Rin había logrado conmoverlo, pero no fue suficiente para convencerlo de tocar a su lado. No podía negar que al escucharlo algo ocurrió pues no recordaba haber sentido una emoción así después de la primera vez que tocó el violín sin seguir alguna de las partituras que sus profesores le daban, pero eso no significaba que su deseo cambiara.
Tampoco es que ahora sintiera curiosidad por el pelirrojo o que quisiera compartir tiempo a su lado, simplemente su presencia ya no le resultaba molesta e incluso comenzaba a sentirse cómodo escuchando lo que decía al respecto de la música.
Estaba cansado de siempre escuchar lo talentoso que era, la fama que obtendría, los muchos premios que recibiría y todas esas cosas que no le interesaban en absoluto. Rin era diferente, lo elogió y reconoció sus habilidades, pero lo que siempre decía que más admiraba de él era su forma de sentir la musica; no se refería a la manera en que replicaba un pieza, sino a la pasión que mostraba cuando tocaba como quien realmente era.
Y es que podía sentir el genuino interés que tenía por su música más allá de la ejecución o la evaluación que un jurado podía darle; él no hablaba del tempo, la afinación, o el compás; solo de la pasión, el sentimiento y la fusión con la música.
Haru nunca había tocado la guitarra, pero llevaba estudiando música durante tanto tiempo que podía notar errores en instrumentos que no dominaba. La técnica de Rin no era perfecta, pero era admirable que de forma autodidacta, de acuerdo con lo que él mismo le había contado, tuviera la precisión que le faltaba a muchas de las personas que había conocido durante sus años de estudio.
Rin le contó sobre su fallecido padre y su deseo de dar muchos conciertos con su banda, sobre como le enseñó a tocar la guitarra y lo maravilloso que es expresarte a través de la música pues es el único lenguaje que todos pueden entender.
También le contó que había empezado a tomar clases de música poco después de que su padre muriera, pero que las cosas que intentaban enseñarle no tenían nada que ver con lo que le había enseñado su padre.
—Es demasiado aburrido solo esperar que todas las notas suenen perfectas y que un montón de gente decida si tu música vale la pena solo por eso ¿Cómo se supone que le digas a otras personas lo que sientes y que ellas compartan sus sentimientos también si estás preocupado por impresionar a un grupo de personas que se sienten especiales solo por poder notar cuando un instrumento no está bien afinado?
Haru nunca había pensado en la música de esa manera, pero entendía el sentimiento de solo querer plasmar tus sentimientos a través de ella sin tener que pensar demasiado en la técnica o lo que los jueces de un concurso puedan pensar al respecto de tu interpretación.
Rin siempre estaba tarareando alguna tonada alegre o dibujando notas en cualquier trozo de papel que encontraba, siempre encontraba alguna manera de plasmar los sonidos que sentía, e incluso si no estaba dispuesto a decirlo, tenía cierto anhelo por poder actuar así.
Estaba tan acostumbrado a ser evaluado sobre cada una de las notas que tocaba y buscar la perfección en cada pieza que ejecutaba que la emoción de hacer música solo estaba presente en sus visitas a su refugio. Rin ni siquiera era consciente de la libertad que tenía con respecto a él.