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Carmesí (re-escrito y re-subido) por Cat_GameO

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Notas del capitulo:

¡Felices fiesas a todos por acá! ¡Feliz Navidad!

Espero que su día esté pasando de maravilla y que estén disfrutando con sus seres queridos.

Hoy tengo un pequeño rato libre y decidí subir un capítulo más de los que ya están pasados en límpio. Espero que sigan disfrutando de la historia.

¡Nos leemos!

Capítulo cinco


Casi inhumano


 


—¿Cómo sabes que tu mamá fue asesinada? —Matthew preguntó con relativa calma.


Matthew y su hijo estaban sentados al pie de la cama. Ya habían acomodado los reportes de vuelta en la carpeta y la habían dejado a un lado.


—Eh… —Jonathan titubeó. Suspiró con profundidad y mantuvo la mirada baja.


—Jonathan —Matthew re-inició la conversación y tocó el hombro de su hijo menor para tranquilizarlo—, por favor, esto no puede seguir así. Esto es información que ni yo tenía hasta ahora. No puedo comprender de qué forma tú has llegado a esta conclusión.


—No quiero que te molestes, papá, y quiero que entiendas que para nosotros tampoco ha sido fácil aceptar la muerte de mamá. —Jonathan se puso de pie y comenzó a dar pasos de aquí para allá. Prosiguió—: sé que mi hermana ha estado deprimida y que ha encontrado confort en todo eso de la cultura gótica. También comprendo que David se ha ocultado en el clóset por miedo a tu reacción y porque la tía Vicky prefiere ignorar cualquier cosa que tenga que ver con la sexualidad. —Movía los brazos de vez en cuando para dramatizar. —No soy estúpido, puedo ver que David tenía un gran resentimiento contra ti. Él decía que mamá murió por tu culpa… Y, debido a esto, yo así lo creí por un tiempo. No quiero que te enojes conmigo respeto a lo que ha pasado en las escuelas porque no ha sido mi culpa. Además, yo he estudiado por mi cuenta muchas cosas de la informática. Cuando me di cuenta de que podía hacer muchas cosas al entrar a la Red Profunda, en el Internet, decidí buscar sobre mamá. Al inicio encontré que ella había muerto, de acuerdo a los medios oficiales, en una extraña balacera que había ocurrido en el este de la ciudad. Luego encontré nombres extraños de personas asociadas a un grupo de narcotraficantes de Woods; los Soldados Plateados del Bosque.


—¿Los Soldados Plateados del Bosque? —Matthew repitió consternado.


Obviamente, Matthew conocía respecto a este grupo de mafiosos. Era uno de los cárteles más grandes del distrito de Woods y el que más territorio controlaba en el sur del país. Durante un tiempo, en su carrera, había intentado acabar con esa banda de delincuentes, pero había encontrado demasiadas barreras. Los Soldados Plateados del Bosque eran protegidos por algunos grandes activistas sociales, por empresarios multimillonarios y, por supuesto, por políticos. Debido a las dificultades, Matthew había dejado el caso y también porque la muerte de su esposa había ocurrido durante la investigación.


De pronto, Matthew se puso de pie y negó con la cabeza.


—Emilia Brave alguna vez fue acusada por pertenecer a ese grupo de narcos —Matthew pronunció más para sí que para continuar con la conversación.


—También Ahmad Hassan y Manuel Martínez —Jonathan agregó con interés y al quedar frente a su padre.


—Pero, ¿por qué? —Matthew soltó la duda sin importar que hablaba con Jonathan.


—Papá —Jonathan expuso consternado. Suspiró y se acercó a su padre un poco más. Dijo—: yo… creo que mataron a mamá cuando tú comenzaste a trabajar en las investigaciones de los integrantes de los Soldados Plateados del Bosque.


Sí, Matthew también lo creía así.


Hacía siete años él había buscado a algunos asesinos de ese grupo y de entre los nombres había descubierto a uno que parecía ser el líder de los narcotraficantes. Ahora concluía que Thomas Chevalièr, Gabriela Noir y Lucy Harper habían sido asesinados por la organización de eso criminales y lo habían hecho por razones distintas. Era más que obvio que a Thomas lo habían matado porque debía pertenecer a un grupo enemigo. Gabriela Noir había sido la nieta del político que en aquél entonces gobernaba el Estado de Woods. Y… A Lucy Harper… El líder del grupo de los Soldados Plateados del Bosque la había matado porque él había iniciado una investigación contra ellos. “Ese hombre”, pensó Matthew… “Ese cabrón…”, continuó con las maldiciones en su mente.


—Aram Vega —Matthew susurró otra vez.


—Papá, yo no quiero que te maten.


Hasta este instante, Matthew abandonó la tensión que lo carcomía, se acercó a su hijo y lo abrazó cálidamente.


—No van a matarme —aseguró el padre con suavidad.


—Pero tú estás persiguiendo a Carmesí —Jonathan insistió al aceptar el mimo de su padre y sujetarlo de las ropas con fuerza—, por eso… corres mucho peligro.


—Anda, no te preocupes. Te prometo que encontraré una solución. Ve a dormir.


—E-Está bien.


 


 ***


 


La mañana siguiente, Matthew se alistó como de costumbre y se despidió de sus hijos con la excusa de que no tardaría mucho. Estaba listo para continuar con la investigación y ahora deseaba obtener respuestas contundentes.


Durante el trayecto, Matthew manejaba con relativa calma. Había marcado el número de Rosa y esperaba una respuesta.


—¿Matt? —la voz de Rosa resonó por la bocina del teléfono.


—Necesito que nos veamos en la oficina. Ha llegado la hora de tomar una decisión, Rosa —Matthew pronunció con certeza.


—De acuerdo.


La llamada terminó de inmediato. Matthew aceleró el paso y tomó el bulevar Pinos para llegar más rápido a la oficina.


El departamento de policías lucía un poco vacío. El estacionamiento frontal tenía un par de autos y las escaleras que llevaban hasta la entrada no mostraban las aglomeraciones comunes de personas que solían concurrir. Era por la hora, así que Matthew no le dio importancia a los detalles.


Matthew bajó del auto y subió hasta la entrada, pasó los pilares externos, luego el recibidor y tomó el ascensor por la poca movilidad que su cuerpo le permitía. Cargaba el maletín café que solía usar y traía puesta la gabardina que lo caracterizaba.


Una vez llegó hasta la oficina, se adentró e ignoró de nuevo que casi nadie había arribado.


Los primeros treinta minutos, previos a la llegada de Rosa, Matthew buscó en los archiveros que contenían las carpetas de los casos antiguos. Uno de los casos más renombrados en los que había trabajado, estaba relacionado con el intento de captura de un hombre bajo el pseudónimo del Saltamontes Dorado. Matthew había encontrado extrañas conexiones entre algunos asesinatos de la ciudad de Woods y Gold realizados bajo las órdenes de ese sujeto, y así había descubierto sobre la existencia del grupo criminal de los Soldados Plateados del Bosque.


Por supuesto, Matthew había recibido órdenes del jefe Larson. Alguien, superior al jefe, había solicitado que el caso se abandonara por falta de pruebas y seguimiento correcto. Al inicio, Matthew se había negado; sin embargo, le habían ofrecido el caso de un nuevo asesino serial conocido como ‘Billy el Caníbal’. Matthew había aceptado el caso de Billy el Caníbal, pero no había descartado la opción de continuar con la investigación respecto a los grupos de narcotraficantes de la región. Había atrapado a William B. Dolores, alias ‘Billy el Caníbal’, pero le había propuesto a sus superiores proseguir con el asalto contra los mafiosos que hacían de las suyas en todo el Estado de Woods.


Cuando Matthew había sugerido tal cosa, un jueves por la tarde, había recibido la noticia respecto al supuesto accidente en donde Lucy había estado involucrada y había muerto.


—Bastardos —Matthew soltó sin cuidado—. Esos cabrones usaron a Lucy para que yo dejara la investigación.


Sin previo aviso, la puerta de la oficina se abrió y Rosa se adentró. Ella lucía un poco desanimada y traía el cabello húmedo y suelto.


—Matt, ¿puedo pasar? —Rosa pidió.


—Adelante. Cierra la puerta con seguro —Matthew respondió. Estaba de pie con unos papeles en la mano.


Rosa obedeció y se sentó frente a Matthew en la silla extra del escritorio. La mesa estaba repleta de documentos y carpetas de casos pasados, así que Rosa supuso que su jefe había concluido lo que ella ya conocía.


—¿Estás investigando? —Rosa preguntó al tomar una de las hojas.


—¿Cómo conseguiste los reportes de la muerte de Lucy? —Matthew interrogó al mirar de frente a su asistente.


Rosa no respondió. Agachó el rostro y aguardó.


—¿Rosa? —Matthew inquirió nervioso y con un miedo palpable.


—Cuando estuvimos en la escena del crimen del señor Douglas Valdez, encontramos los documentos extras que te mencioné. De entre estos, había una especie de papel muy extenso que contenía la conversación entre Valdez y otra persona. Ellos mencionaron a un ‘conejo perdido’.


—¿Conejo perdido? —Matthew preguntó incrédulo—. ¿Y qué carajos significa eso?


—Por un tiempo creí que era algo irrelevante, hasta que decidí indagar un poco más —Rosa reveló al soltar el papel y contemplar a Matthew de frente—. Toda la conversación estaba repleta de una especie de código. Utilicé un buscador de jerga vulgar y encontré que un ‘conejo perdido’ es una especie de persona indeseada que deambula en el territorio incorrecto. Es la forma que los malandros usan para referirse a un vendedor de otro grupo que ha entrado a su territorio. Busqué más y más hasta que di con el nombre de Chevalièr.


—Joder… Mataron a Lucy porque yo desobedecí y así ellos consiguieron que mi atención estuviera centrada en su muerte y no los hechos.


—Correcto. Tu insubordinación tuvo un precio y fue la muerte de ella —aseguró Rosa con plena decepción.


—Mierda… son unos malditos —Matthew dijo conteniendo el enojo y las ganas de gritar.


—Matt… —Rosa encaró a Matthew al ponerse de pie y mostró seriedad. —¿Qué harás? Seguir a Carmesí de esta forma… solamente será como continuar con el juego que ellos están armando. Todos los nombres que hemos encontrado en las muertes son personas de este gremio.


—Lo sé. No soy tan estúpido como para ignorar lo que está ocurriendo. Alguien se está vengando de los Soldados Plateados del Bosque y me han seleccionado a mí para que todo parezca una especie de espectáculo entre buenos y malos.


—Exacto —Rosa confirmó—. Y aquellos que lo están manipulando para que sea de esta forma, son los mismos que tienen conexión con la familia Noire, con Chevalièr y con el supuesto asesinato de la hija de los Farías.


—¿La hija de los Farías murió en un asesinato? —Matthew preguntó sorprendió.


—Sí. También lo descubrí al sacar la información de los reportes. El jefe Larson… quizás él lo ha sabido, pero ha preferido hacerse de la visa gorda.


De pronto hubo un silencio pesado. Matthew suspiró con fuerza y miró los papeles sobre la mesa. En la otra mano, Rosa dio unos pasos a la derecha y se acercó un poco a Matthew.


—¿Qué… planeas hacer? —por fin preguntó Rosa.


—No puedo hacer mucho, Rosa —Matthew aceptó derrotado. Giró y quedó de espaldas. No deseaba que su rostro fuera visto por su asistente—. Si continúo con la persecución, será… aceptar que soy una pieza más de su juego. Pero si detengo a Carmesí, ¿qué pasaría?


—Matt, Carmesí es demasiado astuto.


—Sí. Pero es el único que tiene las respuestas.


—Mismas respuestas que te dejarán como un objetivo para aquellos que están moviendo las piezas —Rosa pronunció con temor. Se acercó unos pasos hasta su jefe. Tocó su mano y capturó su atención—. Será demasiado arriesgado sino… dejas el caso.


—¿Y qué? —Matthew contrapuso al contemplar a Rosa—. ¿Voy a pasar por alto lo que ellos hicieron? ¿Voy a ignorar que ellos asesinaron a Lucy? ¡Estamos hablando de mi esposa, de mi familia!


—¿Y dejar que ellos te maten a ti también? Piensa en tus hijos —Rosa dijo con calma. Mostraba una mueca de consternación genuina por el bienestar de Matt y sus niños.


—N-No… no puedo quedarme de brazos cruzados —Matthew opinó con titubeo.


—Pero tus hijos te necesitan —Rosa replicó con firmeza— y yo te necesito… también… aquí y vivo.


—Rosa… —Matthew se movió un poco y acortó la distancia con ella. Habló con un susurro—: tampoco quiero que esto se quede así. No puedo ignorar toda la mierda que están haciendo. Carmesí puede ser la única conexión para encontrar a los asesinos reales de Lucy.


—Es un maldito lunático. ¿Cómo vas a racionalizar con él? —el reproche de Rosa sonó con un tono bajo.


Por unos minutos prolongados, no hubo respuesta. Matthew anduvo hacia la derecha y puso el interés en todos los papeles sobre el escritorio. Estaba consciente de que cualquiera de las decisiones que tomara, quedaría expuesto y su familia correría demasiado riesgo. Sin embargo, no podía ignorar que estaba en exceso molesto y decepcionado. Cada vez más le enervaba aceptar que el sistema de leyes estaba hecho más para ser una herramienta de protección para los más riscos y corruptos que para proteger a los inocentes. Toda su ilusión, sus deseos por arrestar a los culpables, sus ideales se hacían añicos. Aunque no era un iluso como tal, comprendía que, de alguna forma, su trabajo había tenido sentido al seguir un objetivo tan puro. Era más que claro que no existía la justicia, que el sistema de leyes no era más que una baratija inventada por quienes deseaba mantener por siempre el poder.


—Rosa —Matthew usó un tono serio y cálido para expresarse. Dio una media vuelta y sostuvo la mirada de la mujer—, dime, ¿hay algo que te ate a este lugar?


—¿C-Cómo? —Rosa inquirió con sorpresa.


—Tu familia… me refiero a eso.


Rosa sonrió con melancolía y negó con la cabeza.


—Mis padres murieron el año pasado. Y tú lo sabes. 


—Sí, es verdad, pero sé que tienes un hermano menor. Quizás ahora tengas un amante por el cual prefieras no terminar involucrada en una locura —Matthew pronunció con un tono fingido la última frase.


—Matt, mi hermano ya no vive aquí y él ha hecho su vida ya. No me necesita más, pues es un chico autosuficiente y sé que es feliz. Y, no, no tengo ningún amante —Rosa expresaba con una mueca de leve sorpresa ante las frases pasadas de su jefe—. ¿Crees que te hubiera aceptado el beso si fuera así? Solamente tengo sentimientos por ti y tus hijos. Ustedes son personas muy especiales para mí.


—Entonces, ¿estarías dispuesta a ayudarme y a seguirme?


—¿Seguirte? ¿De qué hablas?


A continuación, Matthew besó con pasión a Rosa y la abrazó con cariño. Rosa contestó la caricia y también tocó la espalda de Matthew con deseo.


—Este será mi último caso bajo la legalidad de la policía del país —Matthew aceptó y pronunció con plena seguridad.


—¿Estás seguro? —Rosa inquirió.


—Sí. Solamente tengo que sacar a los chicos de Cadenas.


—Yo puedo ayudarte.


—Gracias —Matthew sonrió y agradeció como un chiquillo ante ella.


 


*** 


 


—La zorra sufrió como lo merecía —la voz de Vega se escuchó llena de placer en la oficina. Estaba sentado de piernas cruzadas y lucía el atuendo de gala que tanto le gustaba—. La pobre no tuvo opción. —Se echó a reír con descaro. —Pobre puta, sus salvadores terminaron matándola al intentar rescatarla. Oye, Carmesí, ¿de verdad no te da remordimiento al escuchar a los pobres bastardos suplicar por sus vidas?


Carmesí no dijo nada. También portaba el atuendo que lo caracterizaba y estaba sentado frente a Vega con una pose muy neutral. Debido a que no había forma en que sus expresiones se percibieran, lo único que podía arrojar una pista era su expresión corporal.


—Anda —Vega insistió—, ¿por qué no me cuentas un poco de lo que te ha llevado a ser así?


Otra vez hubo silencio.


Vega se puso de pie y rodeó el escritorio para quedar parado detrás de Carmesí. Era obvio que provocaba al otro con sus actos y lo disfrutaba.


—Sólo un sujeto tan dañado y tan enfermo sería capaz de hacer lo que tú haces.


Entonces, Vega tocó los hombros del enmascarado y comenzó a mover las manos hacia abajo para así alcanzar su pecho. Ya había inclinado el cuerpo y colocado la cara cerca de la oreja de Carmesí.


—Estoy seguro de que ha de ser muy excitante coger contigo —Vega dijo con una voz sensual y casi excitada.


—Vega —Carmesí habló con el tono distorsionado que lo distinguía—, he venido aquí para que me entregues el siguiente nombre. No estoy aquí para que te comportes como un perro en celo.


Vega detuvo las acciones y suspiró para denotar decepción. Se incorporó y anduvo hasta el escritorio. Con rapidez, movió una carpeta color azul cielo y la acercó hasta la orilla cercana al asesino.


—El último cabrón es Goromaru —Vega pronunció como si hablara sobre negocios—; nuestro antiguo distribuidor. Goromaru fue el que entregó las locaciones de nuestros almacenes y el muy imbécil lo negó. Sé que él es quien ha estado detrás de toda la traición y arrastró a los otros idiotas consigo. Claro, no le servirá de nada. Nadie de los enemigos puede entrar a nuestro territorio. la Patrona ha mantenido un control absoluto junto a los Altos Mandos.


Carmesí tomó la carpeta y la abrió. El documento tenía una fotografía de un hombre de edad media que tenía el cabello negro, los ojos rasgados y la tez un poco amarillenta. Hiro Goromaru era originario de las Islas Sakura; ubicadas en el extremo oeste del continente. Pero había llegado al país durante su adolescencia tardía y, con ayuda de la riqueza de su padre y conexiones de su madre, había escalado al poder. Había fundado una compañía popular llamada Súper Fórmula y Asociados y había creado lazos con las víctimas.


—Con él habremos terminado todo y te entregaré el resto de tu paga —Vega compuso y cruzó los brazos—. Claro, esto sería así si no fuera por la intervención de los perros de la policía.


Con un paso lento, Carmesí cerró la carpeta y se puso de pie.


—¿También aceptarías matar a los perros de los policías? —Vega dudó y se sentó sobre el escritorio.


—Si me entregas un nombre y me pagas lo necesario, sabes que mis servicios están disponibles.


—Bien —Vega compuso—, entonces te entregaré su nombre. —Se puso de pie y se dirigió hasta la silla del otro lado. Se sentó y sacó de uno de los cajones un expediente con la leyenda ‘Perros desechables de la ASC’. —Matthew Harper.


Carmesí aguardó en su sitio y movió la cabeza como si contemplara la carpeta de información.


—Anteriormente el cabrón se había metido en asuntos que no debía y los de arriba se encargaron de darle su merecido —Vega reveló sin reparo—. Sin embargo, parece ser que el imbécil otra vez quiere jugar a los policías. No sólo te ha perseguido a ti, mi querido Carmesí, también ha re-iniciado una investigación con ayuda de su asistente. Ha estado husmeando en los archivos que conciernen a la muerte de su esposa. Sé que los Altos Mandos lo querrán fuera de la jugada, así que vamos a darle su merecido. Quiero que juegues con uno de sus hijos. Con el mayor bastará. Su nombre es David Harper. Lo vas a torturar, violar y me vas a mandar un vídeo privado de sus últimas horas de vida. Me lo harás llegar a mí y yo se lo enviaré a su padre. ¿Será el mismo precio de siempre?


Debido que no hubo una respuesta por parte de Carmesí, Vega rió con descaro y sonrió con satisfacción.


—Descuida, no lo harás aún. Primero te encargarás de Hiro Goromaru. Sé que eres muy meticuloso con tu forma de trabajo, así que lo haremos a tu modo y con el orden que ya tienes. Pero una vez hayas matado al imbécil de Goromaru, te encargarás del hijo del oficial Harper sin esperar un minuto más.


—Está bien —dijo el asesino con su voz distorsionada—. Una vez tengas a Goromaru, iniciaré con la cabeza del chico Harper.


—Perfecto.


—Me retiro.


Vega suspiró con fuerza para llamar la atención del enmascarado y mostró un rostro lleno de desilusión falsa.


—De verdad me encantaría que me concedieras una noche. Puedo pagarte lo que pidas.


—Soy un asesino, no una prostituta —replicó Carmesí con neutralidad.


—Nunca insinué eso —Vega expuso con un rostro triunfal y sonriente.


—Nos vemos pronto, Vega.


Sin otra palabra más, Carmesí dio una vuelta y caminó rumbo a la salida.


 


 ***


 


El café Montoya estaba repleto de clientes. Esta tarde había mucho movimiento debido a que cada vez más el frío se hacía presente en el clima.


Fiona estaban en la barra y tomaba las órdenes de los clientes que pedían para llevar y las órdenes extras que los meseros traían. El señor Montoya apoya en la preparación de las bebidas y los alimentos, mientras que Joshua y Cole atendían y, de vez en cuando, preparaban alimentos.


—Dos cafés espumosos —Cole habló cerca de la barra de preparación— y dos rebanadas de pastel de fresas.


—Enseguida —dijo el señor Montoya de forma servicial.


Joshua terminó de servir unos cafés en una mesa y se detuvo en seco al reconocer a una persona que ingresó al café. El muchacho se acercó al mesero y sonrió con un tinte coqueto.


—Te queda bien el uniforme —David informó. En esta ocasión vestía un pantalón de mezclilla justo y una chaqueta estilizada.


—Pensé que nos veríamos más tarde —Joshua dijo con neutralidad. Dio una media vuelta e intentó caminar.


—Quería darte una sorpresa —David dijo con rapidez y sujetó el brazo de Joshua—. Además, me dijiste que hoy terminarías temprano y ya debería haber acabado tu turno.


Joshua no replicó. Movió un poco su brazo y David lo liberó. Luego se dirigió hasta el contador, pero David lo siguió con prisa.


—Tenemos mucho trabajo, ¿cierto Fiona? —Joshua explicó sin mostrar cambio alguno.


Fiona sonrió con entusiasmo y saludó a David.


—¿Eres amigo de Joshua? —Fiona inquirió amigable y con interés.


—Sí, algo así. —David se interpuso en el camino de Joshua y arrojó una mirada de deseo—. ¿O ya puedo decir que somos novios?


—¿Novios? —Fiona dudó conteniendo la excitación de felicidad—. E-Espera, ¿Joshua, eres gay?


Joshua no dijo nada. Dio unos pasos hasta la barra de alimentos y comenzó a colocar bebidas y platos en la charola que usaba. Su rostro no había hecho ningún cambio y mantenía la mueca sonriente y amigable que lo caracterizaba.


—Chicos, ¿qué pasa? —el Señor Montoya renegó un poco al notar que Fiona no atendía más—, hay demasiados clientes y no quiero que pierdan el tiempo.


De pronto, Cole se unió a la conversación al regresar con órdenes y charolas de propinas.


—Acéptelo, señor Montoya, necesita más gente —Cole opinó con un poco de molestia.


Joshua caminó rumbo a David y le habló al oído.


—Dame unos minutos, ¿sí? —susurró Joshua.


—Está bien —David aceptó y se movió para permitir el paso.


Joshua prosiguió con la actividad y comenzó a servir en varias mesas.


—¿Y tú quién eres? —Cole dudó al ver a David cerca de la barra.


—Es el novio de Joshua —Fiona replicó con un tono de sabelotodo.


—¿Novio? —Cole mostró un rostro de incomodidad—. O-Osea… ¿son maricas?


—¡Ay, Cole! No seas irrespetuoso —Fiona regañó al otro.


David se alejó de los meseros y se dirigió hasta una de las esquinas para no escuchar más. Sacó su teléfono y buscó un sitio libre para sentarse.


—Eres un estúpido, Cole —Fiona contestó enojada—, no puedes andar por allí hablando sin considerar lo que otros van a sentir. La palabra marica es una ofensa, así que no puedes decirla.


—¿Qué? —Cole expuso a la defensiva—, pero no he dicho nada malo. Son maricas, ¿no? Les gusta la polla siendo hombres, ¿no? ¡Qué asco!


—Eres un idiota, de verdad.


Casi unos cinco minutos después, Joshua se acercó hasta la esquina donde David aguardaba con el celular en la mano.


—¿Podemos vernos en una hora? —Joshua preguntó con amabilidad—, dudo mucho que el señor Montoya me deje salir antes.


—Está bien —David dijo con sequedad y decepción—. Regreso por ti en una hora.


—¿Podemos vernos en otro lugar?


—Ah… ya, comprendo. —David guardó el móvil y conservó la distancia. Sonrió con desencanto y agregó—: No quieres que la gente nos vea juntos. Tenemos saliendo casi una semana y media y te he dicho que me gustas. Pero, descuida, si sólo soy uno de tus amigos con derecho está bien. Pensé que salir contigo evitaría la misma mierda que he pasado en la uni. Lo único que deseo es que la gente no se avergüence de mí y que diga que sólo somos amigos cuando es mentira. ¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres que sea un amigo con derecho?


—¿Amigos con derecho? —Joshua dudó mostrando una mueca de confusión casi falsa.


—Para coger —insistió David molesto.


—No, David, no es así.


—¿Entonces?, ¿por qué no quieres que pase por ti? ¿Tanto te molesta que otros te vean conmigo?


—La razón es porque no quiero que escuches comentarios de gente que le hace daño a otros —Joshua rebatió con un tono consternado—. No es por otra cosa. No me gustaría que tuviéramos que escuchar comentarios como los que hizo mi compañero Cole.


—No me molestarían si tú confirmaras las cosas —David expuso con desesperación—. Que nos digan maricas, me vale una mierda. Pero no quiero esconderme, Josh, quiero que mi novio sea capaz de aceptar que está en una relación.


—¿Una relación?


Ante la respuesta de Joshua, David suspiró con fuerza. Se hizo a un lado y caminó unos pasos. De pronto, Joshua lo detuvo y lo contempló con sequedad.


—Por si no te habías fijado, yo estoy saliendo contigo para que seamos una pareja —David dijo muy estresado.


—¿Podemos hablar de esto más tarde?


De pronto, la voz del señor Montoya se escuchó fuerte. Había llamado a Joshua. Los clientes todavía no paraban de llegar, así que no había oportunidad para dejar el trabajo antes.


—Por favor —pidió Joshua todavía tranquilamente.


David suspiró con fuerza para denotar molestia.


—Está bien. Hablamos de esto más tarde.


David se despidió de forma cortante y salió del café a toda prisa. Joshua continuó con el trabajo y evitó conversaciones con sus compañeros.


Durante unos cuarenta minutos más, la actividad siguió, aunque ahora la intensidad se había reducido y sólo quedaba un par de clientes.


Una vez la clientela se apaciguó y la hora para cerrar llegó, Joshua aseaba las mesas y colocaba los trastes en la cocina. Cole lavaba los platos y Fiona atendía a los últimos clientes en el contador para iniciar el corte.


Cuando Joshua ingresó a la cocina, colocó más trastes en el fregadero. El señor Montoya estaba en el almacén y preparaba el conteo de provisiones.


—Entonces… ¿Eres joto? —Cole rompió el silencio cercano entre él y Joshua.


Joshua no dijo nada. Ayudó a colocar los platos y vasos en las repisas correspondientes. Su mueca inmutable parecía acompañada de algún pensamiento distante y preocupante.


—¿El chico es tu novio? —Cole presionó con insistencia y casi burla.


—¿De quién hablan? —el señor Montoya se unió a la conversación con un tono amigable.


—De Joshua —Cole explicó presuroso—. ¿No se dio cuenta, señor Montoya? Contrató a un maricón.


—¿Cómo? —inquirió el señor Montoya con un poco de asombro. Luego dirigió la mirada a Joshua y aguardó expectante.


—Sí, señor, hoy vino el novio de Joshua a visitarlo. Oye, Joshua, ¿cómo se llama tu novio? —Cole preguntó con un tono de gozo como si fuera humillante lo que decía.


Joshua observó a Cole por unos instantes y regresó el interés a la actividad con los platos. Ni siquiera su mueca cambió. Su extraña sonrisa era lo único que su rostro arrojaba. Sus manos se movían con agilidad y terminaba de colocar la vajilla en su lugar.


—¿Es verdad, Joshua? —El anciano se alejó del almacén y se quedó entre Cole y Joshua.


—¿Qué cosa, señor Montoya? —Joshua habló al fin. Usaba un tono casi indiferente.


—Eres… así… ¿eh, raro?


—Maricón —Cole complementó con mofa.


—Eh… sí… eso —agregó el hombre mayor mostrando un rostro de consternación.


Joshua dejó dos vasos en su sitio, giró y encaró a los otros dos.


—¿Es un impedimento para trabajar aquí? —la voz de Joshua sonó demasiado neutral y esto causó incomodidad en los otros.


—N-No. —El señor Montoya se mostró apenado y negó con la cabeza a toda prisa.


—Pareciera que sí —Joshua compuso con una sonrisa fría—, por la forma en la que ambos lo están comentando.


—¡Oh, vamos! —Cole recriminó—, ¡no estamos haciendo nada malo!


—Marica, joto, maricón, son algunas palabras que usan para mofarse de un hombre homosexual. No soy estúpido, Cole, puedo percatarme del tono que usas para referirte a mí.


No hubo respuesta de ninguno de los otros dos. Joshua regresó la atención a los platos y terminó la actividad con rapidez.


—Señor Montoya —Joshua dijo sin mirar a los otros—, ¿puedo retirarme hoy un poco más temprano?


—¿Y yo? —Cole renegó como un niño mimado—, ¡todavía no termino de lavar!


—Las veces pasadas me he quedado yo a terminar las responsabilidades de Cole —Joshua explicó con calma— y hoy mi turno terminaba al medio día.


—Eh… —El señor Montoya titubeó. En su rostro era obvio que externaba pena y que estaba levemente decepcionado de sí mismo. —E-Es verdad… Sí, está bien, puedes retirarte hoy ya.


—¡Señor Montoya! —Cole insistió—. ¡No es justo! ¿Y quién me va a ayudar a mí?


—Gracias y con permiso —Joshua se despidió y salió a toda prisa rumbo a los casilleros.


 


*** 


 


Justo como David lo había prometido, había llegado una hora después. Joshua no había tenido que esperar más que un par de minutos en el estacionamiento del café.


David estacionó el carro de color blanco y se bajó. Joshua lo saludó sin mucha emotividad y se acercó a él. David se mostró renuente y sólo contempló al mayor.


—¿Quieres ir a cenar a un restaurante? —David preguntó con un tono respetuoso y conservando la distancia.


La respuesta no llegó. Por unos segundos, Joshua parecía como una especie de cuadro inanimado y carente de emoción. Sus ojos y rostro estaban tan serios pero tan neutrales que David dio unos pasos hacía atrás. Parecía que Joshua estaba inmerso en algún pensamiento peligroso. Esta era la primera vez que David encontraba una actitud así de seria en el pelirrojo y, de una manera estrepitosa, comprendió que desconocía casi todo de este muchacho.


—¿Joshua, estás bien? —David rompió la extraña atmósfera con una voz apenada—. Oye, siento que las cosas pasaran así… No esperaba que tus compañeros se comportaran de esa forma. No volveré a venir, si lo deseas, o a molestarte.


Joshua cerró los ojos y respiró con profundidad, después los abrió de vuelta y se acercó al otro muchacho. De una forma deseosa, Joshua besó a David y luego lo abrazó con fuerza. Por su cuenta, David se sorprendió, pero replicó el abrazo. A pesar de que había experimentado un cierto miedo al contemplar a Joshua tan apagado, ahora se percataba de que algo en las actitudes del pelirrojo era excesivamente real y profundo.


—¿E-Estás bien? —David dudó muy consternado.


Joshua hundió el rostro en el hombro de David y lo sujetó con más insistencia. Luego, negó con la cabeza.


—¿Quieres que vayamos a hablar a algún lugar?


Joshua asintió con la cabeza.


Por unos instantes, David creyó que Joshua lloraba y que su cuerpo temblaba levemente. De lo poco que se conocían, David no había esperado una reacción así por parte del pelirrojo, pues Joshua siempre mostraba una tranquilidad demasiado calculadora. De esta manera, David comprendió algo. Joshua era opacado por alguna tristeza oculta e inusual, por una melancolía que lo acompañaba en cada momento. Debía existir una razón muy peligrosa por la cual actuaba de esta manera.


Una vez Joshua se distanció, contempló a David y sonrió casi con decepción real.


—Anda, vayamos a otro sitio —David habló calmado.


Los dos muchachos ingresaron al auto, y David condujo fuera de la avenida Medalla. No hubo conversación alguna, sólo un silencio cargado de un extraño dolor y un malestar profundo que parecía excesivamente mortífero.


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