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Like a feather por Kitana

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Notas del capitulo: Hola a todo el mundo, pues aqui traigo por fin la actualización, mil disculpas, jejeje, bueno sin más, espero lo disfruten

 

Afrodita intentaba concentrarse en la lectura de los papeles que Shura había puesto en sus manos. Pero no podía hacerlo con la mirada del español clavada en él. Era la tercera entrevista, sin embargo, no podía mantener la compostura. Shura contempló a Afrodita y sintió que estaba ante un perfecto extraño. Ciertamente las cosas no iban a seguir igual después de diez años, pero Afrodita era alguien completamente diferente de cómo lo recordaba, tal vez no en lo básico, pero sí en lo visible. Mentalmente hizo una comparación del recuerdo que tenía de él y, quedó francamente impactado. De alguna manera, el hombre que estaba frente a sí, le era completamente desconocido. Sin embargo, eso no significaba demasiado, estaba interesado en entender al nuevo Afrodita. El hombre sentado frente a él, enfundado en un traje a todas luces costoso, tremendamente analítico, tremendamente asertivo, nada tenía que ver con el adolescente tímido y perpetuamente avergonzado al que él había conocido. De pronto le vino a la mente que él tampoco era el chico al que Afrodita conociera y sonrió.

 

Afrodita lo miraba de reojo. Contemplando el perfil del español, no podía evitar sentirse de vuelta en la adolescencia. Shura aún le ponía nervioso, no dejaba de encontrarle tan atractivo como en el pasado, quizá más.

- Bien, creo que tendremos que vernos otro día. - dijo sintiendo que todo su temple se iba al carajo a causa de la mirada del español sobre él.

- ¿Tienes algún inconveniente en que sea mañana mismo? - dijo el español.

- Habla con mi secretaria, no sé si haya un espacio en la agenda. - respondió Afrodita intentado que aquello no sonara tan presuntuoso.

- De acuerdo. - dijo Shura sonriendo y ofreciéndole la mano. El sueco no pudo negarse a estrecharla, más allá de todo, tenía que guardar la compostura. Shura le sonrió antes de abandonar su privado, en sus adentros agradeció a los dioses porque ni Cora ni Milo estuvieran cerca, no iba a soportar lo suficientemente bien una andanada de preguntas incómodas.

 

Cerca de las seis fue llamado a la oficina del dueño de la firma. Supuso que era para hacer oficial el ascenso. Se dirigió allá y de camino se encontró a Milo, el griego estaba hablando por teléfono con alguien que le tenía bastante entretenido. Sonreía estúpidamente cuando se topó con Afrodita. Le guiñó el ojo y siguieron juntos por el corredor.

- ¿Quién era? - preguntó Afrodita.

- ¿Celoso?

- No seas idiota, sólo quería saber.

- La curiosidad mató al gato, ¿recuerdas? Aunque tú más bien eres un pez, brillante y escurridizo. - dijo el griego mientras abría llamaba a la puerta de la oficina del dueño. En ese momento, pareció recobrar la compostura y adoptó un aire serio y profesional que a Afrodita casi le arranca un ataque de risa. Tal como lo había previsto, el dueño los había llamado para formalizar el ascenso. Se lo tomó con la tranquilidad con que siempre se tomaba esas cosas. Milo no pudo reprimir la sonrisa de satisfacción, a veces, aunque nadie se lo pudiera creer, el griego era francamente transparente. Después de las felicitaciones y de arreglar algunos detalles, como su nuevo horario, ambos abandonaron el privado.

- No me imaginé que nos ascenderían de verdad. - dijo Milo sin dejar de lado esa sonrisa que se había posado en sus labios al escuchar que estaban siendo ascendidos.

- Era lo más lógico, ¿quién, además de nosotros se encarga de esos asuntos que nadie quiere tomar? ¿Quién además de nosotros, se encarga de lidiar con los clientes difíciles? Se trataba de asegurar que nos quedáramos en la firma.

- Eso es verdad, ¿a dónde quieres ir a celebrar? - Afrodita lo miró con cara de pocos amigos, el griego le palmeó la espalda - Vamos, no es como si fueras a cometer un pecado mortal por salir entre semana, sólo será una copa, además, me gustaría escuchar los detalles de tu encuentro con el sexy español. - Afrodita negó con la cabeza.

- Mejor un café, en tu casa.

- A veces eres tan aburrido... pero está bien. Aunque me debes una celebración, abogado.

- Podrías invitar a alguno de tus pretendientes. - dijo Afrodita.

- No, tú eres mi amigo, con la única persona con la que celebraría algo así, es contigo, con nadie más.

- ¿Vas a llamar a tu madre?

- Sólo si hay larga distancia a ultratumba. - comentó Milo con un deje de tristeza.

- Lo lamento. - dijo Afrodita sinceramente apenado.

- Descuida, estoy seguro que la señora Scouros ha ido a un lugar mejor. - dijo bajando el rostro - ¿Sabes? Me esta pareciendo mejor y mejor la idea del café en casa, puedes quedarte a dormir, si quieres, va a ser divertido, cómo cuando éramos estudiantes y no teníamos un clavo.

- De acuerdo, me quedo en tu casa. - dijo Afrodita con una sonrisa suave.

- Entonces, vamos, tenemos que comprar un pastel o algo así, ¿no te parece?

- ¿Un pastel?

- Se me antojó. - dijo Milo encogiéndose de hombros. - Además, tengo que saber los detalles acerca del español. - dijo Milo guiñándole un ojo.

-  De acuerdo. - respondió el sueco entornando los ojos.

 

Una hora más tarde, se habían acomodado en la pequeña sala del departamento del griego, el vino había sustituido al café. Una botella de vino para postres fue la elección de los amigos para festejar su ascenso. Cierto que conllevaba una buena cantidad de responsabilidades, pero no era nada para lo que no estuvieran preparados, al menos eso era lo que creían ambos.

 

Se sentaron en el suelo, bebieron vino y comieron pastelillos, no era la mejor combinación del mundo, pero era agradable. Estaban ya un poco ebrios, y a Afrodita se le soltó un poco la lengua.

- Creí que lo tuyo con Alessandro iba en serio. - dijo mientras bebía directo de la botella el último trago de vino. - No entendí porque terminaron.

-  Por una simple, pero poderosa razón. - dijo Milo arrastrando las palabras.

- Te diría que no te creo...

- Es la verdad, tal vez para él no haya sido de demasiado peso... pero para mí lo fue.

- ¿Cambiamos de tema?

- Cambiamos de tema... no me has dicho nada de tu español.

- ¿No vas a burlarte?

- Un poco,  para no perder la costumbre.

- En serio...

- De acuerdo... que sea serio.

- No lo amo.

- Eso es obvio.

- ¿En serio?

- En serio, te quedaste con el adolescente y no sabes que hacer con el adulto, pero sería bueno darte una oportunidad de abandonar lo platónico y concentrarte en lo real.

- No sé si me agradará lo real...

- No sabrás hasta que te atrevas a probar.

- Dioses... acepté ser su abogado y llevar su divorcio...

- Es una buena oportunidad, sólo espera a que se resuelva el caso y podrás echar toda la carne al asador.

- A ti todo te parece tan simple...

- Y a ti todo te parece tan complicado. Pero, al menos en esta ocasión, no lo es. Si él te interesa... haz lo que tengas que hacer. Y no voy a repetirlo más. - dijo Milo poniéndose de pie, los pies se le enredaron y cayó de una manera tan poco agraciada, que Afrodita estalló en carcajadas.

 

Al día siguiente, ambos se presentaron, Afrodita, tan fresco como una rosa recién cortada, en tanto que Milo padecía la peor jaqueca que pudiera recordar.

- Milo, ¿quieres una  aspirina? - dijo Cora al ver la cara del griego.

- Cariño, dame lo que sea... pero, por piedad, no alces la voz. - dijo, la secretaria sólo sonrió.

- Ven. - dijo Afrodita intentando escaparse de las miradas curiosas y un tanto envidiosas del resto de sus compañeros.

-  ¿Oyes ladrar los perros? Señal de que cabalgamos. - comentó Milo, ni siquiera la jaqueca le haría perder la oportunidad de burlarse de todos aquellos que tantas ocasiones les habían subestimado.

 

Entraron en la oficina de Afrodita, al poco, Cora entró trayéndoles café y un par de aspirinas para Milo.

- Te has ganado el cielo, preciosa. - Cora rió con ganas e hizo ademán de salir.

- No te vayas, Cora. Tenemos que tratar un asunto importante. - dijo Afrodita. Cora sonrió y cerró la puerta para luego sentarse al lado de Milo.

- Como ya te habrás enterado, nos han ascendido. - dijo Afrodita.

- Sí... creo que todo el mundo lo sabe. - dijo ella apartando el rostro.

- Creo que es obvio que vas con nosotros, por lo menos con Afrodita, a mi tendrán que conseguirme una secretaria nueva, no estoy dispuesto a llevarme a la arpía, en especial después del lío de las escrituras del caso González. - dijo Milo pensativo. Cora sonrió.

- Eso es fácil, quédate con Marín.

- ¿Marín? - preguntó Milo extrañado.

- Sí, la chica embarazada. - le respondió Afrodita.

- Abogado, eso significa quedarme al menos tres meses sin secretaria. - dijo Milo con cierto disgusto.

- No pasará nada. - dijo Cora.

- ¡Pero si esta a punto de eclosionar! - Afrodita y Cora rieron sonoramente.

- Hazlo como un favor para mí, sí tu no pides que se quede, van a echarla después de que de a luz. - dijo Cora.

- Con un demonio... ¿por qué siempre tienes que hacer que las cosas más simples parezcan un acto de lo más heroico? - musitó Milo sonriendo irónicamente.

- ¿Lo vas a hacer o no? - insistió Cora.

- Ummm, déjame pensarlo... ¿escoger entre esa linda chica y la arpía que tengo por secretaria hoy en día? La elección no es difícil. Se lo diré al jefe cuanto antes. - sentenció el griego. - ¿Tiene esposo?

- ¿A ti que te importa eso? - le dijo Afrodita.

- Mucho, porque podría suceder que el señor Marín decidiera convencer a su esposa de que se quede en casa y entonces yo me quedaría sin secretaria.

- Es madre soltera. -- dijo Cora con algo de molestia.

- Sé que no es mi asunto, ¿de acuerdo? - dijo Milo un tanto ofendido.

- Según sé, el padre del bebé se desentendió del asunto porque esta casado con otra. - dijo Cora en voz baja.

- ¡Que suerte que a ustedes dos no les gusta el chisme! - dijo Afrodita burlón. Tanto Cora como Milo le miraron de mala manera.

- Mejor me voy, creo que haré a la arpía encargarse de un par de asuntos denigrantes antes de darle la noticia de que será la secretaría de mi sucesor. - dijo Milo, Afrodita negó con la cabeza.

- ¿Cuándo piensas dejar de actuar como un chiquillo? - el griego sólo se encogió de hombros y abandonó la oficina.

 

El resto de la tarde no tuvo tiempo para ocuparse ni de sí mismo. Tampoco vio a Milo por ningún lado. Su mejor amigo había sido requerido para atender un asunto de carácter urgente, y él tenía que ocuparse de los no pocos asuntos que tenía entre manos. Quizá lo más prevalerte era la sucesión de la señora Oneiros.

 

Poco antes de su hora de salida, recibió una llamada de Radamanthys, el inglés había dado por llamarle todos los días desde aquella conversación en el restaurante.

- ¿Afrodita? - dijo la vibrante voz del inglés.

- Sí, ¿qué pasa, Radamanthys? - respondió intentando esconder su desgano.

- Estoy cerca de tu oficina, ¿crees que podrías salir un momento? Quiero enseñarte algo.

- Pero... está bien, sólo que tendrá que ser rápido, debo preparar una audiencia. - dijo un tanto incómodo.

- Paso a buscarte en veinte minutos.

- Hecho. - dijo Afrodita antes de que se cortara la comunicación.

 

Había que reconocer que la compañía de Radamanthys no era tan mala como se había creído. El inglés tenía su veta agradable y sabía mostrarla cuando estaban juntos, pero, ¿eso era suficiente? No sentía con él esa especie de euforia que le invadía cada vez que se encontraba en la misma habitación que Shura, ni remotamente. Se reprendió mentalmente, ¿por qué no podía dejar de comparar a esos hombres? eran diferentes... no, en realidad no podía saberlo, Milo tenía razón cuando le decía que no conocía a Shura, él había conocido al adolescente, pero el hombre le resultaba del todo ajeno.

 

Él mismo se repetía una y otra vez que lo que había sentido por Shura había quedado en el pasado, pues no era más que un amor de colegial,  no podía aferrarse a una emoción que se había desvanecido con el paso de los años. Tal vez, y sólo tal vez, Radamanthys no era tan malo, para empezar a deshacerse de ese lastre que no le dejaba vivir en el futuro. Tal vez, y sólo tal vez, Cora tenía la razón al aconsejarle que se tomara las cosas con calma. No había que decidirlo todo en un día.

 

Radamanthys  llegó justo en el momento en que el grueso de los empleados de la firma se retiraba, de modo que todos le vieron. Milo irrumpió en su oficina, violentamente.

- ¿Por qué nunca tocas?

- Malos hábitos de cuando vivíamos juntos, ¿conoces a un tal Aioria Cavafis? Me suena, pero no tengo idea de donde es que lo conozco.

- De mi reunión de ex alumnos.

- ¿En serio?

- Por los dioses, Milo....

- Cómo sea, me dijo un montón de cosas, bastante desagradables por cierto, y después me exigió que dejara a su marido en paz. Creo que me confundió contigo cuando contesté el teléfono.

- Ese tipo debe estar loco... veo a su marido sólo por asuntos estrictamente profesionales.

- ¿Quién es?

- Shura.

- ¿El lindo español?

- Sí. Él mismo.

- Con razón quiere divorciarse, por cierto, desde la terraza vi el carruaje del príncipe cejon, imagino que tienes cita con él.

- Sí, dijo que quería enseñarme algo.

- Tal vez sea el techo de su recámara.

- ¡Milo!

- Los rumores dicen que es su deporte favorito.

- Tu y tus rumores...

- Radio pasillo nunca me ha defraudado. - dijo el griego encogiéndose de hombros. - Te recuerdo que mañana tenemos audiencia, aunque con suerte llegamos a un arreglo.

- Lo dejo en tus manos.

- Gracias, no te defraudaré. - dijo disponiéndose a salir. - Por cierto. - añadió volviendo sobre sus pasos - Cuando veas a Alessandro recuérdale que soy alérgico al polen, anoche casi termino en el hospital porque al muy tarado se le ocurrió llenar mi casa de flores, ¿puedes creerlo? - dijo con serenidad - Tuve que dormir en un hotel e ir de compras.

- Si quieres puedes quedarte en mi casa mientras limpian tu departamento.

- Gracias. ¿La llave está donde siempre?

- No la he movido.

- Perfecto, llegaré allá cuando termine con todos mis pendientes.

- No llegues tarde.

- Oh, no, hoy menos que nunca, tengo que saber si la leyenda es cierta.

- ¿Qué leyenda?

- Hablamos después. - dijo el griego mientras se apartaba para cederle el paso a Radamanthys   - Radamanthys.

- Milo. - respondió el inglés a modo de saludo. - ¿Listo?

- Sólo tomo mi saco y podemos irnos.

- Te espero. - los dorados ojos de Radamanthys se posaron en la estilizada figura del sueco. Afrodita, sin duda, era el hombre más hermoso que había visto en toda su vida. Pero, sin temor a equivocarse, no era eso lo único que veía en él. Para Radamanthys, en realidad, el físico del sueco era un aspecto secundario.  Ayudaba, si, pero no era determinante. Se había acercado a él porque lo encontraba estimulante intelectualmente.

 

En cuanto Afrodita estuvo listo, bajaron al estacionamiento, en busca del vehículo del inglés, cuarenta minutos más tarde, se encontraban a las puertas de una muy conocida galería de arte en el sur de la ciudad.

- ¿A dónde me trajiste? - dijo Afrodita contemplando el enorme anuncio que publicitaba la exhibición que se inauguraba esa noche.

- Escuché por ahí que eras un admirador rendido de Rodin. - dijo el inglés complacido por la reacción de Afrodita.

- Ni siquiera estaba enterado de esto... - susurró el sueco mientras bajaba del auto.

- Espero que no te incomode que me haya tomado la libertad de hacer reservaciones para cenar después de esto.

- Descuida... no hay problema.  - dijo Afrodita con una sonrisa serena.

- ¿Entramos?

- Sí, claro. - dijo Afrodita

 

La velada fue bastante agradable, mientras más charlaban, más agradable e interesante le parecía Radamanthys. Sin embargo, no lograba confiarse del todo. En el fondo, nunca dejaría de ser el muchachito inseguro de la preparatoria.

 

Luego de cenar juntos, Radamanthys le escoltó de vuelta a las oficinas de la firma para que recogiera su auto. Se despidieron amablemente, sin que Radamanthys le diera más que un amistoso apretón de manos. Al parecer, el inglés consideraba prudente ir lento. Agradeció el gesto y luego de una despedida breve, entró en el edificio. Esperaba encontrar todavía a Milo por ahí. Aunque lo más probable era que estuviera esperándole en casa, ansioso por conocer los detalles de su encuentro con Radamanthys. Subió a prisa hasta su oficina, y se sorprendió al hallar las luces encendidas. Contrario a lo que podía esperarse, no había nadie en todo el piso, eso le intrigó.  Pero no quiso pensar más en el asunto, simplemente tomó las llaves de su auto y bajó a toda prisa, Radamanthys le esperaba afuera del estacionamiento del edificio. Bajó y se encontró con que el auto de Milo seguía ahí. Eso era bastante extraño. Mientras sacaba su auto del estacionamiento, decidió llamar a Milo, marcó el número del celular del griego, después de varios intentos sin respuesta, marcó a su propia casa. Luego de tres timbrazos, Milo respondió.

- ¿Por qué demonios no me contestas el celular?

-  ¿Todavía esta ahí? - dijo el griego en voz baja.

- ¿De qué hablas?

- Del sucio italiano, dijo que quería verme, me negué y estuvo acechando afuera de la oficina, omito decir que tuve que escapar para llegar a tu casa.

- No entiendo.

- Te explico cuando llegues. Ni se te ocurra decirle que estoy en tu casa.

- No se lo pienso decir, ¿por quién me tomas?

- Sólo quería asegurarme.

- No me gusta esto.

- A mi tampoco, pero... sólo ven pronto. Casi podría decir que estoy asustado. - le dijo el griego. Colgó casi de inmediato, frunció el ceño intentando  hallar en los alrededores a su compañero de preparatoria.

 

Después de despedirse de Radamanthys, se apresuró a llegar a su casa. El tono de Milo no había sido precisamente tranquilizador. Hizo lo posible por no tardar mucho, el haber escuchado que Milo se había sentido casi asustado, le hacía pensar que las cosas no estaban precisamente bien. Dejó el auto en el sitio de siempre y entró al edificio.

- Hola. - le dijo Milo desde la oscuridad, se apresuró a encender la luz. Milo no se veía bien.

- ¿Qué pasó? - dijo Afrodita sentándose a su lado.

- De momento preferiría no contarte. - le dijo.

- ¿Tú no contar algo? Debe ser grave.

- Lo es... vaya que lo es. - dijo y se levantó.

- Dime algo... lo que sea... no me gusta cuando estás callado. - dijo Afrodita sin ocultar su preocupación. Milo sonrió con cansancio.

- Digamos que tuve un encuentro cercano del tercer tipo con una parte de mi pasado que hubiera preferido olvidar.

- ¿Qué pasó?

- El maldito italiano está loco... ahora entiendo el apodo. - susurró mientras volvía a sentarse. - Me llamó al celular toda la tarde, lo mandé al demonio y se apareció los dioses sabrán como en la recepción, pedí que no lo dejaran entrar y armó un escándalo. Tú te habías ido con el cejotas hacía un buen rato. Me entró el pánico cuando empezó a llamarme de nuevo y apagué el celular. Intenté salir pero el muy cretino estaba sentado en el cofre de mi auto. Volví arriba, deje las luces encendidas y salí por atrás como todo un cobarde.

- Pero... ¿por qué?

- Si hubieras escuchado la manera en que me habló y con mis antecedentes lo entenderías.

- Nunca me has contado sobre eso...

- Uno de estos días lo haré, pero no hoy, tengo que dormir, mañana tengo una audiencia. - le dijo con un tono que le indicó que no debía seguir insistiendo en el tema.

 

Al día siguiente, Milo se levantó demasiado temprano.  Para cuando Afrodita se levantó, el desayuno estaba listo y el griego se paseaba por el departamento con su celular en la mano.

- No me importa lo que tenga que hacer, ni lo que cueste. Sólo quiero que cambien mi número de inmediato... sí, sí, entiendo que no es algo sencillo, ¡pero necesito que sea a la brevedad posible! ... muy bien... muy bien, si no puede hacer nada, creo que no hay más de que hablar, mañana mismo cancelaré la línea. - dijo antes de colgar bastante molesto.

- ¿Todo bien? - le preguntó Afrodita intrigado por la conducta de su mejor amigo.

- No... no va nada bien. - dijo mientras sacudía las manos con gesto nervioso. - Dioses... esto no tenía que estar pasando.

- Relájate, hallaras la forma de salir de esto, siempre lo haces.

- Esos espero.

 

Ninguno de los dos dijo nada más, pero ambos sabían que las cosas no estaban anda bien. Ese día, ambos cumplieron con su trabajo como se esperaba que lo hicieran, sin mayor empeño, pero sin demeritar. Comieron juntos, como cada día, Afrodita se sintió raro, Milo ni siquiera había preguntado acerca de su cita con Radamanthys. ¿Cita? ¿Él había pensado en eso como una cita? Estaba desvariando...

 

De regreso se encontró con que Shura lo estaba esperando en su privado. El español se presentó ante él en uniforme de trabajo, con una sonrisa encantadora que le derritió todas y cada una de las neuronas.

- No te esperaba... - dijo tomando asiento nerviosamente.

- Lo siento, tuve un momento libre en el hospital y decidí traer los documentos que faltan, ¿cuándo crees que podrías presentar la demanda?

- Calculo que en unos tres días cuando mucho. - dijo pensando que tal vez podría pedirle auxilio a Milo.

- ¡Perfecto! Aioria me tiene harto. No entiendo porque demonios insiste en que regresemos...

- ¿Él... te dijo eso...?

- Sí, ¿puedes creerlo? Después de haberse metido con ese tipo... ¡es increíble!

- Si, supongo que sí. - dijo Afrodita sintiendo que sus latidos se disparaban.

- ¿Aún te gusta el fútbol? - preguntó Shura mirándolo fijamente.

- ¿A mi? Yo... si, claro, por supuesto. - ¿cómo le explicaba que nunca le había gustado el fútbol y que sólo iba a los partidos para verlo jugar a él?

- ¿Te gustaría acompañarme el sábado a un partido? Conseguí boletos y no quisiera ir sólo.

- ¿El sábado?

- ¿Tienes planes?

- No.

- Entonces no se diga más, vendrás conmigo, te gustará, los asientos están justo en la yarda cincuenta, no habrá mejor lugar que ese. - dijo el español muy animado.

- Entonces... nos vemos el sábado. - dijo Afrodita con una sonrisa que hizo recordar al adolescente que había sido.

- ¿Paso por ti?

- De-de acuerdo. - dijo sin dejar de sonreír, ¡demonios! ¡Estaba actuando como colegial de nuevo!

- Tendrás que darme tu dirección. - Afrodita asintió completamente sonrojado. Se apresuró a garabatear su dirección en una tarjeta que enseguida extendió a Shura. - Bien, entonces paso por ti el sábado a las diez, el partido empieza a las once.

- Yo... gracias. - dijo y sonrió intentando parecer natural.

 

Cuando se quedó sólo, finalmente reaccionó, ¡había aceptado salir con Shura! No era precisamente una cita, pero era algo, ¿no?


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