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10 oportunidades por jaguar_et_quetzal

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Notas del capitulo:

Y nos acercamos al final.

Esta actualización es........bueno, ya lo verán (o mejor dicho leeran).

 

   Por lo menos media hora habían pasado desde que Acuario se descubriera inesperadamente abandonado. 30 minutos de lento y tortuoso pasar en silencio..o al menos para el Escorpión quien, con cada ráfaga, desplegaba una cada vez menor respuesta dérmica. “Definitivamente…se están entumeciendo mis extremidades”, fue su pensamiento cada medio minuto aproximadamente.   

En vista de que el onceavo caballero no daba señales por realizar o pronunciar nada más, Escorpio se decidió a abrir de nueva cuenta la comunicación, y de paso movilizar sus músculos y evitar el congelamiento. 

Milo: emm…..Camus? no crees que……deberíamos irnos de aquí *pero no te atrevas a dejarme de nuevo* y regresar al Santuario?.   

 El francés miró una vez más el desértico paisaje donde debía encontrarse cierto lemuriano; posteriormente, sin más, comenzó a caminar. 

Milo: eh? Hey! Espera! –pidió mientras empezaba a seguirlo, despertando en el proceso sus semiadormecidos músculos para la marcha (que rápido puede morir uno de hipotermia en esos lugares).   

 Acuario caminaba a buen ritmo, al Escorpión le sorprendió un poco que se mostrara tan seguro del camino sin que hubiese ninguna señal aparente que indicara hacia donde iban o donde estaban. 

Milo: sabes hacia donde vamos? 

Camus: ……

 Milo: me imagino que debe haber alguna población por lo menos. 

Camus: …… 

Milo: pero no puedo sentir ningún otro Cosmos cerca….supongo que no hay aspirantes o algo semejante, sino solamente personas comunes.  

 El griego seguía hablando, aparentemente, con el aire pues éste tenía más reacción que el Caballero delante de él. 

Milo: me estás escuchando? –cuestionó con poco agrado, apreciado en sus gestos y tono. 

Camus: …..

 Milo: no creo que no me escuches *estamos a cinco pasos de distancia* más bien creo que me estás ignorando. 

Camus: [no, en serio?] 

Milo: piensas ir así todo el camino?    

 Acuario no contestó; casi habían pasado 2 horas desde que comenzaran a andar.   

  El clima hostil, la marcha sin fin, la indiferencia del acuariano, el cada vez más apreciable descenso de temperatura corporal acompañado de los imprescindibles escalofríos y la definitiva y voluntariosa necedad francesa por no mediar palabra, hicieron mella en el ánimo del Escorpión; pero éste, contrario a la típica reacción de desesperanza que vendría de un reiterado fracaso (en una persona perfectamente común), y respondiendo más bien conforme a su naturaleza reacia y orgullosa, reformuló su estrategia, pues eso…no se quedaría así. 

Milo: Fuu!.....-resopló- se me hace que nos hemos perdido –expresó al aire.   

 El onceavo caballero no pareció inmutarse por el comentario. 

Milo: es más, no sé por qué estoy caminando tras alguien que no tiene idea de donde está, que dejaron abandonado y que tiene miedo de tratar cualquier asunto conmigo –dijo con un tono desinteresado.  

  Acuario frenó su marcha girando sobre sus talones, sus ojos adquirieron un aspecto ofensivo por la afrenta. Cómo se había atrevido a decir esas palabras!? 

Camus: no digas cosas que puedan causarte problemas Escorpión. 

Milo: [ya está; conozco muy bien como picar tu arrogancia] –se sonrió por dentro.- ¿Cómo qué? Que te quedaste en medio de la nada igual que yo? Que estamos perdidos?...Qu.. 

Camus: no estamos perdidos! –recalcó fuertemente el acuariano, para decir después con más serenidad- sé donde estoy y adonde voy. 

Milo: ah! entonces es por lo del miedo que sientes –manifestó con una breve sonrisa de seguridad.  

El caballero de los hielos emitió un gruñido bajo, sus ojos se entornaron aún más y su boca se curvó en una mueca. 

Camus: me estás diciendo cobarde? 

Milo: yo no mencioné esa palabra…pero no suena tan inapropiada, digo, si es lo que te parece a ti…. 

Camus: date cuenta donde estás Escorpión, tienes todas las de perder, así que no te hagas el gracioso. 

Milo: pues…-miró a su alrededor- se parece a mi habitación hace tres semanas, con excepción del baño que se nota más incomodo aquí todavía.   

 El onceavo caballero volteó por un momento hacia atrás y luego, mientras hacia unos cálculos mentales, adoptó de nuevo una expresión más calmada, hablando con tono neutro. 

Camus: de acuerdo, te diré que, sólo te contestaré a 2 cosas, así que habla.    

 Por fin!! Por fin podría pronunciar aquello que desde semanas atrás había intentado decirle. Quizá no era el lugar más adecuado (definitivamente no para él), ni la manera más espectacular, pero al fin había llegado el momento!! De decirle! De decirle……o de preguntarle……    Demonios! Parecía que el cerebro mismo se le estaba entumeciendo. 

Milo: Camus.  

  El aludido se limitó a verlo de forma atenta. 

Milo: tú….. 

Camus: ……  

Milo: tú……..   

 Acuario elevó una ceja, la cosa parecía que llevaría más tiempo aún y el francés se preguntó si el hemisferio izquierdo del griego se habría congelado.   

 Escorpión centró toda su atención en ese momento, o al menos trataba porque, caramba, el frío que reinaba en ese lugar y la ropa poco adecuada hacían gran mella. ‘Anda conmigo’ Fue la frase que se generó en su aturdido cerebro, abrió sus labios a punto de decirlo y por fin terminar con el martirio, mientras sus manos casi involuntariamente volvían a frotar los brazos contrarios lo cual daba la apariencia de un auto-abrazo.  

 Milo: An….…a……..aaaachuu!! 

Camus: salud. 

Milo: mm, gracias. 

Camus: de nada.    

 El Escorpión estaba sobando su nariz para eliminar el picor que viene después de un estornudo cuando un presentimiento no grato le vino. 

Milo: espera! Eso que acabas de decir no cuenta, o si?  

  Acuario asintió lentamente. 

Milo: pero no es justo, las respuestas por modales no valen.   

El francés se encogió de hombros y giró de nuevo para reiniciar el camino. 

Milo: [me lleva la……]

Camus!…Ca…   

Una ráfaga más intensa que cualquiera de las que habían estado corriendo por el lugar golpeo su espalda, obligando a contraerse hacia sí mismo mientras su piel se erizaba al máximo. 

  El onceavo caballero se extrañó de ya no escuchar los reclamos necios de aquel testarudo por lo que volvió su cabeza.    Milo se había detenido, inclinándose poco a poco hasta que cayó de costado sin indicios de hacer esfuerzo alguno por levantarse.    

Acuario observó por unos segundos hasta que la falta de respuesta o movimiento del griego le hizo ver que no se trataba de una conducta berrinchuda o semejante. Se acercó y comprobó su siguiente formulación: estaba inconsciente; el rudo ambiente por fin había socavado la tenacidad griega.   

Lo cargó acunándolo en sus brazos y por cuarta ocasión reanudó su marcha, después de todo, una de las poquísimas cabañas que servían de refugio se hallaba a tan sólo kilómetro y medio.

.

.

.  

 Una superficie apenas amortiguada, un tejido áspero pero algo grueso encima, el crepitar de unas llamas y el calor que de estas emanaba. Milo de Escorpión comenzaba a percibir todos estos estímulos, más el hecho de encontrarse en posición horizontal, mientras despertaba despejándose poco a poco del sopor en que se sintió envuelto al momento de cerrar sus ojos. Qué había pasado? Lo último que recordaba estaba relacionado con un violento estremecimiento, una sensación de colapso en su nariz y pulmones, así como el blanquecino piso acercándose a velocidad constante a su cara.   

 Ladeó su cabeza. Su vista aún nebulosa distinguió una silueta contra la luz del fuego que se acercaba para inclinarse y tomar su frente; la mano era fría sin duda, pero con una agradable suavidad en su acción; suavidad, ahora también le llegaba el recuerdo de una delicada textura contra la cual se apoyó su mejilla y un vago aroma dulce que de ello emanaba penetrando a través de su inconciencia…colonia de rosas. El contacto le llegó a lo más profundo y cerró sus ojos para percibir en toda su plenitud la sensación que hizo renacer su más firme intención, así que antes de que el otro retirara su mano fue retenida por la diestra del griego. 

Milo: Camus –susurró mientras apretaba la mano con la fuerza que le era posible- que dulce, yo sabía que…  

  Un carraspeo displicente -como todos los carraspeos inducidos e intencionados- cortó el emocionado discurso del griego quien abrió sus párpados agitándolos un par de veces para enfocar mejor a la fuente del áspero sonido. En el marco de la entrada a otra habitación se hallaba el onceavo caballero, mirándolo de manera tan fría como el clima del exterior (y no obstante, parecía haber un pequeño rastro de molestia en su indiferente expresión).   Escorpión parpadeó de nuevo, confuso, y volteó su vista al dueño de la mano que sostenía. A su lado se hallaba un contrariado y un tanto abochornado joven rubio, cuyas orbes azulinas le enviaban una mirada de desconcierto. 

Hyoga: amm –volteó hacia su mentor- su temperatura ya se encuentra dentro de la normalidad, aunque aún es baja maestro.   

Milo soltó inmediatamente al ruso, ambos contrajeron su mano en un gesto casi involuntario, uno turbado y el otro…..aún más que el primero. 

Milo: dónde……por qué estoy aquí?   

 El Cisne se levantó y cambió su mirada elevando una ceja mientras la otra se fruncía en clara expresión de “¿y a mí me lo pregunta?”  

 Escorpión optó por dirigirse al francés. 

Milo: cómo llegué? –inquirió mientras se enderezaba un poco. 

Camus: Hyoga, trae un tazón para el té por favor.

 Hyoga: si maestro –respondió, pasando por un lado del caballero dorado para entrar en la habitación contigua. 

Milo: Camus, tú me trajiste aquí verdad?   

 Acuario se acercó, sus ojos parecían examinar al caballero tendido como un médico en su rutina de medianoche y sus labios, claramente cerrados, no daban la intención de querer separarse. 

Milo: Camus…-insistió; de pronto abrió un poco más los ojos recordando- ah! todavía sigues con aquello de que sólo me contestarías a dos cosas? Y que “salud” y “de nada” fueron las grandes aportaciones? –había un dejo de molestia en el tono de su voz y mientras hablaba había adquirido una posición casi sentada.   

 Por toda respuesta la mano de Acuario se reclinó firmemente sobre el pecho griego haciéndole tenderse de nuevo sobre el pobre y disimulado lecho en un movimiento casi brusco.

 Milo: ouchh, pero qué…?

 Camus: sshhh –le silenció.  

  El onceavo caballero alargó su brazo para tomar otro par de gruesos tejidos que se hallaban doblados del lado de la pared, muy parecidos al que en ese momento cubría al caballero de Escorpio y que por su áspera constitución bien podían confundirse con un tapete de zacate*.     

Camus: hipotermia –dijo al fin. 

Milo: eh? 

Camus: presentaste un cuadro de hipotermia.  

  Claro, recordó al aturdimiento que había empezado por sus miembros avanzando hasta su cerebro. 

Milo: pero… qué esperabas si estuvimos caminando como 3 horas en este desértico y glacial lugaadg…   

El francés había dejado caer los dos tejidos, primos lejanos (muy lejanos) de las cobijas, sobre el Escorpión, no había duda que la falta de suavidad y confort se veía compensado por la densa composición que se cernía de manera abrumadora como un gran saco de arena compactada en un rectángulo de 1.50 x 2 mts y 7 cms de espesor; “asfixiante” fue el pensamiento del griego al sentir su peso, sumado al hecho de que el Acuariano presionaba firmemente los mantos contra su cuerpo. 

  Camus: y por eso –presionó un poco más- debes estar cubierto y en reposo.   

 Escorpión asintió (pues sólo eso podía hacer, ya que su cabeza era lo único que sobresalía de ese emparedado textil).    

Acuario dio media vuelta mientras el alumno ruso entraba con un cuenco en la mano. 

Hyoga: suerte que aún teníamos –dijo mostrándole la vasija a su mentor. 

Camus: bien, dale un par de tazas –ordenó antes de retirarse.   

El rubio se acercó a la chimenea descolgando una cacerola que desprendía vapor, donde seguramente había estado hirviendo agua y en la cual el griego no había reparado antes; vertió un poco del humeante líquido devolviendo después la cacerola a su lugar, sin duda debía estar en constante contacto con el fuego o enfriaría rápidamente.   Escorpión lo observó en silencio, tras la salida del francés a la otra habitación parecía que había perdido repentinamente el interés en hablar, pero su franca y viva naturaleza le hizo olvidar pronto su silencioso estado.  

  Cisne se acercó con el cuenco una vez que había dejado reposar por 2 minutos el contenido, ladeó ligeramente la vasija mientras levantaba un poco con la otra mano la cabeza del octavo caballero. 

Hyoga: aún esta bastante caliente, beba de poco en poco por favor. 

Milo: qué es? 

Hyoga: té –dijo lacónicamente, no cabía duda que los caballeros del hielo se tomaban en serio su papel.   

 Escorpión sorbió con cautela pasando por alto la incomoda sensación de ser tratado como infante; sólo un par de sorbos le hicieron casi escupir el contenido y no porque estuviese caliente sino que el sabor era….. 

Milo: puag! De qué demonios es? 

Hyoga: es té de ajo, eleva la temperatura más rápido.  

  Ahora ya sabía porque los vampiros mueren….el sabor era horrible.

 Milo: pues…ya que –expresó aspirando profundo con resignación.   

 Poco a poco el Escorpión fue terminándose la infusión. 

Milo: es cierto, qué haces aquí? –preguntó una vez que su cerebro había entrado en suficiente calor como para dar cuenta de algunas cosas. 

Hyoga: yo? [¿qué hace usted aquí?]- fue la pregunta que quedó contenida en la garganta  del caballero del cisne- vengo a entrenar. 

Milo: sin embargo recuerdo que traté de percibir algún Cosmos, y en especial de caballeros.

 Hyoga: estaba descansando.   

Milo: aún así debí haber sentido algo –insistió.  

  Finalmente el caballero del Cisne se encogió de hombros. 

Hyoga: pues…quizá lo sintió pero no supo diferenciarlo.  

  Por supuesto, un Cosmos frío puede camuflarse en un ambiente frío, aspecto que había pasado por alto y que ahora le avergonzaba un tanto por su posición como caballero dorado. Un detalle que puede costar la vida.

  Escorpión frunció sus labios en un acto de reproche a sí mismo; gesto que el Cisne leyó muy bien por lo que optó por cambiar ligeramente el rumbo de su –“gran”- conversación. 

Hyoga: en un par de horas se habrá recuperado. 

 Milo: mm..si, al menos ya terminé este horrendo brebaje. 

Hyoga: voy.. a servirle más –expresó, reprimiendo muy bien una sonrisa ante una expresión de desagradable sorpresa en el rostro griego. 

 ¿Aún más? Sería una especie de tortura siberiana en contra de los extranjeros. Iba a replicar cuando recordó las palabras del Acuariano: “Dale un par de tazas”, por lo que desechó enseguida la idea de que el ruso tenía algo contra él; aspirando nuevamente profundo se preparó para siguiente ronda.      

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 *n/a: A los burritos se les pone un tapete de zacate en el lomo, sirve como silla y cubre al animalito del frío….umm…bueno, no sé bien si el material es zacate seco o palma, pero es parecido (y muy práctico al parecer).

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El día clareaba delicioso, la temperatura era ideal y rotundamente más cálida que la desértica tundra en la que se había hallado dos días atrás, cuando sus planes se habían visto chasqueados por octava ocasión.    

 Fue bastante lo que tenía por analizar y así lo hizo, desde su regreso –he incluso antes de éste- se mantuvo en una conducta ausente, acusada por un mutismo impropio. Tan pronto como se presentó el caballero de Aries (el cual, por cierto, se mostraba sinceramente apenado y un tanto evasivo) y regresaron los tres al Santuario, el octavo caballero de la orden de Athena se despidió cortés, pero breve, y partió a su Templo donde permaneció hasta ese día.   

 Por demás está decir que una notita más había aparecido, en el austero lecho de la cabaña sin que sorprendiera al destinatario, pues la inesperada –y sobrante- presencia del discípulo de Acuario había vuelto incómoda la posible declaración; “Dos son compañía, tres son multitud”, masculló mientras dirigía una mirada de resentimiento al rubio quien no se dio por enterado.

   Empero, la oportunidad se hizo nula al notar que la habitación contigua no era más que un cubículo de 1x1 el cual servía de bodega y difícilmente podía dar la intimidad necesaria (para platicar, para platicar); entonces, ¿qué había ahí tan interesante como para qué el francés pasará tanto tiempo? Nada! absolutamente nada, más que un breve espacio que permitía al Acuariano evadirle y que el griego comprendió muy bien.   

  Ahora se dirigía al onceavo templo, con paso relajado; en su camino apenas intercambió efímeros saludos con los dueños de las respectivas casas, quienes le miraron un tanto extrañados ya que hacía falta cierta efusividad en su respuesta.    

 Por fin entró en el Templo de Acuario.

 Milo: Camus –llamó. 

Camus: [aquí viene, una vez más, ¿qué se le habrá ocurrido ahora?] ¿qué deseas Escorpión? –respondió sin entusiasmo.   

  Apareció frente al griego en su acostumbrada postura neutral, entonces le vio, y aunque su rostro siguió inmutable, por dentro se sintió sorprendido pues sinceramente de todos los encuentros que había tenido con él y todas las raras, excéntricas, atrevidas, estrafalarias, confianzudas, provocativas y poco moralmente aconsejables acciones que había desplegado el Escorpión, se presentaba ahora como algo extraño, nunca visto. Ahí, con una presencia simple portando su ropa diaria de pantalón oscuro y playera blanca de manta y manga larga, nada anormal; pero eso no era lo peculiar, lo diferente, era la expresión de su rostro lo que no cuadraba en él, serena, solemne, demasiado seria para ser suya. Esta era definitivamente la más inusual de las experiencias. 

Milo: Camus, sólo quiero preguntarte una cosa -habló sin preámbulos. 

Camus: qué? 

Milo: ¿saldrías conmigo? –soltó firmemente, su mirada inquisidora, sus facciones duras. 

Camus: ….no.   

Aspiró conteniendo el aire y sus ojos se agrandaron momentáneamente. Sólo unos segundos antes de que sus párpados se relajaran, el aire en sus pulmones se deslizara fuera y sus hombros se distensaran cayendo un poco más del punto medio.  

Milo: entonces…….me rindo.   

Fueron sus últimas palabras. Después de unos segundos inertes donde no hubo más que un cruce de miradas vacías el joven griego se retiró calmosamente. Acuario le siguió con sus glaciales orbes, impávido, hasta que la figura estuvo fuera de su alcance y el sonido de las pisadas dejó de escucharse.

Notas finales:

Llegué a considerar dejar esto como el final, después de todo sería un final completamente inesperado (y dramático).

Pero no..........por el momento, seré fiel a mi consigna de historias de humor y finales...... (penosamente aceptarlo) felizmente cursis   ¬///¬ 

 

El próximo capítulo es el final!!


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