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Tienes pinta de uke. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por su paciencia. Por fin se me ha ocurrido que ponerle a esta historia: prueba contundente de que el vodka Finlandia es efectivo ;)

3º El lobo feroz.

 

-¿Y si mejor vamos a mi casa? - propuso Marcel mirando como un caníbal al uke sentado a su lado.

Jaime se chiveó y miro atrás: Iván pulverizaba a Marcel con la mirada, como aquel dios indio, Sihva, a su hijo.

-No. - exclamó con la misma firmeza con la que se negó a salir con Susy.

-¿Por qué no? - preguntó Marcel con tonito mimado, parando la trompita.

-Porque... me... queda lejos.

-Pero si no sabes donde vivo, corazón.

"¡En la cueva del lobo!", pensó Jaime, pero respondió:

-Me lo imagino porque yo vivo en el fraccionamiento Lomas y este auto es genial.

Lo dijo tan rápido y tan bajito que Marcel no entendió, pero Iván si (el odio le daba orejas) y soltó una carcajada demasiado alta y prolongada.

-Pues sí, queda bastante lejos.

-Mejor, así te quedas a dormir con nosotros, ¿verdad?

Jaime se atragantó: ese tipo era un descarado. Agachó las orejitas y se hizo chiquito contra la portezuela.

-No... gracias.

-¿No? - Marcel desatendió el volante para inclinarse sobre él.

Un coche que dio un bandazo para evitarlos les pito.

-Creo que mejor me bajo. - propuso Jaime.

-Si, sería lo mejor. Para el carro Marcel.

-No puedo. - le contestó cortante - Pararía el trafico.

-Haz de cuenta que eres un taxi  y para para que se baje.

El conejito, que comenzaba a darse cuenta que estaba en medio de una pelea conyugal no hallaba como escabullirse.

-No seas grosero, le ofrecimos llevarlo a su casa.

-¿Le ofrecimos? - replicó irónico.

-Bueno, le ofrecí. Para eso es mi puto coche, ¿no? - Marcel comenzaba a enojarse por la escenita que le armaba Iván.

A Iván se le humedecieron los ojos.

-¡O se baja el o me bajo yo! - grito su ultimátum con voz chillona.

Marcel puso los ojos en blanco. Odiaba esa conducta, era tan vulgar...

-No seas absurdo...  - miro a Jaime pidiéndole disculpas - Dejamos a Jaime en su casa y nos vamos para la nuestra.

-Para para que me baje. - exigió.

Marcel no le hizo caso.

-¿Dónde vives?- pregunto a Jaime, pero este estaba tan atribulado que no pudo siquiera responder.

-Para para que me baje. - repitió Ivan.

Al no obtener respuesta hizo algo estúpido: abrió la portezuela y trató de bajar de un brinco. Y digo trató, porque evidentemente no lo logró. Marcel paró el coche en seco, Jaime gritó como una niña, el coche de atrás pitó y chocó con el de Marcel, una viejita que pasaba grito "¡ave María purísima!" El primero en llegar a donde el doliente fue Jaime, cogiéndolo por fin entre sus brazos y haciéndole la pregunta de rigor en tales casos:

-¿Estás bien?

En medio de su dolor Iván dejó de retorcerse para verlo feo y decirle:

-¡Por supuesto que no!

La gente comenzaba a reunirse, el conductor del coche de atrás había bajado, y otros más. Marcel llamó al hospital. Al número que si contestaban, y pidió una ambulancia.

 

***

 

Cuando Iván recobró la conciencia y vio que Marcel estaba a su lado sonrió. Mejor no lo hubiera hecho, le dolió la mejilla, pues se la había raspado al caer sobre la calle. En términos físicos diríamos que la fricción generada por el cuerpo I (Iván, o imbécil) al deslizarse sin lubricante por la superficie C (calle o calamidad) generó calor y corrosión en la superficie en contacto del cuerpo I, misma que podríamos describir como un brazo derecho fracturado, una mejilla derecha en carne viva y un moretón gigante que abarcaba todo el muslo y la cadera derechos. Amén de una muda de ropa sin chiste pero ridículamente cara hecha jirones.

La camilla del hospital estaba ligeramente inclinada, el brazo enyesado era sostenido por una ¿polea? y el hinchado rostro de Iván estaba medio cubierto por vendajes. La expresión de Marcel era gélida, como pudo notar con el ojo izquierdo, pues el otro lo tenía cerrado por la hinchazón.

-Estoy aquí para comunicarte que tienes cinco días hábiles de licencia en el trabajo, tras lo cual podrás reincorporarte en tu nuevo puesto como archivador auxiliar. También tendrás que declarar que te lanzaste tu solito del auto y los motivos que te orillaron a hacerlo, si es que los hubo. Y lo nuestro se acabó.

-¿Qué...

Marcel ya iba rumbo a la puerta.

-¡No puedes dejarme así!

El rubio se paró, respingando. ¿Qué no podía? Tuvo ganas de voltearse a decirle que si era una jodida esposa histérica o que pedo. "Que pedo con tu vida, que pinches atribuciones te tomas, como si lleváramos cinco años de casados y una hipoteca compartida."  Pero aquello habría sido poco elegante. De manera que solo se volvió el rostro, se subió los lentes y preguntó:

-¿No?- antes de continuar con su camino ya que no con su santidad.

-Hijo de perra... - se quedo chillando Gutierritos.

El policía de tránsito que entró a tomarle su declaración lo encontró llorando. Era un tipo varonil, daba el tipo de chulito canallesco, que sale bien al centro y al frente de la foto destinada a recobrar la confianza pública en el cuerpo de policía, quizá la lógica tras esto sea "es un buen cuerpo de policía, literalmente".

-¿Por qué llora? - preguntó el policía.

-¡Porque me duele! - replico Gutierritos, histérico.

-Pobrecito. - le dijo el otro, y le acaricio la cabeza como si fuera un perro.  Era raro ver compasión envasada dentro de tan musculoso recipiente.

-No me tiente, que me duele.

-Disculpe, vine a tomarle su declaración sobre los sucesos sucedidos en la calle de Tenerías. ¿Qué sucedió?

-Me caí del auto.

-¿No lo empujaron? ¿No fue víctima de un secuestro express?

-No... se me olvido poner el seguro y me recargué y me caí.

Aquella historia era inverosímil como la de la mujer a la que el marido muele a palos y sale con el cuento de que se cayó de la escalera. Pero por otro lado el representante de la ley no era una luminaria, y nuestro uke tenía una pinta de baka al que perfectamente podría haberle sucedido tal cual había dicho. Ya lo dijo Guillermo de Ockham hace nueve siglos: "La explicación más simple y suficiente es la más probable, más no necesariamente la verdadera"

El polizonte no conocía a Ockham ni de chiste, pero se dio por satisfecho. Apunto con su letrota grande y redonda de niña la declaración declarada por el declarante. Total, coincidía con las declaraciones de los otros dos ocupantes del vehículo ("Nomas de repente se cayó, no sé porque") y había cosas más importantes que investigar, como por ejemplo, en que había quedado la telenovela de las siete, que no había podido mirar ayer por estar de guardia.

-Se recargó y se cayó. - repitió el poli.

-Sí, me caí.

-¿Ya estuvo Ernesto? - tronó de repente su radio con el típico intro&outro de interferencia.

-Recibido mi parejota, ya estuvo. - respondió al radio.

-Tubo-tubo - dijo el radio - ya salgase del nosocomio.

-Me salgo. - luego a Iván - Pues muy bueno señor Gutiérrez, fírmeme ay su declaración y ya seria todo.

Al mover el brazo derecho en automático grito de dolor.

-Pobrecito... - repitió Ernesto

-No puedo firmar.

-Póngame su huella dactilar... yo le ayudo... huy, tiene retehinchado el dedo, a ver si no me la hacen de jamón... como sea mi chavito, si hay pedo pues lo llamamos pa'que venga a firmar luego, ¿no?

-Si...

El policía salió por la salida y Gutierritos se dio cuenta de que le dolía el trasero, y no por lo duro de Marcel sino de la cama.

Marcel... tenía que reconquistarlo.

 

***

 

Un clavo saca otro clavo, Marcel confiaba en que aquella máxima le diera resultado una vez más. Nunca terminaba con un amante antes de tener listo el de repuesto, y ese conejito bancario era pan comido.

Regresó al departamentito donde lo dejara angustiado horas antes. Chales, el pinche darketo seguía fumando en la misma pose. La única diferencia entre la imagen de antes y la de ahora era el nivel de la botella de vodka que sostenía en la mano. Sintió su mirada mientras subía la escalera.

Tocó.

-Jaime, soy yo, Marcel.

La velocidad con que le abrió lo hizo sonreír esperando tuviera parangón con la velocidad a la que le abriría las piernas.

-¿Cómo está Iván?

Marcel entró sin ser invitado.

-Se pondrá bien. - dijo sentándose -No tienes nada de que preocuparte.

-Pero su brazo, se lo rompió...

-Ay, un huesito de nada... en quince días estará como nuevo.

-Me alegro mucho. - el conejito movió el rabito.

-Pues vamos a festejarlo... - propuso Marcel con una mirada sugerente, dando palmaditas en su muslo, como para que Jaime se le sentara ahí.

-Solo tengo café Legal...

-Lo que me des... me encantara. - le guiño el ojo, pícaro.

Jaime se apartó hasta la estufita y puso a calentar agua. Marcel le llegó por detrás, repegándole su abultada entrepierna a las nalgas.

-Ay, que rico... - le susurró, con los labios pegados a su orejita.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Ay, que rico sabe el vodka Finlandia con jugo de arandanos, solo sabria mejor lamido de la piel de Petri Lindroos *.*

Whatever, les recuerdo que cualquier parecido de este fic con la realidad no es mera cohincidencia. Por ahi en un pueblito colonial declarado patrimonio de la humanidad hay un conejito bancario completamente uke y lovly ;)

Hasta el proximo capi!  ¿Recuerdan como se llamaba el tipo que asqueo a Jaime de los semes?

Kiitos!


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