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Estamos empezando por tashigi94

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Para siempre es mucho tiempo, una noche es poco rato


Me jugaría la boca por morder tus labios


Rulo y la contrabanda


 


Law yacía sobre la cama, completamente agotado. Ni siquiera tuvo fuerzas para buscar su pijama, solo se puso unos bóxers grises; de todas formas, hacía calor y en la habitación había un micro-clima de selva tropical. Olía a sudor. A sexo. Debería ventilar, y cambiar las sábanas tampoco estaría de más, pero en esos momentos Law estaba demasiado cansado como para preocuparse por esas cosas, así que se limitó a anotarlas en su lista mental de tareas pendientes.


El colchón osciló cuando Kid se sentó a su lado. Acababa de ponerse la ropa interior, unos bóxers negros.


— Bueno, ¿de qué querías hablar? - preguntó el pelirrojo.


Law suspiró con pereza. Se había lanzado a él nada más abrir la puerta y ya ni se acordaba de que habían quedado para hablar.


— Pues sobre... Esto – indicó, señalándose a ambos con un vago gesto con la mano — Creo que... Deberíamos repetir.


— Estoy un poco cansado, pero vale – contestó Kid, sin pensarlo demasiado — Dame diez minutos y...


— ¡No digo ahora! - le cortó Law — Me refiero a que... - suspiró, mirando al techo — Ya sé que dije que solo quería que fuéramos amigos, pero... - se humedeció el labio inferior.


Su voz se fue apagando, dejando el final de la frase en el aire, y ambos permanecieron unos segundos en silencio. Eustass se tumbó de lado, apoyándose sobre un codo y mirando a Law sin perderse ni un detalle de su expresión.


— ¿Quieres ser algo más? - Kid terminó la frase por él.


— Sí – respondió el moreno — Amigos con derecho a roce – puntualizó.


— Ah – murmuró Kid — Follamigos.


Un matiz de decepción ensombreció su cara por un segundo, pero Law no se dio cuenta, ya que seguía con la mirada clavada en el techo.


— Sí... Eso – dijo Trafalgar, que prefería no usar una expresión tan vulgar — Creo que es un plan perfecto. Ambos salimos ganando: satisfacemos ciertas necesidades biológicas, sin ningún tipo de compromiso – explicó.


— Ajá...


— Tenemos confianza y congeniamos bien en la cama – continuó Law — No tenemos por qué reprimir nuestros deseos cuando podemos satisfacerlos sin ningún problema – añadió, más bien hablando para sí mismo, como si pensara en voz alta.


— Claro...


— Ambos somos adultos y sabemos separar el sexo de... De otra clase de... - se aclaró la garganta — Cosas que ninguno sentimos ni buscamos.


— Sí, sí...


Law resopló, sentándose sobre el colchón de un impulso.


— ¡¿Qué cojones te pasa?! - exclamó, mirando al pelirrojo.


— ¿Eh? - Kid seguía tumbado.


— ¡¿No puedes contestarme con más de dos palabras seguidas o qué?! - Law frunció el ceño.


— ¡¿Qué quieres, un puto debate?! - replicó Kid en el mismo tono — Ya te he dicho que sí, que me parece guay, ¡que cuando quieras me llamas y te follo hasta que los ojos te den vueltas como una noria! ¡¿Contento?!


Trafalgar chasqueó la lengua, tumbándose en la cama con los brazos tras la nuca.


— Dios, eres insoportable – gruñó, con los ojos cerrados.


— Se me pega tu simpatía – replicó el pelirrojo con ironía.


Trafalgar le mostró el dedo corazón antes de girarse, dándole la espalda. Estaba demasiado cansado como para seguir discutiendo con él.


— Law...


El moreno resopló de nuevo.


— ¿Quéee? - preguntó, arrastrando las letras con pereza.


— ¿Te importa que me quede a dormir? - preguntó Eustass — Es un poco tarde y estoy reventado...


— Haz lo que quieras – gruñó el moreno, girándose apenas hubo terminado la frase y abrazándose a él — Pero apaga ya la luz – añadió contra la piel de Kid, apoyando la cara en su pecho.


El pelirrojo obedeció, estirando un brazo para apagar la lámpara en la mesita de noche mientras que con el otro brazo rodeaba el cuerpo de Trafalgar.


Eustass se quedó unos segundos quieto, mirando al techo mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad. La respiración de Law se iba volviendo más lenta y suave sobre su pecho.


Por la ventana entraba algo de luz de las farolas, iluminando levemente la cara de Trafalgar. Kid contempló sus rasgos bañados en luz anaranjada. No apreciaba mucho entre la postura y la escasa luz, pero todo lo que veía le gustaba.


— Eh, Law...


Esperó unos segundos pero el moreno no respondió ni dio señales de haberle oído tan siquiera, sumido en un profundo sueño.


Con cuidado de no despertarle, Kid le rozó la cara con un dedo, trazando el camino desde la sien hasta la perilla.


Retiró la mano, dejándola sobre el colchón, y se obligó a clavar la vista en el techo otra vez, temiendo que Trafalgar se despertara de repente y le pillase mirándole como una quinceañera a su crush.


Chasqueó la lengua. Había una sensación incómoda en su pecho, justo donde Law estaba apoyado. Algo que venía de dentro y que le preocupaba, porque sabía exactamente lo que era.


Había aceptado de buena gana ser amigos con derechos porque, a simple vista, parecía algo fantástico. ¿Sexo frecuente y sin compromiso con un tío que estaba buenísimo y con el que se lo pasaba genial en la cama? ¡Todo en esa frase sonaba perfecto!


Pero... Había un pequeño problema...


 


*


 


— ¡¿...Que te has QUÉ?!


Kid estaba sentado en el sofá de su casa, inclinado hacia delante y apoyando la cara entre las manos. A su lado, Killer le miraba con una ceja alzada y la familiar sensación de que, como siempre, había sucedido exactamente lo que él previó. Tal vez se podría ganar un dinerillo extra como vidente...


— Me he enamorado de él – masculló Kid contra las palmas de sus manos.


El rubio contuvo las ganas de rodar los ojos. Sabía que eso pasaría; después de todo, Trafalgar era el primer y único amor de Kid. Le dejó muy marcado, tanto para bien como para mal y, aunque durante años siguió con su vida sin problemas, Killer estaba convencido de que siempre guardó un afecto especial hacia él. Volver a verle, a hablar con él... No había hecho más que despertar esos sentimientos dormidos y crear otros tantos nuevos.


— Pues vas a tener que terminar esa... Relación, si es que se le puede llamar así – dijo el rubio, cruzándose de brazos.


— ¡¿Por qué?! - exclamó Kid.


— ¿No es obvio? Si queréis cosas diferentes, debéis tomar caminos diferentes – contestó, encogiéndose de hombros — ¿Tú qué opinas? - preguntó volviendo la vista hacia Wire.


El pelinegro les escuchaba desde otro sofá, sentado en el extremo más alejado de ellos como un gato rehuyendo el agua.


— Es una plaga – murmuró Wire con la cara pálida — Todos os estáis enamorando... Seguro que hay algún virus muy contagioso en esta casa – miró a su alrededor como un lunático y se levantó para alejarse aún más del “foco de infección”.


— No empieces con tus paranoias – gruñó Kid.


— ¿Acaso es mentira? - se defendió el azabache — Primero Killer, luego Heat, ahora tú y... - ahogó un grito y palideció aún más — Eso significa que... ¡SOY EL SIGUIENTE! - gritó, llevándose las manos a la cara.


Empezó a correr de un lado para otro mientras gritaba presa del pánico, hasta que Killer le lanzó una chancla a la cabeza para que dejase de hacer el gilipollas. Wire se dejó caer al suelo, temblando de miedo mientras se abrazaba a sí mismo en posición fetal.


Killer suspiró. ¿Por qué no podía tener amigos normales?


— Bueno, como te decía – se volvió hacia Kid, viendo que iba a ser imposible involucrar a Wire en una conversación racional — No me parece buena idea que seáis follamigos. Vas a acabar muy pillado, más de lo que ya estás, y vas a querer algo más y él, pues... No – explicó lentamente, intentando tener algo de tacto sin perder la sinceridad.


— A lo mejor cambia de opinión – dijo el pelirrojo, más para sí que para su interlocutor.


— Sí, ese es el problema, que cambia de opinión cada semana – repuso Killer — ¿No te das cuenta de que juega contigo como le da la gana? Dice una cosa, hace otra y a saber lo que piensa en realidad...


Eustass chasqueó la lengua como respuesta y se cruzó de brazos, molesto por no poder rebatirle ya que, como de costumbre, su amigo tenía razón.


Killer sabía cómo leer a la gente. Con Kid era muy fácil, desde luego, no solo por ser su mejor amigo desde críos sino porque era demasiado directo e impulsivo como para ocultar bien sus emociones o molestarse siquiera en intentarlo. En cambio, Trafalgar era todo lo contrario.


Según le contaba Penguin, a menudo ni sus propios amigos lo entendían o se enteraban de sus planes. A Killer no le caía mal, le parecía un buen tipo, pero era demasiado frío, reservado y calculador. Incluso le daba un poco de mal rollo; lo veía como el típico pirado que siempre saluda a sus vecinos pero que colecciona cuerpos descuartizados en el sótano.


Killer no quería que Kid sufriera y, en una relación aparentemente tan unilateral, era lo que con toda probabilidad sucedería.


— Por lo menos – dijo el rubio — Deberías hablar con él sobre esto.


— Sí, claro, para que me mande a la mierda – replicó Eustass — ¿Cómo voy a decirle que le...? - se mordió el labio inferior — ¡Saldría espantado! Me dijo muy claro que solo quería sexo.


— Pues entonces tendrás que dejar de verle – dijo Killer con resignación, porque antes de que el pelirrojo respondiera ya sabía que se iba a negar.


— ¡No puedo hacer eso! – contestó Kid, casi ofendido ante la sugerencia.


¿Eliminar a Law de su vida, otra vez? Sobre todo ahora, después de irse a la cama con él y del acuerdo al que habían llegado... Era impensable.


— Has estado años sin saber absolutamente nada de él – le recordó Killer — Puedes estar otros pocos más.


— Puede ser – Kid se cruzó de brazos — Pero no quiero – añadió, frunciendo el ceño a más no poder.


Killer se golpeó la cara con la palma de la mano. Hablar con el pelirrojo cuando se ponía en modo niñato tozudo era imposible.


Trafalgar era una carretera llena de señales de peligro y la respuesta de Kid era taparse los ojos y pisar a fondo el acelerador.


 


*


 


Llegó el sábado y, por insistencia de Penguin y Killer, sus respectivos grupos de amigos se juntaron para tomar algo en un bar. Era un local informal, de modo que todos vestían vaqueros, camisetas básicas y zapatillas, aunque lo que para unos era un sencillo atuendo de diario para otros era lo más arreglado que iban a vestir en todo el mes.


En el bar había unas cuantas mesas de billar, así que aprovecharon para jugar unas partidas. Primero jugaron Heat y Wire contra Shachi y Penguin, ganando estos últimos sobradamente gracias a los conocimientos de geometría de Shachi y la increíble suerte de Penguin. Después, fue el turno de Kid y Killer contra Bepo y Law. El rubio y el albino no se lo tomaban muy en serio, pero los otros dos sí; Kid porque quería salvar el honor de su grupo y Law simplemente porque no le gustaba perder. Sus amigos miraban la partida desde una mesa alta con taburetes situada cerca del billar.


Eustass gritó una retahíla de palabrotas al fallar su tirada por apenas unos milímetros. Suerte que la mesa estaba atornillada al suelo o la habría lanzado por los aires en un ataque de rabia. Dejó sitio a Penguin, a quien le tocaba jugar, y se dirigió hacia otra mesa cercana, sin sillas, donde había apoyado su cerveza. Trafalgar estaba ahí, con un cóctel en la mano y una sonrisa arrogante en los labios.


— Vais perdiendo – señaló el moreno mientras Kid daba un trago a su cerveza.


— Solo os estoy dejando ventaja para darle un poco de emoción a esto – fanfarroneó el pelirrojo — ¿Qué es eso? - preguntó señalando con la barbilla la copa de Law.


— Un gin-tonic – contestó Law mientras Kid le quitaba la copa de las manos para probarla, sin esperarse a que le ofreciera.


Eustass le devolvió el gin-tonic tras dar un sorbo. No estaba mal, aunque prefería la cerveza.


— Me has dejado el pintalabios – observó Law, fijándose en los labios marcados en el borde de la copa.


— Es mi forma de darte un beso indirecto – contestó Kid, apoyando un codo sobre la mesa e inclinándose hacia atrás para apurar el resto de su cerveza.


— No recuerdo haberte dado permiso – dijo Trafalgar, con su habitual seriedad.


— Ni yo recuerdo habértelo pedido – replicó Eustass — De hecho... - se acercó un poco a Law para hablarle más bajo — Si me emborrachase un poco más, a lo mejor te robaba uno.


Sonrió, mostrando dos filas de dientes blancos contrastando con su pintalabios oscuro.


Law respiró hondo antes de acercarse a él para hablarle al oído.


— Róbame todos los besos que quieras – dijo en voz baja, haciendo al pelirrojo estremecerse — Es lo que yo te diría, si estuviese también borracho – se apresuró a añadir, apartándose un poco.


Law dio un sorbo al gin-tonic justo donde Kid había dejado la marca de sus labios, sin dejar de mirarle a los ojos, y el pelirrojo empezó a fantasear con todo lo que iba a hacerle cuando llegasen a casa, puesto que contaba con quedarse a dormir con él.


— Esto... Trafalgar... Es tu turno – dijo Killer.


Le tocaba jugar desde hacía un buen rato pero ni Kid ni él se habían dado cuenta, y sus amigos no quisieron interrumpir su momento de intimidad. Law chasqueó la lengua y se dirigió hacia la mesa de billar.


— ¿Has colado una de sus bolas? - acusó a Bepo al contemplar la mesa.


— No se me da bien este juego – se excusó el albino, frotándose la nuca algo avergonzado.


Law resopló con frustración, planificando su próxima jugada. A ambos equipos solo les faltaba por colar la bola blanca y les tocaba a cada uno en una esquina de la mesa.


La bola estaba demasiado cerca de la pared para tirar cómodamente, así que Law se sentó en el borde de la mesa, intentando tirar de espaldas.


— Es complicado – murmuró, buscando el ángulo.


— ¿Quieres usar mi palo? - preguntó Kid — Es un poco más largo – añadió, mirándole de arriba a abajo descaradamente, porque se veía demasiado sexy en esa posición.


— Lo importante no es el tamaño, sino cómo se coge – replicó Law, cargando sus palabras de segundas intenciones.


— Bueno, ya sabes que eso a mí se me da muy bien – dijo Eustass, sonriendo con arrogancia.


— De momento sigue agarrando tu palo, anda – contestó Trafalgar, empujando la bola con suavidad.


Los amigos de ambos miraban de uno a otro como en un partido de tenis, callados como tumbas y con la incómoda sensación de que ahí sobraban.


El tiro de Law falló por apenas un par de centímetros, provocando que el jugador soltase un gruñido de frustración.


— Qué lástima – dijo Kid con ironía — ¡Has perdido tu oportunidad de meterla!


— Tendré que practicar más – replicó Law, poniendo un poco de tiza en su palo y soplando sobre la punta.


— De momento creo que es mejor que mires cómo lo hago yo – el pelirrojo rodeó la mesa, listo para empezar su turno.


Penguin no paraba de darle codazos a Killer, señalando a Kid y a Law con la cabeza en lo que él entendía como un gesto disimulado.


— Ya lo veo, pequeño – dijo Killer en voz baja, cruzado de brazos — Todos lo estamos viendo – como para no darse cuenta, si se podía cortar la tensión del ambiente con un cuchillo.


Kid se tomó su tiempo para pensar en cómo tiraría. No era demasiado difícil, aunque necesitaba hacer un tiro de carambola, así que estuvo un rato calculando trayectorias con ayuda del palo.


— ¿Desde cuándo te lo piensas tanto para meterla? - soltó Law, aún sentado en el otro extremo de la mesa.


— ¿Tanta prisa tienes o qué? - replicó Kid con una media sonrisa — No seas impaciente, que ya mismo la meto.


— Eso habrá que verlo – dijo el moreno.


Eustass se concentró y efectuó su tirada. Consiguió meter la bola en el hueco correspondiente, obteniendo así la victoria.


— ¿Ves? Hasta el fondo – dijo el pelirrojo, disfrutando de ver a Law todo indignado por haber perdido.


— Ejem... - Heat se aclaró la garganta — Voy a salir un rato a fumar.


— Y yo – se apresuró a decir Wire, deseando salir de ese campo de batalla, porque Kid y Law no se tiraban flechas como la gente normal, se tiraban misiles nucleares.


— Yo también voy – se apuntó enseguida Killer, con un botellín de cerveza en la mano.


— Si tú no fumas...


— Me apetece tomar el aire – se justificó el rubio — Creo que a ti también te hace falta – añadió agarrando a Kid de un brazo, prácticamente obligándolo a ir afuera con ellos.


Los cuatro salieron del bar, con la promesa de regresar dentro de un rato para jugar la revancha. El grupo de Law decidió esperarles dentro para no perder el sitio, mientras terminaban su ronda de bebidas.


Law se acercó a la mesa donde sus amigos estaban sentados. Estaban muy callados y se miraban de reojo entre ellos, con los labios apretados y temblorosos, claramente aguantándose la risa.


— ¿Qué pasa? - preguntó Trafalgar, frunciendo el ceño, intuyendo por dónde iban los tiros.


— Nada, nada... - contestó Shachi, haciendo un gran esfuerzo por no reírse. Bepo se tapó la boca con una mano.


— Oye, Law... - dijo Penguin, dando vueltas con la pajita al cóctel que estaba bebiendo — ¿El anillo pa' cuando?


Los tres estallaron en carcajadas mientras Trafalgar les fulminaba con la mirada.


— Ya os he dicho que no tenemos ese tipo de relación – se defendió el moreno — No hay sentimientos entre nosotros, es solo sexo – añadió, bajando la voz, porque tampoco quería que todo el local se enterase de su vida privada.


— ¡Venga ya! - replicó Shachi, secándose una lágrima — Pero si no paras de tontear con él...


— Yo creo que tarde o temprano acabaréis juntos – se atrevió a decir Bepo.


— Sí, cuando los cerdos vuelen – Law rodó los ojos — O, mejor aún, cuando tú encuentres novia.


— Eso es un golpe bajo – murmuró el albino tímidamente.


Law trató de resistir los ojitos lastimeros de Bepo intentando hacerle sentir culpable. Su amigo era demasiado adorable para alguien tan borde como él.


Justo entonces, se acercó una chica muy mona, con el pelo rubio y corto y una sudadera con un gracioso estampado de zanahorias.


— Hola – saludó sonriente, aunque algo nerviosa — Os llevo un rato mirando y... Bueno, quería darte esto – tendió a Bepo una servilleta blanca de papel y regresó a la mesa donde estaba sentada con sus amigos, que la recibieron entre risitas.


En el papel estaba escrito su nombre, Carrot, junto con su número de teléfono y un par de corazoncitos.


— ¿Qué decías, Law? - le picó Penguin.


Penguin rio, Law frunció el ceño aún más, Shachi se lamentaba de que sería el único del grupo que moriría soltero y Bepo miraba el papel con la cara roja como un tomate, completamente paralizado mientras procesaba lo que acababa de pasar.


 


*


 


Entretanto, el grupo de Kid se encontraba junto a la entrada del bar, en torno a una mesa alta sin sillas.


— Tío, estás muy pillado – dijo Heat, flipando tras ver a su amigo casi babeando por donde Trafalgar pisaba.


Como no se veían tan a menudo (solo cuando obtenía un permiso de salida en la prisión), notaba un gran cambio en Kid, mucho menos gradual que aquellos que trataban con él a diario, como Killer o Wire.


— Lo sé, joder, lo sé – contestó el pelirrojo con los codos apoyados en la mesa, hundiendo la cara entre las manos — Pero no tengo claro si él... - se mordió el labio — Porque nos hemos dicho unas cuantas indirectas, pero...


— ¿Cómo que “indirectas”? - le interrumpió Wire, con un cigarrillo en una mano y un botellín de cerveza en la otra — Cabrón, eso no eran indirectas, que solo os faltaba poneros a follar encima de la mesa...


Kid dudó; a él no le había parecido para tanto. Al fin y al cabo, era el tipo de conversaciones que solía tener con Law.


— Yo no entiendo por qué no te lanzas ya – dijo Heat mientras se liaba un cigarrillo — Está claro que le gustas.


Kid abrió la boca para responder, pero Killer se le adelantó.


— Puede que le guste, pero de ahí a que acepte una relación más estable... - dijo el rubio, que aún no confiaba en las intenciones de Trafalgar.


— Bueno... Eso no lo sabrá hasta que no se lo pregunte – repuso el de pelo azulado entre caladas.


Eustass miraba de uno a otro. Si sus amigos tenían dudas, él estaba hecho un auténtico lío.


— Entonces, ¿qué hago? - preguntó, resoplando — ¿Se lo digo o qué?


— Sí – contestó Killer — Así dejas de perder el tiempo en una relación que no va a ninguna parte.


— Yo también creo que debes decírselo – dijo Heat — Porque puede que él sienta lo mismo – añadió, algo más optimista que el rubio.


Wire suspiró con pereza. Estaba harto de que las conversaciones con sus amigos girasen en torno a sus vidas amorosas.


— Díselo ya y deja de calentarnos la cabeza – dijo con expresión aburrida — Porque, a este paso, Disney os va a comprar los derechos de la historia para su próxima peli.


Kid suspiró; cuando todos sus amigos le aconsejaban lo mismo (aunque por distintas razones) era porque tenían razón. No obstante, saber que tenían razón no hacía las cosas más fáciles.


Miró a través de los cristales del bar hacia la mesa que Law compartía con sus amigos a lo lejos. Cada vez que lo miraba, más consciente era de que estaba perdidamente enamorado de él. ¿Cómo no iba a estarlo? Le encantaba su personalidad, su férrea voluntad y su humor sarcástico. Tenía los ojos más bonitos del mundo y su cuerpo tatuado era adictivo. Que fuese raro, borde y un poco siniestro también le gustaba puesto que, sin esas cualidades, no sería él.


Y no era solo la forma de ser de Trafalgar lo que le atraía, es que también se gustaba más a sí mismo cuando estaba a su lado. Law era capaz de sacar lo mejor de él, de hacerle querer ser el mejor hombre del mundo, solo para él.


Apoyó los codos sobre la mesa, pasándose las manos por la nuca.


Definitivamente, se lo tenía que decir.


Pero... ¿Cómo?


 


 


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