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Los caballeros de los Ángeles por Eryseus

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Notas del capitulo:

Los personajes de este fic no me pertenecen a mi, sino que son obra de Masami Kurumada.

Como en el capitulo anterior me olvidé, aqui están los títulos de las canciones en orden de aparición.

Cap. 1: Sad Angel (estrofa 1), Danger of Lying (estrofa 2)

Cap. 2: Sad Angel (estribillo)

Aqui hago honda referencia al pasado de Shun; concretamente a una parte inventada (pero necesaria) de su entrenamiento.

Parte 2. Mi corazón en el desierto

Shun se había sentado en el suelo, cerca de la cama donde Shaka descansaba; miraba distraídamente los ojos cerrados del que iba a ser su maestro.

A pesar de lo que cualquiera pudiese pensar, el joven caballero de Andrómeda ya había visto y había hablado, hacía años, con el caballero de oro de Virgo.

 

-En el desierto- murmuró para si.-Fuiste tú quien me salvó en aquella prueba. En esa ocasión, abriste los ojos porque yo te lo pedí; y entonces tu corazón me llamó.

 

“La tormenta de arena estaba sobre él. Le resultaba imposible abrir los ojos, y el viento era cada vez más fuerte.

 

-Duele- se quejó mientras la arena le arañaba la piel.

 

Extendió un poco más su cosmos. Necesitaba una pared o una roca para resguardarse.

 

-Y por si fuera poco, tengo que cargar con la cadena- murmuró, avanzando torpemente.

 

Cierto, la cadena. El maestro Daidalos les obligaba a llevarla continuamente; ni siquiera podían dormir si no la llevaban enganchada a los brazos.

De repente chocó con algo. Llevó una mano a su dolorida cabeza y con la otra tanteó el obstáculo; comprobó con satisfacción que se trataba de un muro de piedra. Por fin algo de suerte.

Se puso a cubierto de la tormenta y apoyó la espalda contra la roca.

 

-Ikki…- murmuró. Todo esto lo estaba haciendo para volver a verlo.

 

Abrió los ojos; le dolían salvajemente de la arena que le había entrado.

 

-Y eso que los tenía bien cerrados- se dijo.

 

Sus cosmos no detectaba ninguna amenaza; sin embargo, miró a su alrededor con precaución. No distinguió ningún peligro, así que se recostó sobre la arena caliente; tenía todo el cuerpo entumecido por el viento, y notaba sus sentidos embotados.

Cogió un puñado de arena y la dejó caer lentamente entre sus dedos, como le había aconsejado June. Trató de sentir, por un momento, lo que era ser un simple granito de arena; se relajó instantáneamente.

Pensó en la prueba que tenía por delante.

 

-Ser el desierto. Volver al campo de entrenamiento sin mover mis músculos- se repitió por quincuagésima vez.

 

Ya llevaba dos meses viajando, siempre en dirección al corazón del desierto; buscaba el centro de poder, el cosmos del desierto. Sabía por intuición que era lo que debía hacer, pero había estado deambulando sin rumbo durante cuatro semanas hasta que averiguó el modo.

Shun tosió un poco de arena; tenía la garganta irritada. Hora de ponerse en marcha.

 

Siguió caminando hasta que el sol se puso; la temperatura comenzó entonces a ser demasiado baja.

 

-Vamos allá.

 

Se sentó con las piernas cruzadas, y poco a poco fue reduciendo deliberadamente las pulsaciones de su corazón. La sangre llegaba a todo su cuerpo, pero de manera muy esporádica; una especie de hibernación consciente, muy útil en la isla de Andrómeda. Su único defecto era que dejaba casi completamente desprotegido al que la usaba; pero allí, en pleno desierto, no había ninguna amenaza. O eso creía.

Las horas iban pasando; sumido en la semiinconsciencia, Shun intuyó la salida del sol, y su corazón comenzó a latir más deprisa.

No lo suficiente.

Sus alarmas se dispararon; a lo único que atinó el aspirante a caballero fue a saltar hacia un lado un segundo antes de que un gigantesco chacal le hincara los afilados colmillos en el brazo.

 

-¡Agh! ¡Bestia inmunda!

 

Con el brazo sano cogió al animal del cuello y lo estampó fuertemente contra una roca; el sonido de huesos rotos se vio ocultado por los ladridos de indignación del resto de la manada. Al menos cincuenta chacales lo tenían rodeado, con el hambre y la muerte brillando en sus ojos bestiales.

Demasiados. Y no estaba precisamente en la plenitud de sus fuerzas; la herida del brazo era profunda, y por si eso fuera poco, sus latidos todavía no se habían regularizado, haciendo que sus reacciones fueran lentas e ineficaces.

Dos de las bestias se abalanzaron sobre él; la cadena le rompió el cuello a una, pero ya los dientes de su compañero hacían estragos en la pierna derecha de Shun. Animados al verlo vacilar, cinco chacales más buscaron la carne del muchacho. La vista se le nublaba; el dolor parecía muy, muy lejano.

“Vaya muerte” se comentó, entre aturdido y triste.

 

Creyó oír una voz poderosa y serena que le hablaba.

 

-¿Ya te rindes, muchacho? Realmente no eres digno de la armadura de Andrómeda.

 

La furia y el coraje ante una muerte tan ridícula invadieron el cuerpo de Shun; su cosmos se expandió hasta no tener límites, y las bestias que tenía cerca de él murieron calcinadas. El resto huyó, asegurando el respeto del desierto hacia el joven.

 

-¿Quién…?- preguntó jadeante. Alzó la vista.

 

Su primera y más estúpida impresión fue que un ángel le estaba mirando. Después su vista se aclaró un poco, y se encontró con una alta figura con los ojos cerrados que se dirigía hacia él. Adivinó que se trataba de un caballero.

Trató de preguntar de nuevo quién lo había salvado, pero un intenso y lacerante dolor le recordó que estaba herido de gravedad.

 

-Uh- cayó de rodillas sobre la arena y apretó los puños. –Duele…

 

El desconocido caballero se arrodilló junto a él y le obligó a levantar la mirada. Shun, sin saber muy bien por qué, sintió pena al ver aquellos ojos cerrados.

 

-¿Por… por qué cerrar los ojos… ante… el mundo…?- dijo con esfuerzo. -¿Acaso… no vale la pena… lo que hay… en él?

 

Aquel hombre esbozó una media sonrisa. Shun se inclinó y apretó los dientes para no gritar; cuando volvió a mirarlo, el caballero había abierto los ojos.

 

-Si que la merece- susurró para sí. –Vive.

 

Luego desapareció. Los ojos verdes de Shun se llenaron de lágrimas, y se derrumbó sobre la arena; sintió cada granito, cada pequeña piedra que había bajo su cuerpo. El cielo era azul brillante, como los ojos del caballero.

“Quiero volver a verlos” se dijo. “Y para ello tengo que vivir.”

El viento del desierto acariciaba su piel quemada por meses de sol. Cogió un puñado de arena y la dejó deslizarse entre sus dedos, sintiendo cada minúsculo pedazo de desierto vibrar y unirse a su cosmos. Cerró los ojos.

 

 

-Fuiste el primero- susurró una voz en su oído.

 

Shun gimió, articuló una sola frase y se desmayó en los brazos de su maestro.

 

Había dicho: “vuelve a salvarme.” A Daidalos le recordó una canción que a June le gustaba mucho cantar.

 

So come here

And save me

From this dark sadness

So come here

And save me

From this sad darkness

I can’t survive

In a sea of pain

I can’t survive

Without my angel...

(Así que ven aquí

Y sálvame

De esta oscura tristeza

Así que ven aquí

Y sálvame

De esta triste oscuridad

No puedo sobrevivir

En un mar de dolor

No puedo sobrevivir

Sin mi ángel…)"

 

 

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado.

Se agradecen todos los reviews del cap. anterior.

 

¡Arigato!


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