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Bajo la Sombra de una Iglesia por Supa_Mame

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Había pasado exactamente dos días desde que aquel bebé había nacido y ahora se encontraba relajado y acostadito en los brazos de su padre, Edward, quien lo mecía de lado a lado mientras que todas las monjitas que cuidaban de esa iglesia, junto con el padre y los monjes, rodeaban la cama donde Edward y el niño estaban.

-¡Pero que lindos se ven juntos!-

Dijo una monjita fascinada con la escena de familia que presenciaban todas.

 

-Ay, yo quiero un bebé -soltó otra soñada, para después recibir un zape de la madre superiora.

-Compostura, hermana -soltó con el cejo fruncido por el comentario, varios rieron.

-¿Y como le vas a poder, Ed? -preguntó emocionada una chica de ojos rojos, era la pequeña Armony, de las más jóvenes del convento.

-¡Ay, ponle Eric! -soltó una emocionada.

 

-¡No, ponle Leo! -soltó otra.

-¡A mi me gusta Ricardo!

-Ricardo suena a nombre de señor gordo, ¡mejor ponle Philippe!

 

Edward miraba a las monjitas y sudaba varias gotas ante las propuestas que le daban.

 

-¡Eso es nombre de lavadora! -soltó otra voz algo gangosa y molesta -Mejor Carlo, suena más lindo.

-¡Ay no! Ponle Andrea.

Silencio...

Otro zape, pero esta vez del padre de la iglesia a la misma chica -Es un niño, hermana.

 

Edward rió nervioso ante los comentarios que se hacían por el nombre de su hijo quien miraba la escena igual de confundido que su padre.

-Pues... a mi me gusta el nombre de Ben.- Confesó Edward al bajar su mirada y toparse con los ojos de su hijo que eran igual de brillantes que los suyos.

 

-Ay, es un nombre muy lindo, Ed -soltó Celia con ojitos brillantes por la decisión tomada por el rubio.

-Sí, a mi me gusta ese nombre -soltó otra voz de mujer. El barullo no se hizo esperar por los metiches de la habitación, felicitando a Edward por el nuevo nombre del bebé.

-Pues entonces habrá que bautizarlo para que nuestro señor lo acepte en sus brazos -aclaró el padre pensando cuando sería bueno hacer la ceremonia de bautizo.

El pequeñito movió sus deditos con torpeza ya que aún era muy pequeño como para ser conciente de todos sus movimientos corporales, se acomodó mejor en el pecho de Edward, empezando nuevamente un llanto.

 

Edward, alarmado, comenzó a mecer sus brazos de un lado al otro intentando calmar a Ben, el recién nombrado, procurando que con ello, el bebé se calmara para que aquel llanto se suspendiera.

-¿Bautizarlo?- Preguntó el rubio sin entender del todo de lo que estaban hablando. -¿Qué es esa cosa?

 

Todos los presentes parpadearon ante la pregunta del rubio, el bebé seguía llorando con fuerza en los brazos de su padre.

-¿Cómo que es esa "cosa"? -soltó la madre superiora alarmada -¡AY, Dios, no este niño es un ignorante de las enseñanzas de nuestro señor!

 

-¿Y que tal si ni él está bautizado? ¡Dios santo!- Una monja de las del grupo habló.

-¡Es todo un problema!- Otra le siguió.

 

El ahora trenzado ladeó la cabeza al ver la sorpresa en el rostro de absolutamente todos en aquel lugar ante su ignorancia.

-Bueno yo...- Más enseguida se cayó, no sabía que decir.

 

Todos estaban anonadados ante la revelación del rubio, el padre se aclaró la garganta y le explicó a Edward en lo que consistían un bautizo, el perdón de Dios, el agua, todo...

Ben seguía llorando pero ahora solo con gemiditos lastimeros. Quería la atención de su mamá.

 

-Ya veo...- Soltó el rubio quien seguía con su niño el brazos, pegándolo un poco más contra su pecho para después acariciarle la espalda en espera de que así se calmara un poco más.

 

La verdad no entendía y no se esforzaba mucho en hacerlo al imaginarse lo que significaba el agua para los católicos ya que él carecía de religión pero él había tomado ese riesgo de lidiar con este tipo de personas al refugiarse en la iglesia. Ahora tenía que lidiar con ellos, por más ridículo que le pareciera el asunto, esa era su consecuencia.

 

-Bien, tengo que ver que día sería el indicado para bautizar al pequeño Ben -soltó el padre mientras caminaba a la puerta para revisar la agenda de la iglesia y buscar un día libre para ésta.

Las monjitas y monjes salieron detrás de éste, más Celia se quedó con su amigo viendo al pequeño Ben con sus ojitos rojizos del llanto que nunca cesaba de esa boquita.

En eso recordó un tema que no se había tocado desde el nacimiento de Ben.

-Oye, Ed...-empezó Celia -¿Y que vas a hacer con el militar? Me dijiste ayer que a lo mejor te echaba de cabeza con el ejército sobre tu localidad, ¿Por qué?

 

Los ojos de Edward se opacaron y el rubio no tardó en abandonar cualquier rastro de felicidad al recordar a aquel pelinegro que solo se dedicaba a complicarle más la existencia.

Se aferró más de Ben, atrayéndolo más contra su pecho, en manera sobre protectora.

-Porque es lo único que sabe hacer...- Susurró el rubio algo de tristeza. -Quiere arruinarme la vida... ese... coronel es lo único que sabe hacer

 

-Pero, me dijiste que no quedaron en nada, ¿Tú crees que él sea capaz de llevarte con el ejército con todo y niño? -preguntó Celia, acariciando la manita pequeñita del bebé, quien seguía hipando por el llanto que se opacaba con lentitud.

 

-No lo sé...- Admitió sintiendo la preocupación invadir su mente, mirando ahora a Celia frente a él. -Creía conocerlo hace siete meses, pero me di cuenta que en realidad no lo conozco... no sé que sea capaz de hacer o de pensar ante esta situación...

 

Edward suspiró y cerró sus ojos con frustración. -Hubiera sido mejor si jamás me hubiera encontrado...

 

Celia miró al rubio y se quedó pensando ante las palabras de Edward, Miró a Ben y sonrió con ternura para el pequeñito que se acurrucaba más al pecho tibio de su madre, sintiendo su olor y calor.

Bostezó con fuerza.

 

-¿En una iglesia?- Preguntó Hawkeye, quien se encontraba parada a un lado del escritorio del coronel Mustang, sosteniendo en brazos una pila de informes que pretendía que aquel hombre firmara. -Jamás me hubiese imaginado que Elric buscaría asilo en un lugar como ese...

 

-Ni yo... ¿Puedes creer que el muy cínico me echo la culpa de eso? -soltó ofendido Roy, mirando la puerta de su propio despacho, enojado por lo de hace dos días, Mustang seguía algo adolorido por el golpe que había recibido y estaba pensándose el como vengarse de aquel niño -Le amenacé que si no volvía al ejercito, mandaba una rodada por él a la iglesia.

 

Riza lo miró por unos segundos para después cerrar sus ojos y permanecer con su semblante serio. -¿No crees que... estas sobrellevando todo? Elric es apenas un adolescente.- Defendió al menor al abrir sus ojos calculadores y postrarlos sobre el pelinegro. -Todavía no necesita ser tratado como adulto.

 

-Apenas pisó este cuartel el mismo decidió arrojar por la ventana todo rastro de infancia y adolescencia -empezó Mustang afilando su mirada -Acero cometió una falta contra el estado y debe pagarlo como cualquier otro militar.

 

-¿No querrás que pague por algo más que no sea su falta contra el estado?- Preguntó Riza al colocar la pila de papeles sobre el escritorio de Mustang para así tomar los ya firmados. -No lo sé, algún cabo suelto entre ustedes, algo como lo que pasó hace siete meses...

 

-Acero cree que por ser un alquimista nacional puede atacar a un superior y eso fue lo que hizo él hace siete meses -se defendió Mustang mirando a la rubia con algo de resentimiento -Y eso es algo que no voy a pasar por alto, Acero debe ser reprendido y más si salió huyendo de la milicia.

Pero el llanto de un bebé vino a su mente... Edward ahora tenía una responsabilidad mucho más grande que el estado... una vida... una vida inocente...

Bajó la mirada ante esto.

 

-Te atacó, si. Recuerdo perfectamente cuando llegué en la mañana y te encontré en aquella jaula.- Comenzó Hawkeye llevándose un dedo a la barbilla recordando aquella graciosa escena que aconteció hace meses donde medio ejercito se enteró que el famoso coronel Mustang había sido enjaulado por un chico de dieciséis años. -Pero ¿Y que con lo que pasó antes? No me diga que lo ha olvidado...

 

-De eso hay un pequeño detalle -soltó Roy sin poder evitar que un rosa tiñera sus mejillas, intentando ocultarlo, peor su piel blanca no se lo permitía. Se aclaró la garganta y cruzó sus manos en el escritorio.

 

Riza notó aquel sonrojo y no pudo evitar sentir algo de curiosidad por lo que el coronel estaba apunto de decirle. -¿Qué detalle?- preguntó al fin la rubia sin dejar la seriedad del asunto.

 

Roy se la pensó, le tenía mucho respeto a Riza, inclusive podía decir que a la que más confianza le tenía, inclusive le había contado de lo que había sucedido hace siete meses, incluido el rumor que Havoc había comentado con él sobre la vida privada de Edward.

Riza no pudo objetar nada, ni defenderlo... ya que nadie podía negar o afirmar el hecho.

La miró por unos momentos y luego soltó...

-Tuvo un bebé...

 

Riza se quedó en silencio por varios segundos. ¿Edward había tenido un bebé con alguna chica? Vaya, eso si que la sorprendía.

-Ya veo...- Comenzó la mujer un tanto sin habla por la revelación. -Bueno, conociéndolo se hará responsable de tanto la chica como su hijo, ¿no lo cree?

 

-¿Quién habló sobre alguna chica? -preguntó viendo que Hawkeye no había entendido a lo que Roy se refería -Acero "tuvo" un bebé -enfatizó el Coronel, dándole a la palabra el significado que tenía la palabra en este momento.

 

Ni Riza Hawkeye pudo ocultar la sorpresa que aquella revelación le había causado. Sus ojos se abrieron ampliamente al igual que su boca ligeramente lo hizo.

¿Edward tuvo a un bebé? Eso quería decir que el chico había estado embarazado pero...

-Es imposible, coronel...- La rubia afirmó ante aquello. -Es hombre...

 

-¿Tu crees que no pensé lo mismo? -soltó irónico el pelinegro, dejándose caer en la silla con molestia -Ahora no me siento con la autoridad de revelarle al Fuhrer el paradero de Acero... ese bebé que tiene correría peligro... inclusive Acero lo corre... lo encerrarían en algún laboratorio o algo para experimentos ¿Entiendes en la posición en la que me encuentro, Hawkeye?

 

La rubia se quedó en silencio varios segundos para después mirar al suelo mientras pensaba. -Creo entenderlo, señor.- Contó la rubia al levantar la mirada y verle.

 

-Pero si yo no informo sobre esto... el que corre peligro seré yo -dijo con algo de temor por llegar a perder todo lo que había logrado durante mucho tiempo y gracias a Riza y Maes... no sería justo para ellos que Mustang perdiera todo eso por encubrir a un niño -Estoy contra la espada y la pared.

 

Riza asintió retomando su postura y volviendo a quedarse pensativa. Tenía una duda que no la dejaba en paz y sabía que debía preguntarla o si no, no podría con tanta curiosidad.

-Señor, ¿y si el niño es suyo?- Preguntó al fin la mujer de ojos serios y mirada ámbar.

 

Roy se tensó ante esto y se paró con rapidez de su silla de cuero.

-¡Claro que no! -soltó enojado y enfrentando a Riza con su mirada -¡Acero era la marioneta sexual de todo el cuartel, ese bebé puede ser de cualquiera! -se defendió ante la supuesta acusación de Riza. No quería una responsabilidad como eso en su vida.

-Y yo no me voy a agarrar el paquete de nadie.

 

-¿Pero que tal si el rumor que dijo Havoc no era cierto?- Preguntó Riza sin mostrarse intimidada por el enfado de Mustang. -Era un rumor después de todo...

 

-¿A que viene esta conversación? -preguntó Mustang al ver que no sabía que responder a esto, se cruzó de brazos y se recargó en el enorme ventanal tras su silla grande.

-El punto no es si Acero es o no una puta militar, es ¿Qué voy a hacer yo con esa puta con niño? El Fuhrer puede mandarme fusilar.

 

-Primero, referirse al chico con respeto.- Comenzó Riza un tanto molesta por la forma que Roy tenía de expresarse por Edward sin si quiera estar seguro que lo que alegaba era cierto. -Después... Haga lo que su corazón le indique, señor. ¿Qué cree que valga más la pena defender?

 

Roy ya no dijo nada, ambas cosas eran igual de importantes, no por él... si no por las personas involucradas y fuera cual fuera su decisión...

Con ninguna se sentiría tranquilo... podía perder su lugar en la milicia por proteger a Edward o podía hacer que encerraran a un pequeñito que no tenía la culpa de nada...

No sabía que hacer...

 

-Ben Elric...- Soltó el rubio mirando a su pequeño soñoliento que tenía en brazos. -Se escucha muy lindo ese nombre...

 

Edward se encontraba sentado contra la pared en su cama, su cabello atado en una coleta, vestido en sus pijamas y cubierto ligeramente con las sabanas de su cama mientras tenía a Ben en sus brazos.

 

Ben dormitaba con su boquita abierta, mientras de vez en vez movía sus manitas hacia la nada o se acomodaba mejor en los bracitos de su papi, su respiración tranquila y muy tenue. Las monjitas habían tenido que ir a comprar pañales, baratos, ya que no tenían nada para el pequeñito y Ben solo vestía la camisetita que Celia había echo, le quedaba algo grande y el bebito era cubierto por sabanas de camas desocupadas.

 

Edward le subió ligeramente la barbilla al niño con su dedo índice, con suavidad, para lograr que su boquita se cerrara. Le miró por unos segundos con sus ojos cariñosos para después encorvarse un poco y besarle la frente con cariño.

-Te quiero, Ben...- Susurró Edward. -Por ti sería capaz de dar mi vida...

 

Celia estaba en la pequeña cocina preparando algo de cenar para Edward, ya que tenía que reponer energías por dar a luz al pequeñito Ben.

Sintió calosfríos -Vaya... parece que va a llover -soltó mirando la ventana la cual empezaba a mojarse por las ligeras gotas de lluvia que empezaban a chocar con ésta.

 

Ben había dejado de moverse, por tanta ropa uno no podía darse cuenta si seguía o no respirando. Ni siquiera a quien lo cargara.

 

Edward miraba por la ventana, presenciaba como el pavimento recibía la primera docena de gotas mientras tenía a su hijo en brazos.

-Será mejor que cierre la ventana antes de que esta lluvia empeore.- Susurró el rubio levantándose de su cama con el niño en brazos y caminando a la mencionada y cerrándola con un poco de dificultar al hacerlo con una sola mano.

Allí, parado, se quedó por varios segundos mirando como las frías gotas de lluvia se resbalaban por el vidrio de su ventana. Edward suspiró.

-Que bueno que tenemos casa, ¿verdad Ben?- Soltó el rubio para mirar a su hijo.

 

La lluvia empezó a caer con más fuerza, haciendo ruido al chocar contra el suelo y las ventanas, se podía ver que soplaba el viento con algo de brusquedad.

Arropadito como estaba el pequeño Ben, no podía sentir ese frío aire que se colaba por las ventanas viejas de los cuartos.

 

Edward suspiró y regresó a su cama donde se sentó al borde de ella, arrullando a su niño como ya era costumbre. Se sentía contento al cargar a aquel bebito que era su hijo... le hacía pensar que, pase lo que pase, teniendo a su hijo, el era la persona más fuerte del mundo...

 

El rubio le acarició la mejilla a su pequeño con su dedo índice y medio pero no pudo evitar alarmarse un poco al sentir aquella mejilla un poco más fría de lo normal.

 

La cabecita de Ben empezaba a perlarse de sudor, y su boquita se había abierto ligeramente para dejar pasar más aire que sus pulmones no estaba recibiendo.

Los labios pequeñitos del niño se tornaban ligeramente violetas.

 

-¿Ben?- Le llamó el rubio alarmado, quien retiraba las cobijas un poco del cuerpo del infante en un intento de que el frío ayudara contra el sudor con el que el niño sufría. Colocó un dedo frente la nariz del bebé y notó que muy poco aire era expulsado ella. Se asustó por ello.-¡¿Ben?!

 

Edward miró a su alrededor en busca de la puerta, en un momento de torpeza, al hallarla salió disparado de su habitación.

 

Celia intentaba apagar el incendio que gracias a Rose, había logrado de la cena para Edward -¡No toques mi cocina! -soltó la chica enojada con la de ojos violetas, quien miraba apenada la situación.

-Ahora voy a tener que empezar de nuevo. Voy a salir a comprar lo que necesito -soltó, tomando el paraguas que todas usaban y se encaminó hacia la puerta.

-Perdón...-susurró la chica con un puchero en la boca.

 

Pasos rápidos se escuchaban acercándose hacia el lugar, pasos que eran tan distinguibles de todos los demás... ya que se escuchaba un ligero ‘clanck' por cada paso que se daba.

 

Rose salió de la cocina con sus brazos cruzados en su pecho, ofendida por el trato de la hermana Celia hacia ella, escuchando los chillidos de algo que llamó su atención.

-¿Ed? -preguntó, ladeando la cabeza al verlo correr.

 

Edward llegó corriendo hacia las dos hermanas, luciendo extremadamente asustado y algo empalidecido por el temor que experimentaba su cuerpo.

-¡P-por favor!- Pidió el rubio deteniéndose frente ambas y mostrando a su pequeño de labios resecos y un poco violetas. -¡Ayuden a mi bebé!

 

Celia miró al pequeño y entendió ligeramente el mensaje, más ninguna sabía que hacer, Celia pidió a Rose que se quedara con Edward en lo que ella iba por el padre y llamaba al doctor para que la ayudase.

Rose llevó a Edward al cuarto, mientras que Celia entraba al despacho humilde del padre.

-¡Padre, tenemos un grave problema, es Ben!

 

El padre levantó su vista de los escritos que él mismo realizaba y miró a la hermana Celia con duda y sintiendo el temor que había en la voz de la mujer.

-¿Qué sucede con el niño, hermana Celia?- Preguntó el padre guardando la calma.

 

-¡No respira! ¡Ben no está respirando! -informó sin saber si aquello era del todo verdad, pero fue lo que le pareció al ver al pequeño pálido y casi morado.

 

El padre se paró al instante de escuchar aquellas palabras, abriendo ligeramente sus ojos con el impacto que aquella terrible oración le había formulado.  -¡Hermana Celia, hable al doctor de la zona! ¡Rápido!

 

El hospital pulcro y blanco estaba relativamente en calma, con las enfermeras caminando de un lugar a otro, llevando pacientes, atendiendo cuartos o tomando notas en sus tablillas.

Celia estaba sentada esperando junto con el padre y Edward, a que el doctor les dijera algo sobre el estado de Ben.

Cuando llegaron al hospital Ben ya casi no respiraba y había dejado de sudar, casi estaba pálido, se lo habían llevado de urgencia a un bebé de tan solo dos días de nacido... Celia esperaba que en verdad el pequeñito estuviera bien...

Miró a Edward de reojo, sintiendo pena por su amigo. El padre estaba a un lado de la monjita, esperando con sus manos entrelazadas viendo hacia el frente.

 

Edward, en cambio, estaba cabizbajo y con sus codos recargados en sus rodillas y cubriéndose el rostro con sus dos manos. Estaba desesperado, su pequeño Ben tenía quien sabe que cosa y él no podía hacer nada al respecto... Se sentía tan impotente...

-Ben...- Susurró el rubio. -Tienes que estar bien...

 

Rato después apareció un doctor algo joven, pero la experiencia se podía leer su rostro, se postró frente a la monjita, el padre y Edward.

-¿Usted es el padre del bebé que trajeron hace unas horas? -preguntó el médico con un semblante serio y frío.

 

Edward levantó su rostro y asintió al ver al medico, parándose frente a él y empuñado sus dos manos en cada costado. -¡¿Cómo está mi bebé?!- Preguntó en un intento de sonar calmado pero simplemente el momento no lo ameritaba. -¡¿Está bien, verdad?!

 

El medico le miró con ojos calculadores y negó con suavidad ante las preguntas del rubio.

-El bebé ahora está en cuidados intensivos -empezó el doctor, sin poder dejar ese tono seco en su voz -Al pequeño se le cerraron las vías respiratorias, al parecer... el pequeño no puede respirar por si mismo de a ratos... es un caso muy raro.

Celia se tapó la boca ante esto, pobre pequeñito.

 

Edward apretó sus dientes y frunció el ceño para después terminar con su cabeza cabizbaja. Su hijo estaba enfermo y, como lo decía el doctor, aquello era grave. Edward no podía evitar sentirse fatal por aquella noticia. Ya se le hacía raro que hubiera durado feliz más de un día...

-¿Qué puede hacer por mi bebé?- Preguntó el rubio sin levantar el rostro. -¿Qué se puede hacer para salvarlo?

 

-Hay un medicamento que el pequeño debe estar tomando hasta que cumpla el año -empezó el doctor -Para acostumbrar a sus pulmones al  movimiento respiratorio y que no se peguen entre sus propias paredes y bloqueen el paso del oxigeno.

-¡¿Pues que espera?! -soltó Celia interrumpiendo al médico -¡Déle la medicina para que se cure!

-Al pequeño ya se le administró una dosis para que se componga por lo menos esta noche... pero como dije, ese medicamento es algo continuo... y no es barato...

 

Edward levantó el rostro ante lo dicho y la inevitable duda se le marcó en el rostro. -¿No es barato?- repitió el rubio cuando el padre desvió la mirada con un aire de tristeza. Estaba conciente que no estaban en la mejor condición económica como para andarle pagando al niño un medicamento caro.

-¿Qué tan caro es?- Preguntó Edward un poco esperanzado...

 

-Cuatrocientos euros al mes -soltó el doctor con cierta pena por aquel bebé, quien si no recibía ese medicamento podría morir de un paro respiratorio.

Celia abrió sus ojos en sorpresa, eso no lo juntaban ni en dos meses de limosna... miró al rubio esperando su reacción.

 

-¿¡C-cua...trocientos euros?!- Edward preguntó un tanto sorprendido. ¡Aquello era demasiado! ¡Y lo peor del caso es que era por mes! ¡Era imposible para ellos juntar toda aquella cantidad de dinero!

 

El padre respiró hondo y bajó la mirada, en esos momentos se veía reflejado lo injusto que podía llegar a ser el mundo.

 

-¡¿No hay otra manera?! ¡¿Otro medicamento más barato?! -

Preguntó Edward intentando encontrar otra vía para salvar a Ben. -¡Es imposible para nosotros conseguir todo ese dinero! ¡Por favor entiéndanos!

 

-Lo siento -soltó el medico mirando a los ojos del rubio -Pero ese es el único medicamento que puede ayudar al bebé, ya que los ingredientes son exclusivamente para recién nacidos. Si otro medicamento es consumido por el pequeño, no me hago responsable de lo que le suceda al pequeño.

 

El cuerpo de Edward tembló ligeramente, el miedo como la idea de perder a Ben arribaron a su mente. No quería... de verdad que no quería perder a su primer y único hijo por cuestiones monetarias.

Edward asintió al esconder su mirada bajo sus flequillos dorados que le cubrían su rostro y solo se limitó a sentarse sin decir palabra alguna. La situación lo estaba matando...

 

-Como dije, el pequeño ahora está estable porque le suministramos una dosis algo pequeña a su cuerpo, pero... va a necesitar más en lo que vengan los demás meses -el alta voz llamó al doctor de turno -Me retiro, el bebé pasará aquí la noche, en cuanto sea dado de alta... paguen en recepción -se retiró dejando al trío solo.

-¿Qué vamos a hacer, padre? -preguntó Celia, arrodillándose frente a él.

 

-Encomendarnos al señor, hermana Celia...- Contestó el padre algo triste por aquella noticia que habían recibido. -Sólo nos queda encomendarnos a él y juntar todo el dinero que podamos para salvar al niño...

 

Edward negaba ligeramente, casi imperceptible, llevándose una mano a la frente mientras fruncía el ceño. No podía permitir que por su culpa, por SU hijo, la iglesia tuviera que sufrir las consecuencias...

‘Esto es sólo mi responsabilidad...', pensó Elric con determinación. ‘Ben es mi hijo y yo debo sacarlo de esta...'

 

Celia asintió ante las palabras del padre y recostó su cabeza en las piernas de éste, sintiendo pesar por el pobre pequeñito que luchaba contra su vida.

 

El padre comenzó a acariciarle la cabeza a la mujer recostada en sus piernas. El trio se quedó en silencio, pensando sobre la situación, la tristeza del momento y el final indeseable por todos.

¿Qué seguía ahora? ¿Qué pasaría con la vida de Ben...?

 

Edward se paró de su asiento sin previo aviso y portando un brillo de determinación en sus ojos dorados. Tenía algo que hacer...

 

-¿Ed? -preguntó Celia levantando su cabeza y mirando a su amigo -¿Qué pasa?

 

-Tengo que salvar a mi hijo...- Soltó el rubio que, de la nada, se lanzó corriendo hacia la salida más cercana de aquel hospital sin si quiera decir a donde iba ni que tenía planeado hacer...

 

-¡Edward! -gritó Celia parándose del suelo, sin poder perseguir a su amigo -Se hará daño...-susurró preocupada, no quería que ahora fueran dos personas las enfermas... juntó las manos frente a su pecho y empezó a rezar por ambos rubios.

 

Edward corría a toda velocidad por las calles húmedas y solitarias por el clima de Central, pisando charcos y mojándose la túnica que portaba en su totalidad. Las sandalias que portaba tenían a su pie vulnerable contra el agua y el frío que lo acosaban en aquella corrida, jadeaba con cada metro que avanzaba...

Nada lo iba a detener... ¡Tenía una meta! ¡Tenía una última esperanza esperándole a unas cuadras de allí!

 

Cerró la puerta tras de sí justo cuando Riza había salido, abrió su paraguas por el fuerte aguacero y se cubrió con este, viendo que Hawkeye hacia lo mismo que él.

-Vamos rápido al carro, no me quiero mojar tanto las botas -soltó con fastidio ya que el agua era su elemento enemigo y lo que menos quería era tener más encuentros cercanos con ésta.

 

La mujer asintió cuando ambos comenzaron a bajar los escalones húmedos de aquel cuartel en dirección al automóvil del pelinegro.

 

La tormenta era horrible, los árboles se sacudían con fuerza y la lluvia se sentía como navajas al golpear contra la piel.

En definitiva a Mustang le reventaba la lluvia, gruñó en silencio y siguió caminando hacia el frente de la estación.

 

Pero algo... no, alguien bloqueó el camino del pelinegro al colocarse frente a él con aquellos ojos dorados que brillaban como fuego bajo aquella lluvia.

Edward jadeaba y tanto él como su ropa estaban completamente empapados. Permanecía frente a Roy, sus brazos extendidos hacia los lados sin planear dejarle el camino libre al coronel.

 

Riza se sorprendió ante la inesperada aparición del rubio que hacía meses que no veía. Tomó con un poco más de fuerza su paraguas, ya que el viento soplaba con fuerza, y permaneció en silencio en espera a que alguno de los dos hombres hablaran.

 

-¿Te importa? -soltó con prepotencia Mustang, esperó a que se moviera, más en vista de que el rubio pretendía quedarse ahí, levantando una ceja en indiferencia y caminado hacia el lado derecho de Edward, sin darle importancia al chico.

 

Edward permaneció en su posición y solo se limitó a cerrar sus ojos. Odiaba cuando era tratado como algo sin importancia, le desesperaba que Mustang se creyera mucha cosa cuando en realidad, para él, Roy era sólo basura.

 -Ayúdame...- Se atrevió a pedir Ed, mientras su orgullo se partía en dos...

 

Roy se detuvo tras escuchar aquella palabra, pasando justo a un lado del rubio, le miró por el rabillo del ojo, con una mano dentro del bolsillo de su gabardina negra.

-¿Perdón? -preguntó con prepotencia, sonriendo de lado.

 

Edward bajó sus brazos y los colocó uno de cada lado de su cuerpo para después bajar un poco su rostro, mirando al suelo y sintiendo el enojo reventarle los nervios.

-Que me ayudes...- Repitió esta vez en un tono de voz más bajo, su orgullo no lo dejaba avergonzarse más de lo que ya lo había hecho.

Pero es que la vida de Ben le importaba más que su propio orgullo... ¡Debía sacrificarse!

 

-¿Por qué debería yo de ayudarte, Acero? -preguntó Mustang dando media vuelta y quedando de frente al rubio, su sonrisa sarcástica y llena de poderío, claras de Roy Mustang -Te recuerdo que fuiste tu el que me dejaste incapacitado, así como eres tu el que me está ocasionando problemas con la militar -puso una mano sobre su mentón -¿Ayudarte dices?... No lo creo -empezó a caminar. 

 

Los ojos de Ed mostraron sorpresa ante la negación que el coronel le había dado...

 

Riza bajó la mirada un poco preocupada por la situación del rubio menor, sabía que a Edward de verdad le estaba costando pedirle ayuda al coronel... ¿Qué pasaba? ¿Por qué motivo Edward había venido a pedirle ayuda a Mustang?

Conocía al chico, muy seguro de si mismo y capaz de hacer todo lo que se propusiera... ¿Por qué ahora se encontraba lastimando su ego al pedirle ayuda a Roy? La persona que momentáneamente jamás le brindaría ayuda...

 

El comportamiento del pelinegro fue la gota que derramó el vaso en el temperamento del rubio, quien ya no pudo mantener la calma y se giró sobre sus tobillos para así tomarle del brazo a Mustang, impidiendo que este siguiera caminando.

 

Roy sintió el jaloneo y harto de los desplantes y rabietas de Edward, se soltó de mala gana, logrando éste ahora tener el brazo metálico contra la espalda del alquimista, haciendo presión en este, y el otro agarrado con su otro brazo evitando así que las manos se tocaran y cualquier movimiento lastimara al chico.

-¡Escúchame bien, Acero! -soltó entre dientes Mustang, muy cerca del oído del chico -¡Vuelves a si quiera tocarme y juro que yo mismo me encargo de mandarte a fusilar! ¡Me tiene hastiado tu conducta y tus impertinencias! ¡Esta es la última que te paso!

 

Riza dio un paso al frente al ver aquellos movimientos bruscos que Roy aplicaba en Edward. La mujer estaba preocupada...

 

-¡Ben está en el hospital!-Edward comenzó sin si quiera importarle el maltrato que recibía por Mustang. Aprovechaba la oportunidad que tenía de tenerlo así de cerca, le diría todo y cada uno de los detalles sobre su situación. Necesitaba de Roy, por más que quisiera negarlo... -¡Mi bebé no puede respirar por si solo y necesita un medicamento que al mes cuesta cuatrocientos euros!

 

El trenzado tomó aire mientras miraba a su coronel con sus ojos llenos de determinación y dependencia. -¡No puedo juntar esa cantidad en tan poco tiempo...!- Siguió al sentir un nudo en su garganta. La situación en la que se encontraba lo estaba matando. -¡Ayúdame, coronel! ¡Ben se me va a morir si no lo hace...!

 

Roy no se esperaba aquello... ¿Ben era el nombre que le había puesto al pequeño? Era lindo, más frunció el cejo ante cada palabra dicha por Edward, lo soltó de mala gana, tirándolo al suelo mojado por la lluvia, Roy también se estaba mojando ya que su paraguas había sido olvidado por la riña de hace unos segundos.

Le miró con sorna -Ese es tu problema -sentenció con voz ronca, sin separar mucho sus labios, sintiendo una entera satisfacción en cada palabra pronunciada.

-Te dije muy claro que no quiero que me enjaretes una responsabilidad que no me concierne, tú te buscaste a ese mocoso, tú encárgate de él.

 

Edward cayó de sentón en el suelo y rápidamente fue socorrido por Riza quien se colocó de rodillas a su lado y lo cubrió con su paraguas mientras le ofrecía su mano para que la usara de soporte y se levantara. Más Edward no tomó aquella invitación de parte de la mujer a su lado, estaba demasiado colérico por las palabras de Mustang que para él, en aquel momento sólo existía Roy.

-¡PERO SI ES TU HIJO, MALDITA SEA!- Gritó Edward levantándose del suelo en un solo movimiento y colocándose frente a Roy. -¡¿CÓMO PUEDES SI QUIERA NEGARLE LA AYUDA A UN PEQUEÑITO QUE LLEVA TU SANGRE EN SUS VENAS?!

 

Roy ignoró las palabras de Edward y continuó caminando sin importarle que se mojara por culpa de la lluvia.

-Vete por donde viniste, Acero y deja de quitarme el tiempo -soltó sin siquiera voltearle a ver.

 

Los ojos de Edward se tornaron  acuosos en el momento que al chico se le encorvaron las cejas hacia arriba. Le dolía el pecho, no iba a recibir ayuda de Roy... ni si quiera para salvar a su propio hijo. Ben... se le iba a morir...

Las primeras lágrimas se resbalaron por las mejillas empalidecidas del rubio quien ya no podía ni con su propio peso. Le dolía bastante...

-¡No tienes corazón! ¡Eres un inhumano! ¡Un Desgraciado! - Soltó el chico, intentando en vano contener su llanto para no ser percibido por el coronel. -¡Te odio, estúpido coronel! ¡¡Te odio!!

 

Y tras maldecidlo unas cuantas veces más entre sus dientes, Edward salió corriendo de aquel lugar con sus ilusiones rotas de mantener a su pequeño con vida y con él. Todas aquellas ilusiones que el mismo Roy Mustang se había encargado de romperle en mil pedazos...

 

Le miró correr ya que tuvo que pasar por su lado, Roy se detuvo en el momento que Edward ya no estaba a la vista.

Bajó la mirada... ¿era dolor lo que oprimía su pecho? Se llevó una mano justo donde su corazón latía con fuerza...

Frunció el cejo, no se podía entender ni a si mismo, pero... el si quiera pensar que ese bebé... que si calculaba bien, tan solo tenía dos días de nacido... ¿podía morir por su culpa? ¿Acaso en verdad era el único que podía ayudar a Ben?

 

Riza caminó con pasos calmados hacia Roy y colocó su paraguas sobre él, compartiéndolo con ella. Se quedó unos segundos callada mirando todas las expresiones por las cuales el rostro de Mustang pasaba...

-Creo que fue muy duro con el chico, señor...- Dijo Riza, mirándole con su rostro serio pero, en sus ojos, una pizca de preocupación era perceptible.

 

-Actué como el coronel que él ha dejado de respetar -se defendió Mustang, sin poder enfrentar la mirada de la rubia.

 

-No, señor.- Corrigió la rubia. -Actuó como un coronel egoísta en el campo de batalla...

Le entregó a Roy su paraguas y salió de la protección contra la lluvia para subir de nuevo las escaleras del cuartel, mojándose en el proceso. -Váyase solo, llamaré a un taxi para que venga por mí.

 

Roy la miró entrar al cuartel de nueva cuenta, se sentía como un perro... miró el paraguas que Riza le había dado, para que él no se mojara... a pesar de lo que había presenciado, le había dolido más las palabras frías y honestas de Riza.

No le gustaba sentirse como el malvado de la película y estaba claro que tampoco era la victima, el único que recibía todo el daño era ese pequeñito que Edward perjuraba era de él. Caminó también dirección al cuartel... tenía una llamada que hacer...

 

Hacían dos horas que Edward había vuelto al hospital bañado en agua de lluvia y sentado junto el padre y Celia en la sala de espera. Una toalla blanca, cortesía del hospital, cubría al rubio desde los hombros hasta los pies en espera a que sus ropas se secaran. (Lo que era claro que tardaría un par de horas más.)

 

-¡Es que ese sujeto es un cretino! -gritó Celia ofendida tras lo escuchado por Edward, su cara roja era el claro ejemplo de que estaba muy enojada -¡¿Cómo se le ocurre si quiera privarle la vida a su propio hijo?!

Varias enfermeras la miraron con mala cara para que se callara.

 

-Hermana Celia, cálmese por favor...- Pidió el padre con su voz calmada y colocando su mano sobre la rodilla de la mujer al llamarle la atención. -Nada ganamos con insultar al militar por la decisión que tomó...

 

-¡Pero es que! ¡Es injusta! -alegaba la chica que ya no sabía que decir para que las malas palabras salieran de su boca.

En eso el doctor llegó frente a los tres.

-Hemos logrado estabilizar al pequeño, puede pasar a verlo ahora -soltó el médico al rubio. Indicándole donde estaba la incubadora del pequeñito.

 

Edward levantó su rostro y asintió sin muchos ánimos, siguiendo al doctor con sus pasos torpes por andar en su mundo. Edward lucía de verdad mal, estaba totalmente deprimido...

 

El padre miró con tristeza la falta de atención del rubio y suspiró para así levantar su rostro y mirar el techo. -¿Por qué, señor?- Comenzó el anciano. -¿Por qué el joven Edward tiene que pasar por todas estas pruebas?

 

Dos días habían pasado desde que Edward se había humillado a Mustang, dos días en los cuales Ben seguía en la incubadora recibiendo el medicamento por intravenosa, dos días en los que cada vez la cuenta del hospital subía y subía de precio...

 

El pequeño Ben dormitaba en una incubadora, con una intravenosa clavada en su manita, llena de cinta, el pañalito que le quedaba enorme, su cabecita estaba de lado y el pequeño estaba boca abajo. Respiraba con normalidad, pero eso solo gracias al medicamento que nadie podía conseguir...

 

Edward se encontraba sentado sobre una silla a un lado de la incubadora, podía permanecer en aquella habitación con un permiso especial que se le había sido concedido a sus insistencias por permanecer a un lado de su único hijo.

Miraba a su bebito dormir de lado con su boquita entre abierta y en el rostro de Ed una sonrisa triste se formó.

-Mi chiquito...- Susurró Edward metiendo su mano enguantada dentro de aquella incubadora por una abertura especial. Acarició la mejilla de su pequeño con su dedo índice, siendo cuidadoso y sumamente cariñoso en el acto.

Llevaba dos días en aquel estado de depresión, aquello era notorio en las ojeras que el rubio portaba bajo sus ojos dorados con falta de brillo. Luchaba por no derramar más llanto... pero Edward sabía que aquello era casi imposible para él.

 

El pequeñito hipó con fuerza, moviendo sus piecitos que eran del tamaño de un pisapapeles pequeño. Tosió graciosamente y se acomodó mejor en la camita incomoda en la que estaba.

 

La sonrisa triste de Edward se alargó un poco y, así, tomó la manita de su bebé con sumo cuidado mientras seguía mirándole. -Aquí estaré, Ben...- Susurró Edward al pequeño que dormía. -Estaré a tu lado siempre...

 

Sus orbes doradas lucían tristes.

 

El pequeñito empezó a llorar con fuerza, sujetando con su manita el dedo de su papi, el bebé tenía hambre, y como no, llevaba todo el día sin comida.

Ben se puso rojito mientras las lágrimas pequeñas caían de sus ojitos.

 

Edward se alarmó un poco y miró a su alrededor en busca del doctor. -¡Doctor!- Llamó el rubio queriendo sacar a su bebé de aquella incubadora para alimentarle y complacer a su niño en todos los aspectos posibles.

 

El mencionado llegó enseguida, empezando a ver los signos vitales del pequeño viendo que todo estaba en orden, más Ben seguía llorando con fuerza, sin  querer soltar el dedito de su papi, sintiéndose seguro al agarrarlo.

-¿Qué fue lo que pasó? -preguntó al quitar la tapa de la incubadora y palpar la espaldita del pequeño, sin entender del todo su llanto.

 

-Tiene hambre...-Contestó el rubio mirando a su hijo y atreviéndose a tomar a su pequeño para sacarlo fuera de la incubadora con mucho cuidado y mucho cariño. -Ya le toca comer...

 

-Ah, era eso -soltó más tranquilo, en seguida llegó una enfermera con un biberón meneándolo entre su mano, para poder hacer una buena mezcla del suplemento de leche con agua que le darían a Ben -De momento usted no puede alimentar al niño, ni tener contacto con él -soltó quitándole con mucho cuidado al bebé que lloraba con fuerza por se alejado de su papi, su manita pequeña seguía agarrada al dedito.

-Déle de comer -ordenó el medico a la enfermera.

 

-Pero mi bebé...- Comenzó el rubio cuando la enfermera cargó a su bebé y Edward fue forzado pararse de su asiento por que Ben seguí tomando de su dedo. -¿Qué tiene de malo que yo lo cargue o que yo le dé de comer?

 

-Es preferible que lo haga alguien con más experiencia, además... usted es el padre, la madre es la que tiene el permiso exclusivo de darle de comer al pequeño -soltó sabio esperando a que Edward obligara al bebé a soltarle la mano y dejara a la enfermera darle de comer al pequeño.

 

-Yo... soy la "madre" en este caso, doctor...- Corrigió el rubio un poco apenado por la situación, más sin privarle a su pequeño de tomar su dedo.

La enfermera miró con sorpresa al rubio por varios segundos para después mirar de nueva cuenta al doctor, esperando que este dijera algo.

 

Vaya que aquello no lo veía venir, tragó en seco e intentando ser lo suficientemente profesional como presumía serlo... se aclaró la garganta.

-En... en todo caso, creo que, lo dejamos solo -dijo el doctor, la enfermera en automático le dio el pequeño a su "mamá", Ben seguía llorando con fuerza, aun estando en los brazos de su mami.

-Nos avisa cuando termine...-soltó, cerrando la puerta tras salir con la enfermera.

 

Edward sonrió victorioso y miró a su niño para así besarle la frente. -Ya extrañaba cargarte, Ben.- Sonrió el rubio quien se sentó en la silla que ocupaba momentos atrás, ahora con el pequeño Ben en brazos.

Edward se las ingenió para descubrir su pecho sin quitarse aquella túnica. Acercó al infante que lloraba a su botoncillo rozado y espero que el pequeño comenzara a alimentarse.

 

Ben se amamantó del pezón ya conocido por el pequeñito, gustoso de recibir la leche que tanto le gustaba tomar, es decir, solo la que Edward podía darle.

Con eso, solo el pequeño logró acallar su llanto.

 

Edward no podía apartar sus ojos de su pequeño al verlo alimentarse de él. Mil y un pensamientos arribaron a la mente del rubio, todos respecto al bebé que cargaba en brazos.

Su mirada entristecida apareció de nuevo en la faz del mayor Elric, quien con dolor y desconsuelo comenzó a acariciar la cabecita de Ben con extremo cuidado.

-No quiero que te vayas, Ben...- Susurró el rubio a su bebé, como si este pudiese entenderle. -Tienes que ser fuerte. No dejaré que nada malo te pase...

 

El pequeñito miraba con sus ojitos enormes a la persona que le alimentaba y le dio la vida, su boquita se movía al ritmo de sus succiones y tal vez sería un reflejo, pero el pequeño había moviendo su boquita como si hubiera reído.

 

Aquello fue contagioso. Edward no pudo evitar sonreírle de vuelta al pequeño que tenía en brazos y acercó sus labios a la frente del pequeño para besarla con cariño.

-Prométeme... que darás lo mejor de ti para estar sano, Ben.-El trenzado pidió con esperanza en sus ojos. -Que te curarás...

 

Otro día había pasado y con éste las lluvias que bañaban Central se había detenido, dejando el piso lleno de charcos y los carros mojados por doquier.

Al fin, en el hospital de ciudad Central, habían dado de alta al pequeño Ben, quien tenía un parchecito en su manita por donde entró la intravenosa, miraba todo a su alrededor como nublado, ya que sus ojos aún no podían distinguir nada, cerraba sus ojitos de vez en vez.

Celia no había podido ir con Edward a recoger a Ben, ya que tenían la misa en la iglesia, así que solo fue por el bebito, su madre...

-Bien... ya todo está en orden, Ben de momento está fuera de peligro -dijo el medico, dejando en claro que Ben aún dependía de aquella medicina cara.

 

Aquel día Edward vestía con una túnica azul marino, sandalias del mismo color y su cabello trenzado. Cargaba a Ben con sumo cuidado y atrayéndolo contra su pecho para que el bebé pudiese sentir su calor corporal que serviría contra el día fresco de afuera.

Edward traía una cantidad no muy alta de dinero en sus bolsillos, dinero que durante todos esos días las monjas y él habían trabajado duro para conseguir y pagarle a Ben los servicios.

 

-¿Cuánto es por todos los gastos?- Preguntó Edward un poco preocupado por el precio que sabía que era muy alto.

 

-Ah, eso lo arreglas con la recepcionista -aclaró el doctor viendo su reloj, se le hacía tarde para su siguiente cita -Me retiro, cualquier cosa me lo comunicas -soltó para después despedirse del chico y retirarse.

 

Edward suspiró y miró a Ben por varios segundos para así acariciarle su mejilla con cariño. -Es hora de arreglar tu salida, chiquito...-Susurró Ed con cariño y pasando su dedo por el puente de la nariz del pequeño.

 

Ben cerró sus ojitos tras sentir la suave caricia de su mami y soltó un gemidito de alegría ante el cariño.

Empezó a babear al no poder decir nada.

 

El trenzado rió por lo lindo que lucía su pequeño y, con cuidado, le limpió su boquita con la manga de su túnica para después levantar la vista y caminar en dirección a la recepción.

Al caminar y bajar las escaleras de aquel hospital, Edward podía jurar que Ben se había vuelto más pesado con el pasar de los días. Aquello causaba que el brazo del rubio se cansara con más facilidad y tuviera que cambiar a Ben de brazo más seguido.

 

Bajaron hasta la primera planta donde Edward se encaminó, con todo y bebé, a la recepción.

-Disculpe...- Comenzó Edward una vez frente a la recepcionista. -He venido aquí para arreglar la dada de alta de Ben Elric.

 

La mujer miró al rubio, era pecosa y de cabello pelirrojo, dejó de atender todo lo que hacía para prestarle atención a Edward, viéndolo a través de sus gafas afiladas y gatunas.

-¿Ben Elric? -preguntó la mujer, revisando las facturas que estaban en su escritorio junto a miles de papelitos, sacó un papel de color rosa -La cuenta del hospital del bebé ya está saldada.

 

Edward parpadeó varias veces al escuchar aquellas palabras. ¿Qué ya la habían pagado? ¿No se habían equivocado de paciente?

-Pero... si no he pagado nada...- Confesó el rubio con honestidad y luciendo de verdad confundido. -¿Está segura que... estamos hablando del mismo ‘Ben Elric'?

 

La mujer le miró con ojos fastidiados, enchuecando la boca ante la incredulidad del rubio -Sí, es Ben Elric, verifíquelo por usted mismo -soltó dándole la factura a Edward, para que la revisara y le dejara hacer su trabajo en paz.

 

Edward la tomó con su mano libre y la examinó.

 

"Nombre del paciente: Ben Elric"

 

‘Si, esta es la factura de Ben, pero...', pensaba el rubio examinado aquella hoja rosada, pasaba sus ojos por el sello de "Pagado" que atravesaba la hoja en diagonal. ‘¿Quién la habrá pagado?'

 

Fue allí cuando sus ojos dieron con un sello muy conocido por el chico. Una especie de dragón de perfil dentro de un rectángulo...

-Pero si es... el sello de la milicia...-Susurró para si, luciendo de verdad sorprendido por su hallazgo.

 

‘¿Coronel...?'

 

-¡Ah! También le dejaron esto -soltó entregándole una bolsa que parecía pesada, se la entregó al rubio a como pudo ya que cargar al bebé y la bolsa se veía un tanto difícil, pero eso a ella, no le importaba -No se que sea, yo solo entrego el pedido -dijo molesta por hacerla de mensajera cuando ese no era su papel.

 

Edward la miró un poco fastidiado y, como fue posible, miró dentro de la bolsa que había recibido para llevarse su segunda gran impresión del día.

-¡E-es la medicina para Ben!- Soltó con su rostro iluminado y lleno de esperanza con aquella sonrisa de oreja a oreja que no tardó en decorarle el rostro al rubio. -¡No puedo creerlo!

 

Su corazón latía con rapidez y felicidad.

Miró a la recepcionista y, de lo contento que estaba, le dio una ligera reverencia antes de marcharse contento de aquel hospital. ¡Ben iba a estar bien! ¡Su bebé tendría su medicina y estaría fuera de peligro! ¡No podía estar más feliz!

 

Con ligeras lagrimitas en sus ojos firmaba los papeles que tan amablemente Riza había dejado esa mañana, al parecer la chica se había empecinado en fregarle la mañana y le sorprendió con miles de torres de archivos los cuales necesitaban su firma.

-Y no le puedo decir nada porque me abolla la cabeza -gruñó al aire, mientras leía un papel con aburrimiento.

 

Riza se encontraba trabajando sobre la organización de archivos del día anterior que Mustang había firmado, por ello estaba muy concentrada y no notó el barullo que se hacía por los pasillos al ver a cierto rubio en vestimentas de verdad extrañas, corriendo con la sonrisa más honesta en su rostro y cargando a un bebé con un brazo como una bolsa de plástico en la otra.

Edward corría alegremente y disfrutando la brisa que creaba con su pasar, ignorando las preguntas de ciertos camaradas. Estaba enfocado en llegar a la oficina de aquel coronel que todos respetaban.

 

Justo terminaba de hacer un avioncito de papel con un informe, el cual lanzó al aire para verlo volar. En verdad estaba aburrido.

No pudo evitar pensar en el pequeño de Edward... esperando que en verdad estuviera bien,  aunque no pudiera aceptarlo... también le preocupaba Ed.

 

Se abrió la puerta y aquel avioncillo de papel se estrelló contra la frente del rubio cuya sonrisa se desapareció al sentir aquel "golpe".

-¿Eh?- Fue lo que dijo el rubio al ver el avioncito caer al suelo de lado.

 

-¡Acero! -soltó Mustang en un susurró sorpresivo, se paró enseguida de su asiento y se encaminó con rapidez a la puerta, la cual cerró tras el chico, no sin antes verificar que nadie les viera -¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?! -preguntó entre sorprendido y enojado.

 

Pero aquel enojo no afectó del nada con los ánimos del rubio frente él quien seguía de lo más contento.

-Vine para agradecerle lo que ha hecho por Ben.-Contestó el rubio sonriente y arrullando al pequeño que tenía e brazos.

 

Roy levantó una ceja ante las palabras de Edward, para después caer en la cuenta de lo que le decía, sin poder evitarlo, un pequeño carmín cubrió las mejillas pálidas de Mustang.

-No se de que hablas, Acero -soltó caminando hacia su propia silla. Se sentó en ella.

 

-Claro que lo sabes, coronel.- Corrigió el rubio siguiendo los pasos del pelinegro y quedándose de pie frente su escritorio. -Pagaste por el hospital donde Ben se quedó estos días y también por las medicinas que necesitaba por unos meses.

 

Edward colocó la bolsa de medicinas sobre el escritorio de Roy, para poder así cargar a su bebé con ambas manos y sentirse más a gusto. -De verdad que no sé como agradecértelo...-Continuó el trenzado con una sonrisa calmada, esta vez mirando a Ben recostado en sus brazos.

 

Roy miró la bolsa en su escritorio y el sonrojo se acrecentó más, carraspeó ante las conclusiones de Edward.

-Pudo haber sido cualquiera -dijo sin aceptar el echo de que había ayudado al pequeñito. Miró con ojos analíticos las medicinas, esperando que fuera la cantidad pedida, para dos meses con exactitud.

 

-Pero no cualquiera conocía sobre la existencia de Ben.- Comenzó Edward levantando su vista y enfocándola en el coronel que miraba las medicinas sobre la mesa. -Tampoco sabían que Ben había parado en el hospital por su enfermedad, ni que necesitaba el dinero...

Edward no pudo evitar que un tenue y muy ligero sonrojo se colara por sus mejillas al mirar al pelinegro. -Yo sé que lo hiciste tú, coronel.-El trenzado concluyó al bajar su mirada apenado y topándose con el pequeñito que reposaba en sus brazos. -Lo sé... por que te conozco...

 

Una inexplicable euforia por las palabras de Edward embriago el corazón de Roy en ese momento, bajó también la mirada, intentando eliminar ese molesto y delatador rosa en sus mejillas, hasta que un estornudo chistoso llamó su atención.

-¿Ese es Ben? -preguntó avergonzado, ¿era ese... el pequeño que Edward alegaba era suyo?

 

Edward le limpió con cuidado la nariz al pequeño con la manga de su túnica azul marino para después levantar su rostro y asentir algo nervioso ante lo que Roy preguntaba. El sonrojo en el rostro de Elric se había intensificado un poco...

 

-Si...-Contestó Edward acercándose inconscientemente un poco más al escritorio del coronel.

 

Roy le miró de hito en hito, intrigado ante como era el pequeño, era idéntico a Edward, sus ojos, su cabello... todo era una copia al carbón de Ed, ¿Cómo esperaba que pensara que el niño también era suyo si ni pizca tenía de parentesco?

Sin saber como, su dedo índice ya estaba haciéndole cariñitos en la nariz a Ben, quien rió enseguida, estornudando de nueva cuenta.

Roy parpadeó ante esto.

 

Edward rió hallando aquello divertido en el pequeño. -Yo creo que le agradas...-Confesó el rubio quien había puesto sus ojos sobre el infante de nueva manera. -Ya que es muy extraño que no llore cuando alguien que no conoce se le acerca...

 

-¿En serio? -preguntó sin poder ocultar la emoción y halago que sentía ante la aceptación de Ben -Entonces te agrado, Ben. Tu también me agradas mucho, pequeño -habló sin medir sus palabras.

Ben miraba atento a Mustang, con sus ojitos bien abiertos hacia ese pelinegro, tomó con fuerza frágil el dedo que Roy le mostraba.

Mustang no pudo evitar sentir una extraña sensación ante el agarre... como si Ben le conociera... aceptándolo...

 

El trenzado miraba las reacciones de ambos y sabía que era inevitable para él sentirse nervioso por ello. Roy y Ben estaban teniendo inconscientemente su primera reunión de padre e hijo, Edward solo estaba allí siendo espectador, mirando como ambos respondían ante lo que el otro hacía.

 

Ben alzó su manita intentando tocar la cara de Roy, cosa que el pelinegro no le negó, al contrario, se acercó mas al pequeño, dejando que éste tocara su cara con esa pequeña manita que apenas y la boca le cubría.

-Es tan suavecito -murmuró Mustang, acariciando la mejilla de Ben, quien sonreía al escuchar la voz del pelinegro -¿Puedo...? -no sabía como hacer la pregunta si quiera... tan solo quería tenerlo más cerca por extraño que pareciera.

 

Edward asintió comprendiendo el permiso que le pedía el moreno y, con cuidado, pasó Ben a los brazos fuertes de Mustang. Acero ayudó al coronel a cargar en la posición correcta al bebé y, en cuestión de momentos, Roy ya estaba cargando a Ben sin ningún problema.

 

El bebé volvió a estornudar graciosamente al estar en los brazos de Roy, más esto al pelinegro no le importó, estaba tan concentrado en lo maravilloso que se sentía tener a ese bebito en sus brazos... una cosita tan pequeñita, pero tan llena de vida...

Mustang sintió una extraña nostalgia ante esto...

-Como quisiera que si fueras mío...-susurró muy cerca del pequeñito, besando la frente de éste, sin estar conciente ni de sus palabras ni sus actos -Así te cuidaría... protegería... sin importarme nada...

 

Edward entristeció la mirada ante aquellas palabras y terminó desviándola. -Pero si sí es tuyo, Roy...- Le confesó el rubio con honestidad y esperanzado a que sus palabras fueran creídas por el pelinegro frente a él. -¿No bastan los meses de mi desaparición para indicar que es cierto?

El rubio hablaba con voz tranquila, lo que menos quería era arruinar la atmósfera de paz que por fin se había logrado entre Ben, Roy y él...

 

Roy se separó ligeramente de Ben, quien volvió a estornudar. ¿Había escuchado su nombre de los labios de Edward?...

Sonrió con suavidad ante esto, más en eso recordó lo dicho por Havoc...

-¿Cómo puedo estar seguro de eso, Acero? -preguntó Mustang, sonando algo dolido -Tantas cosas dichas y ya no se cual creer...

 

Edward se encontraba dándose ligeras palmaditas en sus mejillas que se encontraban sonrojadas en su totalidad por el pequeño error de haber llamado al coronel por su nombre en un descuido.

-¿Qué clase cosas dichas?- Preguntó Edward sin comprender el por que de las dudas del coronel frente a él y retirándose las manos de su rostro para así enfocar sus ojos en el pelinegro.

 

-Ya no vale la pena andarse con misterios -soltó Mustang, mientras seguía acariciando la carita de Ben, quien seguía fascinado con Roy.

-Aquí se corrió el rumor de que tu estabas de fácil con todos los militares del cuartel...-confesó Mustang, sintiendo un ligero coraje pensando en aquello, con eso empezado Roy el comentó a Edward sobre su platica con sus subordinados, sobre que él podría tener a Edward en la cama si quería... en fin... todo le contó...

-¿Acero... tu crees que puedo creerte que este bebé es mío después de la clase de historial que tienes con todos en el cuartel?....

 

Los orbes dorados temblaban ante el relato que había escuchado. ¿Había rumores sobre él haciéndose de puta con todo quien se sintiera atraído por él?

-¡¿Pero que clase de tontería es esa?!- Fue lo que salió de la boca del rubio cuyos oídos seguían sin creer ni una sola palabra de lo que se le había dicho. Se llevó ambas manos a la cabeza mientras caminaba de lado a lado con sus dedos enterrados entre sus cabellos dorados. -¡¿Qué clase de loco se creé Havoc como para andar diciendo esas estupideces sobre mí?!

 

-Havoc no acostumbra mentir -soltó Roy, sin sonar ofensivo, e intentando calmar a Ben que se había asustado por los gritos de Edward.

 

-¡Ni yo acostumbro a acostarme con el primero que se me cruce en frente!- Contestó Edward de verdad molesto. -¡Ni si quiera tenía tiempo de pensar en sexo antes de que todo esto sucediera! Estaba muy ocupado haciendo mi investigación sobre la piedra filosofal con mi hermano, ¿Lo recuerdas?

 

Ben lloró con fuerza tras el grito de Edward, siendo perturbado por estos. Roy intentó calmarlo, pero siendo inexperto como era... al mecerlo solo lograba hacer que el pequeño llorara con más fuerza.

-Tranquilo...-susurró Mustang sin ser muy cariñoso con los movimientos.

 

El enojo que corría por las venas del rubio desapareció, o más bien se suspendió momentáneamente, al notar lo que había provocado con sus gritos.

Se apresuró hacia Roy y, siendo delicado, tomó a Ben en sus brazos para así abrazar al niño contra su pecho y mecerlo gentilmente de lado a lado.

-Perdón, Ben...- Pidió el rubio acariciando la espalda de su pequeño con cuidado y deteniéndose para besarle la cabecita. -No quise asustarte...

 

El pequeño, al sentir el calor tan característico de su mami, se calmó casi enseguida, haciendo ligeros pucheritos con su boquita, mientras las lagrimas cesaban de sus ojitos.

-Vaya que te cambia el humor cuando se trata de Ben -soltó Roy al ver el cambio tan drástico que había pasado el rubio.

 

Edward tan solo se le quedó mirando con cara de pocos amigos al coronel sin decir ni una sola palabra, dejando en claro que seguía realmente molesto pero que por Ben, no lo mostraba con la libertad que quería. 

 

-¿Y porque te molestas conmigo? -preguntó sintiéndose ahora ofendido por el enojo injustificado hacía él -Yo no esparcí ningún rumor, soy igual de victima que tú -se cruzó de brazos, recargándose en el escritorio.

 

-Me molesto contigo por el simple hecho de no haberme dicho esto antes de que todo este embrollo sucediera.- Confesó el rubio apartando su mirada del coronel y sus mejillas que ahora se encontraban con un ligero rubor por el tema que trataban.

 

-Sí, sobre todo, ¿Qué querías que te dijera? "Oye, Acero ¿Es verdad que andas de caliente por todo el cuartel? Por que sabes yo también quiero acostarme contigo" -mofó Mustang siendo irónico en sus palabras -Eso es todo, convincente y certero. ¡Como el puñetazo que seguro me hubiera ganado si hubiera dicho semejante cosa!

 

-Apuesto que ese puñetazo hubiera sido mejor que haberte encerrado en aquella jaula y el haberte dañado las costillas, ¿No lo crees?-Preguntó el rubio girándose sobre sus talones y caminando hacia el sillón donde se sentón sin poder evitar recordar lo que él y Roy habían hecho en aquel lugar. Se sonrojó por ello...

 

-No agregues insolencia en tu lista de faltas a un Coronel, Acero -soltó Roy sin entender del todo el sonrojo que no pasó desapercibido para el pelinegro -Todavía tienes condenas que cumplir por ser un fugitivo y levantar el ataque contra tu superior.

 

Edward bajó la mirada ante aquello y mordió su labio inferior para después girar su rostro a un lado, desviando su mirada.

-¿De verdad... estoy acusado por todo eso?- Preguntó el rubio dejando visible la preocupación que sentía ante sus deudas en el ejercito.

Sin si quiera notarlo, abrazó a su pequeño con sobre protección...

 

-No la verdad -soltó casi por inercia, dejando de lado el echo de que podía utilizar eso para su beneficio -Le informé al Fuhrer que estás en descanso, se supone que estás en Rizenbool con Alphonse, él está ahí, le dije sobre tu paradero y gustoso me ayudó en la farsa... claro que la arruinaste al venir corriendo hasta aquí...-sudó una gota, pensando en que diría ahora.

-Y por lo de agredirme... ya veré como me la cobro.

 

Edward abrió sus ojos con sorpresa al escuchar la confesión de Mustang sobre su encubrimiento que, con ayuda de Alphonse, había protegido su secreto y a Ben, tanto como a él mismo. No se lo esperaba... Aquello jamás se lo hubiera esperado del coronel...

 

Fue allí cuando él también sudó una gota por los últimos dos comentarios del pelinegro y se rascó su nuca con nerviosismo. -Podemos inventar que vine a recoger un paquete que había llegado para mí aquí en el cuartel...

 

-Aja ¿Y como explico al bebé? -preguntó señalando a Ben, quien estornudó otra vez, escupiendo en el guante blanco de Roy, quien frunció el cejo con asco disimulado, Ben sonrió ante su "osadía".

 

-¿Algún... sobrino tuyo?- Comenzó Edward no del todo conforme con su respuesta.

 

-Idéntico a ti -soltó dejando en claro su conformidad con la respuesta. Roy resopló y se cruzó de brazos otra vez -Acero, me has metido en un problema más grande que antes...

 

Edward llenó sus mejillas de aire, inflándolas, para después desviar su mirada y arrullar a su pequeño en brazos por inercia. -Vaya, si yo sólo quería agradecerte por lo que hiciste por Ben...

 

-Que yo no fui -soltó necio en querer negar lo que para los tres, sí, incluido Ben, era más que obvio, máxima cuando el sonrojo no dejaba de delatar a Mustang.

-Sigues siendo imprudente, Acero...

 

-Y tu sigues siendo terco, coronel.- Soltó Edward al pararse de aquel sofá y caminando hacia el pelinegro recargado contra su escritorio. Cargaba a Ben con un solo brazo ya que su otra mano estaba demasiado ocupada hurgando entre sus bolsillos en busca de algo en particular.

 

-¡Bah...! -volteó la cabeza sin interés y frunció el cejo en desagrado, notando después que Edward se había movido de su sitió.

-¿Ya te vas? -preguntó sin prestarle atención a lo que buscaba en sus bolsillos.

 

-¿Qué? ¿No quieres que me vaya?- Preguntó el chico divertido y logrando sacar su objetivo de sus bolsillo.

Una bolsa de plástico transparente de verdad pesada por lo que había en ella. Muchos billetes y una gran cantidad de monedad de diverso valor era lo que hacía que aquella bolsa pesara lo que pesaba. -Aquí tienes.-Dijo el rubio con una sonrisa honesta en sus labios al entregarle aquella bolsa al pelinegro frente a él.

 

-¿Para que yo quiero eso? -preguntó sin responder la primera pregunta de Edward y mirando la bolsa pesada en la mano del chico.

 

-Este es el dinero con el que planeaba pagar el hospital de Ben...- Comenzó el trenzado en espera a que el otro tomara aquella bolsa pesada. -No es la cantidad completa pero... se acerca a la mitad y quiero dártela como agradecimiento por salvarle la vida a mi bebé...

 

Roy le miró por unos momentos, para después tomar la bolsa -De acuerdo -soltó dejando la bolsa a un lado -Ya veré que hago con él -habló el pelinegro sonriendo a su modo, tendría que contarlo y ver que se le ocurría hacer con él.

Ya le daba igual si Ed sospechaba o no si él era el que había pagado el hospital y medicinas.

 

Edward asintió con una sonrisa y después se giró sobre sus talones en un intento de marcharse pero un pensamiento le detuvo logrando que el rubio se limitara a entristecer la mirada. Miró a Roy por encima de su hombro y se dignó a hablar.

-¿Todavía piensas que... aquel rumor sobre mí es cierto?- Preguntó Edward sintiendo una impotencia en su cuerpo. -¿Sigues sin creerme que Ben es tu hijo...?

 

Afiló la mirada ante la pregunta de Edward, más su semblante solo era de seriedad y sin poder evitarlo dijo...

-Sí, sigo sin creerlo -secamente, pero tenía que dejar en claro a Edward que había una gran brecha de separación entre ellos y con las justificaciones que le soltó el rubio, no le convencía del todo, si no es que nada y nada ganaba engañando a Edward diciéndole que si le creía.

 

El chico asintió sin ánimos y miró hacia el frente, tomó la bolsa de medicinas que estaba sobre la mesa y, así, comenzó a caminar hacia la puerta.

 

-Sólo piensa en algo, coronel...-Edward empezó al tomar la perilla de aquella oficina y girarla para terminar abriéndola. -Yo jamás mentiría en algo así de importante para verme beneficiado... y mucho menos si está la vida de mi pequeño de por medio...

 

Roy abrió ligeramente más sus ojos, pero no dijo nada al respecto, ni por detener a Edward, ni por tener la ultima palabra.

Simplemente se quedó pensando...

Suspiró con pesadez.

-Adiós, Acero -soltó en un saludo marcial.

 

-Hasta cuando te vuelva a ver, coronel.- Se despidió el rubio sin voltear a verle y saliendo de aquella oficina con cierto pequeño asomándose por el hombro de su padre.

 

Ben estornudó otra vez, riendo ante esto. Roy no pudo evitar se contagiado por aquella linda sonrisa. Al ver que Edward ya se había retirado, se tiró en su silla de cuero, pensando en lo pasado...

En Edward...

Ben...

Havoc... que necesitaba hablar con él y aclarar esta extraña situación de una vez por todas...

Miró su ventana, como si esperar que las respuestas a sus dudas se empañaran en el vidrio.

 

Más alguien ajeno a aquella situación había escuchado por lo menos una gran parte de aquella conversación entre Acero, el pequeño de nombre Ben, y el coronel Mustang, y se ocultaba en la oscuridad del pasillo. Una sonrisa malvada aparecía en su faz al negar varias veces con su cabeza y sin poder aguantarse la risa que se colaba por sus labios.

-No me lo pudiste poner más fácil, Mustang.- Soltó la voz de Archer, un hombre de cabellos oscuros y una tez muy pálida. Se recargó contra la pared y rió con más fuerza sin ser escuchado. -Te tengo en mis manos.- Rió. -Te tengo a ti y a ese mocoso...

SAIGO NO KAJITSU: http://www.youtube.com/watch?v=WXGCc8gKsQg

Notas finales:

El Universo Mame de SupaMame

¡PALO!

¡Estamos en el universo Mame! Pasando constelaciones Mamemuscas y llenas de coraje, ya saben como son los mames, corajudos, pero ni eso evita que vayamos a actualizar, los mames no nos detendrán

Bien, Roy y Ben ya tuvieron su primer acercamiento, pero ni así Roy deja su postura sobre la paternidad de Ben, aunque se ve bien que Edward no lo dejará de molestar con eso. ¿Cómo acabara todo esto? Eso lo sabrán si cintinúan con nosotras! ¡Y aguas con los mamesteroides!

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A:

CARITU

ANA

MARIA-BAKEMONIN

MABELING

ASTRID3

SAMIYUMI

YUKI KUNIMITSU

INU-CHAN *O*

MAR SNAPE

SEIKETO NAYSET

HASAYA

SHAO KINO

CHIO POTTER

¡GUBAI!


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