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ENEMIGO MÍO. por Elektra

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Zac se quedó en silencio unos largos minutos, sus ojos se elevaron y se posaron sobre el ancho cinturón de asteroides cuyas piedras rojizas danzaban dentro de su propio campo de gravedad. Detrás de ellas estaba una flota de naves de guerra, capaces de reducir a átomos la Tierra.

 

- ¿Y si eres un calamar con ganas de comer humano?.- su garganta estaba seca y sus dedos aún temblaban ligeramente sobre el panel de control. Trataba de ganar tiempo porque su cabeza era un torbellino de ideas confusas. ¿Era tración aceptar una cita con el enemigo? ¿era ético? ¡¿era un pervertido?!

 

- ¿Calamar?.- la voz contenía la risa. Era evidente que estaba buscando a que animal se estaba refiriendo Zac.- Ahhhh…..- lo había hallado.- me insultas.- esta vez la carcajada resonó por toda la cabina del joven.- No, no soy un calamar. Tengo dos brazos…

 

Zac volvió a sentarse en la butaca.- ¿Y?.- estaba ávido, era la primera vez que su confidente revalaba algo acerca de él mismo.

 

- Y dos manos y..- hizo una pausa teatral.- y cinco deditos del mismo tamaño.- Zac se estremeció un poco.- Ando erguido y mido cerca de dos metros.

 

- ¿Dos metros?.- jadeó Zac.

 

- Sí, dos metros.- informó alegremente.- y mis huesos son muy flexibles, no son como los tuyos.

 

- ¿Qué quieres decir?

 

Se hizo silencio y Zac suspiró.- información clasificada.- razonó.

 

- Sí.

 

- ¿ Y…?.- se pasó la lengua por los labios.- ¿tu sexo?

 

- ¿Para que quieres saberlo?

 

Zac frunció el ceño y sus dedos apretaron los antebrazos de su asiento.- Yo…

 

- ¿vas a aparearte conmigo?.- la voz sono despiadadamente burlona, invitadora.

 

- NO.- jadeó Zac.

 

- Es que necesitaría permiso para cruzarme con un animal.

 

Zac se levantó de un salto.- ¿Permiso? ¿animal?.- se envaró, su tono fue irritado, encrespado. Quería haber entendido mal.

 

La voz se quedó unos segundos en silencio, cavilando.- Para nosotros soís como animales, inteligentes en algunos aspectos pero animales.

 

- Pero, pero…- Zac se sintió indignado, defraudado. Todo el tiempo había creido que estaban en igualdad.- tenemos naves, hemos venido al espacio…-la sorpresa le quitaba argumentos.

 

- Destruyen, asesinan niños, no respetaís la unidad familiar y soís como una plaga que tomaís sin dar nada a cambio.- contratacó su anónimo adversario. Su tono era helado, glacial.

 

Zac se quedó blanco, su morena epidermis se tornó cetrina.- Has estado jugando conmigo.- se inclinó.

 

- ¡Espera…!.- pero Zac cortó la comunicación del todo. Se quedo en pie, sus ojos observaron como el piloto del panel parpadeaba, su enemigo trataba de ponerse en contacto. Su visión se nubló y se llevó una mano a los ojos para quitar unas traicionaras lágrimas de ellos, que se habían acumulado bajo sus espesas pestañas sin atreverse a derramarse.

 

Se sintió el mayor tonto del universo, el más idiota de toda la flota. Por suerte solo él mismo era testigo de su vergüenza, eso si no contaba a toda la tropa enemiga.

 

- Mierda.- murmuró. Todo el rato se había estado riendo de él.

 

 

 

 

 

 

- ¿Cambio de destino?.- el capitán Tung lo observó con curiosidad. Era un hombre fornido, maduro y brasileño. Su ojos oscuros lo repasaron de arriba abajo.- ¿mal de gravedad?.- era un síntoma que solían sufrir algunos astronautas cuando llevaban mucho tiempo en el espacio. En principio, solo mareos, falta de aire y poco a poco va desembocando en visiones, brotes de violencia y ataques de locura.

 

Parecía que el cerebro llegaba un punto no soportaba la gravedad cero y la falta de referencias temporales. De ahí que lo permisos al cabo de dos años fueran obligatorios. No se podía tener a una pandilla de dementes pilotando naves de guerra.

 

Zac negó con la cabeza.- No.- estaba rígido frente al escritorio.- Quiero poder seguir con mi carrera.

 

- ¿Por eso pide Marte?.- la Academia para pilotos avanzados estaba allí.

 

- Sí.- procuró que sus ojos no se encontraran con los de su supervisor. Como todos lo pilotos de caza sus pupilas habían sido operadas y estaba dotadas de dispositivos nacnotecnológicos. Pero con el inconveniente que de que cambiaban su color, los suyos eran de un tono violeta. Su madre se había indignado y se lo había hecho saber con palabra muy claras: “ ¡ERAN MIOS, SALÍAN A LOS MÍOS. QUE PUÑETEROS!”

 

 

 

 

- Mmm.-como todo superior, Tung estaba dotado de ese sexto sentido que tiene todos los principales para saber cuando uno de sus subordinados mentia o por lo menos no revelaba sus razones reales, tambien era capaz de adivinar cuando un novato había tirado la comida del almuerzo bajo la mesa..- Creía que pasaría los cuatros años en la Frontera.

 

Zac se removió dentro de su uniforme, incómodo.- Solo quiero aumentar mi entrenamiento.- no iba de decir que se pasaba sus horas libres zumbando cerca de los enemigos y éstos se morían de la risa con él. Lo verían como un mosquito atrevido. Apretó los puños.

 

Tung no replicó de inmediato, había visto pilotar a Zac era de los mejores del escuadrón de ataque, pero su excesiva imprudencia en las maniobras le habían costado varias penalizaciones que fueron a sumar hermosos puntos negativos y rojos en su expediente. Su instructor parecía dividirse en dos cuando emitía opinión sobre el joven; “su intuición es extrarodinaria pero arriesga demasiado, demasiado” y luego seguía un rato más durante el cual Tung se limitaba a ignorarlo y tratarlo como parte del oselaje de la neve.

 

Sus gruesos dedos, golpearon rítmicamente la mesa plateada.- Han estado solictando un piloto…- no pudo terminar la frase.

 

- ¡Acepto!.- disperó Zsc.

 

- Pero..-trató de interrumpir.

 

- Acepto.- volvió a insistir el joven

 

- Pero es que…-Tung trató de meter baza, le daba la impresión de que había perdido terreno en aquella conversación.

 

- Lo que sea..¡acepto!

 

Tung frunció su poblado y amenzante entrecejo.- ¡estupendooo! JOJOJOJO.- le dio una tecla en el ordenador con una alegría infernal, Zac lo había sacado de sus casillas con sus constantes interrupciones.

 

Zac tragó saliva y se preguntó si no había exagerado con su fingido entusiasmo.

 

 

 

 

- ¿Eres piloto de caza?.- el joven macánico lo estudió de arriba abajo sin ocultar su envidia ante el mono refulgente que vestía Zac.- ¿es dífícil pasar las pruebas? ¿pagan bien?

 

 

 

Zav suspiró y bajó el pequeño libro que estaba leyendo en su incómoda butaca, lo había embarcado en una vieja y destartalada nave de carga que iba hacía Marte a aprivosionarse. Era una lata incómoda, parecía un enorme cubo de basu ra cuadrado y olía como uno.

 

Alzó los ojos viólaceos hacía le joven y ésta no esperó respuesta.- ¿de verdad eres piloto?

 

Zac se contuvo para no dar una respues ácida del tipo; “No, que va. Soy una loca que le gusta disfrasarce de piloto e ir de nave en nave a impresionar a tarados como tú”.- Sí, soy piloto.

 

- ¿Qué lees? ¿un manual de combate?.

 

Zac frunció le ceño, ¿qué le pasaba a aquél chico? ¿es que solo sabía hablar entre signos de interrogación?.- No. Leo una obra; Moby Dick.

 

El joven que tenía la cara llena de espinillos, parpadeó.- ¡¿Eh?! ¿de que va, de guerras?

 

El piloto negó con la cabeza.- De un hombre que se obcesiona con perseguir y matar a un enorme animal marino, un cachalote blanco.

 

- ¿Y lo consigue?.

 

Zac apretó el libro entre los dedos.- No, es animal lo mata a él.

 

El chico frunció el ceño, Zac ya veía venir la pregunta, aquél impúber mecánico era de ese tipo de jóvenes que cree, ingenuamente, en los finales felices.- ¿lo mata?.- frunció el ceño.

 

- Sí.- Zac se ajustó los anchos cinturones de seguridad, había notado como la nave vibraba y se ladeaba. Estaban llegando a Marte.- Es una lección de vida.

 

El joven se puso sus propias cintas en torno a su estrecho pecho.- ¿Y cuál es?

 

Zac cerró los ojos y se acomodó como pudo en aquella butaca que parecía haber sido diseñada por un torturador de la edad media.- No te obcesiones.- no derrochó más explicaciones, dudaba que el joven llegara a entender la obcesión que se relataba en aquella obra. Un tipo de sentimiento que quitaba el sueño, las emociones y al final la vida.

 

Marte era un planeta planemente civilizado, su roja superfecie estaba plagada de enormer cúpulas de lo que parecía cristal pero que en realidad era un tipo de plástico compuesto por un polímero que reaccionaba a la presión de la gravedad, de tal forma que conformaban protecciones más duras que el diamante. Bajo la superficie se extendía túneles y túneles excavados para ser habitados y como vias de comunicación.

 

Dentro de ellas habían ciudades más pequeña escala que las de la Tiera, bosques, selvas, tierras de cultivo y fábricas.

Los habitantes de Marte estaban muy orgullosos de su planeta. En la primera oleada de colonos todos ellos habían sido pagados por su respectivos gobierno Pero generación tras generación había crecido un orgullo marciano y ya sus habitantes no se consideraban terretres.

 

La nave fue descendiendo poco a poco, hasta llegar cerca de un enorme conportamiento metálico que estaba anexa a una gran cúpula, en realidad era un anclaje magnético. Todo vibró unos minutos y Zac se preguntó si aquella vieja lata no estaría ya en las últimas.

 

Se levantó cuando desabrochó su cinturón, tomó la mochila que era del mismo tono que su mono refulgente y se encaminó a uno de los pasillos que conducia a la puerta principal. Saludó a varios tirpulantes y esperó a que pacientamente se abriera la compuerta.

 

Antes sus ojos se reveló un enorme muelle, había otra naves por fuera de la cúpula que estaban ancladas y desembarcando mercancias, viajeros. El ruido ambiental era muy alto por el gran número de personas que se movían por la amplia explanada. Muchos aerodeslizadores surcaban el aire cuyo oxígeno era producido por una grandes máquinas bajo tierra o reconducido desde una de las zonas vegetales.

 

Zac descendió y giró la cabeza cuando un hombre vestido con uniforme militar se dirigió hacía él.- Teniente Zac.- llegó hasta y le hizo la venia que el otro hombre devolvió.- ¡Bienvenido a Marte!.- proclamó con orgullo mal disimulado.

 

Zac suspiró y afianzó su bartulo en uno de sus fuertes hombros, estaba en el último planeta que hubiera elegido para pasar un tiempo de reflexión. Aunque sonara estúpido, sentía un extraño agujero en el pecho, a la altura del corazón.

Notas finales: Siento la tardanza, he estado muy enferma y si a eso añadimos que mi pc se fundió pues se entiende. Buenos, poco a poco vamos con esto.

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