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VIEJOS AMIGOS por Kitana

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Notas del capitulo: Hola hola! jejeje gracias por leer y bueno, pues dedica a mi beta estrella Cyberia y a mis amigas Claire y Torres XD, besos!!

Era medio día, Shion estaba de lo más nervioso, no podía procesar lo que tenía entre manos. A penas levantarse había percibido que ese iba a ser uno de esos días malos. Era difícil ponerse del lado de alguien en todo eso, pero a pesar de Yuzuriha, había decidido ponerse del lado de Dohko. La sangre estaba llegando al río, esa misma mañana a penas sentarse ante su escritorio su secretaria le avisó que la esposa de Dohko había telefoneado pidiendo una cita para esa misma tarde.

 

No le iba a quedar más remedio que recibirla, ¿qué podía hacer? Sabía que no le agradaba a Shunrei, de hecho ella jamás le había agradado. Pero aún así, tenía que soportarla, por su amigo. Había pasado una semana desde esa conversación entre ellos en la montaña, pero aún no conseguía asumir del todo el secreto que su mejor amigo le hubiera revelado. Seguía sin comprender como de la noche a la mañana su amigo se había decidido a salir de las sombras. Aunque nunca había sido obvio, siempre supo que Dohko no era como el resto del grupo de amigos con el que solían reunirse, Dohko siempre destacaba, para bien o para mal, siempre destacaba entre el resto, ya fuera por su inteligencia, por su serenidad, o por su sentido del humor.

 

"No... yo no podría hacer eso, no sería capaz de soportar las consecuencias."

 

Pensó al recordar lo que Dohko tenía pensado hacer, hablar con su esposa, decirle toda la verdad, ¿cómo reaccionaría Shunrei al enterarse de que su esposo era gay? No podía predecirlo, Shunrei era tremendamente inestable, él mismo había sido testigo de los exabruptos de ella.

 

Dohko había decidido tomarse un par de días libres, estaba consciente de que no sería fácil darle el giro planeado a su vida. Todo parecía volverse en su contra. Aún así, se obligó a sonreír cuando su hijo entró en su habitación a darle los buenos días.

 

- Hola papá - dijo el chico sentándose en la cama. Dohko lo miró, no pudo evitar sentirse orgulloso de él. Era muy parecido a su madre en cuanto a lo físico. Pero había tanto de si mismo en ese muchacho que cada vez que lo miraba, una emoción difícil de describir lo invadía.

 

- Buen día Shiryu, ¿quieres que te lleve al colegio?

 

- Gracias papá, pero iré con unos amigos - dijo y se le quedó mirando fijo unos instantes -. ¿Te sucede algo papá?

 

- No, no es nada de importancia, solo me duele un poco la cabeza.

 

- Aún así, tú no acostumbras faltar al trabajo por algo así.

 

- Hay algunas cosas que quiero resolver, y necesito tiempo para hacerlo.

 

- Entiendo... ¿quieres que te traiga un analgésico?

 

- No es necesario, no duele tanto.

 

- Como digas -Shiryu le sonrió -. ¿Sabes? El mes que viene habrá una carrera padre e hijo en el colegio, me preguntaba si te gustaría participar.

 

- ¡Claro que me gustaría! Con lo que me gusta correr, no puedo perdérmela. Además, es una buena manera de pasar tiempo juntos.

 

-  Entonces nos inscribiré hoy mismo.

 

- Sí te parece bien, podemos comenzar a entrenar este fin de semana.

 

- Solo ten paciencia conmigo, no tengo tu condición física - los dos se echaron a reír.

 

-  Descuida, comenzaremos lento, lo último que quiero es que te lesiones.

 

- Me voy, no quiero llegar tarde. - dijo el menor, estampó un beso en la mejilla de su padre y salió como un rayo.

 

Dohko lo miró sonriente, lleno de orgullo, su muchacho se estaba haciendo hombre.

 

La sonrisa se le borró al pensar en Shunrei. No podía prolongarlo más, tenía que hablar con ella lo antes posible.

 

Se duchó y se afeitó como cada mañana, intentando tranquilizarse para continuar con sus planes. Al igual que cada mañana, fue al comedor a tomar el desayuno con su esposa.

 

Shunrei ya estaba sentada a la mesa, vestida, perfectamente arreglada y maquillada. No podía negarlo, era bella, una de las mujeres más hermosas que había conocido. A su manera, era una buena mujer, pero eso no bastaba para soportar ya un matrimonio.

 

- Buenos días, Dohko - dijo ella.

 

- Buenos días... - susurró con desgano mientras tomaba asiento.

 

- ¿Shiryu te dijo ya lo de la carrera en el colegio?

 

- Sí, ya acepté - respondió él sin mirarla.

 

- No debiste hacerlo, yo... no creo que sea lo más adecuado para un hombre de tu edad. Ya no eres tan joven, Dohko.

 

- Shunrei, es una simple carrera, no un maratón y según mi cardiólogo estoy en perfectas condiciones para correr.

 

- Aún así, no creo que debas presentarte.

 

- ¿Por qué?

 

- Tu hijo podría sentirse avergonzado.

 

- ¿De mí? No lo creo, si eso fuera cierto, ni siquiera me lo habría pedido. Shunrei, no exageres, ¿qué es lo que te molesta? ¿Por qué me hablas de esa manera?

 

- Dohko, acabas de cumplir 40 años, ya no puedes seguir actuando como cuando tenías veinte.

 

- Shunrei, comprendo perfectamente que ya no tengo veinte, lo que no comprendo es ¿por qué intentas hacerme sentir como si fuera un anciano decrépito?

 

- Basta, Dohko, tú y yo no estamos peleando por esto. - dijo ella arrugando con furia la servilleta -. ¿Qué sucede?

 

- Quiero el divorcio. - dijo Dohko con serenidad.

 

- Ya lo veía venir, ¿quieres el divorcio para correr detrás de una jovencita? ¿No es cierto?

 

- Shunrei, no nos hagas esto.

 

- ¡Atrévete a negar que tienes una amante! ¡Niégalo!

 

- No puedo esconderte que veo a alguien, pero ese no es el punto, Shunrei. Esa no es la razón por la que quiero el divorcio.

 

- Entonces... - dijo la mujer con un hilo de voz, las lágrimas ya rodaban por sus mejillas.

 

- No te amo Shunrei, nunca te amé y tú lo sabías. Estoy cansado de vivir como lo hacemos, no hacemos sino pelear, así sea por motivos absurdos.

 

- Los dos sabemos que nuestro único problema es que tú te niegas a aceptar que los años pasan - dijo ella con dureza -. Es cierto, siempre supe que solo te casaste conmigo por agradar a tu padre, pero me conformaba con lo poco que me dabas, tenía la esperanza de que terminaras amándome.

 

- Shunrei... no hagas esto.

 

- Eres mi esposo, llevamos diecisiete años de matrimonio, no quiero perder lo que tenemos.

 

- Tienes que comprender que tú y yo ya no tenemos nada, que tal vez nunca lo tuvimos.

 

- ¿Ella si te da todo lo que buscas? - Dohko se quedó callado, no sabía que responder -. Dime Dohko, ¿ella te da lo que necesitas? ¿Ella te entiende? ¿Te da lo que no encuentras en mí?

 

- No voy a responder a eso.

 

- Seguramente es más joven que yo, más bonita a tus ojos, ¿es tu secretaria?  - Shunrei temblaba ahogando los sollozos.

 

- Creo que no tiene importancia que sepas de quien se trata - dijo él apartando la mirada.

 

- Para mí si la tiene, ¡vaya que la tiene! Creo que al menos me merezco saber el nombre de la mujer que me arrebata a mi esposo - dijo ella -. ¡Dímelo, Dohko! ¡Tienes que decírmelo!

 

- Albafica... es mi asistente. - Shunrei abrió los ojos al máximo, de sobra sabía quién era Albafica, intentó hablar, pero de sus labios no brotó ningún sonido -. Me iré hoy mismo de casa. - dijo Dohko y se puso de pie para ir en busca de sus cosas.

 

Como un autómata entro en la que hasta ese día fuera su habitación, abrió el closet y comenzó a guardar sus pertenencias. Él mismo se sorprendió cuando vio que solo llevaría dos maletas, diecisiete años de convivencia cabían perfectamente en un par de valijas.

 

Al dirigirse a la puerta, notó que Shunrei seguía llorando en el comedor.

 

- Estaré en el hotel Asturias en tanto encuentro un departamento, no desatenderé los asuntos de la casa - dijo él arrastrando las palabras, a pesar de todo le partía el corazón dejarla así, ella había sido importante para él en algún momento -. Lo siento... - susurró al cerrar la puerta.

 

Subió las maletas a su auto, pocos minutos después arribaba al hotel Asturias. Se sentía extraño, algo inquieto pero liberado, extraño, pero feliz.

 

Minutos más tarde, llamó a Shion, quien recién volvía de una junta.

 

- Lo hice - fue lo primero que dijo el chino.

 

- ¿Hacer qué? - dijo Shion sin entender nada.

 

- Se lo dije a mi esposa.

 

- ¿Todo?

 

- Sí, todo.

 

- ¿También lo de Albafica?

 

- También lo de Albafica.

 

- ¿Estás bien?

 

- Si, muy bien.

 

- Comamos juntos, quiero asegurarme de que de verdad todo este bien - dijo Shion.

 

- De acuerdo, nos vemos en el restaurante de siempre a las dos.

 

- Hecho - dijo Shion y colgó.

 

Aquello le había caído como una bomba, se sentía aturdido. Conociendo a la esposa de su amigo, estaba seguro que no esperaría a que llegara la hora de su cita para ir a buscarlo.

 

Aquella fue la mañana más larga de toda la vida de Shion. Cada minuto le parecía eterno. Cuando faltaban quince minutos para las dos, tomó su saco y salió de la oficina sin dar explicaciones.

 

Dohko llegó puntualmente a las dos, le sorprendió un poco al encontrarse a Shion esperándolo ya, Shion no era precisamente el más puntual de los hombres.

 

- ¿Ya ordenaste? - dijo el chino, el rubio solo negó con la cabeza, estaba bastante tenso, Dohko lo notó en seguida  -. ¿Pedimos lo de costumbre? - dijo Dohko mientras leía la carta.

 

-No sé tu, pero a mi me apetece más un trago que comer - dijo el rubio jugueteando con su servilleta.

 

- Vamos Shion, el que esta en un lío soy yo, no tú.

 

- Dime que era broma eso de que tu esposa sabe de Albafica.

 

- Se lo dije, me acorraló y tuve que decírselo. Ni siquiera sé a ciencia cierta por qué se lo dije.

 

- Dioses Dohko... ya no hay vuelta de hoja.

 

- Eso lo sé.

 

Mientras comían, ninguno de los dos quiso hablar más del tema. Shion no quería saber más, estaba seguro de que su esposa se encargaría de sacarle toda la información que pudiera. Dohko, por su parte, no terminaba de asimilar aún que ya había abandonado lo que solía ser su vida.

 

Después de la comida, Dohko se ofreció a llevar de vuelta a la oficina a Shion. El rubio comenzaba a sentirse rebasado por la situación, en realidad no era algo que le afectara directamente, pero para su desgracia estaba en medio de todo. Recién entraba, aún sostenía entre sus dedos el pomo de la puerta, cuando su secretaria le indicó que tenía al menos una docena de mensajes de su esposa y de Shunrei. Todos  los mensajes eran para pedirle que volviera lo antes posible a casa.

 

"Dohko... ¿por qué siempre terminas arrastrándome a tus locuras?"

 

Pensó mientras marcaba el número de su casa. Yuzuriha le pidió volver de inmediato a casa, resignado, colgó la bocina, no estaba de humor para pelear con su esposa.

 

Optó por salir a caminar, no le apetecía quedarse en la oficina y no quería ir directamente a su casa, estaba casi seguro de que Shunrei estaría allí, con Yuzuriha, y que juntas intentarían sacarle lo más posible.

 

No quería hablar sobre Dohko, y no porque le rechazara, sino porque sentía envidia, hubiera deseado tener el valor de su amigo para poder enfrentar a Yuzuriha y gritarle en el rostro que no era feliz. Mas, se sabía incapaz de hacer algo semejante, cada vez que se sentía decidido, los pensamientos acerca de lo que sus hijos podrían pensar venían a su mente y se arrepentía. Se sabía incapaz de enfrentar las consecuencias de un acto semejante.

 

Tuvo que volver a casa, su celular no había dejado de sonar en la última media hora. Su primer impulso fue detenerse en el primer bar con que se topara y quedarse ahí hasta el amanecer pero no pudo ceder a su impulso, el temor a un nuevo conflicto se lo impidió. Aferró su saco y volvió para recoger su auto.

 

No había querido responder a las llamadas de Yuzuriha, estaba seguro de que para esos momentos, Shunrei ya se encontraba en su casa.

 

Se representó mentalmente la escena, Shunrei vuelta un mar de lágrimas, su esposa mirándole con severidad le exigiría hacer algo, obligar a Dohko si era necesario para volver a casa y a su vida a los ojos de ellas normal. Desde que Dohko le confesara su secreto, no podía sacarse de la mente aquello, las horas se le pasaban repasando los recuerdos de las múltiples experiencias vividas al lado de su mejor amigo. Simplemente concluía que en ningún momento Dohko había mostrado ser homosexual, lejos de molestarle, le preocupaba un poco que Dohko no hubiera confiado en él lo suficiente como para contarle aquello en su momento, cierto, no había tenido la mejor de las reacciones, lo reconocía, pero sin duda, no iba a separarse de él, no podía abandonar al hombre que siempre había estado a su lado en cualquier situación.

 

Todavía recordaba ese enorme lío del que solo la inteligencia y serenidad de su amigo habían conseguido sacarle. Tenían veintitantos, recién graduados de la universidad, en su primer empleo, emocionados a morir por las perspectivas que se abrían ante ellos. Y sucedió aquello que todavía le avergonzaba recordar. De no ser por Dohko, seguramente no estaría allí en esos momentos.

 

Se lo debía, no solo por aquello, también porque era su mejor amigo, Dohko era el hombre que había ido a donar sangre para su hijo cuando tuviera aquel accidente, el hombre que le había ayudado a conseguir trabajo cuando las cosas no resultaron bien en su aventura transoceánica. Dohko era, con mucho, lo más parecido a un hermano que él tenía. Siempre había sentido algo más allá de la amistad hacía él.

 

Tenía que volver, no había opción. Arribó a su casa cuando ya había oscurecido, tenía demasiado en la mente.

 

Demonios, Dohko, en que lío me has metido esta vez... pensó mientras subía a cambiarse. Sabía que su esposa estaba furiosa porque no le había respondido los mensajes, Yuzuriha seguramente querría que hablara con Dohko y le orillara a volver a casa, ¡cómo si él pudiera hacerlo cambiar de opinión!

 

Seguramente Shunrei estaba ahí buscando una explicación que no podía darle, él tampoco tenía una explicación para la conducta de Dohko. No comprendía, no entendía como era posible que después de tantos años de conocerse, Dohko le hubiera ocultado algo semejante por tanto tiempo. Aunque lo negara, ciertamente estaba molesto por eso, ¿era que Dohko no confiaba en él?

 

Mientras se lavaba el rostro, iba atando cabos. Cierto, Dohko hacía algunas cosas que no había entendido, sin embargo, él mismo tenía sus peculiaridades.

 

Reflexionó un poco, más de una vez había estado al borde de la línea, rayando en el límite, a punto de echarse encima a alguna amante para paliar la desesperanza que le acarreaba su vida familiar, su matrimonio. Si no lo había hecho no era porque siguiera enamorado de su esposa, o por sus hijos, no, simplemente no lo había hecho porque se conocía y sabía que carecía del valor para hacer ese tipo de cosas. El caso de su mejor amigo le confirmaba una vez más que era cierto, tener un amante, lejos de mejorar las cosas, las complicaba aún más.

 

"Pero no puede negarse que es muy guapo..." se dijo respecto a Albafica, sus pensamientos le hicieron sonrojarse, ¿desde cuando le parecía que Albafica era guapo? Negó con la cabeza, aquel pensamiento sencillamente estaba fuera de lugar. "A ti no puede parecerte guapo un hombre, aún si es como Albafica", se reprochó mientras se secaba el rostro. Estaba listo. No tanto, pero tenía que sostener esa conversación con Shunrei si quería tener, al menos, un poco de paz.

 

A penas cerrar la puerta del cuarto de baño, escuchó la voz de su esposa.

 

- Te están esperando - dijo Yuzuriha con tono autoritario. Se quedó quiero un momento, dándole la espalda.

 

- Ya voy. - dijo en voz baja mientras se apartaba el cabello del rostro.

 

"Dioses..." pensó mientras avanzaba escoltado por su esposa a la sala. Con solo ver a Shunrei sintió que la cabeza le estallaba, seguramente querría sacarle todo lo que pudiera acerca de Dohko, o aún peor, de Albafica. Exhaló un suspiro cansado, a cambio recibió una mirada de reproche de su esposa.

 

Shunrei le parecía tan diferente de cómo era normalmente. La mujer tenía los ojos tan hinchados de tanto llorar que estaba seguro que le dolerían como el infierno al día siguiente.

 

- Buenas noches, Shunrei - dijo en voz baja, sintiéndose en territorio enemigo aún en su propia casa. La esposa de su mejor amigo alzó el rostro y le miró con ese hermoso par de ojos oscuros. Sin duda era hermosa, lo que no entendía era porque siempre hallaba el modo de hacerse odiar.

 

- Shion... buenas noches... ¿has sabido ya? - el rubio asintió suavemente, podía sentir la taladrante mirada de su esposa en la espalda, supo entonces que le interrogarían, no solo Shunrei, ambas lo harían -. ¿Has hablado con Dohko?

 

- Dohko... no... no personalmente. - mintió.

 

- Me pidió el divorcio... él... tiene una amante... - dijo entre sollozos, se obligó a mantener la postura, aparentemente Shunrei quería evitar toda mención a la sexualidad de su todavía esposo.

 

- Lo lamento - dijo Shion con voz sofocada. Se sentía acorralado, había empezado a transpirar.

 

- Él es tu mejor amigo... necesito que me ayudes, ¡habla con él y hazlo reaccionar! - dijo Shunrei tomándole de las manos. Instintivamente Shion miró a su esposa, la mirada en los ojos claros de su esposa bastó para saber que no tenía más remedio que tener esa conversación.

 

- Pero... yo...

 

- Tú debes saber mejor que yo porque lo hace - dijo Shunrei con firmeza, Shion se sintió atrapado -. Tú eres su amigo, a ti te cuenta cosas que a mi jamás me contaría. Tú tienes más posibilidades que yo de hacerlo recapacitar - dijo ella mirándole con un deje de disgusto que no paso desapercibido para Shion.

 

- Somos amigos... pero no sé si pueda convencerlo de cambiar de idea.

 

- ¡Tiene que hacerlo! ¡Por su hijo, por si mismo! - dijo la mujer. Shion supo que Dohko no la tendría fácil al defender su recién ganada independencia, Shunrei haría hasta lo impensable para que las cosas volvieran a esa apática normalidad de la que ella parecía gustar.

 

- Haré lo que pueda... - dijo Shion derrotado. Se sentía atrapado, ninguna de las dos partes iba a ceder en ese asunto y él estaba en medio de todo...


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