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Siempre ambos por yaoiana

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Notas del capitulo:

Hola a todos y todas, gracias por esperar con paciencia la continuación.  Les dejo a continuación un breve resúmen del nuevo proyecto de Fanfic 

 

El unificador


Resúmen: Inuyasha  vive una cruel tragedia al perderlo todo, su mundo cambia drásticamente a raíz de la guerra con Naraku y de una silenciosa profecía, en la cuál, será salvado por el ser denominado “ EL UNIFICADOR”.   

Capítulo 15: Improviso

 

Inuyasha no pasó las miradas entusiasmadas de las tres mujeres, intuyó que con el sobrante disfrutarían un montón.

 

−      Bien, entonces vamos- añadió Inuyasha mientras veía a las mujeres saltar una tras otra por el pozo de los huesos. Su esposo observó curioso cómo ellas desaparecían al saltar adentro y con su mirada pidió explicaciones.

 

−      Así viajaba, es como un portal.

 

−      Aún sigo sin comprender bien cómo funciona.

 

−      Somos dos - acompañó- ¿Vamos?

 

Obtuvo un asentimiento de cabeza por parte del mayor y luego vio como saltaba primero. Su esposo desapareció con uno de los gemelos y luego optó por seguir su ejemplo. Aquella sensación que hace tiempo no vivía, le trajo recuerdos; estaba flotando en el tiempo y cuando finalmente cruzó, observa una mano estirándose para auxiliarlo.

Sesshoumaru estiraba su mano para ayudarlo a salir del pozo, y no pudo evitar sentir nostalgia y tranquilidad entremezcladas.  Nostalgia al recordar a su fallecida esposa quién era la que siempre lo acompañaba en aquellas aventuras por los fragmentos y tranquilidad, porque la mano que se estiraba ahora era la de la persona que amaba y con la cual deseaba compartir su existencia hasta que la flama de su vida se extinguiera.

La noche estaba en todo su esplendor en aquella época y cuando salieron del pozo, un anciano pero con un olor particular, los esperaba.

 

−      ¿ So… Sota? - preguntó Inuyasha con asombro mientras cargaba a uno de sus hijos.

 

−      Inuyasha… estás idéntico a la última vez que te vi…  creo que ya hace muchos  años - expresó la voz apacible y tranquila del viejo.

 

−      Sí, cuando eras un enano - expresó con sinceridad.

 

−      ¡Papá!- riñó Moroha.

 

−      Jaja, no te molestes Moroha, tu padre siempre ha sido así y no me molesta - riendo y luego fijó su vista en dirección de la otra criatura- y tú debes ser…

 

−      Sesshoumaru, el padre de Towa y Setsuna- dijo con firmeza.

 

Para las chicas e  Inuyasha aquello fue un tanto incómodo.  El hanyou miraba a su esposo y como escudriñaba con sus penetrantes ojos ámbar al humano.  Por otro lado, Sota lo miraba con serenidad y firmeza, como dos personas que están a punto de enfrentarse por algo preciado.   Sin embargo, el asentimiento de cabeza del mayor y luego del humano, rompió esa estresante atmósfera. 

Inuyasha supo que aquella fue la forma de agradecer por parte de su esposo, a su ex-cuñado quién estuvo al tanto de la crianza de Towa y una parte de Setsuna y que el humano presente, recibía con amabilidad.

 

−      Bienvenidos, pasen por favor, esta casa será para su alojamiento.

 

−      ¿Dormiremos aquí? - preguntó Inuyasha a sus sobrinas e hija, las cuales asintieron con la cabeza.  Miró a su cónyuge y este estaba en completo silencio, pensativo… analizando.

 

 

Entraron a la acogedora casa y Sota les explicó la estructura y dónde estarían organizados.  Inuyasha y Sesshoumaru estarían en la habitación principal del primer piso, la cuál había sido de su abuelo, pero adaptada como nueva, para ser sinceros, la casa era muy diferente ahora, puesto que ya ninguno de la familia Higurashi, la habitaba.

En el segundo piso, estaría Moroha en la antigua habitación de Kagome, Towa en la de Sota y Setsuna en la de la madre de Kagome.

 

−      Espero que sea de su agrado, cualquier cosa, pueden marcarme al móvil y con gusto les ayudaré.

 

−      ¿No estarás aquí, tío? - preguntó Moroha.

 

−      No, estaré con mis nietos en el apartamento.

 

−      Comprendo, gracias por todo.

 

−      De nada, nos veremos luego - dijo el viejo mientras se despedía y salía de la morada.

 

Ambos hombres acomodaban a los gemelos en la cuna, quienes después de tanto movimiento, cayeron rendidos por el sueño. Inuyasha no era tonto, en este tiempo había aprendido a conocer los silencios de su esposo; los silencios de análisis eran distintos a los silencios de molestia y este, era uno de los segundos.

 

−      ¿Por qué estás molesto, Sesshoumaru?

 

−      Esta casa huele a ella - respondió escuetamente el mayor.

 

−      ¿Te refieres a Kagome?

 

−      Hump

 

−      Ven aquí - expresó Inuyasha mientras recostaba a su esposo en la cama y se recostaba en su pecho- no quiero que estés así, vinimos a disfrutar en familia.

 

−      No estaría así, si desde que llegamos no tuvieras esa mirada de nostalgia y anhelo.

 

Comprendía que Sesshoumaru estaba entre celoso y molesto, su esposo también lo conocía muy bien y sabía escudriñar en su mirada. Se acomodó sobre él, sentándose sobre su pelvis y mirando aquellos fríos y molestos ojos de oro.

 

−      No voy a mentirte, el olor de Kagome me tiene nostálgico porque me ha llevado a recordar cosas buenas y malas, al igual, que personas que están y otras que no están - tomando el rostro de Sesshoumaru en sus manos-  y también pensaba que tú has sido una constancia en mi vida, una muy variable - expresó mientras veía al daiyokai arquear una ceja como invitación a continuar- siempre he anhelado tu compañía, cuando era niño, anhelé tener tu hermandad; cuando finalmente con la edad comprendí que no lo obtendría, quise tenerte como un desafío; con la llegada de Naraku, deseé que fueras mi aliado y ahora, ansío estar como tu esposo hasta que nuestra carne deje este mundo.

 

Cuando el mayor lo giró y lo acostó en la cama, supo que su preocupación se había esfumado.  Comenzaron a besarse con vehemencia, recordando con sus labios por qué estaban juntos ahora, pero un pequeño sollozo los detuvo.

Se miraron y en ambos labios una tenue sonrisa se instaló, ese llanto les recordó a ambos, que eran una familia, y que ya no había cabida para sentirse angustiados por el pasado.

 

***

 

−      Pa¡, señor Sesshoumaru, les traigo la ropa para hoy, saldremos en una hora - comentó una risueña azabache mientras les extendía la indumentaria.

 

−      ¿Cuál será nuestro itinerario? - preguntó el mayor.

 

−      Mmm… iremos en tren, visitaremos nuestra Universidad y finalmente entraremos a una tienda de libros- comentó para empezar a marcharse.

 

−      Espera Moroha- dijo Inuyasha- explícale a Sesshoumaru como se pone el agua caliente, no quiero acercarme al baño, la última vez fue un desastre- expresó recordando la vez que salió de la ducha y tras él estaba su excuñado.

 

Escuchó a su hija reírse y luego entrar a la alcoba.  La menor saludó a sus hermanos y luego fue seguida por el inuyokai hasta el baño. Allí le explicó el funcionamiento de cada llave a un atento y curioso Sesshoumaru.

 

−      Bien, pondré a llenar la tina- dijo el mayor mientras seguía los pasos enseñados por su sobrina.  Luego le preguntaría cómo salía el agua caliente por ese conducto sin necesidad de ser hervida previamente- creo que cabemos los cuatro.

 

−      ¿Quieres que me meta contigo y los niños? - preguntó Inuyasha y tuvo un asentamiento por parte de su hermano- es… está bien - algo sonrojado- pero no hagas cosas raras.

 

−      No haré nada que tú no quieras - mencionó mientras curvaba sus labios con una leve sonrisa.  Se desnudaron y el mayor fue el primero en entrar para probar que el agua no quedara mal, cuando inspeccionó, invitó a Inuyasha a entrar con sus cachorros. 

 

Pegó su espalda en uno de los extremos de la tina y abrió sus piernas para que su híbrido se acomodara entre ellas.  A pesar de haber tenido intimidad varias veces y tener dos cachorros, su hanyou aún se comportaba algo tímido en cuestiones de cercanía, como en esta ocasión que estaba algo ruborizado mientras pegaba su espalda a su pecho.

 

−      No… no te atrevas a moverte, Sesshoumaru - expresó mientras se concentraba en sostener a sus hijos.

 

−      ¿Por qué no?

 

−      Tu bien sabes por qué - sonrojado al sentir el erecto miembro de su esposo en su espalda baja-  estás enfermo, Sesshoumaru- expresó y lo que escuchó a su espalda lo dejó anonadado, su esposo soltó una pequeña risa por su comentario.  Jamás creyó que era posible, es más, ¿Sesshoumaru sabía reír?, acababa de descubrir que sí y que le gustaba en demasía.  Carajo, jamás creyó poder amar tanto a alguien y se desvivía por ese majestuoso demonio.  Fingió demencia y se acomodó al otro extremo de la tina y luego le extendió a uno de los gemelos - ya tengo los brazos acalambrados, tus hijos pesan.

 

−      Heredaron tu apetito - respondió el mayor mientras le aplicaba un poco de agua en la cabeza a Yukiyo, cuidando que no le cayera en los ojos.  Mientras miraba a su hijo, pensaba si en algún momento su difunto padre quiso tener esa misma oportunidad de compartir su paternidad con él e Inuyasha. Ahora como padre, tenía una mirada diferente y no desearía una rivalidad entre sus  hijos, al contrario, esperaba que se protegieran y mantuvieran el legado y linaje.  Escuchó como Inuyasha terminaba de bañar a Ryotaki y comprendió que su padre jamás quiso que entre los dos hubieran disputas, es más, podía estar seguro en la mirada compungida de su padre, que su deseo era verlo enlazado a su hermano menor.

 

−      Creo que lo hacemos bien - expresó al aire.

 

−      ¿ Mm?, ¿ qué cosa? - preguntó confundido Inuyasha.

 

−      Ser padres.

 

El menor así lo creía, ambos tenían una forma muy particular de ser, tal vez algo rudas para las mujeres que amaron, pero entre ellos toleraban su forma de ser de una forma tranquila, complementándose siempre.

Secaron y vistieron a los cachorros y luego hicieron lo mismo entre ellos.  El hanyou creyó que su esposo se molestaría por utilizar ropa humana, que si bien estaba nueva y no tenía ningún olor humano, no creía que le sentaría cómoda, sin embargo, al verlo con la camisa negra cuello tortuga, el gabán azul oscuro hasta más abajo de la cintura, el jean gris ceñido a su excelente figura y los botines negros… tuvo que admitirse que su pareja era un ser de excepcional belleza y entre yokais y humanos lo contemplaban.

 

−      ¿Te sientes incómodo, Sesshoumaru? - preguntó carraspeando su garganta.

 

−      No, es extraña la vestimenta, pero no es tan incómoda como pensé.

 

−      Te ves… bien - desvió su rostro ruborizado.

 

−      Y tú te ves más rebelde de lo que eres- sonrió el mayor al ver la vestimenta de Inuyasha. Este traía una camisa blanca y encima, una chaqueta un poco más oscura tirando a gris, con una banda roja en cada manga.  Esta hacía juego con su pantalón negro y botines del mismo color, además, del extraño gorro que tenía una parte roja y otra negra, la cual sabía que era para tapar las inquietas orejas de su conyugue.

 

−      ¿ Cómo se llaman ese tipo de sombreros? - preguntó curioso Sesshoumaru.

 

−      Mmm creo que gorra o cachucha, también utilicé una la última vez para tapar mis orejas… ¿cómo taparemos tus marcas? - señaló Inuyasha la luna.  Luego escucharon un golpeteo en la puerta y cuando abrieron, vieron a sus hijas ya listas, se veían hermosas y recordándoles a ambos varones, que ya no eran unas jóvenes, sino unas mujeres sumamente bellas y con una gran fuerza.

 

−      ¡Aww! se ven geniales - dijo emocionada Moroha al ver a los mayores- y nuestros hermanos una monada, miren como se ven de lindos con esos overoles y sus pasamontañas - dijo la azabache mientras cargaba a los gemelos.

 

−      ¿Ya podemos irnos? - preguntó un tanto acelerada Setsuna.

 

−      No, ¿cómo ocultaremos las marcas de su padre y sus hermanos? - inquirió el hanyou mayor.

 

−      Yo me ocupo - dijo emocionada Towa- utilizaré maquillaje para taparlas, ¿ no te molesta, verdad? - preguntó a su padre quien negó- entonces toma asiento.

 

Todos observaron como el mayor se sentaba en la cama.  Towa sacó varios utensilios de una cartuchera y luego se dispuso a aplicar uno en una pequeña esponja.  La chica estaba acercando la esponja al rostro de su padre y se quedó estática, era la primera vez que estaba tan cerca de su padre y eso la tenía un tanto nerviosa.

Su padre era la mezcla perfecta entre belleza, fuerza y elegancia… al principio, odiaba ser hija de Sesshoumaru por el estilo de vida que le tocó vivir, pero poco a poco, aprendió a sentirse orgullosa de tener esos particulares genes.

 

−      Hazlo cuando te sientas segura - espetó Sesshoumaru quien no había abierto los ojos en ningún momento, pero quien olía la inseguridad de su primogénita.  Aún estaban en el proceso de limar esa abrumadora distancia, aún faltaba, pero iban en el camino. 

 

La albina asintió y comenzó a aplicarle una base a su padre del mismo tono de piel; aplicó el maquillaje dos veces, ocultando por completo las marcas magentas y la luna.  Aquel proceso también lo hizo con sus hermanos menores, pero fue más complejo porque le tomaban la mano o se llevaban la esponja a la boca.

 

−      Ahora sí estamos listos- sonrió Towa al ver su trabajo hecho.

 

−      Lo hiciste bien, no se ven las marcas de ninguno - expresó Inuyasha inspeccionando a su esposo e hijos.

 

−      Partamos - dijo el mayor.

 

−      Solo falta acomodar a estos campeones en las cangureras- expresó Moroha mientras acomodaba a los gemelos en las cangureras y ataba una a su padre - ¿te parece bien llevarlos así?

 

−      Vaya, es bastante cómodo y me deja moverme bien- expresó sorprendido Inuyasha.

 

−      Para eso están hechas - sonrió la azabache- ven Ryotaki - dijo la menor pero fue interrumpida por una mano de Sesshoumaru.

 

−      Yo lo cargaré - expresó viendo como su sobrina miraba a Inuyasha. El hanyou asintió en aprobación y luego la mujer acomodó al gemelo en el pecho del mayor con la cangurera- ¿alguna recomendación? - preguntó a las mujeres, si bien ese lugar estaba lleno de humanos, no quería correr riesgo de que Inuyasha, sus cachorros o sus hijas, estuvieran en peligro.

 

−      Mmm, no - expresó Towa- llevamos la maleta con las cosas de los bebés, de resto no hay nada por qué alarmarnos - sonrió.

 

Fue así que emprendieron el viaje.  Las mujeres iban liderando pues conocían las calles con experticia.  Los dos hombres las seguían con los cachorros, mirando y olfateando todo el lugar.

Para el daiyokai era sorpresivo ver aquellas estructuras humanas tan gigantes, incluso, había unas más altas que su palacio. También le llamaba la atención aquellos carruajes que transportaban personas y el pequeño carruaje de dos llantas.  Fue Inuyasha quien lo regresó al camino sujetándole la mano.

 

−      Te vas a perder, Sesshoumaru, no sueltes mi mano, estamos atrasados - expresó pues las chicas estaban algo lejos.

 

−      Me cuestiona saber cómo funcionan - se defendió.

 

−      Luego preguntamos, ahora debemos tomar el tal tren.

 

En ningún momento soltaron sus manos. Sesshoumaru veía a un concentrado Inuyasha que olfateaba en busca del rastro de sus hijas; su esposo estaba tan absorto, que no había notado que sus manos se entrelazaron con cariño.  Sino estaba mal, aquel era un acto que hacían los humanos como forma de exteriorizar que compartían un lazo, tal vez Inuyasha de forma inconsciente lo hacía.

 

−      ¡¿Dónde estaban?!- preguntó preocupada Towa.

 

−      Alguien se había quedado atrás - respondió Inuyasha y su pareja se hizo el desentendido.

 

−      Vamos a entrar- expresó Setsuna mientras ponía el pase en los torniquetes de ingreso para que todos entraran.  Una vez adentro, ambos hombres observaban como varias personas esperaban la máquina que los desplazaría, la cual, no tardó más de tres minutos.

 

−      Suban- los animó Moroha.

 

Se miraron entre ambos un corto tiempo y optaron por entrar como sus hijas proponían.  El mayor inspeccionaba los alrededores y miraba la gran máquina que se empezaba a mover, de pronto, sintió como alguien le tocaba la manga y lo invitaba a sentarse, acto que luego se repitió con Inuyasha.

 

−      ¿Qué pasa? - gruñó el hanyou.

 

−      Tranquilízate pa - rio la casi humana- es costumbre darle el puesto a personas que lo necesiten, como mujeres en embarazo, adultos mayores o personas que carguen niños en brazos.

 

−      Comprendo - respondió el mayor y tomó asiento, invitando a su pareja a que siguiera el ejemplo.

 

−      Tsk… - se sentó- no estoy lisiado - susurró Inuyasha.

 

−      Lo hacen por cortesía, según entiendo- respondió Sesshoumaru.

 

−      Jum… ¿Falta mucho por llegar? - indagó el menor de los varones.

 

−      Faltan tres estaciones - respondió esta vez Setsuna que había permanecido callada durante todo el trayecto.

 

Guardaron silencio durante el resto del camino, lo que permitió a toda la familia, con sus agudos oídos, escuchar los susurros de un par de mujeres sentadas a lo lejos. “Que hombres tan guapos”,ambos están cargando unos bebés… ¿serán gays?”, “el más alto parece un modelo… qué no le haría”, “ yo también tendría a sus hijos”.

 

Ante cada comentario, una vena iba creciendo en la frente del hanyou, estaba molesto, muy molesto por el descaro de aquellas mujeres.  Cuando miró a su esposo, este estaba en silencio, fingiendo demencia y mirando fijamente a Ryotaki, pero Inuyasha lo conocía, aquella leve curvatura en sus labios le indicaba que disfrutaba de sus celos.

 

−      Sí serás bastardo… - gruñó entre dientes.

 

−      No he hecho nada- respondió con tranquilidad.

 

Los comentarios seguían y ya la tolerancia de Inuyasha se había ido al caño, se levantó dispuesto a reñir a las mujeres cuando su hija y sobrinas intervinieron.

 

−      ¿Qué les pasa irrespetuosas?- exclamó Towa.

 

−      Son nuestros padres, respeten - añadió Moroha.

 

Los hombres se miraron entre sí y luego a sus hijas, no esperaban que se molestaran por ese tipo de comentarios, para ambos eso significaba que había un fuerte aprecio de las féminas hacia ellos.

Finalmente, llegaron a la estación de destino y se bajaron, ninguno había dicho algo luego de haber reñido a las mujeres del vagón, no obstante, cuando llegaron frente a la imponente estructura, fue Setsuna la que tomó la vocería.

 

−      Los veré más tarde.

 

−      ¿A dónde vas?- preguntó el menor de los varones.

 

−      Debo hacer algo, luego los alcanzo.

 

Vieron a la azabache marcharse y ellos tomaron la dirección contraria dirigidos por las chicas restantes.  Inuyasha iba gruñendo, puesto que al caminar por la gran estructura, muchas mujeres y hombres se quedaban contemplándolos, en especial, a su esposo.

Desde niño sabía que su hermano mayor era una de las criaturas más magnánimas sobre esas tierras; él conocía de primera mano seres hermosos, pues su madre con su gloriosa belleza, había subyugado a Inutaisho y por ende, aceptaba que Sesshoumaru era dotado de perfección.  No obstante, él no había caído prendado por su odio hacia su presunción y orgullo, haciendo que a sus ojos, esa belleza estuviese siempre opacada, hasta ahora…

Dio un respingo cuando el daiyokai le tomó la mano sorpresivamente, interrogándolo con su mirada.

 

−      No has dejado de gruñir en todo el recorrido

 

−      Eres el centro de atención, es molesto- volvió a gruñir.

 

−      Tal vez así, dejen de hacerlo - comentó el mayor fortaleciendo el agarre.

 

Ambos varones notaron el cambio de miradas durante el recorrido. Si bien estaban concentrados observando las instalaciones, escuchando la guía de Towa y las experiencias de Moroha, percibían que ahora los miraban con cierta hostilidad.

 

−      Ahora, vamos al auditorio, hay una presentación- comentó entusiasmada Moroha.

 

−      ¿De? - indagó Inuyasha.

 

−      De música, una banda tocará - respondió la albina.

 

−      ¿Por qué ahora nos miran con hostilidad? - quiso saber Sesshoumaru.

 

−      ¿Hostilidad? - preguntó Towa- mmm… a pesar de que los humanos han avanzado mucho en tecnología y otras cosas, aún les cuesta contemplar una relación del mismo sexo jeje- dijo Towa mientras se rascaba la mejilla.

 

−      ¿Es porque Inuyasha y yo somos machos? - volvió a indagar con algo de sorpresa en su voz.

 

−      Así es- aclaró Towa- algunos humanos han aprendido a tolerar eso, a la minoría aún le cuesta.

 

−      Comprendo, como no tienen una vida tan longeva, pueden enfocarse en esas nimiedades.

 

−      Bueno, entremos, es hora de la comida de los cachorros - espetó Inuyasha.

 

−      Espera padre, tengo que hablar contigo - mencionó Towa. 

 

−      Ve con ella- exclamó Inuyasha al ver como su esposo lo miraba. Si bien no lo expresaba mucho, su yokai había quedado con cierta paranoia o instinto de protección, desde que lo habían sellado en el árbol sagrado.  Contemplaba que a Sesshoumaru le costaba dejarlo solo, le afectaba no sentir su presencia y no estar cerca.   No lo culpaba, su esposo había sufrido una verdadera tortura al no saber qué hacer en ese entonces para salvarlo, toda su dignidad y orgullo por ser el más fuerte, terminó hecho trizas por no haberlo auxiliado… aún sufría por ello y por eso lo comprendía a cabalidad-  estaremos bien Sesshoumaru - concilió.

 

−      De acuerdo- fue su escueta respuesta.

 

−      Yo cargaré a Ryotaki - dijo Moroha mientras recibía a su hermano y la cangurera- estamos en primera fila, guardaremos sus puestos.

 

 

Notas finales:

¿ Qué tal este cap y el nuevo proyecto? espero sus comentarios.  

Aquí les dejo una imágen en la que me basé para el vestuario de Inu y Sessho.  Link


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