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SANGRE ENTRE MIS PIERNAS por ANTARES

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Notas del capitulo:

Este capí corresponde al que debí subir el domingo…  siento la tardanza. Como siempre: el universo de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling. Yo solo lo tomo prestado para recrear esta historia.

 

 

CAPITULO XXIX

POLVO DE ESTRELLAS

 

 

 

Una semana había pasado desde que Lucius despertó de su coma mágico. Una semana en la que Severus no se despegó de su lado. El ex espía encontraba a su recuperado amante tan cambiado… y no es que los 20 años hubiesen dejado mucha huella en él, que si la había era mínima, sino que el carácter del mago había sufrido una transformación total. Como si en vez de una guerra de cinco años hubiesen pasado por él décadas de prisión, tortura, miseria y sufrimiento. El Lucius Malfoy que Severus veía era un ser estoico al que el dolor había moldeado hasta hacerlo humilde y sabio. Al menos, eso es lo que veía él.

En esa semana los muchachos, como ambos llamaban a Draco y Albus, habían desaparecido del mapa. Su dragón les había avisado que se llevaba a su esposo de viaje de bodas, para alejarlo de Londres (tradúzcase de los aurores) y dejarles a ellos tiempo para el reencuentro. Diariamente hablaba con su padrino por Red Flu, ya que ambos exigían saber los avances en la salud del patriarca, pero una vez que se les daba el parte médico sonreían tranquilos y cortaban la comunicación.

Secretamente el ex espía les agradecía su tacto, ya que ansiaba retomar lo que había dejado pendiente cuando la última batalla, antes de que la maldita Nagini se lo cenara sin asco. Para él eso había sido hace unos días, para su rubio habían pasado dos décadas.

Por eso, cuando el corazón del enfermo se tranquilizó, y su magia se estabilizó (como a los dos días de estar despierto) comenzaron los arrumacos, los besos apasionados, los toqueteos, los rozamientos. Podían iniciarlos cualquiera y luego el ansia los devoraba a ambos. Entonces, entre gemidos y corcoveos,  Lucius terminaba debajo de un moreno listo para… morderse la lengua y quitarse rumbo al baño.

– Aún estás débil… no quiero que te pase nada – le decía.

Y el rubio apretaba su almohada y sus ganas, y maldecía a Zabinni por negarse a darle el alta. Mientras oía el agua correr en el lavabo, e imaginaba a su amante bajando su excitación con un trabajo manual, se prometía que si Blaise no lo dejaba ir pronto violaría a su Sev en medio de la Sala de Cardio, con una veintena de internistas y enfermeras como público.

– Sev… por favor…  –  suplicaba. Pero el pocionista se mantenía firme y se contentaba con acariciar su mano, besar castamente sus largos cabellos e imaginar futuros encuentros. “Definitivamente he debido estar en el cielo, se decía Snape mientras trataba de contener su erección, siento que no he tenido sexo en 20 años”.

Por eso cuando Blaise llegó esa mañana, anunciándoles que en unas horas podría marcharse del hospital, a ambos les faltó poco para abrazarlo y comérselo a besos. Mientras  el pocionista  ayudaba al patriarca a vestirse y arreglarse el cabello, Winky llegó con noticias de los jóvenes amos. Felicitaban al rubio por su recuperación y le anunciaban que ya habían hecho los arreglos en Malfoy Manor para que sean recibidos por los elfos. Ellos llegarían dentro de dos días directamente de Grecia, donde estaban pasando un adelanto de su tan postergada Luna de Miel.

Cuando salieron a la calle una veintena de periodistas los rodeó. Los había de Inglaterra y de otras partes de Europa, y todos pugnaban por tener una foto del noble y del recién resucitado héroe de guerra. Las preguntas no se hicieron esperar.

– ¡Lord Malfoy... Lord Malfoy...!  ¡¿Que se siente haber vuelto a la vida?!

– ¡Patriarca… patriarca…! ¡¿Que piensa del ataque de Ronald Weasley?!

Empujones, codazos, empellones…

– ¡Señor Snape… Señor Snape...! ¡¿Qué se siente haber regresado de la muerte?!

La pareja se paralizó por la luz de los flashes.

– Profesor… ¡¿Lo une una gran amistad a la familia Malfoy?! ¡¿Qué opina de la actuación de Harry Potter en la muerte del heredero Scorpius?!

– ¿Por allí se rumorea que son pareja? ¿Usted y Lord Malfoy son pareja señor Snape?

– ¿Eran pareja antes de la guerra? ¿Durante la batalla final?

– ¿Engañaba a Lady Malfoy con Severus Snape Lucius...?

Un silencio sepulcral cayó sobre todos los presentes cuando el ex espía contrajo el rostro en un rictus de ira. Sus manos temblaron y su magia se descontroló. Un viento frio barrió el lugar y vidrios y demás objetos frágiles comenzaron a vibrar.

– ¡¡¡¿Cómo se atreven?!!! ¡¡¡¿Cómo osan…?!!!

– Sev, por favor… –  Lucius lo calmó apretando su hombro e, inspirando profundo, se dispuso a responder.

– Severus Snape y yo hemos sido primero amigos, luego hermanos y después pareja desde los tiempos de Hogwarts. Nos separamos cuando, equivocadamente, me uní a quien ustedes saben. El peor error de mi vida, que me costó el amor de este gran hombre. Luego me comprometí con la encantadora mujer, la dignísima dama que fue Narcissa Black. En esos años, el señor Snape fue siempre un amigo para mi familia y un hermano para mi difunta mujer, a tal grado que lo hicimos padrino de nuestro único hijo.

– ¡Pero el espió para la orden del Fénix en su contra y la de los mortífagos, apoyando a Harry Potter…!

– ¡Profesor, Harry Potter conspiró para ocultar el asesinato de Scorpius Malfoy, cometido por su hijo mayor James! ¡El dice que lo hizo por proteger a su familia y que esta merece clemencia y no castigo! ¡¿Qué opina de eso?! ¡¿Lo apoya?!

– Lord Malfoy… ¿le guarda algún resentimiento al señor Snape por haber espiado contra usted en la Segunda Guerra? Usted era un mortífago… ¿no es así?

– Decir que no fui un mortífago sería mentir – Lucius cortó las preguntas –  Decir que hice bien sería estúpido. Repito, fue el mayor error de mi vida. Severus hizo lo correcto al trabajar desde las sombras para derrocar al monstruo en el que se transformó Tom Ryddle, a quien admiré cuando era un mago brillante que nos ofrecía un futuro diferente… Era joven e impulsivo… Y el Lord era astuto… Me sedujo… y yo me deje seducir (1).

– Yo apoyé a Harry Potter en la Segunda Guerra para derrocar a un ser que se había vuelto un peligro, tanto para el mundo mágico como muggle – el ex espía explicó serio – Lo apoyé porque estaba en lo correcto. Pero no apoyaré la estupidez que hizo ahora, al tratar de apañar un homicidio con una mentira que buscaba eliminar a una noble Casa, de la cual soy miembro orgulloso. Decir que todos los Sly son malos es lo mismo que decir que todos los Gryffindors son buenos. Una falacia. Han pasado 20 años desde que morí… no estoy enterado de muchas cosas e ignoro como han evolucionado, o involucionado, las personas con las que una vez compartí mi vida. Pero si de algo estoy seguro es que el Harry Potter que conocí era un ser justo. Espero que esa justicia se habrá campo en su mente y entienda que los miembros de su actual familia, tradúzcase esposa, hijo y demás Weasley, tienen el fin que ellos mismos se buscaron.

– ¿Ha perdonado a los asesinos de su nieto Lord Malfoy? ¿A quien lo hirió y casi lo mata?

– Soy Slytherin caballeros. No soy muy proclive a perdonar. Pero estoy dispuesto a pasar la página y dejar que el Ministerio y los Aurores se encarguen de buscar y encarcelar a los culpables que quedan libres por allí. Ellos no nos quitarán el sueño, ni a mi familia ni a mí. Después del juicio y de las sentencias quiero creer que mi nieto, su madre y su abuela por fin descansan. Afortunadamente mi hijo y el joven Albus son ahora esposos. Espero que juntos puedan superar su pérdida y que el niño que esperan les sirva de consuelo y les traiga paz.

– ¿Y que hay respecto a usted? ¿Es cierto lo que publicó El Profeta?

– Ignoro a que se refiere. Le recuerdo que acabo de despertar de un coma mágico. Pero si lo que quiere saber es si el señor Snape y yo somos pareja le diré que sí, ahora estamos  retomando una relación que comenzó cuando éramos niños… y que se solo se vio interrumpida por mi estúpida decisión de seguir a un psicópata.  Si lo que insinúa es que él y yo engañábamos a mi difunta esposa, le diré que esa es una falta de respeto no a mí, a quien creo ustedes no respetan mucho, sino a la integridad y a la honorabilidad de quien es uno de sus más grandes héroes de guerra: el verdadero artífice de la caída de Voldemort. Sin Severus Snape y su labor de espionaje el mundo como lo conocemos no existiría.

– En realidad… –  un brujo novato se atrevió a interrumpir el discurso – He… – tartamudeó sin saber como explicarse – mi colega se refiere a la supuesta relación amorosa que se rumorea mantiene con Hermione Granger…

– ¡¡¡¿Qué?!!! – Severus no pudo evitar el grito.

– ¡¿Qué estupidez es esa?! – Lucius estaba perplejo.

–  Ronald Weasley lo atacó por eso ¿no? – uno de los periodistas lo encaró.

– Ronald Weasley era un demente lleno de odio que me acusaba de cuanta cosa se le ocurría. Realmente no pensé que alguien diese crédito a sus delirios mentales… ni que se atreviesen a dudar de la honorabilidad de una mujer que ha vivido siempre para su familia.

– ¿Esta usted defendiendo a Hermione Granger, hija de muggles? – la suspicacia en la voz del reportero hizo enmudecer otra vez al grupo.

– Su sarcasmo esta de más señor. No la defiendo por algún interés personal, sino porque me parece una total falta de misericordia cebarse en una madre que ha sido abandonada e insultada por su esposo, y que además tiene a su hijo menor preso en Askabán. Yo pasé una época terrible cuando esa amenaza pendía sobre mi primogénito, y vi a mi Narcissa destrozada. Aunque mi familia haya sido agraviada por la suya, y su sobrino haya asesinado a mi nieto, no puedo evitar extenderle la compasión que hubiese deseado para mi en aquel entonces. Esto no tiene que ver con ninguna relación clandestina, faltaba más.

– ¡¿Confirma entonces que entre ella y usted no existe romance alguno?!  ¡¿Y que usted no cobró sus simpatías hacía el joven Hugo con favores sexuales?! – la que había hablado era Luna Lovegood, directora de El Quisquilloso, quien acompañaba a su redactor buscando limpiar el nombre de su amiga.

– Señora... Es un inesperado placer que la directora de tan singular periódico se digne a reportear mi salida del hospital. Le respondo a usted y a todos con la verdad: no existe, ni ha existido, y mucho menos existirá, ningún tipo de relación entre Hermione Weasley y yo… ya sea de tipo amical, romántico o sexual. Acabo de reencontrarme con alguien muy importante para mí, a quien creía irremediablemente perdido… y ahora estamos dispuestos a intentar ser una pareja de nuevo… a tratar de ser felices y dejar el pasado atrás. Pese a lo reciente del fallecimiento de mi esposa, sé que ella no querría que me la pase penando en soledad, y que sería feliz de ver que rehago mi vida con quien siempre estuvo a nuestro lado sin pedir nada a cambio…

– Lord Malfoy…

– Eso es todo caballeros – Severus interrumpió hosco – “mi pareja” – y recalcó la palabra con rabia – necesita descansar. Sus preguntas estúpidas están de más…

 

La brutal declaración dejó al grupo helado. Cosa que aprovechó el moreno para tomar a su acompañante del brazo y sacarlo de allí. Todos los presentes los vieron desaparecerse con un PLOP y se quedaron comentando la reacción.

 

Luna, sonriente, le explicó a su reportero:

 

–Fue mi profesor en Hogwarts, ¿sabes? Era el más odiado en aquel entonces… ¡Es hermoso ver que esta de regreso!

 

 

*****************

 

Cuando ambos arribaron a la mansión Severus estaba a punto de reventar de furia. De furia y de celos. La Hermione que recordaba era una brujita de 18 años con un bonito cuerpo y una personalidad de nerd… nada que su rubio quisiera más que para una sesión de sado en las mazmorras. Pero habían pasado 20 años… y ahora esa brujita sería toda una hechicera, hermosa y brillante, deslumbrante si había seguido el curso lógico de sus talentos, y de seguro más que dispuesta a pagar con su cuerpo la libertad de su hijo. La Gryffindor que recordaba habría hecho eso y más por sus amigos, ya ni se diga por su sangre.

Cobrarse una ofensa en la mujer del enemigo era cosa común para los mortífagos… y Lucius era un mortífago, lo era aún cuando él murió y su cambio, si bien lo sorprendía, no terminaba de convencerlo.

Imaginaba a la castaña tirándose a sus pies suplicando clemencia. Estaba seguro que ella haría eso y más, no así Potter o Weasley, demasiado orgullosos y estúpidos. Y Lucius, claro, estaba viudo y solo… y él era solo un recuerdo…

– ¡Merlín nos ampare, que sarta de tarados! Y eso que ahora están de nuestra parte. Deberías haberlos visto cuando…

–  ¡¿Es cierto?!

­–  ¿Qué?

– ¡Que te encamaste con Granger para cobrarle tu misericordia hacia su hijo!

–  ¡Severus!

–   ¡Que te conozco Lucius! ¡Eres capaz de eso y más!

–  ¡Era capaz de eso y más! ¡Tú me hiciste cambiar! ¡Tu muerte me hizo cambiar!

–  También conozco a Weasley. Era estúpido pero vivía para esa chica. Si la acusa es por algo.

–  Gregory… –  el patriarca bajó la cabeza apesadumbrado.

Severus abrió la boca asombrado.

–  No voy a decirte que la violó… porque no lo hizo. Pero la chantajeó. Le prometió hacer que su padre, quien es uno de los capos en Askabán, le brinde total protección al niño mientras éste  cumple su sentencia. A cambio de sexo claro… Y la pobre…

El silencio se impuso como una piedra en sus espaldas.

–  Cuantas veces tuvimos que hacer lo mismo… –  recordó con pena el moreno.

–  Por eso Sev… solo por eso. Yo no pude evitarlo. Los encontré cuando ya había pasado. Pero le prometí que hablaría por su muchacho, quien al fin y al cabo solo es culpable de haber nacido en la familia equivocada… Estaba tan lastimada… El bastardo de Greg se ha vuelto otro psicópata sexual… igualito que el Lord.

– Era un muchachito tan inocente. Bruto pero inocente. Siempre siguiendo a Draco… mirándote fascinado, a ti y a su padre.

–  Ahora no es más un muchachito, pero aún sigue a Draco y a los otros. Eso me da miedo. Pobre mujer…

– ¿Compadeces a una Gryffindor que conspiró contra tu familia y apañó la muerte de tu nieto? ¿No hay nada más allí Lu? –  Severus lo miraba inescrutable.

Por toda respuesta el patriarca se le acercó y lo besó tiernamente en los labios. Él respondió el beso y se dejó llevar: olvidándose de los periodistas, los Weasley y la niña esa. Su rubio era y siempre sería SUYO. El beso se transformó en una demanda apasionada y se transportaron al piso superior.

Cual no sería su sorpresa al arribar y darse cuenta que la habitación del patriarca se había transformado en un suntuoso lugar. La cama estaba al fondo,  adornada con velos y cortinajes, llena de almohadones y pétalos de rosas. Todo el espacio estaba escondido entre tules, velas flotantes, y  exóticas flores cuyo perfume exaltaba los sentidos. En medio, una hermosa piscina natural de aguas termales, con unas escaleras de donde brotaban chorros de cálido líquido. En los contornos fuentes con bebidas, comida y estimulantes sexuales… lubricantes, juguetes…

Antes de que la pareja pudiese siquiera asombrarse, mucho menos ruborizarse, una voz se escuchó avisándoles que los elfos no entrarían hasta dentro de dos días, salvo una emergencia. El lugar estaba hechizado para satisfacer sus deseos y la “dieta” alimenticia y demás había sido aprobada por Blaise. Luego, la magia los envolvió y sus ropas fueron cambiadas por delicadas y semitransparentes túnicas en negro, verde y plata.

–  ¡Por Salazar! No sabía que Draco fuera tan bueno en transformaciones… –   Severus trató de no demostrar su excitación.

Un ruborizado Lucius le respondió en un murmullo:

–  No lo es. Esto, estoy seguro, es cosa de Albus.

–  Lo dicho. El niño ese me cae bien…

Y Severus no pudo contenerse más. Tomó al otro de la cintura y lo atrajo hacia sí robándole un sensual beso. El platinado correspondió con todo el amor del que era capaz y la pasión los envolvió. Mientras sus labios no se despegaban, sus manos vagaban por sus cuerpos recorriendo brazos, pectorales, muslos, nalgas… las erecciones despiertas aún más de lo que ya estaban.

–  Tanto tiempo… han sido 20 años… –  el susurro de Luc se escuchaba ansioso.

Severus no habló, solo siguió comiéndoselo a besos hasta caer ambos sobre el piso, acolchado en su totalidad por cojines y musgo. Le abrió la túnica por delante y su desnudez se reveló gloriosa.

–  Eres hermoso. Siempre has sido… siempre serás hermoso…

La boca ahora se prendió de su cuello succionando. Lucius solo gemía:

–  Márcame… márcame para que todos sepan…

–  ¡Que eres mío! ¡Solo mío! ¡Siempre mío!

–  Tuyo… solo tuyo… siempre tuyo….

Recorrió la clavícula con su lengua, bajándola luego por el pecho, mientras sus dedos volaban en suaves caricias. Mamó un poco los pezones buscando erectarlos… se metió en el hueco de ese ombligo que conocía desde siempre… y llegó a la mata de vello púbico.

Lucius se había abandonado. Solo se dejaba hacer mientras las lágrimas salían de sus ojos cual plata líquida. No más drogas para nublar el asco por si mismo, no más buscar el reflejo de lo que fue en un cadáver putrefacto que solo lo llenaba de soledad. Su amor, su amante, su compañero estaba allí, junto a él, vivo…

Cuando arqueó el cuerpo y se derramó por primera vez en la boca de su hombre supo que ese dios muggle al que secretamente le oraba, como una forma de alcanzar a su Sev en la eternidad, no solo lo había escuchado sino también perdonado. No se cuestionó si sería inmoral y hasta sacrílego llevar la santa imagen hasta ese encuentro sexual, porque para él eso no era un simple encuentro sexual; cuando sintió los dedos lubricados entrar en su ano percibió que era la unión de dos almas en la más sublime entrega, y cuando por fin esos apéndices fueron sustituidos por un duro miembro Lucius gritó de placer, y el pasado presente y futuro desfilaron ante sus ojos con inusitada claridad. Entonces se dio cuenta que la habitación ya no estaba, de que su amante ya no estaba, de que el mismo tampoco estaba más en esa masa de energía de la que era parte ahora, y que lo acogía perfecta, haciéndolo sentir por primera vez en su vida completo.

Y comprendió lo que los antiguos hechiceros hindúes decían sobre el tantra y el tocar la divinidad a través de la impecable unión sexual. En un universo matemáticamente perfecto ellos eran polvo de estrellas en comunión con su creador, flotando libres por el espacio…

Hasta que lo sintió y se reveló. La perfección es la carencia de necesidad. La feliz soledad. En un universo matemáticamente perfecto él se resistía a seguir las reglas que lo alejaban de esa aura oscura. Así que se lanzó en una carrera salvaje desde un extremo del cosmos en busca de su otra mitad, que en el otro extremo sentía lo mismo y cual bólido viajaba también para encontrarlo. Ambos habían existido desde siempre solo para el preciso momento de colisionar y estallar en un mar de plasma que los devolvió a la tierra, a ese cuarto repleto de magia donde ambos lanzaban un grito salvaje llegando sincronizados al clímax, otra vez y otra y otra, mientras la magia ancestral sellaba sus almas volviéndolos uno. Antes de desmayarse por agotamiento, ambos vieron lo anillos de sus respectivas casas en el dedo anular del otro, a la vez que los tatuajes de pertenencia se dibujaban invertidos en sus brazos: El de Lucius era una serpiente con alas de murciélago… el de Severus un Dragón de Plata.

 

*****************

.

Severus no entendía si lo que sentía era porque ya había estado muerto antes, o porque al fin él y Lucius aceptaban su amor sin reservas y se entregaban totalmente el uno al otro… tocando en su clímax la eternidad.

No era consciente del tiempo transcurrido desde que entró a esa habitación… horas, días, siglos… no sabía… solo sabía que se sentía lleno, pleno, perfecto y en paz. Sabía que había visto el principio y el final de este mundo y de muchos otros… que había vagado por el espacio sin cuerpo ni forma, envuelto en un mar de energía del que era solo una ínfima partícula. Sabía que allí no había dolor, ni tristeza ni nada… Pero había renunciado a todo por lanzarse en una loca carrera, atraído por esa estrella luminosa que lo llamaba desde el extremo opuesto de un universo cambiante.

Él había sentido el fuego, las llamas, el ansia que habían derretido su perfecta armonía…  convirtiéndolo en un ser balbuceante y tembloroso, necesitado y vacio… Había percibido su renuncia a la perfección para entregarse sin reservas… se había vuelto mortal… un ser limitado a una cárcel de carne helada y efímera… Soportándolo todo solo por llegar a ese momento, en el que  se abría de piernas para que un falo lo penetre una y otra y otra vez, dentro de un mar de lava ardiente que los cercaba estrechándolos.

¿Era eso la vida, el amor? ¿Un pene penetrándolo… convulsionándolo de placer? ¿Solo por eso valían la pena nacimiento, vida, tortura, muerte y resurrección? ¿Por ese apéndice que se introducía en su cuerpo, por esas caderas que albergaban ese apéndice, por ese cuerpo que ostentaban esas caderas... por esa alma que era su propia alma en busca de volver a juntar lo que una vez fue fracturado?

–  ¡Jesús Bendito! ¡Dios de los cielos! ¡Más Lucius! ¡¡¡Maaaasssss!!!! ¡Fóllame más Lucius! ¡Máaaaaasssss! –   gemía mientras abría las piernas y levantaba las caderas, de espaldas a su vida, a su alma… recostado en el suave musgo que tapizaba la piscina como un colchón.

Y el rubio, obediente y en el paroxismo de la lujuria, aceleraba tratando de fundirse con esa entrada que lo recibía y lo estrechaba. El agua caliente rodeándolos…

Mientras se derramaba en esas manos que masturbaban su polla, sintiendo a la vez como ese líquido caliente se disparaba en su interior, golpeando fuertemente en cada chorro su próstata, se preguntaba cuanto tiempo, cuanto tiempo llevaba follando y siendo follado… ¿días, años, siglos?… como era posible que hubiese vivido toda su vida sin eso, sin ese ser que se acoplaba perfectamente a su espalda, a su ano, a su cuerpo y a su alma… el piso, la cama, la pared, la piscina, las sillas... encima, debajo, de frente o de espaldas… todo era solo un instante de lo mismo… la eternidad de su entrega… la unión perfecta de sus almas… la palabra siempre llevada hasta el infinito y aún más allá.

 

*****************

 

Draco y Albus arribaron a la mansión a la hora prometida. Ambos venían relajados y con cara haber tenido sexo hasta morir. Sus sonrisas francas y algo culpables, y ese delicioso rubor de sus mejillas, los delataban ante el más despistado.

Los elfos les recibieron las maletas y les anunciaron que los “amos mayores” no habían salido de sus habitaciones desde que ingresaron, hace exactamente dos días.

–  Creo que les gustó nuestro regalo –   le dijo Albus a su esposo buscándole la boca. Se estaban besando cuando un ruido anunció la entrada de la otra pareja.

–  ¿Aún no han tenido suficiente? –  la voz de Severus trató de sonar hosca. No lo logró.

Los mayores también tenían las sonrisas bailándoles en las comisuras de los labios. Se los veía felices, satisfechos y saciados. Draco pudo notar que tanto su padre como su padrino se movían cuidadosamente, casi se deslizaban, evitando todo movimiento brusco y violento. Dedujo que cierta parte de la anatomía de ambos debía estar particularmente sensible, casi tanto como la suya y la de su esposo, y no pudo evitar sonrojarse.

– ¡Merlín! –  la voz de Al rompió el momento –  Se nota que los cuatro hemos follado hasta el hartazgo.

Lucius se sonrojó, Draco lo miró pasmado y Severus gruñó al decir:

– ¡Demonios Draco! ¡¿Estas seguro que tu marido es un Slytherin?! ¡Tiene la bocota de un torpe Gryffindor!

– Bueno… es hijo de un Potter y una Weasley –  Draco lo dijo como disculpándolo –  Algo malo le tenían que heredar.

Luego, como si se hubieran puesto de acuerdo, soltaron la carcajada y la tensión se esfumó.

­– Veo que disfrutaron nuestro regalo… – Albus volvió a la carga burlón.

– Y ustedes su Viaje de Bodas – Severus le devolvió la puya.

– Es solo un adelanto – Draco intervino –  Quiero que nuestra Luna de Miel sea inolvidable, pero para eso era necesario que todo aquí quedara resuelto. Y saber que tú, Padre, estas fuera de peligro.

Lucius se unió a la chacota:

– ¡Con este hombre cerca estaré en peligro constante! Recuerden que no ha tenido sexo en 20 años.

– ¡Malfoy!

Las carcajadas estallaron otra vez y luego los cuatro se sentaron a beber y a comentar los últimos acontecimientos. Draco llevaba una prótesis donde debía estar su mano izquierda y esta, hasta cierto punto y gracias a un hechizo, le permitía algo de movimiento… como apoyarse, agarrar objetos y demás. Nunca tocaría piano, ni podría hacer un dibujo, ni nada que implicase motricidad fina, pero por lo menos su discapacidad no era total. Un elegante guante negro la cubría.

Lucius y Severus no pudieron evitar la pena al ver el guante, pero los más jóvenes le restaron importancia y se entretuvieron comentando la semana que pasaron visitando las islas. Los mayores respondieron poniéndolos al día sobre lo acontecido con la prensa.

Hablaron y rieron por horas, haciendo planes y soñando con un futuro diferente y hermoso… y cuando ya se disponían a cenar un elfo les anuncio una inesperada visita.

­– El Jefe de Aurores, míster Kingsley Shacklebolt, solicita ser recibido por los amos.

Lucius miró a todos extrañado. No entendía lo que el negro quería de ellos. Draco y Severus se buscaron con la mirada con el miedo reflejado en sus rostros, ambos exclamaron al unísono, casi en un susurro: “Potter”. Albus, que los había escuchado y sacado sus conclusiones,  solo se tensó, se llevó una mano a su ahora notoria barriguita y apretó fuerte, con la otra, la mano de su esposo. A duras penas pudo contener las lágrimas que amenazaban con salir. Orgulloso, levantó la cabeza y se revistió de la clásica máscara de los Slytherin: altivez y arrogancia, y se dispuso a atravesar un nuevo infierno.

 

 

Continuará….

 

Notas finales:

(1)Me sedujiste señor… y yo me deje seducir”. Esta frase se la dijo un profeta (esta en la Biblia, Jeremías creo, en realidad no recuerdo bien) y me ha perseguido siempre. La veo como la frase de aquellos que renuncian a todo lo que aman por seguir a alguien con la vehemencia que solo te da la fe ciega. Equivocados o no, aquellos que siguieron a Voldemort al principio debieron tenerle eso, una fe ciega que rayaba en el fanatismo. Como sino aguantar tanto: la clandestinidad, la lucha, Askabán… el Beso del Dementor. Brrr… nos sé. Líbreme Dios de una ceguera así.


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