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Like a feather por Kitana

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--- No puedo creer que me hallas orillado a esto... -- susurró Afrodita con un deje de fastidio.

--- ¡Hey! ¿Qué clase de amigo sería si no hubiera insistido? --- comentó Milo con una enorme sonrisa de satisfacción.

--- Eres una rata, una sucia y asquerosa rata de alcantarilla.

--- Soy abogado, ¿qué esperabas? --- dijo el griego sin dejar de sonreír. --- Definitivamente esta camisa es perfecta para ti. --- dijo mientras se ponía detrás de Afrodita.

--- Todas son iguales.

--- A tus prosaicos e inexpertos ojos, lo son, pero no a ojos expertos o muy fisgones. ---le dijo Milo con aquel tono tan suyo.

--- Sigo sin saber con exactitud como fue que me metiste en todo esto.

--- Sólo acéptalo, cuando me interesa algo, puedo ser aún más inteligente que tú. Además, te gané la apuesta.

--- Pero no había modo de ganar esa apuesta...

--- No para ti, pero si para alguien con mis talentos.

--- ¡Sobornaste al juez!

--- Claro que no, puedo ser un demente, pero no corrupto. Solo tuve una amigable conversación con ese testigo que tantos problemas nos había estado dando.

--- A veces actúas como un criminal.

--- Reitero, soy abogado.

--- Escoge tú el disfraz, yo ya no quiero estar ni un minuto más aquí. --- dijo Afrodita molesto.

--- De acuerdo. --- dijo Milo encogiéndose de hombros, Afrodita salió de la tienda de muy mal humor.

 

No podía creerlo, no podía creer que simplemente hubiera caído en un truco tan barato. Milo jamás apostaba a algo que no estaba seguro de ganar... como había podido olvidarlo.

 

De nuevo su despiste le jugaba una mala pasada de la mano de su amigo. Milo sabía jugar muy bien sus cartas cuando tenía algo en mente.

 

Aquella tarde habían salido temprano de la oficina para ir en busca del atuendo perfecto para la reunión de ex alumnos de Afrodita. Milo había insistido en la importancia de un buen traje al momento de presentarse de nueva cuenta ante sus antiguos compañeros. Afrodita había aceptado a regañadientes. Alessandro se había ofrecido a acompañarlos, pero a última hora se había presentado una emergencia y no había podido acudir a la cita. Así que se había quedado solo en esa aventura con su rubio amigo.

 

--- Listo, vamos a comer algo. --- dijo el griego con una enorme sonrisa mientras le mostraba dos enormes bolsas.

 

--- ¿Qué tanto compraste?

---Sólo unas cuantas cosas, no te preocupes, la mayor parte es mía. --- dijo Milo como restándole importancia a las cosas.

--- Tú y tu maldita compulsión por las compras...

--- No es tan malo, cada vez que vamos a algún evento importante, ¿quién te presta ropa? --- le dijo con seriedad fingida.

--- Mejor vámonos ya. --- susurró Afrodita encaminándose hasta su auto.

 

Subieron al auto y se dirigieron al restaurante favorito de Afrodita, Milo quería mejorarle el ánimo, empezaba a arrepentirse de obligarlo a ir a esa reunión.

--- Anímate Afrodita, no vas a presentarte ante la Inquisición, solo son tus ex compañeros de escuela.

--- Vete al diablo Milo... --- siseó el sueco verdaderamente molesto. Había dos cosas en el mundo que detestaba, ir de compras y que lo obligaran a hacer algo que no le apetecía hacer. ¡Y Milo le había orillado a ambas!

--- ¡Que tierno eres! Eso explica porque después de tantos años de conocernos no me has presentado jamás a ningún novio.

--- ¿Estás asumiendo que me gustan los hombres como a ti?

--- No asumo nada, tengo la certeza de que así es, te he visto mirar al arquitecto del despacho vecino...

--- Es tu imaginación, yo nunca he visto a nadie. --- Milo se rió.

--- Si tú lo dices... aunque a mi imaginación también le pareció que tú le gustabas, lástima que ya no lo veamos tan seguido, es bastante guapo.

--- ¿Por qué no me dijiste antes que salías con Alessandro?

--- No me cambies el tema, y en respuesta a tu pregunta... porque no quería ahuyentarlo. Ya sabes, cuando voy en serio, las cosas no me salen muy bien. --- dijo el griego con cierta tristeza.

--- Pero ahora si puedes contarme como fue que lo conociste.

---  Hace tiempo, cuando choqué.

--- No me digas que él era el troglodita...

--- No, él era el amigo del troglodita. --- dijo Milo riendo. --- Pero volvamos a eso en lo que estábamos. --- dijo el griego. --- ¿Por qué?

--- ¿Por qué que?

--- Sí, ¿por qué no tienes novio? Es decir, eres bellísimo, eres inteligente, elegante, refinado, tienes buen gusto, eres simpático...  ¡dioses, te juro que si no fueras mi mejor amigo seguro me habría enamorado de ti!  --- Afrodita lo miró con esa cara que ponía cada vez que Milo sugería algo que le parecía simplemente exagerado. --- Bueno, no tanto, porque también me sé tus defectos... pero... no entiendo.

--- Es porque no me interesa, no le veo el sentido,  así como tú no se lo ves a tomarte las cosas en serio.

--- Ah ya veo, un viejo amor... --- dijo Milo sonriendo con picardía.

--- Por supuesto que no. --- negó con energía.

--- Si, como no, y yo soy un alma de dios... a mi no me engañas, te conozco desde antes que aprendieras a ser hipócrita. ---dijo antes de pedir la cuenta. ---- Recuerda que fui yo quien te enseñó a mentir, y no te lo enseñé todo... --- susurró con ese tono que empleaba cuando decidía que no todo estaba dicho en una conversación.

 

Abandonaron el restaurante, al día siguiente se celebraría la famosa reunión, Afrodita estaba verdaderamente nervioso. Luego de dejar a Milo en su departamento, se dirigió al propio. Se resistía a que su mejor amigo supiera lo que de verdad le preocupaba, la identidad de la única persona a la que le interesaba ver.

 

Aquella noche no pudo dormir pensando en todos los posibles desastres que podía desencadenar presentarse en esa famosa reunión. A la mañana siguiente se despertó con dolor de cabeza, se dijo que ese no iba a ser el peor día de su existencia, pero que si sería verdaderamente malo.

 

El traje que Milo le había escogido parecía reírse de él, no se imaginaba a sí mismo en esa fiesta, departiendo con aquellos a los que había llegado a odiar prácticamente.

 

Prefirió no pensar más en ello, se daría una ducha y luego iría a desayunar, aún tenía que atender algunos asuntos antes de presentarse en la aquella reunión.

 

Estás actuando peor que cuando eras un maldito mocoso, se dijo mientras se afeitaba frente al espejo. Su mente viajó hasta la conversación que tuviera con Milo, su mejor amigo, definitivamente se merecía el título. No se había sorprendido de que Milo terminara deduciendo que a él el gustaban los hombres. No era un secreto, pero tampoco era algo que le gustase pregonar a los cuatro vientos. Mantenía siempre la misma línea, su vida privada era precisamente eso, privada. Y nadie tenía derecho a hurgar en ella.

 

Milo le llamó cerca del medio día. Afrodita lo tomó como un aviso, si no asistía a aquella reunión, Milo haría un berrinche monumental.

 

--- ¿Qué quieres? --- dijo de mala gana al responder al teléfono.

--- Buenos días también para ti Afrodita, como siempre,  es un placer saludarte.  --- dijo Milo.

 --- Deja de hacer payasadas, sigo molesto contigo, te aprovechas de nuestra amistad para obligarme a hacer cosas que no quiero.

----  A veces eres tan pesimista y tan pesado... pero, en fin, ¿listo para salir?

--- Milo, es medio día, la reunión empieza a las siete.

--- Lo sé, pero antes tenemos que hacer algunas cosas juntos. Por cierto, Alessandro no va, otra de sus malditas emergencias.--- Afrodita sonrió condescendiente.

--- Eso significa que estás molesto y no quieres estar solo, ¿verdad?

--- OK, me descubriste, ¿vienes o voy?

--- Ven tú.

--- Entonces te veo en menos de una hora. Compraré algo comestible. Tú nunca tienes nada en casa, me parece increíble que con tanto tiempo viviendo solo no sepas cocinar.

--- Te tengo a ti, con eso me basta.

--- Eso fue cruel...te veo después.--- dijo Milo antes de cortar la comunicación.

 

Milo se presentó puntualmente, al ver que traía consigo el traje que usaría para asistir a la reunión, Afrodita supo que su amigo estaba peor de lo que se había imaginado.

--- Llegué. ---- dijo el griego con aire triunfal. La sonrisa que mostró se le antojó falsa, Afrodita lo conocía bien, y él era la única persona que sabía cuando Milo estaba fingiendo. --- Vamos a la cocina, me muero de hambre, ese sucio italiano iba a llevarme a almorzar. --- dijo en un murmullo. No esperó a que Afrodita dijera algo, simplemente se dirigió a la cocina, conocía el departamento de su amigo tan bien como el suyo.

--- ¿Qué te hizo?

--- Nada.

--- No estás molesto por nada... ¿qué te hizo?

--- Después te cuento. Esta noche planeo coquetear con todo lo que se mueva en tu reunión.

--- Mejor no lo hagas...

--- ¿Por qué no? ¿Vas a defender a esa rata italiana?

--- No, sólo no quiero llamar demasiado la atención, ¿sí?

--- Nunca he entendido eso de ti, chico, te has civilizado mucho desde la última vez que esos te vieron, ¿por qué no presumirlo?

--- Te estás pasando Milo, te estás pasando.

--- Sólo era un inocente comentario...

--- Tú y tu inocencia...

--- Relájate y vamos a la cocina, prepararé algo.--- dijo el griego intentando sonreír. Afrodita le vio apropiarse de la cocina, en silencio, como casi nunca estaba. --- Dice que no va a funcionar... que somos muy diferentes, que no le ve salida a lo nuestro. --- murmuró.

--- Dale tiempo, es bastante cabeza dura, ¿sabes? No va a ceder fácilmente, y conociéndote a ti, sé que tampoco lo harás.

--- Eso es cierto... --- dijo Milo con una suave sonrisa.

 

Luego del abundante almuerzo, que se prolongó por más de tres horas debido a la sobremesa que hicieron, Milo y Afrodita salieron del departamento, Milo insistió en salir a caminar, para calmar sus nervios y los de su amigo. Con el paso de las horas, los nervios de Afrodita parecían incrementarse.

 

Milo, sabedor de aquello, se empeño en distraer a su amigo, consiguió que le acompañara al jardín del arte que solían visitar, les gustaba ir ahí desde la universidad, para Afrodita, ese era el único sitio en el mundo en el que se sentía completamente cómodo, y para Milo, ese era el único lugar en todo el mundo en el que era realmente él. Ahí, ambos se olvidaban de las poses, de las etiquetas que pesaban sobre ellos, del salvaje mundo disfrazado de refinamiento en el que se movían.

--- ¿Sabes? He estado pensando que en estas vacaciones iré a casa. --- comentó Milo mientras se sentaban en una banca luego de una breve caminata.

--- ¿Seguro?

--- Si... hace más de tres años que no los veo... a pesar de todo, son mi familia.

--- No sé si sea buena idea.

--- No les gusta lo que soy... pero, sólo quiero saludar. --- dijo el griego con un nudo en la garganta. --- Mi madre... yo... quiero saber de ella.

---  A mi también me gustaría saber de la mía... pero no tengo ni una idea de cómo encontrarla.

--- Si me dejas, te ayudo a encontrarla.

--- No... ella y yo nunca nos hemos llevado bien, no soy el hijo que quiere que sea... nunca lo fui... --- dijo el sueco evocando el perfecto rostro de su madre, ese rostro por el que no parecían pasar los años.

--- ¿Hace cuanto que no la ves?

--- Desde que salí de la universidad, creo que no encajo en su vida perfecta, nunca encaje, de niño porque era muy torpe, de mayor por mi aspecto, según ella era terriblemente feo... y ahora... no sé, creo que se le acabaron los pretextos y simplemente me detesta.

--- Una madre no puede detestar a su hijo... bueno, excepto la mía. --- dijo el griego con una sonrisa triste.

 

Se quedaron callados un instante, para ambos, el tema de sus familias era sencillamente imposible de tocar sin caer en la tristeza. Para ambos era difícil, Afrodita era la única persona a la que Milo le había contado acerca de su familia y con la única con la que hablaba al respecto. El sueco sabía que, a pesar del cinismo que a veces mostraba su amigo al hablar al respecto, el tema le hería profundamente.

 

Luego de ceder ante la infantil insistencia de Milo de detenerse a comprar un helado, volvieron al departamento de Afrodita. Eran casi las cuatro, y Milo comenzaba a pensar en como harían para llegar al sitio de la reunión, el griego insistía en que debían hacer una entrada triunfal, en tanto que Afrodita maldecía y no dejaba de repetir que era el más grande de los tontos por dejarse arrastrar a otra de las locuras de Milo.

 

--- Te digo que hay que hacerlo a lo grande, ¡por los dioses! ¡Vas a restregarles en la cara a esos perdedores que eres una belleza! Eres mi obra maestra y no voy a permitir que desluzcas. --- dijo el griego mientras relamía el interior del cono de helado que casi llegaba a su fin.

-- Detesto que me trates como un maldito trofeo, si quisiera eso, me habría hecho amigo de aquel tipo de la universidad, ¿cuál era su nombre? Era tan desagradable...

-- ¿Cuál de todos los que te desagradaban? ---- preguntó Milo entre risas.

--- Tarado... me refería a ese que siempre estaba pegado a ti, ¿cómo demonios se llamaba? El tipo alto, que también es griego... el que tenía un hermano gemelo.

--- Ah, te refieres a Kanon, ¿no te agradaba? A mí siempre me pareció muy divertido.

--- Tal vez contigo, pero no conmigo, siempre estaba preguntándome cosas sobre ti... era un verdadero fastidio.

--- ¿Por qué nunca me dijiste?

--- Porque cada vez que intentaba decírtelo, ¡tú empezabas a fastidiarme con que era muy buen partido!

--- Afrodita... eres un tonto... ¡él estaba interesado en ti! --- le dijo Milo como si aquello fuera lo más obvio del mundo. --- Dioses... vaya que eres tonto... ¡Kanon te idolatraba y nunca te diste cuenta!

--- ¿Y yo cómo iba a saberlo si se la pasaba hablando de ti?

--- ¡Idiota! ¡Eso no era más que una de sus tontas técnicas de conquista! ¡Zeus, vaya que puedes ser verdaderamente bruto! --- dijo Milo un tanto exasperado.

--- De cualquier forma... él a mi no me gustaba....

-- Pero... ¿qué dices? ¡Kanon era un perfecto dios griego! era perfectamente sexy, deseable... erótico... simplemente sexoso... --- dijo Milo como haciendo memoria. --- Tal vez hoy en día este lleno de hijos y tenga una esposa fea y obesa, tal vez se decepcionó por tu culpa y dejó de ser homosexual... ¡que has hecho Afrodita! --- dijo Milo en tono dramático y sin más, se echó a reír, Afrodita comenzó a reírse también, Milo podía arrancarle una buena carcajada cuando era necesario.

--- A veces dices cosas por demás estúpidas... ---- dijo entre risas el sueco.

--- Pero te hacen reír, ¿correcto?

--- Siempre. --- dijo el sueco sonriendo amablemente.

--- Bien... ¡vamos a prepararnos para tu gran actuación!

--- ¡Idiota! ¡No soy un fenómeno de circo! - protestó Afrodita.

--- No, pero vas a ser la gran atracción de la noche. --- dijo el griego ante la mirada furiosa de su mejor amigo.

 

Luego de una ducha rápida, se dispusieron a salir, era poco más de las cinco. Tenían tiempo suficiente como para alistarse y llegar a tiempo a la reunión, Milo insistía en que lo mejor era llegar tarde, así su llegada tendría  un efecto más intenso, pero Afrodita no se dejó convencer. Estarían allí puntualmente a las siete y que los dioses le auxiliaran...

 

--- Si no te quedas quieto te voy a pinchar. --- le advirtió Milo.

--- Créeme, no es opción quedarse quieto si te veo con una aguja en la mano. --- murmuró Afrodita de mala gana, Milo estaba haciéndole algunos ajustes a su pantalón.

-- ¡Listo! ¿Lo ves? No iba a pasarte nada, no entiendo porque te comportas como una niñita llorona. --- dijo Milo mientras colocaba la aguja en su sitio. Afrodita le miraba con cara de espanto todavía.

--- Eso dices... pero las evidencias demuestran todo lo contrario. --- dijo el sueco ---Acéptalo Milo, ¡eres un verdadero desastre!

--- Si, pero es parte de mi encanto, a nadie le gustan los tipos aburridos. - dijo mientras se acercaba a ajustarle la corbata a su amigo.

 

Faltaban quince minutos para las ocho cuando salieron del departamento de Afrodita, el sueco quería negarlo, pero la verdad era que se moría de los nervios. ¿Podría verlo de nuevo? ¿Él lo recordaría? No podía saberlo, no podía tener certeza alguna.

 

Se dejó arrastrar por Milo hasta el hotel en el que se realizaría la reunión. Estaba más nervioso de lo que recordaba haber estado en mucho tiempo.

--- Vamos, abogado, tú puedes con esto, te has enfrentado a cosas peores.--- le susurró Milo al oído cuando estaban a punto de descender del auto del griego.

--- No sabes lo que dices... --- le respondió Afrodita. No estaba seguro de ser capaz de hacer algo semejante, Milo notó ese deje de desolación en los clarísimos ojos de su amigo y a punto estuvo de echar a andar nuevamente el motor. --- Será mejor que terminemos con esto de una vez... --- dijo el sueco.

--- ¿Estás seguro?

--- ¿Estás dudando?

--- No te ves muy bien...

--- Voy a cumplir tu capricho. --- dijo el sueco bajando del auto.

--- No es necesario... --- dijo Milo.

--- Demasiado tarde, ahora quiero hacerlo. --- le dijo Afrodita con una sonrisa.

--- Es cierto... tienes que saber quien esta gordo, quien esta calvo, a quien le han salido garras... --- Afrodita echó a reír. No estaba seguro de lo que pasaría, pero ahí estaría Milo.

 

Luego de dejar el auto, se dirigieron al salón de convenciones donde se celebraría la reunión.

 

--- Si algo sale mal... --- susurró Afrodita mientras avanzaban por el pasillo.

--- Si, ya sé, vas a matarme, ¿no es cierto? --- dijo Milo con una mueca de contrariedad.

--- Si algo sale mal, no es tu culpa. --- completó el sueco, Milo lo miró sin saber exactamente lo que enfrentaba. Afrodita aún podía sorprenderlo.

 

--- Eh... buenas noches yo... nosotros... --- balbuceó Afrodita al llegar ante la mesa en la que se encontraba la persona encargada de entregar los distintivos. Milo negó con la cabeza, no podía creer que ese fuera el mismo Afrodita que él conocía.

--- Nosotros venimos a la reunión de ex alumnos de la preparatoria 10. --- le dijo Milo a la encargada con la más luminosa de sus sonrisas falsas. Ella no lo notó, estaba demasiado absorta contemplándoles a ambos como para percatarse de la sonrisa de encantador de serpientes de Milo.

-- Sí, sí. ¿Sus nombres?

--- Milo Scouros preciosa, pero yo no estudié en la 10, pero, él si lo hizo, ¿verdad precioso? --- dijo mirando a Afrodita de un modo extraño. La chica revolvió nerviosa la lista, sin dejar de mirarlos, Afrodita estaba al borde de la risa, esa chica ni siquiera se imaginaba que ese era un juego más de Milo. Había estado a punto de frenarlo, pero cuando la reconoció, dejó que su amigo siguiera con la broma.

 

Maldita bruja... pensó mientras recordaba la infame cantidad de veces en que esa chica se había burlado de él... ¿quién dice que la venganza no es deliciosa?

 

-- ¿Cuál... cuál es tu nombre? --- tartamudeó ella.

--- Afrodita Zlatan. --- respondió Afrodita imitando el tono de Milo. Ella lo miró con los ojos enormes, ¡no podía creer que ese Adonis fuera el mismo chico que había asistido a clases con ella!

--- ¿El bagre? --- dijo ella incrédula. Milo se echó a reír.

--- Con razón no te gustaba eso de pescadito, cariño... ---- dijo en tono sensual el griego.

--- Cierra la boca, cariño. --- dijo Afrodita a punto de perder los estribos. Sujetaba con fuerza el brazo de Milo, el griego se esforzaba por mantener la sonrisa a pesar del  fuerte agarre de su amigo.  Afrodita empezaba a recordar porque se había negado en un principio a asistir a aquella farsa.

--- Vamos, recoge esa cosa, quiero bailar. --- dijo Milo besándole en la mejilla, tanto a Afrodita como a la chica se les subieron los colores al rostro --- ¿Qué? ¿Nunca has visto a dos hombres besarse? --- dijo provocadoramente a la mujer que le miraba sin saber que decir --- Dame acá, ¿sabes? Eres muy pero muy ineficiente, suerte que no te pagan por esto, ¿o sí? --- dijo antes de jalar a Afrodita al interior de salón. --- Vamos a buscar nuestra mesa, cariño.

--- ¿Qué es eso de cariño?"

--- Vamos, ¿me vas a decir que no lo entiendes?

--- A decir verdad... no.

--- ¡Vamos a fingir que somos novios!--- dijo Milo con un tono infantil que exasperó a Afrodita.

--- ¡Eres un bastardo! ¡Ni sueñes que voy a aceptar eso!

--- Pero, ¿por qué? Es la excusa perfecta para largarnos temprano... --- dijo el griego encogiéndose de hombros --- Además, aquí nadie me conoce y no creo que sepan que sólo somos amigos. --- ¿Qué? Soy guapo, rico, tengo un charme enorme y además, tengo un gusto excelente, ¿me despreciarás?

--- Sólo cierra la boca, ¡y no le coquetees a nadie! Si vas a fingir que eres mi novio, por lo menos compórtate.

--- Claro que lo haré cariño, soy eternamente fiel a ti. --- dijo Milo entre risas.

 

De mala gana, Afrodita lo siguió a través del salón, en esos momentos supo que era cierto que su amigo no conocía el significado de la palabra discreción. Todos los estaban mirando.

 

--- Dioses... --- susurró cuando se sentaron a la mesa. Frente a ellos se encontraban los hermanos Cavafis. Afrodita los recordaba a la perfección, había detestado a Aioria prácticamente toda la preparatoria por despertar el interés de Shura.

--- ¿Ahora que hice? --- comentó el griego con desparpajo.

--- Tú nada... es solo que...

--- ¿Algo te molesta, bombón?

--- No me llames bombón. - dijo Afrodita apretando la mandíbula.

--- OK cariño, no eres bombón. --- dijo el griego condescendiente. Afrodita notó las miradas de los hermanos. Aioros, el mayor no le quitaba la vista de encima. --- Disculpa, ¿por qué estás mirándolo de esa forma? --- preguntó Milo en cuanto notó como ese hombre miraba a Afrodita.

--- ¿Yo? Bueno es que... no lo reconozco, ni a ti. --- dijo Aioros.

--- Déjalo Milo. --- siseó Afrodita un tanto disgustado.

--- No, claro que no, este te mira demasiado. --- dijo Milo fingiéndose enojado.

--- Sólo déjalo, ¿sí? --- dijo tomándole las manos, estaba seguro de que si no participaba del juego, Milo jamás lo dejaría en paz. No atendió las palabras de Milo, sus ojos y su cerebro se encontraban ocupados en algo más. Shura finalmente había llegado.


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