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Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

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El día siguiente al funeral transcurrió lenta y tranquilamente en Tanagura.

No hubo enfrentamientos, secuestros, o reuniones estratégicas. Ni siquiera Júpiter, cuyo reloj biológico se acercaba peligrosamente a la campanada final, hizo algo para romper esa monotonía. Fue una especie de limbo en el que todos, hombres y androides, seguían observando las llamas con las que se habían despedido de alguien importante para sus vidas. Que lo llamaran Comandante Noa o Lord Gideon Lagat era irrelevante.

Sucedió lo impensable: una trágica pérdida común había unido a dos facciones enemigas en un duelo que exigía respeto.

Aylin y Creek estaban encerrados en una especie de aislamiento en el que ni siquiera las personas más cercanas a ellos como Sid y Riki pudieron entrar. Procesar la idea que Gideon se había ido, sin culparse a sí mismos como prometieron, era imposible porque el peso de lo que causó su imprudencia pesaba sobre sus corazones como una espada de Damocles. Esos chips, ahora implantados en los lóbulos de sus orejas, y esas identificaciones por las que no había mestizo, mueble o mascota en Amoi que no iba a dar su brazo derecho, parecían gotear con la sangre de su Maestro. La ansiada libertad sonaba al más constrictivo de los encarcelamientos.

Su único y frágil consuelo era esa inscripción impresa en filigrana de oro, Lagat, la parte de Gideon que sobrevivía en sus nuevos apellidos y recuerdos calentaba un poco el frío que, de otro modo, los habría atenazado.

Para Iason y Riki era igual de difícil ya que la responsabilidad de la rebelión pesaba principalmente sobre ellos y el precio a pagar se había vuelto de repente mucho más opresivo.

Sin embargo, no podían permitirse el lujo de entregarse al desánimo. El plan tenía que seguir adelante a toda costa. De lo contrario, los sacrificios de Raoul, de Katze, de todos los soldados que habían perdido la vida o resultaron heridos más o menos gravemente durante la batalla, y ahora también de Gideon, habrían sido en vano.

***

El joven de cabello negro yacía con las piernas cruzadas en el suelo a los pies del sofá y su cabeza apoyada en la rodilla protésica del Blondie. Era un antiguo vestigio del pasado, cuando todavía eran un amo y una mascota en Eos, y Riki lo sabía, pero le gustaba asumir esa posición de vez en cuando. Le daba una sensación de recogimiento.

Era tarde en la noche. Durante el día no habían hecho más que elaborar y diseñar los detalles del plan para liberar a Amoi de la tiranía de Júpiter. Cal ya se había ido a dormir y la cena se había enfriado en la mesa, pues estaban tan enfrascados en la conversación que no quisieron interrumpirla para ir a comer. Riki tenía dolor de cabeza y masajeaba enérgicamente sus sienes con las palmas de las manos.

El refugio subterráneo tenía una atmósfera tan tranquila que sus respiraciones y el roce de la ropa resonaban con cada movimiento, sin embargo, la nueva información golpeaba las neuronas de Riki como un martillo percutiendo el metal.

Apoderarse de Herbay mediante el engaño, crear un ejército, encontrar un comandante para entrenarlo, conquistar Guardian, construir un puerto espacial para acoger a los aliados de otros planetas, invadir Tanagura utilizando los conductos subterráneos abandonados de Midas, cortar las líneas eléctricas que enviaban energía a las tres torres principales...

Parecían hazañas lejanas y difíciles de conseguir, como un hermoso cuento de hadas que se les presenta a los niños para que se duerman. Pero lo que más lo exasperó fue la parte final. ¡No tenía sentido! Tanto esfuerzo sólo para llegar a un acuerdo con la máquina en lugar de aniquilarla. ¡Era absurdo!

"No entiendo, Iason, ¿quieres que Júpiter sobreviva? ¿Por qué? ¿No sería más fácil dejar que se apague? ¿Cuál es el propósito de mantenerlo con vida?"

El Blondie acarició suavemente sus mechones de obsidiana. "Lo siento, Riki, pero por mucho que no te guste la idea, Lambda 3000 no puede apagarse".

"¿Pero por qué? Mierda, ¡¡explícamelo!!"

Lord Mink habló sin perder su calma. "Dime, Riki, ¿me has visto alguna vez cambiar una batería o enchufarme a la electricidad? ¿Has encontrado orificios de entrada eléctrica, cables o depósitos de combustible en mi cuerpo?"

"Claro que no", contestó el joven desconcertado, "tú… no eres una lavadora, tú... ¡comes y bebes como yo!"

"¿Estás realmente seguro de que soy tan diferente de una lavadora?” insistió el Elite, "mi apariencia humana no es más que un contenedor compuesto por circuitos eléctricos y piezas mecánicas, es extremadamente complejo y necesita una gran cantidad de energía para subsistir. Las tres comidas al día que me ves ingerir apenas son suficientes para garantizar una correcta expulsión de los desechos y una temperatura moderada. ¿Puedes adivinar cuál es mi fuente de energía?"

La respuesta fue tan obvia que los labios de Riki se movieron sin dejar espacio entre voces. "Júpiter..."

"Júpiter", confirmó Iason. "Sólo gracias a su núcleo vital nuestro músculo cardíaco puede pulsar y alimentar a los demás órganos. No hay precedentes y nadie sabe exactamente qué pasaría si Júpiter se apagara, pero con toda probabilidad, todos los androides dejarían de funcionar simultáneamente".

Sacudido por esa revelación, el hombre trató de concentrarse y encontrar una solución. "Es un ordenador, ¿verdad? ¡Dejemos que se apague! Luego, si vemos que esto afecta a su funcionamiento, lo volvemos a encender".

El Blondie sonrió ante tanta ingenuidad y sentido práctico. “Lambda 3000 es un terminal extremadamente complejo, amor, ¿tienes idea de cuánto tiempo llevaría reiniciar todos sus sistemas? En el escenario más optimista, unas pocas horas. Sin embargo, ¿sabes cuánto tardaría la mente de un androide en morir si su corazón dejara de bombear oxígeno? Cinco o seis minutos como mucho. Miles de ciudadanos de Tanagura, Elites y androides de tipo básico que realizan una gran variedad de tareas, se apagarían permanentemente. ¿Te sentirías preparado para asumir tal responsabilidad?"

Riki se acurrucó sobre sí mismo, resoplando. Si le hubieran ofrecido exterminar a todos los androides hace tan solo unos años, no lo habría pensado dos veces, pero ahora...

"Entonces, ¿tu plan sería ir a hablar con Júpiter para convencerlo de que coopere con nosotros? ¡Eso es ridículo! ¡¡Te va a freír el cerebro en cuanto te vea entrar!!"

"En condiciones normales, sí. Júpiter se apoderaría de mi mente, entraría en mi cuerpo y yo me convertiría en una marioneta en sus manos. Cumpliría todas sus instrucciones, incluida la de dar al ejército la orden de reconectar la energía, pero…" Iason elevó el volumen de su voz, "si consiguiera hablar con él en el momento adecuado, es decir, después de que la reserva de energía de los generadores de emergencia haya descendido por debajo del nivel mínimo de seguridad, él estaría en un modo llamado -ahorro de energía- con funcionalidad reducida. En ese estado, no podría hacerme daño. Estaría obligado a escucharme y tendremos muchas posibilidades de que acepte cooperar".

A Riki no le gustaba, el plan era demasiado arriesgado y lleno de incógnitas. “¿Qué pasará si tus cálculos son incorrectos? ¿Y si llegas demasiado pronto y lo encuentras todavía en la plenitud de su poder? ¿Y si llegas demasiado tarde y Júpiter se apaga antes de aceptar la rendición, matando a todos los androides?"

"No sucederá. Conozco muy bien el funcionamiento de Lambda 3000 y estoy seguro de que puedo calcular el tiempo exacto para ir a él con un margen de error insignificante".

"Bien, supongamos entonces que llegas en el momento adecuado, cuando Júpiter acaba de entrar en este modo de baja potencia, ¿qué harás si sigue negándose a cooperar?"

"En ese caso, dejaré que se apague, Riki, y cruzaré los dedos..."

***

Los invasores rebeldes recibieron una misiva oficial del dios de Amoi a la mañana siguiente. Estaba elegantemente escrito en rojo carmesí y era muy conciso.

'El líder de la rebelión está invitado a presentarse a la Torre de Júpiter hoy para conferir con el Creador y llegar a un acuerdo que ponga fin a las hostilidades'.

Iason cerró los ojos y repasó mentalmente los cálculos en los que había estado absorto desde que se cortaron las líneas eléctricas por segunda vez, después del armisticio. Tenía que considerar el tiempo transcurrido, la capacidad de los generadores, el consumo medio de energía del superordenador y todas las veces que cedió parte de su energía para abrir las puertas de Júpiter y Eos Tower, así como cualquier otra pequeña tarea que requiriera gasto energético. Al final, sacó sus propias conclusiones y escribió su respuesta.

'Minosi Kan irá personalmente a hablar con Júpiter hoy a las 6 de la tarde. La puerta deberá quedar abierta. Su paso, tanto dentro como fuera del edificio, deberá estar despejado y libre de testigos. Si no se cumplirán estas condiciones, se cancelará toda posibilidad de colaboración con el ejército de Ceres’.

Antes de que pudiera enrollarlo y aplicar los sellos, Riki se lo arrebató de las manos.

"¡Iré contigo!" Afirmó con confianza tras leerlo.

"¡De ningún modo!" Las pupilas de Iason se congelaron. Por un momento, su mirada cambió a la del cruel androide que, tantos años antes, había arrebatado de la calle a un chico de quince años para encerrarlo en una jaula dorada con el único propósito de satisfacer su morbosa curiosidad.

"Mira, no te estoy pidiendo permiso", replicó el mestizo. "No te dejaré ir solo. Tendrías que obligarme a quedarme, drogándome y atándome como hizo Gideon con Sid, ¡y te juro que nunca te lo perdonaría!" Por el brillo en su mirada, estaba claro que era una elección meditada e inflexible. No aceptaría un no por respuesta.

"Tú no tienes nada que ver con Júpiter", respondió el Blondie. "¡Tu presencia sería innecesaria y contraproducente!"

"Eso es lo que tú crees", insistió Riki. “Esta guerra no es tuya, Iason, es nuestra. ¡Les pertenece a todos los seres humanos oprimidos de Amoi y yo los represento mucho mejor que tú! Además..." respiró, como preparándose para una importante confesión, "empezamos este viaje juntos y lo terminaremos juntos, y si el epílogo es para nuestra desventaja, no quiero sobrevivir en un mundo donde tú no estás. Como en Dana Burn: ese día... no te habría abandonado. Tras dejar a Guy a salvo, iba a volver para morir contigo".

Nunca habían hablado de eso. La expresión de Iason se volvió indescifrable, una mezcla entre desconcierto y consternación. Era muy raro ver su rostro cambiar a algo distinto de la seriedad, la apatía, la discreta ironía, la lujuria y la ira. "¿Por qué? Estabas a punto de recuperar tu libertad, ¿por qué ibas a volver?"

Riki se encogió de hombros y tomó su cara entre las manos, cruzando sus miradas. "Hoy como entonces. Saldremos ganadores o perdedores, pero juntos, y si las cosas terminan mal, no será tan malo hacerse compañía, ¿no crees?"

Un imperceptible brillo de emoción apareció en la gélida pupila de Iason. De hecho, irse juntos no parecía una mala opción.

La tarde llegó rápidamente. Lord Mink transformó su cabello en el de Minosi Kan, es decir, castaño medio, y sus ojos fueron parcialmente cubiertos por unas gafas de sol. Llevaba un traje de chaqueta/pantalón azul oscuro con una camisa color crema.

Él y Riki se sentaron en el suelo frente a la tienda. El mestizo sacó del bolsillo un paquete en el que quedaban los dos últimos cigarrillos, se puso uno en la boca y le mostró a Iason el otro. "Nunca te he visto fumar".

"No fumo, de hecho", a pesar de ello, lo tomó con sus labios y dejó que Riki lo encendiera. La punta se volvió brillante y una nube de humo se elevó en el aire. Riki acercó su propio cigarrillo e inhaló con fuerza. Fue como un intenso beso entre ellos que ambos pensaron podría ser el último.

Después de tirar las colillas, se pusieron de pie, con calma atravesaron el campamento militar y continuaron en dirección a la torre de Júpiter. Según lo acordado, nadie se interpuso y su camino estuvo completamente despejado. Encontraron la puerta abierta y subieron los cien tramos de escaleras que los separaban de la cúpula.

Cuando la reluciente puerta del santuario se abrió frente a ellos, Iason recuperó el color y la longitud natural de su cabello con un parpadeo. "Espérame fuera", dijo, acariciando la mejilla de Riki. "Te llamaré para que entres también, pero ahora deja que me reúna a solas con mi Creador".

Con el corazón latiendo desenfrenadamente, el joven asintió y el más talentoso de los Blondies de Tanagura cruzó el umbral.


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