Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ángel rubio por makino tsukushi

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:  

Bueno después de meditarlo he aquí mi primer lemon, muchas me habían pedido algo mas sobre esta pareja ^^, espero que los disfruten.

 

Entre tus brazos

 

No era merecedor de su cariño, de eso estaba completamente convencido. Su cuerpo deforme no era digno de aquellas manos finas y perfectas. Se sentía indigno de su amor.

El viaje de regreso a la ciudad era largo y Jason, vencido por el cansancio, se había abandonado al sueño. Francis, emocionado y enamorado, no había podido pegar un solo ojo en lo que el tedioso viaje duró. Sus orbes marrones no dejaban de velar el sueño de su amado. Desde muy pequeño se supo rechazado, discriminado, y sólo el aristócrata y bello Jason O'Brien había sido capaz de tratarlo amablemente, de ofrecerle su más sincera amistad, de ayudarlo en los momentos más difíciles de su vida y de despertar en él un amor prohibido, pero puro y verdadero que jamás creyó fuera correspondido. Jason era refinado, educado, y de una clase social privilegiada; él, en cambio, era un pobre diablo, huérfano de padres, sin nadie en el mundo. La horrible deformación que tenía su cuerpo provocaba en el resto de la gente asco, compasión o indiferencia, pero Jason era diferente. Con su amistad lo había ayudado a salir de ese pozo oscuro en el cual se había hundido y cultivó en él un amor tan intenso y grande que dolía.

Desde pequeño, desde el mismo momento en el que había llegado al mundo, un parto difícil lo había dejado con una de sus piernas diez centímetros más corta que la otra. Su padre había muerto cuando él tenía sólo dos años, y su madre lo había educado dentro de sus humildes posibilidades. Pero cuando su madre se volvió a casar todo cambió, o más bien, cuando al poco tiempo de casada la mujer murió dejándolo en manos de su padrastro. Allí comenzó el martirio: su padrastro, un hombre duro y sin corazón, lo redujo a la condición de sirviente y lo maltrató y humilló hasta el cansancio. Finalmente, aquel hombre déspota y cruel decidió venderlo a un tratante de esclavos y nunca más supo de él. Dos años soportó castigos y humillaciones como esclavo, hasta que logró escapar y lo conoció a él.

Sonrió; Jason era su ángel salvador, su felicidad.

Jason se removió en el asiento del carruaje y lentamente abrió los ojos.

-Hola -saludó con una pequeña sonrisa.

-¿Has dormido bien? -preguntó Francis sintiendo sus mejillas encendidas.

-Algo -aceptó-. Es incómodo dormir en este asiento.

-Lo sé, yo no pude conciliar el sueño.

-Ya  estamos cerca -alentó-. Llegaremos  pronto a destino.

-Sí.

Francis se quedó en silencio, estaba nervioso. Habían abandonado hacía un par de horas la casa paterna del joven aristócrata, y todavía tenía grabado en su mente el ardiente beso recibido; aún podía sentir esos sensuales labios sobre los suyos.

-Tengo deseos de llegar -susurró Jason acercándose y tomando su barbilla-, quiero tenerte.

Francis se sonrojó.

-¿Es verdad lo que dices? ¿Me amas? -inquirió tímido y temiendo que su sueño se deshiciera como un castillo de arena junto al mar.

-¿Por qué lo dudas? -Jason lo miró ansioso, fogoso-. Te amo, te deseo.

-Pero... -Francis desvió la mirada avergonzado, no podía creer las palabras del muchacho.

-¿Qué es lo que te preocupa? -murmuró en su oído.

-Mi cuerpo -confesó-. Soy un monstruo, no te merezco.

El aristócrata emitió una leve carcajada y depositó un pequeño beso en sus labios.

-Eres hermoso -susurró-. No te subestimes.

-No lo soy... -quiso protestar, pero Jason se apoderó de sus labios acallándolo.

La dulce y hambrienta lengua se abrió camino entre los labios de Francis, explorando y saboreando a su antojo. Tímidamente, el joven elevó sus brazos y rodeó el cuello de su amado entregándose sumiso al candente beso. El aristócrata abandonó sus labios y buscó su blanco y pálido cuello y con su lengua probó la piel cálida arrancándole suaves y sensuales gemidos.

No le importaba  que lo juzgaran o lo repudiaran, nada ni nadie podría extirpar ese amor que sentía por Jason, aunque su alma estuviera eternamente condenada.

El carruaje se detuvo y ambos amantes se separaron sobresaltados.

-Hemos llegado -sonrió el aristócrata algo agitado; Francis asintió.

Bajaron del vehículo y se metieron en el hotel familiar donde Jason tenía alquilado un cuarto. La dueña del lugar, una mujer de cincuenta años y con dos hijos pequeños, los recibió con una amable y maternal sonrisa.

-Señor O'Brien, señor Evans, no creí que regresarían tan pronto.

-Fue sólo una visita familiar -sonrió Jason-. No puedo abandonar mis estudios, por eso regresé.

-Me parece muy bien -aprobó la mujer-. He mantenido su habitación limpia y ordenada.

-Muchas gracias señora Marion -agradeció el joven-.Francis y yo estamos muy cansados por el viaje, sólo deseamos descansar.

-Me lo imagino, esos carruajes son tan incómodos... -aseguró para luego preguntar-: ¿Desean que les alcance algo de comida?

-Eso sería una buena idea -agradeció.

-Bien, suban al cuarto, en diez minutos les llevo algo de comer.

Efectivamente, la señora Marion había mantenido la habitación pulcramente ordenada y así lo comprobaron ni bien abrieron la puerta. Dos camas gemelas vestidas con sábanas limpias esperaban en el centro de la habitación. Al costado y junto a la ventana había un escritorio  repleto con los libros de medicina de Jason, un perchero, un armario, una mesa con dos sillas a los costados y un baño privado; era todo lo que necesitaban dos jóvenes solteros.

Francis se sentó en la cama y reprimió el deseo de echarse a dormir. Se sentía nervioso, era la primera vez que estaban a solas y tan cerca después de la confesión de amor que se habían hecho. No sabía muy bien cómo actuar.

La señora Marion cumplió su palabra: a los diez minutos golpeó la puerta y les dejó una deliciosa cena. Jason recibió la bandeja con amabilidad y se despidió de la mujer.

-Esto parece delicioso. -Colocó la bandeja en el centro de la mesa y mirando al muchacho preguntó-: ¿Me acompañarías a comer?

Francis asintió sonriente mientras se acercaba. Pavo asado acompañado con patatas era el suculento menú que la señora Marion había preparado para ellos.

Comieron en silencio. Francis, a pesar de estar famélico, no pudo comer tanto como hubiera deseado; los nervios de sentir a su amado tan cerca no se lo permitieron.

La noche se hizo presente en la ciudad, y la luz de las velas le daba un aire sensual y romántico al lugar. Los ojos de Jason lo miraron a través de la copa de vidrio y en su mirada la lujuria y el deseo se hicieron presentes. El muchacho se ruborizó.

-Te deseo, Francis -murmuró-. Quiero hacerte el amor.

No era verdad, no podía desearlo, no a él. Francis depositó la copa de vino en la mesa y casi la tira por los nervios. Bajó la mirada sin atreverse a enfrentar a su ángel, y al hacerlo sus ojos se toparon con su pierna enferma. Todo era un sueño, Jason no podía amarlo.

-Yo... -logró articular-, yo no te merezco. Tú te mereces a alguien mejor.

Calló, y el silencio se hizo insoportable e incómodo, pero no podía permitir que Jason se quedara a su lado, él no era digno de tamaña felicidad.

-Soy yo el que no te merece a ti -dijo el aristócrata sacándolo de sus pensamientos. Sorprendido, levantó la mirada cruzándola con la del joven estudiante de medicina-. Eres tan puro y hermoso que sólo deseo amarte.

-No es así. -Francis volvió a desviar la mirada-. Además, lo nuestro no puede ser, no quiero que la gente te desprecie por mi culpa, somos dos hombres, es un pecado y no está bien. No soportaría que sufrieras por mi causa. Creo que será mejor que nos alejemos...

-No me importa el desprecio, si a cambio puedo tenerte a ti -aseguró-. Además, el amarte no es un pecado, el amarte es lo más dulce y hermoso que me pasó en la vida. -Se puso de pie y rodeando la mesa tomó al muchacho del brazo invitándolo a levantarse del asiento-. Y no creo que algo tan hermoso sea pecado. El amor no es pecado -susurró.

Con dulzura de apoderó de sus labios y suavemente lo fue empujando hacia el lecho.

-Jason... -protestó  cuando se vio acostado en la cama.

-No digas nada, sólo déjame amarte.

Antes de que el muchacho pudiera emitir otra protesta el aristócrata invadió sus labios y hundió su candente lengua ahogando cualquier tipo de reproche. Francis no quiso seguir luchando contra la corriente, por esa noche quería estar entre sus brazos y entregarse en cuerpo y alma a su amor.

El aristócrata abandonó sus labios concentrándose en su cuello mientras una de sus manos iba desprendiendo uno a uno los botones de la camisa. Ahogando un gemido de excitación, Francis hundió sus blancos dedos en la cabellera dorada del muchacho. La lengua húmeda y juguetona de su amante iba marcando un camino por todo su pecho hasta llegar al abdomen. Francis estaba excitado, podía sentir su sexo despierto a través del género del pantalón que deseaba, exigía, ser atendido. Los labios de Jason rozaron apenas la tela de la ropa y Francis se sintió morir cuando una mano atrevida abrió el cierre de la bragueta liberando su miembro orgulloso y duro.

-Detente... por favor -rogó poco convencido.

-No puedo -susurró Jason tomando la erección entre sus dedos-, y tú no lo deseas.

Como castigándolo por una insolencia, probó el sexo del muchacho con la punta de la lengua arrancándole un largo y lastimero gemido.

-Por favor... Jason.

No hizo caso y, caprichoso, se metió la punta del miembro en la boca saboreándola con delicadeza y ternura. Mas se detuvo ahí. Sorprendiendo completamente a Francis, se arrodilló en el lecho y le quitó los pantalones y la ropa interior dejándolo completamente desnudo. El joven, avergonzado, sólo atinó a taparse su expuesta erección con una de sus manos

-Eres hermoso.

-No es cierto -murmuró el muchacho-, no puedo serlo con mi pierna así.

Jason sonrió con ternura y depositó un par de besos cortos en su pierna enferma mientras lo miraba febril.

-Para mí todo en ti es hermoso

Alejándose por un momento de su lado, comenzó a quitarse la ropa. Rápido, casi con desesperación, se quitó cada una de sus prendas hasta quedar completamente desnudo. La luz de la vela le daba un aire sensual y erótico, y Francis pudo apreciar fascinado la gruesa erección de su ángel entre la mata de vello dorado. Era tan hermoso. Él también deseaba con ansias sentirlo dentro de él. Febril, sediento, lo vio acercarse nuevamente al lecho y tenderse a su lado.

-Te deseo -susurró sobre sus labios-, y voy a tenerte, mi amor.

Desesperado, hambriento, lo besó largamente y, como antes, marcó un húmedo camino por el pálido pecho del muchacho hasta llegar a su sexo. Con la lengua recorrió todo el largo del miembro ahogándolo en un concierto interminable de gemidos. Suave, casi con cuidado, se llevó la punta de la erección a sus labios envolviéndola entre ellos y dándole la más calurosa caricia. Con cada movimiento que el aristócrata ejercía sobre su miembro Francis se sentía morir y revivir al mismo tiempo.

-Ya no aguanto -murmuró a punto de llegar al clímax-, Jason...

-Todavía no -Jason abandonó su fogosa tarea y lo miró ardiente-, quiero que dure un poco más.

Volvió a apoderarse de los labios del muchacho y Francis se aferró a su cuello desesperado mientras abría sus piernas tímidamente invitándolo a tomarlo con ansias.

-Quiero sentirte -musitó avergonzado sobre los labios de Jason.

El joven estudiante se levantó apenas para poder mirarlo directamente a los ojos. Él tampoco podía aguantar más. Acercó la mano a sus labios y lamió tres dedos con sensualidad.

-No quiero lastimarte.

Francis abrió más sus piernas, ansioso, y Jason las elevó apoyándolas sobre sus propios hombros.

-Te amo -susurró y volvió a besar al muchacho.

Cada beso que recibía lo hacía sentir especial, Jason lo hacía sentir estúpidamente especial e importante, y su cuerpo maltrecho era lo único que él podía ofrecerle. Lo abrazó y profundizó su beso.

De pronto uno de los dedos de Jason se hundió en su ano, haciéndole sentir un pequeño dolor.

-D...duele... -logró decir.

-Aguanta un poco -susurró-, no durará mucho. Relájate, no pienses en ello

Y para conseguir que Francis olvidara el dolor que el intruso dedo le provocaba tomó el sexo del muchacho y comenzó a masturbarlo. Pronto Francis logró relajarse y se concentró en el placer que la mano de Jason le provocaba. Otro dedo se hundió en su interior provocándole más dolor pero la mano de su amante logró nuevamente distraerlo.

-Relájate -volvió a repetir-, no te pongas tenso.

Un tercer dedo se hundió en la entrada del muchacho que se debatía entre el dolor y el placer todos, causados por una sola persona.

-Jason...

-Lo sé -murmuró-, estás por llegar a tu límite. Aguárdame, quiero estar adentro tuyo cuando lo hagas.

Soltó el sexo del muchacho, y retiró los dedos de su interior. Con suavidad separó las nalgas de su amante abriéndose camino con su erecto miembro.

-Jason... -gimió Francis al sentirlo tan cerca.

-Esto va a doler un poco -susurró-, sólo un poco.

Y con cuidado, casi con delicadeza, empujó la pelvis penetrando poco a poco en la entrada del muchacho.

Francis ahogó un grito de dolor al sentir el grueso sexo de Jason invadirlo.

-Duele... -gimió a su pesar pero deseando que siguiera hundiéndose en él.

-Sólo por un momento...

Jason dio una última embestida para quedar completamente en su interior. Se quedó quieto esperando que Francis se acostumbrara a tenerlo dentro.

-Jason...

-Perdón  -musitó entre jadeos-, no es mi deseo lastimarte.

-No me... lastimas. Yo lo deseo -murmuró, y le dio un beso.

Como si esto fuera una señal de aprobación, Jason comenzó a moverse lenta, muy lentamente, saliendo apenas de su interior para volver a hundirse en él nuevamente, comenzando una vieja y erótica danza. Pronto el dolor fue reemplazado por el placer haciéndose eco en hermosos y ardientes gemidos, que surgían involuntarios de los labios de los amantes. Las embestidas fueron aumentando de velocidad, y Francis, sintiéndose a punto de estallar, comenzó a masturbarse tímidamente. Jamás había sido tan feliz, su mano se movió cada vez mas rápido sobre su propio sexo hasta hacerlo llegar al clímax, derramando su néctar en el vientre de su amante. Jason siguió con su embestida hasta que el placentero escalofrío del orgasmo se hizo presente explotando en el interior del muchacho.

Exhausto se dejó caer sobre Francis.

-Te amo -susurró aún gimiendo Francis.

-Y yo a ti.

Siguieron así abrazados por minutos, quizás horas, luego, muy a su pesar, Jason salió del interior del muchacho y acostándose a su lado lo abrazó con ternura.

-No creo que tus padres acepten nuestra relación -murmuró Francis saliendo de su pequeño sueño.

-Mis padres no están aquí -dijo suave el muchacho-. Alquilaré una casa para los dos y viviremos allí. No pienso abandonarte ahora que te encontré -aseguró besando el hombro desnudo de su amante.

-Esto es una locura...

-Una locura llamada amor -cortó Jason-, y el amor no es pecado. El amor es lo más hermoso que existe, el amor eres tú.

Y sin agregar más, lo abrazó fuertemente y poco después ambos se sumieron en un placentero sueño. Se amaban y eso era lo único que importaba.

 

 

El amor es un sentimiento hermoso, y eso lo estaba descubriendo Francis desde el mismo instante en el que Jason se cruzó por su camino. Un sentimiento frágil y bello al que  tenía que cuidar como el más preciado de los tesoros. Supo también que el amor que ellos se tenían no iba a ser bien visto por ojos ajenos, pero también sintió que por primera vez en su vida merecía ser feliz. Sintió que merecía amar a Jason, y sintió que Jason le correspondía.

Supo que desde el principio nada sería fácil para ellos, pero se propuso cuidar con toda su alma el amor que sentía por su ángel rubio y luchar junto a él contra las posibles adversidades. Quizás nadie aprobaría el amor que esos dos hombre se tenían, pero tampoco nadie tenía por qué enterarse.

-Buenos días, mi pálido ángel -saludó Jason cuando Francis abrió los ojos.

El aristócrata estaba parado junto a la ventana y lo miraba con una dulce sonrisa en los labios.

-Todos los días cuando despierto, me pregunto si eres parte de un sueño -susurró fascinado con la figura de su amante recortada junto a la ventana.

Jason se acercó al lecho y lo besó en los labios.

-¿Te parece que soy un sueño? -murmuró sonriente.

-Me parece que estoy en el paraíso -sonrió-, con el amor de mi vida.

 

Fin

Notas finales:

 

Bueno se que me ha quedado muy meloso y fantasioso y a hasta no estoy muy conforme con el resultado, pero después de pedirle un consejo a mi beta he decidido subirlo, como la trama ya venía romántica la trama quizás no quedo tan mal después de todo, igual los dejo a su criterio. Prometo esforzarme más con Joshua y Elías.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).