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Del odio al amor por Barbi

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Notas del capitulo:

Luego de cincuenta rechazos Hanamichi por fin consiguió que le dieran el si...

 

Hace dos horas que Hanamichi daba vueltas en su cama pensando en lo sucedido. Pensaba en los gemidos salidos de la boca del zorro, que para hablar tan poco gemía demasiado. Con este pensamiento una sonrisa se le dibujaba en los labios. Si, gemía por su causa, por todas las caricias que él mismo le dio.

Se avergonzó de su comportamiento, hasta ese momento no se sabía así de pervertido. Jamás había besado a una chica, y ni hablar de tener sexo, con los cincuenta rechazos en su historial no tuvo oportunidad de algo más. ¡Haruko! ¿Cómo pudo olvidarse de la linda de Haruko? Sintió una terrible culpa por sus actos, pero en cierto modo estaba complacido, por que al parecer Rukawa prefería a los chicos, entonces Haruko sólo podía ser para él...

A Hanamichi en ningún momento se le ocurrió pensar que por lo visto a él también le gustaban los muchachos, se justificó con la excusa de que el zorro se ofreció, y él, tomó lo que se le daba. Después de todo tenía que admitir que el zorro tenía de que presumir: un metro ochenta y tanto de músculos, piel tersa, y un rostro de revista. Además de una popularidad envidiable por más de uno en el mundo del básquet... Pensando en sus atributos, el pelirrojo no se dio cuenta cuando comenzó  a tocarse, pero cuando cayó en ello, su ritmo estaba acelerado y se encontraba muy cerca al clímax, pensando en lo dulce de la boca de Rukawa, en sus ojos entrecerrados, en su mano acariciándolo rítmicamente, en el peso sobre sus piernas... Y con estas sensaciones por fin se corrió, con un suspiro nacido desde su mayor profundidad, un suspiro en el que se dejaba entender una corta palabra: zorro.

Y así, si mayores preámbulos, logró conciliar el sueño.

 

 

En la preparatoria, Hanamichi hablaba con su ejército de fieles idiotas antes de ingresar a la primera hora; Yohei proponía ir a jugar pachinko a  la salida del entrenamiento de Hanamichi para que pasaran un rato juntos, ya que desde la lesión de su amigo, meses atrás, que no pasaban demasiado tiempo juntos.

Hanamichi, ruidoso como siempre, entre carcajadas y gritos, no escuchó ni vio a la bicicleta que venía por detrás con un zorro dormido. Demás decir que se lo llevó puesto, provocando la ira del pelirrojo.

 

-Zorro idiota, deja de dormirte o te daré una paliza-gritaba Hanamichi friccionándose la espalda.

 

Rukawa no decía nada, apenas si estaba despertándose. Una vez despejado por los gritos, miró a Sakuragi, lo ignoró y prosiguió su camino, indiferente a la rabia del otro.

Hanamichi esperaba un zorro más sumiso luego de lo que pasó el día anterior en el gimnasio; un zorrito avergonzado por su comportamiento tan indecente.  Pero no, allí estaba el mismo de siempre con la mirada fría y un rostro inexpresivo. Él era el que estaba en falta, así que Hanamichi no tenía por que actuar raro si el otro no mostraba un poco de reparo por lo sucedido. Seguirían siendo rivales en la cancha y en la vida. Eso fue lo que se propuso el pelirrojo.

 

 

El entrenamiento pasó sin mayores sucesos. Hanamichi discutió e un par de ocasiones con Rukawa, como en los viejos tiempos, pero por demás su atención estaba puesta en la hermanita del ex-capitán, que animaba lo animaba a seguir esforzándose por el equipo. Haruko ya no perseguía tanto con la mirada a Rukawa, y eso no le pasó desapercibido a Hanamichi, que estaba completamente dichoso con acaparar la atención de sus ojos celestes. Tan feliz estaba con la situación que no se percató de las miradas que le lanzaba uno de sus compañeros desde la cancha cada vez que se reía más de la cuenta por las palabras de la chica.

 

Pasaron varias semanas, y Hanamichi se siguió comportando del mismo modo, sin prestar atención a las miradas rápidas que lo fulminaban durante los entrenamientos.

Este hecho sólo le pasó desapercibido a él, ya que el resto del equipo cayó en cuenta de lo que pasaba, ya que no era normal que Rukawa, un jugador de excelente concentración, estuviera pendiente de otra cosa que no fuera el balón. Rukawa estaba de mal humor, se notaba por sus movimientos, que si bien no perdían su perfección, eran mucho más salvajes y dejaban a sus compañeros un poco asustados.

En el vestidor Hanamichi se terminaba de vestir cuando Ryota lo increpa por detrás, y con voz bien melosa le dice:

 

-Tengo entendido que hay cierta persona que está esperando tu confesión, Hanamichi... No sé que tanto te esperas, por fin se te ha dado-dijo con una sonrisa el capitán.

-Y-y-yo... No sé que decir-empezó tartamudeando Hanamichi- ¿de dónde sacas eso? -le interroga intrigado.

-Estuve hablando con Ayaco anoche...-en su cara se veía la emoción por haber estado con la manager fuera del horario de escuela, y Hanamichi se preguntó si al final pasaría algo entre esos dos-y se le escaparon una par de indiscreciones...jeje-dijo Ryota.

 

El pelirrojo estaba helado, no se esperaba semejante giro de la historia. No pensaba que Haruko estuviera realmente interesado en él. El haber perdido interés en el zorro no significaba que lo ganara él, pero estaba contento con la noticia. Tendría que pensar rápido el momento para declarársele...

 

-Era sabido que tarde o temprano caería en la red de seducción de este genio, Ryota-expresó en tono jocoso sin dejar de sonrojarse.

-Bien, entonces apresúrate a declarártele, no sea cosa que alguien lo haga antes que tú-y mientras decía esto le dirigió una mirada a Rukawa que desde la otra punta del gimnasio, a medio vestir, los miraba fijamente con una expresión indescifrable.

-Si, si. No te preocupes, amigo. Y gracias por la información-gritó Hanamichi a su capitán que ya estaba traspasando el umbral para retirarse.

 

Quedó a solas con Rukawa, que estaba cerrando ya su casillero y tomando su bolso para marchar. Continúa con lo suyo, y no escucha a Rukawa acercársele por atrás y arrinconarlo con ambos brazos. Se gira como puede para mirarlo, y lo que ve en el rostro del zorro le causa curiosidad. Era una mirada desafiante, con un brillo particular.

 

-¿Y ahora qué diablos quieres, zorro?-inquirió Hanamichi en un intento por mantener la compostura. El tenerlo tan cerca le recordaban ciertos momentos que ya había casi olvidado a fuerza de voluntad.

-No permitiré que eso suceda, ¿entiendes?-le dijo muy despacito y sin sacarle la vista de encima.

-No eres nadie para permitirme o no algo, zorro presumido. Haré lo que quiera cuando quiera, y no lo podrás evitar-desafió Hanamichi. No entendía por que ahora ese zorro idiota se interesaba por Haruko. Las últimas palabras de Ryota lo pusieron sobre aviso, y no iba a permitir que Rukawa tomara la delantera con su niña de ojos claros. De eso estaba seguro.

Rukawa se acercó aún más, y depositó un beso fugaz en los labios de Hanamichi, provocándole a éste un temblor que no supo si logró ocultar.

No supo como sacó la voz, pero lo hizo.

 

-Tus artimañas de zorro regalado no surtirán efecto. No me arrebatarás a Haruko. Si aquella vez no te rechacé fue por que me tomaste por sorpresa, y simplemente respondí. Pero no me interesas zorrito, y no caeré en tus trucos de nuevo-dijo serio, apartándose un poco.

-Idiota-sentenció Rukawa. Y así como de improviso llegó, se marchó, dejando a un Sakuragi molesto y preocupado.

Debía de declarársele urgente a Haruko o ese zorro fastidiaría todo. Mira que venir a tratar de seducirlo para quedar con el terreno llano para acercarse a la que ya consideraba su chica. Tanto tiempo tuvo a Haruko babeando por él, y ahora se viene a interesar. El pelirrojo definitivamente no entendía al idiota.

 

 

Ya había pensado cómo declarársele a Haruko. Le pidió que lo esperase al finalizar el entrenamiento, a lo que accedió gustosa.

Esta vez Hanamichi no estaba nervioso, por que tenía la certeza de que no sería rechazado como tantas otras veces.

Haruko estaba muy hermosa; lucía una falda hasta las rodillas, y un sweater que se le pegaba demasiado al cuerpo. Sus mejillas estaban completamente rojas, y él era conciente de que las suyas también. Por fin tenía a Haruko suspirando por él. Le había ganado al zorro, lo había superado.

 

-Quiero pedirte que seamos novios. Me gustas mucho, Haruko-dijo el pelirrojo vergonzosamente mirándola a los ojos.

-Por supuesto que si. Esperé por esto mucho tiempo Hanamichi. Tu también me gustas-dijo en un tono en el que apenas se distinguían las palabras.

 

Y así fue que por fin Hanamichi Sakuragi logró su primera conquista.

 

 

Pasaron dos semanas de noviazgo con Haruko, y Hanamichi estaba algo decepcionado con la chica, aunque no le gustaba admitirlo. Haruko era muy dulce y hermosa, pero apenas si se dejaba besar. Le gustaba estar todo el tiempo colgada del brazo de Hanamichi, pero cuando éste requería sus labios con pasión, ella tomaba distancia. Y al apasionado pelirrojo le encantaban las exhibiciones públicas, quería besarla a toda hora, su cuerpo se lo pedía a gritos, y no importaba que estuvieran en pleno entrenamiento o en un pasillo a la hora del descanso. Lo peor de todo es que Hanamichi quedaba en ridículo cada vez que era rechazado, y eso lo enfermaba.

Ese día, mientras iba camino a encontrarse con su novia para almorzar en un sitio muy tranquilo que habían encontrado tras el gimnasio, en un recodo se encuentra con el zorro apoyado contra el muro, mirándolo avanzar. Últimamente Rukawa se comportaba de modo raro (bueno, si es que en algún momento no), estaba más callado, y siquiera cuando jugaba al básquet sus ojos ganaban brillo. Sakuragi supuso que era por saberse perdedor en la pelea por Haruko. No se le ocurrió que podía ser por otra causa.

Iba a pasarlo de largo, ignorándolo, más Rukawa lo tomó por un brazo, y jalándolo con fuerza, lo atrajo hacia sí. Le estampó un beso que desestabilizó por completo  a Hanamichi. Era un beso cargado de enojo y a la vez de ansiedad, totalmente diferente a los besos que le daba Haruko a cuenta gotas. ¡Haruko! Estaba esperándolo, y este zorro se interponía. A pesar de lo excitante del beso, no respondió y lo apartó con rudeza, pero sin lograr desprenderse del abrazo del pelinegro. Éste tenía en la cara un dejo de tristeza que hizo dudar a Hanamichi. ¿Tanto le dolía que Haruko estuviera con otra persona? En lo que estaba en sus vacilaciones, Rukawa lo volvió a besar, más intensamente, y esta vez Hanamichi no tuvo más opción que abrir sus labios y dejarlo hacer.

El zorro parecía desesperado, mientras lo besaba con frenesí lo encerró contra la pared, y mientras con una mano le tocaba el cuello, para no perder contacto, con la otra iba descendiendo y la coló por debajo del uniforme del ya extasiado pelirrojo, tocando sus abdominales y llegando hasta su pecho y hombros.

Hanamichi ya no podía respirar, el zorro no dejaba de explorar con violencia su boca, no le permitía movimiento alguno, y Hanamichi sólo lo apretaba contra sí, quemándose al contacto.

Rukawa se apretaba más y más, y ambos sentían su excitación entre las piernas, y se movían buscando más placer. Al fin Rukawa cedió un poco con el beso, y Hanamichi pudo tomar un poco el control de la situación, e invirtiendo los papeles lo dejó de espaldas a la pared, y volvió a atacar...Esta vez fue directamente al cierre de los pantalones del pelinegro, que gemía sin soltarse mientras Hanamichi le besaba lo poco de piel que dejaba al aire el cuello de la chaqueta. Quería tener entre sus manos el miembro de Rukawa, sentirlo completamente endurecido; quería arrancarle súplicas, como la otra vez, quería que su voz dijera su nombre, quería todo lo que lo podía dar el zorrito.

Estaba delirando con estos pensamientos y con el sabor de la piel de Rukawa, cuando oye la voz de Haruko a lo lejos, que lo llamaba. ¡Maldición! Seguro había escuchado ruidos y se dio cuenta de su presencia.

En el acto se apartó del zorro que temblaba, y tomándolo del mentón le dijo serio y con la mirada turbia por el deseo:

 

-Esta vez lo continuaremos, no te creas que me dejarás así otra vez, zorro. Mejor pásate por mi casa esta noche. No se te ocurra no venir-amenazó Hanamichi.

 

Y dejándolo jadeando, se fue al encuentro de su chica, sin remordimiento alguno. Eso no era propio de él, realmente le gustaba Haruko, pero el zorro tenía la capacidad de encenderlo. Y no le molestaba que sólo fuera para quitarlo de en medio y quedarse con su chica; no lo lograría, pero pensaba disfrutar de sus intentos. Y como...

 

Mientras almorzaba con  Haruko, su mente ya divagaba sobre lo que le haría al zorrito cuando lo tuviera a su disposición...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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