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Taiyou no Namida por katzel

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"Sólo verte una vez más sería mi felicidad"

Pensaba Katou atado a sus esposas de hierro que aprisionaban más que su cuerpo, su alma y sus sueños.

"Iwaki... si mis deseos pudiesen cruzar el cielo azul y llegar hasta ti..."

- Camina, esclavo - dijo rudamente el tratante.

Lo llevaron cerca de la galería de los esclavos a rematar y todos se fijaron en él como un objeto de lujo.

Él avanzaba con una imagen dulce en su mente, apretándola contra sí para soportar todas las humillaciones.

Tenía algo que nadie le podía quitar.

"Gracias Iwaki... por tantos recuerdos bellos, olvidaré lo malo, se irá perdiendo con el paso del tiempo, conservaré nuestra infancia, nuestras sonrisas y el inicio de nuestro amor..."

"Lucharé para que nos volvamos a encontrar, trabajaré duro y compraré mi libertad. No importa los años que me tome... sólo se que la próxima vez que nos veamos no sea yo un ser inferior... ni tu estés tan alto, así nadie podrá decirme que lo que siento por ti no puede ser"

El patio largo de la casa Kana le recordaba al del palacio Taiyou no Cho y tuvo que morderse los labios para no llorar.

Los aleros ricos de madera pintados de verde, las altas torres y las rejillas cuidando los grandes ventanales le trajeron a la memoria la habitación de su antiguo amo.

Los que le tenían en su poder le apartaron de ese lugar llevándolo a través de un puentecillo al jardín de la casa dejándolo bajo un pequeño domo en medio de las flores.

El rubio no sabía por qué le habían dejado allí.

Pudo entrever a lo lejos un lago que  reflejaba el triste cielo y algunos oratorios de piedra con sus pequeños techos en punta.

Recordó el día en que Kyosuke estaba preocupado por conseguir un prometido, apoyado en la baranda del puente, con la mirada perdida.

"Si retrocediera hasta ese momento... no sería el despreocupado y tonto Katou... te tomaría entre mis brazos y te besaría embriagándome con tus labios...Kyosuke..."

El campo lleno de rosas intentaba consolarle.

Katou recibió sus caricias agradecido.

"Lo sé... sé que a pesar de lo que digas también estás sufriendo... tan orgulloso... mi pequeño Kyosuke... qué vas a hacer sin mí... cerrarás tu corazón noble... no volverás a sonreír..."

Delante de uno de los adoratorios juntó las manos.

"Dios, por favor, protege el alma de Iwaki... no permitas que su corazón se ponga triste..."

- Un sirviente que ora con tanto fervor... no hay duda de que eres diferente a los demás.

Katou se volteó siguiendo la voz del desconocido.

Era un joven un poco más bajo que él vestido con telas de una gran finura.

Utilizaba un largo abanico negro y sus cabellos iban amarrados en una coleta alta.

- Dios... tú eres Katou... el esclavo que será vendido esta noche... qué sorpresa... nunca esperé tanta hermosura reunida en un solo lugar...

El muchacho no quitaba sus ojos del rostro del esclavo.

Parecía estar hipnotizado por su belleza salvaje.

- Katou... ahora veo que sólo yo puedo ser tu dueño...

- Yo ya le pertenezco a alguien...

- ... eso es relativo, al final todo lo que alcanzas a ver y conocer bajo el cielo me pertenece...

Sacudía el abanico en forma de abierta coquetería.

- Quién es usted...

- Soy el sobrino del señor Taira, mi nombre es Kinashikaru... guardalo bien en tu mente, por que muy pronto nos volveremos a ver...

Por la forma grácil que tenía de retirarse, se podía asegurar que era un noble de la corte de la capital.

Quien sabe cuanto dinero poseía y si era lo suficiente para comprarle.

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Las farolas se prendieron cuando cesó la lluvia y extendieron largas planchas de bambú trenzado para evitar que los clientes se ensuciasen el calzado en la entrada de la magnífica casa de subasta.

Compuesta por varios planos y salones se vendían objetos raros, exóticos y misteriosos de todas las partes del continente.

Los compradores ambiciosos y sedientos de poseer todo lo que su capricho y sus monedas de oro pudiesen adquirir, demabulaban febrilmente por las salas mirando los objetos de colección.

Sólo en el cuarto principal que podía albergar unas 800 personas, se hallaba lo más selecto de la noche.

Tras la cortina Katou, vestido con un largo traje color vino y arreglado a su pesar y resistencia para elevar su valor, esperaba enmarrocado a quien sería su próximo amo.

"Va a suceder... no lo creo... va suceder esta noche..."

Aún estaba muy débil para intentar escapar.

"Si sólo pudiese..."


Las cortinas se abrieron mostrándole al público ávido por conocer cuál era el esclavo del que todos ya hablaban que era bello como el sol.

Un "ohhhh" general acompañó su aparición.

Sólo oía los grandes gritos del pregonero.

Las luces lo cegaban.

Sentía que estaba a punto de desmayarse en ese carnaval de desconocidos que empezaban a pujar por su posesión.

Entonces, entre todos aquellos fantasmas se alzó una mano blanca.

- Mil monedas de oro - dijo

Katou pareció revivir en medio del escenario.

Todos voltearon a ver al joven quien iba cubierto por un manto.

"Iwaki..."

- Dos mil monedas de oro - dijo otro joven levantándose en actitud de completa rebeldía.

Era Kinashikaru.

Iwaki no se dejó sorprender.

Consultó algo al oído de Yukihito y Sawa y se aventuró nuevamente.

- Tres mil monedas...

El pintor y el estilista hicieron una seña de confianza a Katou cuya esperanza renacía nuevamente.

- Cinco mil monedas de oro... - amenazó Kinashikaru.

Kyosuke sabía que debía haber un límite, él estaba arriesgando toda su dote y esperaba que su fortuna fuese suficiente.

"Si seguimos asi... no me interesa arruinarme... si todo Taiyou no Cho se queda en la miseria... de qué sirven esos bienes que siempre han intervenido en nuestro amor apartándonos uno del otro... Katou... NO ESTOY DISPUESTO A DEJARTE IR"

El rubio estaba conmovido, deseaba correr y abrazar al azabache y lo hubiese hecho si sus guardianes no los sujetaran con gran fuerza impidiéndole dar un paso.

- Diez mil monedas...

Todos admiraron la firmeza del desconocido que se enfrentaba al sobrino del señor Taira.

- Cien millones de monedas de oro - dijo Kinashikaru sonriendo.

Yukihito sostuvo a Kyosuke cuando fue pronunciada esta oferta.

Era un precio exorbitante.

El de cabellos negros tomó aire y se quitó el medallón de la familia Iwaki mostrándolo al dueño de la casa Kana.

- El diamante de los Iwaki... - se oyó entre los asistentes.

- Ofrezco mi casa, mi apellido, y a mi persona... soy Iwaki Kyosuke de Taiyou no Cho.

Al descubrirse todos aguantaron un grito de emoción.

Katou se liberó intentando llegar a él en medio de la gente.

- ¡Iwaki! ¡Iwaki!

Otros guardias cubiertos con la enseña real, que fue reconocida como la de los atacantes del páramo por Yukihito y Sawa, le cercaron amenazándolo con sus lanzas.

El joven de la capital enseñó también un medallón con un diamante.

- Así que tú eres el hijo de la luna... toda una estirpe de descendientes de dioses... qué interesante - dijo Kinashikaru - pues yo no me quedaré atrás... soy Kinashikaru no Miko, el hijo del emperador Inngyo Tenno...

Las personas cayeron arrodilladas ante él deslumbrados con la luz de su rostro.

Era una noche intensa.

El heredero de los Iwaki a quien nadie podía ver... su bellísimo esclavo y el hijo del emperador en plena disputa en la casa Kana.

- Me debes fidelidad y vasallaje...

- No puedo dejar que se lleve a Katou...

- Y por qué el príncipe de la luna no podría permitirme tal cosa...

- Por que Katou es mío...

- Iwaki...

El de cabellos negros tenía una expresión enamorada muy conmovedora.

- Katou es mío... por eso dígame el precio que desee... yo lo pagaré... a costa de mi vida...

- Me niego... lo he ganado por cien millones... lo que le convierte en mi esclavo.

Iwaki se arrodilló ante Kinashikaru sujetando su mano.

- Se lo ruego... no se lleve a Katou... no lo separe de mí...

El rubio sufrió lo indecible al ver cómo Iwaki se humillaba por él.

Renunciar al orgullo era para su amado llegar al extremo.

"Iwaki... no... no lo hagas..."

El futuro emperador movió la cabeza con un gesto enérgico.

- No...

Sus soldados disiparon a la clientela de la casa Kana.

Iwaki, Yukihito y Sawa no se movieron.

- Tendreis unos minutos para despedirse antes de que le suban a mi carruaje... luego no os volveréis a ver nunca más.

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Afuera, en el mismo lugar donde Katou había orado por Kyosuke, en el jardin frente al lago, mientras anochecía, ambos jóvenes pudieron otra vez verse después de la avalancha de sucesos que se había desencadenado en sus vidas.

- Si tratan de huir serán asesinados por las flechas de nuestros arqueros - advirtió el general en jefe muy seriamente.

Y se retiró para dejarlos hablar.

Apenas liberado de sus ataduras Katou se lanzó a abrazar a Iwaki.

Éste no le rechazó sino que por el contrario se apretó entre sus brazos deseando desfallecer en ellos.

- Iwaki...

- Katou...

El azabache empezó a llorar.

- Perdoname... ¡Perdóname Katou!... ha sido inútil... ha sido...

- Shhhhhhh... no digas eso... tienes idea de todo lo que significa que hayas venido esta noche, Iwaki... que hayas llegado a rescatarme... la forma en que luchaste por liberarme del cruel destino... renunciando a todo... ofreciéndote a ti mismo... aunque ahora deba irme lejos... me has regalado una felicidad sin límites... creí que tú y yo ya no tendríamos más recuerdos hermosos, y sin embargo has venido hasta aquí para dar aliento a mi corazón hasta el día en que deje de latir... sólo saber que me correspondes...que me amas a tal magnitud como yo te amo... sólo eso es como tocar las estrellas, yo un pobre miserable, un esclavo huérfano sin futuro... es más de lo que podría desear... el amor de alguien tan perfecto y alto como Iwaki

- Soy yo... el que no merece que lo amen... el inconstante, el hipócrita, el orgulloso, por mi causa ahora tenemos que decirnos adiós... soy yo el culpable de nuestra desgracia... tú has sido tan cálido como el sol... el amor que me ataba al mundo... sólo tenía miedo de amarte, de entregarme a ti... yo...

El dolor de Iwaki le adornaba en medio de la noche, haciéndolo ver como un ángel torturado.

Katou lo besó encendiendo aquel fuego que ambos extrañaban.

Las mariposas blancas flotaban a su alrededor.

Las estrellas empezaban a nacer en el cielo oscuro.

La oscuridad los abrazaba con sus sombras.

Y entre los besos sus lágrimas no dejaban de caer.

Katou limpió las de Iwaki recibiéndolas en el borde de su mano.

- Sólo logro entristecerte... cuándo te haré sonreír para mí-

- Katou...

- Mira el cielo, Iwaki... mira cuantas estrellas... que inmenso y extenso es... mira la noche, las mariposas y las luciérnagas... recuerda bien esta noche... así será cuando nos volvamos a ver...

Katou besó su mano.

Entraron los guardias.

- Ya es hora...

Yukihito y Sawa vinieron con ellos y abrazaron a Katou.

- Cuidad de Kyosuke por mí.

Intentó sonreír a través de sus lágrimas.

- No existe el adiós... sólo un breve hasta luego...

Iwaki se sujetó a él y le besó.

- Te amo...

El rubio devolvió la intensidad del beso.

- Te amo... nunca lo olvides... nuestro amor desde ahora sólo puede crecer más allá de nuestras dificultades...

Apartaron a Katou de Iwaki haciéndolo retroceder hacia la calesa que lo llevaría al palacio del príncipe.

Antes de llegar aún estaba con las manos entrelazadas a las de su amado.

Sabían que en el momento de soltarse algo se quebraría dentro de ellos.

- Debe subir...

- Katou... yo intentaré reunir lo necesario para tu rescate... hablaré con mi padre...

- Mi idolatrado Iwaki... tú sólo debes esperarme... deja las preocupaciones conmigo... y confía en mí...

- Siempre serás el sol de Taiyou no Cho...

- Siempre serás mi luna azul...

Seguir entrelazados era imposible...

Yukihito y Sawa sostuvieron al heredero de la cintura para que no se hiciese daño con las ruedas de la diligencia.

El aún forcejeaba con la mano extendida hacia Katou.

De pronto tomando todas sus fuerzas murmuró.

- Yo sé cuál es la última imagen que deseo que tenga de mí.

Y mirando hacia donde estaba su adorado sonrió haciendo opacar a la belleza de la luna.

Con esa bellísima sonrisa, Iwaki Kyosuke se despedía de Katou.

- Te esperaré...

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