que parecía humana, pero no lo era. Ni hombre ni mujer. Con rostro anónimo y una larga cabellera de luz. El ser etéreo extendió una mano para tocar al recién llegado.

Norris jadeó. En el punto en que Júpiter lo rozaba, era como si miles de hormigas caminaran sobre su piel.

El zumbido plateado se convirtió en una voz. "Mis hijos acostumbran a arrodillarse ante mí, pero supongo que sería inusual exigírselo a un mestizo".

"Yo no soy... un hijo tuyo".

"No. Definitivamente no lo eres". La IA lo rodeó para observarlo bien de todos los ángulos. "Solicité una audiencia con tu líder, ¿por qué te enviaron a ti?"

"Represento al Sr. Kan y traigo sus solicitudes". Norris levantó la mano para mostrar el pergamino.

"¿Tu nombre?"

"Norris".

"El hecho de que traigas las demandas de Minosi Kan no responde a mi pregunta, Norris. Solicité la presencia de tu líder, no la de un emisario. ¿Por qué no vino él?"

El antiguo miembro de Bison tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no desplomarse bajo la intensidad de sus propios latidos. "El Sr. Kan se mostrará a ti a su debido tiempo. Todavía no llegó el momento".

Algo en el aire tintineó, como pequeñas moléculas de cristal rompiéndose. A Júpiter le irritó esa respuesta. El rollo de papel flotó en el aire y llegó al centro de la habitación. El sello se rompió y la hoja se desplegó. El superordenador sólo tardó unas milésimas de segundo en memorizar su contenido

"Algunos de estos puntos pueden ser discutidos, pero los demás son simplemente inaceptables”. El papel se volvió a enrollar y quedó suspendido. "Puedo entender la mayoría de sus demandas, aunque no las apruebe, pero algunas me sorprenden. Exigen la liberación de muebles y mascotas y la abolición de la mayoría de las obligaciones y prohibiciones existentes para los Elites, incluida la prohibición de establecer vínculos afectivos y practicar la sexualidad. ¿Por qué les importa que los Elites puedan fornicar o tener relaciones promiscuas con los humanos? ¿Por qué los habitantes de Ceres se preocupan por las mascotas?"

Norris permaneció impasible y respondió según las instrucciones. "Un futuro próspero no es posible si una parte de la población todavía vive siguiendo las antiguas reglas".

El zumbido en el aire se hizo más intenso a medida que Júpiter procesaba sus datos. Sólo tres Elites podrían estar interesados en experimentar libremente la sexualidad con los humanos. De ellos, uno estaba muerto y el otro había huido. Sólo el tercero seguía a su alcance.

"Dile a tu líder que tendré en cuenta sus solicitudes. Mientras tanto, quiero una muestra de buena voluntad por su parte. Reconexión temporal de las líneas eléctricas de las torres de Eos, Júpiter y Parthea durante doce horas. Durante ese tiempo permitirán que mis hijos abandonen Tanagura y se dirijan a sus segundos hogares en Midas. Lord Raoul Am permanecerá y deberá acudir inmediatamente a una audiencia conmigo".

Norris escuchó atentamente las palabras de la Inteligencia Artificial. Era lo que Iason esperaba y le dijo en la tienda, excepto por un detalle. "¿Raoul Am? ¿Qué quieres de él?"

"Sólo unas pocas preguntas". Júpiter dilató y estrechó rápidamente sus pupilas de una manera extraña. Por la naturalidad con que el mestizo había pronunciado el nombre de Raoul parecía como si lo conociera.

"E… está bien. Pero él debe volver a Eos antes de que terminen las doce horas, ¡de lo contrario perderás cualquier posibilidad de cooperación con nosotros!"

"Raoul regresará a Eos antes del final del armisticio todavía en posesión de su vida, tienes mi palabra, Norris. Ahora ve e informa a tu líder sobre nuestro acuerdo".

La imagen humanoide se disolvió, la puerta espejo se abrió y el joven salió. Saurus Finn, que se había quedado fuera esperándolo, lo acompañó de vuelta a la planta baja, donde Júpiter dejó fluir la energía necesaria para abrir la puerta.

Tras llegar al campamento, Norris corrió hasta la tienda de Iason para informarles a él y a Gideon del resultado de la reunión. Estuvieron bastante satisfechos con ella, pero la petición de Júpiter de hablar con Raoul era sospechosa. Sin embargo, no podían oponerse. Significaría declarar abiertamente que Raoul estaba involucrado en la rebelión, es decir, condenarlo.

El mensaje que se comunicó desde el campamento militar a las tres torres con un altoparlante fue el siguiente:

- ACORDAMOS UN ARMISTICIO TEMPORANEO.

LA ENERGÍA SE RESTABLECERÁ DURANTE DOCE HORAS A PARTIR DE ESTE MOMENTO.

TODOS LOS ELITES QUE LO DESEEN PUEDEN ABANDONAR TANAGURA Y DIRIGIRSE A SUS SEGUNDAS RESIDENCIAS, EL EJÉRCITO SE APARTARÁ PARA DEJARLOS PASAR.

LOS DEMÁS TENDRÁN QUE QUEDARSE, PERO PODRÁN APROVECHAR ESTE TIEMPO PARA ABRIR TODAS LAS PUERTAS Y VENTANAS Y ABASTECERSE DE PROVISIONES.

FRENTE A LAS PUERTAS ENCONTRARÁN TANQUES DE AGUA Y SUMINISTROS DE ALIMENTOS, PILAS Y MEDICAMENTOS.

LORD RAOUL AM ES CONVOCADO INMEDIATAMENTE A UNA AUDIENCIA EN LA TORRE DE JÚPITER. REGRESARÁ A EOS ANTES DE QUE SE ACABEN LAS DOCE HORAS. -

Dicho esto, las conexiones eléctricas fueros reestablecidas.

Adentro de Eos el aire acondicionado volvió a funcionar. Todos los que habían quedado atrapados en los apartamentos corrieron hacia los pasillos, agradecidos de seguir vivos. Entre ellos estaba el mueble de Reinold, al que el chico que alguna vez fue malcriado permanecería apegado como un perro a su dueño hasta el final de la guerra.

El primero en salir de Eos fue Raoul. Por su porte erguido y solemne, parecía no sentir miedo por el inminente encuentro. Sid y Norris lo acompañaron hasta la entrada del campamento, donde Saurus Finn lo esperaba para escoltarlo ante la IA.

En la Torre de Júpiter reinaba el caos. Todos los Elites corrían hacia los aparcamientos subterráneos para subir a sus vehículos - ahora funcionales, gracias a la reconexión temporal de la electricidad - y alejarse de Tanagura. Raoul reconoció a Aisha Rosen seguido por su mueble Tomass, su compañero de trabajo Frederik Fleur y muchos otros.

Saurus Finn les dirigió una mirada de disgusto y desdén. '¡Malditas figurillas inútiles, huyendo y refugiándose en sus lujosas casas en Midas, mientras nuestro reino es invadido y mis hombres mueren y escupen sangre en el campo de batalla!'

Pero no dijo nada. Sólo era un Onyx. No tenía derecho a expresar su opinión sobre el comportamiento de los Elites con rango superior al suyo.

Raoul y el capitán de la guardia tomaron el ascensor para llegar a la cúpula. El Blondie entró en el santuario y se arrodilló a los pies de Júpiter.

"Han pasado muchos meses desde nuestro último encuentro, hijo. Supongo que tuviste suficiente tiempo para reflexionar sobre lo inapropiado que fue unirte carnal y emocionalmente con un humano. ¿Lo hiciste? ¿O todavía tienes pensamientos pecaminosos?"

Al fijar sus ojos en su Creador, Raoul ya no pudo ocultar la profundidad de su perturbación. "No puedo mentirte. Tras despertar, mi lóbulo orgánico ya no pudo volver a dormirse. Ciertos pensamientos vuelven cíclicamente a invadir mis sistemas".

Júpiter recorrió con sus dedos el rostro diáfano y perfecto del Blondie, un rostro que él mismo había moldeado. Aquella caricia, que fue tan molesta para Norris, resultó casi tranquilizadora para Raoul. Era el toque de quien le dio la vida.

"Abre tu mente para mí, Raoul. Muéstrame tus debilidades".

El Blondie cerró los ojos y relajó sus circuitos. Había recuerdos que no podían ser revelados - Guy, la manera que había encontrado para comunicar indirectamente con Katze, la verdad sobre Iason, Riki y Gideon, así como su participación en la invasión de Tanagura – pero, para no levantar sospechas, dejó que Lambda 3000 conociera otros datos potencialmente peligrosos, como la masturbación y el uso de juguetes sexuales.

Un fuerte zumbido llenó la habitación. “Me estás ocultando información. Estás protegiendo partes de tu cerebro de mi control. ¿Por qué? ¿Qué es lo que no quieres que yo descubra?"

Júpiter volvió a entrar en la mente de Raoul con más violencia. La temperatura corporal y la presión sanguínea del Elite bajaron repentinamente, debilitándolo, pero logró mantener sus secretos ocultos.

"Sigues resistiéndome, hijo. ¿Vas a desafiarme?"

"Nunca haría eso, Creador, no te estoy ocultando nada".

"¡Mientes!" Júpiter abrió la puerta de la cúpula. Inmediatamente, el Onyx entró acompañado de tres androides menores. "Mi hijo se ha vuelto rebelde y necesita ser alentado. Nos quedan diez horas para penetrar su voluntad. Cuento con su ayuda, preciadas guardias. Saurus Finn, Recibiste instrucciones estrictas, ya sabes lo que tienes que hacer".

Todavía sin fuerzas debido a la invasión mental, Raoul fue sostenido por las muñecas por Júpiter mientras los guardias lo desvestían.

El santuario era tan cambiante como la entidad que lo habitaba. El suelo se convirtió en metal líquido y tomó la forma de una plataforma rectangular inclinada. Raoul fue estirado encima de ella. De las cuatro esquinas del macabro lecho surgieron cuerdas brillantes que se cerraron alrededor de sus muñecas y tobillos, haciéndole asumir la posición de una cruz de San Andrés.

Júpiter volvió a entrar en su mente con renovada violencia. "No te resistas, Raoul. Revela lo que sabes. No me obligues a hacerte daño".

Mientras sus circuitos cerebrales eran aplastados, el noble androide tembló, pero sus labios permanecieron sellados al igual que su voluntad.

Entonces la Inteligencia Artificial le indicó al capitán de los guardias que procediera. Saurus Finn sostenía un palo conectado por un cable a un generador de descargas eléctricas. La punta larga y delgada del instrumento de tortura se colocó en la planta del pie del Blondie. Al mismo tiempo, Júpiter realizó otro ataque mental.

El cuerpo de los Blondies rozaba la perfección y estaba estudiado al detalle para que fueran fuertes y resistentes al dolor causado por el fuego, las armas blancas y los golpes. La única excepción era la electricidad. Como cada uno de sus tejidos contenía partículas metálicas, especialmente su esqueleto, las descargas eléctricas penetraban profundamente en su interior, atormentando sus terminaciones nerviosas.

Cuando se encendió el generador, Raoul gritó. El objetivo de Júpiter era distraer su mente con dolor físico para inducirlo a liberar las barreras mentales que ocultaban la información que quería.

La siguiente descarga fue en el pecho. Luego en los labios y dentro de su oreja. En sus pezones y en el cuello. Luego, de nuevo en sus pies y en los delicados rasgos de su rostro. Raoul gritó y se retorció, pero siguió manteniendo sus barreras.

Tras varias horas en las que el Onyx una y otra vez se ensañó en las zonas más delicadas de su cuerpo, Júpiter limpió las lágrimas del angustiado rostro del Blondie y lo besó en sus labios hinchados. "Sé que piensas que todo esto me da placer, hijo, pero estás equivocado. El eco de tus gritos quedará grabado de forma indeleble en mi placa base y cada vez que lo escucharé simbolizará mi derrota. Me obligaste a hacerlo. ¿Aún estás seguro de que no quieres cooperar?"

Raoul abrió sus párpados enrojecidos. Un destello de fuego y desafío estalló en su mirada velada por el sufrimiento.

"Entiendo. Tu terquedad me obliga a causarte más dolor del que pretendía". Lambda 3000 dio la orden. "Saurus, procede como se te ha instruido".

Uno de los androides levantó el pene de Raoul, el Onyx colocó el instrumento en los testículos y lo encendió. Luego, se bajó la piel del prepucio y se dirigió la electricidad al glande expuesto.

El Blondie gritó más fuerte de lo que había hecho hasta ahora, pero aún no fue suficiente para sacudir su voluntad. Entonces Saurus deslizó la fina punta metálica en la uretra. El terror se apoderó de Raoul en los segundos previos al choque. Cuando llegó, el dolor fue insoportable y pareció preceder a su propia muerte.

Pero sobrevivió y resistió. El control que el poderoso bioquímico lograba mantener sobre sus circuitos cerebrales era asombroso.

Las restricciones en sus tobillos se disolvieron. Los guardias levantaron sus rodillas y las acercaron a su pecho. Raoul era como un muñeco de trapo, incapaz de ofrecer la más mínima resistencia.

Cuando su ano quedó peligrosamente expuesto, Júpiter habló con crueldad. "Por lo que vi, a mi querido hijo le gusta que lo estimulen en ese punto particular de su cuerpo. No escatimes en tus artes, Saurus, dale toda la satisfacción que anhela".

El Blondie cerró los ojos y se preparó para lo peor. El Onyx lo penetró con el instrumento, haciendo resonar por la sala su voz angustiada. Como no obtenía resultados, cambió ligeramente el ángulo y siguió torturando las paredes de sus intestinos durante un tiempo interminable.

Raoul no tenía mas aliento.

La punta de la terrible herramienta se centró entonces en su esfínter. El sensible anillo muscular se volvió púrpura y quemado. El Onyx volvió al órgano genital y dirigió la tortura sobre el glande, los testículos y el conducto uretral durante tanto tiempo que lo dañó considerablemente.

Lord Am agonizaba, pero, aunque estaba al límite de sus fuerzas, ni una sola vez permitió que el tormento lo abrumara. Ni una sola vez el Creador conseguió penetrar sus secretos.

Una hora antes que se acabara el tiempo, Júpiter levantó la mano. "Es suficiente. Hazte a un lado, Saurus, y deja que los guardias actúen".

Uno de los tres androides se desnudó, agarró a Raoul por las caderas y dirigió su pene contra su torturado ano. El Blondie sólo tuvo tiempo de abrir los ojos de par en par con incrédulo terror antes de ser penetrado.

Mientras el primer guardia lo violaba sin reparo, otro tomó descuidadamente su pene y comenzó a frotarlo. El roce de la carne quemada era insoportable. La piel delgada comenzó a rezumar sangre azul y lo mismo ocurrió con el orificio anal.

Entre espasmos, Raoul comprendió que Júpiter ya no lo estaba torturando para robarle sus secretos, sino que lo estaba castigando por sus actos impuros. Quería que ese recuerdo lo disuadiera de repetir tales prácticas en el futuro. Quería que el sexo quedara indeleblemente asociado a la humillación y al dolor físico en la mente de su hijo.

Poco antes de que expirara el armisticio, se proclamó el fin de la tortura de Raoul. Los androides lo limpiaron sumariamente de la sangre y lo vistieron. Saurus lo cargó sobre su hombro y lo llevó hasta la entrada del campamento militar, donde lo dejó inconsciente en el suelo.

Los mestizos de guardia nunca habían visto a un Blondie de tan cerca - o al menos eso creían - y se reunieron a su alrededor con morbo. La tentación de tocarlo y ver cómo estaba hecho era tentadora.

Pero un hombre alto con el pelo castaño recogido en una cola de caballo los empujó con rabia. "¡Aléjense de él, asquerosos bastardos! ¡Acabaré con cualquiera que se atreva a ponerle las manos encima!"

Guy se arrodilló junto a su Blondie desmayado. Le apartó los suaves mechones dorados de la cara y jadeó al ver su hermoso rostro angelical estropeado por las quemaduras.

Ninguno de los chicos que observaban la escena parecía dispuesto a ayudar a un androide herido. Odiaban a los Elites y sentían absoluta indiferencia por sus sufrimientos.

"¡Llamen al comandante!" Gritó Guy desesperado, inclinándose sobre Raoul y rompiendo a llorar. "No puedo hacerlo solo. ¡Mierda! ¡Ayúdenme!"

Movido por la compasión, uno de los soldados envió el mensaje al cuartel general. En diez minutos, Sid, Riki, Norris, Minosi Kan y el comandante Noa llegaron al lugar. Riki tuvo que sacudir a Guy para convencerlo de que dejara ir a Raoul. Iason levantó a su hermano y lo cargó en una camioneta para que fuera conducido a la puerta de Eos.

Allí estaba Lord Orphe Zavi, el único Elite que quedaba en todo el edificio. La Torre de Eos era su responsabilidad y no la abandonaría en el momento más crítico. Se hundiría con todo el barco si fuera necesario.

Riki, Sid, Norris y Guy bajaron del vehículo transportando con dificultad el pesado androide dorado y se detuvieron frente a él.

"¿Que le sucedió?" Preguntó consternado Lord Zavi.

"No lo sabemos. Lo dejaron frente al campamento en estas condiciones", respondió Sid.

Orphe estaba tan desorientado que ni siquiera se dio cuenta de que ya conocía a uno de esos cuatro hombres, el que tenía el cabello más oscuro. Tomó el cuerpo de su hermano y se dispuso a entrar, pero ocurrió algo inesperado: antes de que la puerta se cerrara tras él, uno de los mestizos había cruzado el umbral de Eos.

Orphe se enfrentó a él con rabia. "¿Qué vas a hacer? ¡Sal de este lugar sagrado inmediatamente!"

Pero ya era demasiado tarde. En un abrir y cerrar de ojos, la energía se desconectó y la torre volvió a caer en la oscuridad. Eran las cuatro de la mañana. Pronto las lunas gemelas dejarían paso al sol naciente.

"¡Has decretado tu sentencia de muerte!" Dictaminó el Blondie furioso.

"¡Oye, cálmate! Vengo en son de paz". Guy abrió la mano al frente mostrando que no llevaba armas. "Soy un amigo de Raoul. Tú eres Orphe Zavi, ¿verdad? Te reconocí por el color de tus ojos. Raoul me habló de todos ustedes. Dice que conversas demasiado, que eres aburrido y que estás obsesionado con las reglas, pero que tienes un gran corazón y eres un poco rebelde, aunque todavía no lo sabes".

Lord Zavi entrecerró su mirada con desconfianza. ‘¿Realmente Raoul piensa que soy aburrido y prolijo?’ "¿Quieres que crea que mi hermano le habló a un mestizo de nosotros?"

"Soy el primero que no lo entiende, pero todo es cierto. Me preocupo mucho por Raoul. Lo dejé solo durante demasiado tiempo y no tengo intención de volver a abandonarlo. No te molestaré en absoluto, ni siquiera notarás mi presencia. No soy un soldado. Mira, sólo tengo un brazo. ¿Has visto alguna vez a un soldado discapacitado?"

Guy estaba muy decidido. Cuando Riki lo llamó para contarle que Raoul había estado en audiencia con Júpiter durante demasiado tiempo, salió corriendo de la casa, montó en su motocicleta y condujo hasta Tanagura tan rápido como pudo.

"¡Da un paso en falso y te juro que, tras romperte todos los huesos, arrojaré tus restos por una ventana para que tus compañeros los recojan con una cuchara!"

**

En la tienda, Iason se había mordido los labios con tanta fuerza que sangraban. Un hilo azul manchaba su camisa color canela. Los perfectos rasgos de su rostro estaban distorsionados por la rabia. Un gruñido salvaje y gutural escapaba de su boca entrecerrada que dejaba al descubierto sus blancos dientes apretados.

Riki le acarició la cara y las manos. "No fue tu culpa", susurró suavemente. "No fue tu culpa".

Siguió repitiendo la misma frase, como una letanía, hasta que la mueca furiosa del Blondie se convirtió en un atisbo de dolor. Mientras Iason se dejaba arrullar por su mestizo, una fina lagrima se deslizó de sus normalmente impasibles irises aguamarina.


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