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Like a feather por Kitana

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Notas del capitulo: Dos mil años despues me aparezco con este fic, jejeje, bueno,e spero que te guste Torres porque es tooodo para ti y perdona el retraso XP

Era sábado por fin. La semana había transcurrido de manera vertiginosa. Estaba nervioso, esa era la verdad, se había cambiado de ropa cuando menos tres veces y seguía sin convencerse de que luciera medianamente bien para encontrarse con Shura. Milo lo miraba entre bostezos desde el sillón.

- Abogado, sólo irás al fútbol, no te emociones demasiado. - le dijo, Afrodita se volteó a mirarlo como si hubiera dicho una blasfemia -. Si no es para tanto, debes verte casual o no lo pescarás - le dijo ahogando un bostezo.

- ¿Quién te dijo a tí que quiero pescarlo? Por si no lo recuerdas, mi relación con él es estrictamente profesional.

- Si, claro, y yo soy la reina de Inglaterra. - dijo Milo riéndose - ¿Qué se te antoja para desayunar?

- La verdad... nada, no tengo mucha hambre.

- ¿Salimos? No se me apetece cocinar. Servirá para que te de unas clases de fútbol, si no mal recuerdo no entiendes ni siquiera lo que es un touch down - dijo el griego, Afrodita comenzaba a ponerse de mal humor -. Relájate, sólo quiero ser un buen amigo.

- Pues lo haces muy mal, ¿sabias?

- Respira hondo y cuéntame que te pasa. Porque te siento bastante histérico.

- Hay muchas cosas que me preocupan, entre ellas tú.

- ¿Yo?

- Sí, tú. Nunca te había visto como en los últimos días. ¿Por qué no me dices que demonios te está pasando? - estalló Afrodita. Estaba molesto, ¿acaso Milo no confiaba en él?

- Sabes que hay cosas que no le cuento a nadie, ni siquiera a ti, no es necesario.

- Sí lo es, te estás poniendo como un demente. Tú nunca has sido inseguro y te he visto titubear más veces en esta semana que en los casi diez años que llevamos conociéndonos. ¿Qué pasa? Y te advierto que no quiero rodeos ni pretextos. Eres mi mejor amigo, creo que tengo derechos por eso, ¿no? - Milo sonrió suavemente.

- Cuando regreses de tu cita, no quiero echarlo a perder. Lo prometo. - dijo el griego con calma.

- De acuerdo.

- Además, querré enterarme de todas las minucias de tu cita.

- No es una cita.

- Sí lo es, estás nervioso, actúas como una colegiala hormonal, te molestas si te pregunto... definitivamente es una cita. - la risa de Milo le sonó apagada, ¿qué podía estar pasando?

 

Salieron a desayunar como había pedido Milo, mientras caminaban, Afrodita observaba a su amigo, definitivamente algo no andaba bien con él, jamás le había parecido inseguro, ¡Milo era todo seguridad! Fuera lo que fuera, estaba trastornándolo de una manera poco sutil. Se le notaba cambiado, cierto, su desempeño laboral seguía siendo impecable, como debía serlo para mantenerse en el empleo que poseía, pero como persona, se le veía un tanto gris, un tanto apocado, en comparación a como solía ser.

 

Se sentaron a la mesa, y contrario a su costumbre, Milo no coqueteó con nadie. Aquello si que era extraño. Contrario a lo que se podría esperar conociendo a su amigo, se enfrascó en una concienzuda explicación de los puntos básicos de las reglas del fútbol.

- ¿Me estás entendiendo? - le dijo mirándolo fijamente.

- Sí, sí, once ofensivos contra once defensivos, entendí desde la primera vez. - dijo Afrodita con gesto de fastidio.

- Me alegro, ahora vamos  a estudiar las señales.

- Si así hubieras estudiado en la universidad...

- Dioses, abogado, eres imposible, sólo intento que no quedes muy mal, él cree que te gusta el fútbol, ¿no?

- Bien, dejaré de quejarme, sólo sigue con la explicación.

- OK, entonces te explicaré sobre el primero y diez.

 

Así pasaron el desayuno, con Milo intentando hacerle comprender los secretos del fútbol americano y él intentando descifrar aquello.

 

Dieron las once y Shura se apareció por el departamento de Afrodita, sonriendo y enfundado en el jersey de su equipo favorito, el mismo de la preparatoria si a Afrodita no le fallaba la memoria. No supo por qué pero sonrió como un tonto con sólo verlo.

- ¿Listo? - dijo el español ingresando al departamento.

- Casi, sólo tengo que tomar mis llaves.

- Bien, esto va a ser grandioso, ¿no lo crees?

- Si, por supuesto - dijo Afrodita contagiándose de la alegría de Shura. No sabía por qué, pero desde que lo conocía su sonrisa era capaz de hacerle olvidar hasta el más complejo de los problemas.

 

El rubio entró apresuradamente al departamento y volvió casi de inmediato, con una sonrisa en los labios que hizo que Shura quedase maravillado. Sin que hubiera podido darse cuenta, sentía la necesidad de mirarse en esos ojos y de encontrar comprensión en ese rostro. No era sólo porque Afrodita fuera realmente hermoso, como en efecto lo era, sino algo más, algo que no podía explicar con palabras.

 

Se trasladaron al estadio a bordo del auto del español, poco a poco se vieron inmersos en una charla bastante animada acerca de toda clase de cosas, desde música y libros, hasta política, Shura tuvo oportunidad de comprobar que su viejo amigo seguía siendo un tremendo defensor de la rendición de cuentas. Era agradable poder conversar con él de esa manera, hacía tiempo que no podía hacer algo semejante con nadie, Aioria nunca había mostrado interés en esa clase de cosas, Aioria tenía la mirada puesta en otras cosas, y él no lo había entendido a tiempo. Lo cierto era que nunca, en toda su vida, había podido hablar con alguien como lo hacía con Afrodita, el sueco tenía la habilidad de hacerle plantear argumentos, quizá descabellados, pero salidos de sus propias reflexiones, Afrodita siempre había sido una especie de tónico para su cerebro.

 

El sueco comenzó a sentirse nervioso cuando comenzó el partido. ¡Shura estaba demasiado cerca!

- ¡Maldición! - gritó el español apoyando se mano en el muslo de Afrodita cuando su equipo perdió la bola en un pase. Afrodita brincó en su asiento, aquel acto de Shura había hecho que se le subieran los colores al rostro.

 

Maldito Milo... pensó cuando recordó las palabras de su amigo, el griego le había dicho que evitara sonrojarse como colegiala, y aunque se había disgustado enormemente, tenía que concederle razón, ¡se estaba sonrojando como una colegiala sólo porque Shura lo había tocado! Para cuando llegó el medio tiempo, sus nervios estaban deshechos, de haber recordado que un partido de fútbol era tan ruidoso, ¡jamás hubiera ido! Pero se dijo que valía la pena sólo por estar al lado de Shura, de inmediato se reprochó a sí mismo aquel pensamiento, ¡cómo podía estar pensando en esas cosas! ¡Ya no tenía dieciséis!

- ¿Una cerveza, Afrodita? - dijo el español, Afrodita asintió por inercia, en realidad lo único que le apetecía era dejar de sentirse como quinceañera y comenzar a actuar conforme a lo que él era.

 

Bebió aquella cerveza sin apartar los ojos del campo de juego, al menos entendía de que se trataba esta vez. Lo cual fue una fortuna porque conforme el juego avanzaba, Shura comentaba una y otra jugada. Él se limitaba a hacer alguno que otro comentario recordando lo que le habían explicado en la mañana. En realidad no era tan malo si entendías de qué se trataba, aunque, por supuesto que no compartía la pasión de Shura por ese deporte.

 

El marcador final no pudo alegrar más a Shura, su equipo remontó en el último cuarto y consiguió una victoria que el español festejaba con el resto de los aficionados.

- Gracias, Afrodita, hace tiempo que no podía asistir a un partido - dijo mientras se retiraban hacía el estacionamiento.

- ¿De verdad?

- Sí, Aioria odia el fútbol... no quería acompañarme y tampoco quería que viniera sólo. Sus celos fueron siempre el gran problema entre nosotros. - dijo el español con cierta tristeza.

- Creí que él era diferente...

- También yo, pero, las cosas cambian, las personas también, después de que nos casamos... la verdad que todo fue en picada, aún yo, enfermé gravemente un año antes de graduarme, estuve a punto de perder el año en la facultad y él no hacía mucho por ayudarme, ahora que puedo verlo a la distancia, entiendo que él, en realidad no me amaba - Afrodita sintió un nudo en la garganta al escucharlo hablar de esa manera.

- Lo lamento... sé que tú estabas muy enamorado - dijo Afrodita. Shura sonrió con tristeza.

- No lo sé... a veces pienso que todo lo que quería era tener a mi lado a alguien que de verdad me quisiera... que aceptara esto que soy sin pensar a cada instante que necesitaba cambiar en mí...

 

Afrodita le tomó la mano, como solía hacerlo cuando ambos eran más jóvenes. Shura lo miró a los ojos y descubrió que el Afrodita que él había conocido, aún existía.

- No debería agobiarte con estas cosas...

- Dicen que los abogados tenemos algo de terapeutas.

- Y algo de demonios - Afrodita rió ante la broma.

- Sé que tenemos muy mala fama, pero no todos somos tan malos.

- Lo sé, tú debes ser una de las muy notorias excepciones. Te conozco bien, sé que por muy abogado que seas, jamás vas a dejar de ser quien eres - la amplia y suave mano del español aprisionó la suya en un gesto de compañerismo que pocas veces se permitía con alguien. Afrodita sintió que estaba de vuelta en esos días en que idolatraba a Shura. Pero había algo diferente, Shura no era el mismo de entonces, como tampoco él lo era, cierto, lo sabía de antemano, sin embargo, en esos momentos, fue que lo entendió cabalmente.

- ¿Te gustaría comer algo? Me estoy muriendo de hambre - dijo el sueco reponiéndose de todas esas cosas que llevaba dentro desde el momento en que entendió lo evidente.

- Sí, claro, ¿alguna recomendación?

- Si, sé de un buen lugar a unas calles de aquí.

 

Afrodita guió hasta llegar al restaurante, Shura sonrió animado cuando notó que se trataba de un restaurante de cocina española.

- ¿Te gusta? - dijo Afrodita - Lo descubrimos en uno de nuestros vagabundeos - añadió Afrodita con una sonrisa que a Shura le pareció capaz de derretir un glaciar. El sueco estaba lleno de sorpresas que encantado iba a descubrir.

- ¿Nuestros?

- Sí, Milo y yo, de pronto nos gusta salir a caminar y nos detenemos en el primer lugar que llama nuestra atención.

- Este lugar es bastante agradable, me gusta - dijo el español mirándolo a los ojos, Afrodita se sintió traspasado por esa mirada oscura y penetrante.

 

Durante la comida, siguieron hablando de esos temas que a los dos les apasionaban desde adolescentes, Shura era un empedernido aficionado a la pintura y como tal, conocía al detalle las mejores obras, al igual que Afrodita, cada uno veía en el otro a una de las pocas personas con las que podían hablar del tema sin sonar pedantes o sobreactuados.

 

Como broche a aquel día, Shura sugirió una caminata por un jardín cercano al domicilio de Afrodita. Caminaron un poco y terminaron sentándose en una banca a la sombra de un árbol.

- Nunca entendí porque te fuiste sin siquiera despedirte - dijo Shura -. Te extrañé demasiado ese verano. Siempre he pensado que si te hubieras quedado yo no habría terminado casado con Aioria y habría sido lo que quería, cardiólogo.

- Me das demasiado crédito.

- Si hubiera hablado contigo... seguramente hubiera reconsiderado la idea de proponerle matrimonio a Aioria, tu siempre me ayudabas a encontrar las respuestas. Estaba desesperado... me confundí, mi matrimonio con él es resultado de una mala decisión, de mi miedo a estar sólo.

- A tu manera lo amabas - dijo Afrodita sintiéndose incómodo con el giro que empezaba a tomar la conversación.

- La verdad es que no sé si de verdad podría llamar amor a lo que sentía por él... cuando mis padres dijeron que debía volver a España con ellos, me aferré a lo único que creía tener, a Aioria. Me aferré a él y tomé la única solución que se me presentaba, casarme con él, sin siquiera tener noción de lo que significaba casarse con alguien, ¡era un crío! Un crío estúpido que no supo que hacer y terminó siendo manejado por el que decía amarlo...

- No deberías pensar en esas cosas... te hace daño.

- Afrodita, evité pensarlas durante los últimos diez años, es mejor pensarlo ahora, ahora que todavía puedo hacer algo por remediar las cosas. No me quejó de todo, mi vida tal vez no es como la había soñado, pero hago cosas buenas por la gente. Estoy en un proyecto para apoyar a gente de escasos recursos, ¿no te lo había dicho?

- Creo que no.

- Me integré hace poco, unos dos años, contra los deseos de Aioria, insistía en que era perder el tiempo. Pero a mí me ha traído grandes satisfacciones, no estoy cambiando al mundo, pero estoy poniendo mi granito de arena.

 

Afrodita sonrió, empezaba a aprender cosas, a conocer al hombre en que se había convertido la ilusión de su adolescencia, y le estaba gustando.

 

Finalmente, dejó que Shura le acompañara de vuelta a su casa. Subieron por las escaleras hasta el departamento del sueco, puesto que el elevador no servía. Al llegar al piso en que el rubio vivía, se encontraron con que alguien discutía en el pasillo.

- Escucha, quiero que esto te quede bien claro... no me interesa seguir contigo - Afrodita reconoció de inmediato la voz de Milo, temblorosa y un tanto quebrada, pero era la voz de su mejor amigo -. Debes entenderlo.

- Quien debe entender eres tú, ¡tenemos que estar juntos! - al punto reconoció aquella voz, era Alessandro.

- No, y no me obligues a actuar tan irracionalmente como tú lo has estado haciendo.

- No puedes obligarme a hacer algo que no deseo. Esto se acabó Alessandro, el juego del amo y el esclavo es muy divertido de llevar en la cama, de vez en cuando, pero no para cada uno de mis actos.

- Milo, tienes que comprender que tu lugar es a mi lado - la voz de Alessandro resultaba cada vez más amenazadora -. No puedes ir detrás de todos los hombres que se cruzan en tu camino, ¡eres sólo mío!

- ¡Basta! No soy tuyo ni de nadie, ¿entiendes? - Milo se escuchaba alterado, Afrodita apresuró el paso, seguido por Shura.

- ¿Qué demonios esta ocurriendo aquí? - dijo el sueco bastante alterado.

- Nada, Alessandro ya se iba - masculló el griego.

- No, no voy a irme, estás con él, ¿no es cierto? - dijo Alessandro con una sonrisa cruel -. Sí, es por él, ¿no es cierto? Es tu maldita obra, ¿verdad? Siempre decías eso...

- ¡Eres un idiota! ¿Cómo se te ocurre algo semejante? - dijo Milo visiblemente molesto.

- Alessandro, será mejor que te calles antes de que digas algo de lo que podrías arrepentirte el resto de tu vida - le dijo Afrodita -. No quiero dejar de ser tu amigo.

- ¡Infeliz! - gritó el italiano furioso antes de descargar un terrible puñetazo en el rostro de Afrodita. El sueco cayó al suelo, Milo se puso en medio, la cuestión devino en caos a los pocos instantes, Shura reaccionó como sus vísceras le indicaron y se encargó de separar a su antiguo compañero de escuela de Milo, no sin que el primero descargara un puñetazo sólido y potente, pero que no fue suficiente para derribar al griego.

- Tenía que ser... - susurró Alessandro frotándose la mejilla en que Shura le había golpeado.

- Debes irte - soltó Milo al límite de su paciencia -. Y te sugiero que no regreses.

- Esto no se ha terminado - dijo el italiano furioso.

- En cuanto a mí, sí - Alessandro se alejó echando maldiciones.

- ¿Estás bien? - preguntó Shura al ver que la nariz de Afrodita estaba sangrando. Milo tampoco estaba precisamente bien, tenía los labios destrozados y parecía verdaderamente furioso.

- Lamento todo esto... de verdad - dijo el griego mientras ayudaba a Afrodita a ponerse de pie.

- No es tu culpa, sino de ese idiota - nunca se imaginó que podía estar tan molesto con alguien como lo estaba en ese momento con su ex mejor amigo.

- De todos modos... tú no tenías que intervenir, era entre él y yo.

- Pues ahora es entre nosotros y él.

- Deberíamos entrar - sugirió Shura. Los rubios le atendieron de inmediato.

 

Entraron en el departamento, la nariz de Afrodita seguía sangrando.

- Demonios... me duele - susurró el sueco todavía molesto.

- Deja que te revise - dijo Shura retirándole las manos del rostro -. Recuerda que soy médico.

- Gracias, pero, no creo que sea necesario, sólo me dio un buen golpe.

- De todas maneras, deja que te revise, estás sangrando mucho -. Afrodita lo dejó  hacer, de todos modos, si el español se empeñaba, no habría modo de hacerlo cambiar de opinión -. Por lo menos no te rompió la nariz, aunque tal vez deberían denunciarle.

- No, eso no es necesario. Sé que esta loco, pero no es para tanto - dijo Afrodita queriendo reprimir una expresión de dolor.

- Sí tú lo dices... - murmuró Shura mientras Milo le pasa una nueva gasa -. Tengo que revisarte también - dijo, refiriéndose al griego.

- De acuerdo - Milo se tumbó en el sofá al lado de Afrodita, el sueco lo notó verdaderamente mal, además de lo aparatoso de la herida que tenía en la boca, se veía desencajado, furioso, por un instante le pareció a Afrodita que estaba a punto de echarse a llorar ahí mismo, y Milo no lloraba, ni siquiera estando borracho.

 

Shura revisó a Milo, el griego se dejó hacer, no estaba de humor para discutir, ni para burlarse, en realidad estaba preocupado.

- Tendrás que ir al dentista. Te aflojó un diente.

- Si, gracias doc - le dijo intentando sonreír -. De verdad lamento esto, les eche a perder el día  - dijo mientras se cubría el dolorido rostro con las manos.

- Ya te dije que no es culpa tuya - dijo Afrodita.

- No sé que demonios le está pasando, ¿por qué tengo que enredarme con dementes...? Voy a lavarme - no esperó respuesta, se retiró dejando a Shura y Afrodita a solas.

- Lamento que esto haya pasado -  dijo Afrodita muy tenso.

- No te disculpes, como tú dijiste, es culpa de él.

- Nunca me  imaginé que llegaría tan lejos... lo conozco, conozco a Milo, y no entiendo que está pasando.

- Son de esas cosas que no podemos entender pero nos afectan, ¿cierto?

- Si, ambos son amigos míos, estoy en medio, o más bien, Alessandro me ha empujado del lado de Milo.

- Deberían ser más cuidadosos, por lo que ví, no se tomó muy bien el rechazo.

- Si, gracias.

- ¿Sabes? Me divertí, deberíamos repetirlo, aunque sin golpes esta vez -. Afrodita sonrió, al menos no había sucedido nada irreparable.

- Por supuesto.

- Pero esta vez tú eliges.

- De acuerdo.

- ¿Sabes? Tendrías que ponerte hielo, no quiero imaginarme como te verás mañana si esto se inflama, una nariz como la tuya es casi perfecta, deberías tener más cuidado.

- ¿Eso crees? - dijo el sueco intentando parecer normal.

- Si, tienes una estructura ósea fantástica - dijo el español mirándolo fijamente -. Cualquier cirujano plástico desearía copiar tu nariz.

 

Afrodita rió nervioso, no sabía como tomarse ese comentario, así que prefirió callar.

- Vamos a la cocina, debe haber hielo en el refrigerador.

 

Una vez en la cocina, el sueco no perdía de vista a Shura. En realidad no lo había visto bien, o al menos, no a detalle. Shura se había convertido en un hombre, un hombre verdaderamente apuesto y gentil que le sonreía mientras improvisaba una compresa fría para apoyarla sobre su nariz.

- Tal vez debería recetarte algo para el dolor, ¿no te parece? - dijo el español mientras Afrodita sostenía la compresa sobre su rostro.

- No, descuida, sé lo que es esto, no es la primera vez que recibo un golpe semejante, aunque tengo que reconocer que la última vez que alguien me hizo sangrar tenía dieciocho.

 

El teléfono comenzó a sonar, Afrodita se apresuró a contestar, no sería la primera ni la última vez que le llamaran en fin de semana para atender un caso urgente.

- Hola, Afrodita. - dijo la voz al otro lado de la línea.

- ¿Radamanthys? - preguntó el sueco verdaderamente sorprendido.

-  En persona. ¿Sabes? Esta noche debo asistir a una cena, ¿me acompañarías? Prometo que no será aburrido. -  dijo el inglés.

- Dioses...

- ¿Qué pasa? Te noto extraño.

- Nada, sólo que mi aspecto no es precisamente el adecuado para una cena, no creo que pueda acompañarte.

-  ¿Te encuentras bien? Sí te sientes mal, podría quedarme contigo, me encantaría cuidar de ti.- Afrodita se sonrojó tremendamente al escuchar aquello.

- N-no es necesario, Milo está aquí.

-  Es cierto, me había olvidado de él, de todas maneras, sí algo te hace falta o te sientes sólo, no dudes en llamarme.

- Te lo agradezco.

- Ya que no puedes ir a cenar, ¿podemos desayunar mañana? Necesito verte.

- Esta bien...

- Hecho, te veré mañana a las diez, ¿te parece?

- Si, de acuerdo.

- Hasta mañana...- Radamanthys colgó, Afrodita notó entonces que Shura lo estaba mirando fijamente.

- ¿Tu novio?

- Eh... no, no, un amigo con quien salgo, nada más - dijo Afrodita.

- Me parece raro que no tengas novio.

- No lo es tanto, siempre estoy en la oficina, además, Milo es la prueba fehaciente de que debes elegir entre una vida personal y una carrera exitosa.

- No creo que la decisión deba ser tan violenta, estoy seguro de que con la persona adecuada, seguramente encontrarías la manera de equilibrar las cosas, o por lo menos, eso es lo que pienso - Afrodita se quedó callado, como meditando acerca de las ideas que la frase de Shura había sembrado en su cerebro -. Tengo que irme, tengo turno en el hospital dentro de dos horas y me gustaría darme una ducha - añadió el hispano consultando su reloj.

- Te acompaño a la puerta.

- Gracias, por todo, de verdad.

- No te preocupes, te llamaré durante la semana, para mantenerte informado sobre los avances del proceso.

- De acuerdo, espero poder verte pronto, sabes que el trabajo es muy demandante, y no estoy seguro de ello, pero siempre nos queda el teléfono.

 

Afrodita lo miró mientras se alejaba rumbo a las escaleras, si, seguía siendo maravilloso.


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