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Bajo la Sombra de una Iglesia por Supa_Mame

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Celia jugaba con las manitas de Ben, quien estaba acostadito en la cama, viendo todo a su alrededor, sin prestarle mucha atención a Celia.

-¿Entonces él pagó todo? -preguntó mientras le hacía cosquillas en la pancita al pequeño -¿Te lo dijo él?

 

La habitación de Edward estaba algo cálida aquella tarde otoño, la ventana cerrada y totalmente empañada por el contraste de temperaturas que había entre adentro y afuera, el suelo de madera crujiente por la humedad, las sábanas de la cama del rubio frescas por que recién habían sido lavadas y las paredes desgastadas estaban totalmente heladas...

El trenzado negó con su cabeza al mirar a su amiga que jugaba con su bebé de aquella manera. -Lo negó sin hartarse de hacerlo.- Comenzó el rubio para después suspirar y colocar sus ojos en su hijo. -Pero es muy obvio, yo sé que fue él.

 

-¿Por qué? Pudo haber sido cualquiera -dijo Celia, haciéndole barullo al pequeño con mimos y enchuecando su boca en gestos curiosos.

Ben reía ante las caras de la monjita y estornudó otra vez.

 

Edward le sonrió a su pequeño y, con cuidado y cariño, le limpió la naricita a su pequeño para después acariciarle la mejilla. -No lo sé...- Admitió el rubio sonando un poco inconforme por su propia respuesta. -Pero es que hay algo muy dentro de mí que me dice que el coronel fue el que pago los gastos...

 

Resopló y se dejó caer hacia atrás, cayendo a un lado de su hijo, mientras miraba el techo.

-Además no se esforzaba lo suficiente para negarlo y terminó aceptando el dinero que le di como agradecimiento.

 

-A lo mejor lo quiere para seguir con sus maldades dejando a más niños como tu embarazados -acusó Celia, quien parecía no agradarle el coronel -¡Y tu se lo diste así como así, hay no, Edward!... serás menso... ese tipo me da todo menos buena espina -se cruzó de brazos ante lo que decía -Ya vez, ni al niño quiso reconocer. 

 

"Aquí se corrió el rumor de que tu estabas de fácil con todos los militares del cuartel..."

 

Edward cerró sus ojos al recordar aquellas palabras con las que Roy le había marcado al rubio un límite en sus esperanzas. Se quedó callado por varios segundos sin nada planeado que decir para defender al pelinegro y defenderse...

¿Qué podría decirle a Celia? Se avergonzaba de un hecho que él jamás había si quiera deseado...

 

-Yo que tu me seguía cuidando la espalda -sentencio mientras asentía a sus propias palabras, con los ojos cerrados y bien firme en su decisión. Celia miró el semblante de Edward -Ay, chico... te lo digo no para que andes de aguado, si no para que te pongas bien buzo y no te vuelan a poner la "P" de...-se censuró ella misma -Pues, la "P" de ya sabes... tu eres demasiado para ese coronel de cuarta, que ni te quiere ni te respeta.

 

-Celia...- Comenzó el rubio que abrió los ojos y la miró con ansiedad en sus orbes doradas. -Por favor, dejemos el tema para después...

Le dolía el si quiera pensar que todo lo que decía aquella monja, que era su amiga, era cierto... Ya que, muy dentro de su corazón, seguía teniendo sentimientos por aquel hombre.

 

Celia miró a su amigo y asintió con lentitud ante su pedido, vaya que había metido las cuatro enteras, habló cosas al azar, sin medir sus palabras y l daño que éstas hacían a su amigo.

Ben estornudó, ahora con algo de dificultad, empezando a llorar con fuerza, mientras que los gemiditos de le atoraban en la garganta.

-¡Ed! -urgió Celia al ver que al pequeño le hacia falta su medicina.

 

Edward no se la pensó dos veces al pararse de la cama y correr rápidamente hacía la mesita de noche que se encontraba del otro lado de la habitación. Halló un gotero que contenía la medicina del pequeño Elric, lo tomó y rápidamente corrió a aplicárselo al menor.

 

Ya era la tercera vez en ese día que a Ben le faltaba el aire...

 

Y la tercera vez que Ben rechazaba el medicamento sin éxito y era obvio, la medicina, para el bebé, debería de saber horrores, Ben siempre terminaba llorando de más, con todo y pucherito tras beber la medicina.

Después de tomar tres gotitas exactas, como recetó el doctor, Ben lloró con más fuerza, ya con su traquea abierta al oxigeno.

 

-Shhh... Todo está bien...- Susurró el rubio cargando a su pequeño y atrayéndolo contra su pecho donde comenzó a palparle la espalda, dando ligeros golpecitos para así intentar calmar al bebé. -Papá Edward está aquí...

 

El pequeñito seguía con sus pucheritos todavía con el mal sabor en la boquita.

-¿No deberías de ser mamá? -bromeó Celia al escuchar las palabras de su amigo y riendo de modo travieso -Que Dios me perdone por mis palabras -dijo con una sonrisa.

 

Edward rió ante el comentario de la hermana Celia y negó al seguir intentando calmar a su bebé que seguía llorando.

-Mientras Ben sólo me tenga a mí como figura paternal, seré su papá sin "pero" que valga.- Dijo el rubio que, al terminar de hablar, besó la cabecilla de su niño. -¿No es así, Ben?

 

El pequeño estornudó otra vez, recargando su mejillita en el hombro de su papi, bostezando con fuerza.

-¿Mientras? ¿Todavía esperas a que haya algo? -preguntó un tanto azorada Celia, cruzándose de brazos.

 

Edward se mordió su labio inferior ante aquello y solo se limitó a reír nerviosamente. -B-bueno, uno nunca debe perder las esperanzas. ¿Cierto?- Soltó el rubio desviando la mirada y acariciando con cuidado la espalda del bebé que cargaba.

 

-Aja -soltó sin estar nada convencida y algo disgustada por la decisión de Edward de esperar a que ese militar le prestara atención.

Ben estornudó.

 

Tomó las cobijas de la cama y con ellas cubrió a Ben como a si mismo en el proceso. Miró a la monja por unos segundos y después bajó su mirada sintiéndose un torpe y sabiendo que muy probablemente Celia tenía razón por disgustarse con él y sus sentimientos por Roy.

-Yo... no puedo evitar sentirme de esta manera.- Comenzó el rubio al moverse gentilmente de lado a lado para así lograr que el pequeño Ben sintiera el sueño de la tarde. -Ay veces que uno no puede controlar sus sentimientos

 

-Yo lo sé, Edward -soltó la hermana con un suspiro en derrota -Esos sentimientos te los a dado Dios para que luches contra ellos con su ayuda. Esas son las pruebas que nos da nuestro Dios para comprobar que somos dignos de su gracia y tu debes de pelear contra eso que Dios te puso como penitencia.

Soltó la monjita mostrando sus enseñanzas bien aprendidas al rubio.

Ben cerraba sus ojitos a apoco. Adormilado por el ligero vaivén del cuerpo de su papi.

 

Pero para Edward, cada vez que le hablaban de Dios y la religión, era como si le hablaran en chino.

-Si... creo.- Fue lo que Edward contestó algo avergonzado por no entender del todo de lo que le hablaba la hermana Celia.

 

Una semana había pasado desde la visita de Edward al cuartel, Roy casi no había tenido la oportunidad de hablar con Havoc ya que todos los militares seguían en la búsqueda de los fugitivos en toda Central y casi nunca estaban en las oficinas.

Si se enteraba que lo que Havoc había dicho sobre Edward era mentira, se encargaría el mismo de carbonizarlo hasta que ya no quedara nada de él, pero si era verdad... metería al rubio a prisión y al niño... le buscaría un hogar...

-Acero...-susurró sin notarlo, viendo la foto que tenía con sus subordinados... se veía muy serio. Frunció el cejo ante esto, necesitaba reír más.

Recordó al pequeño Ben y una sonrisa pequeña se cruzó en sus labios, ese pequeño si que sabía hacerle la vida feliz...

 

Se escucharon dos golpeteos venir de la puerta de aquella oficina elegante donde el coronel se encontraba. La puerta no tardó en abrirse y revelar la figura de Riza Hawkeye cargando unos cuantos archivos en sus manos.

-Señor.- Llamó la mujer parada en el margen de la puerta y saludándolo marcialmente. -La junta con el Fuhrer de las doce de hoy se pospuso para las cinco de la tarde de mañana.-

Avisó siendo fiel a su superior y portando su ya característico porte serio.

 

-¿Qué se pospuso? -preguntó Mustang levantando una ceja en duda, para después sonreír a su modo -Genial... así tendré oportunidad de salir -dijo parándose de su silla y tomando su gabardina negra.

 

Hawkeye siguió los movimientos del coronel con un ligero toque de duda.

-¿Salir?- Preguntó Riza descansando del saludo que había empleado momentos atrás y ladeando su rostro hacia la derecha, suavizando su mirada. -Disculpe mi intromisión pero ¿no se supone que debería estar trabajando en las propuestas que le entregué esta mañana?

 

Pero Roy la "ignoró" y continuó su camino lejos de la hermosa rubia que siempre protegía sus espaldas.

Quería, no, necesitaba ver al pequeño Ben, aquella sonrisita tierna y llena de vida continuaba perpetua en su mente.

-Sabe teniente...-empezó Mustang antes de estar considerablemente lejos de la chica.

 

Riza le miró al escuchar que le llamaban y reafirmó el agarre en la papelería que cargaba. -¿Si, coronel?- preguntó en espera que aquel hombre siguiera la frase que acababa de comenzar.

Sin si quiera saber por qué, la teniente comenzó a seguir al coronel...

 

-¿Quiere conocer a mi hijo? -preguntó volteando la cabeza ligeramente para poder ver a la teniente con una sonrisa llena de cariño y emoción, una que hasta cierto punto desencajaba con la actitud frívola y altanera de Mustang.

No era que hubiera aceptado a Edward... pero le gustaba pensar, aunque fuera en secreto, que ese pequeñito dependiente de todo el mundo, le pertenecía y tenía el mismo derecho sobre él que Edward.

 

La rubia se quedó en silencio varios segundos al escuchar aquella pregunta pero supo que, al ver aquella sonrisilla en el rostro de Mustang, el tan solo seguirle el juego al coronel sería algo correcto que hacer.

-Supongo que el papeleo podrá esperar...- Contestó Hawkeye en una respuesta indirecta y ligeramente suavizando su mirada al hablar.

 

Para ser honestos, Riza llevaba tiempo de querer conocer al famoso Ben del cual Roy y Edward tanto hablaban...

 

Roy continuó su camino tras la afirmativa de su guardaespaldas y así los dos caminaron por el pasillo que daba a la puerta de salida, trepar al auto y conducir hacia la iglesia donde Edward se hospedaba.

 

Eran las once y media de la mañana cuando Edward se encontraba caminando por el patio trasero de la iglesia que los últimos meses había sido su hogar. Miraba el cielo de escasas nubes y caminaba con una tranquilidad que era envidiable.  Su túnica color vino se movía con el viento al igual que la coleta dorada que con el paso del tiempo se había vuelto más larga que antes...

Ben descansaba en los brazos fuertes de su padre bajo una mantita tejida a mano por el mismo Edward días atrás. Aquella manta era de color azul claro y era evidente que guardaba consigo el calor suficiente para aquel bebito de días de nacido.

 

-El día está tan calmado...- Susurró el rubio sintiendo la fresca brisa de mañana jugando con sus flequillos dorados.

 

Ben dormitaba, tenía las pestañas mojaditas, de seguro por el llanto, ya que de nueva cuenta había sido obligado a tomar la medicina que tanto le desagradaba, un estornudo fue lo que el pequeño soltó en unos segundos, escupiendo en el acto y mojando ligeramente su mantita.

 

-Será mejor que entremos...- Susurró el rubio a su bebé después de haberle limpiado el rostro con un pañuelo que llevaba consigo, ya que Edward había aprendido que ese tipo de cosas se necesitaban al cuidar un bebé.

 

Riza miraba la iglesia estando parada frente a ella, pasaba sus ojos lentamente por aquel edificio de estructura antigua y un poco malgastada que sabía que, con un poco de mantenimiento, se vería realmente hermosa como de seguro lo había sido en su época de construcción.

 

Roy subió las enormes escaleras de piedra sucia, llegando hasta la puerta podrida de aquella catedral, entró sabiendo que Riza venía tras él. Pasaron por el enorme pasillo que se formaba gracias a las bancas largas de cada lado de la iglesia y esperaron a que el padre les atendiera para poder ver a Edward.

 

Hawkeye miraba a su alrededor en silencio, inspeccionando el lugar con sus ojos ámbar, esperando paciente que alguien les atendiera al igual que Roy lo hacía.

-Pero si es usted, coronel Mastang.- Se escuchó la voz desgastada de un anciano del otro lado de la iglesia.

 

Era el padre de la iglesia, quien vestía con una túnica blanca que estaba un poco maltratada de los bordes pero aún así se notaba que era cuidada a pesar de los años.

-Que gusto verlo por aquí, hijo.

 

Roy sudó una enorme gota tras escuchar de nueva cuenta su apellido mal chico por aquel anciano.

-Es Mustang -corrigió para después mirar todo a su alrededor -¿Dónde está Acero? -preguntó intentando no sonar muy ansioso, ni emocionado. Colocó sus manos en los bolsillos de su gabardina para darse a si mismo un aire de desinterés.

 

Riza rió con discreción al escucha el error en el anciano al llamar al coronel por su apellido, más cedió y controló su risa, no quería quitarse el título respetado de seria que llevaba con los años en la milicia.

-¿Edward?- Preguntó el anciano haciendo memoria y guardando silencio por unos segundos para después sonreírle a Mustang como a su acompañante que desconocía. -Creí verlo entrar hace unos minutos. Lo más seguro es que ande en su habitación con el niño...

Hawkeye tomó el momento que ella y el padre compartieron miradas para ser educada y presentarse.

-Soy Riza Hawkeye...- Contó con un tono de voz amable el cual no quedaba con lo serio que lucía su rostro.

El padre le sonrió y asintió. -Mucho gusto, señorita Hokage

 

Ahora era el turno de Roy de tragarse la risa, ya que si quería seguir con vida en esa iglesia, lo mejor era hacer de cuenta como que el anciano no se equivocó. Se aclaró la garganta y miró al padre.

-¿Podemos pasar a verle? -preguntó regresando a lo importante de la visita.

 

Riza tan solo miraba al padre con una sonrisilla nerviosa y sus cejas encorvadas hacia arriba, comprendiendo el plan de Roy y no mencionando nada al respecto.

-No veo por que no.- Contestó el padre amablemente y ajustándose sus antejos para después sonreírle al par de militares. -Ha estado muy solo esta mañana desde que la hermana Celia salió a comprar la comida para esta tarde. Apuesto que se alegrará al ver que tiene visitas.

 

Roy asintió y siguiendo el camino que el padre le había indicado, se dirigieron a la habitación de Edward. El corazón de Mustang se aceleró pensando en el pequeñito que estaba con Edward.

-Teniente... una orden -soltó el pelinegro, dejando en claro que por más feliz que estaba, él seguía siendo el coronel.

 

-¿Qué orden, señor?- Preguntó Riza guardando y empleando el debido respeto que era obligada a tenerle al pelinegro.

 

-Ni una palabra a Acero sobre el verdadero motivo de esta visita -ordenó serio el coronel, ya que Roy mismo le había dicho que irían a visitar al "hijo" de Roy, pero no quería que por algún error de parte de Riza o de él mismo, Edward se hiciera falsas esperanzas de si quiera pensar que podrían llegar a algo -¿Entendido? -miró por el rabillo del ojo a la rubia.

 

-Entendido...- Respondió la teniente con su mirada fija al frente.

 

-Pero si que esta habitación está helada...- Se quejó el rubio abrazándose a si mismo después de haber cerrado la ventana no tan grande de su habitación. -Juraría que, si sigue haciendo más frío, mi propio sudor podría convertirse en cubitos de hielo.

Edward se dirigió a su cama donde su bebé, envuelto en aquella manta azul, se encontraba durmiendo como el pequeño angelito que era. Se sentó a su lado y le acarició su tibia mejilla sin poder evitar sonreír con ternura al escuchar los ruiditos que Ben hacía al dormir.

El rubio se recostó justo al lado de Ben mientras seguía acariciándole la mejilla para después pasear su dedo por el puente de la nariz pequeñita del infante.

 

El pequeñito estornudó con fuerza, esta vez, ocasionando que moquito saliera de su nariz. En eso la puerta fue tocada con suavidad varias veces.

 

Edward acudió a limpiar de nueva manera la naricita de Ben con aquel pañuelo que llevaba consigo siempre, cuando levantó su rostro y miró la puerta al escuchar que llamaban desde el otro lado de ella. -Pase.- Soltó el rubio pensando que se trataba de alguna de las monjas que les gustaba cuidar de Ben mientras Edward ayudaba en la cocina o algo por el estilo.

 

La puerta se abrió con suavidad, haciendo que rechinara con molestia, la silueta de Roy se mostró tras la madera.

Su semblante altanero y prepotente estaban fuera y solo miraba directo a la cama donde el bebé estaba, bebé que estornudó de nueva cuenta.

-Buenos días, Acero -soltó como si nada el pelinegro, sonriendo a su modo.

 

La sorpresa no tardó en aparecerse en el rostro del rubio quien seguía con aquel pañuelo frente al rostro sobre la naricita de Ben sin siquiera darse cuenta.

-¿C-coronel?- Preguntó Edward parpadeando varias veces al pensar que su mente le estaba jugando bromas de nuevo.

 

Roy asintió ante la pregunta de Edward y se adentró a la habitación sin la autorización del rubio.

-Venimos a visitar a Ben -aclaró Mustang acercándose al pequeño con distancia prudente y observarle con ojos llenos de cariño, raro en Roy.

Ben empezó a llorar por la molestia de tener ese pañuelo en su nariz ya que sentía cosquillas y no se podía rascar a gusto.

 

‘¿Venimos?', se preguntó el rubio en sus pensamientos, pero al ver después a Riza adentrarse en su habitación se fueron aclarando las dudas del rubio.

Escuchó a su bebé llorar y rápidamente se distrajo de lo que hacía para colocar sus ojos en su pequeño Ben.

Auxilió al niño después de apartar el pañuelo de su rostro y llevándoselo a sus brazos.

 

Ben estornudó con fuerza al momento de ser cargado por su papi, dejando de llorar casi en automático al estar en los brazos del rubio.

-¿Qué le pasó? -preguntó Mustang extrañándose del llanto injustificado, a su parecer, del pequeño.

 

-No le gusta que le toquen la nariz.- Aclaró el rubio levantando la mirada al mecer al bebé en sus brazos y sus ojos escanearon al coronel y a la teniente en su habitación.

-Buenos días, teniente Hawkeye.- Saludó el rubio a la mujer que llevaba meses de no ver y que, para ser honestos, extrañaba como buen amigo de ella.-Llegaron de sorpresa, no me esperaba que vinieran...

 

Riza le sonrió al rubio con el bebé en brazos. -Hola Edward...- Saludó siendo cariñosa hasta con sus palabras, terminó colocando sus ojos sobre Ben y aquello inexplicablemente la puso contenta. -Veo que haz estado bien...

 

Ben miraba con ojos bien abiertos a los presentes de más en la habitación, ignorante de quienes eran, posó sus pequeños ojitos en Roy y soltó un ruidito de felicidad, haciendo una mueca, estornudó de nueva cuenta.

Roy parpadeó ante el gritillo de alegría y no pudo evitar sonreír ante la emoción que causaba en el niño.

 

Edward miró a su pequeño, analizando la situación y no pudiendo contenerse las ganas de sonreír ante su pequeño descubrimiento.

-Creo que quiere que lo cargues, coronel...- Dijo Edward al levantar su mirada y colocarla sobre el pelinegro, mostrándole una sonrisilla que era la evidencia de que Ed podía asegurar que su hijo conocía quien era Roy para él en realidad.

 

-¿Q-que? -preguntó sorprendido Mustang, sin poder evitar temblar ante lo que, según Edward, el pequeño quería, tragó en seco y miró a la rubia con vergüenza, luego a Ben, quien seguía con sus ojitos dorados postrados en los negros, otro estornudo soltó el pequeñito.

-B-bueno...-soltó acercándose a Edward para que éste no se moviera y alzó los brazos para que le pasara al pequeñito.

 

Riza miraba enternecida la escena y la manera que Roy se ponía nervioso con la idea de que el pequeño Ben quería estar con él. Para su parecer, aquel trío lucía junto como una hermosa pero pequeña familia...

 

Edward pasó con cuidado al bebé sobre los brazos de Roy para que este lo cargara.

 

Como si se tratara de un imán, Ben se pegó al pecho de Mustang, acurrucando su cabecita en el pecho ancho y grande del pelinegro, haciendo una mueca de alegría.

Roy acarició la pelusita rubia que Ben tenía por cabello, sintiéndola suave al tacto y sin poder creer aún que algo tan pequeñito estuviera tan lleno de ganas de vivir, sus ojos se pasearon por la habitación, chocando con la medicina del pequeño, entristeció la mirada. Y dependía de un medicamento para seguir con su "mamá"...

 

-La medicina ha sido de gran ayuda...- Comenzó el rubio como si estuviera leyendo la mente del pelinegro. Sus ojos estaban puestos en Ben, el pequeño que desde antes que naciera, ya se había robado un lugar en el corazón de Ed. Se acomodó sus flequillos dorados detrás de su oreja izquierda y siguió hablando. -Hacen efecto al instante de aplicárselo... pero Ben siempre termina llorando por el sabor de ella.

 

Roy no miró a Edward, a veces se sentía como un miserable cretino por dejar a Ed solo con la responsabilidad de un bebé, pero es que no podía todavía creer que aquel pequeñito era un pedacito de él también... lo veía como algo imposible, además... todavía estaban los rumores sin confirmar sobre la conducta de Edward.

Acarició el puente de la nariz de Ben, quien sonrió ante el cariño y volvió a estornudar, Roy imitó el gesto, al ver las muecas del pequeño al estornudar.

 

Edward también fue hechizado por aquella sonrisilla de su pequeño y terminó por hacer lo mismo.

 

Riza se sentía tan ajena a aquella escena que, sabiendo que era lo mejor, se dirigió a la puerta de aquella habitación siendo discreta y la abrió para después salir casi en silencio, dejando solos a aquel trío.

 

Esperaría a Roy afuera... pero sentía que él y Edward necesitaban tiempo a solas...

 

-Me haré cargo de ti, pequeño...-susurró muy cerca de la carita del pequeño, quien miraba al pelinegro asombrado. Ignoraba el hecho de que Riza se había salido.

-No te hará falta nada... de eso me encargo yo -con su pulgar acarició la mejilla sonrosada de Ben.

 

Edward no pudo más que abrir sus ojos con sorpresa ante lo que creía haber escuchado y, nervioso, miró al coronel a su lado. ¿Que se haría cargo de Ben? ¿Será que Roy había por fin creído en las palabras de Edward? ¿En verdad Roy creía que él era la victima entre los rumores que había dicho Havoc?

-C-coronel...- Susurró el rubio sorprendido.

 

-No te confundas, Acero...-soltó mirando al rubio directo a los ojos, dejando atrás ese cariño que solo ver a Ben le traía -Este pequeño no tiene nada que ver con el asunto que tenemos tu y yo, no tiene por que pasar penas, ni faltas materiales. Él tan solo es una victima en este "juego" -aclaró Mustang, dejando muy en claro cual era su postura en ese lugar.

 

La esperanza que llevaba a flote en los orbes dorados del rubio se desvaneció al instante de escuchar aquellas palabras. Sabía que aquello era cierto pero... ¿Por qué Roy no podía creerle lo que tanto alegaba? ¡Él jamás había tenido relaciones con alguien más hasta que llegó Roy!

Le dolía y solo atinó a apartar su mirada al asentir.

-Lo sé...- Susurró.

 

La respiración de Ben empezó a disminuir de nueva cuenta, haciendo que el pequeño abriera sus ojos grandes, mientras que su boquita intentaba inhalar el aire que no podía por si mismo.

Roy abrió sus ojos ante esto, como militar, detalles como éste no pasaban desapercibidos para Mustang.

-¡Edward, la medicina! -soltó Roy viendo como el pequeñito hacia hasta lo imposible por respirar.

 

El rubio dejó su nube de desesperanza al escuchar y percibir por lo que pasaba el pequeño y, casi por instinto, corrió hacia su mesita de noche donde estaba el gotero con la medicina del bebé.

-¡Levántalo un poco! ¡Que no esté recostado!- Gritó el rubio al tomar el gotero y dirigirse de nueva cuenta hacia el pelinegro y su bebé.

 

Roy acató las órdenes de Edward, levantando con calma al pequeño que hipaba con fuerza por intentar recuperar algo de aire.

 

Colocó el gotero sobre la boca de Ben y dejó caer tres gotas de aquella sustancia que le salvaba la vida a aquel inocente enfermo.

Edward miraba a su pequeño sujeto por Mustang, con ojos esperanzados a que el ataque pasara pronto.

 

Tragó las gotas con una mueca de desagrado y empezó a llorar con fuerza, recuperando un poco de color en sus mejillas, estornudó varias veces seguidas.

-Ya... no pasa nada...-soltó Mustang, saliéndose por completo del papel de coronel serio que siempre portaba -Aquí está tu "mami" que te va a cuidar -soltó bromeando con Ben y pasándoselo con cuidado al rubio. Ben seguía llorando con fuerza.

 

-Soy su "papá".- Aclaró el rubio cargando a su pequeño con cuidado y arrullándolo con cariño de lado a lado en un intento de calmarlo. Miró a Ben y le sonrió al niño, acariciándole su suave mejilla con su dedo medio e índice. -Ya, calma Ben...- Susurró olvidándose de la broma de Mustang y besando la frente del bebé. -No llores, chiquito...

 

Pero Ben insistía en seguir llorando, harto de la medicina que solo le daba mal sabor de boca. Roy sonrió, sin ser fastidiado por el llanto de Ben, a las palabras de Edward y se aclaró algo la garganta, acercándose al rubio y a su bebé, mientras acariciaba la cabecita del pequeño con amor.

-Pues el punto es que tu lo sabes cuidar -cualquiera que entrara a la habitación, solo vería un hermoso cuadro familiar, salvo por los lloriqueos del pequeño.

 

Edward sonrió y asintió ante lo que Mustang decía y percibiendo la caricia que aquel hombre le hacía al bebé que seguía llorando. -Aun que... todavía me falta práctica...- Dijo siendo modesto. -Suelo equivocarme en cosas tontas y sencillas.

 

-¿En serio? -preguntó un tanto extrañado -¿Cómo cuales? Parece que ya conoces todo de Ben y lo que menos te da son problemas -aclaró el pelinegro, sentándose en la cama, indicando lo mismo para el rubio.

 

No pasaron ni tres segundos y Edward ya se había sentado junto a Roy y con Ben en sus brazos. -Pues hubieras visto que tantos pañales se desperdiciaron la primera vez que tuve que cambiarlo...- Comenzó el rubio algo apenado pero sin poder evitar reír nerviosamente ante el recuerdo. -Parece simple pero es la cosa más complicada del mundo...

 

Un estornudo fue la muestra de que Ben había dejado de llorar, ahora solo se concentraba en hacer burbujas de saliva.

-¿Lo cuidas todo el tiempo tu solo? -preguntó sorprendido Roy.

 

-A veces la hermana Celia, o alguna de las otras monjitas, me ayudan cuando tienen tiempo libre pero...- Edward decía bajando su mirada y limpiando las lágrimas que aún humedecían las mejillas del bebé. -... en momentos como ahora, cuando todas están ocupadas, lo cuido por mi cuenta...

 

¿Culpa era lo que sentía? bajó la mirada ante las palabras de Edward, pero es que no podía caer tan fácil, tenía que mostrarse inmune a las dificultades de Ed o si no, caería rápidamente en su truco de "Tu eres el padre de mi hijo" que el rubio se cargaba.

-Bueno... nunca te has dejado intimidar por nada, un bebé no tiene que asustarte -soltó sin medir la magnitud de sus palabras.

 

El rubio asintió un tanto indeciso, acercando al bebé más contra su pecho para trasmitirle un sentimiento de protección. -Además, es mi bebé...- Comenzó al mirar aquellos ojos dorados de su pequeño que eran tan iguales a los suyos. -Disfruto estar con él, y más por el cariño que le tengo...

 

-Sabe ganárselo -aclaró Mustang, jugando con el cabellito del pequeño -Con esa carita que tiene a cualquiera encanta, incluso a mi -soltó sin darse cuenta, besando la frentecita del niño, haciendo que Ben cerrara los ojos en el acto tras el beso. Estornudó de nueva cuenta, mojando la cara de Roy.

Mustang se separó casi enseguida del chico, parpadeando varias veces.

 

Edward rió por la cara que Roy había hecho, era invaluable ver al coronel de Central con una mueca como esa.

-Lo siento.- Se disculpó el rubio entre risas y sacando el pañuelo de Ben de su bolsillo para así comenzarle a limpiar el rostro apuesto del coronel Roy Mustang.

 

Ben rió ante lo que había echo. Más esto no fue percibido por Roy quien solo se concentró en lo que Edward hacía por él, tan sencillo como haberle dado el pañuelo a él y limpiarse la cara solo, pero no...

-El tener un hijo te ha vuelto muy atento -dijo Roy sin sonar enojado, solo tranquilo y disfrutando de la extraña sensación que le producía los mimos de Ed.

 

-Silencio.- Soltó el rubio apretándole entre sus dedos la nariz a Mustang para después seguir con su tarea de limpiarle el rostro con caricias inconscientemente cariñosas.

 

-¡Au! -se quejó Roy ante el improvisto apretón suave en su nariz -Sí, mamá -dijo en broma ante el regaño del rubio, para después sonreír con ternura, sin estar conciente de ello. Ben estornudó, sacando moquito de la nariz.

 

Edward terminó con su trato a Mustang, ignorando las últimas palabras de aquel coronel para concentrarse en su hijo y sonreírle con cariño y ahora concentrarse en aquel infante siendo igual de mimoso como había sido con Roy al limpiarle el rostro.

 

-En definitiva eres otro, Acero -dijo Mustang viendo al rubio como atendía al chico, para después ver el reloj que descansaba en la mesa de noche del chico -Ya es tarde... tengo que regresar al cuartel -dijo sin estar muy feliz por ello.

 

-¿Tan... rápido?- Preguntó el rubio por inercia, deteniéndose de atender a Ben y sin poder ocultar el hecho que aquello le disgustaba un poco.

 

-Si, la milicia no se atiende sola y con eso de los fugitivos, ahora tenemos más trabajo que antes -aclaró Roy, mientras se estiraba con algo de fuerza y volteaba a ver a Ed, ya que se había parado para estirar el cuerpo.

 

-Ya veo...-Dijo Edward parándose de su cama, con el bebé en brazos, y se quedó de pie junto el coronel que le ganaba en cuestión de estatura. -Debo admitir que me dio gusto que vinieran a visitarnos...- Soltó el rubio con un ligero sonrojo en sus mejillas ante aquello que decía.

 

-Bueno, la teniente se las dio de perdida, quien sabe donde ande ahora -soltó Mustang dejando en claro que le único que hizo la visita fue él.

-Pero no importa, vendré otro día yo solo -aclaró como si nada mientras caminaba hacia la puerta del cuarto pequeño.

 

-Y te quedarás más tiempo, o lo obligaré a quedarse.- Completó el rubio las palabras del coronel mientras lo seguía hacia la puerta luciendo una sonrisa en sus labios. -De verdad que no me molestaría en lo absoluto.

 

Roy tomó la perilla de la puerta y se quedó quieto un minuto, para después voltear a ver a Edward.

-Nos vemos -soltó abriendo la portezuela -Adiós, Ben, te veré después -y cerró la puerta tras de sí.

 

Edward se quedó mirando aquella puerta por varios segundos para después suspirar y dejar su cabeza caer hacia delante. -Adiós...- Soltó sin ánimos al verse solo y con su hijo en su habitación.

 

Riza se encontraba recargada en aquella pared junto a  la puerta. Notó al coronel saliendo de la habitación del rubio y sonrió discretamente y pararse derecha al saludarlo marcialmente.

 

-Descanse -soltó para que la chica dejara el saludo de lado y después empezar a caminar fuera de aquellos cuartos -¿Dónde se había metido, teniente? ¿Y con que autorización salió del cuarto? -no era un regaño, solo su voz estaba sería, además... Riza ya se conocía todos y cada unos de los modos de hablar de Mustang.

 

Retiró el saludo y siguió al pelinegro con pasos calmados mientras meditaba su respuesta.

-Parecía como si usted y el mayor Elric necesitaran un tiempo a solas, señor.- Contestó la mujer volviendo a su carácter serio y mirando la espalda del coronel mientras lo seguía.

 

-¿Un tiempo a solas? -se preguntó sin mirar a la chica -¿En que se basó para una conjetura tan fuera de lugar?

 

-En la forma que ambos veían al pequeño, señor.- Fue lo que Riza Hawkeye contestó ante la pregunta del hombre. -Si me permite decir, parecían como una pequeña familia contenta y haciéndole mimos al bebé.

 

Se crispó ante el comentario de Riza y volteó para encararla enseguida -¡Que quede claro! -soltó con un gran sonrojo en toda la cara -¡Yo no busco ese tipo de acercamiento con Acero! -se quejó con humito caliente saliendo de la cabeza y una enorme vena en la frente.

 

Riza tan solo se le quedó mirando por unos momentos para después cerrar sus ojos y asentir. -Como usted diga, coronel.- Contestó.

 

Roy se dio la media vuelta, todavía echando humo por la cabeza y con la cara de un rojo maduro sorprendente y que para su edad ya estaba fuera de sentir. Se fue diciendo y murmurando solo el sabrá que cosas.

 

Siete lunas habían pasado desde aquella mañana donde Mustang y Hawkeye habían hecho aquella visita a la iglesia donde aquel rubio y su bebé vivían rodeados del amor de monjas y monjes.

El día estaba totalmente nublado por culpa de la estación del año en la que se encontraban. Invierno. Ya había llegado a Central el invierno y las fuertes brisas de frío que abrumaban a sus ciudadanos obligándolos a recurrir al calor de las bufandas, chaquetas y más cosas relacionadas a los tejidos.

Ligeros pero helados copos de nieve caían del cielo blanco de Amestris...

 

Celia cocinaba la comida de aquella tarde, empecinada en enseñarle a Edward a cocinar.

-Debes de aprender que un estomago sano, es un esposo feliz -soltó Celia con el cucharón sopero en la mano moviéndolo con gracias. Sus ojos cerrados y con un semblante de fingida sabiduría en el tema.

 

Edward sudó una gota ante su comentario y asomó su rostro dentro de aquel caldero de sopa. -Si... bueno... ¿Y cuando comemos?- Preguntó el rubio que se le hacía agua la boca ante el olor exquisito que había en aquel caldero.

 

-¡Te traje aquí para que aprendiera a cocinar! No para que me andes apurando -meneó el cucharón de un lado a otro en signo de reproche y después miró el caldero con el estofado dentro, humeante y caliente.

-¡Imagínate, cuando ya todo se arregle con ese molesto y odioso militar! -soltó con brillitos en los ojos -¡Tienes que mantenerlo contento en todos los sentidos y el estomago es primordial!

 

-¿Arreglarse las cosas con el coronel?- Preguntó el chico para después suspirar y recargarse contra la estufa y mirar al techo. -No lo creo...- Confesó el rubio con las alas de su esperanza rotas y algo entristecido. - Veo ese suceso como algo muy lejano para mí...

 

-Pero no imposible -animaba Celia con felicidad en la voz -Además hay un viejo refrán que dice: "Al mal tiempo siempre darle apuro" -se cruzó de brazos y asintió ante si ideología mal dicha.

 

-¿No era "Al mal tiempo, buena cara"?- Preguntó el rubio sudando una gota y mirando a la monjita a su lado que fingía sabiduría.

 

-Bueno, pero entendiste la idea -dijo dándose la vuelta y meneando el estofado con cuidado -Me dijiste que vino ¿no?  Pues ahí está, tienes una posibilidad, sigue pensando en ti -motivo mirando a su amigo emocionada.

 

Edward parpadeó varias veces para después sonreír con un sonrojo que le atravesaba el rostro. -Creí que el coronel no te caía bien...-Dijo al llevarse una mano a que le cubriera su mejilla derecha en un intento de esconder lo rojo que se encontraba.

 

Dejó de menear la sopa y se quedó quieta sin darle la cara a Edward.

 

Le extrañó ver como Celia había parado sus movimientos y curioso se le quedó viendo. -¿Hermana?- le llamó en un intento de averiguar que cosa mala había dicho.

 

-¡ESE TIPO ES TAN DESAGRADABLE QUE NO PUEDO EVITAR SENTIR UNA MOLESTA SIMPATÍA POR ÉL! -gritó dándose media vuelta, con los ojos llenos de justicia y un escenario con una ola gigante atrás que salpicaba una pequeña montaña con su espuma.

-Además el señor nos dice: "Ámense los unos a los otros" -juntó sus manos en plegaria, con brillitos a los lados -Detesto ese mandamiento -murmuró con una gota en la cabeza.

 

Edward no pudo evitar mas que imitarla y sudar una gota, claro está que la de él era tres veces más grande.

-Que bueno que soy ateo.- Se dijo a si mismo mientras se rascaba la mejilla.

 

-¿Ateo? -preguntó ladeando la cabeza con intriga -Son esos los que no creen en Dios, ¿verdad? -posó sus manos en la cintura, siendo inconforme con las creencias de Edward.

 

‘¿Lo dije en voz alta? Que torpe soy...', pensaba el rubio un poco nervioso.

-Si, así es.- Admitió Edward desviando su mirada hacia el caldero lleno de sopa.

 

-Mmm -posó el cucharón bajo su barbilla -Me seduce serlo también...-soltó con un puchero.

-¡Hermana Celia! -la mencionada se crispó ante el grito de la madre superiora -¡Deje de enseñarle malos pasos al chico y póngase a cocinar! -soltó enojada la anciana. Celia se rascó la nuca y con una risa nerviosa asintió.

 

Edward se tuvo que llevar ambas manos a la boca pues estalló en risas ante lo que para él era gracioso del momento y se giró, dándole la espalda a la monjita regañada mientras seguía riendo.

 

Por más extraño que creciera, Roy Mustang, coronel de Amestris, se encontraba realmente feliz ese día, firmaba los papeles que Hawkeye le mandaba cada cinco minutos y en ningún momento mostró inconformidad, ni sufrimiento.

¿La razón? Roy quería ver de nueva cuenta al pequeño Ben, extraordinariamente ese pequeño le alegraba cada minuto de su vida...

Dejó de firmar y soltó un suspiro sereno.

 

Tres toques en la puerta fue lo interrumpió el suspiro que se escuchó en aquella amplia oficina del cuartel que permanecía caliente a pesar del frió que hacía del otro lado de la ventana.

 

Refunfuñó ante la interrupción de sus pensamientos y miró la puerta con fastidio -Adelante...

 

La puerta fue abierta al instante de su autorización mostrando a Hawkeye sosteniendo una taza e café recién hecho con su mano izquierda mientras que con la otra sostenía la perilla de la puerta.

-Aquí está el café que ordenó, coronel.- Dijo la rubia introduciéndose en aquella oficina con pasos seguros hacia el escritorio del coronel del cuartel.

 

-Gracias, teniente -dijo Mustang tomando la taza de café de las manos blancas y delicadas de la mujer.

Tomó un ligero sorbo y expulsó una bocanada de aire tibio.

-Hoy también iré a visitar al pequeño Ben ¿Qué opina teniente? -preguntó viéndola con una sonrisa pícara.

 

-Me parece un buen gesto de su parte, señor.- Contestó la rubia tomando los documentos ya firmados del coronel y llevándoselos consigo en sus brazos. -Luce emocionado.

 

Roy no dijo nada, tan solo sonrió a su modo y sorbió de su taza de café en silencio, pensando en varias cosas a la vez.

El despacho quedó en silencio.

 

Ben lloraba con fuerza esa tarde, necio a no querer callarse, la saliva escurría de su boca y un moquito blanco escurría de su nariz. El bebé acababa de tomar su medicina, pero aquel llanto no era por la medicina que siempre era obligado a tomar.

 

-Ya, ya...- Decía el rubio meciendo a su bebé de lado a lado. -Ya no llores, Ben.- Era lo que Edward pedía dando vueltas en su habitación con el niño en brazos quien parecía nunca dejar de llorar y aquello comenzaba a provocarle un dolor de cabeza al trenzado de túnica verde oscura.

 

Como si Edward le pidiera lo contrario, Ben lloró con más fuerza, poniendo su cara rojita como una manzana madura.

 

Edward no supo que hacer y sólo colocó al bebé en la cama para así llevarse ambas manos a la cabeza ante la preocupación y el no entender por que su bebé lloraba de aquella manera.

-¡Ya le di de comer, ya lo arrullé, ya tomó su leche, ya le baile...!, comenzaba a enumerar el rubio sonando un poco desesperado y, así miró a Ben. -¿Qué tienes, Ben?

 

El bebé compitió con los gritos de su padre, llorando con más ímpetu, dejando en claro que no se callaría tan fácil.

Las lágrimas seguían cayendo, igual que el moquito y la saliva.

 

Edward se dio la vuelta, dándole la espalda a Ben y se llevó una mano a la cabeza mientras miraba su alrededor en busca de respuestas cuando...

-¿Pañales...?- Susurró al ver la bolsa de pañales sobre su buró al lado de su cama. -¡Ay, ya sé!

Se giró sobre sus talones y miró a su bebé en la cama...

 

La puerta fue tocada varias veces, pero por los gritos de Ben era difícil si quiera el poder escucharla.

 

Edward se sentó en la cama y comenzó a bajarle los pantaloncitos azules que llevaba el bebé puesto. Los retiró, dejándolos a un lado y allí fue donde se enfocó en quitarle el pañal a Ben.

-Lo sabía.- Murmuró para sí al ver que su pequeño estaba rozado, muy rozado para ser exactos.

 

Ben seguía llorando, ya que no tenía otro modo de poder expresar la incomodidad que sentía al tener irritado su traserito.

La puerta fue abierta en ese momento -¿Se puede? -preguntó Roy asomando su cabeza por la puerta, para hacer una mueca ante los lloriqueos de Ben.

 

Edward giró su rostro hacia donde Roy estaba y no pudo evitar sonreír al verle allí pero los lloriqueos de su pequeño le hicieron recordar lo que tenía que hacer.

-¿Podrías pasarme la pomada que esta sobre aquel buró y un pañal limpio, por favor?- Pidió el rubio al enrollar el pañal usado y comenzar a limpiarle el traserito al pequeño en su cama con una toalla húmeda que tenía a su alcance.

 

Roy miró el lugar indicado por el rubio y tomó la pomada pasándosela enseguida al rubio, para después buscar los pañales con la mirada, encontrándolos casi enseguida, repitiendo la misma acción.

-¿Qué pasó? -preguntó al ver el insistente llanto del pequeño

 

-Se rozó.- Fue lo que contestó Edward al abrir la pomada y comenzar a aplicarla sobre el área afectada del pequeño Ben con mucho cuidado. -No me había pasado antes y el pobre de Ben sufrió por mi descuido...

 

-Esas cosas pasan, tu mismo lo dijiste, ¿no? Apenas estás aprendiendo y como éste, otros y más errores o descuidos te pasarán -se recargó en la cama y acarició la mejilla húmeda del pequeño que ya empezaba a sentir alivio en su traserito -Pero siempre puedes tener una solución y cuentas con tu buena intuición, ya vez, supiste que estaba rozado por pura intuición.

 

Edward colocó suficiente pomada en el traserito de Ben para después mirar a Roy. Se sentía tan extraño escuchar a Roy tratando de subirle el ánimo en vez de echarle la culpa como meses atrás lo hubiese hecho.

No pudo evitar sonreír y asentir ante eso mientras comenzaba a ponerle el pañal al bebé.

-Si... es verdad...

 

Ben estornudó con fuerza para después mirar a Roy y sonreír, haciendo ruidos enérgicos de alegría al ver al pelinegro.

-Estornuda mucho -ladeó la cabeza, para después acariciar el puente de la nariz del pequeño -¿Es efecto de la medicina o es alérgico a algo? -preguntó Roy sentándose correctamente en la cama.

 

-Es por el problema de sus pulmones...- Aclaró Edward vistiendo a su bebito de la manera correcta para después cargarlo y besarle la mejilla, contento de que ya halla dejado de llorar. -El doctor cree que con el tiempo este problema se le va a quitar... pero sólo el tiempo lo dirá.

Arrullaba al pequeño en brazos y miró a Roy. -Mientras Ben esté sano, ese problemita será de lo que menos quiero preocuparme...

 

Ben estornudó de nueva cuenta y acomodó su cabecita automáticamente en el hombro de su mami, cerrando los ojos de apoco.

-¿No sabes porque tiene ese problema? Es decir...-intentaba encontrar las palabras correctas sin herir a Edward u ofenderlo. Pero nada coherente venía a su mente.

 

Edward se le quedó mirando sin comprender que era lo que Roy quería preguntarle mientras él acariciaba con calma la espalda de su bebé. -¿Qué cosa?

 

-Olvídalo -soltó parándose de la cama y acomodándose la gabardina con cuidado, se dirigió a la puerta del cuarto.

 

-¿Ya te vas?- Preguntó el rubio sonando un tanto decepcionado por dos cosas. Uno: que Roy no le dijo lo que había pensado. Dos: Roy no llevaba ni cinco minutos  y ya quería irse.

Se paró de la cama con todo y bebé y siguió a Roy hacia la puerta.

 

-¿Quieres que me quede? -preguntó volteando ligeramente su rostro hacia el chico, esperando su respuesta.

 

El rubio se quedó callado varios segundos al analizar la pregunta del pelinegro y terminó desviando su rostro cuando un sonrojo se presentó en sus mejillas y lo hizo asentir.

-A Ben lo pone muy contento verte...- Comenzó algo avergonzado. -Y... pues... yo... no quiero estar tan solo...

 

Se dio media vuelta y se encorvó hacia el pequeño que sonrió al tener tan cerca de Roy -Por ti me quedo, pequeño -dijo con una inexplicable ternura.

 

‘¿Y por mí?', Preguntó el rubio en silencio sintiendo un toque de celos ante aquellas palabras.

 

Negó con fuerza varias veces, ahuyentando aquel pensamiento de su mente. ¿¡Cómo podría tenerle celos a su propio hijo por el afecto de Roy?!

Edward sonrió al ver lo contento que se había puesto Ben y dijo:- Me alegra que hayas decidido quedarte...

 

-Lo hago por Ben, me alegra agradarle -dijo jugando con una manita del pequeño, quien reía a carcajada abierta.

 

Y otra vez ese sentimiento estorboso se coló en su pecho como una rama de espinas cubriendo su corazón.

-Si... por Ben.- Contestó con una sonrisa falsa y mordiéndose la lengua al notar lo que hacía y lo que sentía.

‘¡Cálmate Edward!', Se regañó de nueva cuenta ante su actitud tan inmadura.

 

-¿Me dejas cargarlo, Acero? -preguntó Roy con un tono algo avergonzado, Ben estornudó.

 

Edward parpadeó varias veces algo confundido y después asintió al captar la pregunta.

-Si, no tienes ni por que preguntarme...- Fue lo que dijo al, con cuidado, pasarle el bebé al mayor de los tres.

 

Roy tomó con cuidado a Ben y como si sus pasos ya estuvieran marcados, se guió solo a la cama, donde se sentó y miró a Ben con ojos profundos y llenos de cariño. Ben bostezó con fuerza por el sueño que sentía, empezando a cerrar sus grandes ojitos.

Roy seguía maravillado con el parecido que tenía el pequeño con Edward, intentó hallar algo que le indicara que era de él... algo, una facción, marca... gesto, pero nada... ese niño parecía que se había puesto de acuerdo con los genes en no salir en nadie más que a Edward.

Suspiró sin poder evitar sonar decepcionado.

 

-¿Qué pasa?- Preguntó Edward sentándose a su lado y mirándolo curioso. -¿No quieres que se duerma?- Fue su pregunta al verlo tan decepcionado. -Ha de estar cansado por lo mucho que lloró...

 

-Si verdad, aunque aún es muy pequeño como para que juegue -aclaró Roy, Ben apenas tenía semanas de nacido, jugar con él era casi imposible, lo que ahora prefería Ben era dormir y comer.

 

Edward asintió al mirar a su pequeño y acariciarle la pelusilla que tenía por cabello. -Solo debemos esperar a que cumpla un año, cuando lo haga, apuesto que jugará con nosotros y durará más tiempo despierto...

 

El rostro de Edward lucía tranquilo mientras su mente comenzaba a divagar por lo bonito que sería compartir a su bebé con Roy en la relación padre e hijo...

Como le gustaría que Roy aceptara ser el padre de Ben y, por ende, ser pareja de Edward para juntos criar al niño...

 

Pero Edward mejor que nadie sabía que aquello era muy poco probable y que Roy jamás aceptaría que Ben es su hijo hasta que Havoc se retractara del rumor que dijo...

 

Edward suspiró ante aquello.

 

-¿A que se debe el suspiro? -preguntó Roy mirando directo a los ojos dorados de Edward, con un semblante intrigado y con Ben dormidito en sus brazos.

 

Edward fue sacado de sus pensamientos al escuchar la voz de Roy formulando aquella pregunta y lo único que se le ocurrió hacer fue negar, moviendo su cabeza lentamente de lado a lado.

-No es nada...- Mintió mirándole directo a los ojos.

 

-Lo sé...-dijo sin dejar de ver a Edward a los ojos -Cuando soy yo el que te pregunta "¿Qué te pasa?" nunca tienes nada -no era un reclamo, ni un reproche... pero sentía que ahora era un momento para sincerarse con Edward.

 

Al instante de escuchar de lo que Mustang hablaba, Edward apartó su mirada del coronel y la colocó en el suelo tornándola un tanto inconforme.

 -Es mera coincidencia, coronel...-Susurró para así permanecer.

 

-No, no es coincidencia... -empezó sin dejar de ver a Edward, a pesar de que éste ya no le miraba -Simplemente no me tienes la confianza de decirme las cosas. Y créeme que lo entiendo, creo que yo mismo me he ganado esa falta de intimidad entre los dos -miró hacia el frente con una sonrisa un tanto triste... ¿Y a que quería llegar Mustang?

 

Edward no dijo nada, tan solo miraba el suelo sin fruncir el ceño ni mostrando enojo... Tan solo lo miraba mientras escuchaba todo lo que Mustang quería decirle.

 

-¿Te apetece salir? -preguntó cambiando el tema radicalmente y mirando a Edward, Ben estornudó en sueños, escupiendo ligeramente, Mustang sonrió con ternura y limpió la boquita de Ben con su propia mano, siendo delicado para no despertar al pequeño.

 

El chico parpadeó varias veces ante aquella pregunta y así se atrevió a mirarle nuevamente para quedarse en silencio por algunos momentos y luego asentir con una sonrisa muy pequeña de colada en su rostro.

-Está bien...- Susurró sintiéndose un poco más despejado de sus pensamientos que acostumbraban atormentarle.

 

-Bien, regreso a Ben en una hora ¿Te parece? -acordó Mustang parándose y acomodando al pequeño en sus brazos -Necesita conocer más que estas cuatro paredes.

 

-¡¿E-eh?!- Exclamó Edward al escuchar las palabras de Roy. -¿A-a Ben? P-pero si yo pensé que yo...

 

-¿Qué tu que? Ya te dije que el niño no tiene la culpa de lo que está pasando, y se merece ir a pasear, le va a gustar mucho salir -hablaba Mustang mientras jugaba con una manita del pequeño que dormitaba teniendo la babita de fuera.

 

 Y los celos se presentaron de nueva cuenta en el cuerpo del rubio que rápidamente se cruzó de brazos y miró molesto hacia un lado luciendo de verdad fastidiado por ver la forma en la que Roy le hacía a un lado para salir sólo con su bebé. La exclusión que recibía solo lograba hacerle sentir peor.

-Haz lo que quieras...- Fue lo que dijo girándose a un lado y dándole la espalda tanto al coronel como a Ben. -Sólo no te quejes de que no supiste hacer que Ben dejara de llorar.

 

-Pues no creo tener problemas, le agrado a Ben y de seguro se va a portar bien -dijo con una sonrisa tierna dedicada únicamente al pequeño que estornudó con fuerza.

 

-Bien.- Soltó el rubio sintiendo los celos hacia un bebé consumirle por dentro. ¿Pero... era normal sentirse así? No lo sabía y ver como Roy le hacía a un lado solo lograba empeorar todo...

‘¿Para qué me ofreció salir si sólo quería salir con Ben?', se preguntó el rubio completamente ofendido.

 

-Acero... ¿Estás celoso de un bebé? -preguntó Roy con un ligero toque de burla e incredulidad en su voz. Ya lo presentía con pequeñas actitudes de Ed y hasta cierto punto las entendía, apenas era un adolescente, no esperaba a que se le facilitara ser maternal con su propio hijo.

 

El mencionado rápidamente se giró para mirar a Mustang de frente y, con un sonrojo atravesado por sus mejillas, rápidamente negó con fuerza. -¿Yo? ¿Celoso de Ben? ¡Claro que no!- Alegó avergonzado por ser descubierto. -¿C-como puedes decir tonterías como esas?

 

-Ahora yo imagino cosas -dijo meneando una mano con ironía, para después sonreír a su modo -Vamos juntos  -alzó su mano hacia el rubio, extendida para que éste la tomara. Mustang sonreía de un modo... ¿dulce?

 

Edward miró la mano de Roy por varios segundos, aún sonrojado hasta las orejas, luego vio su propia mano fría por la temperatura del cuarto, y con algo de timidez, la levantó y la colocó sobre la del pelinegro. -Está bien...

 

Sujetó con fuerza medida la pequeña mano que le aceptó, era un momento tierno, algo extrañamente mágico, Roy sin pensarlo, lo acercó un poco más a él.

-Cámbiate a algo más caliente, igual a Ben, no quiero venir la próxima vez y que ambos estén enfermos -regañó Roy, soltando la mano de Ed y dándole a Ben con sumo cuidado -Te espero afuera.

 

Edward asintió mientras miraba a su pequeño y lo sujetaba de la manera que tenía que hacerse. -De acuerdo, no tardaremos.

 

Roy asintió y salió del cuarto pequeño y de madera, cerrando la puerta tras salir. Ben estornudó al momento de encontrarse solo con su papi. Gritó en un chillido de felicidad.

 

-¿Ya te despertaste, chiquito?- Preguntó Edward con una voz tierna y besando la mejilla de su único hijo para después mirarle con cariño. -Vamos a cambiarnos que el coronel nos va a sacar a dar una vuelta.

 

Ben cerró los ojos al recibir el besito de su papi y gritó de nueva cuenta lleno de emoción, moviendo sus manitas con alegoría y entusiasmo.

Hizo un sonidito mas o menos como "AGU" y saliva cayó a su barbilla.

SAIGO NO KAJITSU: http://www.youtube.com/watch?v=WXGCc8gKsQg

 

Notas finales:

El Universo Examensal de SupaMame

¡PALO!

Ahora no diremos nada largo, tengo que estudiar ya para mis examenes finales.

Recuerde, ¡Sus reviews son nuestra gasolina!

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A:

SAMIYUMI

YUKO 7

HOPE

ANÓNIMO

DARA LEE

SERIKA KAO

SEIKETO NAYSET

HASAYA

ANA

MABELING

MAR SNAPE

YUKI KUNIMITSU

¡GUBAI!


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