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Estamos empezando por tashigi94

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Notas del capitulo:

He vueltooooooo~ Después de una eternidad como siempre xD aunque esta vez tengo excusa, porque el cap es bastante más largo que los anteriores. ¡Espero que os guste!

Y muchas gracias a Lukkah y MoonSpiky por sus comentarios <3 

 

Just don't give up, I'm workin' it out
Please don't give in, I won't let you down
It messed me up, need a second to breath
Just keep coming around
What do you want from me?
Adam Lambert

 

Kid abrió la puerta del cuarto de baño, saliendo de él seguido por una nube de vapor. Un viejo pantalón deportivo que usaba como pijama era la única prenda que llevaba. Se dirigió al sofá, donde Wire estaba muy concentrado haciéndose la cera en las piernas.
— ¿Tienes que hacer eso ahí? - preguntó Kid, con una mueca de asco ante la visión de las piernas peludas de su amigo.
— Pues sí, porque ALGUIEN lleva una puta hora en el baño – replicó Wire — Y yo necesito estar suave para mi cita – añadió mientras se acariciaba el gemelo, comprobando que no quedase ni un solo vello.
— ¿Placer o negocios? - dijo el pelirrojo, mientras se sentaba a su lado, secándose el pelo con una pequeña toalla.
— Placer. He quedado con Shakky – respondió el moreno — Bueno, negocios – rectificó — Porque a lo mejor se une su marido... - explicó mientras se aplicaba una nueva capa de cera sobre la otra pierna.
— Dile que no se pase con las pastillitas azules – contestó Kid, dejando la toalla sobre sus hombros y estirando un brazo para coger el mando de la televisión — Y tú, ten cuidado con manchar el sofá, o Killer te castigará sin salir – bromeó.
— Me parece que el castigado vas a ser tú – replicó Wire, riendo entre dientes.
— ¿Yo? ¿Por qué? - preguntó el pelirrojo mientras cambiaba de canal.
Wire le hizo una señal con la cabeza, señalando hacia la cocina. Kid giró el cuello hacia aquella dirección y se percató de que en su interior estaban Killer y Heat, hablando en voz baja mientras el rubio cocinaba.
— ¡Eh, Heat! - exclamó, saludando alegremente a su amigo — Creía que este fin de semana lo pasabas con tu abuela...
Los otros interrumpieron su charla. Killer bajó el fuego y salió de la cocina seguido de Heat.
— Le pedí que viniese – explicó el rubio — Es una emergencia – añadió en voz baja, limpiándose una mancha de salsa de los dedos en el delantal de cuadros que llevaba puesto.
— ¿De qué hablas? - preguntó Kid, extrañado.
— Que comience el espectáculo... - murmuró para sí Wire.
Killer y Heat se miraron entre ellos, muy serios, dudando sobre quién debería empezar la conversación.
— Bueno, verás, Kid... - Killer comenzó — Hemos estado hablando sobre... - se aclaró la garganta — Bueno, sobre ti. Se qué últimamente has estado viendo a ese chico, ya sabes... Trafalgar.
El pelirrojo dio un respingo en el sofá.
— ¿Qué pasa con él? - preguntó, arrugando el entrecejo.
Killer y Heat volvieron a mirarse, sin saber cómo seguir, porque sabían que a su amigo no le iba a sentar nada bien lo que le iban a decir.
— Le he estado contando a Heat... – dijo el rubio — Y los dos estamos de acuerdo en que... - tomó aire — En que ese chico no te conviene.
— Estamos preocupados por ti – añadió el del cabello azulado, cruzándose de brazos.
Kid los miró a uno y a otro alternativamente, sin creerse lo que acababa de oír.
— ¡¿Qué?!
— Kid, nosotros no pretendemos decirte lo que debes hacer... - continuó Killer.
— Pues es justo lo que estáis haciendo - comentó Wire en voz baja, más para sí que para el grupo, mientras seguía concentrado en su depilación.
— No digo que Trafalgar sea mala persona, pero... - Killer chasqueó la lengua — Es un tío complicado. Nos preocupa que acabes, ya sabes... Desarrollando sentimientos por él y que luego te haga daño.
— Como ya pasó una vez – recordó Heat, asintiendo a las palabras del rubio.
Kid resopló, arrojando al suelo la toalla húmeda y echándose hacia atrás en el sofá.
— Yo es que flipo con vosotros – masculló mientras se pasaba las manos por el cabello húmedo.
— ¿Es que ya no te acuerdas de lo que pasó hace 5 años? - dijo Killer — ¡Trafalgar desapareció sin decirte ni una palabra de despedida!
— ¡Tenía sus motivos! - le interrumpió el pelirrojo.
— Lo sé, y lo entiendo – le aseguró el rubio, bajando el tono — Pero te dejó hecho polvo y me da miedo que te vuelvas a enamorar de él sin darte ni cuenta y que te rompa el corazón otra vez.
Kid frunció el ceño. ¿Él, con el corazón roto por ese chico tímido y raro? Por favor... Vale, es justo lo que sucedió, pero volvería a pasar. “Solo a los pringados les rompen el corazón.”
— ¡Deja de decir gilipolleces! - gritó, poniéndose de pie casi de un salto.
— Eh, no le hables así a Killer – intervino Heat — Simplemente estamos preocupados por ti – repitió.
— Yo no mucho, la verdad... - murmuró Wire, que había terminado de depilarse y se puso a pintarse las uñas de los pies.
Kid frunció el ceño a más no poder, sintiendo que todos estaban contra él.
— Pues no sé por qué os preocupáis tanto porque, para empezar, yo no siento absolutamente nada por Trafalgar – aseguró, cruzándose de brazos y alzando el mentón — Como mucho, me interesa para echar un polvo y nada más.
— Por favor - Killer rodó los ojos — Si tú los vieras... – dijo volviéndose hacia Heat — Cada vez que ve a Trafalgar, vuelve a casa con cara de gilipollas enamoradizo.
— Va babeando por donde ese tío pisa – añadió Wire.
— Pero, ¡¿Tú de que lado estás?! - protestó Kid, volviéndose hacia el moreno, que chasqueó la lengua y devolvió la atención a su pedicura.
Heat dio un paso adelante, alzando las manos con aire conciliador.
— Kid, solo queremos advertirte...
— ¡Soy lo suficientemente mayor como para saber lo que hago! - le interrumpió el pelirrojo — ¡¿Qué pasa, creéis que no puedo cuidarme yo solo?! - exclamó, hecho una furia.
Sus amigos se miraron entre ellos una vez más.
— No – respondieron al unísono.
Kid se puso rojo de rabia, soltó el aire por la nariz como un toro y se fue indignado hacia su habitación.
— ¡Eh! ¡No te vayas, que estamos hablando! - Killer le siguió, pero el pelirrojo se tapó las orejas para no escucharle y le cerró la puerta en las narices — ¡Kid! ¡Sal de ahí ahora mismo! - protestó el rubio, golpeando la puerta con el puño.
El pelirrojo gritó unas cuantas palabrotas, quejándose de que no le entendían, y puso música rock con la que ahogó sus palabras.
— Déjalo – dijo Heat, poniendo una mano sobre el hombro de Killer — Ya se le pasará el enfado.
— ¡Kid! - insistió el rubio, hablando a la puerta — ¡Por lo menos sal a cenar con nosotros!
El pelirrojo respondió subiendo el volumen de la música. Killer se pasó una mano por la cara.
— Qué carácter... Es incorregible – se quejó, suspirando, a lo que Heat asintió.
— Así que esto es lo que se siente al tener padres... - murmuró Wire, riendo sin ganas.
— Tú podrías habernos ayudado un poco – le recriminó Killer, poniendo los brazos en jarra — ¡Y quita los pies de la mesa! - añadió, lanzándole una chancla.

 

*

 

“Vamos, es fácil” pensaba Law mientras conducía “Solo tienes que acompañar a Penguin, solo eso... Es fácil, es fácil” se repetía a sí mismo. Sin embargo, el nudo de nervios que le apretaba el estómago le decía que no era en absoluto una tarea sencilla.
— ...¿Qué opinas? - le preguntó Penguin, sentado en el asiento del copiloto.
— ¿Eh? - Law iba distraído. Su amigo no había parado de parlotear durante todo el trayecto, como de costumbre, y el moreno había dejado de escucharle.
— Que si le digo de ir a por un café o algo así – repitió el castaño — O directamente le pregunto si quiere echar un polvo...
Law agradeció que Penguin fuese mirando por la ventana en lugar de en su dirección, así no se dio cuenta de cómo se tensaban los músculos de su cara.
— Yo qué sé – masculló.
— Deberías saberlo. Lo conoces mucho mejor que yo. Después de todo, es tu ex...
— ¡Deja de decir eso! - le interrumpió Law.
— ¿Por qué te enfadas? - preguntó el castaño.
— ¡No estoy enfadado! - contestó, frunciendo el ceño.
— Ya... Oye, se sincero conmigo – dijo Penguin — ¿De verdad no te molesta que intente ligar con tu ex? Porque, si te molesta, yo... - se calló de golpe cuando Law aparcó, frenando con brusquedad.
— Ya hemos llegado – dijo Law secamente, bajándose del coche — Venga, que no puedo estar aquí todo el día – añadió antes de cerrar dando un portazo.
Penguin resopló. Adoraba a Trafalgar, pero era más raro que un perro verde y era difícil entenderle.
Entraron en el taller. Su plan era muy simple: Law fingiría tener algún problema con su coche, pediría que le atendiera Eustass y Penguin aprovecharía para hablar con él.
Esperaron junto al mostrador de la entrada mientras echaban un vistazo en el lugar, Penguin como un niño en una tienda de caramelos ante tantos hombres fornidos y Law sumando los números de las matrículas de los vehículos para distraerse de sus pensamientos. Sin darse cuenta, sus ojos lo fueron llevando hacia Eustass, que estaba al fondo, trabajando en un coche junto a un compañero. El pelirrojo se fijó en su presencia, sonrió, y Law ya no pudo apartar la mirada.

 

— No me gusta – dijo Kid, pasándole una caja de herramientas a Killer.
— Pues no has dejado de mirarle desde que entró – replicó el rubio, saliendo de debajo de un coche para coger las herramientas que necesitaba.
— Bueno, sí, puede que me guste – admitió el pelirrojo — Pero no de la manera en que tú crees... Además, no sé por qué te preocupas por mí, si soy yo quien tiene la sartén por el mango. ¡Me lo puedo ligar cuando quiera! - fanfarroneó, cruzándose de brazos.
— Ya... Lo que tú digas – Killer sabía que a veces era mejor dar la razón a su amigo o acabarían en una discusión eterna — Ponte a hacer algo, anda, que el jefe te va a echar la bronca si te ve ahí parado.
— ¿Sabes qué voy a hacer? Voy a hablar con él – anunció Kid, respirando hondo — Me lo voy a ligar y lo voy a convencer para que me caliente la cama esta noche. Así mato dos pájaros de un tiro: echo un polvo y os demuestro a todos que no siento nada especial por él – se arremangó, preparándose para pasar a la acción — Mírame, ¿eh? Verás como no pongo esa cara de imbécil que tú dices...
Killer suspiró mientras veía a su amigo marchar hacia la boca del lobo; un lobo de ojos grises que, con toda probabilidad, le partiría el corazón otra vez. Negó para sí con la cabeza. Estaba seguro de que eso no iba a acabar bien... Adoraba a Eustass, pero tenía la inteligencia emocional de una patata y cero visión de futuro. Además, en su opinión, Trafalgar ni siquiera era para tanto... Sí, era guapo, eso no podía negarlo nadie, pero tan frío y serio... Definitivamente, no era su tipo. “Aunque ese chico que le acompaña es muy mono” pensó mientras volvía a meterse bajo el coche.

 

Law se cruzó de brazos, mirando al suelo como si fuese lo más interesante del mundo.
— ¡Law! ¡Law! - Penguin le tiró de la camiseta mientras le llamaba para atraer su atención.
— Sí, ya sé que Eustass viene hacia aquí – dijo el moreno en voz baja.
— Ya, pero no es eso... Es que... ¡Es que...! - estaba tan emocionado que no podía ni hablar. Empezó a dar saltitos, sin dejar de tirar de la manga de Law.
— ¿Qué demonios te pasa ahora? - sujetó a su amigo por los hombros para que estuviera quieto porque le estaba poniendo nervioso con tanto movimiento.
Penguin tragó saliva y puso las manos cerca de su boca, como si le estuviera contando un secreto.
— Vine buscando cobre y encontré oro – susurró, sonriendo de oreja a oreja ante un confundido Law — ¡Voy a hablar con él! - anunció con determinación.
El castaño se fue, dejando a Law confundido, especialmente cuando su camino se cruzó con el de Eustass y ni le miró.
— Hey – saludó Kid al llegar hasta él.
— Hola – respondió el médico secamente.
El pelirrojo se acercó bastante a él y apoyó una mano contra la pared junto a la que estaba Law.
— ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este? - bromeó Kid.
Law alzó una ceja, sin reírse, y Kid se dio cuenta de que estaba en modo “gilipollas enamoradizo” como le decían sus amigos.
— Quiero decir... - el pelirrojo se aclaró la garganta — ¿Qué necesitas? - preguntó, cruzándose de brazos.
— Nada – contestó Law.
— ¿Cómo que “nada”? - repitió el mecánico, extrañado — ¿Para qué has venido, entonces?
El moreno dudó. Penguin se había esfumado, así que no tenía mucho sentido seguir con el plan de inventarse una avería falsa; al fin y al cabo, ya no tenía motivos para permanecer ahí. No obstante, iba a parecer estúpido si iba a un taller para nada.
— Mi coche hacía un ruido raro – mintió — Pero, al llegar aquí, me di cuenta de que tenía una bolsa enganchada a la rueda y creo que sería eso – improvisó, satisfecho por haber encontrado una excusa convincente.
— Ah... ¿Seguro que no necesitas que le meta mano? - preguntó Kid, mordiéndose la lengua al darse cuenta de que sus palabras sonaban un poco mal — Al coche – añadió rápidamente, por si no había quedado claro.
“¿Por qué no puedo dejar de decir tonterías cuando está cerca? A ver si los chicos van a tener razón...” pensó.
— No, supongo que no – respondió Law.
Se miraron en silencio durante unos segundos, sin saber cómo terminar la conversación.
— Entonces, ¿te vas ya? - preguntó Kid, intentando no sonar decepcionado.
— Sí, debería irme... Tengo que ir al supermercado... – contestó el moreno, aunque no movió ni un pelo.
— Mmm, yo también tengo que pasarme después... - replicó Kid, rascándose la nuca.
A Law se le desvió la vista hacia los músculos del brazo del pelirrojo y pensó que tenía que irse cuanto antes, por muchas razones, aunque sus pies no querían moverse.
— Supongo que tendrás trabajo que hacer – dijo el médico, pensando que sería más fácil si el otro se iba primero.
— Sí, debería echar una mano a mi amigo... - contestó el pelirrojo, girando la cabeza para mirar hacia su compañero.
Law siguió su mirada, sorprendiéndose al encontrar a Penguin junto al rubio mecánico.

 

Cuando Killer salió de debajo del vehículo en el que estaba trabajando, lo primero que vio fue la cara de aquel chico tan mono.
— Hola – saludó Penguin, mirándole justo desde arriba.
— Hola... - repitió Killer — Eh... ¿Puedo ayudarte en algo? - preguntó sin saber muy bien cómo proceder, ya que no solía atender personalmente a los clientes.
— Eres el chico más guapo que he visto en mi vida – soltó el castaño, sin dejar de mirarle.
No mentía. Le encantaban sus ojos azules, sus labios carnosos, su brillante melena... Por no mencionar su cuerpo, tan fuerte y bien proporcionado... Parecía salido de un episodio de Vikings.
— Oh, gracias - consiguió murmurar Killer tras unos segundos. Siempre le había costado mucho encajar los piropos.
— De nada – respondió Penguin con una amplia sonrisa — ¿Puedo hacerte una pregunta? - añadió, mordiéndose el labio inferior.
— Claro, dime – se incorporó, sacudiéndose el polvo de los pantalones.
Esperaba que le preguntase algo relativo al trabajo, pero ese chico tan mono iba a hacerle sonrojar otra vez.
— Mi homo-radar me dice que eres gay, ¿cierto? - preguntó el castaño, sin una pizca de vergüenza.
— Eh, esto... - Killer se volvió a quedar sin palabras durante unos segundos — Bueno, soy bisexual – contestó en voz baja, puesto que, aunque no ocultaba su sexualidad, era muy discreto con su vida íntima.
— Mmm, me sirve – murmuró Penguin — ¿Estás soltero? - preguntó, a lo que el mecánico asintió tímidamente — Bien, eso facilita las cosas – añadió, frotándose el mentón como si estuviera pensando en voz alta — Dime ¿te gustaría salir algún día conmigo?
— ¿Me estás pidiendo... Una cita? - Killer tragó saliva.
El castaño asintió con entusiasmo.
— Bueno... - Killer esbozó una pequeña sonrisa — Termino mi turno en un rato. Podríamos ir a por un café... Aunque primero creo que deberías decirme tu nombre.

 

Entretanto, Kid y Law los habían estado observando desde lejos. No podían oír lo que se decían, pero sus miraditas, sonrisas y sonrojos dejaban bastante claro que esos dos se iban a llevar muy bien.
Kid pensaba en la suerte que tenía el cabrón de su amigo por ser tan guapo. Cuando salían juntos de fiesta, Killer solo tenía que pestañear un par de veces y ya tenía a cuatro modelos alrededor, mientras que de las pocas personas que se acercaban a Kid, la mitad lo hacían para decirle “¿Me presentas a tu amigo?”. Ligaba muy fácilmente, a pesar de ser tan reservado. “Y yo aquí parado, sin tener ni idea de qué hacer con Trafalgar...”.
Law suspiró; después de lo pesado que había sido Penguin hablándole de Eustass, ¡ahora se iba con otro! Todo lo que le había hecho pensar y preocuparse, para nada... Además, ¿Cómo lo hacía tan fácil? Veía a un tío, en medio segundo decidía si le atraía y se acercaba a hablar con él sin darle más vueltas, mientras que Law lo analizaba todo mil veces y tenía que pensar un plan hasta para preguntarle la hora a alguien. A veces se frustraba consigo mismo por ser así. Se suponía que Eustass era su amigo, “¿Somos amigos?”, debería ser capaz de pasar un rato con él sin comerse la cabeza...
— Estaba pensando que... - dijo Law, atrayendo la atención del pelirrojo — Si tú también tienes que hacer la compra, y no sales muy tarde del trabajo, podríamos ir juntos...

 

*

 

Las ruedas del carrito que Kid empujaba chirriaban sobre las baldosas del supermercado. Law iba un par de metros por delante, con la lista de la compra en la mano y deteniéndose cada pocos pasos para analizar las ofertas. Había querido coger un carrito, pero el pelirrojo había insistido en que era una tontería ya que con uno tendrían suficiente para los dos.
— ¿Y tu lista? - preguntó el moreno mirando sobre su hombro, al darse cuenta de era el único que llevaba una.
— ¿Qué lista? - contestó Kid despreocupadamente.
Trafalgar se detuvo en seco, provocando que el carrito casi chocase con él.
— ¿No llevas lista de la compra? - preguntó, con los ojos como platos. Era algo impensable para él — ¿Y si se te olvida algo? Imagina que te toca cenar carne y se te olvida comprarla... - se estremeció ante la perspectiva de tener que modificar el menú semanal por un imprevisto así.
— Pues pido una pizza – respondió Kid, encogiéndose de hombros.
— Pero, ¿y si se te olvida algo imprescindible? - insistió el moreno.
— Solo tengo que acordarme de dos cosas, las únicas que nunca pueden faltar en nuestro piso: cervezas y toallitas para desmaquillarse – respondió Eustass, metiendo en el carro el pack de cervezas más grande que había — Mientras tengamos eso, podemos sobrevivir – añadió con una carcajada.
Law rodó los ojos, posando sin querer la vista en el carrito de la compra. Habían dividido el espacio en dos mitades, una para Eustass y otra para él, compuesta casi en su totalidad por productos de limpieza. “Esta sería nuestra compra si viviéramos juntos” pensó, apartando rápidamente la vista al sentir un extraño cosquilleo en el vientre.
Siguieron con su ruta por los pasillos del supermercado. Eustass iba echando lo que se le antojaba, mientras que Trafalgar se detenía para leer la información nutricional de todo lo que tocaba. Llevaba cinco minutos dudando entre dos cajas de cereales, unos hechos con avena y otros con arroz integral.
— ¿Qué pasa? ¿No te decides? - preguntó Kid, alzando los brazos para coger una caja de cereales de chocolate — Estos están buenos – le recomendó, señalando el robot de colores dibujado en la caja.
Law le dio la vuelta a la caja, apuntando a la lista de ingredientes.
— ¿Eres consciente del porcentaje de azúcar que lleva esto? - preguntó, arqueando una ceja.
— Están buenos – repitió el pelirrojo, quitándole la caja de las manos — Y, encima, son baratos — añadió, echándola al carrito.
— Estos son mucho más saludables – dijo Law, señalando con la mano hacia el estante que había estado mirando.
— Parece comida para pájaros – replicó Kid, poniendo una mueca de asco y preguntándose qué demonios era la quinoa.
Trafalgar se cruzó de brazos.
— Al menos, no te provocarán diabetes en unos años – dijo con retintín.
— Eso es problema de mi “yo” del futuro, señor doctor – replicó el pelirrojo, imitando su postura.
— ¿Cómo puedes ser tan despreocupado?
— Y tú, ¿cómo puedes preocuparte tanto por todo?
— ¡Hay que pensar bien antes de tomar una decisión importante! - exclamó Law, encarándole.
— ¡Solo es una puta caja de cereales! - replicó Kid, elevando el tono también.
Se quedaron mirándose, ambos con el ceño fruncido, casi echando chispas.
Una pareja de ancianos pasó por su lado.
— Qué monos, ¿eh? - dijo la mujer, dedicando una cálida sonrisa a su esposo.
— Me recuerdan a nuestras peleas de recién casados – contestó el marido.
Law y Kid se apartaron rápidamente, sonrojados hasta las orejas, y siguieron con sus compras sin volver a discutir y sin atreverse ni a mirarse.

 

Un rato después, el coche de Law se detuvo frente al bloque de apartamentos de Kid.
— ¿Por qué no subes? Te invito a una cerveza – ofreció el pelirrojo — Así te pago todas las veces que me has traído a casa – añadió.
El moreno dudó durante unos segundos, con su cerebro echando humo al imaginar todas las cosas que podrían pasar si accedía a aquella invitación.
— No debería tomar alcohol – respondió, señalando con la barbilla el volante del coche.
— Pues te tomas una Coca-cola – replicó Kid, encogiéndose de hombros.
Sonrió y Law no fue capaz de negarse.

 

*

 

Fafafa – Killer se tapó la boca al notar que su peculiar risa sonaba demasiado alto y ahogó sus carcajadas en el vaso de cerveza que estaba tomando.
Esperaba que Penguin no se hubiese fijado... Era su mayor complejo, por lo que siempre evitaba reír en público, pero se sentía tan cómodo con ese chico que había bajado la guardia.
— Nunca he oído una risa como la tuya – dijo Penguin, que sí que se había fijado.
— Es muy rara, lo sé – contestó el mecánico, avergonzado, desviando la vista hacia el líquido dorado que tenía frente a él.
— ¡Me encanta! - replicó el castaño, mirándole fascinado.
Killer no recordaba la última vez que se había sentido tan bien junto a alguien que acababa de conocer. Llevaban horas en un bar, donde los cafés acabaron evolucionando en cervezas. Habían pasado el tiempo hablando de multitud de temas y, aunque no tenían mucho en común, era divertido buscar un punto intermedio entre sus gustos e ideas. La conversación fluía con naturalidad, en parte porque Penguin hablaba por los codos, pero también porque le hacía sentirse lo suficientemente cómodo como para dejar a un lado su timidez. Killer se sentía muy afortunado por haber conocido a alguien así. Era amable, divertido, sencillo y natural, y le parecía muy adorable con esa carita de niño bueno y esa sonrisa que transmitía dulzura e inocencia.
— Oye, si te apetece... - Penguin se mordió el labio inferior de esa forma que estaba empezando a volverle loco — He pensado que podríamos ir a mi casa. Está cerca.
— ¿Para tomar la última copa? - preguntó, dando otro trago a su bebida.
— No, para echar un polvo – respondió el castaño, sin dejar de sonreír.
Killer casi se atragantó con la cerveza.

 

*

 

Al final, tuvieron que cambiar de planes. Kid había olvidado las llaves de su casa y sus compañeros no estaban, así que optaron por dejar las bolsas de la compra en el coche y beberse un par de latas de refresco en un parque que había cerca. Estaba anocheciendo, de modo que buscaron un banco que estuviera bien iluminado, algo difícil porque la mayoría de farolas del parque estaban destrozadas. Era un barrio humilde y con mala fama; Law siempre evitaba pasar por esa zona, convencido de que algún drogadicto intentaría robarle la cartera, pero sabía que estaría seguro con Kid.
— Me pregunto cuándo volverá Killer – murmuró el pelirrojo echando la cabeza hacia atrás en el banco, donde estaba sentado con las piernas abiertas como si todo el espacio fuese suyo.
— Si está con Penguin, probablemente no vuelva hasta mañana – dijo Law, sentado en el otro extremo con las piernas cruzadas.
— Mmm, no creo... Killer no es de los que follan en la primera cita.
— Pero Penguin, sí.
Kid rió entre dientes mientras se preguntaba qué hacer con Law. Si hubiesen ido a su casa sería más fácil intentar algo, pero ahí en mitad de un parque... Si fuese otra persona le propondría un polvo rápido detrás de los arbustos, o por lo menos que se sentase en su regazo para una buena sesión de besos como si fuesen dos adolescentes cachondos, pero dudaba que Trafalgar aceptase algo así... Probablemente le mandaría a la mierda. Además, para su sorpresa, se encontraba muy a gusto con él y no quería estropear el momento.
Era extraño. Normalmente, cuando quedaba con alguien solo pensaba en qué postura lo iban a hacer, y las típicas conversaciones tontas antes del sexo le parecían un trámite aburrido, como esperar en la cola antes de subirte a la montaña rusa. Sin embargo, con Law... Podría pasarse la noche entera hablando con él, o simplemente ahí sentado a su lado, y estaría feliz.
— Y tú, ¿qué haces en la primera cita? - preguntó el pelirrojo mientras daba un trago a su Coca-cola.
Law se quedó petrificado y Kid se mordió la lengua una vez más, consciente de que acababa de soltar otra estupidez.
— Quiero decir... - se corrigió — Que... Bueno, no contestes si no quieres, pero quería decir en general, no ahora, porque esto no es una cita – hablaba de forma atropellada — Esto no es una cita – repitió más lentamente, con algo de dudas.
Miró a Law, como esperando una confirmación. El moreno le observó en silencio durante unos segundos que le parecieron eternos y finalmente sacudió la cabeza.
— No, no lo es – respondió, desviando la vista hacia la Coca-cola que sostenía con ambas manos en su regazo.
— Si fuese una cita, sería la peor de la historia – bromeó Kid, tratando de quitarle tensión al asunto — ¿Te imaginas? Quedamos para ir al supermercado y luego a sentarnos en un banco en el parque más cutre de la ciudad...
— Sí, sería una cita horrible – contestó Law con una pequeña carcajada, lo que hizo al mecánico relajarse — Si tuviéramos una cita de verdad, ¿qué crees que haríamos? – añadió.
Se descubrió a sí mismo imaginando cómo sería tener una cita con Eustass. Sus pocas experiencias en el tema habían sido un desastre, así que le costaba imaginar una cita donde todo saliera bien.
— Supongo que lo típico: ir al cine, a cenar... – contestó Kid antes de dar un trago a su refresco.
— ¿A un sitio caro? - preguntó Law con una pequeña sonrisa, incapaz de imaginarse al pelirrojo vestido de forma elegante.
— Carísimo – respondió Kid, fingiendo ponerse muy serio — Un sitio de esos con música de jazz, y muchas velas, y servilletas...
Law asintió, mordiéndose el labio para reprimir una carcajada.
— Y luego, ¿qué haríamos? - preguntó el moreno — ¿Dar un paseo por la playa?
— Bajo la luz de la Luna – respondió Kid, exagerando un suspiro.
— Agarrados de la mano, supongo.
— Por supuesto... Y acabaríamos declarándonos amor eterno bajo las estrellas, y...
Kid no acabó la frase porque ambos estallaron en risas ante tales cursiladas. Sus carcajadas se oían a todo volumen en el solitario parque.
— Si tú y yo tuviéramos una cita... - dijo Kid, secándose una lágrima que se le había escapado por la risa — Seguramente se parecería más a esto – hizo un gesto con el brazo para abarcar el deprimente espacio que les rodeaba.
La risa de Trafalgar se fue apagando hasta que volvió a adoptar un semblante serio.
— Entonces, ¿esto es una cita? - preguntó en voz baja.
Eustass dio un respingo en el banco.
— ¡¿Qué?! ¡No! ¡No, no, no, no! – repitió negando con la cabeza y las manos al mismo tiempo — Esto no... Porque... Esto... – hizo un esfuerzo por que no se le trabase la lengua — Uh, bueno, solo somos dos amigos pasando un buen rato. Si fuese una cita... Sería diferente.
Trafalgar sonrió de lado. Le parecía muy divertida la facilidad con la que podía poner nervioso a Eustass.
— ¿Qué sería diferente? - preguntó, cambiando la postura para sentarse de lado, acercándose un poco al pelirrojo.
— Pues... Bueno... En fin... - Kid se mordió el labio, pensando qué decir — Si esto fuese una cita... Te besaría.
Esta vez le tocó al moreno dar un respingo, aunque era mucho mejor ocultando sus emociones que el pelirrojo, así que no cambió su expresión.
— Así que... - Law puso un codo en el respaldo del banco, apoyando la sien contra su mano — Estamos a un beso de convertir esto en una cita.
Kid tragó saliva, preguntándose si Trafalgar le estaba mandando señales o si simplemente él se estaba imaginando cosas.
— Supongo que sí – contestó, sentándose de lado también — Pero solo somos amigos, así que eso no va a pasar, ¿no?
— No, claro... - respondió el moreno desviando la mirada un segundo hacia los labios de Kid — Los amigos no se besan – añadió en voz baja.
El pelirrojo pensó que besar a Trafalgar estaría bien. Muy bien. Demasiado bien. Tanto, que un solo beso no sería suficiente.
— Los amigos ni siquiera piensan en besarse – dijo con una pequeña carcajada, intentando suavizar la tensión del ambiente.
— Tú no piensas en besarme, ¿verdad? - preguntó Law, mirándole fijamente.
Kid tuvo que hacer un esfuerzo por desviar la vista de su boca, pero cuando se vio reflejado en las pupilas de Law tuvo la impresión de que esos ojos plateados podían leerle la mente, así que bajó la mirada otra vez.
— ¿Yo? No, ni se me pasa por la cabeza – contestó, hipnotizado por la forma en que Law se humedecía el labio inferior — ¿Y tú? - preguntó en voz baja, inclinándose un poco hacia delante.
— Yo... - murmuró Law, dejando la frase en el aire.
Las palabras quedaron olvidadas al darse cuenta de que Eustass se estaba acercando, de que él mismo lo estaba haciendo también. Podría tocarle solo con mover un poco el brazo. Su cara estaba apenas a unos palmos de distancia. Podría...
— ¡¡¡AAAAAHHH!!!
Ambos se sobresaltaron al escuchar el grito, separándose rápidamente.
Chopper salió chillando del arbusto tras el que estaba escondido y donde le había parecido ver una rata. Se llevó una mano al corazón, que le palpitaba con fuerza por el susto, mientras recuperaba el aliento. Volvió la cabeza y el miedo que pasó por ese maldito roedor no fue nada comparado al que sintió al descubrir que le habían pillado y que ese pelirrojo le miraba con ganas de aplastarlo como a un insecto. Probablemente podría hacerlo, teniendo en cuenta el grosor de sus bíceps.
— ¡Lo siento! ¡Lo siento! - repitió una y otra vez, con la cabeza gacha y las manos juntas en señal de súplica.
— ¡¿Tú otra vez?! - Kid se levantó del banco y se dirigió al más joven con los puños en alto — ¡¿Se puede saber qué coño estabas haciendo ahí?! - exclamó, provocando que el castaño se asustase aún más — ¡Deja de seguir a Law, imbécil!
— ¡Lo siento! - repitió una vez más Chopper, al borde del llanto.
— Cálmate, Eustass – Trafalgar se adelantó, poniendo una mano ante el pelirrojo para que no intimidase más al menor — Pero, Chopper, él tiene razón – dijo volviéndose hacia el castaño — No puedes seguirme a estas horas y menos en un barrio como este – le advirtió.
— Lo sé, pero... - el castaño hablaba en voz baja, arrepentido de haber llegado tan lejos — Te vi en el supermercado y quise acercarme a hablar contigo, pero me dio miedo porque ibas con él... – miró de reojo al mecánico, temiendo que en cualquier momento le saltase a la yugular — Y a lo mejor se enfadaba, así que os seguí con mi bici... La dejé en la entrada del parque para no llamar la atención y me escondí aquí a esperar a que estuvieras solo... – se sorbió la nariz — Solo quería hablar contigo... Lo siento, no pretendía estropear tu cita – añadió tímidamente.
Kid y Law dieron un brinco.
— ¡Esto no es una cita! - exclamaron al unísono.
— Pero parecía que estabais a punto de...
— Escúchame – Law se apresuró a interrumpirle antes de que terminase la frase — Tienes que dejar de seguirme. Te lo he dicho muchas veces: lo único que te puedo ofrecer es mi amistad – dijo intentando no sonar muy brusco — Ni siquiera entiendo qué es lo que te atrae tanto de mí – añadió, rascándose la cabeza.
Kid aprovechó que Law no le estaba mirando para sonreír de oreja a oreja. “Jódete, mocoso ¡No le gustas!” pensó.
— Es que... - murmuró Chopper, cabizbajo — Me gustan los chicos malos...
— Lo único que yo tengo de “chico malo” es un montón de tatuajes – replicó el moreno, rodando los ojos — Sé que te parezco guay y misterioso, pero en el fondo solo soy un chico introvertido, incluso tímido y sensible, que se comporta de forma fría por culpa de un pasado oscuro. ¿Qué tiene eso de atractivo?
Chopper le miraba con los ojos brillantes, suspirando con una ridícula sonrisa. Law no comprendía nada. Se volvió para mirar a Kid...
...Que tenía exactamente la misma expresión.
Eustass se recompuso al darse cuenta de que Trafalgar le miraba. Sacudió la cabeza, saliendo de su ensoñación, y se volvió hacia el más joven, cruzándose de brazos para aguantarse las ganas de agarrarlo por el cuello de la camiseta.
— A ver, chaval, te lo voy a explicar bien claro – dijo alzando el mentón y empleando su tono de voz más macarra — Trafalgar no quiere salir con un crío llorón como tú, así que pírate y búscate a otro al que acosar – señaló con el pulgar hacia fuera del parque — O, mejor aún, deja de perseguir a la gente porque no es romántico, es de pirados, y los pirados que no saben aceptar un “No” me tocan mucho las pelotas, ¡¿ENTENDIDO?!
Chopper asintió, con los ojos llorosos.
— Bueno... - Law suspiró, incómodo porque no quería hacer daño al más joven — Yo habría usado otras palabras, pero... Sí – se frotó la nuca — Es tarde, así que lo mejor será que te lleve a casa, ¿de acuerdo?
El castaño negó con la cabeza.
— No quiero molestarte más – contestó con tristeza — Me iré en bicicleta.
— Puede ser peligroso – replicó Law, a quien le parecía poco prudente que un chico tan joven e ingenuo andase por esa zona de noche.
— Gracias por preocuparte por mí, pero no me pasará nada – dijo Chopper, forzando una sonrisa — Ya nos veremos por la facultad.
Law asintió, satisfecho de que se hubiera tomado bien el rechazo. Kid estaba refunfuñando, cruzado de brazos, deseando que ese mocoso se esfumase.
Chopper se fue, pero a mitad de camino se dio la vuelta, sin dejar de caminar lentamente hacia atrás.
— ¡Perdón por haber estropeado vuestra cita! - exclamó antes de desaparecer de su vista.
— ¡Que no es una cita! - gritó Kid, algo sonrojado, antes de volver al banco y dejarse caer en él — Bueno, ¿de qué estábamos hablando? - preguntó, con la esperanza de retomar las cosas donde lo habían dejado.
Law no contestó. Seguía de pie, sin hacer ni siquiera el ademán de moverse.
— ¿Trafalgar? ¿Pasa algo? - dijo el pelirrojo, preocupado, preguntándose si habría dicho otra tontería sin darse cuenta.
— Tengo que irme – murmuró con la mirada perdida, como si estuviera pensando en voz alta en lugar de hablar con él.
Trafalgar echó a andar sin dedicarle ni una palabra más. Kid se levantó de un salto y corrió un poco para ponerse a su altura.
— ¿Cómo que “te vas”? - preguntó cuando estuvo a su lado.
— Es tarde y mañana tengo clase – contestó el moreno, sin dejar de mirar el camino que pisaba.
Kid no sabía qué decir. Law estaba muy distante; le parecía que estaba a mil kilómetros a pesar de que lo tenía al lado.
Llegaron hasta el coche. Law abrió el maletero para sacar las bolsas de la compra del pelirrojo.
— ¿Quieres que quedemos otro día? - se atrevió a preguntar Kid — Para otra no-cita – bromeó, con la esperanza de obtener alguna reacción positiva.
Trafalgar tenía aún el maletero abierto, con las manos sujetando la puerta hacia arriba y la cabeza escondida entre los brazos. Se quedó así, inmóvil, durante varios segundos.
— Estoy muy ocupado esta semana – contestó finalmente, cerrando la puerta.
— ¿Y la siguiente? - insistió el pelirrojo.
Law se dirigió hacia el lado del conductor.
— Quizá – contestó secamente mientras se sentaba en el vehículo.
Se despidió con un gesto de la mano, tan breve y frío como sus palabras, y su coche se perdió en la carretera, dejando a Kid pasmado y preguntándose qué había dicho o hecho para que cambiase tan drásticamente su actitud. Resopló al no encontrar el motivo y le dio una patada a una piedra, frustrado.
— Hola – Killer acababa de llegar.
— Hey – gruñó Kid, haciendo gala de su malhumor, mientras se metía las manos en los bolsillos.
— ¿Qué tal con Trafalgar? - preguntó el rubio.
— Meh – el pelirrojo frunció el ceño, indicando que prefería no hablar del tema — Y tú ¿qué? ¿Te has tirado al canijo? - preguntó, sin andarse por las ramas.
— Se llama Penguin – contestó Killer — Y no. Él quería, pero me pareció muy precipitado, así que fuimos al cine y luego a dar un paseo por la playa – explicó, esbozando una pequeña sonrisa al recordarlo.
— Pff, pero qué pringado eres – Kid soltó una carcajada seca.
— Pues, a juzgar por tu cara, mi cita ha ido mucho mejor que la tuya – replicó el rubio.
— Lo mío no era una cita – masculló el pelirrojo.
Killer se encogió de hombros y dio por zanjado el tema. Cada uno cogió una bolsa de la compra y entraron en el bloque, subiendo las escaleras en fila, con Killer delante y Kid refunfuñando detrás.
— Tenías razón – dijo el pelirrojo, a regañadientes, cuando llegaron a su planta.
— ¿En qué? - preguntó Killer mientras se sacaba del bolsillo las llaves de casa.
— Trafalgar es un tío muy complicado – murmuró Kid.

 

*

 

Chopper pedaleaba despacio en su bicicleta por las calles solitarias y mal iluminadas de aquel barrio. La verdad es que le daba miedo ir él solo por un sitio así; cada sombra le hacía imaginarse a una banda de delincuentes acechando para atracarle. Incluso tuvo la tentación de llamar a Law para que le acompañase, pero descartó la idea al instante. Le había dicho que no le molestaría más y así sería.

Trafalgar siempre le había gustado: era guapo, inteligente y, aunque al principio podía parecer alguien muy borde y engreído, cuando le conocías te dabas cuenta de que era una buena persona. Era perfecto, ¡parecía el protagonista de un fanfiction! En las historias que leía, los chicos así siempre terminaban con el chico dulce e inocente de la clase, pero estaba claro que la vida real era diferente.
La bronca que le había echado ese pelirrojo con tan mal carácter le había hecho reflexionar. Sus “trucos” para conquistar a Law (la mayoría copiados de alguna novela o película romántica) habían sido un desastre y, si no quería acabar perdiendo su amistad, lo mejor era olvidarse de tener algo más con él.
Su abuela se alegraría de oír eso. Ella siempre le decía que solo era un capricho pasajero, que se dejase de tonterías y se pusiera a estudiar.
Iba tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta de que se acercaba a una acera demasiado alta. Su rueda delantera chocó contra el bordillo y él no pudo reaccionar a tiempo, por lo que salió despedido y se estampó contra el suelo.
Gimoteó, llevándose una mano al casco que cubría su cabeza y que le había protegido del impacto. Sus únicas heridas eran unos raspones en las rodillas y en una mano que apoyó en el suelo, así que el balance de daños no era preocupante.
— ¡Eh, tú!
Chopper se sobresaltó al oír una voz grave acompañada de pasos que se aproximaban a él desde atrás. Giró la cabeza y ahogó un grito al ver al tipo que tenía al lado.
Era alto, tan alto que tenía estirar el cuello para mirarle. Tenía el pelo muy largo y enmarañado, los brazos tatuados, los ojos hundidos, un cigarrillo entre los labios y un rostro serio con los rasgos marcados por las sombras que proyectaban las farolas.
— Tu cartera – dijo secamente mientras se encendía el cigarrillo.
Chopper retrocedió, aún sentado en el suelo, temblando como un flan.
— ¿No me has oído, chico? - dejó escapar una carcajada ronca — Tu cartera – repitió mientras exhalaba el humo.
Chopper tragó saliva. En las historias de amor que leía, este sería el momento en el que aparecería su príncipe azul para salvarle…Pero él no era el personaje de un fanfiction y nadie iba a acudir en su ayuda, así que se puso en pie de un salto y le dio una patada en las pelotas con todas sus fuerzas.
El otro no esperaba para nada una reacción así y no pudo hacer nada por esquivarlo. Cayó al suelo, agarrándose la entrepierna y gritando de dolor, aunque más gritaba Chopper, que recuperó su bicicleta y se alejó pedaleando a toda velocidad.
— ¡Pero, chico...! - Heat le llamó con un hilo de voz — ¡Que se te ha caído la cartera...! - exclamó desde el suelo, pero el castaño estaba ya demasiado lejos para oírle.

 

*

 

El despertador de Law sonó, indicando que era hora de levantarse. Suspiró y lo apagó, sentándose sobre la cama que ni se había molestado en deshacer. No había dormido nada. Había pasado la noche dando vueltas por la casa como un fantasma, pensando, pensando y pensando. En todos sus pensamientos aparecía Eustass Kid, y todos acababan con la misma conclusión:

“Tengo que alejarme de él”.

Hundió la cara entre las manos, abatido, dando un profundo suspiro.
Law no tenía mucha experiencia en asuntos amorosos, pero tampoco era tonto y sabía perfectamente lo que habría pasado en el parque si Chopper no los hubiera interrumpido.
Eustass iba a besarle.
Y él lo iba a permitir.
Había deseado ese beso, lo había provocado, no pensó en las consecuencias y, hasta que Chopper no se marchó, no fue consciente del grave error que eso supondría, puesto que iba en contra de uno de sus principales propósitos:
Nada de relaciones románticas.
Law no quería saber nada de romance. No, no y no. Había escarmentado gracias a una larga lista de decepciones.
Su vida había sido muy dura pero con el tiempo, terapia y apoyo de las buenas personas que se cruzaron en su camino, consiguió volver a empezar. Al ingresar en la universidad, se esforzó por intentar conocer gente. Quería tener citas, parejas, quizá enamorarse...Quería dejar el pasado atrás definitivamente y recuperar algo de lo que podría haber sido si no hubiera habido monstruos en su camino.
¿El resultado? Un desastre tras otro.
Todos sus intentos solo le sirvieron para reabrir viejas heridas y darse cuenta de que no importaba cuánto se esforzase o cuánto tiempo pasara, siempre habría una parte de él rota, algo que le impedía disfrutar del sexo como hacía la gente de su alrededor, mucho menos tener una relación de pareja estable y sana.
Finalmente, decidió que un par de besos tontos no compensaban una semana de pesadillas. Harto de intentar arreglar lo que no tenía arreglo, cerró la puerta al amor y tiró la llave al río. Así, las desilusiones se acabaron.
“No necesito vivir ninguna estúpida historia de amor” se dijo mientras se levantaba para ir a prepararse un café, que buena falta le hacía.
Era más libre y feliz de lo que había sido nunca. Tenía buenos amigos, sus estudios casi finalizados y un prometedor futuro como médico forense. A veces algún monstruo se colaba en sus sueños, pero era algo fácil de soportar en comparación con todo por lo que había pasado.
Tenía una vida con la que antes no se habría atrevido ni a soñar y, si para protegerla tenía que levantar una muralla a su alrededor, lo haría, aunque eso implicase quedarse atrapado dentro de sus propios muros.

 

 

 


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