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Siempre ambos por yaoiana

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Notas del capitulo:

Hola a todos y todas, mil gracias por los buenos deseos.   Estos próximos capitulos contendrán bastante drama y situaciones inesperadas que espero les agraden.

 

De todo corazón, gracias a las personas que pasan y me dejan sus mensajes, valoro mucho sus palabras.

 

Sin más, a leer¡¡

Capítulo 10: Euforia

 

Ahora entendía por qué no había percibido nada con su nariz, aquellos seres que cazaban almas estaban entre lo físico y lo inmaterial, por eso era difícil rastrearlas.  No dudó que había sido una trampa y su esposo casi cae en ella… pero la pregunta importante era, ¿quién estaba manejando las serpientes?

Cargó a Inuyasha quién estaba aún impactado pero más sereno, agradecido de haber llegado a tiempo para salvarlo.  Cuando llegaron al palacio, le dio la orden a Shippo de custodiar a Inuyasha y no dejarlo salir bajo ninguna circunstancia. 

Atendió el resto de la velada al lado de su madre, quién atendió gratamente a los invitados y quien lo miraba preocupada de vez en cuando… su madre tenía la facultad de tener ciertas visiones y que lo mirara con ojos de nostalgia, le removía algo en su interior… una sensación de angustia ante una posible tragedia.

 

El encuentro finalizó y por fin pudo ir a la alcoba. Cuando ingresó observó a Inuyasha sentado en el balcón y mirando al bosque.  ¿Acaso la primera sacerdotisa que su esposo amó volvió a la vida?, ¿era eso posible?

 

Los  recuerdos volvieron a su mente de golpe.  La vez que vio a Naraku atacar a la sacerdotisa y tirarla al río venenoso.  El ser azabache quería borrar de su existencia esa parte humana y por eso atacó a la mujer.  Lo atacó e intentó acabar con ese ser canalla, pero Naraku tan astuto, decidió huir,  y como siempre, burlándose de él.

Cuando Inuyasha llegó a la escena, pudo verlo realmente abatido, tanto, que le recriminó el no haberla salvado.  Con serenidad y firmeza, le había respondido en aquel entonces que: “ Naraku ha sido el culpable, en vez de andarme reclamando, debiste llegar a tiempo”.  No dudó en aquel entonces, en el amor que Inuyasha le profesaba a esa humana y por ende, ahora esa intriga lo carcomía… Si la mujer había retornado,  ¿ Inuyasha lo dejaría por ella? Si bien su mente era un caos, no quiso exteriorizarlo a  su pareja, quién lo miró seriamente.

 

−      ¿ Por qué le diste la orden a Shippo de que no me dejara salir?

 

−      No lo veía pertinente después de lo ocurrido.

 

−      Hmg… crees que soy débil y eso me molesta– retó Inuyasha.

 

−      No considero que eres débil Inuyasha, pero al tener a nuestros hijos, estás en una desventaja ante cualquier que nos quiera atacar.

 

−      Grr… - gruñó el menor.

 

−      Solo me cuestiono en algo.

 

−      ¿ En qué?

 

−      En sí pondrías en peligro  lo que hemos construido y a nuestra familia, por un recuerdo del pasado.

 

−      ¿Recuerdo del pasado? - analizando las palabras del mayor- ¿crees que pueda ser Kikyo?

 

−      Recuerdo que esa sacerdotisa era la única que podía manejar las serpientes… si fuera ella, ¿te marcharías?

 

−      ¿Si Rin volviera, tú te marcharías con ella? - respondió con otra pregunta.

 

−      No- dijo con firmeza- ya te lo dije, mi yoki te ha elegido, así ella apareciera, yo no podría dejarte por nada ni nadie, es una certeza…  ¿y tú?- soltó por fin aquella pregunta que lo tenía intrigado desde que habló con su madre.  No quería que aconteciera aquella misma situación, amar a alguien que se iría con otra persona…

 

−      Tampoco - expresó mientras se acercaba al mayor y envolvía sus brazos en su cuello- no sé cómo pasó, no sé cómo lo lograste si eres tan idiota - sonrojado- pero… te amo Sesshoumaru y amo lo que soy y  puedo ser a tu lado - mencionó juntando sus frentes.

 

−      Te voy hacer mío, aquí y ahora - le expresó mientras tomaba con hambre los labios de Inuyasha.

 

Se besaron con deseo y fiereza, cada uno entre besos quitándole la ropa al otro.  Ambos se embriagaban cada vez más con el cuerpo del otro, como si estuviesen en un hechizo que les impidiera detenerse a entregarse.

Inuyasha de pie,  se sostenía del barandal del balcón, completamente desnudo mientras Sesshoumaru atacaba su cuello. El menor jadeaba extasiado al sentir el vaho de su esposo en el cuello, además, de sentir como ese exquisito miembro se frotaba entre sus nalgas. Sesshoumaru se estaba volviendo una droga de la cual era difícil rehabilitarse.

 

−      Es… espera Sessho… aquí no, nos pueden ver…

 

−      Entonces que todos se enteren que eres mío - pronunció mientras entraba lentamente en el estrecho cuerpo.

 

−      Ahh… eres… un idiota…. mmm - mencionaba entrecortadamente al sentir como ese grueso pene entraba.

 

Inuyasha se sorprendió cuando el mayor lo cargó de las piernas sin salir de su interior.  Le daba la espalda al inuyokai y con esfuerzo se abrazó al cuello del otro.  Su compañero tenía una fuerza monstruosa, pero en aquel momento, era muy acertada.

Sesshoumaru no titubeó en ningún momento su agarre, lo tenía apresado con firmeza mientras se enfocaba en meterse en lo más profundo de esa cavidad.

 

−      Repite lo que me dijiste hace rato - ordenó al menor.

 

−      Mhg… ¿qué eres un idiota? - mordió su labio al sentir una leve mordida en su hombro.

 

−      Sabes a qué… me refiero, Inuyasha… - gruñó ante la pequeña broma del menor y sacando su falo del interior.

 

−      Ah… maldito enfermo - exclamando por la ausencia de aquel miembro-  te amo - susurró bajo mientras sentía como Sesshoumaru entraba en su interior y volvía a salir.

 

−      No escuché bien.

 

−      ¡ Te amo! - alzó un poco la voz para que el mayor lo escuchara, sintiendo como nuevamente entraba su esposo en su interior.

 

−      De nuevo - saliendo del interior de Inuyasha.

 

−      Te amo…. - expresó ido por el placer al sentir como el mayor lo embestía profundo cada vez que escuchaba esa palabra- te amo, te amo… te amo….

 

Una sonrisa maliciosa y egocéntrica se formó en su rostro, estaba dominando a Inuyasha, lo quería llenar, poseerlo, marcarlo, domarlo y enamorarlo para que jamás se fuera de su lado.  Por cada “te amo” por parte de su marido, arremetía con fuerza en su interior.  No podía explicar la sensación de calma y paz que le daba al escuchar esa palabra cálida que salía de los labios de su hanyou.

 

Fue así, que entre “te amos” y unas embestidas imperiosas, culminaron su encuentro íntimo, consolidando con más consciencia, que no podían estar el uno sin el otro. 

 

***

 

“ Protégelos”

 

−      ¿ Eh? - espetó confusa al escuchar aquel susurro en el aire.

 

−      Moroha, muévete, llegaremos tarde al concierto de Setsuna.

 

−      Eh¡¡ si, no me dejes Towa, espera  - exclamó la pelinegra al ver a su prima bajar corriendo las escaleras del templo-  debió ser mi imaginación… pero esa voz… era de….

 

***

 

−      Mmm… eso se siente bien - exclamó Inuyasha al sentir la lengua del mayor en su espalda-  deberías despertarme así cada mañana.

 

−      Lo tendré presente.

 

−      Sesshoumaru… - lo llamó con seriedad.

 

−      ¿Qué pasa?

 

−      Debemos ir a la aldea - lo miró fijamente- sé que no quieres que salga en estas condiciones, pero estoy muy intranquilo con lo que vi ayer.

 

−      Puede ser una trampa.

 

−      Tal vez, pero están Kohaku y los exterminadores para ayudarnos, además, si estás tú, no tengo por qué temer - acariciándole el rostro.

 

−      Me pides algo sumamente difícil, sabes que si en mí está la posibilidad, jamás te arriesgaría a nada, ni a ti ni a los cachorros.

 

−      Lo sé Sesshoumaru, pero si es un enemigo debemos enfrentarlo, ya se atrevió a llegar hasta el palacio, no debemos dejar que continúe - expresó con firmeza Inuyasha- sino, siempre será un riesgo para toda nuestra familia.

 

El mayor suspiró ante las palabras dichas por su compañero, pues tenía razón.  Asintió ante la sugerencia de Inuyasha y comenzó a planear en la seguridad que debía dejar en el palacio y quienes debían acompañarlo a la aldea humana. Esto también era una forma en que ambos debían reencontrarse con el pasado y saber si lo habían superado de la mejor manera para continuar con sus vidas.

 

Es así, como una semana después, ya se encontraban en la aldea.  Jaken y Shippo eran quienes los habían acompañado, pues la sugerencia de Inuyasha en llevar a muchos yokais para su protección, antes atraería la atención.  Le pareció pertinente y por eso solamente habían ido ellos, no obstante, alertaron a Kohaku y a los demás exterminadores para que acudieran a su ayuda.

 

El menor tenía un presentimiento extraño y cuando visitó la tumba de Kikyo y Kagome, se hizo realidad, sus restos no estaban.

 

−      Los robaron, es muy probable que sea Kikyo o Kagome - dijo con pesadez Inuyasha.

 

−      Debemos buscar quién los robó.

 

−      ¿Lo dices en serio?

 

−      Si, porque sé que si no los recuperas, estarás intranquilo y cometerás una tontería.

 

−      Es bueno que me conozcas tan bien - riendo Inuyasha.

 

−      Inuyasha, hazte tras de mí - gruñó Sesshoumaru al sentir aquella presencia.

 

−      Vaya, vaya, lord Sesshoumaru e Inuyasha, que grato verlos por aquí.

 

−      ¿Estas no son tus tierras, qué haces aquí Ranmaru? - riñó el daiyokai.

 

−      Vine a deshacerme de ti Sesshoumaru, me quedaré con todo lo tuyo, incluyendo a tu perra e hijos - dijo con odio.

 

−      ¿Cómo me llamaste, cretino? - respondió molesto Inuyasha ante el insulto.

 

−      Me enfrentaré a ti, te destruiré y dejarás de ser un estorbo - comentó furibundo Sesshoumaru.

 

−      Bien, sígueme Sesshoumaru - comentó el demonio fuego mientras se alejaba.

 

−      Inuyasha, quédate aquí con Jaken y Shippo.

 

−      ¿Estás loco, iré contigo?

 

−      Obedece- dijo con firmeza- confía en mi fuerza, saldré victorioso.

 

−      Tsk… - gruñó- más te vale, porque si pierdes te patearé el trasero - comentó para luego darle un corto beso-  ten cuidado.

 

−      Lo protegeremos, amo Sesshoumaru - expresó Jaken.

 

Tan solo asintió y se marchó tras el demonio fuego.  Mientras volaba, no reconocía el olor de otro yokai y por eso estuvo tranquilo en dejar a su esposo en la aldea.  Luego de terminar con aquel sujeto, seguirían con la búsqueda de los restos de las humanas… algo que aún le contrariaba.

 

Inuyasha confiaba plenamente en el mayor, pero ese presentimiento extraño aún no se iba de su pecho.  Caminó hasta el árbol sagrado en busca de alguna clave, pero no halló nada, hasta que una risa femenina llamó su atención.

 

−      ¿Quién eres?, ¡muéstrate!– exigió.

 

−      Hola, Inuyasha - comentó una hermosa mujer de cabellos negros, ojos finamente maquillados y un atuendo de sacerdotisa.

 

−      ¿ Tsu…baki? - preguntó confundido.

 

−      No tengo problema en que me llames así.

 

−      ¡Es imposible! - gritó Shippo-  Kagome te destruyó.

 

−      Esa sacerdotisa extraña me devolvió a Shikigami, pero las serpientes pueden mudar de escamas - riendo- una de esas escamas sobrevivió y tuvo que pasar años para que tuviera esta forma nuevamente - mirando su cuerpo.

 

−      Maldita, ¿tú robaste los restos de Kikyo y Kagome?

 

−      ¿Y qué si lo hice? - riendo.

 

−      ¡Canalla!…  - sacando a Colmillo de Acero.

 

−      No Inuyasha, déjenos esto a Shippo y a mí, resguardarse.

 

−      Ja… Jaken - expresó sorprendido el hanyou por el cuidado de la criatura verde. 

 

−      Nosotros nos ocuparemos de esto, Inuyasha- argumentó Shippo.

 

−      Acabaré con ustedes y luego con Inuyasha - expresó la sacerdotisa oscura.

 

Los dos seres que lo protegían estaban absortos batallando contra la mujer, sin percatarse que entre los arbustos, otra figura femenina salía.   Inuyasha al verla exclamó de sorpresa, sintiendo un fuerte vacío en el estómago.  No podía ser ella… no podía estar viva de nuevo.

 

–       Ka… Kagome… - la llamó en un susurró.

 

Su exesposa tenía el traje de sacerdotisa puesto, cargaba el arco  en una mano y caminaba lentamente.  También se enfocó en sus pupilas, estaban pérdidas.  No entendía cómo estaba caminando, pero no dudaba que había sido Tsubaki quién la había traído a la vida.

 

−      Inu…yasha… escapa…. - susurró la mujer- por favor… no puedo controlar mi cuerpo.

 

Maldita, maldita y mil veces maldita Tsubaki, la maldita había resucitado a Kagome como forma de vengarse, por eso la estaba controlando. ¿Cuántas veces había tenido que vivir esta escena?

 

−      Escúchame… a este paso… yo voy a… matarte - comentó aquel cuerpo que se movía con dificultad, intentando controlarse.

 

−      ¡ Maldición, ya es suficiente! - gritó desesperado al tener que revivir nuevamente esta historia- no voy a huir, no te abandonaré - le respondió a la mujer mientras daba algunos pasos hacia atrás, topándose con el árbol de las generaciones. La observó nuevamente y esta le apuntaba con el arco y la flecha sagrada. El único pensamiento que vino a su mente fue su esposo y sus hijos, no quería perderlos.

 

−      No lo hagas, Kagome, por favor… no lo hagas - susurró.

 

***

 

Blandía su espada con fuerza, ya había lastimado bastante al otro demonio, pero por alguna razón, sentía que este lo estaba haciendo perder tiempo.

 

−      Ya ríndete Ranmaru, no tienes oportunidad contra mí.

 

−      Cof.. cof… - escupiendo sangre- eso lo sabía desde un inicio, por eso quise atacarte por dónde más podría hacerte daño  - sonriendo macabramente.

 

No tardó en comprender las palabras del demonio, voló por los aires y vio a Shippo y a Jaken combatiendo contra una mujer, pero no lograba ver a Inuyasha.

 

−      ¿Dónde está Inuyasha? - preguntó.

 

−      En el árbol, allí se está refugiando - gritó el zorro aun blandiendo su espada.

 

No dudó en buscarlo y lo vio allí, pegado al gran árbol y aterrorizado con lo que lo estaba amenazando.  Lo que sucedió a continuación, pasó a cámara lenta frente a sus ojos.   Su esposo lo miró, sus ojos se encontraron, Inuyasha susurró su nombre y luego un “perdóname”; acto seguido, escuchó el grito de una mujer y un arco tensarse.

 

−      ¡Muere Inuyasha!

 

Por más que intentó ser veloz, la flecha llegó primero al corazón de Inuyasha y lo selló contra el árbol.  Sin dudarlo, intentó retirar la flecha quemando sus manos en los intentos fallidos.

 

−      ¡ Inuyasha!, ¡ Inuyasha! - gritaba con desesperación mientras tocaba su rostro; pero su esposo no reaccionaba, lo habían hechizado nuevamente.

 

−      Es… inútil… lo sellé con una flecha… sagrada… - comentaba la mujer sollozando- lo lamento… - expresó aquel cuerpo de barro que comenzó a hacerse añicos- me construyeron con el propósito de sellarlo nuevamente… perdón - llorando para luego romperse y sus almas salir esparcidas por el viento.

 

−      Veo que no llegaste a tiempo… lord Sesshoumaru - dijo Ranmaru a sus espaldas y riendo.

 

Con las palabras del demonio fuego, volvió de su letargo y negación.  Inuyasha, su esposo, su destino, estaba muerto en vida, al igual que sus hijos.  ¿ Por qué no cumplió con su promesa de protegerlos?, ¿ por qué no estuvo allí?  Estaba tan desolado, pero la risa de aquel demonio lo sacó de quicio.  Todo su yoki se había descontrolado y se había transformado en el gran perro demonio, pero esta vez, su tamaño era sinónimo de su furia, fuerza y brutalidad.  Había alcanzado el tamaño de su padre y con ese arranque de ira, saltó sobre aquel demonio y le arrancó la cabeza sin vacilar. 

 

Shippo y Jaken  presenciaron la horrible escena, pero entendieron que el daiyokai estaba descontrolado por la pérdida de Inuyasha.

 

−      Amo, por favor, reaccione - lo llamaba Jaken, pero en respuesta, vio como el mayor le apuntaba y le lanzaba una bola de ácido, la cual esquivó gracias a la ayuda de Shippo.

 

−      Está descontrolado, no creo que haya nadie capaz de calmarlo, solo Inuyasha lo puede lograr - pronunció Shippo angustiado.


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