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Bajo la Sombra de una Iglesia por Supa_Mame

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Notas del capitulo:

El Universo Acelerado de SupaMame 

¡Palo!

Pasamos rápido, andamos cortadas de tiempo, lamentamos no poder dejar los agradecimientos como siempre, pero igual los tenemos en cuenta, ¡Gracias por todo su apoyo y seguir con nosotras!

¡GUBAI!

 

 

Lloraba en silencio. ¿Hacía cuanto que llevaba encerrado en aquella celda húmeda y helada? No lo sabía, pero lo que sí sabía es que sus millones de lágrimas eran la evidencia de que ya había pasado un largo rato.

Tenía frío, temblaba por andar descalzo y sin ningún abrigo en aquel lugar y optó por abrazarse a si mismo en u intento de auto calentarse con su calor corporal.

 

No sabía a donde lo habían llevado. Sabía que era una prisión o algo por el estilo por el simple hecho de estar detrás de una celda pero... había muchas prisiones en Central, y más en todo Amestris...

 

Aquella duda le añadía más peso a la impotencia que Elric sentía en aquel momento. Edward no merecía estar tras las rejas... lo sabía.

 

Mantenía sus manos en dos puños fuertemente apretados y con aquellos guantes de acero que lo tenían esposado. ¿Dónde estaba Ben? ¿Dónde lo tenían? ¿Lo habían atrapado como lo hicieron con él? ¿Estaba asustado? ¿Y... su medicamento?

 

Pasos resonaron entre las paredes de aquel lugar húmedo y frío. Cada vez más cerca y más cerca. Todas las celdas de aquel lugar estaban ocupadas por varios reos que miraban al de traje azul con odio y resentimiento.

Llegó por fin a la celda donde el alquimista estaba y se posicionó frente a ésta, dejando su sonrisa altanera a la vista y sus ojos frívolos y llenos de satisfacción.

-Alquimista de Acero... -susurró lo suficientemente alto para que lo oyera el dueño del calabozo.

 

El rubio le hizo levantar la mirada y colocarla en la persona del otro lado de la reja. -Teniente Coronel Archer...- Susurró afilando la mirada al verlo mirarle de aquella manera. Se limpió con rapidez las lágrimas y se paró de su asiento para caminar hacia los tubos de acero que lo encarcelaban en ese lugar. Su pie humano hizo contacto con el piso polvoriento y lleno de piedras pequeñas que se enterraban en su planta del pie pero aquello no le importaba a Elric cuando tomó los barrotes de aquella celda. -¡¿Dónde está mi bebé?!

 

Justo la reacción que se esperaba, no habían encontrado al supuesto bebé, pero si Edward alegaba la existencia de uno y estaba preocupado por él, significaba que no sabía si lo tenían ellos o no... aquello era un punto a su favor.

-¿Tu bebé? -preguntó levantando una ceja con interés -Entonces es cierto eso de que puedes dar vida...-soltó tomando una mano del chico, sin soltarlo, para después tocar el vientre plano del pequeño -Justo aquí... ¿Puedes sostener una vida, Alquimista?

 

-¡No me toques!- Gruñó el rubio de la mirada afilada y forcejando para que Archer le soltara la mano y se alejara de él.

 

-¡Responde la pregunta! -ordenó mirando al rubio directo a los ojos -Si no quieres que ese mocoso sufra tus impertinencias más te vale cooperar con todo lo que se te ordene -soltó sin separar mucho sus labios y hablando con recelo.

-¿Cómo es posible que puedes hacerlo? Y ¿Desde cuando estás conciente de este increíble descubrimiento?

 

Edward sintió temor al escucharlo expresarse así de lo que podría pasarle a Ben más el temblor de sus pupilas fue la única evidencia de aquello y lo único que Edward se atrevió a mostrar. Por el bien de Ben... se veía obligado a contestar...

-No sé, no me pregunte sobre la biología de mi cuerpo que ni sé como es posible que un hombre se pueda embarazar. -Soltó con una mirada de pocos amigos. - Solo sé que puedo hacerlo y lo sé desde hace nueve meses ¡¿Está bien?!

 

-Una -dijo soltando al chico de mala manera.

 

-¿Una?- Preguntó el rubio al irse un poco hacia a un lado por aquella forma como le había soltado. -¿Una que?

 

-Una impertinencia -soltó sonriendo de modo venenoso -Ese "esta bien" no me gustó para nada el tonito... veamos como lo toma tu bebé -dijo para después dar media vuelta con toda la intención de irse de ahí.

 

-¡No te atrevas a tocar a mi bebé!- Grito Edward aferrándose nuevamente de los barrotes de aquella celda. -¡Déjalo en paz! ¡El fenómeno aquí soy yo! ¡Ben no tiene nada que ver en esto!

 

-Con que "Ben" -dijo sin mirar al rubio -Pues ‘Ben' tiene que cumplir tus castigos, ya que... como dijiste, el fenómeno eres tú, con el pequeño podemos hacer lo que queramos -continuó sin dejar de caminar con desinterés y con un tono de voz irónico.

 

-¡¡NO, PORFAVOR!!- Gritó Edward cerrando sus ojos con fuerza al igual que su agarre sobre aquellos barrotes oxidados. -¡NO LO LASTIMEN! ¡ES SÓLO UN BEBÉ!

 

Se sentía tan vulnerable... Sin alquimia, sin Ben, detrás de aquella celda, esposado... ¿Qué más estaba en su contra?

 

-Debiste de pensar en eso antes de actuar como lo hiciste -dijo volteando por sobre su hombro con la mirada afilada, sin dejar de sonreírle de modo altanero.

 

¡¿Acaso ese hombre no tenía corazón?! ¡Pensaba castigar a un bebito inocente de todo mal! ¡¡Aquello era inhumano!!

-¡CASTIGUENME A MÍ PERO A MI BEBÉ NO LO TOQUEN!- Gritaba con desesperación y sintiendo como sus ojos comenzaban a arderle por las lágrimas que querían caer por sus mejillas.

 

Sus piernas ya no pudieron sostenerlo, se cayó de rodillas en el suelo aún sosteniéndose de aquellos fríos barrotes y con su cabeza cabizbaja, escondiendo el hecho de su llanto. -¡Te lo suplico...!

 

Pero el teniente coronel ya había desaparecido, dejando solo al Alquimista de acero, se podía escuchar el eco de las gotas cayendo al suelo, sobre charcos sucios.

Y los lamentos de Edward y los quejidos y enojos de los reos.

 

-Ben...- Decía entre sollozos y abrazándose a sí mismo como fuese posible. -M-mi bebé...

Sus hombros temblaban por cada uno de sus lamentos y lágrimas derramadas. Llevó una de sus manos a cubrirse su propia boca al sentir como su llanto se volvía cada vez más fuerte y descontrolado... tanto que se daba lástima a si mismo... -¡BEN!

 

Miró a la ventana, justo en ese momento una hoja del árbol enorme se desprendió, dando ligeras vueltas en el aire, para después perderse en la nada. Su mirada sería había seguido ese trayecto en silencio, para después suspirar con cansancio.

Miró su escritorio y ahí estaba la bufanda que Edward le había tejido, ¿Por qué tenía un extraño presentimiento?...

-Acero...-susurró con suavidad, para después tomar la bufanda entre sus manos y en un reflejo inconciente, se la llevó a la nariz, tenía el aroma del chico...

 

Mientras eso pasaba, un pequeño lloraba con fuerza en los brazos de Celia, quien solo intentaba calmar aquel llanto triste y lastimoso.

-Ya, bebé, tranquilo...-susurraba Celia, ya le había dado las dos medicinas al pequeño y éste solo seguía llorando -No se que hacer... Ed... ¿A dónde te llevaron esos desgraciados?...

 

-¿A que haz venido, Helmer?- Pregunto Archer quien examinaba unos papeles en aquella oscura oficina. Su porte lucía serio y sus ojos azules brillaban en la oscuridad al igual que la pálida piel del hombre. -¿Ya te llegó la noticia de que atrapamos al enano de acero?

 

El hombre corpulento asintió ante la pregunta del teniente -Pero no vengo a eso -dijo con algo de enojo, su sombrero de traje estaba entre sus manos, siendo arrugado, dando vueltas -V-vengo por lo de mi compensación, señor...-dijo con un tono sumiso y algo nervioso.

-U-usted sabe... uno no puede estar tranquilo... si cosas como esas no están resueltas... -justificó Helmer con voz estúpida.

 

Archer apartó la mirada de aquellos papeles, que tanto lo tenían ocupado, y miró al hombre. -Dinero no me pidas ahora.- Aclaró con un tono molesto y fastidiado. -Toda esta investigación se está llevando todas mis ganancias.

 

El hombre miró al teniente con duda y consternación -P-pero... entonces...-Helmer estaba algo agobiado con la declaración de Archer, no cabía en su asombro -Entonces... ¿Cómo me pagará?... N-no es que lo esté obligando a pagarme... es solo que...

 

Archer colocó su mano sobre su barbilla y la acarició mientras pensaba por unos segundos. Quería quitarse a ese tipo de encima, por lo tanto tenía que ya darle su recompensa por los datos de acero para así que lo dejara en paz.

‘Esperen un momento...', pensó Archer cuando una sonrisa malvada se apareció en su rostro. ‘El alquimista de acero...'

 

-...tengo gastos que hacer y deudas que no me dejan tranquilo -seguía hablando el hombre, inventando excusas para poder salir con algo de dinero de ese estudio. Hasta que notó la sonrisa del teniente pálido -¿Señor?...

 

-Dime, ¿Te molestaría si te pago con sexo?- Preguntó Frank Archer maliciosamente quien, al ver la confusión del hombre, siguió hablando. -¿Recuerdas al rubio de acero?

 

Las gotas seguían cayendo en aquel lugar, haciendo ver las celdas más lúgubres y tristes. Paseaba su sombrero entre sus manos, con una sonrisa un tanto emocionada, en sus ojos se podía ver el brillo de malicia y de vez en vez se acomodaba la corbata y se peinaba la pelona que brillaba aún en la oscuridad.

Hasta que llegó a la celda del alquimista, posicionándose frente a esta, un soldado estaba en la espera de abrirle la celda.

 

El rubio seguía en el suelo, sollozando lastimosamente estando cabizbajo y sin estar conciente del peligro que corría en aquel lugar. Se escuchó como un pequeño quejidillo salió de su boca al inhalar aire. Su túnica estaba llena de polvo y sucia por el ambiente en el que se encontraba pero aquello no le importaba al alquimista que lloraba por su bebé.

 

El sonido de unas llaves se escuchó en ese momento, para después seguirle el correr de una reja oxidada, unas cuantas palabras sin sentido e importancia y nuevamente la reja volvía a oírse rechinando con fuerza y un silencio continuó...

-Pobrecito...-susurró aquel hombre sin sentirlo en verdad, acercándose a Edward y acariciarle el cabello con ternura -Ya me contaron la triste suerte que corre tu bebé...

 

Edward se tensó al sentir aquella mano acariciarle la cabeza y no tardó en levantar la mirada acuosa para ponerla sobre el hombre. -¡Usted...!- Fue lo que dijo el rubio a reconocer al hombre en aquella celda.

 

-Ah que sorpresa, me recuerdas aún -dijo en verdad asombrado por la buena memoria del chico, no dejó de acariciarle el cabello, agarrando la trenza y desbaratándola enseguida, para dejar al chico con su cabellera suelta -Que bueno, por que sabes... la otra vez me dejaste con las ganas -se relamió los labios y después se tocó la frente en donde descansaba un parche -Además de que tu noviecito me debe éste insulto -objetó en verdad ofendido.

 

-¡¿Éste insulto?!- Repitió el rubio al patear aquella mano lejos de él. -¡Casi matas a mi bebé! ¡Te mereces que te vuelvan cenizas!

 

Se arrastró hacia atrás. Estaba solo en aquella celda con aquel hombre con pensamientos lujuriosos, no tenía muchos puntos a su favor al estar esposado y en aquel estado emocional. ¡No se dejaría vencer!

 

-Vaya, ya me lo había advertido el teniente -se dijo el hombre al sobarse la mano que Edward había agredido, para después mirar al chico y sonreír mostrando todos sus dientes mal cuidados y amarillentos -Y me dijo como tenerte bien controladito...

 

Edward frunció el ceño al, después de arrastrarse, chocar contra la fría pared de aquella celda mal cuidada. -Déjame.- Gruñó  completamente fastidiado por la situación.

 

-Esta bien -dijo parándose y sin dirigirse a la reja oxidada -Tendré que decirle al teniente que fuiste un chico muy insolente, que me deje al menos cojérme al pequeño -apremió sin darle mucho interés a sus palabras y mirar con victoria al alquimista -Total dijo que podía follarte a ti o al niño y pues... ese pequeñito no se ve nada mal, apuesto que será igual de apuesto que tu cuando sea grande... digo, si es que no se nos muere en una penetración...

 

Edward sintió como le daban un golpe en el pecho al escuchar aquellas palabras tan enfermas salir de aquel hombre. ¿¡Violarse a un bebé?! ¡Eso estaba mal! ¡Era completamente enfermo e inhumano! ¡No podía dejar si quiera que... tocaran a su hijo!

-¡ESTÁS DEMENTE!- Gritó el rubio con la voz quebrada por el terror que sentía al mirar a aquel hombre. -¡A MI BEBÉ NO LO TOCAS! ¡ALÉJATE DE ÉL!

 

-Lo siento, chico -dijo mientras golpeaba la reja para que el guardia le abriera, ya que no estaba -El teniente tiene razón, no sabes pensar las cosas con detenimiento, y ese pobre bebé la va a pagar, así como pagará tu mala conducta contra el teniente -negaba ante sus palabras, sintiendo una lastima falsa y mal sana.

 

-¡NO, PORFAVOR!- Pidió el rubio intentando arrastrarse con sus rodillas hacia el hombre, usando su codo izquierdo como soporte, ya que sus manos seguían esposadas. -¡Te lo ruego!- Se atrevió a decir cuando sus lágrimas se reanudaron. -¡A mi bebé no...! ¡Tómame a mí!

 

El sujeto se volteó y aprovechó para darle una fuerte bofetada con los nudillos al chico rubio, sin dejar su faz seria.

-Eso es por lo que me hizo tu estúpido novio -soltó entre diente, acariciándose su mano con asco. No dejando en claro que había aceptado a Edward y no a Ben.

 

Edward echó un grito por aquel golpe tan sorpresivo y calló de lado en aquel frío suelo de concreto. Un hilo grueso de sangre comenzó a salir de la boca del rubio quien no se molestaba si quiera en levantarse.

-A-ah...- Se quejó con sus ojos cerrados que aún lloraban. -Él no... es mi novio...

 

Se quedó quieto por varios segundos al intentar calmarse o aclarar sus pensamientos pero sólo la carita llena de inocencia de Ben aparecía en su mente.

-Por... favor... mi bebé no...- Pidió al abrir sus ojos y mirar al hombre parado a su lado.

 Se odiaba a si mismo por degradarse tanto al estarle suplicando a aquel hombre que ni su respeto se merecía pero por Ben haría lo que fuese.

 

Helmer se relamió los labios al ver al alquimista en ese estado -En verdad que ustedes los alquimistas... sin alquimia no son nada... solo simples humanos y ya... bueno, tu no puedes ser llamado humano ya que... lo que tu cuerpo puede hacer no puede ser cosa de Dios... no en un hombre -se acercó a Edward y lo tomó por el cabello -Ándale, ponte como el perro que eres -ofendió el corpulento señor, empujando a Edward del cabello y ponerlo de espalda -Continuaremos donde nos quedamos...

 

Las cejas del rubio se encorvaron completamente hacia arriba, dándole un aspecto de completa tristeza y desesperación al verse tan impotente en aquella situación donde inevitablemente saldría perdiendo intentara lo que intentara.

Encontró la manera de colocarse en cuatro, como la última vez, apoyaba sus codos en el suelo y mantenía su cabeza cabizbaja mientras que su trasero era alzado por sus rodillas fuertes.

-B-Ben...- Lloró Edward cuando sus lágrimas se mezclaron con la sangre de su boca.

 

Helmer levantó la túnica de Edward, dejando ver los boxers del chico, se metió la mano por su bolsillo del saco, sacando una navaja con la que empezó a rasgar la ropa interior del chico, empezando desde donde estaba el ano del pequeño, sin tocarle con la fina hoja de metal.

-Eres un chico delicioso... -soltó lascivamente, desgarrando completamente la ropa interior del chico, haciendo que el aire frío del invierno que se sentía más en aquel lugar húmedo se colara más hondo en aquel cuerpo. Helmer lo notó al ver como la piel del chico se erizaba.

 

Edward temblaba por el crudo frío que desde hace rato tentaba en ponerle los labios morados, pero también temblaba por lo que la vida le estaba forzando vivir.

‘Ahora más que nunca creo que Dios no existe...', pensaba el rubio manteniendo su postura de ateo que jamás le había abandonado. ‘Si realmente existiera... entonces ni Ben ni yo estaríamos en este lugar y sufriendo de esta manera...'

Cerró sus ojos de nueva cuenta al sentir el frío de la navaja pasarle por su piel, provocándole escalofríos en el proceso y haciéndole sentir tan asquerosamente expuesto...

 

-Veamos que tanto te vio ese estúpido coronel hasta para dejarte preñado -adivinó Helmer, acercándose al anillo rosadito del rubio y pasando su lengua húmeda y rasposa en aquel lugar, dejándolo mojado, para después soplar con suavidad, haciendo que su aliento chocara con el ano del rubio.

 

Edward se aguantó un gemido al sentir aquel soplido sobre su entrada húmeda, sintió unas increíbles nauseas al realizar lo que iba a pasar en aquella celda y con todos esos prisioneros de testigos.

Apretó sus ojos cerrados y se cubrió la boca al voltear su rostro y estampar sus labios contra su propio brazo derecho.

 

Frunció el dejo en desagrado ante la actitud del rubio y lo tomó de las hebras doradas con fuerza, jalando su cabeza hacia atrás, dejando su cuello expuesto.

-Si te vas a omitir los gemidos, me largo con el niño, ese mínimo gritará lo que tu te aguantas ahora -le amenazó entre dientes, mientras susurraba aquello al oído de Ed, escupiendo de vez en vez.

 

-N-no...- Susurró el rubio de garganta apretada por el miedo que se le inculcaba. Gimió con falsedad en un intento de complacerle desviando su mirada para después cerrar sus ojos nuevamente, sintiéndose de lo más idiota. ¿Por qué se le hacía que el tiempo corría tan lento...?

 

-Así me gusta -soltó dejando caer de modo pesado la cabeza de Edward al concreto de la cárcel. Se devolvió al trasero del pequeño y lo acarició con sus dedos gruesos y toscos, pasando después su otra mano por dentro de la túnica que caía al suelo, dejando ver el pecho del rubio.

-Me gusta esto...-dijo acariciando el pequeño busto que Edward había desarrollado para alimentar al pequeño Ben -Es como violarse a una chica... pero por el culo -su otra mano seguía ocupada con el ano del chico que no penetraba.

 

Gimió involuntariamente y odiándose por ello al sentir las manos de aquel hombre experto sobre su pequeño busto que, desde que tuvo a Ben, se había vuelto muy sensible. Después del gemido se escuchó un lamento y un sollozo de parte del rubio que había comenzado a llorar nuevamente con fuerza.

‘Roy... me van a violar...', pensaba con dolor y sufriendo varios espasmos en su espalda por el llanto que se llevaba acabo. ¡Estaba aterrado!

 

-¡Pero que estoy haciendo! -se dijo dándole una nalgada al rubio, dejando el área roja -No tengo por que ser gentil contigo... quiero escucharte gritar y suplicarme que pare.

 

Un chillido se le escapó al rubio entre dientes al sentir como le golpeaba, el frío duplicaba el dolor. Sus piernas temblaron, amenazando que podría derrumbarse si le seguían maltratando en aquel ambiente.

Tenía tantas ganas de lanzarle una tremenda patada con su pierna de implante a aquel hombre cuyo nombre desconocía pero... Ben corría el riesgo... no podía revelarse. Tenía que ser sumiso por más que lo odiara, después de todo era él o Ben. Jamás dejaría que su niño sufriera lo que él...

 

Lo tomó de los hombros y lo volteó con brusquedad, sin importarle si la cabeza rubia se golpeaba en el suelo ante tan violentan acción. Tomó la túnica de la bastilla y la subió todo lo que se podía, dejando a su vista el panorama del pecho del alquimista, tapando, sin quererlo, la cara del chico, ya que había alzado la prenda hacía arriba.

El sujeto se saboreó los labios al verle de aquella manera...

 

Aquel golpe en la cabeza realmente le había dejado un tanto mareado, pero no fue algo que Edward no supo sobrellevar.  Sintió como su cuerpo titiritaba del frío que golpeaba contra su piel tostada un poco empalidecida, por el trato recibido en las últimas horas, y fue allí cuando zarandeó su cabeza en el intento de quitarse la túnica del rostro, logrando con ello sólo mostrar sus ojos dorados que ya se habían hinchado del llanto que llevaba acabo.

 

¡Era un prisionero bajo la protección del estado! ¡¿Cómo era posible que dejaran que este tipo viniera a amenazarlo con el bienestar de Ben y abusar sexualmente de él?!

 

-Por debajo solo das pena chico... pero arriba -decía ofensivo, llevando una mano gorda a los pezones erectos por el frío y empezar a aplastar el izquierdo con suavidad, dando vueltas en círculos, jalándolo y picando la puntita redonda de éste.

-Tu bebé debe tener suerte al siempre poder disfrutar de este botoncito...

 

-Para tu información, biológicamente el busto de la madre sirve solo para alimentar al bebé no para que morbosos lo toqueteen por placer...-Susurró el rubio que ya se había sonrojado ante los toques que recibía y con un poco de su carácter terco se mostrara a flote.

 

-Esa fue la última que te tolero, me largo con el mocoso -dijo ofendido por las palabras de Edward, dejando caer la túnica sin que ésta cubriera mucho, se paró y se encaminó a la reja.

 

-¡E-espera!- Reaccionó el rubio que se sentó al instante de ser abandonado. Su túnica cayó hasta sus piernas, cubriéndole y brindándole un poco del calor robado. Más aquello no fue de importancia para Edward ya que, por sus descuidos, Ben iba a pagar de nuevo. -¡Mi hijo no!

 

-Estoy harto de tus metidas de pata, así que: O te callas y solo te dedicas a gemir o voy y me dedico a partirle el trasero a "Ben" -enfatizó la ultima palabra con sorna y burla -Otra más de tu insolencia y ya no habrá pero que valga, me cojeré a tu hijo frente a ti

 

Edward negó con su cabeza automáticamente al escucharle aquellas amenazas con sus labios entre abiertos, temblando, y la sangre que seguía fresca y cayendo por su barbilla.

Bajó la mirada y abrió sus piernas lentamente y con temor, tratando de darle a entender que lo tomara, que se quedaría callado y que haría todo lo que le pidiera con tal de salvar a su bebé. Sus piernas abiertas exponían todo lo que el trenzado tenía que mostrar que había entre ellas...

 

Helmer vio la disposición con la que el chico se dejaba hacer y se relamió los labios de nueva cuenta.

-Así me gusta... que seas obediente -dijo caminando hacia el rubio y posicionarse entre las piernas del rubio, separándolas un poco más, para después, empujar con delicadeza el torso de Edward, hasta recostarlo en el suelo.

 

Edward, al sentir que su cabeza tocaba el frío suelo de concreto, la recostó de lado pidiéndose perdón a si mismo por lo que iba a permitir que le hicieran. Cerró sus ojos por varios segundos, sus lágrimas bajando con ello, para después abrirlos de nuevo e intentar hacerse a la idea que terminaría perdiendo de una u otra manera.

 

‘Después de todo... Roy fue el que se llevó mi virginidad...', pensó con algo de consuelo y manteniendo sus piernas abiertas para aquel hombre.

 

Levantó la túnica y nuevamente dejó el pecho de Edward descubierto, esta vez acercándose al pezón izquierdo de Edward, cubriéndolo por completo con su boca caliente, empezando a succionar, chupar y lamer aquel botoncito rosado.

-Te dejaré vació...-susurró entre dientes, con el pezón del rubio atrapado entre ellos, jalándolo un poco, para volver a succionarlo y sentir un extraño sabor invadir su boca.

 

Se sonrojó de mil tonalidades y sus cejas se encorvaron hacia arriba para que, al instante gimiera sin si quiera tenerlo planeado y odiándose por ello.

‘¡No...!', Pedía el rubio en sus pensamientos mientras movía su cabeza de lado a lado cubriéndose su rostro, a como podía, con sus brazos de la vergüenza. ‘¡Esa leche la necesita mi bebé...!'

 

Un nudo apresó su garganta cruelmente.

 

Escupió al suelo aquel liquido blanco, desperdiciando la leche que había sacado del cuerpo del rubio, su rostro mostraba cierto asco, que se mezclaba con la lascividad en su mirada -Todavía no termino -dijo sonriendo y volviendo a acercarse al pecho del rubio y volver a repetir la misma acción, succionando y escupiendo en el suelo, la leche que le pertenecía al pequeño Ben...

 

-¡D-detente...!- Pedía el rubio con voz suplicante al ver como se desperdiciaba la comida de la que dependía su niño para nutrirse y alimentarse como era debido. -¡Te lo suplico...!- Cerró sus ojos en un intento de pararse y detenerle.

 

Se separó del pecho del chico, dejando escurrí aquel liquido entre sus labios y chorreando un poco el pecho de Edward, le miró a la cara -¿Me lo suplicas? Pero si te estoy haciendo un favor... te saco lo que no le pertenece a tu cuerpo...

 

-Pero es lo único alimento que puede consumir mi bebé...- Susurraba el rubio con temor a que ese hombre tomara sus palabras como otra de sus metidas de pata. Su labio tembló ligeramente y bajó la mirada.

 

Helmer le miró con cautela, viendo cada gesto del chico, tomando con su mano la mejilla de éste, obligándole a que le mirara, sin presionarlo.

Por más extraño que pareciera, la mirada de aquel hombre destellaba ligeramente un poco de ¿compasión?

 

Edward lo único que podía hacer era mirarle y sentirse incomodo con aquella cercanía. Sus orbes doradas huían de los orbes del  otro, su respirar se agitaba segundo a segundo y el alquimista de acero solo rogaba que terminara con él de una buena vez.

 

-No me importa...-dijo refiriéndose al último comentario de Edward y volvió al pecho del rubio a su tarea de succionar y escupir contra la leche que segregaba el cuerpo de Edward, de un modo lascivo, obsceno y brusco -No te quedarán ni ganas de seguir alimentando a tu pequeño...

 

-¡NO! ¡DETENTE!- Pedía el rubio que comenzaba a agitarse en un intento de escapar de las manos de aquel hombre cuyo plan era dejar a Ben si que comer. Sus labios ya morados comenzaban a temblar por lo que quería evitar que sucediera. -¡PARA! ¡DETENTE!

 

Le sujetó de los cabellos, con hilos blancos escurriendo de su boca -Mira bien esto chico, si se te ocurre si quiera cerrar los ojos, aquí termina la suerte de tu hijo -agredió, mientras quitaba por completo la túnica de Edward, atorándose entre los brazos por las extrañas esposas que traía puestas, notando como la piel del chico se estremecía -No pierdas detalle -saboreó la leche que escurría de sus labios al tener sus ojos fijos en el pequeño busto del alquimista.

 

-¡NO! ¡POR FAVOR PARA!- Gritaba el rubio desesperado que temblaba mas por el miedo que por el frío que sentía. -¡NO TE ATREVAS!

 

Con una sonrisa desquiciada, se fue acercando al pecho del pequeño, capturando un pezón del rubio, empezando a succionarlo, como si fuera un bebé amamantándose de su madre. Miraba fijamente a los ojos dorados, vigilante de que no pediera detalle de lo que hacía.

 

La faz de Edward mostraba extremo temor ante la situación que vivía, sus ojos abiertos ampliamente mientras temblaban y las lágrimas hacían acto de presencia. Su boca entre abierta, mostrando sus dientes apretados los de arriba contra los de abajo. Sus labios ya morados, con la sangre que se secaba en su barbilla y la nueva que salía de su boca.

 

Veía al hombre amamantándose de su busto y la imagen de su bebé se vio manchada y tachada por los actos obscenos de Helmer. Edward comenzó a gritar al ver como aquel acto de alimentar perdía su pureza e inocencia por el morbo de su agresor.

 

Gozó de ver ese miedo en la mirada dorada, siendo más lascivo, pasó su lengua por toda la aureola del chico, y después capturó el pequeño botoncito nuevamente entre sus labios, dejando escurrí la leche entre sus labios, manchado la piel de Edward en el acto.

Escupió la leche al suelo y continuó imitando las acciones del pequeño Ben, mostrando morbo y lujuria...

-Es así como en realidad en esto... por que te gusta sentir que todos te desean... ¿verdad, putita?... incluso lo sientes de ese niño que tan gustoso amamantas... -hablaba sin separarse del busto de Edward y viéndolo fijamente a los ojos dorados.

 

-¡N-NO! ¡NO ES CIERTO! ¡YO NO...!- Gritaba Edward estremeciéndose y sacudiéndose en un intento de liberarse. Temblaba incontrolablemente del terror que sentía en la piel, quejidos y sollozos tan fuertes y lamentables salían de sus labios ya resecos. -¡BASTA! ¡D-DETENTE! ¡DÉJAME!

 

Agarró el cuello de Edward con fuerza, estrellando su cabeza contra el concreto -¡¿Qué te dije?! ¡¿EH?! ¡¿Qué fue lo que te dije?! -gritaba Helmer, con sus pequeños ojos inyectados de venas rojas y su rostro que empezaba a tornarse como una remolacha bien roja.

-¡Si no te callas y te dedicas solo a ver, voy a joderme a tu hijo! ¡Y lo despedazo frente a ti! -soltó el cuello, dejando marcas rojas y continuó en su tarea de succionar aquel pequeño busto, sin dejar de verle a la cara y desperdiciar la leche, que ya había echo charcos en el suelo.

 

Edward lloraba sin control alguno, sintiendo como el cansancio cubría su cuerpo desde las puntas de sus pies hasta sus finos cabellos dorados. Tanta succión, tanta leche extraída, tanto llanto, tanto grito... Edward perdía sus fuerzas segundo a segundo.

No quería que su hijo sufriera y por ello solo le quedaba llorar por su corazón y su alma, sin quitar los ojos de aquel hombre que lo tenía amenazado. Lloraba tan lamentosamente... ya no podía más y presentía que todavía le faltaba más por que llorar.

 

Era escoltado por varios soldados a cada costado suyo, su mirada al frente, fría y sería para todo al que le viera, su rostro erguido y sin mostrar ni una sola pizca de miedo o incertidumbre.

Varios soldados le miraban desconcertados, y murmuraban entre ellos. Roy sabía a que le llamaban, se lo había dicho cuando fueron por él a su despacho...

Habían encontrado a Edward... y lo peor del caso es que lo tenían con él... ¿Tendrían también a Ben?... temía que así fuera, ese pequeño no podía soportar un crudo frío en la cárcel... eso era cruel...

Llegaron hasta el despacho del Fuhrer, dejándole entrar y ser recibido por una horrible oscuridad, para después ser alumbrado con una luz blanca y que le daba únicamente a él.

Entrecerró la mirada ante el destello, más se compuso enseguida, intentando reconocer las caras en aquella mesa larga y fina, en la que encabezaba el Fuhrer.

 

-Alquimista de Fuego, Coronel Roy Mustang...- La voz reservada del Fuhrer resonó por toda esas cuatro paredes que encerraban al pelinegro con sus superiores. El Fuherer portaba un rostro frío y con rastros de enojo que eran disimulados por su seriedad tan marcada en su faz. -Supongo que sabe por que se solicitó su presencia en este momento.

 

Roy miró con disimulo hacia diferentes direcciones, cansado de este proceso de culpabilidad, pero no podía hacer nada, y ya sabía de ante mano que algo así sucedería, pero el problema es que no pensó que llegaría tan pronto...

Roy asintió ante la afirmación del Fuhrer y haciendo un saludo marcial contestó...

-Se me acusa de encubrir al Alquimista de Acero, Edward Elric, quien se sabía de antemano era buscado como fugitivo y traidor al estado -repitió la falta supuestamente cometida, pero si se revelaba ahora, lo más probable es que su sentencia fuera más pesada y lo mandarían a otra celda... y no se podía permitir esto... tenía que encontrar a Edward...

 

-Veo que asume sus responsabilidades muy bien, coronel.- Soltó el fuhrer recargando sus codos contra la mesa y así postrar sus dos manos, con los dedos entrelazados entre ellas, enfrente de su boca. -La complicidad es una falta muy grave, y usted por la posición que tiene en milicia ya debería saberlo muy bien...

 

-Si me permite aclarar esta situación, verá que...

-¡Silencio! -soltó una voz algo grave y molesta, que miraba a Mustang con enojo, era el general de Brigada Basque, con sus pequeños ojos fijos en el pelinegro, llenos de odio y real satisfacción -Una falta al estado es una falta al nombre del Fuhrer, y usted, a sabiendas de esa situación, no le importo y guardó en secreto la ubicación del Alquimista de Acero y lo peor de todo, el increíble descubrimiento en el cuerpo de éste.

Roy esta vez no pudo esconder su asombro, sabían sobre el estado del cuerpo de Edward... aquello solo le quitaba puntos y dejaba a Ed muy desprotegido... sin poder evitarlo, bajó un poco la mirada.

 

-Un interesante descubrimiento, para ser precisos.-Siguió el Fuhrer recargando sus brazos contra la mesa y, con su ojo negro, miraba con detenimiento al coronel, analizando cada una de sus expresiones. -La milicia ganará mucho dinero con este aporte científico que nos trae el cuerpo del alquimista de acero.

 

-¡Pero señor, es tan solo un niño! -justificó Mustang, un poco tenso ante la situación y sin poder evitar alzar un poco las manos -Ni el mismo Acero sabe lo que sucede en su cuerpo... además...-se quedó callado, si revelaba que Edward tenía un bebé... sería contraproducente, le buscaría... aunque como había pensado, no sabía si Ben también estaba aquí.

-Es un abuso utilizar un cuerpo que apenas está en crecimiento en este tipo de investigaciones... podría no dar el resultado esperado, ya que... 

 

-No está en la posición para hacer las decisiones por mí, coronel.- Le interrumpió el Fuhrer con un tono molesto en su voz. -Además ese "niño" le pertenece al estado con el simple hecho de haberse convertido en alquimista estatal.

 

El silencio se prolongó por unos cuantos segundos en lugar donde se juzgaba al pelinegro. El fuhrer se aclaró la garganta y siguió hablando. -Es decisión mía lo que se haga o no se haga bajo mi mandato. Usted cometió la falta grave de intentar cambiar este hecho y pagará de la misma manera que su famoso subordinado lo hace en estos momentos...

 

Roy abrió la boca, más enseguida cayó, estaba contra la espada y la pared, dijera lo que dijera, no cambiaría la decisión de ese hombre, bajó la mirada un tanto abatido y en eso sintió como le tomaban las muñecas y le retiraban sus guantes de alquimista, así como el reloj de plata y le esposaban con fuerza.

Mustang no emitió resistencia, si lo hacía... no ganaría nada, le tocaba jugar el juego del estado y encontrarse con Edward... después de eso... se las ingeniaría para sacar a Edward del calabozo en el que estaba.

-Señor, nos disponemos a llevarlo a la celda subterránea -soltó un soldado haciendo un saludo marcial.

 

El Fuhrer asintió al recibir los guantes y el reloj de ex-coronel Mustang y examinó el reloj de plata con su mirada para después mirar al pelinegro abatido. -Es una lástima ver como un tan excelente coronel abandona su puesto por tratar de defender a un subordinado caprichoso.- Soltó guardándose los guantes del hombre y su reloj en el bolsillo de su uniforme. -Ya encontraremos a alguien mejor.

Llévenselo ya.

 

Roy vio por última vez su reloj ser escondido, bajó la mirada un tanto y frunció el cejo hacia arriba, discretamente.

‘Lo siento, Maes...' pensó al ver que todo lo que había echo su amigo... había sido destruido en menos de un minuto, dejándolo desde ceros y como un reo al que se tenía que castigar por defender a un chico que merecía su protección sin dudarlo... pero ahora tenía otra misión... una en la que nadie más que él podía intervenir...

Caminó fuera de aquel lugar, dejando atrás todo por lo que peleó y derroto a otros... se sentía mal consigo mismo... afiló la mirada, pero no le fallaría a Edward.

Apretó los puños esposados y continuó caminando.

Su mirada chocó ligeramente con la de Archer, a quien le brillaban los ojos con entera satisfacción, Roy no pudo evitar voltear el rostro, sin dejar de verle... leyendo en ellos...

"Gané"...

Estaba asombrado... ¿Archer había soltado la lengua?... ¿Cómo diablos se pudo haber enterado?... ¿Qué pasaba en ese lugar?...

Fue jalado con fuerza y las puertas de aquel tribunal fueron cerradas, dejándolo expuesto con policías que le llevaban hacia la cárcel... su mirada jamás cayó al suelo, tenía dignidad y sabía de antemano que no había echo nada de lo que se sintiera arrepentido... y no lo entendía... había perdido todo por culpa de Edward, pero... no le preocupaba aquello, si no el pequeño rubio... ambos rubios...

 

Riza corría por los pasillos de aquel cuartel. Le había llegado la noticia de que el coronel había sido llamado por el Fuhrer al ser acusado por algo que ella también conocía. Sus pasos apresurados confundían a muchos, más la expresión de extrema preocupación que llevaba en su rostro.

Dio vuelta en un pasillo y se detuvo ante lo que veían sus ojos.

Roy esposado, siendo escoltado por más de tres soldados, y su mirada seria y orgullosa.

Riza no pudo evitar sentir como le ardía el pecho. ¡Tenía que hacer algo!

-Coronel...

 

Roy le miró por el rabillo del ojo, sin decir ni una sola palabra, más en esa negrura que podía llegar a confundirse con el azul marino más oscuro del océano, se podía leer claramente que todo estaba bien... que así como salía con la frente en alto de aquel cuartel, era como se sentía, sin culpa de nada y ni llevándose consigo a nadie más que estuviera involucrado, por que así como Riza tenía que protegerle... Roy había echo una promesa también de cuidarla, sin importar que... velaría también por la seguridad de quien siempre le fue fiel y estuvo con él sin importar nada... cuidaría del bienestar de Riza...

No permitiría que nadie más pagara por algo que no se arrepentía de haber ocultado... y quería que esa decisión de le respetara...

‘Como ultimo mandato de coronel... no, como un favor de amigos...'

Terminó aquel conecto visual, no sin antes que Roy le dedicara una de las pocas sonrisas cálidas y tranquilas que muy rara vez daba...

Después de aquello... fue llevado lejos de la rubia...

 

Riza le siguió con la mirada, percibía que el coronel sabía lo que hacía pero... no podía evitar preocuparse. Se llevó su mano a cubrirse su boca y así permaneció hasta que el Roy Mustang desapareció de su vista.

-No se rinda, coronel...- Susurró la mujer apretando sus puños y deseándole la mejor suerte al ex-superior. -Yo confío en que usted... puede salir de esta...

 

Bajó varias escaleras, las cuales, de empezar siendo de mármol fino, empezaban a tornarse de piedra dura y mal tallada, el frió empezaba a sentirse y la humedad era algo que se calaba en las fosas nasales sin desearlo en verdad.

El caer de las gotas se escuchaba con suavidad, dejando muy a obviedad, que aquel lugar estaba en muy mal estado, pasó su vista con sutileza por las celdas, viendo a varios prisioneros que él mismo había llevado a ese lugar, algunos le reían con autosuficiencia y otros solo se encogían de hombros.

Un sujetó algo gordo pasó justo a un lado de Mustang, solo que éste iba de subida, Roy no pudo verle la cara, ya que llevaba sobrero, más no le dio importancia, fue llevado hasta una celda algo alejada de las demás, un poco más cuidada y el soldado que le llevaba el encerró, para después hacer un saludo por costumbre, un saludo que Mustang no contestó... de buenas que le habían desatado las muñecas...

El soldado se fue, dejándolo solo en aquel lugar. Suspiró en derrota, sentándose en la cama mullida y sucia de aquel lugar...

 

Quejidos de dolor, mezclados con sollozos cansados, resonaban en un lugar no muy lejos de donde el pelinegro se encontraba sentado. Un chico rubio, que con sus pocas fuerzas intentaba cubrir su cuerpo herido y maltratado del crudo frío en el que se encontraba, yacía en el suelo de la celda vecina. Ya tenía marcas moradas alrededor de sus muñecas por las esposas que le ataban, su trenza estaba completamente deshecha y llena de suciedad del suelo, su rostro se encontraba más pálido que la nieve y sus ojos lucían completamente perdidos.

 

Levantó ligeramente su cabeza, abrazándose a si mismo por el frío de aquel lugar, miró su cama y se tapó con el sucio cobertor, pues de eso, a estar soportando ese frío, mejor aguantar ese olor a humedad que despedía esa colcha.

Escuchó unos extraños ruidos y miró a su lado derecho... sus pupilas se dilataron hasta su máximo, sin poder creer lo que éstas veían.

-A-Acero...-susurró Roy con un hilo de voz, estaba paralizado...

 

Edward levantó, a como pudo, un poco su cabeza al escuchar que una voz familiar le llamaba. La vergüenza no tardó en aparecer en el rostro que daba lastima de Edward, saber que la persona que más quería lo estaba viendo en aquel estado era una verdadera humillación para él. Bajó la mirada, respirando con dificultad por el frío que sentía y su cuerpo se sacudió.

-Coronel...

 

Se paró como si hubiera sentido una descarga en la cama y con pasos pesados de acercó al chico del otro lado de la reja que les separaba, cayó de rodillas en el mugroso suelo mojado, la cobija no había abandonado su cuerpo.

Los ojos temblorosos de Roy recorrieron todo el cuerpo del chico, asustado de lo que veía, de las piernas de Edward escurría un extraño liquido blanco... que enseguida entendió que era, su cuerpo estaba todo mancillado y su rostro...

-¿Qué...? -no había palabra coherente que saliera de su boca -¡Acero! ¡¿Qué quien te hizo esto?! -soltó enojado, agarrando los barrotes de la celda.

 

Edward no contestó, tan solo cerró sus ojos al sentir como se le humedecían las pestañas y sus lágrimas comenzaron a caer con más fuerza. No se podía abrazar a si mismo como en verdad lo necesitaba, le dolía todo su cuerpo y ya ni tenía fuerzas para si quiera moverse.

Sus sollozos se hacían vez con vez más altos, el vivo recuerdo de aquella horrible violación se asechaba al igual que la cruda realidad que vivía.

-M-me violó...- susurró entre sollozos.

 

-¡¿Quién?! -gritó enojado, jalando las rejas con fuerza, como si aquella fueran a ceder en algún momento su ensamble, más aquello era imposible -¡¿Quién fue el desgraciado que se atrevió a tocarte?!

Estaba enojado, frustrado y se sentía impotente ante la situación que se mostraba frente a sus ojos, le había fallado a Edward... le había fallado de la peor manera...

 

Edward se tensó un poco al escuchar aquellos gritos de parte del hombre en el que más había pensado mientras le penetraban su ya frágil cuerpo de porcelana. Escondió su rostro contra su brazo derecho y siguió llorando. -E-el desgraciado que casi mata a Ben...- Susurró con dolor mientras hipaba varias veces a causa de su llanto.

 

-Mal nacido... degenerado...-apretó sus puños con fuerza en los barrotes, sintiendo sus nudillos volverse más blancos de lo que ya estaban. Para después soltarlos con pesadez... ¿de que le valía enojarse en ese lugar?...

Hiciera lo que hiciera... jamás borraría de la mente de Edward... aquel horrible recuerdo, las sensaciones, el asco... nada... no valía la pena...

Pero si quiera pensar en carbonizar a ese hombre no le quitaría nunca ese mal sabor de ver a su pequeño en ese estado...

‘¿Su?'... ¿desde cuando Edward le pertenecía?... suavizó la mirada e intentó tocar al pequeño, pero era imposible, no lo alcanzaba..., estiró más su brazo, pero solo podía rozar los dedos de aquella manita lastimada.

-Ed...

Estiró más su mano... varias gotas mojaron mas el suelo, estaba llorando... lloraba por no poder proteger al rubio como lo había prometido...

 

El rubio de la sonrisa partida sintió como algo calido le rozaba los dedos y se separó con lentitud de su brazo para así mirar a Roy del otro lado de la celda.

Se sorprendió al encontrarlo llorando con la misma fuerza que él lo hacía.

‘¿Por qué llora?', pensaba el rubio confundido y sintiendo como sus propias lágrimas seguían bajando por su rostro. ‘¿Por qué llora si no soy mas que un subordinado, un amigo para él?'

 

Su mano se movió ligeramente hacia la de Mustang tocando más los dedos largos y pálidos del otro hasta lograr entrelazarlos un poco, afirmando su agarre y con un intento de encontrar todo el consuelo que su pobre y lastimada alma buscaba.

 

Cerró los ojos con lentitud, sintiendo como más lagrimas cálidas bajaban por sus mejillas, hasta perderse en ese piso sucio. Reafirmó aquel enlace, sintiendo esos deditos morenos fríos contra su piel que todavía estaba tibia...

-Aquí estoy...-susurró con voz apagada, intentando no llorar para no preocupar a Edward -Aquí estoy y no volveremos a separarnos... no mientras esté con vida... me dedicaré a protegerte... -abrió sus ojos mirando aquel cuerpecito desnudo que temblaba de frío

‘...Me las van a pagar... ese desgraciado de Archer y ese estúpido sujeto...' pensó sin dejar ver el odio y la preocupación en su faz, solo una mirada cálida y una sonrisa tranquila dedicada únicamente a Edward...

 

Edward apretó el agarre entre las manos de ambos y se arrastró un poco más hacia los barrotes que le separaban de Roy. Levantó sus orbes y miró las del coronel con algo de vergüenza por el estado de su cuerpo.

-¿Siempre...?- preguntó Edward con un tanto de esperanza en sus ojos.

Sabía que estando a su lado, nada malo le sucedería y tenía la esperanza de que el sol se asomara más en su triste vida.

 

Asintió con suavidad por la sutil pregunta del rubio, reafirmando el agarre entre sus manos -Siempre... siempre voy a estar contigo...-a como pudo y sin soltarle la mano al chico, pasó la cobija por la reja, intentando con una mano tapar aquel cuerpecito... lamentándose el tener que soltar la mano de Edward, intentó taparle mejor con las dos manos y de nueva cuenta, tomó la de Edward...

-Te voy a sacar de aquí... encontraré a Ben y te voy a sacar de aquí...

 

‘Ben...', Pensó el rubio con tristeza mientras disfrutaba el calor de la cobija que ahora le cubría su cuerpo lastimado y terminó bajaba la mirada

-N-no sé donde lo tienen...-Susurró llorando y tomando con fuerza la mano pálida de quien deseaba ser pareja en busca de consuelo. -No sé como lo tengan ni como lo cuiden, Roy...

 

-Shh...-calmó Roy sin mostrar precipitación ni preocupación frente a Edward, a pesar de que por dentro se estaba muriendo de la incertidumbre...

-Lo encontraremos... ya lo verás... y cuando lo hagamos... volverás a tenerlos en tus brazos y verás que nuestro pequeño está sano y salvo...-susurró con calma, intentando idear alguna idea que le ayude a salir de ahí, más nada parecía factible... ver toda la humedad de aquel lugar no ayudaba en nada... su fuego no podría funcionar... además, sus guantes no los tenía...

 

Edward asintió sin muchas energías y se llevó aquella mano pálida a su boca para besarla con sus labios morados y helados.

-No se si seguiría vivo si no hubieras llegado...- Admitió acariciando su mejilla contra la calidez de aquella mano de Mustang. Su llanto seguía presente pero su densidad y frecuencia había disminuido notablemente.

 

-No digas tonterías, Acero...-susurró comprensivo, sintiendo el beso frío en su mano que se humedecía por las lagrimas de Edward, su brazo empezaba a sentir cosquilleo, pero no le importaba, por que sabía que para el alquimista de acero, era como una salvación en esa horrenda oscuridad que le consumía...

-Tu eres la persona más fuerte que conozco... y se que una cosa como ésta jamás te tumbará por completo... Acero... no cierres los ojos, por favor...-pidió viendo la debilidad en el pequeño cuerpo... Ed podía sufrir de hipotermia si dejaba de moverse, al menos para temblar.

 

-¿Por qué los cerraría si solo lograría no verte de nuevo?- Preguntó el rubio con un toque de inocencia al intentar buscar una posición cómoda para sus manos esposadas y elevar un poco sus hombros para evitar que aquella colcha que le cubría se cayera de sus hombros con moretones.

 

-No te muevas...-dijo viendo que sería más doloroso para el mancillado cuerpo -¿No te ha visto ningún guardia? Debes de recibir atención médica...-soltaba Roy viendo a todos lados, sin encontrar algún soldado que les ayudara. Tocó la barra en medio de las esposas de Ed, eso no le permitía tocarse las manos, eso era muy cruel y podía notar las muñecas ligeramente moradas.

-Tengo que sacarte de aquí...-susurró para si mismo...viendo algo que le ayudase a lograrlo...-De algún modo... te sacaré de aquí...

SAIGO NO KAJITSU: http://www.youtube.com/watch?v=WXGCc8gKsQg


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