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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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Sus vacaciones en Egipto habían resultado fenomenales. Había sacado un pasaje de ida a un hermoso hotel situado en el interior de un oasis, rodeado por palmeras y con una piscina gigantesca en su interior.

Ni bien ingresó al hotel, los guías turísticos le recomendaron a Light no exponerse demasiado al sol y, en caso de hacerlo, debía usar necesariamente el turbante. Light no les hizo caso. Fue directo a su habitación, dejó su maleta a un lado sin cuidado y se arrojó a la cama como si se tratara de un niño. Estaba feliz de poder disfrutar de unas vacaciones bien merecidas solo para él, y Egipto había resultado ser un paraíso exótico que lo había cautivado desde que pisó el aeropuerto.

Durante las tardes, Light iba a paseos liderados por un guía turístico que le indicaba el camino, lo cual le resultó bastante prometedor, ya que tenía miedo de perderse entre tanta gente desconocida y tener a un guía como referente le venía como anillo al dedo. Por suerte había hecho amistades con las personas que también se hospedaban en el mismo hotel, a pesar de ser de nacionalidades distintas y hablar diferentes idiomas, se habían hecho entender.

Cabalgar un camello del tamaño de una colina le dio algo de miedo al principio, pero cuando el guía se puso delante para mostrarle cómo se hacía y sujetó al animal con tanta precisión, Light ya se sintió más confiado. Montó al camello sin mayores inconvenientes y dio un largo y tranquilo paseo por el desierto del Sahara, con el sol brillando fuerte y caliente en lo alto del cielo azul. Nunca antes había sentido tanta paz en su vida como en ese entonces; no tenía nada en lo que pensar, no tenía casos que resolver ni inconvenientes que le ocuparan la mente… solo podía sentir una relajación absoluta. Se sentía vivo, tranquilo, despreocupado. Nada podía agobiarlo ni inquietarlo. Sonreía feliz y pacífico.

Tuvo la oportunidad de conocer la biblioteca de Babilonia, el templo de Ramsés y el valle de los Reyes, además de las pirámides, de las que quedó enamorado. Light no llegaba a comprender cómo era posible que semejante monumento histórico hubiese sido construido únicamente por personas. Cuando ingresó en los túneles, en una visita guiada, se sintió bendecido de poder tocar con las manos las inscripciones que los egipcios habían dejado grabadas en las piedras dos mil años atrás.

Durante el resto de las tardes no le había dado importancia al sol, que tanto lo hacía sudar mientras nadaba en la piscina y se recostaba en su reposera preferida a las afueras del hotel. Sin embargo, una de esas noches, estando en su habitación y luego de bañarse, se dio cuenta de que la piel en sus hombros había empezado a descascararse.

—Diablos… —susurró mientras se observaba al espejo. Al parecer el protector no había sido suficiente, su piel se veía mucho más morena de lo normal. Ahora pensaba que hubiese sido buena idea usar el turbante.

El resto de la semana transcurrió de lo más tranquila. Recorrió el centro de la ciudad de Egipto y descubrió la extraña cultura culinaria de su gente; en las ferias se vendía comida hecha a base de todo tipo, y se había sorprendido de que incluso hubiese arañas como platillo principal. Se negó a probarlas y, cuando debió sentarse a almorzar algo en un restaurante, solo pidió puré de papas.

Durante la tarde del sábado volvió a recorrer los pasillos de la feria para comprarles regalos a su madre, a Sayu, a Mikami y a Lían. La noche del sábado antes de partir, Light preparó su maleta y fue hacia la arena del desierto, a pocos metros del hotel. Se sacó un collar y lo enterró en la arena a un lado de una imponente palmera. Al mismo tiempo, tomó un poco de arena y la guardó en un frasco de vidrio que había comprado esa tarde en la feria.

Era un pequeño ritual que siempre practicaba cada vez que viajaba a un lugar, para sentir que una parte de él quedaría ahí por siempre. Y, al mismo tiempo, una parte de Egipto se iría con él a Tokio.

No pudo evitar mirar el cielo y admirar las estrellas, que brillaban a la par de la luna, iluminando el agua de la piscina con un manto plateado. Se había prometido a sí mismo que no miraría el celular ni una sola vez en el tiempo que estaría en Egipto, pero ya faltaban tan solo horas para dejar el continente africano y no aguantó entrar a su Instagram y fijarse en el perfil de Ryuzaki…

Ryuzaki no había subido absolutamente nada desde la última vez que se vieron. Tampoco él, pero decidió que algo tenía que hacer con todas las fotografías que había sacado y creó una nueva carpeta con ellas.


Había dormido prácticamente todo el vuelo de regreso a Tokio. Las vacaciones habían sido magníficas y lo habían cargado con una energía positiva maravillosa. Pero también había sido algo cansador estar caminando de aquí para allá, intentando hablar con gente a la cual no entendía, ni aquellos a él. Lo único en lo que podía pensar era en volver a casa, recostarse en su cama y saludar a Rocco, a quien por cierto debía ir a buscar a casa de su madre.

Llegó a Tokio en un estado puro de embelesamiento. Desayunó en una cafetería cerca del aeropuerto y, luego, pidió un taxi que lo llevó de regreso a su departamento. Le costó volver a acostumbrarse al bullicio de la ciudad, con las bocinas de los autos sonando a todo volumen, las obras en construcción con los peones usando el taladro para martillar el pavimento y el tráfico extremo del mediodía.

Lo primero que hizo al entrar fue quitarse el abrigo y recostarse en el sofá del living.

—Hogar, dulce hogar… —murmuró con una sonrisa. No quería salir de ese estado de relajación de las vacaciones, y por suerte había decidido partir a Egipto en la primera semana, así que todavía le quedaban otros quince días para disfrutar.

Fue de compras al centro comercial para prepararse el almuerzo; algo que jamás se había animado a cocinar en su vida: mariscos. Estuvo media hora para decidir cuáles llevar, sabía que la cocción era imprescindible para generar esa comida española que tanto le gustaba. Miró dos películas seguidas e hizo un poco de ejercicio saludable alrededor del parque y, a eso de las ocho, regresó a casa.

Había dejado sobre la mesada los regalos que había comprado para su madre y Sayu, y para Lían y Mikami. Pero también había un cuarto regalo. No se le había cruzado por la cabeza que fuese a dárselo algún día. No pensó en nada cuando lo compró, solo entró en la tienda de relojes y pidió uno clásico, negro y plateado, para hombre, muy sofisticado. En lo único que pensó fue en que le quedaría muy bonito. Y aunque dudaba que llegara a dárselo personalmente algún día, algo en su corazón guardaba las esperanzas. Y no sabía si debía volver a terapia con Dil para matar ese sentimiento o si simplemente debía dejarlo ser. Por única vez... haría lo segundo sin detenerse a pensar en nada.

No se quedó demasiado tiempo meditando, decidió sujetar el regalo de sus mejores amigos y se fue directo a casa de Mikami. Creyó que sería conveniente esperar a la noche para darles a su hermana y a su madre el suyo.


—¡Pero miren quién está aquí! —anunció Mikami mientras regaba las plantas con la manguera. Cada vez que Light iba a visitarlos era domingo, y como todos los domingos Mikami se levantaba temprano para regar las plantas. Vestía con ropas de entrecasa: shorts y una musculosa gris. Light no entendía cómo no se moría de frío con esa ropa tan liviana, cuando él apenas podía estar sin su tapado negro.

—¿Qué ya terminó el invierno? —le dijo bromeando, y Mikami le devolvió una mueca.

—Me alegra verte, amigo. —Fue en su dirección y le palmeó el hombro. Light directamente lo abrazó. Verlo de vuelta luego de las vacaciones le reconfortaba el alma.

—También a mí —dijo, distanciándose un poco.

—¿Qué tal Egipto? Vi fotos —comentó, dejando la manguera por un rato sobre el césped. Lo condujo hacia el interior de la casa, y ya desde ahí podía oler el exquisito aroma de la comida que estaba preparando Lían—. ¡Vino Light! —anunció Mikami a los gritos.

—Casi me dejas sordo —dijo Lían saliendo de la cocina. Con su dedo índice fingía que se destapaba un oído.

—¡Ay, ya! —exclamó Mikami rodando los ojos—. Si no grité tan fuerte.

Lían caminó hacia Light y le dio un fuerte abrazo. Light sostuvo el regalo en la mano y lo zarandeó para que lo vieran.

—¿Qué nos trajiste? —preguntó Lían con curiosidad. Empezó a hurgar dentro de la bolsa y extrajo de ella un jarrón negro con insignias jeroglíficas doradas.

—¡Qué bonito! —exclamó Mikami.

—Bueno, sé que te gustan las plantas, amigo —dijo Light sonriendo—. Supuse que podrías usarlo como florero.

Mikami le sonrió y, al cabo de un rato, Lían regresó a la sala de estar con el jarrón cargado con agua.

—Prometo comprarle flores esta tarde —dijo Lían con una sonrisa. Sus ojos verdes brillaron—. Te ves guapísimo, Light… Egipto te hizo bien —comentó. Light sonrió.

—Supongo que es el bronceado —dijo, mirándose los brazos, que a decir verdad si estaban mucho más morenos que al principio.

—Qué se yo —dijo Lían alzando una ceja—. Desde mi punto de vista siempre pareciste un modelo.

Su comentario hizo que Light soltara una carcajada. Se sintió adulado, pero también llegaba a ponerlo un tanto incómodo que hablara así de su belleza. ¡Sobre todo Lían!, que era el hombre más guapo que Light había visto en su vida. Mucho más guapo, incluso, que él mismo. Y mucho más guapo que… Bueno. No podía estar seguro de eso. Creía que Ryuzaki tenía una belleza extraña. No era estéticamente perfecto, pero su masculinidad hacía que Light se volviera loco. Cada vez que pensaba en él el corazón le latía con frenesí.

Y lo extrañaba. No iba a negarlo.

Mikami apareció en el living con la vajilla preparada. Light ayudó a poner la mesa y, en menos de cinco minutos, ya estaban sentados, listos para almorzar. Lían se puso de pie y sujetó la espátula para servir la lasaña en los platos. Light hubiese estado de muy buen humor al enterarse de que lasaña era precisamente lo que iban a comer –era de sus platillos favoritos–, de no ser porque parecía estar en otro planeta.

—¿Te sirvo, Light? —le preguntó Lían, arrimando su plato a la fuente. Light dio un pequeño respingo, salió de sus pensamientos y miró a Lían a los ojos. Se había quedado tildado por varios segundos—. ¿Estás bien, Light? —le preguntó Lían. Su expresión apabullada lo había desconcertado.

Light asintió, así que Lían sirvió una porción en su plato. Pero en medio del silencio, levantó la mirada y confesó:

—Tengo que contarles algo… —Inhaló profundamente. Tanto Lían como Mikami levantaron las miradas y dejaron de hacer todo lo demás. Light se estaba tardando en hablar, desviaba la mirada, pensaba cada sílaba, cada letra. Un comportamiento anormal en él.

—¡Puta madre, Light! Me asustas, ¿qué pasa? —preguntó Mikami, ansioso.

Light tragó espeso.

—No dejo de pensar en un hombre… —susurró. Evitaba que sus miradas se encontraran porque, de hacerlo, creía que se ruborizaría peor.

Lían y Mikami se habían quedado expectantes y pensativos. Eso sí era raro, sobre todo viniendo de Light, que nunca se permitía a sí mismo pensar en nadie. Y, por la forma en que lo había dicho, a ambos les había sonado romántico. Recordaron que Light había admitido una vez que "eso del amor era para imbéciles". Y era entendible. Había sufrido demasiado como para confiar; pero que ahora soltara algo como aquello les hacía creer que posiblemente esa oscura y sombría coraza que se había encargado de crear con los años finalmente empezaba a caerse.

—¿Y…? —El primero en hablar fue Lían, que sonreía como niño en una juguetería. No podía creer lo que estaba escuchando, y ¡de Light!—. ¿Te gusta? ¿Es lindo? —"Demasiado", pensó Light y desvió la mirada―. ¡Muéstrame fotos! —pidió Lían y casi se abalanza sobre el celular de Light, pero este lo agarró y se lo guardó en el bolsillo. No le mostraría nada a nadie. Sentía que era demasiado privado y "nuevo" para él toda esa vorágine de sentimientos que habían empezado a invadirlo hacía un par de meses.

—No, es que… —No supo cómo gesticular y, de un momento a otro, cerró los párpados con abatimiento—. Van a matarme… —exclamó.

Lían arrugó el entrecejo.

—¿Por qué haríamos eso? —preguntó extrañado.

—¡No me jodas, Light! ¡Te enamoraste de tu cuñado! —gritó Mikami con los ojos bien abiertos y expresión desconcertada.

—¡Ay, claro que no! —exclamó Light con repulsión—. ¿Cómo vas a pensar eso? Apenas tiene veinte años; yo jamás sería capaz de algo así —dijo, completamente asqueado.

—¿Y entonces qué…? ¿Te gusta tu jefe? —repreguntó Mikami, esta vez más desconcertado que antes, mientras Lían se sentaba a su lado e intentaba probar un bocado de la lasaña, pero con la ansiedad que tenía por saber quién era el sujeto en cuestión no podía—. Ese viejo, ¿cómo se llamaba?

—Akemi —le recordó Lían.

—No —comentó Light mientras miraba a través de la ventana. Se dejó caer sobre el respaldo de la silla. Sus amigos no comprendían el motivo por el cual, según Light, "lo matarían", y la expectativa empezaba a impacientarlos.

—¿Y entonces…? —preguntó Mikami con la ceja levantada—. Se me están acabando las opciones… ¿Blain?

—Oh, aguarda. Ya sé —dijo Lían—. Tu asistente: Kaito. El que te acompañó a Londres. ¿En el viaje te enamoraste de él?

Light volvió a negar con la cabeza, y ya los dos se mostraron perdidos. Así que no esperó más tiempo para confesarlo de una vez:

—Es… —murmuró Light sin mirarlos a los ojos—, Ryuzaki.

Lían dejó caer el tenedor en el plato de la sorpresa, pero fue peor para Mikami, quien abrió los ojos desmesuradamente y hasta se olvidó de cómo respirar.

—¿Estás jodiendo? —preguntó Mikami con una ceja levantada. Luego de escuchar esa confesión, también él se dejó caer sobre el respaldo de la silla. Junto con Lían se miraron de reojo sin decir una palabra. Permanecieron un buen tiempo en silencio y, lo más raro de todo fue que Light no intentó explicarse o buscarle una razón lógica a ese sentimiento. No les dijo que "sabía que estaba mal", que "no tenía sentido", que "era como traicionarse a sí mismo"… No dijo nada—. No lo comprendo —acabó diciendo Mikami quien, de brazos cruzados, miraba a Light con reproche.

—Tampoco yo… —confesó Light desde lo más profundo de su corazón—. Pasé meses yendo a terapia por todo lo que me tocó vivir con él años atrás. No tenía la claridad mental en aquel entonces para entender por qué aún dolía —confesó, con algo de angustia en su mirada—. Pero Dil me hizo ver algo malo en mí… algo en lo que yo jamás me había puesto a pensar… —Inhaló profundo—, yo también lo engañé. —El desconcierto en las caras de Mikami y Lían fue notable.

—Jamás nos contaste nada… —susurró Lían, quien recién ahora se enteraba. Siempre había creído que Light le había sido fiel a Ryuzaki hasta el final de su "noviazgo", si es que así podía llamarlo. Lían siempre había creído que el inglés había sido el punto de eje de todos los problemas, sobre todo por su adicción a las drogas y al descontrol.

Se había sentido feliz cuando Light finalmente se quitó la venda de los ojos y decidió dejarlo; siempre había tenido miedo de que su amigo siguiera una suerte parecida a la de Ryuzaki. Creyó que su dependencia emocional hacia aquel hombre se iría con la terapia. Sin embargo, ahora que miraba a Light, se daba cuenta de que lo que lo ataba de Ryuzaki era tan fuerte como lo que lo ataba a él de Mikami.

—No les conté que lo engañé porque no me había dado cuenta de que así fue —continuó Light. Apoyó su barbilla en una mano y desvió la mirada… con L —murmuró, dejando a sus amigos atolondrados. Ninguno de los dos fue capaz de salir del asombro. Miraban a Light como si esperaran que se echara a reír, como una especie de broma.

—¿Qué…? —preguntaron al unísono. ¡No podían creerlo!

Light guardó silencio, y eso fue suficiente para que Mikami y Lían cayeran en la cuenta de que iba muy en serio.

—Yo no sabía que Ryuzaki y L eran la misma persona —continuó Light—. Hablaba con ambos al mismo tiempo y les juraba amor a los dos. En eso Dil tiene razón… yo también lo engañé. —Ya no dolía tanto como al principio, a pesar de seguir sintiendo cierto escozor cuando lo mencionaba—. Volví a verlo hace unas semanas, y lo crucé reiteradas veces. Más de las que me hubiese gustado en un principio, y menos de las que anhelo ahora.

—¿En qué situación se cruzaron? —preguntó Mikami desconcertado. Aún le costaba creer el cambio radical de parecer en Light—. Siento mucho la pregunta, es que… hasta hace un año jurabas no querer volver a verlo en tu vida, amigo.

Light suspiró, y tragó espeso.

—Mientras llevaba adelante el caso de Beyond Birthday… —murmuró—. Ryuzaki es su hermano mayor. —Esa aclaración resultó reveladora tanto para Lían como para Mikami. Se miraron de reojo y comprendieron todo en un instante.

—Ya, entiendo —anunció Mikami. Estaba de brazos cruzados, con postura reflexiva—. Debiste interceptarlo…

—Más que eso. Procedí de manera errada. Creí que él era el asesino, y resultó ser otra persona con un rostro idéntico al suyo —continuó Light mientras jugaba con la comida—. Ordené que lo encerraran en una celda y después me tocó interrogarlo. Les juro que jamás oí una historia de vida tan triste como la suya. Pasó por miles de cosas: asesinaron a sus padres cuando él apenas tenía seis años, luego lo llevaron a un orfanato en Londres y ahí vivió hasta cumplir los diecisiete. Después se vino a Japón con uno de sus tutores… Él fue la primera víctima de Beyond en Kanto.

Lían suspiró.

—Bueno, por lo menos ahora ya no estás en duelo con el pasado. Tal vez por ese motivo siempre se comportó como un…

—Cabrón hijo de puta —finalizó Mikami enarcando una ceja—. Puedo entender que le tengas afecto, Light, pero para mí Ryuzaki siempre será un bastardo. Entiendo lo que le pasó, pero una cosa no quita la otra.

—No lo juzguemos —continuó Lían—. Tiene mucho sentido que se comportara de esa manera, era apenas un adolescente cuando lo conocimos y, teniendo en cuenta todo lo que le pasó de niño, podría haber sido muchísimo peor. Podría haber sido él el asesino, y no fue así —dijo, pensativo—. ¿Te ayudó a resolver el caso?

Light asintió.

—Jugó una parte importante para que pudiera atrapar a Beyond. No lo hubiese logrado sin él. —Light agachó la mirada y simplemente se dejó ser—: Y ahora no puedo quitármelo de la cabeza.

—¿Y por qué no lo llamas y se lo dices? —preguntó Lían con obviedad.

—Se fue a Londres… —murmuró Light—. Y, para serte sincero, dudo mucho que regrese. Estaba muy angustiado por todo lo que sucedió. Perdió a su tutor, que para él era como su padre, y eso fue un golpe devastador. —Light agachó la mirada.

—¿Él sabe de tus sentimientos? —preguntó Lían, y Light asintió—. Tal vez necesite tiempo para pensar. Deja que se encuentre con él mismo, quizás luego puedan volver a hablar.

Light esbozó una sonrisa frustrada, no muy convencido. Mikami continuó distraído de la conversación, Ryuzaki no era un tema del cual le apetecía hablar y prefería evitarlo. Prefirió no participar hasta que empezaron a hablar de otra cosa.


Cuando Sayu abrió el regalo que tenía preparado para ella, Light vio que su cara adoptaba una expresión que iba de la felicidad a la euforia.

—¡Muchas gracias, hermanito! —exclamó con un grito que por poco lo dejó sordo, y se abalanzó hacia él para abrazarlo con fuerza. Se trataba de un par de auriculares nuevos, inalámbricos, de color negro, como le gustaban a ella.

Sachiko también había recibido algo personal: un camello de porcelana y varios portarretratos con los mejores paisajes de Egipto. Y en todos había salido Light saludando a la cámara.

—Muchas gracias, cielo —le dijo, y le dio un beso en la mejilla. Luego, se puso a inspeccionar cada foto con detalle—. Saliste hermoso en todas.

Light sonrió por el halago. Se metió la mano en el bolsillo y de él extrajo una caja pequeña color roja.

—Hay otra cosa… —dijo Light al instante. La caja era de gamuza y estaba entrelazada con un moño blanco. La sostuvo en la mano y luego se la dio a Sachiko. Ella no la abrió—. Dásela a Soichiro…, sé que le gustan. —La expresión de Sachiko era de no creer. Quedó enmudecida mirando a Light mientras él daba media vuelta y caminaba hacia donde estaba Sayu.

Jamás creyó que Light aceptaría algún día hacer las pases con su padre; lo que acaba de presenciar era ya un avance demasiado grande. Decidió no decir nada. Dejaría que Light avanzara a su tiempo. Quizás, algún día, las cosas se arreglarían entre ellos. Pero no metería presión ni obligaría a su hijo a darle el regalo a Soichiro él mismo. Esperaría a que Light diera paso por paso.

En silencio, Sachiko caminó hacia donde se encontraban sus hijos, algo alborotados y riendo a carcajadas. Sayu le prestó un rato los auriculares para que pudiera notar cuán bien se escuchaba. Sachiko disfrutó de cinco minutos de un sonido impecable, pero la música que escuchaba Sayu no era de su agrado, así que se los devolvió enseguida.

—Todavía no entiendo cómo hacen para no quedarse sordos usando estas cosas —susurró Sachiko.

Light y Sayu soltaron carcajadas estrepitosas.

Su madre le devolvió a Rocco y le dijo que se había portado de maravillas durante su ausencia, aunque se había excedido demasiado en las comidas. Lo cual parecía ser cierto, porque cuando Light le echó un vistazo al caminar, Rocco se movía como una salchicha con patas.

Esa noche, luego de que su hermana y su madre se fueran y lo dejaran solo, y después de haberse preparado una cena deliciosa únicamente para él –y Rocco–, sintió ganas de salir a bailar. Hacía mucho que no lo hacía y con el calor de la primavera llegando de a poco a Tokio le pareció buena idea. Además, era una gran excusa para despejar la mente y escuchar algo de música a todo volumen, sin pensar en nada ni en nadie. Para colmo, la noche estaba hermosa como para desperdiciarla, y a él todavía le quedaba una semana de vacaciones. Estaba dispuesto a aprovecharla al máximo.

Revisó su placard y extrajo de ahí atuendos acordes a la ocasión: una camisa floreada y un par de jeans ajustados de color blanco que realzaban su figura. Los dejó listos sobre la cama y cerró la puerta de la habitación para que Rocco no entrara y se echara encima de la ropa.

Entró al baño y se dio una ducha larga y relajante. Había disfrutado mucho de las comodidades del hotel en Egipto; del jacuzzi, de las termas, de la piscina y de esa cama con doble refuerzo que lo hizo dormir como los dioses. Pero al estar ahí, adentro de su baño, en su departamento, con la cabeza metida de lleno en la bañera, podía asegurar que ningún lujo en ningún hotel cinco estrellas superaría el placer de bañarse en su propia casa. Nada como el calor del hogar.

Salió de la bañera a paso lento, mientras manchaba el suelo con pequeñas gotitas. Daba igual, lo limpiaría en la mañana. Sujetó la toalla con la que se había cubierto el pelo y empezó a frotar con fuerza para eliminar la humedad. Agarró el secador que estaba en el armario y con él fue secando y peinándose el cabello hacia adelante. El flequillo siempre le había quedado bien, o al menos eso era lo que todos le decían.

Terminó de cambiarse y de ponerse algunos accesorios, tales como aritos pequeños, collares y pulseras. Fue a recostarse en la cama y empezó a ver una película hasta que se hicieron las diez de la noche. Cuando estuvo listo para salir se fijó en la pequeña caja de terciopelo negra que descansaba sobre su mesa de luz, y pensó en él. En sus ojos, su cabello, su olor, su sudor, su desnudez…

Sintió deseos de sujetar el celular y volver a entrar a Instagram para saber si había noticias. Alguna foto nueva, alguna frase, algo, lo que fuera que calmara su ansiedad y que le advirtiera que se encontraba bien, a salvo.

—Basta —se regañó a sí mismo para detener de una buena vez el impulso de saber acerca de Ryuzaki. Si llegaba a verlo en línea tendría la necesidad de escribirle, y no estaba seguro de tener la fuerza de voluntad suficiente para contenerse de llamarlo y confesarle lo mucho que pensaba en él.

Al cabo de dos horas, y ya habiendo acabado la película, Light agarró las llaves del auto y bajó por el ascensor del edificio hacia el garaje. Estacionó en la acera frente a un boliche gay bien conocido de Tokio. Era un lugar para gente mayor, estaba prohibido que pasaran menores de edad. Por dentro era inmenso, reservado, lujoso y, en general, había buen servicio de tragos, sin mencionar que algunas veces las drag queens subían al escenario para dar sus shows de comedia y, otras veces, había hombres bailando stripdis. Si bien en un principio a Light le había resultado algo pudoroso, cuando Lían los llevó a él y a Mikami por primera vez, con el tiempo acabó acostumbrándose, y ahora le fascinaba hasta tal punto que todo el tiempo que llevaba viviendo en Tokio lo había visitado más de cincuenta veces.

Lo primero que hizo al entrar fue ir hacia la barra por un cóctel.

—¡Eh, Light! —lo saludó el barman, que con el tiempo acabó convirtiéndose en un buen amigo suyo—. Te andabas desaparecido. ¿Dónde has estado? —Light sonrió—. ¡Pero qué buen bronceado tienes! —Le dio el trago y Light empezó a batirlo con la cucharita.

—Hasta hace dos días estaba en Egipto de vacaciones —respondió Light dando un sorbo.

—¡Qué genial! —comentó el hombre—. Merecías un descanso. Hacía mucho no te veía. ¿Exceso de trabajo?

Light rodó los ojos y esbozó una sonrisa amena.

—Si te contara todo lo que me ha sucedido en los últimos dos meses, no te lo creerías —dijo, negando con la cabeza—. Fue peor que una película de terror.

El hombre lanzó una carcajada.

—Bueno, un detective es lo más parecido en la vida real al protagonista de una película de terror —dijo el sujeto sonriendo mientras asentía—. Me alegra que estés de regreso—. Cualquier cosa que necesites, llámame —comentó, y se fue a preparar los tragos de otras personas que se habían acercado a la barra.

Se dio media vuelta y empezó a ojear el lugar con detalle. En todo el tiempo que no había ido por estar metido en el caso, el personal del lugar se había encargado de colgar lámparas de colores en el techo y sobre las puertas. Se veían de lujo.

Le dio un sorbo al trago y lo dejó apoyado sobre la barra. Cuando salía solo acostumbraba medirse mucho al tomar, dado que era su propio conductor designado. Por eso procuraría que el vaso le durara, por lo menos, media hora antes de pedir otro.

Miró al tumulto de personas que tenía enfrente. ¡Había tanta gente que casi ni se podía caminar! Light se preguntó en qué momento habían entrado tantas personas sin haberse dado cuenta. Percibió que varios hombres le estaban echando un ojo. Miraban su cabello, su rostro, sus brazos marcados, su silueta esbelta, su trasero… Lo miraban con fiereza y deseo, pero él esquivaba todas y cada una de esas miradas.

—¡Qué bonito bronceado! —escuchó que le dijeron por detrás. Un sujeto de unos cuarenta y tantos se le había acercado tanto que sintió el roce de su brazo contra el suyo. Light se giró para mirarlo a los ojos, y el hombre le lanzó un guiño—. ¿Cómo te llamas?

Light le dio otro sorbo a su cóctel.

—Light —respondió sin demasiado entusiasmo, y desvió la mirada. A veces le daba por hablar, pero otras veces, como ahora, simplemente quería escuchar música y relajarse. No quería conversar.

—¡Qué bonito nombre! —le dijo al oído—. ¿Bailas?

Light cabeceó. Por un instante creyó que sería buena idea. Después de todo, empezaba a aburrirse de estar ahí parado. Le dio la mano y se dejó llevar por él hacia la pista.

—Mi nombre es Nobu —le dijo mientras sujetaba su mano en lo alto y hacía que Light diera una vuelta al son de la música.

—También es muy bonito —opinó Light con una sonrisa. Y aprovechó para beber un poco de su trago. Sin embargo, no estaba muy en sintonía con la situación. Bailaba a destiempo y evitaba a toda costa la cercanía extrema que Nobu se esforzaba en mantener.

—No tan bonito como tú —le dijo Nobu, y le acarició la mejilla con ternura. Light sonrió y en casi un segundo logró que Nobu le quitara la mano de encima y se pusiera a bailar a todo ritmo. El hombre lanzó una carcajada divertido. Apenas se había dado cuenta de los esfuerzos de Light por evitar cualquier tipo de roce romántico—. ¿A qué te dedicas, Light?

—Soy detective.

Nobu abrió grandes los ojos.

—¡Vaya! —exclamó sorprendido—. ¡Y yo que creía que eras modelo! —le dijo con una sonrisa. Light se echó a reír como descocido y casi escupe el cóctel.

—No eres el primero que me lo dice —admitió. No quería sonar engreído, pero la verdad era esa.

Nobu aprovechó para sujetar a Light por la cintura y lo atrajo con decisión hacia él. Intentó darle un beso, pero Light lo esquivó con sutileza, y acabó besándole la mejilla

—¿Ni eso me merezco? —le preguntó Nobu, divertido.

Light también rio.

—No es eso, es que… —balbuceó. Miró a Nobu a los ojos. No sentía la necesidad ardiente del deseo carnal. No tenía ganas de estar entregándose a un desconocido, como solía hacer antes. Algo en él había cambiado… o quizás fuera el hecho de que no lo tenía precisamente a él enfrente para que despertara su deseo. No eran sus ojos negros los que veía, no era su piel pálida, ni su mirada profunda o sus labios apenas rosados, ni tenía Nobu su flequillo mal peinado. No era Ryuzaki—. Lo siento. Solo vine a bailar y a disfrutar de la música. Es todo —dijo con una sonrisa y con el tono de voz despreocupado.

—También yo —respondió Nobu—, pero si surge la oportunidad de divertirse… tampoco está mal, ¿o sí? —Levantó la mano y le enseñó su dedo anular. Light prestó atención al anillo dorado, y eso fue todo para que se hiciera a un lado con hastío y rodara los ojos.

—Cabrón, ¡estás casado! —dijo con fastidio, se dio media vuelta y sintió que Nobu le sujetaba la mano y lo atraía hacia él con fuerza.

—Solo vine a follar, él no va a enterarse —se excusó.

Light se dio media vuelta y lo enfrentó con la mirada.

—No conmigo —le respondió entre dientes y cortó con fuerza el contacto que mantenían.

Caminó de nuevo a la barra y perdió a Nobu de vista por el resto de la noche. No pudo detener sus instintos y pidió un segundo trago. Cuando sintió el efecto anestésico del alcohol, se despidió del barman y fue dando pasos zigzagueantes hacia su auto. Se metió dentro y sacó su celular del bolsillo de sus jeans con prisa.

«Te extraño», escribió dubitativo… pero no lo envió. Encendió el estéreo del auto y puso rock a todo volumen. Dejó que la música y el alcohol lo sedaran hasta tal punto que sintió la desesperación de tener que mandarle esas dos palabras, a pesar de saber que, lo más probable, era que lo molestara.

Se detuvo frenéticamente al observar que Ryuzaki estaba en línea. De un momento a otro entró en un estado de ansiedad enardecido que no logró contener. Cerró los ojos y presionó la pantalla del celular con el dedo. Cuando volvió a abrirlos, vio que había enviado el mensaje.

Quedó expectante mirando la pantalla. Ryuzaki continuaba en línea pero, a pesar de eso, tardó bastante en prestarle atención; tanto que al final Light creyó que sería mejor idea borrarlo. Era evidente que no le interesaba.

Miró con tristeza a través de la ventana. Esperaba que la borrachera disminuyera un poco o, de lo contrario, no podría conducir. Vio de nuevo la pantalla del celular, dispuesto a apagarlo para ya largarse de ahí e irse a su casa sin detenerse a pensar un segundo más en él, pero su corazón saltó en su pecho al ver las tildes azules.

Lo había leído.

Quiso seguir escribiendo, pero debió obligarse a detener el impulso porque Ryuzaki estaba respondiéndole. Se mordió las uñas, expectante. Por una fracción de segundo se sintió el mismo adolescente de hacía diez años.

«También yo», le contestó, y eso fue todo para que Light volviera a escribir con precipitación.

«Necesito verte».

Esperó paciente a que Ryuzaki le dijera algo, pero eso no sucedió. Dejó de estar en línea luego de leer su segundo mensaje. Light quedó mirando el parabrisas de su auto, vio la noche, las estrellas, la luna… y lo único que le pidió al universo fue volver a ver a Ryuzaki aunque fuera una única vez.


Regresar al trabajo luego de tres semanas de vacaciones en las cuales las había pasado genial, había sido casi como una puñalada al corazón. El primer día había necesitado de dos tazas grandes de café, porque la mañana se le había vuelto tan tediosa que no podía ni pensar. Y a eso del mediodía ya sentía que le dolía un millar la cabeza.

El segundo día fue tan aburrido y tedioso como el primero. No había habido ningún tipo de homicidio en Tokio en toda su ausencia, así que Light previó que su primera semana de trabajo sería bastante tranquila.

El resto de los días habían estado bien. Su cuerpo ya se había acostumbrado a levantarse a las siete otra vez, y a aguantar en la oficina hasta las cinco de la tarde.

—¿Y eso qué es? —le preguntó Kaito mirando con sorpresa lo que Light llevaba en brazos. Se habían cruzado en el pasillo mientras Light caminaba hacia su oficina y Kaito llevaba una pila abultada de papeles en las manos que apenas le permitía mirar al frente.

—¿Qué no parece una pecera? Porque es una pecera —respondió Light con una sonrisa.

Kaito la observó y enarcó una ceja—. La pondré en al fondo, cerca del fichero. Se verá bien ahí —agregó.

Al parecer, creyó Kaito, las vacaciones en Egipto le habían sentado muy bien a Light, porque empezó a decorar su oficina casi al instante de su regreso. Había mandado a pintar la pared del fondo de un color azul brillante y había comprado plantas de interior. ¡Su oficina se veía hermosa!, y muy diferente a hacía tres semanas. Y ahora Kaito estaba seguro de que la pecera le daría al lugar un toque armonioso bastante acogedor.

—Le sentará genial, Light —comentó con una sonrisa perlada, y Light le devolvió el gesto con agrado.

Kaito siguió caminando con la pila de papeles frente a sus ojos, mientras Light entraba en su despacho y apoyaba la pecera sobre una repisa. Luego se encargaría de ir al centro de Tokio para buscar peces y corales.

Caminó hacia la ventana y observó la vista espectacular de la ciudad. El cielo estaba teñido de nubes y el sol aparecía solo de vez en cuando. El viento soplaba fuerte los veleros de los barcos en el muelle y la brisa despeinaba a las personas que caminaban por la calle. Se giró de pronto porque su celular empezó a vibrar en su bolsillo. Le sorprendió que no dejara de sonar, se trataba de una llamada, lo cual era raro a esa hora de la mañana. Y no era de Akemi ni de nadie del trabajo…, sino de Lían.

«¿Hola?», contestó Light.

«Hola, Light. Disculpa que te interrumpa justo ahora, sé que estás trabajando, ¿podrías pasar por casa esta tarde, cuando salgas de la oficina?», le preguntó con apuro.

Light arrugó el entrecejo, extrañado por el repentino sobresalto, y también por la urgencia de la llamada. Al parecer Lían estaba algo sobresaltado.

«Sí, claro. Allí estaré», le respondió. «¿Está todo bien?».

Se habían visto por última vez el domingo pasado, hacía una semana, y el hecho de que lo llamara con tanta urgencia le resultaba extraño.

«Hay una noticia que debo darte. No es algo malo, tú tranquilo. ¿Podrías traer el expediente del caso de Beyond Birthday cuando vengas, por favor?».

Eso sí era raro. ¿Para qué querría Lían el expediente…? No fue necesario para Light pensarlo demasiado. Ató cabos de inmediato. Lían era abogado y trabajaba en los tribunales de Tokio desde hacía diez años.

«¿Te encomendaron el caso?», le preguntó con rapidez.

Escuchó una risilla del otro lado.

«Sí, Light. El juez me designó como abogado acusador».

Light esbozó una sonrisa triunfante. Esa no era una buena noticia, ¡era grandiosa! Que uno de sus mejores amigos fuese elegido para presentar pruebas fehacientes de que Beyond era un psicópata facilitaba mucho las cosas. Él quería que a Beyond le dieran la condena perpetua, y como era él el detective principal del caso debía ser quien llevara las pruebas ante el abogado en cuestión.

«Me alegro de escuchar eso, amigo», dijo Light sintiéndose suertudo.

«Nos vemos en la tarde, Light», respondió Lían y colgó la llamada.

A las cinco en punto, luego de un jueves tranquilo en la oficina, Light apareció en casa de Lían y Mikami con el expediente debajo del brazo. Rocco no lo había acompañado esta vez; Light había decidido que se quedara un tiempo más con Berta, para que no anduviera correteando por la casa de Lían mientras ellos hablaban de asuntos serios.

Sujetó la carpeta con todos los datos, fotografías y transcripciones que había tenido que escribir a lo largo del tiempo que le había llevado resolver el caso de Beyond, y bajó del auto. Caminó hacia el portón enrejado y tocó el timbre.

Lían salió casi al instante. Fue hacia las rejas y le abrió la puerta a Light. Había algo extraño en él y Light lo percibió casi de inmediato. No estaba con esa sonrisa gigantesca que solía tener cada vez que iba a verlo. Lo notó algo nervioso.

—Hola, Light —saludó—. Gracias por venir. Por favor, pasa. Te estamos esperando en el living.

¿Te estamos? Light no comprendió, supuso que se refería a Mikami, pero cuando entró echó un vistazo a la mesa y percibió la presencia de alguien más aparte de su mejor amigo. Light quedó paralizado en el umbral de la puerta al verlo, lo único que se movía en su cuerpo era su corazón, y a toda furia. Ryuzaki levantó la mirada y se fijó en él.

—Hola, Light —murmuró, con voz pausada y lenta.

—Ryuzaki… ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Light sin poder hablar correctamente, porque el nudo que se había formado en su garganta se lo impedía.

—Yo le pedí que viniera, Light —contestó Lían sentándose a la mesa y haciéndole una seña a Light para que lo siguiera—. En una semana empieza el juicio. Recordé la vez que me dijiste que era el hermano de Beyond y sentí de inmediato que era necesario su testimonio para poder ganar la sentencia de la condena perpetua —explicó con sensatez—. Es necesario que hable alguien que haya vivido con él durante mucho tiempo para que dé pruebas concisas de la psicopatía de Beyond.

—Entiendo —dijo Light, quien de inmediato se fijó en Ryuzaki y le sonrió de manera amena. Para su sorpresa y confort, Ryuzaki también le sonrió, muy sutilmente, pero le sonrió al fin.

Light se detuvo a observarlo un segundo. Estaba cambiado, Ryuzaki no parecía el mismo de hacía un par de semanas. Ya prácticamente no tenía ojeras y su expresión no era funeraria, sino una más bien relajada y cálida. Tomó asiento al lado de Mikami y enfrente de Ryuzaki, y olvidó por completo que sus dos amigos también estaban ahí, porque enseguida se quedó ensimismado en los ojos negros de Ryuzaki, como si nada más importara.

—Gracias por venir, Light —dijo Lían sentándose en la punta de la mesa—. Y también tú, Ryuzaki. El viaje debió ser muy largo. Agradezco mucho que te tomaras el tiempo de venir ni bien te lo pedí.

—Está bien —dijo Elle—. De todas formas yo sabía que, tarde o temprano, iba a tener que volver. —Le echó un vistazo a Light con disimulo, sin lograr evitar fijarse en él por un rato largo y sostenido.

El ambiente que se había formado era bastante acogedor. Light no podía sentirse más feliz; verlo después de un mes extrañándolo con intensidad le provocaba sensación de mariposas en el estómago, ¡y no podía evitarlas! Sentía nervios, ansiedad, alegría, confort… ¡todo al mismo tiempo! No podía dejar de buscar su mirada con provocación y de sonreírle cuando estas se encontraban.

Sin embargo, quien no parecía demasiado a gusto con la presencia de Ryuzaki era Mikami. No dejaba de mirar por la ventana, con la postura del cuerpo rígida. Se había negado a participar de la conversación, y apenas había saludado cuando Light entró.

—Le pregunté al juzgado acerca del protocolo que se llevará a cabo con este caso y me respondieron que, en efecto, el juicio durará un par de meses… —continuó Lían, absorto al clima tan extraño y ambiguo que se había generado en el living.

—¿Un par… cuántos? —quiso saber Light, más por la curiosidad de conocer cuánto tiempo podría gozar de tener a Ryuzaki cerca.

Lían cabeceó.

—Entre ocho y dieciocho meses —respondió.

Light y Elle cruzaron miradas.

—¿Eso significa que…? —preguntó Light en voz alta, sin poder contener su entusiasmo.

—Sí —respondió Lían—. Ryuzaki deberá quedarse todo ese tiempo en Japón, hasta que a Beyond le den la sentencia —anunció Lían.

Light sintió en ese momento que la felicidad volvía a sonreírle. Fue como si Dios hubiese escuchado sus oraciones de la otra noche. Se sintió bendecido y tan alegre que debió contenerse de no ponerse de pie e ir hacia Ryuzaki para abrazarlo con fuerza.

Lían abrió la carpeta con los archivos y buscó pista por pista, testimonio por testimonio. Tendría que organizar el juicio antes de que este iniciara, y eso implicaba prepararse bien.

—También voy a precisar el testimonio de Takada, Light —le dijo a su amigo—. Ella participó muy activamente, por lo que puedo ver —dijo, con los papeles en las manos y sin quitar la mirada de ellos.

—Enseguida regreso —anunció Mikami de repente, se incorporó y caminó fuera del living hacia su dormitorio. Se encerró ahí, y ya no volvió a salir.

Lían notó el comportamiento reacio de Mikami, rodó los ojos e hizo de cuenta que no pasaba nada.

—Les prepararé un té —dijo con cierta decepción en la voz. Fue a la cocina y esperó allá hasta que hirviera el agua.

Light y Ryuzaki quedaron solos, sentados uno enfrente del otro, mirándose con fijación.

—El juicio va a durar muchos meses… —anunció Light. Elle asintió y sostuvo la mirada sobre Light de tal manera que sus mejillas se sonrojaron al instante.

—Sí —susurró Elle—, pero yo ya sabía que los juicios de homicidas duraban eso —le dijo con ironía y mostrándole sus dientes perlados en una sonrisa gamberra.

Light se sintió ofendido, se cruzó de brazos y desvió la mirada.

—También yo, tonto —dijo. Era uno de los mejores detectives de Japón, claramente sabía cuánto duraba un juicio de ese tipo.

Elle sonrió.

—Estoy bromeando, no te enojes —le dijo, y soltó una carcajada. Light continuaba de brazos cruzados y con la mirada desviada, pero cuando miró el rostro divertido de Ryuzaki, se sintió tan atraído hacia su sonrisa que no pudo evitar seguirle la corriente—. Voy a tener que quedarme en Japón el tiempo que dure el juicio. No puedo estar yendo y viniendo de aquí a Londres por dieciocho meses. —Y esta vez habló en serio.

—Y… ¿dónde vas a quedarte? —preguntó Light. El hecho de que Ryuzaki le sonriera a cada rato lo ponía tan nervioso que sentía sus mejillas ardiendo. Después de todo, Light siempre había creído que el inglés tenía la increíble habilidad de leer mentes.

—¿Por qué lo preguntas? ¿Me quieres llevar de nuevo contigo? —le preguntó, todavía irónico. Light se sonrojó aún más, y no le quedaron dudas de que ese Ryuzaki era exactamente el mismo que había conocido en la universidad: sarcástico y egocéntrico.

—Hace un mes no eras capaz ni de hablar… —dijo Light mientras enarcaba una ceja—. Y ahora te haces "el importante" —Se cruzó de brazos y, aún sonrojado, desvió la mirada, fingiendo estar muy molesto con su actitud. Aunque, a decir verdad, le gustaba que Ryuzaki volviera a hacer bromas como antes, significaba que había recuperado su estado de ánimo y que ya se sentía mejor.

—Tengo con qué —dijo Elle sonriendo provocadoramente. Light rodó los ojos.

—Veo que estás de muy buen humor —le susurró—. Y eso me alegra. —Esta vez se puso serio, deslizó una mano sobre la superficie de la mesa hasta llegar a la mano derecha de Elle. Entrelazó sus dedos con los de él, y empezó a acariciarlo con suavidad.

Elle no cortó el contacto ni quitó la mano. Se dejó acariciar por Light un buen rato. El roce hizo que sus vellos se erizaran y que empezara a tener pensamientos indebidos acerca de Light.

—Tranquilo. Ya me encargué de alquilar un departamento a las afueras de Tokio —dijo, recobrando la seriedad.

—¿A las afueras…? ¿Por qué? —preguntó Light sin comprender por qué había elegido un lugar tan distante del centro.

—La verdad es que prefiero evitar el bullicio del centro —respondió Elle encogiéndose de hombros—. Cuando vi que se alquilaba un departamento en los campos que rodean la ciudad me decidí casi de inmediato.

Light sonrió. Jamás andaba con el auto en calle de tierra, pero por Ryuzaki haría lo que fuera, y si tenía que ir a visitarlo al campo, pues… lo haría sin ningún problema.

—Me parece bien. ¿Y ya te mudaste?

—Estoy en eso —le dijo Elle con una sonrisa—. Apenas llegué ayer. Lían me llamó hace cuatro días y, la verdad, no estaba en mis planes venir tan pronto. Aunque me reconforta saber que el juicio de Beyond ya vaya a comenzar.

—Am… —titubeó Light—, yo puedo ayudarte con la mudanza. No tengo problema, en serio. Acabo de empezar a trabajar, pero la verdad es que no hay casos en la oficina y estoy con bastante tiempo libre, así que…

La mirada que Elle le echó a Light en ese momento lo hizo callar de repente. Quedaron mirándose un largo rato hasta que Lían apareció en el living con las tazas de té. Las apoyó sobre la mesa y, al cabo de un rato, volvió a dejarlos solos, porque fue hacia su habitación a hablar con Mikami.

Tanto Light como Elle escucharon una conversación seria y sostenida entre ambos, hasta que Lían decidió cerrar la puerta del cuarto para tener mayor privacidad.

Elle aprovechó el momento a solas con Light, y retomó la conversación:

—Bueno... compré muebles nuevos y no sé bien cómo ubicarlos en la nueva casa —le dijo—. Y como tu departamento es hermoso y pareces tener una habilidad nata para el orden y la limpieza, creo que sería buena idea aceptar tu ayuda.

Light soltó una carcajada. Volvió a extender la mano para acariciarlo. Ambos se quedaron mirando un rato largo en silencio mientras sentían el contacto suave y caliente de la piel del otro.

Lían salió de la habitación a los quince minutos, y su expresión delataba que había mantenido una plática bastante intensa con Mikami, quien continuaba allá, y parecía no tener intenciones de unírseles.

—Les doy las gracias por haber venido, chicos —anunció Lían con una sonrisa fingida. Empezó a mirar a la puerta con nerviosismo, para indicarles que era mejor idea que se marcharan.

Light se puso de pie, sin embargo Elle no pudo contenerse de preguntar en voz alta lo que se le pasó por la mente:

—¿Es por mí, cierto? —Hubo un silencio incómodo por parte de Lían, quien desvió la mirada y no dijo nada en respuesta—. ¿Puedo hablar con Mikami a solas? —solicitó. Tanto Light como Lían lo miraron sorprendidos, y hasta algo asustados. Ninguno de los dos creía que fuese buena idea dejar a ese par a solas. Temían que empezaran una riña y que terminaran ambos en el hospital.

Sin embargo, a Lían le generó confianza el hecho de ver a Elle tan pacífico en comparación con el pasado y, por otro lado, su novio no demostraba una actitud altanera, sino más bien defensiva. No creía realmente que llegaran a golpearse. Además, ya eran dos adultos y Ryuzaki estaba atravesando un duelo, no se lo veía con ánimos para peleas.

Quizás, pensó Lían, fuese la oportunidad perfecta para que saldaran deudas del pasado.

—Aguarden un segundo —les dijo a Light y a Elle, y volvió a ir a su habitación. Estuvo un buen rato allá hasta que, finalmente, salió de ahí con Mikami siguiéndole detrás—. Light, acompáñame a la cocina —pidió como excusa para dejar a ese par a solas.

Light hizo caso y siguió a Lían, pero no iba a negar que cada dos por tres los miraba de reojo desde la cocina. Temía que la situación fuese a salirse de control. Ambos eran hombres muy testarudos e inclinados a llevar la contraria; conocía a Ryuzaki, no le gustaba perder. Respiró hondo y simplemente se mantuvo expectante mientras la tensión en el ambiente iba en aumento.

—¿Qué hay, tío? —lo saludó Elle, mirándolo a los ojos. Tenía las manos en los bolsillos y mantenía una actitud despreocupada.

—¿Qué hay? —lo saludó Mikami de regreso mientras asentía.

Se quedaron mirando un largo rato en silencio. Ambos estaban incómodos. Parecían querer evitar esa situación a toda costa, aunque en el fondo sabían que algún día llegaría el momento de saldar cuentas. Sobre todo Elle, quien tenía asumido que si planeaba estar con Light tendría que tolerar la presencia de Mikami bastante a menudo. Después de todo, habían sido mejores amigos desde adolescentes.

—Me dijo Lían que querías decirme algo —soltó Mikami, con un tono de voz cortante.

Elle asintió.

—Am… ¿recuerdas la vez que…?

—¿Qué me golpeaste, y quedé internado un día entero por tu culpa? —preguntó Mikami con ironía—. ¡Cómo olvidarlo! Un gran recuerdo…

Elle rodó los ojos.

—Fuiste tú quien empezó la pelea ese día, ¡pero ya qué…! —dijo, encogiéndose de hombros—. Lo siento. Querías defender a Light y yo me estaba portando como un bestia. Entiendo cuáles fueron tus motivos.

Mikami inhaló profundo. Se mantenía en una postura rígida y con los brazos cruzados mientras miraba al costado.

Desde la cocina, Light husmeaba por detrás de la pared con sigilo.

—¿Están bien o ya se agarraron a los golpes? —preguntó Lían mientras ponía la pava a hervir por segunda vez en el día.

—Están bien —contestó Light, y volvió a echarles un vistazo. Desde esa distancia no podía oír nada de lo que decían, solo los veía hablando, con caras apáticas.

Mikami miró a Elle fijamente a los ojos.

—Está bien. Te disculpo. Pasó hace mucho, ya no importa —acabó diciendo—. Además, los dos éramos unos adolescentes idiotas en aquel entonces. —Desvió la mirada hacia la cocina. Vio que Light los estaba observando y quiso terminar con eso cuanto antes—. Y, por otro lado, lamento mucho la muerte de tu padre. ¡Qué hermano de mierda tienes! Espero que se muera en la cárcel.

—También yo —dijo Elle con sinceridad.

—Lo único de lo que voy a advertirte… —continuó Mikami— es que si vuelves a hacerte el idiota con Light, juro que te romperé la nariz, y seré yo quien te envíe al hospital esta vez.

Ambos se miraron a los ojos con amenaza.

—Eso no va a pasar —confesó. Mikami podía estar tan seguro de que Ryuzaki decía la verdad, como Ryuzaki podía estar seguro de que Mikami lo molería a golpes si llegaba a lastimar a Light. En todos sus años de rivalidad jamás se habían mentido—. Lo juro.

—Pues bien, entonces… —dijo Mikami y sostuvo la mano firme para estrecharla con la de Ryuzaki. Sabía que tendría que verle la cara bastante a menudo si lo que iba entre Light y él era en serio—. Y bienvenido a Japón. Espero que te sea ameno.

Se dieron un apretón de manos y se distanciaron. Ambos sabían que jamás llegarían a ser amigos, pero dejar las cuentas claras y saludarse sin insultos de por medio ya era un gran avance.

Light y Lían regresaron de la cocina y se les unieron. Luego de unos minutos Elle les dijo que era mejor que se fuera porque tenía que ponerse enserio con la mudanza.

—Te acompaño —le dijo Light con una sonrisa, y salieron juntos hacia la vereda luego de saludar a Lían y a Mikami—. ¿Viniste en la moto?

—No. Se la dejé a Takada antes de ir a Londres —contestó Elle—. Iré a recogerla luego, ahora solo quiero llegar allá y ordenar el lío que tengo de cajas.

Light rio.

—Te llevo —le dijo, y ambos se subieron al auto. Luego de unos minutos conduciendo Light le preguntó con intriga—: ¿Todo bien con Mikami? —En sus ojos ámbar había un brillo esperanzador.

—Sí… —respondió Elle mirando el parabrisas. Lo miró de reojo y le sonrió—. Todo bien con él.

Light acarició la mano de Elle unos segundos, y Elle se la sujetó con fuerza.


—¡Qué bonito está! —mencionó Light al ver el departamento de Elle.

—Todavía me queda mucho por hacer —dijo Elle mientras acariciaba a Rocco.

Light había tenido que ir por él, porque ya lo había dejado solo demasiado tiempo y creyó que el pequeño can estaría sufriendo su ausencia. Además, pensó Light, ¿qué mejor que Rocco pasara tiempo con Ryuzaki? Sabía que lo extrañaba, porque ni bien lo vio le agarró un ataque de felicidad descontrolada y empezó a dar saltos para que Ryuzaki le acariciara el lomo.

—Es increíble lo mucho que te quiere —comentó.

—También yo a él —dijo Elle, e intentó sujetarlo, pero Rocco estaba demasiado pesado para levantarlo—. Ha estado comiendo de más.

—Ni que lo digas, también lo noté —comentó—. Esa fue mi madre. Le dio doble ración de alimento balanceado al día… Tendré que llevarlo al veterinario.

—O ponerlo a dieta —soltó Elle. Cruzaron miradas y estallaron en risas.

Rocco fue a sentarse al sofá mientras ellos seguían abriendo cajas y sacando cosas. Esta vez a Light le había tocado una caja con vajilla dentro, así que llevó los platos y los vasos a la cocina con extremo cuidado.

La nueva casa de Elle no era blanca como su departamento, ni lucía sofisticada. Tenía, más bien, un aspecto rústico que le sentaba fenomenal y con las hiedras trepadoras que se alzaban en las ventanas, el lugar adoptaba un aire fresco y veraniego.

Las paredes eran de ladrillo barnizado y el suelo de madera. En el living había una alfombra negra felpuda que ocupaba todo el piso y una inmensa chimenea frente a los sillones y…

—¿Te compraste una guitarra? —preguntó Light mientras husmeaba el instrumento.

—Sí —respondió Elle desde el living. Por su parte, él seguía corriendo los muebles de lugar—. ¿Nunca te mencioné que me gustaba tocar la guitarra?

—Por lo menos no a mí… se lo habrás dicho a otro de tus chicos —dijo Light con una risa diablilla.

Elle rodó los ojos.

—Nunca tuve "otro chico" ni estuve en una relación de verdad —exclamó, rodando los ojos. «Porque nunca me gustó nadie más que tú», pensó en silencio. Eligió un mueble y lo empujó hacia un rincón.

—¡No lo arrastres! ¡Vas a rayar el piso! —dijo Light entrando en el comedor.

Elle se detuvo a observar el suelo y, a decir verdad, sí había un par de rayones. Light podía ser insoportable con el orden, pero estaba agradecido de haber aceptado su ayuda, o de verdad tendría problemas con el dueño de la casa por estar estropeándola.

—¿Y cómo debería hacerlo?

—Así —dijo Light, poniéndose delante del mueble para acomodarlo debidamente.

Elle fue a la heladera por una cerveza fría y se apoyó contra la pared a beberla mientras gozaba de una increíble vista.

—¿Qué estás haciendo…? Se suponía que debías terminar con esto —dijo Light, dándose la vuelta.

—Bebo una cerveza mientras veo tu culo… ¿qué mejor que esas dos cosas juntas?

Light enarcó una ceja. Dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hacia Elle. Le quitó la cerveza de la mano y bebió un sorbo. Luego la apoyó sobre una repisa. Elle aprovechó para sujetarlo de la cintura y darle un beso.

Había anhelado tanto estar así con Ryuzaki que se sentía el hombre más afortunado del mundo. Con sus brazos rodeó sus hombros y lo atrajo aún más hacia él. Se miraron a los ojos con deseo e intensidad, y se respiraron tan cerca que sus palpitaciones empezaron a aumentar precipitadamente.

—Fui a Egipto en mis vacaciones. Te traje una sorpresa —dijo Light, y sonrió. Con su nariz acarició la de Ryuzaki, quien se había quedado algo sorprendido después de aquella declaración—. Cuando me detuve en el departamento para recoger a Rocco, fui por ella. —De su bolsillo extrajo una pequeña caja de terciopelo negra. Ryuzaki la sujetó, aún asombrado por lo detallista y considerado que podía llegar a ser Light a veces—. La compré incluso sabiendo que había altas probabilidades de no volver a verte después de que te fueras. Y la guardé en mi habitación hasta hoy.

Elle guardó silencio, se distanció un poco y abrió la caja. Era un reloj negro muy sofisticado.

—¿En serio es para mí?

Light asintió.

—No quiero dejar pasar un segundo de mi tiempo sin ti a mi lado —confesó. Sus ojos brillaron, y también los de Elle, quien aún no podía creer lo mucho que Light lo quería… lo quería de verdad. A pesar de todas las vivencias y los recuerdos amargos, lo quería más que cualquier otra persona lo había querido jamás.

Se acercó a él hasta que sus labios se encontraron. El beso que se dieron fue el más sincero que Elle tuvo en su vida, y el más sincero que seguramente tuviera jamás.


El reloj de pared marcó las cinco de la tarde. Ya era hora de irse a casa. Empezó a juntar sus posesiones del escritorio: un anotador, una cartuchera con útiles y un libro de Criminalística que usaba desde hacía dos años y que no pensaba renovar por el momento.

Todos sus alumnos se habían retirado cuando dio por finalizada la clase, por lo que se había quedado solo antes de decidir ir a la cafetería de la universidad por un café expreso. Había días en que le dolía la cabeza; ser profesor no era para cualquiera, pero le gustaba tanto su trabajo que hasta lamentaba estar a solo tres años de jubilarse. Se preguntaba qué haría cuando llegara a viejo y tuviera todo el día libre. Había ejercido la profesión durante tantos años que no se veía haciendo otra cosa.

Lanzó un suspiro y guardó sus cosas en su maleta, pero un sonido lo distrajo. Miró al costado luego de darse cuenta que alguien estaba tocando a la puerta del salón. Había un chico ahí… de cabello negro, flequillo desparramado, campera holgada y pantalones arremangados.

—Hola, profesor… —lo saludó. El hombre se detuvo. Se lo quedó mirando un buen rato, intentaba deducir en cuál de sus clases lo había visto, pero parecía estar costándole recordarlo—. Espero se acuerde de mí, aunque lo dudo. Hace diez años no piso esta institución… —le dijo con voz grave e intensa.

El profesor vio los tatuajes con forma de dragones en sus brazos y piernas. La mochila del joven le colgaba de un solo hombro, su aspecto despreocupado y para nada académico no eran típicos de un estudiante aplicado… y, sin embargo, algo en su memoria le decía que ese chico había sido uno de sus estudiantes destacados.

—¿Hideki…? —dijo en voz alta. Podía ser un desastre recordando cosas de su vida diaria, como qué comprar cuando iba al supermercado o, incluso, para las fechas de cumpleaños. Pero si había algo que jamás olvidaba era el nombre de sus alumnos—. ¿Hideki Ryuga? —Elle asintió y esbozó una sonrisa—. ¿Cómo estás, muchacho? ¡Tantos años sin verte! —Caminó hacia él y le palmeó el hombro.

—Bueno, ahora que estoy aquí… mucho mejor.

—De un día para otro desapareciste… ¿Por qué abandonaste? ¡Con lo bien que te iba!

Elle exhaló hondamente.

—Es largo para contar. Supongo que fueron demasiadas cosas, y no pude manejarlas… —contestó Elle.

—Bueno… —dijo el profesor—. La verdad es que tengo tiempo de sobra para escucharlas. Planeaba ir a casa a ver una película. Con mi edad ya no me queda mucho por hacer cuando llega esta hora del día —dijo, y soltó una risa simpática. Elle se sintió reconfortado; saber que pasaría el resto del año académico junto a su antiguo profesor lo alegraba tanto como saber que dormiría con Light todas las noches. No había nada más parecido a sentirse en casa—. ¿Vas a retomar la carrera?

Elle asintió. Mientras tanto, el profesor atravesó el umbral de la puerta y caminó a través del pasillo en compañía de Ryuzaki.

—Sí. Voy a quedarme un buen tiempo en Tokio, así que supuse que sería buena idea acabar con todo lo que dejé a medias.

—No creo que se te dificulte… siempre fuiste brillante. Eras el primero en contestar a mis preguntas —dijo con alegría—. Voy a la cafetería, ¿gustas un café?

—Sí, claro —dijo Elle mientras caminaba a su lado.

Se sintió inundado por una sensación de bienestar absoluto. Estaba alegre, en paz consigo mismo… y pleno.

 

FIN

 

Notas finales:

¡Y llegamos al THE END!

Muchas gracias a todas chicas, sobre todo a quienes me escribieron en el último tiempo: Eira Baker, MorketIchihara, Wasuu, Camilamku (ah no, esa soy yo escribiendo reviews en mis fics jajajaja), Guest, Kuro, Beyond y a las chicas de Amor Yaoi, web donde jamás pude volver a actualizar jajaja.

En serio gracias por todos estos años de apoyo. No voy a mencionar a todos los que me escribieron en la primera parte de Todos aman a Light porque son muchos, pero les agradezco a todos y cada uno por haberse tomado el tiempo de dejar un review.

Allá por el 2013, cuando empecé esta historia, yo creía que solo tenía pies, y ustedes vinieron y me dieron alas. Lo único que puedo decir ahora es…

¡Larga vida al fandom!

¡Larga vida al fandom!

¡Larga vida al fandom!

El fic que sigue es El Hogar de las Bestias (estuve trabajando en el borrador todo este mes) Y, como les dije en un review, creé un Instagram solo y únicamente para subir contenido yaoi y del resto de mis historias. Ojalá puedan pasarse. Les dejo el link en la bio, porque por acá Fanfiction no me deja. Aunque se van a dar cuenta porque la imagen de perfil de la cuenta es la misma que la que tengo en la bio de Fanfiction.

Nos vemos pronto!

Besos y abrazos

Camilamku/


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