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El estafador de dioses por shiki1221

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Notas del fanfic:

Esta es la primera vez que hago una historia “original”, aunque en “notice me sempai” la puse como historia original en realidad los personajes eran Ocs de una amiga mía que era dibujante y con quien colaboré haciendo una historia de sus personajes. La realidad es que quería hacer un one shot de Saint seiya de la pareja Saga x Aioros, pero mientras lo hacía estaba leyendo “next dimensions” y me pareció curioso lo de la flecha de la diosa que metió el Kurumamadas para que sagitario sea capaz de matar hasta dioses. Mientras escribía un breve flashback sobre quién podría ser el santo de sagitario de la era del mito, aquel que recibió la flecha por primera vez, no me cuadraba que un hereje como Sísifo se volviera el santo más leal de Atena, pero yo la tenía fijo con que él debía ocupar ese rol en mi historia. Sin embargo, mientras más intentaba darle lógica más se alargaba y no llegaba a la dichosa flecha.

Luego mi beta sugirió aprovechar para escribir sobre los demás dorados de la era del mito. Por tanto, me pasó lo mismo que a Kurumada. Según leí, él sólo pretendía hacer que en Saint seiya existiera sólo una armadura dorada la de sagitario. Pero debido al éxito que tuvo agregó a los demás y así nacieron 12 caballeros dorados. Mas, para poder distinguir que la de sagitario era la primera le puso alas para destacar que era importante. Incluso vi teorías sobre el porqué de las alas en su armadura siendo la única de las doradas que la tiene. Así que me dediqué a escribir qué hubo detrás de lo que conocemos en Saint seiya.

Así nació esta historia que si bien está estrechamente relacionada a Saint Seiya tiene personajes creados por mí o tomados de diversos mitos.

Por lo mismo registré esta obra en safecreative: https://www.safecreative.org/?wicket:interface=:56::::

Algunas cosas más que supongo debo aclarar. Primero que nada, la historia es de aventura, sobre todo. Así que habrá muchos capítulos de peleas o disputas, pero también hay romance. Las parejas son de desarrollo lento e incluso tanto heterosexuales como homosexuales.

Otra cosa importante que quiero aclarar desde ya es que incluye contenido sensible como violación y pedofilia. En los mitos griegos abundan y traté de mantenerme fiel a los mitos y no alterarlos demasiado. Por ejemplo, es bien sabido que Medusa fue violada por Poseidón. Así que no he cambiado ese mito para hacerlo pasar por una relación amorosa toda fluffy porque no me interesa aplicar la de Disney con Hércules donde se omite que Zeus fue violador y lo vuelven un esposo y padre amoroso. Lógicamente por cuestión de trama y para hacerlo compatible con el canon del universo de Saint Seiya me he tomado algunas libertades creativas. Así que por favor NO intenten corregirme sobre los mitos con comentarios del tipo “en realidad el mito dice…” porque créanme los leí, hasta les dejaré en las notas los links de los mitos que leí. Existen en ocasiones muchas versiones de un mismo hecho. Por ejemplo, cuando Hércules saca a Cerbero del inframundo hay versiones en las que dicen que Hércules peleó con Hades, otras en las que se lo robó sin que se diera cuenta y hasta otra versión dice que Hades se lo cedió amablemente. Habiendo tantas versiones de los mitos yo agarro una y la integro a la historia. Si “Hércules” de Disney es una peli tan adorada pese a los desastres mitológicos de su trama, pido un poquito de indulgencia respecto a mi historia si se animan a leer. Son libres de abandonarla si les gusta ser apegado a los mitos al %100.

Por último, no conozco del todo la jerga de los griegos antiguos. Sinceramente se me haría demasiado complicado escribir si tuviera que consultar qué palabras existían o no en esa época. Y si lo hago puede que quienes quieran leerla tengan que pasar lo mismo que yo leyendo “Don Quijote de la mancha”. Perdón si alguien ama ese libro, pero no puede pasar de las primeras dos páginas debido a la jerga usada en la redacción. Cada dos o tres palabras debía consultar que significaba y se me hacía tedioso. Así que soy consciente de que muchas palabras que usaré en los diálogos no existían en esa época, pero el fin es que lo entiendan quienes quieren leerla.

Cap 1: Un príncipe muy astuto

 

A Eolo se le describió como rey de Eólida (posteriormente llamada Tesalia), quien desposó a Enárete, hija de Deímaco, con la que tuvo siete hijos: Creteo, Sísifo, Deyoneo, Salmoneo, Atamante, Perieres y Magnes; y también cinco hijas: Cálice, Cánace, Pisídice, Perimede y Alcíone. Siguiendo la larga tradición de la cual provenían, cada hijo debía abrir su propio camino en la vida. Creteo al llegar a la madurez se convirtió en un líder, fue llamado «rey administrador de justicia», fue el fundador de Yolco y como el primogénito de los hijos de Eolo y Enáreta, éstos se llenaron de gozo al ver a su hijo volviéndose un rey de gran reputación. Fundando su propia ciudad en vez de esperar la muerte de su padre para sucederlo. Eso era tener iniciativa y sentido del trabajo. Él había dejado una vara muy alta para sus hermanos en la línea sucesoria. Pues Eolo, embriagado por el orgullo y el honor sentido por el éxito de su primer hijo, no esperaba algo menos que la excelencia de los demás. Ahí es donde Sísifo discrepaba y se rebelaba contra su destino impuesto.

―Su majestad por favor ponga atención ―pidió el sabio encargado de impartirle clases a Sísifo, quien estaba sentado a la sombra de un árbol sin mucho interés.

―No entiendo por qué debo aprender a usar el arco y la flecha cuando sería más divertido hacerlo con una espada ―se quejó rodando los ojos con fastidio.

―Un buen gobernante tiene dominio sobre diversas habilidades. Su hermano Creteo dominaba el arco y la flecha, la espada y el combate cuerpo a cuerpo, así como poseía una gran sabiduría digna de un erudito. Todo un prodigio ―suspiró el maestro lleno de admiración.

Nuevamente Sísifo rodó los ojos con menos ganas de participar en la absurda tarea. Siempre lo molestaban con esas lecciones y las innumerables menciones acerca de cómo su hermano consiguió fundar una ciudad y siendo rey la administró de manera próspera. A pesar de ser una ciudad tan joven, gozaba de ciertas riquezas ganadas en un tiempo tan breve que cualquiera pensaría que era obra de los dioses. Sísifo creía firmemente que su hermano pactó alguna clase de favor con alguno de ellos. Después de todo, en esa ciudad una de las primeras edificaciones era un templo en honor a Zeus. Probablemente siguiendo aquella creencia de que descendía muy lejanamente de aquel Dios. Él no lo creía posible. Cualquier semidiós tenía habilidades sobrehumanas imposibles de conseguir para un simple mortal. Su hermano era hábil, pero nada divino en su humilde opinión.

―Creo que necesito tomarme un descanso ―mencionó Sísifo mientras colocaba una mueca pensativa muy marcada―. Me gustaría ir a la biblioteca a leer un poco acerca del arco y la flecha. Saber acerca de los consejos que nos dejaron nuestros antepasados escritos y aprender algunas técnicas. ¿Le parece bien, maestro? ―preguntó amablemente.

―¡Es una excelente idea, príncipe! ―exclamó el mayor mirándolo satisfecho por su iniciativa para estudiar―. Daré por terminada la lección de hoy para darle tiempo de leer.

―Gracias por tener la paciencia de esperarme. Por favor avise que estaré ocupado estudiando y no me encontraré disponible por algunas horas ―agradeció Sísifo retirándose de allí.

―Le avisaré a su padre que estará estudiando, no se preocupe, príncipe ―respondió su maestro muy emocionado por haber logrado el interés del terco joven tan problemático.

El príncipe caminó tranquilamente antes de perderse de vista de su instructor y en vez de irse a la biblioteca decidió irse al pueblo a divertirse. Un chico de catorce años tenía tanto que ver y tanto que explorar que poco valor veía en las lecciones de habilidades que no le interesaban. Cuando se convirtiera en rey tendría a su disposición soldados que se encargarían de disparar flechas a los enemigos que intentaran invadir su hogar. Él como rey no debía preocuparse de saber luchar. Habría personas con la especifica tarea de morir por él, en su nombre y derramarían gustosos su sangre por defender a su rey. Para eso se les pagaba, ¿o no? Se detuvo unos momentos asegurándose de que no hubiera soldados de su padre cerca para no ser arrastrado al palacio nuevamente. Sería algo difícil ocultarse entre la gente. Pese a tener rasgos comunes y normales entre los helenos, su cabello oscuro, su piel color aceituna y sus profundos ojos azules como el mar solían llamar la atención. Además de que su ropa marcaba su cuerpo bien trabajado. Tenía un cuerpo bien definido gracias a su pasión por el manejo de la espada. El lino pegándose a sus contornos hacía resaltar sus generosos atributos ante las damas.

―¿Quién necesita un tonto arco y flecha cuando puedes tener una poderosa y filosa espada en mano para luchar? ―preguntó por lo bajo para sí mismo.

Sacudió su cabeza ignorando aquellos pensamientos. No tenía caso seguirse gastando en esas tonterías cuando se había quitado al ingenuo maestro de encima. Vaya idiota le venía a dar clases. Y no era el único incompetente. No era su primer maestro intentando explicarle temas que no le llamaban la atención, tampoco era el primer iluso al que dejaba esperando su regreso como un idiota y seguramente también sería otro más a su lista de maestros que renunciaban a educarlo. La mayoría no tardaban demasiado en perder la paciencia al verse burlados. Hasta a su padre le fastidiaba lo fácil que era dejarlos en ridículo. Un joven príncipe en plena adolescencia se escapaba de sus deberes cada vez que quería haciendo ver a altos eruditos como simples pueblerinos. Sísifo sonrió cuando llegó a un lugar en la zona empobrecida de la ciudad donde los hombres se batían a duelo clandestinamente a cambio de dinero. Y sin dudarlo entró apostando las monedas de plata que llevaba consigo

Ese día prometía bastante. Llegó al sitio en el cual había un gladiador de gran tamaño intimidando a cuanto valiente quisiera luchar contra él. La apuesta soltada para quien la tomara consistía en que quien consiguiera hacerlo caer al suelo sería el vencedor. El premio eran varias monedas de oro. Eso llamó la atención de Sísifo rápidamente. Hacerse de dinero fácil le atraía poderosamente por lo cual se ofreció a participar en el combate. Por su edad e inexperiencia varios creyeron que la apuesta segura era que el gladiador fuera el vencedor, pero algo inesperado sucedió. Antes de iniciar el combate Sísifo había convencido a su oponente de que el hombre encargado de levantar las apuestas, quien era socio del gladiador, le estaba estafando.

―¿Preparado para perder? ―preguntó el luchador viendo al joven atentamente.

―Por supuesto que no. Carezco de derecho a la derrota después de haber ofrendado un medallón bendecido por el mismísimo Zeus ―aseguró con tal seriedad que resultó creíble.

―¿Un artículo divino? ―interrogó el hombre delgado que llevaba las apuestas revisando la bolsa donde tenía todo lo recaudado ese día―.  Tú sólo dejaste unas monedas de plata por esta oportunidad.

―¡¿Te has robado el medallón antes de que siquiera perdiera?! ¿Tanta es tu codicia que incluso la ocultas de tu compañero? ―interrogó el príncipe viéndolo directamente.

―¿Es cierto lo que dice? ¿Lo has ocultado de mí? ―cuestionó el gladiador.

―¡Ese niño está mintiendo! Siempre nos hemos repartido las ganancias de manera justa ―remarcó el delgado viendo a su compañero.

―¿Es realmente justo? ―intervino Sísifo―. Quiero decir, él lucha día con día arriesgando su vida y su salud, mientras tú sólo reúnes el dinero. ¿Cómo sabría él si le das un trato justo? Es más, ¿cómo sabe que cuando termine lisiado o muerto recibirá alguna remuneración siquiera?

―¡Eres un bastado! ―exclamó el gladiador antes de arremeter contra su compañero de negocios. Al procesar que todo este tiempo él trabajaba como burro mientras su socio se llevaba las ganancias sin hacer nada.

Ambos comenzaron una fuerte discusión en la cual, el gladiador comenzó a perseguir a su socio con intención de darle muerte por engañarlo de esa manera. No había considerado hasta ese momento la posibilidad de salir herido. Si ese era el caso, ¿qué sería de él? Se dio cuenta que su compañero de negocios lo ponía en riesgo y se llevaba todos los beneficios sin esfuerzo ni peligro. Por su parte Sísifo aprovechó la conmoción de la gente, quienes seguían con la mirada la disputa y se llevó aquella bolsa con todo lo recaudado en la apuesta. Esa pequeña bolsa de tela se le había caído en el apuro por huir del gladiador y de momento nadie había notado aquello. Codicioso como era sonrió al ver todas las apuestas dentro cuando las examinó lejos del sitio del problema. Rio para sí mismo pensando en qué gastarse lo adquirido, pero no hubo oportunidad cuando los soldados de su padre lo escoltaron de regreso al palacio ante el rey.

―¡Sísifo! ―gritó el rey Eolo mirándolo fijamente por su treta―. Otra vez te escapaste de tu tutor.

―Quería enseñarme a usar el arco y flecha, yo prefiero manejar la espada ―respondió encogiéndose de hombros con desinterés.

―Esas son cosas que se pueden negociar, hijo mío. Pero estafar a mis súbditos para tus diversiones, es inaceptable ―regañó el mayor con seriedad.

―No le veo lo malo ―respondió con actitud despreocupada.

―No podemos tener esas actitudes. Piensa en nuestro ancestro Prometeo ―dijo haciendo suspirar a su hijo sabiendo que se venía por centésima vez la historia de por qué engañar estaba mal―. Prometeo era hijo de Jápeto y la oceánide Asia. Era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia y engaños. No tenía miedo a ninguno de los dioses, y ridiculizó a Zeus y a su poca perspicacia.

―Ya conozco su historia, padre ―afirmó el príncipe con un claro gesto de cansancio y fastidio. Él ya sabía lo que venía y no le gustaba.

―Entonces ya deberías saber que no debemos ofender al gran Dios Zeus ―dictaminó su padre sin darle tiempo a responder algo o alegar nada―. Nuestra familia carga con el estigma de ser unos estafadores, personas deshonestas y engañosas que buscan ridiculizar a los dioses. Debemos demostrar que somos fieles devotos completamente sumisos a sus deseos.

No puedo demostrar algo que no soy”. Pensó Sísifo siendo consciente de lo poco que le importaba agradar a los dioses. De hecho, él admiraba mucho a Prometeo. Lo único que no le gustaba del relato era la manera en la que su padre hablaba de él. Siempre insultándolo y diciendo que su familia tenía su honor manchado por su culpa y que de ellos dependía limpiar esa fama. Su padre tenía la fantasía de recibir el favor de Zeus algún día, a saber, exactamente para qué, pero bueno. Ese era su deseo. Por su parte, lo que él quería era que dejara de compararlo con su hermano y con Prometeo. Siempre le repetían que fuera como Creteo y jamás como Prometeo. ¡Él era él! No tenía por qué seguir el camino de ninguno de ellos dos. Mas su padre siempre insistía en recordarles lo sucedido a la humanidad por culpa de Prometeo.

Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos, pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres quemaron en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, y comerse la carne. Indignado por este engaño, Zeus prohibió a los hombres el fuego. Entonces Prometeo decidió robarlo, subió al monte Olimpo y lo cogió de la forja de Hefesto. Consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que ardía lentamente y resultaba muy apropiado para ese fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse y utilizarlo para llevar a cabo sacrificios de animales. También desobedeció abiertamente las ordenes de Zeus de crear una nueva Humanidad más salvaje e inferior al otorgarles el don de las artes con el fuego robado.

Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y la envió por medio de Hermes al hermano de Prometeo, Epimeteo, en cuya casa se encontraba la jarra que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez (a causa de las advertencias de su hermano de no aceptar ningún regalo de los dioses). Pandora terminaría abriendo el ánfora, tal y como Zeus había previsto. Tras vengarse así de la humanidad, Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que lo llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado por Hefesto con la ayuda de Bía y Cratos. Zeus envió un águila (hija de los monstruos Tifón y Equidna) para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo éste inmortal, su hígado volvía a crecer cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día.

Este castigo había de durar para siempre, pero fue liberado por Hércules. A él lo conocía debido a que cierto día unos centauros atacaron a Hércules al no poder resolver una trifulca producto de disputarse unas tinajas de vino, por lo que el héroe griego huyó hacia la cueva de Quirón en el monte Pelión. Sin embargo, Hércules hirió por error a Quirón con una flecha envenenada con la sangre de la Hidra, dejándole una herida incurable, provocándole dolores espantosos, condenándolo de por vida. Zeus se compadeció y aceptó intercambiar la inmortalidad de Quirón por la mortalidad de titán Prometeo. Inmortalidad que habría preferido no tener de haber sabido que su castigo se prologaría tantos siglos. Luego de llevarse a cabo el intercambio Quirón pudo morir en paz, siendo elevado al firmamento por el Señor del Olimpo a manera de homenaje por una vida impecable. Nació así la constelación de Sagitario o el Arquero.

El árbol genealógico de Sísifo contaba con una larga lista de figuras de prestigio. Cada nuevo bebé que nacía era motivo de altas expectativas acerca de su futuro. Y el rey Eolo se había encargado de inculcarles a su descendencia el sentido de la consciencia propia sobre sus orígenes para labrar su futuro. Siempre comenzaba hablando acerca de cómo Helén fue el primogénito de los hijos de Deucalión y Pirra, los supervivientes del diluvio, aunque varios alegaban que su padre en realidad fue Zeus. De ser así, Helén sería el primero de los reyes que descienden de Zeus. Sin embargo, nadie tenía certeza de si eso era o no verdad, pues era bien conocida la capacidad de los dioses de cambiar de forma en lo que quisieran, desde animales hasta disfrazarse de los mortales. Lo único claro para todos era el parentesco de Sísifo con Prometeo. Quien fue padre de Deucalión y abuelo de Helén. Era conocido como introductor del fuego e inventor del sacrificio, Prometeo era considerado como el titán protector de la civilización humana. Y Helén por la ninfa Orséis se convirtió en padre de tres célebres hijos: Juto, Eolo y Doro.

―Lamento mucho mi comportamiento, padre. No volverá a suceder ―mintió Sísifo con la única intención de cortar aquella larga charla sobre algo que no haría.

―Por supuesto que no sucederá ―declaró Eolo viéndolo sin una pizca de compasión―. Vas a encargarte de los rebaños durante un largo tiempo para que aprendas lo que es el trabajo duro.

―Pero padre…

―En vista de que las lecciones te parecen aburridas, es mejor que tengas algún quehacer para tu inquieta mente. Te vendrá bien resolver el misterio de por qué desaparecen tan rápido las cabezas de ganado pertenecientes a nuestra familia.

Ante la orden de su padre y sin tiempo para responderle antes de ser echado de la presencia del rey, Sísifo se quedó sin más opciones que ir a cuidar de los rebaños. La tarea era sencilla, pero extremadamente aburrida. Observaba a los toros y vacas pastar e ir a correr por los terrenos donde la hierba era más verde. Esos animales no iban muy lejos, por lo cual de vez en cuando se tomaba alguna que otra siesta esperando que los animales terminaran de masticar su alimento. Siempre les tomaba horas terminar de mascar. Su despiste había dado una oportunidad a cierta persona para hacer de las suyas. El rey Eolo tenía muchos rebaños y su vecino Autólico decidió robarle partes del mismo. Como el dios Hermes le había concedido a Autólico el don de convertir los toros en vacas, éste le robaba a Sísifo los toros y les convertía en vacas. Pero llegó un día en el que Sísifo se dio cuenta de que su rebaño era cada vez más pequeño y el de su vecino cada vez más grande, por lo que comenzó a sospechar y se le ocurrió la idea de grabar en las pezuñas de sus vacas la frase «me ha robado Autólico», así podía demostrar que le estaban robando. Entonces Autólico, admirado por la inteligencia de Sísifo, le entregó a su hija Anticlea para que tuvieran hijos tan astutos como él.

―Pobre tonto si cree que le daré mi astucia a su prole ―se dijo así mismo el príncipe sabiendo de las intenciones de aquel ladrón―. Aun así, su habilidad me será útil para mis planes.

Sísifo no estaba dispuesto a darle nietos a ese vulgar hombre, pero tomar a la hija que ofrecía con esa promesa que no pensaba cumplir, les abría posibilidades a sus propios planes. Autólico era un maestro del robo y del hurto y así se decía que «todo lo que con sus manos cogía todo invisible lo hacía»; efectivamente había recibido de su padre Hermes la habilidad de transformar y desfigurar todo lo que robaba, para así hacerlo irreconocible a sus dueños. A ese hombre se le concedió el don de ser un ladrón tan habilidoso que jamás habría de ser capturado; así era capaz de cambiar cualquier cosa que robase del blanco al negro, o del negro al blanco; de un animal sin cuernos a uno con cuernos y de un animal cornudo a uno sin ellos. Si quería fundar su propia ciudad, la cual pudiera gobernar, necesitaba dinero para iniciar, ¿y qué mejor manera de conseguir rápido capital que prometiendo a su suegro volver a su hija una reina?

―Tomaré a su hija como mi esposa cuando sea rey de mi propia ciudad, de esa manera ella será una reina y por extensión usted será parte de la realeza ―propuso tendiéndole la mano a aquel hombre.

Autólico cayó de inmediato en la treta. Durante años se aseguró de robar y desfigurar todo aquello que le era indicado por su astuto yerno. Volvían la plata en oro, los toros en vacas, o viceversa. A Sísifo no le molestaba en lo absoluto colaborar en los hurtos de su suegro, sólo ponía la condición de que el beneficio valiera el riesgo. Alguien tan codicioso como él no se conformaría con menos. Su suegro cumplió al pie de la letra y todo lo que se necesitara según demandara la situación. Gracias a todo el esfuerzo invertido, Sísifo fundó la ciudad de Corinto, de la que fue rey y en la que destacó por su astucia e ingenio, por ejemplo, se le ocurrió rodear toda su ciudad con grandes murallas para que los viajeros tuvieran que pagar para pasar por allí. Fue promotor de la navegación y el comercio, pero también avaro y mentiroso. Recurrió a medios ilícitos, entre los que se contaba el asesinato de viajeros y caminantes, para incrementar su riqueza.

Pese a ser una persona mentirosa, ciertamente cumplió su trato con su suegro y tomó a Anticlea como su esposa. No le convenía poner en su contra a Autólico y arriesgarse a que utilizara su don de desfigurar cosas contra él. Tener amigos cerca era bueno, pero tener a sus enemigos lo era aún más. Autólico era codicioso y embustero igual a él, por lo cual dar partes de su riqueza no le suponía un problema para tenerlo contento. Tampoco su hija podía protestar. La cuidaba correctamente, quizás no con amor como se esperaría de un esposo, pero sí con cariño por ser una compañera capaz de soportar su retorcida personalidad. Probablemente una consecuencia de crecer con un padre ladrón. Fingiendo respeto se negó a yacer en el mismo lecho que ella. Seguía firme en no darle gusto a su suegro de tener nietos astutos que se beneficiaran de su sangre, así que hábilmente engatusó a su esposa con dulces palabras acerca de no querer tomarla si ese no era su deseo. Pues ella fue dada por su padre sin siquiera preguntar por su opinión. Ella agradeció el gesto pensando en lo buen hombre que era, Sísifo simplemente celebró para sí mismo haber faltado a su trato con Autólico sin consecuencia alguna.

Siendo ya rey de Corinto, un buen día fue testigo del secuestro de Egina, —una ninfa—, por parte de un águila enviada por el dios Zeus. Sísifo de inmediato se dio cuenta que podía sacar ventaja de aquella situación. Aunque era el rey de una ciudad gloriosa, sufría de escasez de agua potable. Decidió guardar silencio frente al hecho, hasta llegar donde el padre de la ninfa, pues éste era Asopo, dios de los ríos. La deidad se encontraba muy triste por la repentina desaparición de su hija. Y tal era su amor que no escatimó en recursos para hallarla. Sabía que la belleza de su hija podría atraer a seres malintencionados y se temió el peor de los destinos para ella. Aun así, no perdía esperanza de encontrarla con bien. Es cuando Sísifo encontró su oportunidad para proponerle un intercambio: el secreto, a cambio de una fuente de agua dulce para Corinto.

―Sé el paradero de su hija, pero esta información tiene un precio. Quisiera que creara una fuente de agua para mi ciudad ―pidió Sísifo estando frente al Dios.

Asopo aceptó y creó una fuente mineral del agua más pura para Corinto y luego partió en busca de su hija a donde Zeus. Aunque se tratara del rey de los dioses, no perdonaría haberse robado a su pequeña. El rey del Olimpo no podía creer lo que veía, cuando la otra deidad llegó a reclamarle el secuestro de la ninfa. Una batalla entre dioses siempre era un problema y por lo mismo solían tenerse algo de respeto mutuo. No quería ni recordar lo que sucedió cuando Deméter montó en cólera ante el secuestro de Perséfone. Las consecuencias habían sido demasiado grandes hasta el famoso trato con Hades para que Perséfone pasara seis meses con Hades y los otros seis con su madre. Y cada Dios tenía las mismas posibilidades de causar estragos según su poder le permitiera. Por lo mismo tuvo que dejar a la ninfa regresar al lado de su Asopo, pero se juró castigar a quien le había acusado con el dios de los ríos. Al enterarse de quien había sido el responsable, Zeus entró en cólera y envió a Tánatos, dios de la muerte, para que darle fin a Sísifo. La apariencia de Dios de la muerte era terrorífica, pero Sísifo no se inmutó. Pese a la sorpresa inicial al verlo aparecerse en su palacio se mantuvo estoico unos breves instantes antes de idear un plan.

―Entonces parece que ha llegado mi hora, no esperaba morir tan joven. Pero confieso que me sorprendió tu esplendor. Eres una magnifica deidad y sé que de los muchos dioses que he conocido pocos son tan distinguidos y elegantes. ―Lo recibió amablemente mientras le sonreía y se mostraba maravillado por la deidad frente a él―. Dado que voy a morir, creo que mis joyas y adornos de valiosos metales me serán inútiles ya.

―En el inframundo nada importa ya ―respondió Tanatos observándolo curioso por su peculiar comportamiento―. Las riquezas, el estatus, los títulos todo se pierde una vez que se llega ahí.

―En ese caso antes de irme me gustaría obsequiárselas a usted para hacer su presencia aún más magnifica de lo que ya es ―dijo Sísifo con una gran sonrisa mientras lo invitaba al interior de su palacio con un gesto de la mano―. ¿Le gustaría cenar? ¿O puede sentarse a esperar que traiga las joyas? ―preguntó con cordialidad.

El dios de la muerte lo siguió hasta el “comedor” sin saber que Sísifo lo invitó a comer en una celda. Tanatos al ser el encargado de ponerle fin a las vidas mortales, era uno de los dioses más odiados y temidos por lo mismo. A él nadie le rendía tributo ni se le alzaba templos como sucedía con otros dioses como Zeus, Afrodita, Hera, entre otros tantos. Ni había fiestas como las que se celebraban en primavera, las llamadas "Grandes Dionisíacas" en honor a Dionisos y en las que había representaciones teatrales, especialmente tragedias, y que más tarde fueron incluyendo comedias y dramas satíricos en su repertorio. O cuando eran los juegos olímpicos y una llama eterna era colocada frente a los principales templos. Una situación similar sucedía dentro de los límites de Olimpia, sede de las competiciones, en el santuario dedicado a Hestia o en los templos de Zeus y Hera,​ donde también se realizaban sacrificios de animales en su honor. Por una vez ser recibido amablemente se había sentido bien. Sin embargo, esa breve alegría se desvaneció rápidamente cuando Sísifo lo sorprendió haciéndolo prisionero de un momento a otro al colocarle “los adornos” de plata los cuales resultaron ser grilletes.

―¡¿Qué significa esto, mortal?! ―estalló en ira Tanatos viéndose encadenado.

―Significa que no es mi hora ―respondió el otro de manera burlona―.  Soy muy joven para morir aún. Tengo mucho que ver y mucho que hacer pendiente.

―¡No puedes hacerle esto a un Dios! ―reclamó mirándolo con profundo odio.

―Sí puedo ―respondió el rey con altanería. Y previendo la pronta liberación de su humilde trampa agregó―. Si rompes tus ataduras quedaras maldito. Dentro de estas ataduras hay veneno con la sangre de la Hidra. Tal vez no puedas morir, pero lo pedirás si te atreves a romperlas ―mintió de manera convincente.

Tanatos meditó sus opciones. El humano frente a él no parecía estarle mintiendo a juzgar por la seguridad en su voz y su carencia de miedo. Cualquier mortal temería a un Dios y más por sus colosales poderes. Para mostrarse tan calmo y seguro de que no podría matarlo le hacía ver que sus palabras debían ser verdad. Ese joven rey era un descendiente de Prometeo, seguro había oído acerca de la muerte de Quirón y como éste para escapar del dolor, eligió la muerte cambiando su inmortalidad con la mortalidad de Prometeo. Las deducciones de Tanatos no estaban del todo erradas. Sísifo conocía de esas historias por las múltiples veces en las que su padre, el rey Eolo, se la relató. Aquellos grilletes no poseían la sangre de Hidra, pero bastaba con hacerle creer a Tanatos que sí. Con su engaño realizado satisfactoriamente, Sísifo huyó de allí dejando al dios de la muerte como su prisionero.

Por un tiempo prolongado, nadie murió y el reino de Hades ya no recibía nuevos súbditos. A orillas del río Aqueronte, el barquero Caronte no podía encontrar nuevos pasajeros, las guerras promovidas por Ares no le producían más placer, porque no había muertes en ella. Por lo que ahora, quien entró en cólera fue Hades, dios del inframundo. Este último exigió a Zeus (su hermano) que resuelva la situación, éste decidió enviar a Ares, dios de la guerra, para que liberara a Tánatos y condujera a Sísifo al inframundo. Al principio, Tanatos se negó a ser liberado temiendo la advertencia de Sísifo si se atrevía a hacerlo. Ante esto Ares estalló en risas por semejante ingenuidad de parte de uno de los dioses gemelos. No hace falta decir la reacción del Dios de la muerte cuando Ares le comunicó que había sido engañado. Estúpidamente había caído en la mentira de un simple mortal. No una, sino dos veces dejándolo salirse con la suya.

―¡Ese pequeño bastardo será la primer alma que traiga ante Hades! ―gritó el dios de la muerte lleno de odio.

Sin embargo, antes de que los dioses vinieran a reclamar su vida, con anticipación, Sísifo había pedido a su esposa que si él moría prematuramente no le rindiera honras fúnebres. No pasó mucho tiempo después de ser liberado antes de que Tanatos diera con el paradero de Sísifo. Se presentó con sus enormes alas negras a espaldas del rey con intención de darle muerte, pero el mortal ya se lo esperaba. Tenía todo preparado para su nuevo engaño, así que nuevamente se mostró faltó de sorpresa por la visita del Dios. Estaba tranquilo sabiendo que pronto volvería a la tierra de los vivos, pues no dudaba de sus propias capacidades. Hasta ahora sus planes jamás fallaban y este no tenía por qué ser la excepción. Por su parte Tanatos estaba colérico al ver esa sonrisa calmada y esos ojos brillantes y curiosos resplandeciendo iguales a los de un niño que finge inocencia ante una travesura.

―He venido por tu vida, Sísifo ―rugió el Dios de la muerte saboreando cada palabra.

―Lo sé, sabía que tarde o temprano te darías cuenta de mi mentira o alguien con más inteligencia te lo diría ―bromeó el rey sin perder aquel rostro rebosante de diversión. Y al notar el leve cambio en los gestos de la deidad imaginó que se sentía humillado.

―Pagarás muy caro el haberte atrevido a mentirle a un Dios. Nadie escapa al castigo divino. Tú deberías saberlo, hijo de Prometeo ―expresó Tanatos causando que el rey rodara los ojos con fastidio.

―Lo sé, lo sé. Vámonos ya ―pidió temiéndose un discurso absurdo sobre los dioses y los mortales y todas esas cosas que tanto lo aburrían.

―¿Es otro de tus trucos? ―interrogó con precaución viéndolo con sospecha.

―Esta vez no. Sé reconocer mi derrota y me estoy entregando a ti con completa sumisión ―dijo divertido mientras le guiñaba un ojo―. Aunque si hay una forma de pagar y no ir al inframundo…

―No subestimes mi buen gusto, humano insolente. Jamás mantendría relaciones carnales con un mortal ―regañó Tanatos sintiéndose ofendido por el ofrecimiento de quien lo hizo ver como un idiota ante los demás dioses.

―Lo sé, lo sé. Sólo estoy jugando ―respondió Sísifo riéndose por el enojo del Dios―. A ustedes les gustan las mujeres frágiles o los hombres muy, muy jóvenes.

Él no tenía intención real de yacer en el lecho de un Dios, ni por todas las oportunidades que esto pudiese darle. Mas, debía tantear terreno para saber sus puntos fuertes y débiles. En el caso de Zeus, era bien conocido que su punto débil era la lujuria. Algo sencillo de usar en su contra de muchas maneras. De Tanatos sólo había podido sacar ventaja de su falta de costumbre a los halagos y los tributos, pero ese método sólo servía una vez. Ahora que sabía que sólo le había mentido para aprisionarlo, no podría volver a engañarlo con el mismo método. Ahora comprobó que la lujuria no era algo que hiciera débil al Dios de la muerte. Al menos no con mortales según dijo, eso quería decir que quizás con otro Dios. Eso era bueno. Había muchos dioses celosos y posesivos dispuestos a matar a otros como sucedió con Ares cuando asesinó al hijo de Poseidón por violar a su hija. Sólo faltaba averiguar sus gustos específicos y luego podría usarlo en su contra en el momento correcto. Él no tenía el poder de matar dioses, pero podía provocar que se mataran entre sí si jugaba bien sus cartas. Antes de darse cuenta estaba en el río Aqueronte siendo transportado por el río Estigia.

Mientras que, en la Tierra, la mujer del rey de Corinto, cumplió cabalmente con el compromiso. Tras descubrir el cuerpo sin vida de su esposo, ella sólo lo mandó recostar en el lecho que compartían juntos. El frío cuerpo sin vida fue dejado allí, pero no se le dio tratamiento alguno como se le fue indicado. No hubo anuncio de la muerte del rey, no hubo ritos fúnebres ni nada similar. Ella pese a la pena, confiaba en la palabra de su esposo. Él siempre se salía con la suya y ella creía firmemente en su regreso. Empero, eso no evitó algunas lágrimas de su parte al descubrir su cuerpo sin vida y otras más durante la espera de su regreso. Estando Sísifo ya en el inframundo, empezó a quejarse con Hades, confiando en que Anticlea cumpliría su última petición. De ella dependía que su treta saliera como deseaba o fallara miserablemente.  

―Noble señor del inframundo sé que he hecho el mal contra ti y te he causado daño, pero esa no era mi intención. Si hubiera sabido que causaría algún daño al gran dios del inframundo jamás me habría atrevido a hacerlo. Aunque estoy en deuda con usted tengo una petición que hacerle, mi odiosa esposa se negó a realizar los ritos funerarios adecuados para un rey tan querido por su pueblo. La maldita me tiró como si fuera el cadáver de un perro así que os ruego que me permita volver un día para regañarla y preparar un funeral que honre el reino de los muertos ―finalizó su discurso mostrándose dolido por la falta de celebración en honor a su muerte.

―¡No puede hacerle caso a este sucio mentiroso, señor Hades! ―intervino Tanatos con furia hacia el mortal―. Está mintiendo.

―Puede comprobar si mi muerte ha tenido un funeral digno o no por su cuenta, si gusta ―sugirió Sísifo haciéndose el inocente―. Si tengo razón y como rey de Corinto no se me ha rendido tributo, en ese caso aceptaré mi muerte sin queja alguna, pero de no ser así pido que se me permita regañarla.

―¡Tú sólo intentas engañar a mi señor Hades y hacerlo ver como un estúpido! ―gritó Tanatos en un ataque de rabia que Sísifo saboreo como una debilidad.

―¿Acaso subestimas la inteligencia de tu señor? ―preguntó el fallecido mostrando su mejor rostro de sorprendido―. ¿Insinúas que es tan estúpido como para caer en mentiras de un simple mortal como yo? Me deja sin palabras oír eso del Dios de la Muerte ―afirmó Sísifo cubriéndose la boca con la mano―. Yo jamás me atrevería a mentirle al señor Hades, ni siquiera a intentarlo. Alguien tan sabio como él, soberano del inframundo y guardián del Tártaro está lejos del alcance de un simple humano como yo.

Ante esas palabras el enojo de Hades se dirigió hacia su fiel servidor. Tanatos se encogió de miedo al ver a su señor tan molesto y él compartía ese sentimiento, pero dirigido a aquel maldito mortal. Sísifo sonrió para sí mismo al descubrir la debilidad del dios de la muerte; la ira, el orgullo y su servidumbre a Hades eran una excelente combinación. A juzgar por su rostro, no podía soportar el desprecio de su señor.

―Tienes mi permiso para ir al mundo de los vivos, pero sólo tienes un día para permanecer allí, al atardecer volverás a mis dominios ―afirmó Hades dirigiéndose al rey.

―Tiene mi palabra, gran y misericordioso Dios Hades. Haré un gran funeral que deje en alto a su excelencia como gesto de agradecimiento a su buena voluntad ―prometió el mortal antes de emprender su viaje de regreso por el río Estigia antes de salir de nuevo del reino de los muertos.

Por supuesto, Sísifo tenía planeado de antemano no regresar al inframundo. Al regresar su alma a Corinto, despertó en la cama en la cual había sido dejado su cuerpo. Anticlea abrió los ojos sorprendida y feliz de ver a su esposo nuevamente con vida. Sin perder el tiempo, el rey le dijo a su esposa que se preparara para partir de allí. Empacaron algunos ropajes y comida para varios días y montados en caballos huyeron de la ciudad juntos. Sísifo podía sentir los rayos del Sol sobre su piel y rio con fuerzas al haber engañado a la muerte por segunda vez.

―Anticlea ―llamó a su esposa antes de que cruzaran las fronteras de su reino―. Agradezco de corazón que cumplieras con mi petición, pues sin ti mi plan jamás habría funcionado, pero… ―hizo una pausa para mirarla con un amor que no se había dado cuenta que le tenía―. Si quieres quedarte en Corinto y gobernarlo puedes hacerlo. Has sido mi compañera, esposa y amiga por años. Sé que puedes hacerte cargo si así lo deseas.

―Yo quiero estar al lado de mi amado esposo ―respondió ella mirándolo con amor por tal ofrecimiento.

―He hecho enfurecer a más de un dios, para vivir debo esconderme y si te quedas conmigo perderás muchos de los privilegios que tienes como reina ―advirtió preocupado por ella.

―Sísifo si en verdad me estás dando a elegir, por favor respeta mi decisión de permanecer a tu lado hasta el fin de tus días ―respondió ella con firmeza mostrando su mentón en alto y unos ojos valientes dispuestos a iniciar una aventura dirigiéndose junto a él a lo desconocido.

―Y pensar que a pesar de enfurecer tantos dioses tuve suficiente suerte de tenerte a mi lado ―dijo el rey tomando su mano.

Y así escaparon juntos del reino que fundó Sísifo, y vivieron por muchos años hasta que finalmente accedió a ser regresado por Tánatos al inframundo. Esta vez lo hizo con una sonrisa, pues tuvo una vida plena al lado de su amada esposa y estando viejo ya nada tenía por hacer. No había pendientes y su alma se sentía en paz. A diferencia de ciertos viejos conocidos; Zeus y Hades, que para nada estaban contentos con las tretas de Sísifo, decidieron imponerle un castigo ejemplar. El cual consistía en subir una pesada piedra por la ladera de una montaña empinada. Y cuando estuviera a punto de llegar a la cima, la gran roca caería hacia el valle, para que él nuevamente volviera a subirla. Esto tendría que repetirse sucesivamente por toda la eternidad.

 

CONTINUARÁ….

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Link del video sobre la armadura de sagitario: https://rpp.pe/blog/el-cuarto-de-seiya/por-que-hay-dos-armaduras-de-sagitario-en-saint-seiya-noticia-1193648

 

Link del resumen del ensayo de Camus: https://siroco-encuentrosyamistad.blogspot.com/2018/04/el-mito-de-sisifo-un-resumen-del-ensayo.html?m=1&fbclid=IwAR0jci3tXVN23PBGI-AUhi7oJJ7yLK_ULCg_71duH7nuj5ktFg7oNXc1UME

Link del mito de Sísifo: https://www.elperiodicodearagon.com/opinion/2012/10/10/sisifo-deja-mindungui-47486675.html?fbclid=IwAR3oK8OGjDuCKbds4j_X2MAJS4_GEWEc9LGjiKgXNKDRLnkHgGq0itbF8_E

Familia de Sísifo: https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADsifo

Mito de Prometeo: https://es.wikipedia.org/wiki/Prometeo#:~:text=En%20la%20mitolog%C3%ADa%20griega%2C%20Prometeo,por%20Zeus%20por%20este%20motivo

Mito de Ares asesinando al hijo de Poseidón: https://es.wikipedia.org/wiki/Alcipe_(hija_de_Ares)#:~:text=Alcipe%20es%20una%20hija%20de,hijo%20de%20Poseid%C3%B3n%2C%20la%20viol%C3%B3.

 


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