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Like a feather por Kitana

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Notas del capitulo: hola, hola !! perdonaran el retraso, jejejeperpo las musas de vacaciones y yo sin inspiración jejej peroal fin se pudo

Era tarde y le dolía la cabeza. Llevaban horas esperando esa llamada y estaba hartándose. La paciencia se le agotaba y los minutos pasaban lentos. Al fin sonó el teléfono, Milo se apresuró a contestar, cuando vio la sonrisa en su rostro, supo que todo había salido bien.

- Nosotros, dos, los buitres cero - dijo el griego al colgar.

- Me han quitado un peso de encima con esto...

- A mi también, ahora puedo dormir tranquilo.

- También yo.

- Vamos a casa, muero de sueño.

- Si, es lo mejor que podemos hacer.

- Mañana temprano llamaré al jefe, no pienso llegar temprano.

- ¿Por qué no?

- ¿Te parece poco? ¡Son las dos de la mañana! - dijo el griego con gesto de asombro.

- No creí que fuera tan tarde...

- Pues lo es.

- Vamos, ¿sabes? No me parece tan m ala idea eso de llegar tarde mañana.

- Por supuesto que no es mala idea, vamos a dormir.

- Quiero hacerte una pregunta.

- Adelante, dispara.

- ¿Qué piensas hacer con Alessandro?

- Nada, sólo quiero que me deje en paz.

- Dudo mucho que lo haga, a juzgar por lo que ha pasado estos días.

- Tendrá que resignarse.

- Sigo pensando en que no sería tan malo si aceptaras denunciarlo.

- No pienso ir a la policía por esto.

- Debes estar de acuerdo en que ha ido demasiado lejos...

- No quiero seguir hablando de eso, vamos a dormir y olvídalo.

- No puedo olvidarlo si todos los días me despierta a las dos de la mañana para decirme alguna idiotez por teléfono - le reviró Afrodita un tanto disgustado.

- Entiendo... supongo que tendré que volver a casa algún día.

- No te lo tomes a mal, es sólo que me preocupa que decida hacer algo más que fanfarronear.

- No tienes que preocuparte, es mi problema y yo voy a solucionarlo, sin ayuda de nadie, gracias - dijo el griego al tiempo que abandonaba la oficina para acudir a la propia.

 

Afrodita no quiso detenerlo, su amigo recapacitaría. O al menos esperaba que sucediera.

 

Cansado y un tanto molesto, se retiró del lugar. Cuando llegó a casa se encontró con que Milo ya había llegado y en cuanto le miró se apresuró a encerrarse en la habitación que estaba ocupando. Empezó a pensar que había sido un error confrontar a Milo de esa manera. De cualquier manera le griego siempre terminaba acudiendo a él. Se sentía incómodo. Pero no quiso hablar con él en ese momento.

 

Se fue a la cama, y contrario a lo que pudiera haber esperado,  cuando se levantó se encontró a Milo sentado en la sala y a su lado se encontraba una enorme maleta.

- ¿Qué demonios significa esto? - dijo un tanto molesto.

- Es evidente, abogado, te abandono - dijo Milo con una sonrisa suave -. Esto tenía que suceder, no puedo esconderme en tu casa para siempre. Descuida, ya hice algunos arreglos, y no voy a estar en la calle ni en un hotel. Sabes que odio los hoteles...

- Pienso que no debes tomarte tan en serio lo que sea que haya dicho.

- Digamos que no eres tú, sino yo. Digamos que tengo que enfrentar esto como el adulto que se supone que soy.

- Eso lo entiendo, lo que no entiendo es ¿por qué quieres irte?

- Necesito comenzar a madurar, amigo, y no lo voy a hacer si sigo escondido detrás de ti, voy a tomar tu consejo y voy a ir con la policía, espero que pueda contar contigo.

- Sabes que sí.

- En ese caso, vamos al trabajo, en la tarde me instalaré en mi nuevo hogar.

- Sabes que puedes volver cuando quieras...

- Y tú sabes que puedes visitarme cuando quieras.

- Vamos...

- OK, no te pongas triste, aun te molestaré en la oficina.

 

Aquel día pareció interminable, cada vez que creía que tendría un respiro, algo sucedía. Finalmente llegó su hora de comer, había acordado comer con Radamanthys, el inglés había dicho que tenía un negocio del que quería hablar con él. Como de costumbre, el rubio llegó puntual. Pero él todavía no terminaba. Radamanthys tomó asiento frente  a él y lo miró, fascinado. No entendía muy bien como funcionaban las cosas con Afrodita, pero si entendía que estaba prendado de él, más allá del nivel habitual en que sus conquistas le fascinaban, ciertamente estaba deseando hacer el amor con él, pero, más allá de eso, deseaba comprenderlo, deseaba compenetrarse con él de una forma única, en la que no hubiera cabida para nadie más. Sabía que no era tarea fácil, pero estaba seguro de que iba por buen camino, Afrodita, al menos, ya no rechazaba como al principio el contacto físico con él. Se había atrevido a robarle un beso, mismo que Afrodita no había rechazado del todo, pero no quería continuar hasta saber que estaba en buen camino.

 

Afrodita terminó con su trabajo y salieron del edificio. Notó nervioso al sueco, pero no dijo nada, esperaría a charlar con él, no se había creído la explicación que le diera acerca del golpe en la nariz que le había notado días antes.

 

Lo llevó a un lugar tranquilo, el espacio en que creyó Afrodita se sentiría más cómodo.

- Se está bien aquí, ¿no crees? - dijo el inglés mientras esperaban por sus alimentos.

- Sí... tiene un no sé que, me agrada - respondió, Radamanthys le sonrió divertido y le miró a los ojos.

- ¿Sabes? He estado pensando que hay cosas de las que no te gusta charlar conmigo - soltó aquello como si nada, Afrodita lo miró un tanto nervioso.

- Bueno yo...

- Sé que tienes secretos, yo mismo tengo algunos, como toda la gente. Comprendo que necesitas cierta cantidad de espacio.

- No es que no confíe en ti, es sólo que...

- No necesito de explicaciones, sólo de un buen rato a tu lado - le dijo sonriendo -. Disfrutemos de la comida y olvidemos por un rato esas cosas. Hoy no quiero pelear, no quiero discutir, ni siquiera debatir, sólo quiero pasarme un buen rato contigo, ¿de acuerdo?

- De acuerdo - respondió el sueco.

 

Mientras comían, Afrodita miró a Radamanthys, sin duda le encontró atractivo, el inglés poseía un encanto difícil de describir. No era ese tipo de hombre que deslumbra a todos, como bien podía serlo él mismo, sin embargo, Radamanthys poseía esa especie de salvajismo vestido de etiqueta que le provocaba mil y una sensaciones que no podía describir más que con la palabra hormonal. El de Radamanthys era un encanto enteramente sexual. Sabía que era incorrecto, pero seguía comparándole con Shura. El español también tenía lo suyo, sin embargo, su manera de ver al rubio era, sin duda, más adulta. Por más que lo intentaba, no dejaba de ver a Shura como el adolescente que había dejado de ser hacía tiempo. Empezaba a preguntarse si acaso eso seria un rasgo enfermizo...

 

- ¿Sabes? Me gusta pasar tiempo contigo - le dijo a Radamanthys cuando se despidieron, no supo por qué pero sintió la necesidad de decírselo.

- Supongo que eso es un avance... - susurró Radamanthys al tiempo que le sujetaba la barbilla y acercaba sus labios a los del sueco.

 

Afrodita lo miró fijo, sin saber como reaccionar, involuntariamente retrocedió hasta que le fue imposible hacerlo más dado que el asiento del auto se lo impedía. Sintió el aliento del inglés contra su rostro y todo su cuerpo se estremeció, aún más cuando los labios del inglés acariciaron los suyos, no opuso resistencia, Radamanthys le besó con calma, disfrutando de la suavidad de sus labios  y de ese sutil gusto, único e inolvidable.

 

Pronto el abogado se vio envuelto en los brazos del inglés, sin saber si quería escapar o no, sin saber si acaso quería, de verdad, rechazar aquello que le parecía tan placentero.  Apoyó sus manos en el amplio pecho del inglés, pudiendo sentir el agitado latir del corazón del otro, estremeciéndose cada vez que Radamanthys le acariciaba con esos labios que parecían haber sido hechos sólo para besar...

 

Radamanthys se separó de él pausadamente, sin prisas, aún se tomó el tiempo de ordenar los largos cabellos de Afrodita mientras se miraba en esos límpidos ojos azules que constituían su delirio desde la primera vez que los viera.

- Me gustaría que aceptaras pasar el próximo fin de semana conmigo, iremos a la playa, ¿qué te parece?

- Yo... no lo sé... tendría que verificar mi agenda.

- No hay prisa, a penas es martes - dijo el inglés con voz suave y ronca. Estaba fascinado con esa expresión en el rostro de Afrodita, el sueco era verdaderamente hermoso, y su belleza se acentuaba con ese gesto de abandono que mostraba en esos momentos -. Podemos acampar en la playa, si lo prefieres.

- No lo creo, soy demasiado apegado a la civilización.

- En ese caso, estaremos mejor en mi villa - susurró el inglés mientras enredaba entre sus largos dedos un mechón de los cabellos de Afrodita.

- Veré si es posible...

- Hazlo posible... - dijo el inglés y le besó en las comisuras de los labios, Afrodita no atino a hacer ni a decir nada más que un hasta luego y bajó del auto de Radamanthys.

 

Afrodita se apresuró a entrar en el edificio sintiendo sus mejillas arder. Se apresuró a entrar en su oficina y una vez ahí, se desplomó en su sillón, sin saber porque demonios tenía la mente tan en blanco.

 

Milo entró al poco cargando un montón de expedientes.

- Estos son los que te tocan - dijo dejándolos caer sobre el escritorio de Afrodita, el sueco miró a su mejor amigo sin entender de que era que le hablaba.

- ¿Qué es eso?

- Archivo, abogado, archivo, polvoriento y asqueroso archivo que Cora tiene que revisar - dijo un poco de mal humor.

- ¿Por qué me lo das a mi?

- Porque tú eres su jefe.

- ¿No podía hacerlo tu secretaria?

- No, porque calculo que en estos momentos está dando a luz.

- ¿Tan pronto?

- Eso díselo a ella... por cierto, se espera que le compre algo, pero no tengo ni una idea de que darle, ¿te ofreces a guiarme?

- Olvídalo, ir de compras contigo es la muerte.

- Entonces préstame a Cora.

- De acuerdo, pero no la entretengas demasiado.

- No lo haré.

- ¿Por qué me miras así?

- Te noto raro... no sé explicarlo, pero te noto raro.

- ¿A mí? Estás desvariando, estoy como siempre.

- Hiciste algo o te hicieron algo que te inquietó... ¿verdad? - Afrodita se puso nervioso y Milo se echó a reír -. Descuida, no es imprescindible que me lo cuentes ahora, ya lo harás, me voy a casa, te veré mañana.

- Son las cuatro, Milo, ¿qué tratas de decir con que te vas a casa?

- Literalmente me voy a casa, tengo permiso, por supuesto, ¿recuerdas mi mudanza? Tengo que verificar que todo haya sucedido como se supone que debía suceder.

- ¿Seguro que estarás bien sólo?

- Si, hombre, tengo treinta, se supone que se cuidarme, ¿no?

- Estoy preocupado, conozco a Alessandro y nunca había actuado de esta manera, y te conozco y sé que si él hace algo demasiado incómodo para ti, actuarás como un idiota.

- No te preocupes, creo que empiezo a madurar, así que no tienes que angustiarte de más.

- Al menos dame la dirección, el teléfono, tú sabes.

- Cora los tiene, y le he pedido que sólo te los de a ti, no quiero más líos.

- ¿Ya hablaste con la policía?

- Sí, aparentemente los hombres no podemos ser acosados, ¿sabias? ¡Aaaaah la modernidad! Parece que no se cuela donde debería, en fin, me voy.

- Ten cuidado.

- Lo tendré, mami Dita - Afrodita frunció el ceño y Milo se soltó a reír.

 

Quería creer que su amigo estaría bien, de verdad lo quería, pero había algo en todo aquello que no terminaba de cuadrarle.

 

Se pasó la tarde enfrascado en sus expedientes, intentando descifrar la mejor estrategia para el nuevo caso que les habían asignado. Se esperaba de ellos lo mejor. Milo no había dicho mucho pero aparentemente conocía a la nueva cliente. Pandora Schwartz era su hombre. Era la heredera de uno de los hombres más ricos y poderosos del país, Hades Schwartz, era el dueño del corporativo más importante del país, un hombre que podía arruinarlos o elevarlos dependiendo del resultado de su actuar respecto a su hija. Había dejado ir a Milo porque sabía que su amigo no estaba en esos momentos lo suficientemente concentrado para encargarse de ese asunto. El trabajo era primero, si, pero había que resolver asuntos personales antes, al menos en esa ocasión.

 

Comenzó a tener idea de que hacer esta vez sobre Pandora Schwartz, tomo notas en su libreta y se marchó a casa, no podía hacer más, aún tenía que consultarlo con Milo, dormir un poco y esperar a que tuvieran algo más sólido para poder llamar a la cliente.

 

Volvió a casa, agotado y un tanto nervioso. Tenía demasiadas cosas en que pensar, sin embargo, decidió irse a dormir sin más, tenía que reconocer que su departamento se sentía un tanto vacío sin la presencia de Milo.

 

Por la mañana se levantó muy temprano, se ducho, sin dejar de pensar en el nuevo caso, en realidad no era que le preocupara tanto, sino que prefería pensar en trabajo a pensar en la proposición de Radamanthys, ni en ese beso que el inglés le  había dado. Ese beso había hecho que se estremeciera cierta parte de él que  ni siquiera sabía que existía.

 

Nunca había sentido hacía nadie eso que sentía hacía Radamanthys, esos deseos irrefrenables de tocarlo, de acariciarlo, de perder sus manos sobre esa piel firme y fresca...

 

Se sorprendió a sí mismo con ese pensamiento, ¿por qué él' de entre todos los hombres a los que conocía, ¿por qué Radamanthys? Siempre había sido consciente de que prefería a los hombres sobre las mujeres, pero en realidad no era capaz de sentir nada tan intenso como esa atracción. Comparó esas emociones con las que sentía hacía Shura, era completamente diferente, Shura le hacía sentirse nervioso, verdaderamente nervioso, aunque no entendía muy bien el porqué, simplemente no se sentía como él mismo cada vez que estaba a su lado, al menos no como el que era desde la universidad.

 

Shura le hacía sentir esa especie de escalofrío completamente distinto de cómo era el que le causaba Radamanthys. Shura sacaba esa parte de él que había escondido durante años, y el inglés, esa otra que desconocía.

 

De pronto se encontró pensando en que podría pasar si accedía a pasar el fin de semana con Radamanthys...

 

 Seguramente terminaremos en la cama...  pensó, y se inquietó al instante, pues la idea, lejos de parecerle desagradable, resultaba tentadora. Radamanthys tenía la habilidad de hacerle sentir como nunca, de ver a través de él como nadie, excepto por Shura y Milo, lo había hecho en su momento. No lo entendía, pero... algo le empujaba a continuar, contrario a lo que siempre había hecho, esta vez no quería dar marcha atrás.

 

Pero... no dejaba de pensar en Shura, se sentía como un adolescente, imaginando los besos de ese hombre, y esta vez, al hacerlo, veía el rostro del hombre, no del adolescente.

 

Estaba confundido, más de lo que podría llegar a admitir si alguien se lo preguntaba, no sabía que sentía ni sabía como manejar la situación que enfrentaba. No tenía idea de que hacer.  Nunca había estado metido en una relación con nadie, y aunque lo que tenía con Radamanthys no era propiamente una relación, si se parecía a una, no quería echar a perder las cosas, sin embargo, la idea de que esta vez tenía más oportunidad con Shura le hacía sentirse tentado a intentar.

 

Se decía a si mismo que era infantil el pensar que el sólo hecho de que su aspecto hubiera cambiado no le daba más probabilidades que en el pasado. Sin embargo, el corazón suele opinar distinto que la razón.

 

El jueves por la tarde, Shura se presentó en su oficina y se obligó a sí mismo a mantener la actitud profesional que siempre le había caracterizado. Charló con el español del avance del proceso y le informó de la fecha de la audiencia y le explicó como habría de responder a los cuestionamientos que se le harían en la misma. Shura se concentró totalmente en lo que decía su abogado, obviando el hecho de que tenía los ojos más hermosos que hubiera visto en toda su vida.

- Es muy tarde... - susurró Afrodita al notar que el reloj marcaba las ocho treinta - lamento haber alargado tanto esto, pero era necesario.

- Comprendo, no te disculpes, ¿te apetece tomar un café mientras seguimos la conversación?, hay algunos puntos que no comprendo del todo.

- Sí, ¿por qué no? Dame un minuto y estaré listo.

 

Salieron de la oficina de Afrodita, afuera, estaba oscuro y un vientecillo tibio despeinaba sus cabellos. Shura sonrió al contemplar el perfecto rostro de Afrodita en medio de esa maraña de cabellos rubios alborotados por el viento.

- ¿Qué te hace gracia? - le dijo Afrodita con una sonrisa en los labios.

- No, nada me hace gracia, es sólo que... estaba recordando...

- ¿Qué?

- No qué, quién, te recordaba a ti - Afrodita lo miró perplejo -. Siempre me gustaron tus ojos... - dijo y le apartó la melena del rostro. Afrodita no respondió, sintió que las piernas le flaqueaban, pero se contuvo, simplemente se miró en los ojos intensamente verdes de Shura. El español también le miraba a los ojos, sin embargo, pronto se dio cuenta de que esos ojos bajaban hasta sus labios. Sintió los dedos del español contra su mejilla, tenues, como el aleteo de una mariposa, ardientes como el centro mismo de la tierra, se quedó quieto, expectante, sin hacer ni decir nada, mirándolo simplemente, con esos ojos tan serenos como el cielo en mitad del invierno.

 

Y sin más, él le besó.

 

Sus labios rozaron los suyos con la suavidad del pétalo de una rosa, haciéndole sentir un torrente de emociones que no fue capaz de controlar, de entender o canalizar. Se quedó quieto, con los ojos bien abiertos, como si creyera que si los llegaba a cerrar, aquello se diluiría como lo hizo mil veces en sus sueños.

 

Shura se apartó, sonrió y le dijo algo que su cerebro no alcanzó a descifrar. Se dejó llevar por él, ni  idea tenía de a donde, estaba demasiado embotado como para comprender lo que sucedía, para sentir algo más que sus labios, tibios aún por causa de ese beso. Beso, que sin duda había movido resortes de su ser que no podía recordar existían, resortes, sin embargo, distintos de los que había accionado Radamanthys.

 

Shura lo llevó a un café pequeño, íntimo, sin acabar de entender lo que él mismo había hecho, sólo sabía que había sido la mejor decisión tomada en mucho tiempo. Afrodita estaba prácticamente catatónico, sin embargo, él no podía dejar de sonreír.

- ¿Estás bien? - preguntó sin dejar de lado la sonrisa.

- Yo... creo que sí.

- ¿Fue tan malo ese beso? - dijo el español mirándolo fijo.

- N-n-no, es que yo... bueno, esto no es... no es ago que tuviera previsto - dijo el rubio apartando el rostro -. Dioses... se supone que esto no debería pasar...- dijo apartando la mirada.

- ¿Lo dices por el rubio?

- No, lo digo porque hay una cláusula en mi contrato que dice que no puedo hacer esto, y porque esto es algo que... ¡que simplemente no debería ser!

- ¿Por qué no?

- Shura, no te pido que lo entiendas... es parte de mi trabajo el no involucrarme a nivel personal con los clientes.

- Somos amigos.

- Sí, lo somos, y no estoy tratando de decir que eso sea malo, sino que... ¡por Dios que no sé ni siquiera que estoy tratando de decir! - dijo el sueco tremendamente nervioso.

- Tranquilízate, por favor, no debes alterarte tanto por algo que no veo en que manera podría afectarte tanto.

- Comprende, la firma es muy estricta en ese aspecto, por menos que un beso han despedido a muchos.

- Entonces... creo que podré esperar a que termine esto para seguir con lo nuestro... sí tú me lo permites - dijo el español con esa mirada, fue entonces que Afrodita supo que eso no iba a terminar ahí, que Shura se lo estaba tomando en serio.

 


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