Cada día seguía tras Haru esperando hacerlo cambiar de opinión; aunque no lo dijo, sabía que también había sentido algo diferente al escucharlo tocar y que incluso si decía no estar interesado en él o su musica no pasó desapercibido.
Quería tocar junto a él desde el momento en que lo escuchó fuera de la escuela, ese día sintió la música correr a través de su cuerpo tal como la primera vez que su padre le enseñó a tocar la guitarra y sabía que esa sensación era demasiado especial para dejarla pasar como si nada.
A Rin ya le había quedsdo claro que Haru no tenía interés en la fama y el reconocimiento y estaba de acuerdo con eso, el anhelaba formar una agrupación y poder llegar a la mayor cantidad de personas que pudiera, pero no porque quisiera que lo reconocieran por la calle o que todos conocieran su nombre.
Para él, la música siempre había sido una compañera maravillosa, tanto en los momentos felices como aquellos que no lo eran tanto y sentía que siempre había alguna pieza musical para acompañarte sin importar la situación en que te encontraras.
Lo que el deseaba más que nada era poder crear música en la que las personas pudieran encontrar esa compañía y con la que sintieran esa emoción que el sentía al tocar. Por eso es que Haru era la opción perfecta para lograrlo pues lo que tocaba realmente desde el corazón podía llegar a los sentimientos de cualquiera.
Pero por más que intentara explicar con palabras lo importante que era para él que tocaran juntos Haru seguía sin mostrar interés en sus palabras. Aún así no perdía le esperanza de hacerle entender lo valiosa que era su música y por fin convencerlo.
Sabía que Haru podría entenderlo, había una conexión indescriptible en la música y podía sentirla también con él. Solo quería que Haru lo entendiera y por eso seguía a su alrededor constantemente buscando la manera de hacerlo entender.
—Ya te dije...
—Que no te interesa la fama, mi música o formar parte de un grupo —Rin sabía de memoria el discurso de Haru, no necesitaba que se lo repitieran—. Lo entiendo, y de verdad respeto que no busques fama. Pero somos más parecidos de lo que imaginas.
La expresión en el rostro de Haru le dolió, no podía negarlo, pues había cierto rechazo hacia la idea de que ellos tuvieran alguna similitud. Pero no se lo tomaría personal, prefería explicarse y plantearle algunas preguntas que quizá le ayudarían a conseguir su cometido.
—Te lo dije aunque quizá no lo recuerdes, mi padre fue quien me enseñó a tocar, quien me enseñó a amar la música y que es capaz de traspasar cualquier barrera para conectar a las personas. Él deseaba que la música de su banda llegara a más personas y poder compartir los sentimientos tras cada canción —le causaba tanta ilusión perseguir el mismo sueño que la emoción brotaba por cada poro de su piel sin poder contenerla—. Papá ya no está, pero ahora ese es mi sueño porque sé que mientras siga tocando es como si él estuviera aquí.
Miró a su compañero quien simplemente desvío su mirada, probablemente escuchar aquello resultaba abrumador para alguien como él que solo se expresa mediante la música, pero podía sentir que sus palabras no pasaron desapercibidas.
—Quiero que otras personas puedan sentir que alguien las entiende, que no están solos y que siempre hay un lugar al cual ir sin importar como se sientan —le dedicó una sonrisa incluso si no lo miraba, en ese momento solo importaba expresar como se sentía.
Haru lo miró solo unos instantes antes de suspirar y apoyar su rostro sobre su palma evadiendo su mirada. Parecía que había algo en su mente tras escucharlo incluso si no tenía intenciones de decirlo.
—Debe haber algo que te motive a tocar, más allá de sentirte libre —casi pudo escuchar lo que respondería y se adelantó a ello—. ¿O de verdad te basta con estar solo con tu música?
No hubo respuesta, ni siquiera un gesto que pudiera darle alguna señal sobre lo que Haru pensaba. Aunque podía apostar que al menos su pregunta lo dejó reflexionando.