Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

MERMELADA por mitarai makosla

[Reviews - 38]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: ESPERO LES HAYA GUSTADO EL COMIENZO DE ESTA HISTORIA. AQUÍ LES DEJO OTRO CAPITULO.

     Poco antes de caer la tarde, el niño guardián llegaba a la ciudad, miraba sus alrededores con rareza, con asombro y curiosidad, sólo que ahora el aire que había respirado plácidamente en el primer lugar al que llegó era completamente distinto, el aire de la ciudad era caliente, espeso y gris. Caminaba entre la gente que iba y venía apresurados, los que miraban al niño, le veían burlescos, sus ropas, en ese ambiente eran poco comunes, parecía el pequeño príncipe de alguna obra de teatro, sólo que el niño guardián no sabía el por qué le miraban así.

 

     Estuvo caminando y caminando, ni siquiera sabía por dónde pasaba, sólo caminaba mirando el montón de autos de pasaban, la gran cantidad de gentes que andaban a prisas, las innumerables tiendas y edificios que le rodeaban.

 

     -espero que te haya gustado la comida, abuela – dijo Alejandro retirando los trastos de la mesa luego de terminar de comer.

     -sabía horrible, si no vas a echarle ganas a la escuela entonces por lo menos habrías de cocinar mejor – contestó su abuela con una voz llena de ira, esto entristeció profundamente al niño, sólo que ocultaba su tristeza en un rostro que aparentaba no escuchar el comentario.

     -¿te acostarás abuela? – le preguntó al ver que se ponía de pie apoyándose con su bastón.

     -si, no quiero que me molestes, estoy cansada – contestó sin mirarle siquiera.

 

     Alejandro terminó de lavar los trastos y barrió la casa. Se sentía triste, como de costumbre, no quería sentirse así, por lo que, al igual que todas las tardes, salió a caminar un poco.

 

     El niño con ropas extrañas aún caminaba sin rumbo alguno; un hombre comenzó a seguirle; hasta llegar a una calle menos transitada por las personas. El niño finalmente notó que era perseguido por un humano, se dio la vuelta y le miró sin saber qué quería o qué hacía siguiéndole.

     -hola, ¿Quién eres? – le preguntó con una inocente voz.

     -tus ropas son graciosas niño ¿lo sabías? – dijo el malhechor.

     -¿mis ropas? A lo mejor por eso mucha gente se me ha quedado viendo desde que llegué – contestó despreocupado.

     -¿tienes dinero niño?

     -¿qué cosa?

     -¡¿a caso quieres morir?! ¡Dame todo el dinero que traigas! – exigió tomándolo bruscamente por los hombros acorralándolo contra una pared.

     -¿dinero?

     -¿eres tonto o quieres morir?

     -moriré dentro de poco, y no traigo dinero lo siento – contestó sin saber lo que sucedía; iba pasando por ahí Alejandro, quien alzando su mirada vio el siniestro hombre que atacaba a un menor; tal vez se le olvidó que él también era un niño de doce años, porque fue inmediatamente a intervenir ese asalto.

     -oye tú, ¡déjala en paz! – le gritó Alejandro confundiendo a la víctima con una niña, por su cabello largo.

     -¿y tú qué? ¿Me vas a detener niño? – dijo el ladrón sacando una navaja y dirigiéndose a él; el niño de blanco se percató que lo que hacía el hombre era malo y no podía permitir que lastimara a quien trató de detener al asaltante. Alejandro estaba bastante triste, tal vez no le importaría morir. El asaltante alzó su mirada y vio detrás de Alejandro al niño al que había intentado asaltar.

     -¡¿qué?! ¿Cuándo te moviste? – preguntó el ladrón asombrado.

     -señor, yo ya estaba aquí, pero, usted señor, jamás nos vio – contestó el niño con una hipnotizante voz; el ladrón pareció por unos momentos perdido en sí mismo.

     -es cierto, no sé que hago aquí, ya me voy – dijo el ladrón con una voz feliz pero perdida, tiró su navaja y se fue.

     -oye niña ¿qué le hiciste? – preguntó Alejandro extrañado por lo que vio.

     -jeje, es verdad, ustedes son más primitivos – comentó entre dientes.

     -¿primitivos? – se molestó con el término.

     -ah, disculpa no te quise ofender.

     -¿estás bien? ¿No te hizo nada ese hombre?

     -descuida, estoy bien, gracias por ayudarme.

     -bueno, no sé quién haya ayudado a quién, así que no tienes por qué agradecer, ¿cómo te llamas?

     -¿mi nombre? – se puso nervioso.

     -si, yo me llamo Alejandro – se presentó.

     -yo… me…. me llamo… A… - no sabía qué contestar.

     -¿A…?

     -A… ¡riel! ¡Me llamo Ariel! – exclamó al recordar un nombre que escuchó mientras caminaba.

     -ah, Ariel, mucho gusto, qué bonito nombre para una niña.

     -¿es nombre de niña? yo… soy varón.  – dicho esto, Alejandro no evitó un enorme asombro.

     -¡ah! Discúlpame por confundirte con una chica, es que… tu cabello es muy largo y tu ropa… pues…

     -¡¿por qué todos se extrañan con mi ropa?! ¿A caso no están vestidos también? – se refirió ya molesto por el comentario hacia su vestimenta.

     -no quise ofenderte, es sólo que pareces uno de esos personajes de la época media.

     -¿época media?

     -si, ya sabes, aquella época de príncipes y caballeros y reyes… todo eso.

     -ah… - suspiró sin saber de lo que hablaba.

     -y… ¿qué hacías por aquí tú sólo?  Fuiste un blanco fácil para aquel asaltante – le dijo Alejandro.

     -pues sólo caminaba – contestó.

     -¿sólo caminabas?

     -si, igual que tú supongo – contestó Ariel.

     -bueno, entonces ya me voy – dijo continuando con su camino.

     -¡oye! ¿Puedo acompañarte? He caminado solo mucho tiempo – le pidió.

     -¿eh? Claro – accedió un poco confundido. –y… ¿eres de aquí? – preguntó Alejandro mientras caminaban.

     -¿aquí? – se extrañó.

     -de esta ciudad.

     -ah, no, vengo de otro sitio, está muy lejos.

     -¡ah! Eres un turista, de seguro de donde vienes visten así – comentó.

     -eh… pues si, así visten todos – contestó sin comprender el término de “turista”

     -¿hace mucho que llegaste?

     -no, de hecho llegué hoy.

     -ah ya veo, qué mala suerte que en tu primer día en esta ciudad hayan intentado asaltarte, descubrirás que esta ciudad tiene sus zonas de peligro.

     -¿tú dónde vives? – le preguntó Ariel.

     -¿yo? Vivo en la 28 sobre Melanie – contestó amablemente.

     -¿quién es Melanie?

     -es… la calle en la que está mi casa.

     -¡¿les ponen nombres a las calles?! – preguntó sorprendido por el dato.

     -¿en dónde vives no?

     -no – respondió sonriente.

     -¿cómo se llama el lugar del que vienes?

     -Mer… - antes de que pudiese decir el nombre de su lugar de procedencia, recordó algo que leyó en uno del los antiguos libros de la creación: “los humanos dan por hecho que la realidad es todo lo que puedan ver, oír, tocar y oler, nuestros mundos, nuestras dimensiones están separados, ellos no saben de nuestra existencia, y probablemente para ellos sea mejor así” decía el libro.

     -¿Mer?

     -Mer… - Ariel ya no sabía qué decir. - Mer… Ma…

     -¿Ma? ¿Marruecos? ¿Ma…cedonia? ¿Ma…drid? – trataba de atinar en la respuesta, pues Ariel parecía nervioso.

     -¡si!

     -¿Madrid?

     -si, soy de Madrid – contestó contento; en su mundo natal había un lugar que también se llamaba así.

     -¡vaya! Eres de España – comentó emocionado.

     -¿España?

     -Madrid está en España – dijo con pesadez al notar que Ariel no sabía tal dato.

     -si, soy de España ¿y tú? – contestó.

     -yo nací en esta ciudad – contestó. – y… ¿viniste con tu familia?

     -¿familia? – volvió la pregunta con un tono deprimido. – Si, vine con ellos, tengo un padre, una madre y un hermano – contestó recuperando su sonrisa.

     -vaya qué bien – dijo con un suspiro.

     -¿por qué estás triste Alejandro? – esta pregunta hecha tan de momento le sorprendió.

     -¿qué dices? Yo no estoy triste, además ¿por qué preguntas eso tan de repente? – contestó con una nerviosa risa.

     -estás triste ¿verdad? – volvió a preguntar mirándole fijamente con sus grises ojos.

     -tienes unos ojos muy peculiares, jamás los había visto de ese color, y tu cabello también – le comentó para evadir el tema. – con razón la gente se te queda viendo mucho.

     -¿por mi cabello y mis ojos? ¿Ya no por mi ropa?

     -ah bueno, también por tu ropa, la verdad es que tienes una apariencia bastante extraña, sin ofender.

     -¿por qué estás triste Alejandro? – preguntó nuevamente.

     -yo… no estoy triste, ¿parezco triste? – se le refirió mostrando una gran sonrisa.

     -¿te duele? – le preguntó.

     -¿cómo?

     -sonreír, ¿te duele? – le repitió.

     -jaja, dices unas cosas muy raras Ariel, a nadie le duele sonreír, es algo ilógico ya que la gente sonríe porque está feliz. – argumentó para bajando una débil mirada.

     -pero… si te duele ¿verdad? – insistió.

     -¡mira! Llegamos al mirador, desde aquí se puede ver el mar – le mostró estando sobre un pequeño mirador sobre el rompeolas.

     -¿este es el mar? Es muy bonito – comentó mirando la puesta de sol.

     -si, lo es, vengo aquí con frecuencia ¿sabes? Me hace sentir bien.

     -¿te hace olvidar el dolor?

     -si – contestó sin saber lo que decía, estaba perdido en la belleza del mar. - ¡digo no! A mi no me duele nada, jaja no sé por qué dices esas cosas. Ya es muy tarde, yo tengo que volver a mi casa y de seguro tú también, tu familia debe estar esperándote.

     -si, deben estar esperándome; a ti también deben estar esperándote.

     -si, así es – esta vez no pudo esconder su tristeza, nadie le esperaba en casa; Ariel le miró con curiosidad y con una noble sonrisa.

     -me dio gusto conocerte, y otra vez gracias.

     -a mí también me dio gusto, espero que te guste la ciudad y que incidentes como el de hace rato ya no se repitan – dicho esto, Alejandro se alejó de ahí, iba rumbo a su casa.

     -te encontré – dijo para sí mismo Ariel, el guardián.

 

     Evitando ser visto, Ariel siguió a Alejandro hasta que le vio entrar en su casa; durante todo el camino, Alejandro llevaba la mirada baja, con sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones. Había un árbol justo en frente de la casa de Alejandro, Ariel subió a su copa con un ágil salto, buscó una fuerte rama y se recostó. Junto a él, vio un nido de aves, tenía sólo un pequeño huevo, Ariel lo miró con ternura y con mucho cuidado lo acarició con su dedo índice, él huevito estaba tibio.

     -espérate un poquito, de seguro tu mamá no tarda – le dijo al huevo; segundos después, Ariel quedó dormido entre la copa de ese árbol, con su blanca capa se cobijó.

 

     -abuela ya me voy – la voz de Alejandro despertó a Ariel, quien dormía plácidamente en ese árbol.

     -¡más te vale ir directamente a la escuela! – le gritó su abuela enojada como de costumbre. Con un rostro triste, Alejandro se marchaba. Ariel, cuando vio una distancia considerable, bajó del árbol, se puso su capa y lo siguió.

 

     Luego de seguirle unos minutos, lo vio entrar en la escuela, había muchos niños ahí, y todos reían o corrían para no llegar tarde a clases. Ariel tenía que buscar la manera de estar con Alejandro para convertirle en su sucesor. Todos los niños ya habían entrado a sus clases, ahora, la escuela se veía sola por fuera. Ariel entró mirando sus alrededores, entró en el edificio de salones buscando a Alejandro; una maestra que iba saliendo del sanitario le vio.

     -hola, ¿eres un estudiante? – le preguntó al verle con tales ropas.

     -estoy buscando a alguien – contestó gentil pero sin dejar de buscar.

     -¿a quién?

     -a Alejandro, vi que entró en esta escuela pero no vi en dónde se metió.

     -ah pero tú… también deberías estar en tu clase, ¿en qué clase estás? tienes que ser un estudiante de intercambio ¿no?

     -eh… si, voy a estudiar aquí sus costumbres y todo lo que hacen, luego escribiré lo que aprenda de ustedes en los antiguos libros de la creación, pero quiero encontrar primero a Alejandro.

     -qué raro eres, ¿cómo te llamas niño? – preguntó gentil la profesora.

     -me llamo Ariel – contestó mirándola.

     -qué nombre tan curioso; ven, no puedes estar en los pasillos cuando las clases han comenzado, te llevaré con el director para que te asigne una clase – la profesora le tomó cariñosamente de la mano y le llevaba a la dirección.

     -pe… pero tengo que encontrar a Alejandro – decía Ariel sin saber exactamente lo que ocurría.

     -no te preocupes, tal vez le veas en el almuerzo – contestó la profesora sonriente e ignorando la prisa del niño por encontrar a Alejandro. Llegaron a la dirección; los maestros que estaban ahí, y la secretaria del director, miraban curiosos al niño que entró con la otra profesora.

     -director Mera, este niño es un estudiante de intercambio, necesita que se le asigne una clase – dijo la profesora haciendo entrar al niño en la oficina del director.

     -profesora Ana, no sabía de un estudiante de intercambio – contestó el director extrañado al ver al niño.

     -lo encontré en los pasillos, por eso pensé que era un estudiante de intercambio.

     -está bien, yo me haré cargo, puede irse a su clase.

     -gracias director – la profesora dejó dentro al niño y se fue.

     -ven, no seas tímido siéntate – le invitó el director amablemente.

     -no soy tímido – contestó tomando asiento.

     -con que eres un estudiante de intercambio ¿eh? La supervisión escolar no me dijo de ningún intercambio, ¿de dónde nos visitas?

     -de Madrid – contestó.

     -¿de España? Tu acento no parece de España, pero en fin. Necesito que me des tu nombre completo.

     -me llamo Ariel.

     -Ariel ¿qué?

     -Ariel Ariel.

     -si, pero tus apellidos ¿Cuáles son?

     -ah mis apellidos, este… Ariel… Castillo… Estrado – dijo inventándose cualquier nombre.

     -muy bien, puedes decirme el nombre de la escuela en la que estudiabas, tu clave de registro y el nombre de tu supervisora estudiantil – ante tales términos Ariel suspiró pesadamente, vio en la pared varios cuadros con pequeñas fotografías de todos los niños de la escuela. Vio el cuadro de la clase 12 y reconoció el rostro de Alejandro al instante.

     -ah, qué problema, los humanos hacen las cosas muy complicadas – expresó Ariel.

     -¿disculpa? – se extrañó el director al escucharle.

     -déme todo lo que necesite para estudiar aquí y asígneme la clase 12 – dijo esto con esa hipnotizante voz. La mirada del director se perdió por unos momentos e hizo lo que Ariel le pidió; le entregó los documentos que le reconocerían como un estudiante de intercambio y le asignó la clase 12. – Gracias – le dijo recibiendo los documentos.

 

     Ariel salió felizmente de la oficina del director, todos los maestros no dejaban de mirar su extrañamente bello pelo largo y gris igual que sus grandes ojos.

 

     Mientras caminaba buscando la clase 12, Ariel pudo notar que todos los niños dentro de los salones, tenían a sus pies una mochila en la que guardaban cosas, él necesitaría una, de lo contrario no parecería un estudiante. Entró a los baños y se aseguró de que nadie viniese. Tomó en ambas manos el costalito que había atado a su cintura, sopló ligeramente en dirección al costalito y lo arrojó hacia el techo; estando arriba, el costalito flotó unos segundos despidiendo una luz blanca, cuando la luz se disipó, se había transformado en un maletín escolar, que para ser de primaria, se veía muy elegante. Se volteó a ver en los espejos del baño, toda la gente se le había quedando viendo por su cabello y el color de sus ojos; no era que le molestara, pero sí le resultaba un poco incómodo. Metió su mano en su mochila, y hurgando en ella, sacó un gorro blanco tejido, recogió su cabello y lo escondió debajo de su gorrito; poco a poco se pudo notar cómo ese gorro se convertía en cabello, segundos después, el cabello de Ariel era corto, como el de cualquier niño, pero el color era el mismo.

     -tendrán que acostumbrarse a mi cabello y ojos grises – se dijo Ariel. Tomó su mochila y salió del baño, momentos después encontró la clase 12, llamó a la puerta y el profesor le abrió.

     -¿quién eres? – le preguntó amable.

     -soy un estudiante de intercambio, me asignaron a su clase – contestó mostrando el papel que el director le había dado.

     -vaya, no me dijeron nada de que recibiría a un estudiante de intercambio. – comentó el profesor mientras leía el documento.

     -si, parece que nadie fue informado. – expresó con una sonrisa.

     -¿vienes de Madrid? ¿No te han proporcionado el uniforme?

     -¿el uniforme?

     -el uniforme escolar ¿no te lo han proporcionado?

     -no, de donde vengo vestimos así.

     -si ya lo creo, te llamas Ariel ¿verdad? – preguntó al ver su nombre en el papel.

     -si.

     -bien Ariel, pues bienvenido, pasa para que conozcas a tus compañeros.

 

     El profesor entró nuevamente en el salón con Ariel, todos se le quedaban viendo y se lograba escuchar una risillas que se burlaban de su aspecto, las niñas le encontraban muy atractivo. Alejandro se sorprendió al reconocer al nuevo estudiante.

     -niños, silencio por favor; él es Ariel, es un estudiante de intercambio que viene desde España para conocer nuestras costumbres, sean amables con él. – le presentó el maestro.

     -parece que le gusta mucho la historia – dijo un niño que se burlaba de sus ropas.

     -suficiente, Ariel tiene un aspecto peculiar, pero en su país natal es algo normal.

     -mucho gusto en conocerlos – saludó gentil.

     -Ariel, cuéntanos un poco del lugar del que vienes – le pidió el maestro.

     -claro, Madrid es una ciudad pequeña, pero es muy agradable vivir ahí porque hay muchos campos y bosques, el castillo del rey es muy grande, y siempre que desayunamos se escucha cómo cantan las aves antes de volar por su comida. – explicó.

     -vaya, no sabía que en España aún fuese gobernada por monarcas – comentó extrañado el maestro.

     -¿conoces a un rey? – preguntó una niña emocionada por el relato.

     -si, el rey de Madrid es muy agradable, cuando me quedo en su palacio por unos días, siempre me trata muy bien – contestó, obteniendo el suspiro de varias niñas, si no es que todas.

     -pues tienes un nombre de mujer ¿lo sabías? – dijo un niño en el fondo del salón.

     -si, me lo han dicho – contestó sin verse ofendido.

     -bien Ariel, puedes sentarte…

     -quisiera sentarme junto a Alejandro – le pidió.

     -¿junto a Alejandro? ¿Se conocen? – preguntó.

     -ayer él me salvó de un ladrón. – tras decir eso, todos los estudiantes soltaron una fuerte risa.

     -¡basta ya! – dijo el maestro. – Alejandro, ¿es eso cierto?

     -en cierto modo profesor – contestó Alejandro.

     -qué bueno que conoces a Alejandro, él es el estudiante más inteligente de toda la primaria. – le comentó el maestro.

     -¿en serio? Vaya, qué bueno – dijo Ariel.

     -bien, puedes tomar el lugar junto a él, continuaré con la clase – Ariel hizo lo que el profesor le indicó y se sentó junto a Alejandro sonriéndole gentilmente.

     -creí que eras un turista – le dijo Alejandro en voz baja para no interrumpir la clase.

     -un estudiante de intercambio viene a conocer, un turista también, es lo mismo – contestó.

     -¿por qué te cortaste el cabello?

     -bueno… todos se me quedaban viendo por mi cabello ¿no? Ahora ya no lo harán – contestó.

     -no estés tan seguro – le dijo invitándole a ver que todas las niñas de la clase no dejaban de verle.

     -¿ahora por qué? – preguntó irritado Ariel.

     -pues les resultas atractivo – respondió.

     -aquí no por favor - dijo al aire, estaba cansado de sertinr las miradas que le acosaban desde lejos..

     -en fin, bienvenido a Norman Brook.

     -gracias – expresó feliz.

 

     La clase continuó y todos sacaron sus cuadernos y sus libros; Ariel no sabía que los necesitaba.

     -¿por qué no sacas nada? ¿No tienes tus cuadernos? – le preguntó Alejandro.

     -no, yo tengo cuadernos y todo eso en mi mochila – contestó nervioso.

     -pues sácalos para que comiences a hacer el resumen. – Ariel tomó en sus manos en su maletín y metiendo casi todo el brazo en su interior sacó un cuaderno y un libro igual al que todos tenían. Alejandro sólo sonrió con rareza al ver que su nuevo compañero metía su brazo hasta el hombro en una mochila que no parecía tener esa profundidad. Unas horas después, llegó la hora del almuerzo.

     -Alejandro, aprovecha este tiempo para mostrar a Ariel la escuela, enséñale todo – le pidió su maestro.

     -si profesor – contestó, ambos niños salieron de ahí, pero Ariel no dejó su maletín, se lo llevó con él.

 

     -bien, si trajiste tu propio almuerzo si quieres podemos ir al jardín, si no, te puedo llevar a la cafetería para que compres algo – le ofreció.

     -¿tú no comerás? – le preguntó.

     -no, yo… no tengo hambre – contestó esforzándose por decir eso y ocultar la verdad, Ariel pudo notar eso y le pidió llevarle al jardín.

 

     Se sentaron en bajo la sombra de un árbol junto al área de juegos.

     -¿qué quisieras comer? – preguntó Ariel.

     -ya te dije que no tengo hambre – respondió.

     -y ¿te duele?

     -¿qué cosa? – se extrañó.

     -decir que no tienes hambre ¿te duele? – esta pregunta irritó un poco a Alejandro.

     -eres muy delgado, yo tengo comida en mi mochila.

     -pues entonces come para terminarte de enseñar la escuela entes de que acabe el descanso – le dijo gentil.

     -pero es que traje mucho, tendrás que comer conmigo – mientras decía esto, increíblemente sacó un refractario de cristal que contenía sabrosa y fresca fruta, se veía muy apetitosa. Lo puso sobre el césped, para que ambos comieran.

     -vaya, esa mochila tuya parece ser muy… ¿práctica? – comentó sorprendido por lo que vio.

     -lo es, por eso siempre la llevo conmigo – contestó tomando un trozo de fruta. – Come – insistió.

     -no, eso es tuyo además yo… desayuné mucho en mi casa.

     -pero te estoy diciendo que es mucho para mí solo, come conmigo. – tras ser la segunda o tercera invitación Alejandro optó por comer de la fruta de Ariel, la fruta más dulce y sabrosa que había probado jamás. – sabe rica ¿verdad?

     -está muy sabrosa – contestó disfrutando en su paladar tan dulce y agradable sabor.

     -entonces ¿eres el estudiante numero 1 de la escuela? – preguntó mientras comía.

     -el profesor exageró, sólo me esfuerzo por conseguir buenas notas, así mi abuela estará feliz.

     -¿tú abuela?

     -si, vivo con ella.

     -¿y tus padres? – esta pregunta hizo que Alejandro comiera con menos empeño.

     -ellos… murieron cuando era niño – contestó serio.

     -aún eres un niño. – argumentó sonriente.

     -ya no uno pequeño. – dijo con su mirada seria.

     -¿murieron?

     -si.

     -¿te duele? – Alejandro había perdido la paciencia al escuchar esa pregunta una y otra vez.

     -deja de preguntar eso por favor.

     -¿por qué? ¿Te duele que pregunte?

     -no es que me duela, pero me resulta molesto.

     -entonces te hago enojar ¿no?

     -sólo me irrita esa pregunta. ¿Quieres terminar de ver la escuela?

     -no, mejor quiero que vayamos al salón – contestó sin perder su sonrisa.

     -de acuerdo. – Ariel guardó ese refractario en su mochila, parecía como si se encogiera al entrar en ella.

 

     Faltaba poco para que comenzara la clase, pero ya había unos cuantos estudiantes en el salón de clases. Alejandro y Ariel estaban en sus asientos, por lo menos unas 10 niñas rodeaban a Ariel asechándolo pregunta tras pregunta.

     -¿cómo es Madrid? – preguntó una.

     -¿hace mucho frío? – preguntó otra.

     -¿eres amigo de un rey? ¡Increíble! – exclamó una más.

     -conozco otros reyes, sólo que algunos son un poco hostiles, pero siempre procuro tener buenos tratos con ellos – contestó gentil.

     -tienes un cabello y unos ojos muy bonitos, aunque el color es muy raro – comentó una niña.

     -¿en serio? Muchos me han mirado raro desde que llegué por eso – contestó.

     -de seguro también por tu ropa ¿no?

     -si, parece que aquí tienen estilos muy diferentes.

     -tu sonrisa es encantadora – dijo una de las niñas.

     -gracias, pero si les importa, ahora quisiera estar con Alejandro, además la clase empezará dentro de poco y ustedes deberían estudiar para asegurar un mejor futuro – tras unas palabras de tanta madurez, las niñas suspiraron y regresaron a sus lugares.

     -en tu primer día ya eres tan popular, felicidades – le dijo burlesco, pues Ariel se veía fastidiado de estar rodeado por esas niñas.

     -no te rías – refunfuñó con una sonrisa. – oye ¿qué harás después de clases? – Preguntó - ¿te esperan en casa a determinada hora?

     -pues, si llego a las 4 no tendré problemas – contestó extrañado.

     -qué bien, siendo así; ¿te importaría llevarme a la biblioteca? – le pidió emocionado.

     -¿a la biblioteca? ¿A la de la escuela?

     -no, a la biblioteca de la cuidad, sé que es una de las más grandes del mundo y quisiera conocerla.

     -ah claro, podemos ir saliendo de la escuela, tal vez podamos hacer ahí la tarea de hoy si quieres – le sugirió.

     -claro – aceptó gustoso.

    

Notas finales:

ESPERO LES HAYA GUSTADO. DEJEN SUS COMENTARIOS.

BYE

BYE

     AHH!!! SE ME OLVIDABA. KANOKO, ME DA GUSTO QUE TE HAYA GUSTADO EL COMIENZO. NO TE HE VISTO DESDE LA FIESTA DE LA L.N. ESPERO QUE A TI YA SE TE HAYA QUITADO LA RESACA. A MI TODAVÍA ME DUELE LA CABEZA.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).