—¡Suéltame! —Me retorcí e intenté apartarme, pero ella me agarró con ambas manos y me hizo daño en los brazos. Puso su boca en la mía y me volvió a besar. Atiné alzar los brazos y me solté de sus manos. Aparté la boca, siseando—. No te atrevas.
—Me perteneces—dijo ella, lasciva.
—¡para! —grité.
Ella se arrodilló, hundió la rodilla en mi estómago y me dejó sin aliento mientras se desnudaba. Yo me incorporé y la empujé con las dos manos. De pronto, me pegó en la cara con el puño derecho. Un chasquido nauseabundo resonó en mi cabeza. Mi cuello dio un latigazo hacia atrás y mi cuerpo se precipitó al suelo. Era como papá pegando a mamá. La mente se me quedó en blanco unos segundos debido al dolor ensordecedor, pero entonces me retorcí y me volví, e intenté escabullirme de debajo de ella, pero era demasiado fuerte. Ella me sujetó con una sola mano ambos brazos sobre la cabeza y me bajó la cremallera del short y me desgarró las bragas mientras pateaba. Grité, pero no había nadie quien pudiera ayudarme. Daba patadas al suelo, forcejeaba por liberarme, pero ella me cogió por la cintura y me dio la vuelta para ponerme boca abajo. Luego hundió mi rostro dolorido en el barro y metió la mano bajo mi vientre para levantar la pelvis hacia ella mientras se arrodillaba detrás.
Ahora todo estaba peor. Perdí las esperanzas. En eso sentí algo queriendo entrar en mí pero ¿cómo es posible? ¿Cómo es que tiene un….?
—¿pene? Lo cree con un sólo fin de poseerte.
—¡No lo hagas!
Creía saberlo todo acerca del apareamiento por haber observado a las palomas. Nadie me había hablado nunca de sexo y la única experiencia que tenía había sido yo misma. Conocía los detalles por los libros de biología pero esto era demasiado brusco: mi violación dolía. Grité, lloré pero eso no la detendría. No sabia que hacer ni decir pero ella sólo me tranquilizaba cuando entraba y salía de mí. Me penetraba raudamente y yo seguía sufriendo. En un momento, un rumor me llamó la atención. Era un extraño suspiro que hasta mi oído llegaba. Parecía venir desde una profundidad. Tan sólo veía oscuridad a mi alrededor. Todo se había detenido y ella ya no estaba. En eso me agarre fuertemente mi bajo vientre cuando sentí un dolor inimaginable. Tan fuerte era el dolor que había perdido la conciencia.
Cuando desperté, comprendí que me encontraba en la entrada de la cueva donde todo comenzó. Tenía como fondo la infinidad de la selva. Pude escuchar, entre los sonidos de la naturaleza, su voz. Mi tranquilidad se perturbó y mi corazón entró en éxtasis. De la luminosidad pude verla. Se acercó con su divino fulgor y sentí un aire helado en mi pecho. Y mencionó su nombre. Se llama kiari. Me habló de las consecuencias de no acatar sus órdenes:
"Las personas por razones sociales no te creerán y te harán a un lado y sufrirás en vida tanto por ellos como por mi. Di mi nombre cuando vayas a matar y te ayudaré. Sólo mata por mí, alimentame con las futuras víctimas. Yo estoy dentro de ti."
Esta confección me entristeció. Encontré fuerzas en alguna parte primigenia de mi ser y empujé contra el suelo con rodillas y brazos, y me incorpore. Sentí como un líquido amarillo y verdoso salia de mi interior. Con fuerza me subí el shorts, cogí la mochila y caminé lento hacia el sendero. El camino se habría paso para mí y finalmente había llegado al sendero correcto que me llevaba a mi hogar. Esperaba que algo sucediera pero no ocurrió nada. Me abroche el shorts con manos temblorosas y seguí mi camino.