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D.A.E. (Desamores, Amores, Enamores) por Paz

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 D.A.E.

(Desamores, Amores, enamores)

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

II parte: Amores

Había tenido un día muy ajetreado, pensaba que había hecho un mal cambio con su koi cuando accedió a quedarse solo en su hogar en tanto él marchaba durante el fin de semana a Tokio para encontrarse con un cliente que no podía trasladarse a Kanagawa, porque tomaba un avión de regreso a Europa, por lo que su koi le planteó claramente que él no iba a saber cómo lidiar con un cliente reticente a seguir las directivas que ellos marcaban, no se trataba de lo toma o lo deja, había que conseguir como fuera que aceptará la compra que le proponían, la mansión que estaba en venta no era ninguna ganga, pero merecía la pena pagar el precio estipulado. Por ese motivo, él iría a la ciudad y a él le tocaba ser el amo de su hogar, no solo había estado ocupado con la limpieza de todas las habitaciones, cinco en total, sino también de limpiar el polvo, pasar la aspiradora, recoger la ropa para lavar, hacer la colada y una vez seca una montonera de camisas, pantalones y diversas prendas, tuvieron que ser planchadas hasta dejarle acalorado.

También tuvo que pasar por las oficinas, ubicadas en el mismo inmueble, que por cierto les pertenecía por completo, situadas un piso más abajo para comprobar que había estado la señora de la limpieza que tenían contratada, refunfuño al ver las papeleras llenas y los ceniceros sin limpiar. Tenían que hablar seriamente con ella, si no hubiera bajado, el lunes se hubieran encontrado todo sucio. Cuando volvió a su piso tres horas más tarde estaba exhausto.

Necesitaba tomar un poco de aire fresco, por ese motivo se acercó a la ventana del salón, la que daba a la calle principal, si podía llamarse así a esa callejuela y sentir en su rostro, la brisa que se había levantado al caer la tarde.

Estaba pensando que faltaba un par de horas para que regresara su koi, se conocían desde hace doce años, pero solo llevaban viviendo juntos ocho años y durante ese tiempo pocas veces se habían separado, excepto veinticuatro horas era lo más que se sentía capaz de soportar lejos de él, y ahora, esos tres días eran una eternidad para él, haciéndole replantearse la decisión de no dejarle irse solo nunca más.

Al principio, su amor había atravesado muchas sacudidas porque le costó reconocer que estaba enamorado de un hombre, su koi en cambio lo tuvo muy claro desde el principio siendo él quien diera el primer paso. Hubo muchos altibajos antes que la relación se afianzara y solo ocurrió cuando se fue a vivir con él y le descubrió un mundo de experiencias amorosas que le unió de un modo tan rotundo, que le hizo comprender que solo su koi podía excitarle con una sola mirada si se lo proponía. Cuando pensaba en los años perdidos se preguntaba cómo fue capaz de vivir sin él. Ahora se sentía su esclavo y su prisión era el paraíso en la tierra. Su amor le mantenía vivo, porque de faltarle se moriría. Le amaba no solo por lo que era, sino también por cómo le hacía sentirse cuando estaban juntos.

Al principio, no era muy consciente que estaba mirando atentamente a un tipo que avanzaba por la vereda arrastrando los pies, llamó su atención su aspecto en general, desgreñado, barbudo, sus ropas arrugadas y unas zapatillas deportivas que habían conocido épocas mejores que esa, no supo que le indujo a seguirle con la mirada, a fijarse en él con excesivo interés, su koi era capaz de castigarle sin un pestañeo si le veía mirando tan profundamente a otro hombre que no fuera él, aún pensando así su mirada no se apartó de esa figura desaliñada. Daba la impresión de haber bebido en exceso, sin embargo, cuando le vió detenerse delante de un local, el movimiento de su cabeza, girándola hacia su derecha se le hizo muy familiar.

Continuó mirándole, llevado más por la curiosidad que por el deseo de saber que había llevado a un tipo a tener ese aspecto harapiento, que circunstancias de la vida le habían arrastrado a llevar esa existencia tan patética, observó la expresión demudada en su rostro, como llevaba el brazo a su cara restregándolo por encima, le vió mirar a su alrededor, más no levantó la mirada hacia arriba porque le hubiera visto.

Comprendió al verle entrar al callejón no debía llevar mucho tiempo viviendo en la calle. Atisbó, a pesar de la distancia, sus mejillas humedecidas por las lágrimas, le vió esconder su rostro en sus manos de cara a la pared.

Su corazón se encogió ante el dolor ajeno, fue entonces, al fijarse en aquella espalda que se sacudía por los sollozos, sobre todo cuando el brillo de su mirada le permitió identificar a la persona que en aquel instante ocultaba su dolor en el callejón. Tuvo la certeza que no estaba bebido, porque le conocía muy bien.

Así pensaba mientras abandonaba apresuradamente su atalaya y descendía los tres pisos sin esperar el ascensor.

Llegó a su lado y apoyó sus manos en sus hombros, presionándole con suavidad, para consolarlo.

Le vió que se sacudía de su agarre con excesiva violencia, al girarse vió que sus ojos enrojecidos mostraban un atisbo de ira que pensaba descargar en él, solo que al verlo se inmovilizó.

-¡¡¿¿Hanamichi??!!! -preguntó con incredulidad al ver borrosamente una cabellera pelirroja.

-Si, vamos amigo... -dijo pasándole el brazo por la cintura para ayudarle a caminar, apenas le oyó se aferró con ambas manos a su jersey y escondió su rostro en su pecho, hipando con un llanto desgarrador. Le mantuvo abrazado hasta que el llanto fue disminuyendo en intensidad- Ven conmigo.

-¿Dónde? -preguntó mucho más sereno.

-A mi casa.

-¿Tu casa?

Miró hacia arriba, por encima de su cabeza, para señalar la ventana que continuaba abierta.

-¿En el cielo? -pensó que estaba delirando.

-Solo en el tercer piso. -Sonrió ante su ocurrencia- Déjame, llevaré tu bolso -se lo quitó sin que opusiera resistencia.

 Cuando llegaron al interior del piso, lo primero que hizo fue llevarle directamente al aseo, sin que protestará le desnudo, le sentó en el banquillo y procedió a lavarle primero la cabeza, luego la barba hasta que el agua salió limpia, la piel le quedó sonrosada después de restregársela con un paño enjabonado. Al terminar le mostró la tina llena de agua caliente.

-Métete en la tina, te ayudará a relajarte. Iré a buscarte una bata, aunque te quedaran algo grande -le dijo recogiendo su ropa y dispuesto a tirarla a la basura, cosa que hizo. También miró dentro del bolso y se deshizo de toda la ropa vieja y rotosa que llevaba.

Sacudió la cabeza, porque no comprendía que le había sucedido para que cayera tan bajo. Nunca lo hubiera pensado de él. Sabía que las circunstancias de la vida no le habían sido favorables, porque su pareja era un ser disoluto y amoral y no debió tener una existencia fácil, pero llegar a ese extremo era incomprensible. Podía haber llamado a sus amigos, que le hubieran dado un seguro cobijo recibiéndole con los brazos abiertos.

Le llevó uno de sus yukatas, comprobó que seguía en la misma postura cuando le dejo, los ojos cerrados y la cabeza inclinada en el borde la tina.

-Iré a preparar té, no te quedes mucho tiempo. -le aviso porque la temperatura del agua alcanzaba los cuarenta grados.

Mientras trasteaba en la cocina, supo que debía agregarle un chorrito de sake, le ayudaría a conciliar el sueño y cuando despertara estaría en condiciones explicar las circunstancias que le llevaron a ese lamentable estado.

Al terminar de prepararle la bebida se dio cuenta que seguía en el aseo, fue a verle, seguía manteniendo la misma postura anterior, excepto que tenía los ojos abiertos, fijos en un punto inexistente del techo. Miraba el vacío sin ver.

-Ya ha sido suficiente por hoy.

Su mirada se volvió hacia él, solo que esta vez no parecía saber quién era, se acercó hasta su lado dejándose sacar de la tina con docilidad y como si se tratara de un niño pequeño tuvo que secarle y vestirle, agarrado de brazo le llevó hasta la sala, sentándole en el sofá preferido de su koi, por el buen uso que había obtenido de él.

Le acercó la bebida caliente.

-Toma te hará bien, le he echado un poco de sake -le avisó sin que parecía darse por enterado.

No hizo intención de agarrarlo. Creyó comprender que le pasaba, se sentía avergonzado. No iba a echarle en cara que le había advertido de las consecuencias de creer en unas palabras mentirosas, se dejo llevar por la ceguera de un amor ilusorio, la primera vez que tenía que mostrar su inteligencia, falló estrepitosamente, dejando a la deriva una carrera que le abría proporcionado muchas satisfacciones yéndose con ese desgraciado que no dudaba amargó su existencia, al punto que llevó a romper con sus amigos. El amor es ciego y sordo pensó mientras veía su aspecto desvalido.

Se sentó a su lado, pasándole el brazo por la cintura y atrayéndole contra su cuerpo, sintió como su cuerpo se desmadejaba, dejándose abrazar y respondiendo a su abrazo cuando alzó sus manos enlazándolas tras su cuello y hundiendo su rostro en el hueco de su hombro. Acarició sus cabellos negros con cariño.

-¿Te sientes mejor? -preguntó cuando él hizo intención de apartarse.

-No estoy seguro... -murmuró sin atreverse a alzar la mirada.

-Toma el té, se está enfriando -comentó.

-No importa... -lo bebió todo de un solo trago.

-Te irá bien dormir, mañana hablaremos -dijo cuando le devolvió la jarra vacía.

-¿Por qué no ahora? -inquirió.

-Porque te puse sake en el té.

-Sabes que me duerme... -dijo ahogando un bostezo.

-Por eso mismo... -se levantó dejando libre el hueco que ocupaba en el sofá, por de pronto allí  el único lugar donde podía dormir. Mañana se decidiría cual de las habitaciones restantes se convertiría en su dormitorio, porque hasta que no estuviera recuperado no tenía intención de dejarle marchar. Aunque su koi se las daba de duro ante otros, era todo ternura y no le negaría nada si le pedía que deje quedarse. Su ausencia, durante esas semanas le había tenido inquieto.

Al cabo de un corto rato su cuerpo se relajó y su cabeza se inclinó a su costado. Con una sonrisa procedió a acomodarle para que durmiera cómodo, aflojo el cinturón del yukata para que no le molestara, y le cubrió con una cobija para evitar que se resfriara.

Estaba lavando la jarra cuando escuchó el sonido de la cerradura al ser abierta y al instante una voz conocida le movilizó.

-Tadaima....

-¡¡Qué bueno que has regresado!! -Dijo Hanamichi saliendo a su encuentro y echándose en los brazos de su amado- Te he extrañado mucho. No puedo estar sin ti, la próxima vez iré contigo. -le avisó.

Paso sus manos por debajo de sus nalgas para sostenerle mejor y evitar perder el equilibrio por el ansioso recibimiento de su koi. Pudo dar unos pasos hacia el interior de la sala, advirtiendo al momento el bulto que ocupaba el sofá.

-No lo parece... ¿te has buscado un sustituto durante mi ausencia,  do'aho?

-¿Qué cosas dices? Sabes que te amo, nunca podría cambiarte por otro.

-Y ese... -señaló con la barbilla, hacia el durmiente- ¿Quién es? -tal como estaba no podía ver su rostro, aunque dudaba que pudiera identificarlo, por la cantidad de cabellos y barba que alcanzaba a ver- Acaso, ¿eres un alma caritativa que se dedica a recoger menesterosos? -preguntó con expresión celosa.

Hanamichi rió bajito sin dejar de darle suaves besos por su rostro y cuello, aquellos lugares expuestos a su boca hambrienta de él.

Kaede continúo su camino hacia el dormitorio.

-Se trata de Yohei... -Kaede se inmovilizó un segundo, para fijar su mirada en el hombre que dormía- deseo que mañana pueda hablar  -y mientras le ayudaba a quitarse el traje y ponerse ropa más cómoda continuó contándole como la casualidad le llevó a encontrarle- Si no me hubiera asomado... -esa idea le dio un escalofrío.

-No pienses en lo que pudo haber pasado, lo primordial es que está ahí, -una idea pasó por su mente y la expuso enseguida- No crees que es peligroso dejarle ahí, podría marcharse mientras dormimos.

-¡Imposible! Yohei no soporta el sake porque actúa en él como un soporífero, le eché un buen chorro en el té que tomó sin advertir su contenido. No despertará hasta el mediodía como mucho.

-¿Crees que acabó su relación? Al otro se le ve un tanto descontrolado, he oido que esta bastante desconocido. -sabía que Hanamichi no soportaba que se pronunciara su nombre, por lo que se referían a él de ese modo. Estaban más enterados de las andanzas del otro que de Mito. Era bien sabido que le guardaba como un carcelero. No ponía frenos en sus palabras cuando declaraba que él aseguraba que solo a su lado era feliz, por ese motivo prefería llevar una vida de aislamiento. Era bien sabido que era todo lo contrario. Sendoh guardaba a Mito como si fuera un tesoro, solo que había confundido el modo de tratarlo, era más bien un prisionero en su hogar que su pareja.

-Supongo que si...

-Espero que así sea. Estabas muy inquieto por tu amigo.

-¿Lo sabías? Intenté que no se notara.

-Amor, es mejor que no lo intentes, pasara más desapercibido. Además, ¿Qué tipo de esposo sería si no conociera tus estados de ánimo? -preguntó envolviéndole en un abrazo cálido.

  -Me sentiré mucho mejor cuando tenga la certeza que todo terminó entre ellos, me sentiré contento por Yohei, porque así podrá reemprender una nueva vida, empezando lo que dejo atrás, ese desgraciado destruyó su existencia pacifica, apartándole de sus amigos y arruinando sus ilusiones, ¿sabes? Quería ser médico...

-Si era así, seguro que podrá serlo. Todavía es joven -dijo para calmar a su koi que seguía afectado por su amigo- y yo podré hacerte el amor sin que te distraigas.

-Lo lamento, no volveré a ser tan desconsiderado -no fue consciente de que su preocupación por su amigo afectara su relación con Kaede y que en esos instantes tan íntimos estuviera pensando en Yohei- Hazme pagar por mi mala conducta -pidió juntando sus manos delante de sus ojos.

-¿Quieres que te castigue? ¿Con tu amigo en la habitación de al lado? ¿Acaso quieres que sea testigo de cómo te sometes a mí? -Preguntó con incredulidad- No crees que perderás toda su credibilidad?

-Si así fuera entonces no merece ser mi amigo, además, olvidas que te dije que el sake actúa como un sedante, dormirá toda la noche, puedes hacerme todo lo que quieras, él no va a despertar -aseguró con firmeza.

-Si es así, mi castigo será duro. -dijo atenazando sus muñecas con sus manos y llevando sus brazos a la espalda, manteniéndole en una posición forzada.

-Podré soportarlo.  -sus labios fueron tomados en un beso suave al principio, y que se fue volviendo duro y exigente a medida que iba prolongándose.

Hanamichi gimió respondiendo con ardor a la caricia, dejándose llevar por las emociones que su beso encendían en su cuerpo.

-Solo ha sido un beso y ya estas goteando -murmuró pasando la mano por su entrepierna y notando su excitación y la humedad de la tela, al tiempo que le llevaba hacia la cama que compartían.

-No puedo evitarlo, tu contacto despierta mis sentidos. -dijo recostado en el lecho, con las manos levantadas agarrándose al cabecero de madera con Kaede a horcajadas sobre sus piernas.

-Eres un chico malo... -dijo acariciando su pecho unos segundos, sin dejar de mirar cómo se iba notando más su excitación al restregar sus nalgas sobre su pubis, a poco de vivir juntos le pidió que bajo el pantalón no llevara nada, porque le facilitaba poder tocarle sin estorbos y Hanamichi le complació sin poner reparos, fue entonces cuando supo que era el amante ideal- He encontrado algo nuevo, -le avisó para que estuviera preparado para la novedad- estoy seguro que te gustará probarlo. Ve a cambiarte, me reuniré contigo en instante. -le dejo libre.

Hanamichi se movió con presteza, atravesando una puerta que comunicaba exclusivamente desde su dormitorio, no tenía ningún otro acceso, ni siquiera una ventana.

Sabía que Hanamichi no se movería de allí aunque se demorara largo rato, lo que no era su intención, después de tres días iba a dar rienda suelta a sus inclinaciones sicalípticas.

En la entrada había dejado su pequeña maleta, la recogió, al volver a su dormitorio observó que Yohei se había movido, dejando caer al suelo la cobija que le cubría, reconoció el yukata que llevaba puesto, el mismo que él había regalado a Hanamichi, llevado por la curiosidad, apartó el extremo de la tela hacia un lado, aunque estaba recostado de costado cuando pudo ver que no tenía nada que envidiar a Hanamichi, aún estando en reposo estaba muy bien dotado, pasó la punta de su lengua por sus labios humedeciéndoles y preguntándose si su koi le daría ese gusto.

Apoyó la maleta sobre la cama y la abrió, sacando de su interior un envoltorio alargado, era su última adquisición para prolongar el placer, favoreciendo la irrigación del pene y prolongando el coito.

Mientras se quitaba su yukata una sonrisa distendía sus labios.

Si Hanamichi la hubiera visto sabría que su koi estaba maquinando algo gordo y que no iba a gustarle.

Una sonrisa astuta animaba sus facciones. Si Hanamichi quería un castigo, iba a darle algo que no esperaba, pero que les complacería  a ambos por igual.

 

Continúa en la III Parte: ENAMORES


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