Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Resurgir de las cenizas de Herbay, primera parte - La rebelion por pilaf chan

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Riki estaba en las oficinas del mercado negro de Midas, hackeando el sistema informático de una empresa rival mientras Katze, a su lado, hablaba por teléfono con un aburrido proveedor, en pleno regateo por un precio más bajo.

Esas habitaciones se consideraban un lugar seguro para Riki. No había empleados - Katze los había destinado todos a otras oficinas - y sólo se recibía a los clientes con cita previa. Una pesada puerta blindada, que se abría gracias a una tarjeta magnética de la que sólo habían dos copias - la de Katze y la de Cal - garantizaba que nadie pudiera entrar sin haber sido invitado expresamente.

Cansado, Katze colgó la llamada. Riki aprovechó para desviar su atención de los códigos que se deslizaban ante sus ojos y entablar una conversación. "Sabes, estoy un poco preocupado por Iason. Tengo miedo que pueda estar echando de menos todas las 'Cosas de Blondie' que solía hacer. Recepciones, viajes interplanetarios, convenciones..."

La expresión del comerciante se volvió pensativa. "¿Por qué esta preocupación? ¿Has notado algún signo de malestar en él?"

"No, sólo me parece extraño que ni siquiera salga de casa para venir aquí. Cuando vivíamos en Eos, casi siempre estaba afuera dando vueltas. En Apathia, venía a verme una vez cada tres o cuatro dias como mucho. No es que me moleste verlo a menudo. Sabes, él ahora es diferente conmigo. Ha cambiado mucho desde Dana Burn."

Katze asintió. El cambio era evidente. "En realidad, creo que no le gustaban mucho estas 'cosas de Blondie' que dices. En mi opinión, tener que participar en recepciones, conferencias, reuniones del consejo y todo lo demás le aburría. Ya que estabas allí, si hubiera podido elegir, habría pasado mucho más tiempo en casa".

Riki estaba reflexionando sobre esa afirmación cuando un inconfundible 'bip' seguido por unos pasos que recorrían el pasillo fue prueba irrefutable de que alguien había abierto la puerta blindada y estaba adentro. Como no había salido, no podía ser Cal. Katze hizo una señal a Riki para que se escondiera bajo el escritorio.

"Buenas tardes, Katze". Raoul cruzó el umbral sin contemplaciones. "Usé mi tarjeta de acceso universal de Amoi para entrar, espero que no te importe. Tengo algunos asuntos que discutir contigo".

Katze sudaba frío. La mesa bajo la que Riki se había puesto en cuclillas estaba justo al lado de la silla donde Raoul acababa de sentarse. Intentó mantener una expresión neutra y tranquila. "Por supuesto, Lord Am, estoy escuchando".

"En los últimos meses se ha producido una reducción creciente de nuestros beneficios comerciales. El ayuntamiento está muy descontento, por lo que hemos abierto una investigación al respecto. Tengo razones para creer que esta disminución puede rastrearse hasta el mercado negro, es decir hasta ti, Katze".

"Su Excelencia, debo admitir que el negocio va muy bien últimamente. Hemos adquirido nuevos proveedores y compradores, pero no sé si esto es la causa de..."

"Nuestros investigadores", le interrumpió bruscamente Raoul, "han llegado a la conclusión de que alguien en posesión de un gran talento directivo está trabajando para usted y facilitando la multiplicación de sus ingresos. Alguien con contactos y carisma, pero sobre todo con conocimiento de información 'no pública'. Dime, Katze, ¿has contratado personal nuevo recientemente?"

"Lord Am, puedo proporcionarle una lista de nuestras nuevas adquisiciones de los últimos meses".

"No nos estamos entendiendo". El rubio se acomodó un mechón de rizos detrás de la oreja y se inclinó hacia adelante, adquiriendo una expresión particularmente seria. "No quiero una lista de todos los mestizos y matones que trabajan para ti. Quiero el nombre de esa persona, y estoy seguro de que sabes muy bien quién es. El sindicato quiere contratarlo para sí mismo".

"Su Excelencia, realmente no hay nadie..."

Raoul se levantó, golpeando ruidosamente su silla contra el suelo. Su voz se volvió amenazante. "¡Katze, su nombre ahora! ".

Aquella reacción fue tan repentina que Riki, encogido en su escondite, reaccionó con un grito ahogado, que no pasó desapercibido para el oído potenciado del rubio.

"¿La persona que se esconde aquí abajo es la misma que intentabas ocultar de mí, Katze?" Raoul deslizó su mano bajo el escritorio, agarró a Riki por el brazo y le obligó a revelarse. Unas décimas de segundo le bastaron para reconocerlo. Sus ojos adoptaron una expresión de absoluta rabia.

"¡Tú!" Siseó, mirándole fijamente a los ojos y apretando más su muñeca. Riki gritó de dolor. "Me has mentido", pronunció entonces el rubio lentamente, volviéndose hacia el pelirrojo.

Raoul advirtió a Riki que no se moviera porque él sería el siguiente y le soltó el brazo. Luego se lanzó sobre el jefe del mercado negro y le rodeó el cuello con las manos. Katze comenzó a jadear.

"¡Me has mentido!" Reiteró el rubio. "Me dijiste que esta mascota estaba muerta. ¿En qué más me has mentido, Katze? ¿Qué pasó realmente con Iason?"

Raoul estaba tan furioso que sus ojos se pusieron rojos. Sus poderosos dedos apretaron la tráquea del hombre, impidiendo que Katze respirara. Riki observaba aterrorizado desde el suelo.

El androide sacó rápidamente la conclusión obvia. "Ustedes dos se propusieron engañar a Iason. ¡Se han enterado del testamento y han decidido traicionarlo! Lo llevaron a la muerte en Dana Burn. Compartieron el botín del asesinato de mi hermano". Aflojó un poco el agarre sobre el cuello del hombre para permitirle responder.

No fue fácil para Katze exhalar unas palabras fragmentarias. "C... créeme. Nunca habría traicionado a mi... Maestro. Yo era... aah... leal..."

"En ese caso, ¿cómo explicas la presencia de su mascota en esta habitación? ¿Qué pasó realmente con Iason?"

"No puedo... decirlo..."

El rubio lo lanzó lejos, haciendo que Katze se golpeara la cabeza contra la pared. "¿No puedes decirlo? ¿Te niegas a responder a una pregunta directa mía? Muy bien, ya que has decidido actuar como un mueble mentiroso y desobediente, serás tratado como tal. Resulta que tengo conmigo el instrumento adecuado. Quítate la camisa y pon las palmas de las manos contra la pared."

Pálido como una sábana, Katze se levantó e hizo lo que le ordenaron. Sabía lo que iba a pasar. Durante su formación como mueble había sido instruido sobre los castigos correspondientes a cada infracción, y la mentira era castigada con el látigo. Iason nunca lo había utilizado, aunque una vez le marcó la cara de forma indeleble, pero sabía lo terrible que era su mordedura. Cerró los ojos y se quedó quieto.

Como era de esperar, Raoul sacó de debajo de su túnica un látigo envuelto en una funda de elegante terciopelo carmesí. La brillante y refinada empuñadura de cuero presentaba elaborados símbolos antiguos en alto relieve. "Te daré una última oportunidad para confesar. ¿Qué pasó con Iason?"

"Yo... no puedo decirlo".

"Has hecho tu elección". Lord Am lanzó con fuerza el primer latigazo sobre su espalda expuesta.

Ese látigo era peculiar, hecho de finos y afilados filamentos metálicos entrelazados en lugar de cuerda. La piel se abrió inmediatamente, salpicando pequeñas gotas de color rojo alrededor.

Katze gritó. El dolor insoportable, como un rayo de fuego, hizo que su cuerpo se arqueara y sus rodillas se doblaran. La herida palpitaba sin piedad.

"¿Sigues siendo de la misma opinión, mueble?"

La voz de Katze se abrió paso entre el dolor. "Yo... no puedo. Lo siento. "

"Muy bien". Raoul lanzó el segundo golpe inmediatamente seguido de un tercero.

Los gritos de Katze llenaron la habitación. La sangre comenzó a gotear del látigo y a correr por su espalda, empapando la parte superior de sus pantalones.

El rubio hizo una larga pausa para darle otra oportunidad de confesar, pero como persistía en silencio, procedió con el cuarto golpe. El grito que siguió el quinto fue terrible, Raoul había infligido un golpe particularmente violento sobre una herida ya abierta, volviendola muy profunda.

Riki se lanzó entre los dos con los brazos extendidos. "¡Basta! Te diré la verdad, pero por favor deja de pegarle".

"Veo que esta mascota muestra más sentido común que tú, mueble." Con calma, Raoul limpió el látigo con una toallita desinfectante que siempre llevaba consigo, lo volvió a colocar en su envoltorio original y luego en su lugar bajo la túnica. "¿Y? ¿Qué pasó realmente con Iason?"

Arrodillado con el pecho contra la pared, Katze intentó gritarle a Riki que no lo hiciera, pero no pudo emitir ningún sonido. Su cuerpo sudoroso temblaba; el dolor irradiaba de sus heridas como una brasa.

"Yo... te lo mostraré. Sígueme".

Raoul frunció el ceño; no era la respuesta que esperaba, pero estaba decidido a averiguar qué escondía el mestizo. Levantó a Katze y se lo echó al hombro, susurrando un siniestro: "Tu vienes conmigo." Luego, siguió a Riki, que lo condujo por el pasillo que llevaba al refugio subterráneo.

Se aventuraron en silencio por los húmedos túneles iluminados por el neón parpadeante. Riki primero. Raoul que le seguía con Katze tan inerte como una muñeca de trapo colgando de su hombro. La mano del rubio ardía en su carne expuesta. La sangre manchaba la prístina túnica del jefe del sindicato.

Llegaron a una puerta, que Riki abrió con una llave. El interior era limpio y elegante: un salón con obras de arte en las paredes y decorado con gusto.

"Espérame aquí". Riki entró en una habitación. Por esa misma puerta, unos minutos después, salió Iason.

Las pupilas de Raoul se dilataron al enfocar al hermano que creía muerto. Olvidando que lo que llevaba sobre sus hombros era una importante carga humana, lo arrojó al suelo, haciéndole gemir. Se lanzó contra Iason y le dio un puñetazo en la cara tan fuerte que casi le hizo perder el equilibrio. "¡Tú! ¡Maldito seas!" Gritó con rabia.

Lord Mink se limpió con el dorso de la mano la boca, de la que había empezado a manar un hilillo de sangre turquesa. "¡Cálmate, Raoul!"

"¿Calmarme? ¡Cómo te atreves a decirme que me calme! ¡Mentiroso! ¡Traidor!" Le lanzó un segundo puñetazo a la nariz, que Iason recibió sin devolver.

"Suficiente, Raoul. Lo siento. Lo siento". Iason puso las manos sobre los hombros de su hermano para detenerlo.

Raoul gruñó como un perro rabioso, todo su cuerpo estaba en un impulso incontrolado de seguir arremetiendo. Intentó apartarse del contacto de Iason, pero éste lo sujetó con firmeza en un intento de calmarlo. Las lágrimas brotaron de los ojos del jefe del sindicato por segunda vez en siglos.

"Lo siento, Raoul. No debería haberte mentido".

"¿Por qué?" Gritó el androide. "¿Por qué fingiste tu propia muerte? ¿Por qué me has mentido? ¿Tienes idea de lo que me hiciste pasar?" Jadeó, como un toro a punto de atacar.

"Tuve que hacerlo. No podías saber la verdad. No podía volver a Júpiter".

"¿Por qué?", volvió a gritar Raoul, con todos los músculos de su rostro contraídos por la ira y la consternación. "¿Qué pudo ser tan malo para que abandonaras a tus hermanos, te escondieras y me mintieras?"

"Me había vuelto incompleto." Iason retrocedió unos pasos y se sentó en el sofá. Se quitó la prótesis, dejando parte de sus pantalones de seda vacía y mostrando su mutilación.

Cuando Raoul volvió a hablar, después de unos segundos necesarios para procesar el impacto del descubrimiento, su voz era ligeramente más tranquila. "¿Cómo ha ocurrido esto?"

"Durante la explosión de Dana Burn me sacrifiqué para salvar a Riki. "

"¡Te advertí que este bastardo sería tu perdición!"

"Lo sé, y siempre tuviste razón, pero lo que no sabes es que Riki me salvó de una vida vacía e imperfecta".

"¿Prefieres un cuerpo imperfecto y una vida de mentiras?"

"Sí, amigo mío, si esa es la condición necesaria para tener a Riki a mi lado. Y no podía dejar que Júpiter te obligara a borrar mi memoria, no lo habrías soportado".

El rostro enrojecido de Raoul volvió a temblar por la fuerza de las emociones que le recorrían. "¡Deberías haberme dicho la verdad!"

"No pude. Tu dolor no habría sido creíble a los ojos de Júpiter. Te he utilizado para mis propios fines, te pido disculpas".

Raoul se llevó una mano a la sien. "¿Qué quieres que haga con tu disculpa? ¿Tienes idea de cómo me sentí? ¡Siete meses, y ni un solo día en el que no haya pensado en ti! Doscientas diez noches, y en cada una de ellas me desperté sobresaltado, imaginándote rodeado de llamas. Me preguntaba qué podría haber hecho para evitarlo. Tuve que asumir tu papel y mudarme a tu casa, donde viví con el fantasma de ti en todo momento. ¡No deberías esperar mi perdón!"

Iason se volvió a poner la prótesis y se levantó. "Sin embargo, me lo darás", afirmó con seguridad.

El temblor de las manos de Raoul se desvanecció. Su respiración retomó un ritmo lento y controlado. Con ojos brillantes, miró al amigo que creía perdido. "Te he echado mucho de menos, así que te lo concedo".

"Gracias. Prometo no volver a mentirte". Iason se acercó a su hermano y lo atrajo hacia sus brazos. Raoul permaneció inmóvil al principio, pero sólo tardó unos segundos en ceder y devolver el abrazo.

Mientras tanto, en silencio para no interrumpir el encuentro entre los Blondies, Riki y Cal intentaban rescatar a Katze, que estaba en el suelo consciente pero agonizando.

Raoul los vio y exhaló un suspiro. "Tienes un empleado muy testarudo, deberías darle una pequeña charla sobre cómo a veces la autopreservación tiene que triunfar sobre la lealtad. Tu mascota lo salvó de una mala situación".

"Supongo que tienes razón", coincidió Iason.

"Bueno, por lo que parece, tendré que remediar el daño hecho por mi propio brazo. ¿Dónde puedo acostarlo?"

Iason señaló la habitación de invitados. Raoul volvió a levantar a Katze, esta vez con cuidado y tratando de no tocar sus heridas, y lo puso boca abajo en la cama. "Tengo suministros de primeros auxilios en mi coche. No lo toquen hasta que regrese".

Salió por la puerta por la que había entrado y volvió unos diez minutos después con una maleta. Se hizo sitio con energía entre Riki y Cal, que habían permanecido junto a la cama de Katze sin saber qué hacer. "Vamos, dejenme espacio, humanos. Su jefe del mercado negro no va a morir pronto. No por mi mano, al menos".

Raoul era un bioquímico experimentado, un nanocirujano cualificado y una eminencia médica. Le puso a Katze una inyección que contenía un cóctel de fármacos que incluía un analgésico, un antibiótico y un somnífero. Le inyectó una anestesia local, limpió y desinfectó cuidadosamente cada herida. Cerró con aguja e hilo el corte dejado por el último latigazo, que era especialmente profundo, y aplicó un ungüento curativo de su propia invención a los demás. Cubrió con gasas y envolvió todo con vendas estériles.

"Volveré por la mañana para examinarlo. Déjenlo dormir y no toquen los apósitos. No dejen que se levante de la cama. ¿Iason?" Buscó con la mirada a su hermano, que se había quedado en la puerta de la habitación. "Supongo que tienes una túnica limpia que me podrías prestar. No es aconsejable que vaya a Eos vestido como un carnicero que vuelve del matadero".

"Por supuesto, amigo mío. Sígueme. Elige el que prefieras del armario".

Y así, Raoul e Iason se habían reunido. Katze había pagado el precio. Riki no dejaba de preguntarse por qué demonios Raoul iba por ahí con un látigo escondido bajo la ropa.

***

Tal y como había prometido, Raoul volvió muy temprano a la mañana siguiente. Utilizó su tarjeta magnética para entrar, atravesó el túnel hasta el piso subterráneo y tocó el timbre.

"Bienvenido, Lord Am." Cal le saludó con una reverencia.

"¿Iason?" El rubio se mostró tan directo al grano como siempre.

"Creo que todavía está dormido, Milord".

"Esto es inaceptable". Raoul dio un paso, obligando al joven mueble a moverse. Al llegar a la puerta del dormitorio principal, empezó a golpear con fuerza los nudillos contra ella. "Iason Mink, tus nuevos hábitos dejan mucho que desear".

Un somnoliento Riki arrugó los ojos. "Iason, ¿desde cuándo tu mejor amigo se convirtió en un suegro histérico?"

"¡Te oigo, mascota impertinente!"

"¡Maldito superoído Blondie!" Riki se cubrió la cabeza con la almohada.

Iason se rió divertido. "Supongo que esta es su manera de desquitarse, será mejor que vaya con él". Le dio un beso en la frente a Riki y entró en el baño para lavarse. Se vistió y salió de la habitación. "Buenos días, Raoul".

"Antes de que preguntes: no, no le he contado a nadie tu secreto y no pienso hacerlo. Y sí, he guardado esta parte de mis recuerdos de Júpiter".

"No esperaba menos de ti, Raoul".

"¡Aún así, me ocultaste la verdad!"

"Como ya te he explicado, la razón por la que tuve que mentirte es que, aunque eres extremadamente hábil para ocultar tus pensamientos a la creadora, no puedes hacer lo mismo con tus sentimientos. Necesitaba tu sincera pena, Raoul, para convencer a Júpiter de la veracidad de mi partida. Te he utilizado para mis propios fines. Mi comportamiento fue inexcusable, pero necesario. Fuiste un daño colateral".

"Maldito seas. ¡Me dan ganas de volver a golpearte y marcharme!"

"Y estarías en lo cierto. ¿Has comido ya?"

"En realidad no", admitió el líder del sindicato con una sonrisa velada. "Tenía demasiada prisa para venir a despertarte al amanecer".

Iason se rió abiertamente mientras llamaba a su sirviente. "Cal, por favor, tráenos algo de comer".

"¿Desde cuándo usas ese lenguaje con tus muebles, Iason?" preguntó Raoul mientras se sentaba a la mesa. Obviamente se refería a ese extraño 'por favor'.

"En esta casa hemos reducido un poco las diferencias sociales", explicó Lord Mink.

"Has cambiado, Iason".

"No eres el primero que me lo señala. Comamos ahora, luego podrás ir a visitar a tu paciente".

***

Todavía dormido, Katze había permanecido en la misma posición en la que Raoul le había dejado la noche anterior, y con la cantidad de opiáceos que le había administrado eso no era de extrañar.

Sin perder el tiempo, el rubio sacó un termómetro del maletín médico que llevaba y lo deslizó bajo su brazo. Luego sacó una serie de instrumentos que servían para medir sus signos vitales: pulso, reflejos, dilatación de la pupila...

Cuando utilizó el pulgar y el índice para abrir bien su párpado y le iluminó el ojo con la linterna, Katze se despertó con un sobresalto. Medio cegado, tardó casi un minuto en reconocer al individuo que se inclinaba sobre él. Le entró el pánico y tuvo la reacción inconsciente de apartarse, pero el movimiento repentino hizo que sus heridas tiraran y volvieran a doler. Los recuerdos del día anterior le inundaron.

"¡Por Dios, cálmate! He venido a curarte". Raoul le dio un seco empujón en la nuca, obligándole a volver a poner la cabeza en la almohada. "Describe tus síntomas, Katze."

'Mierda' pensó el hombre, 'primero me azota un rubio furioso, y a la mañana siguiente me despierta el mismo androide loco apuntándome con una luz a los ojos. Maldita sea, fantástico'. "Me siento mejor, Milord".

"Mejor, no es un síntoma. En una escala del uno al cinco, ¿cómo calificarías tu percepción del dolor?"

"... tres... yo diría".

"¿Podrías encontrar alivio con un analgésico?" Raoul sabía que si Katze estaba evaluando su propio dolor en tres ahora, seguramente empeoraría después de levantarse de la cama.

"Creo que sí. Gracias, Lord Am".

"Bien". Le administró un medicamento intravenoso. "Ahora levántate y atiende tus necesidades fisiológicas. Haré que Cal te sirva el desayuno en la mesa".

Katze se puso de pie y con cuidado fue al baño. Como era de esperar, al cabo de unos pasos las heridas empezaron a escocer insoportablemente. Esperaba que la medicina actuara rápido.

No tenía hambre y se moría por un cigarrillo, pero Raoul era muy insistente y parecía dispuesto a llevarle él mismo la comida a la boca si no lo hacía espontáneamente, así que se obligó a comer. Afortunadamente, Cal había recordado que Katze prefería el café negro por la mañana y actuó en consecuencia. La cafeína amortiguó un poco su necesidad de tabaco.

De vuelta a la cama, Raoul mojó atentamente las vendas y las gasas con una solución desinfectante y las retiró con cuidado. Limpió y revisó cada una de las heridas. La sutura estaba limpia, clara y no hinchada. El hilo quirúrgico se reabsorbería en unos días. Los otros cortes ya habían empezado a cicatrizar y no había signos de infección. Totalmente satisfecho, aplicó una generosa cantidad de ungüento curativo.

"Gracias a este preparado de mi propia invención no tendrás cicatrices, Katze, considéralo una pequeña recompensa por tus buenas intenciones. Sin embargo, debería dejarte marcado sólo para que te sirva de advertencia. ¡Eso es lo que pasa cuando mientes a un Blondie!"

Katze, con la cabeza girada hacia un lado, miraba con tristeza la pared de la habitación. "Lo siento, Raoul. Tenía que proteger a mi Maestro". '¿Le había llamado Raoul? ¡Que tenía en la cabeza!'

Afortunadamente, el rubio pareció no prestar atención a esa falta de respeto. "¿Querías proteger a Iason de mí? ¿De qué tenías miedo? ¿Que iría a decírselo a Júpiter? ¿Que le daría un puñetazo en la cara? Oh, esto sì lo hice, de hecho. De todos modos, la cuestión es que no puedo creer que prefieras que te azoten a decirme la verdad. ¿Me conoces desde hace cuánto, Katze? ¿Quince años? Deberías saber que Iason y yo tenemos una conexión. Es casi como si ese mestizo grosero con el que se junta mi hermano me conociera mejor que tú. Me ofende tu falta de consideración. Merecerías que te castiguen de nuevo sólo por el poco valor que le das a tu vida. No me habría detenido, Katze. Te habría despojado la espalda para saber verdad. ¿Habrías muerto para protejerlo a Iason de un peligro inexistente, sólo por una estúpida lealtad?"

La respuesta tardó unos segundos en llegar. "Supongo que sí. Habría preferido morir antes que traicionar la confianza de mi Maestro."

"¿Y crees que si murieras por una razón tan trivial, él ganaría algo con ello?"

"No... no lo haría...", tuvo que admitir el antiguo móvil.

"No. Habrías muerto inútilmente y no habrías hecho más que causar un daño considerable a mi hermano con tu prematuro fallecimiento. Intenta revisar tus prioridades en el futuro".

Raoul terminó la curación y envolvió las heridas con un nuevo juego de vendas estériles. "Ya no necesitarás mi ayuda, le daré a Cal instrucciones sobre cómo cuidarte junto con un frasco de mi ungüento. Quédate en cama al menos tres días si no quieres que se vuelvan a abrir esas heridas, y evita esfuerzos durante un par de semanas".

Luego, sin ningún saludo innecesario, cerró su maletín y salió de la habitación.

Katze pensó durante mucho tiempo en lo que sucedió aquella mañana. Fue surrealista. Casi parecía que Raoul se preocupaba por él, lo que parecía imposible porque era de conocimiento general que Lord Am era uno de los rubios más despiadados de Tanagura. A Katze su proximidad siempre le había erizado la piel.

Arrullado por esos extraños pensamientos y rendido a los efectos de la droga, volvió a quedarse dormido.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).