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Siempre ambos por yaoiana

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Notas del capitulo:

Hola a todos y todas, esperando que estén muy bien.  Les traigo una nueva actualización de este fanfic, que cada vez me es grato escribir. 

 

Mil gracias de nuevo por su apoyo y por dejarme sus comentarios.  Muy agradecida por ese acompañamiento.

 

Espero que les agrade, sin más, ¡ a leer!

Capítulo 5:  Novilunio

 

Cinco días de tranquilidad autoimpuesta habían pasado, se había negado a pensar en el cachorro, a pesar de que su vientre se viera un poco más abultado, se engañaba pensando que podía ser algo malo que hubiese comido.  Como el anciano Myoga había desaparecido, también se había esfumado la insistencia de abordar ese tema. 

En ese tiempo, se había enfocado en preparar brebajes, tomar algunas plantas y dar los primeros auxilios a algunos de los exterminadores comandados por Kohaku.  También aprovechó a este, para conversar sobre venenos y antibióticos efectivos para cada tipo de youkai.  

En esa conversación, sino fuese por el menor, hubiera terminado en el suelo por un fuerte mareo.

 

−       ¿ Estás bien, Inuyasha?

 

−       Si, creo que me maree por la mezcla de sustancias.  

−       ¿ Necesitas que te ayude?

 

−       No es necesario, creo que dormiré un rato y con eso se me pasará.

 

−       De acuerdo, estaré pendiente y gracias de nuevo por tu ayuda.

 

−       Nah, no es nada.

 

Kohaku río ante la frescura del hanyou, pero le preocupaba.  El anciano Myoga lo había puesto al tanto de la situación y fue una impactante noticia saber que ambos hermanos inuyoukai tuvieran ese tipo de relación.  No obstante, no era quién para juzgar y sabía que los demonios tenían prácticas muy diferentes a las humanas. 

Optó por irse y dejar descansar al oji ámbar, debía pensar en muchas cosas.

 

Por su parte, Inuyasha se sentía mal de haberle mentido a Kohaku, no estaba mareado por los olores del veneno, la verdad, ni sabía porqué se sentía tan mareado y cansado.  Sentía mucho frío y un agotamiento indescriptible.  ¿Acaso sería por el novilunio?, no creía que pudiera ser eso, muchas otras veces había pasado por lunas nuevas y jamás había sentido esos efectos aturdidores… ¿sería por… el cachorro?, ahora que era consciente, no había cuidado en nada a esa criatura inocente y no sabía si el perder sus poderes sería algo malo para ese ser o para él mismo. 

A medida que caía el atardecer, se sentía mucho peor, incluso, no tenía ni fuerzas para abrir sus párpados.  Cuando cayó la noche, sintió sus uñas retraerse, sus colmillos y sus orejas, además, respirar fue asfixiante. 

 

Llevó sus manos al vientre y susurró un “ perdóname” al cachorro.  No se sentía con fuerzas para nada y si la muerte lo reclamaba, le daba pena llevarse con él al pequeño.

Sintió escalofríos cuando sintió una mano pasearse por su rostro, ¿quién era?, ¿quién carajos estaba tomándose esas atribuciones? Lo que sintió luego, fue una toallita caliente sobre su frente, aquello le había sentado bien.  También sintió como le metían la mano tras la nuca y le ayudaban a inclinarse un poco para beber un té de especias, creía que era de manzanilla por el olor dulce.  

Aquellos actos, ayudaron a que se sintiera un poco mejor, por lo menos, el frío había menguado.  Gruñó un poco al sentir como le destapaban la camisa y le acariciaban el vientre, pero luego de algunas leves caricias y un calor extraño proveniente del otro cuerpo, lo dejaron tranquilo y pudo dormir plácidamente. 

 

Los rayos del sol le daban en toda la cara, aquello lo despertó del plácido descanso que estaba tomando.  Cuando abrió sus párpados, observó que estaba solo en la casa, ¿había soñado  con esa presencia que lo cuidaba?, lo dudaba, porque cuando olfateó, aquel aroma le hizo erizar la piel.

Se sentó en el futón y justo por la puerta, entraba aquel sujeto con una bandeja de frutas.

−       ¿ Cómo te sientes? 

 

−       Yo… ehh… bien, creo - dijo titubeando por la sorpresa.

 

−       Debes comer, estás débil - extendiéndole la bandeja de frutas.

 

−       ¿ Por qué estás aquí? - indagó el hanyou.

 

−       Yo lo llamé, amo Inuyasha. 

 

−       ¿ Myoga?, ¿ por qué? - preguntó molesto.

 

−       Porque usted no me dejó opciones, no quería escucharme y era muy importante atenderlo en el interlunio, podría ser riesgoso para usted y el cachorro. 

 

−       Myoga, déjame a solas con Inuyasha.

 

−       Si señor Sesshoumaru, con su permiso me retiro.

 

Cuando el demonio diminuto salió, el silencio reinó en aquel recinto.  Inuyasha no lo miraba, estaba concentrado en la bandeja de frutas que aún no tocaba. Ninguno sabía qué decir, pero el mayor, sabía que al ser el de más edad y criterio, tenía que direccionar de manera inteligente la conversación.

 

−       Come

 

−       No tengo apetito.

 

−       Ahora debes alimentarte mejor, por el cachorro.

 

−       ¿Solo viniste a eso? - preguntó dolido.

 

−       Vengo por ambos, por ti y por él, al parecer olvidaste cuál es tu rol ahora.

 

El menor apretó con fuerza la bandeja, no quería recordarlo, no quería asumir el papel de ser la pareja de su hermano, tenía de cierta forma, miedo…

Por su parte, Sesshoumaru al ver esa reacción, le tomó con suavidad el mentón y lo obligó a que mirara.

 

−       Todo estará bien, Inuyasha, los voy a proteger de todo. 

 

−       No me hables con lástima, no quiero tu pesar. 

 

−       No lo hago, eres mi esposo ahora, es mi deber cuidarte. 

 

−       ¿ Cómo?... ¿ cómo puedes olvidar tan rápido a Rin?, yo no puedo olvidarla, siento que esto está mal y las estoy traicionando - espetó con sensatez ante la abrumadora mirada de su hermano.

 

−       Sé que tú lado humano opina eso, pero ellas estarían tranquilas de saber que no estamos solos.  También sé que sientes confusión porque las normas youkai son diferentes, incluso la relación que tenemos… supongo que también debo poner de mi parte y hacerte sentir querido para que tengas confianza.

 

−       ¡Sesshoumaru! - expresó Inuyasha entre sorprendido y avergonzado. 

 

−       Con nuestras hijas no tuvimos la oportunidad de estar en su crianza, por mi parte, estoy dispuesto a mejorar para criar a este cachorro de la mejor forma, con tu compañía  - comentó acercándose a la boca del hanyou.

 

−       No…¿ no te importa que sea un hanyou? - expresó prendido y excitado al sentir el vaho del mayor cerca a sus labios.

 

−       No importa, solo importa qué eres tú - finalizó con un suave beso que sintió diferente, su yoki estaba calmado y podía sentir de forma diferente el contacto con Inuyasha.   También percibía que el menor estaba algo débil y por eso debía tratarlo con menos brusquedad, más ahora que eran dos seres los que tenía que cuidar.

 

El beso se intensificó y recostó nuevamente al menor en el futón, posicionándose sobre él.  No sabía si era por el embarazo o por estar separado de Inuyasha, pero lo observaba más bello y provocativo. 

Sus labios pasaron al níveo cuello, ese exótico aroma llenaba sus fosas e inundaban sus sentidos, pero debía controlarse ahora. 

 

–       Quiero hacerte mío de nuevo - le susurró al menor.

 

El hanyou sintió un calor subir desde su vientre y distribuirse por su cuerpo ante las palabras del mayor.  Sabía que no se amaban por completo, pero el saber que Sesshoumaru lo deseaba y él también, le reconfortaba. 

Abrazó el cuello de su hermano y asintió, dándole el aval para que ambos tuvieran ese encuentro íntimo.

 

−       No te comportes como un bruto.

 

−       Lo haré con cuidado.

 

Se abrazaron y sobre la ropa se acariciaron con su abrumante calidez.  El cuerpo de cada uno enfebrecía en deseo.  

No podía negar que desde que estuvo con Inuyasha, su lujuria se había desatado.  Tanto su yoki, como su esencia, habían despertado por el hanyou de una forma inconcebible para él. También se sumaba el hecho de que en esos pocos meses de estar juntos, la presencia de Inuyasha se había impregnado no solo en las paredes del palacio, sino también, en su rutina cotidiana… no sentía ningún tipo de soledad cuando sabía que al despertar, el menor estaba allí con él. 

 

−       Mmhm… Se...Sesshoumaru… - gimió el híbrido al sentir como el mayor lamía y llenaba de saliva su ombligo.

 

Se deleitaba en consentir aquella parte, dentro de esa zona, se estaba formando su cachorro.  Recordaba la forma abrupta en la que se enteró, estaba en el palacio disfrutando de la noche, esperando anhelante el momento indicado para buscar de nuevo a Inuyasha. 

Pensaba en aquel entonces, ¿cuánto tiempo debía esperar?, ¿debía ir?, ¿debería dejar que regresara por su propia voluntad? El ambiente del castillo era bastante tóxico sin él, pero más tóxico, su yoki interno que le recriminaba por no ir.

 

Cuando el viejo Myoga se posó en su hombro y comenzó a saltar como un orate, supo que algo malo había pasado. Sin dudar se transformó y a toda velocidad se dirigió a la dirección que le indicaba la pulga.  En el camino, se enteró que esperaba un cachorro, de él e Inuyasha.  Un escalofrío y un leve calor se agolparon en su vientre, jamás hubiera esperado que ante la primera vez de estar con su hermano, se hubiera formado aquel vástago. 

Si bien ya era padre y sintió un leve regocijo por sus hijas, con este cachorro se sentía diferente, no sabía si el motivo era porque también era parte de Inuyasha o porque tendría la disponibilidad de tomar su rol como padre a cabalidad. Fuera cual fuera la razón, se prometió velar por proteger a su ahora esposo y a su hijo, no dejaría que pasara lo mismo que con Towa y Setsuna. 

Se obligó a ir lo más veloz que pudo y en dos días y medio, logró llegar justo a tiempo para el interlunio.  

Myoga fue muy enfático en el riesgo que podía tener tanto Inuyasha como el cachorro en las noches de luna llena, él lo sabía perfectamente, fue por eso que Rin había sufrido tanto al llevar dos mitad bestia en su vientre.  Acompañaría a su hermano plenamente en estas fechas.

 

Cuando entró, lo vio tan dócil y débil, Inuyasha estaba indefenso ante cualquier ataque y eso le causó frustración,  no estaba cumpliendo con su deber de cónyuge y de padre y eso le dio un sabor amargo en la boca. 

Le acarició ese níveo y bello rostro, se veía tan dócil y sereno, nada que ver con lo terco, explosivo y vulgar que era normalmente, no obstante, en cada faceta, había algo que lo atraía al hanyou.

Implementó los utensilios que tenía en esa casa y puso a hervir agua para poner un paño de agua tibia en la frente, la piel del menor estaba pálida y sus labios un poco blancos, al parecer tenía fiebre.

Myoga le ofreció ayuda con el brebaje y cuando estaba listo, sentó a su hermano para que lo tomara.  Al parecer, luego de la ingesta, su hanyou estaba más tranquilo.  

Lo observó fijamente y se vio tentado a levantarle la camisa y apreciar su  vientre, aún no se detallaba mucho, pero ya había indicios de que se formaba su hijo.  Acarició aquel lugar con anhelo, mitad bestia o youkai, no le importaba, era su hijo y lo educaría para que fuera un gran líder de sus tierras.

 

Cuando notó que Inuyasha dormía, se acomodó a su lado y lo arropó trayéndolo a su pecho.  Debían regresar al palacio, porque ahora, Inuyasha y su hijo, eran su punto vulnerable para atacarlo.

 

−       Ah… mmm… ¿Sesshomaru? - llamó Inuyasha sacando al mayor de su recuerdo.

 

−       Di...me - pronunció mientras detenía las suaves penetraciones. 

 

−       Me gusta… estar así contigo - pronunció ante el calor y el deseo que ese demonio le estaba suministrando.

 

−       También a mí… - le respondió mientras lo besaba con vigor y retomaba las penetraciones.  Si bien estaba siendo dócil con su hanyou, las estocadas iban a lo más profundo de su interior, por ende, aquel encuentro tardó más antes de culminar, pero aprovecharon para apreciarse, mirarse, tocarse y reconocerse como la pareja que ya eran. 

 

−       Mañana volveremos al palacio - ordenó el mayor mientras besaba el cuello del menor.

 

−       ¿ Y si no quiero? - lo retó.

 

−       Te obligo - respondió con serenidad- aunque no hay necesidad, sé que eres consciente de que tenemos un hijo que cuidar y no queremos ponerlo en riesgo, ¿cierto?  - pronunció y sintió la tensión en el cuerpo contrario.  Tal vez esto era jugar sucio, pero aprovecharía el lado humano de Inuyasha, el cual sentía culpa, arrepentimiento, nostalgia y todos aquellos sentimientos, para retenerlo a su lado.  Sabía que su hermano sentía aún tristeza por la crianza y partida de Moroha, por eso utilizaría eso a su favor con el cachorro. 

 

−       Idiota… - gruñó en forma de aprobación. 

 

Disfrutó verlo dormir nuevamente, al parecer, el cachorro absorbía mucha energía de su ahora pareja.  Lo mejor era estar en constante vigilancia y supervisión de su estado y para eso le urgía regresar al palacio.

Al amanecer, aprovechó para visitar la tumba de Rin, ella siempre tenía una sonrisa por lo cual nunca pensó si era feliz a su lado o no; siempre asumió que si y por eso le había dado a sus dos hijas.  Inuyasha era lo contrario, era expresivo, terco y con un carácter salvaje que le permitía contar que le agradaba o le disgustaba y por eso era tan compleja su relación.  Pero debía dejar de compararlos si quería estar en buenos términos con su hermano, su ahora esposo.

 

Volvió rato después y encontró a Inuyasha buscando cosas en un bolso humano.  Lo esperó con paciencia divisando que su hermano no se había percatado de su presencia.

 

−       ¿ Dónde demonios está?  - buscando.

 

−       ¿ Ya podemos irnos? - preguntó.

 

−       ¡ Maldición! - gruñó asustado- ¿acaso me quieres sacar este cachorro, imbécil? - dijo con el corazón latiendo a mil.

 

−       Últimamente no estás muy pendiente de tu entorno - se quejó.

 

−       Aish, no me molestes, para eso estás tú, yo solo me concentraré en este pequeño, el resto te lo dejo a ti. 

 

−       Mhm…. - fue su escueta respuesta, pero si Inuyasha le encargaba esa responsabilidad, es porque confiaba en sus capacidades- ¿qué buscas?

 

−       El mp3 de Moroha - continuó buscando.

 

−       ¿ Mp3? - preguntó curioso.

 

−       Si, es un aparato pequeño para escuchar música o grabaciones… espera, ¡ si!, lo encontré - cantó victorioso- revisaré si tiene algo de batería.

 

−       ¿ Batería? 

 

−       Ay Sesshoumaru, ¿ Towa y Setsuna no te enseñaron nada?

 

−       No fuimos muy cercanos - expresó con sinceridad.

 

−       Pues con este cachorro lo serás y te tienes que esforzar mucho, imbécil, si no, te pateo el trasero - gruñó ante el comentario.

 

−       No será necesario que lo hagas, ayer mientras te hacía mío te dejé muy en claro que me esforzaría - expresó recordando a Inuyasha de su promesa.

 

−       To… tonto - sonrojado- no digas esas cosas al aire.

 

−       ¿ Para qué quieres llevar ese aparato? 

 

−       Para ponerle música al cachorro - mencionó mientras ensayaba el mp3- si funciona, aún tiene algo de batería, lo utilizaré hasta que se descargue- al ver la cara curiosa de Sesshoumaru, sonrió y le puso los audífonos.  El mayor un tanto reticente, se dejó ponerlos, escuchando una melodía de aquellos raros lazos.

 

−       Estos se llaman audífonos, permiten escuchar lo que hay grabado en el mp3.

 

−       ¿Qué estoy escuchando? 

 

−       Una melodía que tocó Setsuna.

 

−       ¿ Cómo funciona?

 

−       Mmm… pues no sé muy bien, pero te explicaré en mis palabras, esto tiene algo que lee la voz y la guarda para luego reproducirla… espera - buscando el modo grabación- ya está grabando, di algo.

 

−       ¿ Cómo qué?

 

−       No lo sé, usa tu imaginación, lord Sesshoumaru - dijo con sarcasmo.

 

−       Mmm… estoy aquí con mi terco esposo y con nuestro primer cachorro.

 

−       Ton...to - dijo sonrojado mientras paraba la grabación- ¿no se te pudo ocurrir algo mejor?

 

−       Eso fue lo mejor que se me ocurrió - dijo con sorna.

 

−       Pff… si serás… - gruñó-  espera lo pongo a reproducir de nuevo.

 

Volvió a escuchar por los audífonos y se sorprendió de escuchar la voz de Inuyasha y la suya de nuevo, aquello parecía magia y le hizo pensar que los humanos no eran tan frágiles como pensaba… es decir, ¿a qué youkai se le hubiera ocurrido grabar su propia voz?, no conocía a ninguno.

 

−       Es sorprendente

 

−       ¿ Verdad? - dijo Inuyasha con entusiasmo.

 

−       Si me interesaría grabar algo.

 

−       ¿Qué cosa? - preguntó el hanyou con curiosidad.

 

−       Cuando lleguemos al palacio te lo diré.

 

−       Pff... está bien, ahora si nos podemos ir.

 

−       Bien - expresó para convertirse en su forma demoniaca.  Se sentó en el suelo y le habló a su pareja: - súbete.

 

−       ¿ Quieres que vaya sobre ti? - consultó sorprendido.

 

−       Si, así puedo estar pendiente de ti y si te duermes no corres peligro.

 

−       E… está bien - expresó avergonzado y subió al lomo de su hermano.  Con cuidado se agarró del pelaje y con eso bastó para que Sesshoumaru volara.  

 

En el cielo, Inuyasha observaba todo a su alrededor, se sentía extraño al estar sobre su hermano, era una experiencia que jamás había vivido a su lado y eso de cierta forma, le hizo sentir querido y protegido.

El aroma de Sesshoumaru también le traía regocijo y tranquilidad, tanto, que se acomodó bien en ese suave pelaje.

 

−       Me gusta tu pelaje, es muy suave - acariciándolo.

 

−       Es bueno saberlo - comentó con el ego altivo. 

 

−       ¿Rin también?.... 

 

−       No - cortó la pregunta de Inuyasha- solamente tú, ella viajaba en Ah-Un

 

−       ¿ Por qué entonces, yo?

 

−       Porque eres tú. 

 

El menor se sonrojó y guardó silencio. Tras varios días en vuelo, el agotamiento pudo con su cuerpo, se acomodó en su hermano y descansó. Era extraño sentir esa sensación de protección, no estaba acostumbrado, puesto que en su vida siempre asumió el papel de guardián. Intentó proteger a su madre, Kikyo, Kagome, a sus amigos y a su hija; por eso sentirse cuidado, protegido, aguardado, le daba una sensación de seguridad, o tal vez, esa tranquilidad era porque Sesshoumaru lo protegía.

 

Con cuidado de que su hermano no cayera, descendió del firmamento y se instaló al lado de un cristalino lago.  Inuyasha dormitaba plácidamente sobre su cola, se veía tan puro e inocente, que dejándose llevar por esa fuerte atracción, lamió su rostro con cuidado.

 

−       Mhmg… jaja me haces cosquillas con esa lenguota - expresó riéndose.

 

−       No quise despertarte. 

 

−       ¿ Ya llegamos? 

 

−       No, aún falta casi un día para llegar, descendí porque no quería que por accidente cayeras.

 

−       Ni que estuviera tan dormido - se quejó-.

 

−       Roncabas y babeaste mi espalda - respondió.

 

−       Debió ser lluvia - se hizo el desentendido- ya que estamos en tierra, busquemos algo para comer, tengo mucha hambre.

 

−       Espérame bajo aquel árbol, traeré algo para que comas- señaló ya que hacía algo de calor.

 

−       Está bien, esperaré allí - expresó sin contradecir a Sesshoumaru y es que, si su hermano quería darle esas atenciones, se iba a dejar.  Primero, se sentía muy cansado y segundo, quería saber si era verdad lo que le había mencionado años atrás Rin.

 

Flash Back

 

−       Rin, ¿ qué le ves a Sesshoumaru? - preguntó con suma curiosidad Inuyasha

 

−       ¿ Por qué la pregunta? - respondió risueña.

 

−       Se me hace difícil pensar, en qué puede tener Sesshoumaru par que lo ames… es que… es despota, orgulloso, altivo, terco, sanguinario, idiota, imbécil… 

 

−       Jajaja - rió la mujer- el señor Sesshoumaru solo muestra su lado atento con las personas allegadas; él siempre está dispuesto a escucharte, siempre te dará una respuesta y es sumamente detallista, te protegerá a cabalidad.

 

−       Mhm… si tú lo dices - concluyó.

 

Fin Flash Back

 

−       Que calor de mierda hace - expresó el hanyou mientras tomaba su cabello y lo trenzaba.  A pesar de que estaba bajo la sombra de aquel gran árbol, podía sentir el aire caliente a su alrededor- ojalá Sesshoumaru vuelva pronto.

−       Aquí estoy - expresó a su espalda.  La verdad, había llegado hace algunos minutos, pero guardó silencio ya que estaba embelesado en ver como su híbrido organizaba el platinado cabello.  De coleta y ahora trenzado, le parecía sumamente atractivo.

 

Vio como el menor respingaba  y lo miraba molesto ante el susto. Solo sonrió y le extendió varias frutas.

 

−       Asaré los pescados - pronunció mientras montaba la madera para instalar los peces.

 

−       Te ayudo con el fuego.

 

Admitía que aquella disposición lo había sorprendido. Si bien ahora debía proteger a Inuyasha y su cachorro, olvidaba que su hermano era alguien muy independiente y con sumo recorrido a la intemperie. Rin esperaba con paciencia a que él tomara la iniciativa, pero Inuyasha prefería participar y hacer las cosas compartidamente.

 

Observó cómo con maestría el hanyou prendía el fuego y luego organizaron los peces para ser asados. Ahora que lo pensaba, hace más de unos 100 años que se distinguían, y solo hasta este momento, podría decirse que se estaban conociendo realmente.

Comían en silencio, no le molestaba el silencio, pero veía a su hermano atragantado con las palabras.

 

−       ¿ Qué te preocupa?

 

−       ¿ Acaso desarrollaste el poder de leer la mente? - bufó el hanyou.

 

−       No es necesario, eres muy evidente.

 

−       Grrr - gruñó- es solo que… ¿ Qué dirán en el castillo cuándo sepan que estamos esperando un cachorro?

 

−       ¿ Te preocupa eso?

 

−       Puede que nazca siendo un hanyou… no quiero que viva lo que yo sufrí cuando era niño- mencionó mientras llevaba sus manos al vientre.

 

−       Inuyasha - comentó mientras se acercaba y le tomaba del mentón- somos los amos y señores de esas tierras, nadie nos irrespetará, eso te lo aseguro. Sin embargo, si alguien te hace un comentario o a nuestro cachorro, me lo dirás para aniquilarlo.

 

−       Solo con una condición.

 

−       ¿Cuál? - preguntó extrañado.

 

−       Que me dejes golpearlo primero.


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