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SANGRE ENTRE MIS PIERNAS por ANTARES

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Notas del capitulo:

Como siempre: Harry Potter y todo lo demás (salvo la trama de este fic) pertenece a J.K. Rowling y a quien ella crea conveniente. Yo no lucro con esto y bla... bla… bla…


 


 

 

 

 

 

CAPITULO XXXII

 

EL NACIMIENTO

 

 

 

 

 

Albus se arrastraba asustado por los pasillos de Hogwarts. Si hubiese un premio a la estupidez sería sin duda para él.

 

Desde que regresó como alumno externo, con dos guardaespaldas al lado que lo custodiaban hasta para ir a clases, no había habido incidente alguno con su persona. Los Gryffindor lo ignoraban, los de otras casas lo miraban mitad asustados mitad envidiosos, y los sly lo cuidaban como si fuera de cristal.

 

Sus clases se adecuaron a su estado por lo que solo eran teóricas, y la carga de tarea había sido reducida al mínimo. Llegaba vía Flu a las 7 de la mañana y partía por el mismo medio a las 6… así iba a ser hasta que nazca su bebe, que curiosamente coincidiría con las vacaciones de verano. Para el próximo año, se reintegraría al régimen normal salvo en lo referente al internado… marcharía a su casa al anochecer, para estar con su hijo, pero terminaría su educación con su promoción.

 

Y todo estaba bien hasta que, con 8 meses y medio de embarazo, decidió quedarse a festejar que Slytherin hubiese ganado la Copa de Casas, gracias a los puntos que  otorgó Sprout a Marcus e Isabella por su valentía al declarar la verdad  en el Caso Scorpius. Habló con Draco y este lo autorizó a pasar la noche en el castillo; en medio de una bacanal que dejó al 80% de sus compañeros fuera de combate, borrachos perdidos, y al otro 20% follando como locos en cada cuarto disponible.

 

Él, que no podía beber alcohol ni tenía a su pareja al lado, había bailado hasta que una punzada en el vientre lo hizo sentarse. Y contra toda prudencia, callarse. No era como si quisiese arruinarles la celebración. Por lo menos dos veces a la semana desde que volvió al colegio había corrido a la enfermería asustado por algún dolor; pensando que el bebe ya venía; solo para que Poppy muerta de la risa le dijese que esas molestias eran normales: gases, cólicos, pataditas, indigestión… ya había perdido la cuenta

 

Por eso creyó que ahora era hambre. No había comido desde que la fiesta comenzó: no es que hubiese comida decente de todos modos. Y cuando ya no aguantaba más se fue, solo, rumbo a las cocinas. Isabella y Marcus se habían retirado a una habitación dejándolo con las demás serpientes, las que a estas alturas ya estaban durmiendo la borrachera en los sillones de su Sala. Sus guardaespaldas también se habían retirado a descansar pues estaban fuera de turno. Y él, repentinamente con antojo de helado, no había visto nada de malo en ir a buscarlo por si mismo.

 

A medio camino sin embargo, en pleno corazón de las mazmorras, una punzada semejante a un navajazo de cuchilla lo atravesó; tumbándolo en el suelo.

 

Con horror, Albus sintió  a su hijo acomodarse y a sus entrañas abrirse hasta desgarrarle el bajo vientre. Se tocó y percibió su uniforme mojado. No tuvo que ver el líquido para saber lo que era: sangre. El canal de parto se había abierto y sabía, sin lugar a dudas, que el momento había llegado.

 

Quiso tomar su varita y lanzar un patronus para pedir auxilio, pero notó no la llevaba consigo; seguramente la había olvidado en su sala común. El dolor, cada vez más intenso, lo hizo chillar suplicando ayuda; y arrastrarse tratando de llegar a un área transitada por los prefectos de guardia.

 

Al borde del desmayo divisó dos sombras acercarse hacia él. No pudo ver sus rostros pero el rojo de sus bufandas lo hizo palidecer de terror: “Gryffindors”, susurró protegiéndose la barriguita. Y fue lo último antes que todo se fuera a negro.

 

 

 

*****************

 

 

 

Cuando Rose y Lily se escabulleron a las cocinas no imaginaban siquiera lo que el destino les tenía preparado. Ambas habían visto a los miembros de su casa refunfuñar por el galardón perdido, y los recuerdos las dejaron tan dolidas que no bajaron al comedor a cenar. Por eso cuando la pelirroja buscó a la castaña a media noche, susurrándole algo de un pastel de limón; a esta le faltaron pies para vestirse y acompañar a su prima (que prima, a su hermana) en una excursión nocturna.

 

Ambas se habían vuelto inseparables y un bloque defensivo fuerte contra impertinentes y envidiosos, que cada dos por tres las acosaban a preguntas sobre “la puta de tu madre” (refiriéndose  a Hermione) “la deslenguada fugitiva”, (si hablaban de Ginny) o el “salvador mentiroso” (cuando aludían a Harry). Y esos ataques se acrecentaban cada vez que Gryffindor sufría un revés: ya sea en Quidditch, puntaje o competencia cualquiera.

 

Por eso es que ellas caminaban a media noche por los pasillos de las mazmorras, cargadas de postres, sándwich y refrescos; cuando encontraron a su primo tumbado en un pasadizo oscuro a punto de parir. Por un momento, por una fracción de segundo, Rose consideró seguir su camino y pasar de él, así como él había pasado de ellas desde que regresó al colegio. Como si ellas hubiesen asesinado a Scorpius, como si ellas hubiesen mentido ante el juez; ¡como si ellas lo hubiesen calumniado! como si a ellas, Merlín bendito, alguien les hubiese preguntado su opinión alguna vez acerca de todo este horror… Irse sin mirara atrás. Sería tan fácil.

 

Pero contra lo que mandaba su lógica se arrodilló casi por instinto. Auscultó el cuerpo inconsciente y no tuvo que pensarlo mucho: la sangre, la herida en el bajo vientre… el chiquillo estaba alumbrando y, de no mediar intervención, moriría junto con su criatura.

 

–  ¡De prisa Lily!  –  gimió asustada  –  ¡Ve a buscar ayuda!  Llama a madame Pomfrey que no es bueno moverlo.

 

La niña hizo lo que la mayor le pedía sin siquiera cuestionarla. Hasta hace menos de un año el muchacho tirado en ese piso era su hermanito: aquel que la chinchaba, le jalaba el pelo y con él que aún jugaba a la pelota  o a perseguirse en escoba. Hasta hace menos de un año ellos se querían y ella hubiese muerto mil veces por él. Corrió todo lo que le daban sus piernecitas hasta llegar a la enfermería, la cual invadió gritando:

 

–  ¡¡¡Poppy, Poppy!!!… ¡¡¡Albus va a tener a su bebé!!!

 

–  Tranquilízate Lily ¿que pasa?

 

–  Encontramos a Albus tirado en un pasillo. Estaba a punto de tener a su bebé… Rose esta con él ahora.

 

–  ¡Merlín, vamos! ¡De inmediato!

 

Y la buena mujer siguió a la niña agradeciendo a todos los magos blancos el alma noble de ambas. Otras en su lugar no hubiesen avisado… y una tragedia más hubiese sido el fin.

 

 Llegar al lugar, revisar al muchacho y trasladarlo a la enfermería fue cosa de minutos. Poner en conocimiento a la directora Sprout, llamar a Los Malfoy y a Severus; y avisar  al hospital  para que envíen un medimago capacitado  también. Antes de media hora la Casa Slytherin estaba en pleno en los pasillos que daba a la enfermería, sin asomo de borrachera por el susto, esperando noticias sobre el feliz nacimiento. Blaise estaba dentro junto con Severus y Poppy; mientras Lucius trataba de calmar a un indignado Draco:

 

–   ¡¡¡No entiendo… ¿Por qué no me dejan entrar?!!!

 

–   Porque estas histérico y no los dejarías hacer su trabajo. Ya tienen bastante con Albus para que tú les des guerra también.

 

–   ¡¡¡Pero es mi hijo!!! ¡¡¡Esta pariendo a mi hijo!!!

 

–   Y si quieres que no haya contratiempo te quedarás aquí y esperaras como todos.

 

–   Es mi culpa. No debí dejarlo quedarse. No debí dejarlo volver al colegio.

 

–   Estas casado con un adolescente. Es el precio que debes pagar. No es como si pudieses pedirle que se quede encerrado en casa esperando a que llegues del trabajo; no sería justo, Draco. Ya ha perdido demasiado como para que le quites también la poca adolescencia que le queda.

 

–   ¡Estará bien, ya lo verás! –    Nott lo consoló –    Albus es fuerte y ha sobrevivido a peores cosas. Blaise esta con él y se preparó a conciencia para este momento.

 

El llanto que se escuchó fuerte y claro hizo que todos los murmullos cesaran.

 

–   ¡Mi hijo! –    gimió el rubio más joven y quiso lanzarse hacia la puerta.

 

–   Espera a que alguien salga  –    le pidió su padre –    Aún deben estar ocupados terminando de atender a Albus.

 

Un cansado Severus asomó entonces:

 

–   Albus y el bebé están bien, Draco, pero tu esposo necesita descansar. Si prometes comportante y no hacer gala de esa emotividad Hufflepuff que no sabía poseías, te dejaré entrar a verlo. Pero debes serenarte.

 

–   Lo prometo –  aseguró,  y recibió el pase para adentrarse en la enfermería.

 

–   El resto – y utilizó la mirada que tanto miedo solía arrancar entre sus estudiantes –    vuelvan por la mañana. El paciente esta cansado y tantos sly borrachos solo van a marearlo. Como adivine quien introdujo alcohol a la Sala Común…

 

Antes de terminar la frase ya todos los muchachos, Isabella y Marcus incluidos, habían desaparecido. Theo rió y festejó al hombre:

 

–   Como en sus mejores años Profesor. Solo basta mirarle y…

 

–    Lo que les dije también va para ti. Albus no puede recibir visitas, casi lo pierdo allá adentro     – entonces reparó en las dos Gryffindor que, mudas y semi escondidas en un rincón, contemplaban la escena.

 

–   Rose Weasley y Lily Potter… ¿fueron ustedes las que lo encontraron, verdad?

 

Rose lo encaró altiva mientras la pelirroja se protegía a sus espaldas.

 

–   ¡Nosotras no le hicimos nada!

 

–  No he dicho lo contrario. Es más, ustedes lo salvaron: a él y al niño. Unos minutos más y no hubiésemos podido intervenir. El bebé se hubiese asfixiado pues un mago varón no esta preparado para dar a luz naturalmente. Me han hecho replantear mi teoría de que un sly solo puede encontrar desprecio y maldad de parte de los Potter y los Weasley.

 

–   No se equivoque señor Snape. Albus podrá ser un Slytherin, podrá haber asesinado a  mi padre y enviado a la cárcel a mi hermano, podrá haber renegado de nosotras… pero somos familia. Además y  a diferencia de ustedes, se nos enseñó a no ser vengativas.

 

–   ¿Y quién les enseñó eso, señoritas? … –   el ex espía las miró burlón  –  ¿Los Weasley, para los cuales el único Malfoy que vale es el Malfoy muerto? ¿O quizás nuestro ilustre salvador Harry Potter, que tiene un sentido de justicia acorde con el color de su Casa?

 

–   Nos  lo enseñó Hermione Granger señor, mi madre, cuyo único pecado fue haber amado demasiado a mi padre. Si me disculpa, nos retiramos. Dígale a mi primo que no he olvidado lo que hizo, pero que ha diferencia suya, yo no lo culpo por los errores de otros. Me alegro de que su hijo haya nacido bien y… señor Malfoy –    encaró seria a Lucius –    espero que, de algún modo al menos, haya podido resarcirle  del terrible daño que mi familia le hizo. Aunque no lo crea, yo con los Malfoy no tengo problema alguno: Scorpius era mi amigo.

 

Lily asintió y moviendo la cabeza a modo de saludo y se marchó con su prima. Ella hubiese querido entrar, ver al recién nacido y quizás saludar a Albus; pero era consciente de que había demasiadas heridas abiertas. No era el momento. Aunque esa noche se había iniciado un camino hacia el reencuentro.

 

–   ¡Vaya cachorritas! –    Nott levantó una ceja a la usanza Snape –    Ahora resulta de que si hay gente decente en Gryffindor.

 

–   Siempre la ha habido –   dijo Severus –  no podemos juzgar a todos por Los Merodeadores o Los Weasley.

 

–   La señora Weasley, y me refiero a Hermione Granger, ya ha pagado demasiado caro sus errores –    Lucius intervino apenado –    Yo no le guardo rencor alguno a  esa mujer.

 

–   ¡Claro, como que todo el mundo la tilda de tu amante!

 

–   ¡Severus! ¡Jamás me metería con Granger!

 

–   ¿Por qué es una sangre sucia? –   al moreno le estaban picando los celos.

 

–   ¡No! ¡Porque es una mujer! – lo miró insinuante –  Sabes que mis preferencias se orientan hacia el otro lado.

 

Nott soltó una carcajada festejando la ocurrencia y luego puso carita de niño bueno.

 

–   Vamos profesor, déjeme entrar. Lucius va a hacerlo y Blaise ya esta allí. Voy a ser el único ausente y  también quiero ver a mi ahijado.

 

–   De ahijado nada zoquete. Blaise y yo seremos los padrinos.

 

–   ¿Quién lo dice?

 

–    Yo lo digo.

 

–   Oh, bueno, pero igual puedo verlo ¿verdad?

 

–   Démosle unos minutos a solas. Después entraremos los tres.

 

 

 

*****************

 

 

 

 Cuando Draco ingresó a la enfermería se revistió de su antigua máscara de frialdad, pues le era absolutamente necesaria para no derrumbarse y echarse a llorar. Allí, en una blanca camilla, estaba su esposo: blanco como la nieve; y a su lado en un cunero su hijo recién nacido.

 

Albus estaba inconsciente y el bebé no lloraba. El rubio se acercó despacio y pudo ver un cabello rubio platinado en un rostro pálido y traslúcido. Y entonces su hijo abrió los ojos y dos gemas verdes lo enfocaron con un gorgoteo.

 

Poppy apareció por detrás y se acercó sin querer turbar el momento.

 

–   Es un niño señor Malfoy. Un varón absolutamente sano. Y muy parecido a  usted, debo añadir; aunque sacó los ojos de su otro padre.

 

–   Yo… puedo… –    y quiso cogerlo pero luego retiró las manos nervioso.

 

–   Tiene los pulmones fuertes y completamente desarrollados. Lo he puesto en incubación solo para mantenerlo caliente y que no este fastidiado, en lo que su padre despierta, pero no hay motivo alguno para que no lo alce en sus brazos. Si me permite…

 

–   Yo puedo…  –  y Draco tomó al recién nacido con pulso seguro – ¿Sabe? Astoria también lo pasó mal durante el parto. Y yo fui quien cargo a Scorpius por primera vez, y quien lo estuvo atendiendo hasta casi los 6 meses, mientras su madre se recuperaba. Padre me contó que pasó lo mismo conmigo… ¿Será que los varones Malfoy  somos demasiado fuertes desde la barriga?… ¿O que siempre dañamos a quienes queremos?

 

–   Yo pienso más bien que sienten una extraña predilección por la fragilidad en sus parejas. Aunque claro, con Albus se rompió el molde. Este niño es fuerte en extremo. Unos meses de descanso y podrá volver a embarazarse sin problemas –   la bruja lo miró divertida.

 

–   ¡No lo diga ni en broma! – el rubio respondió asustado.

 

–   Creo que olvida con quien se ha casado señor Malfoy. Lo quiera o no este niño tiene sangre Weasley y ellos son genéticamente prolíficos. Así que prepárese para una numerosa familia  –   Y después de revisar los signos vitales del paciente  dejó al nuevo padre con su familia mientras se iba canturreando alegremente.

 

Una vez solos, Draco se sentó en el canto de la camilla y con ternura acarició los negros cabellos de su Albus. Este, lentamente, fue desperezándose hasta abrir los ojos. Unos luceros de plata lo recibieron emocionados.

 

–   Amor… el bebé… – preguntó.

 

–   Aquí, en mis brazos. Es un varón sano y fuerte, hermoso. Tiene tus ojos.

 

–   Es… se parece… ¡Quiero verlo! –    exigió.

 

–   Todo tuyo, permíteme… –    y lo depositó entre sus brazos.

 

Albus descubrió la mantita y se quedo embelesado, viendo a la diminuta criatura que lo miraba curioso. Sus ojos eran de un verde esmeralda intenso, y su mirada era serena. El pelo rubio y la marfileña piel eran  una prolongación de Scorpius, Draco, y el mismo Lucius.

 

–   Es perfecto –    musitó.

 

–   Claro, como que va a ser mi ahijado –    Zabinni apareció de la nada. Había estado en la oficina de Poppy arreglando la documentación.

 

–   ¿Cómo estuvo todo? –    su amigo le preguntó con un aire preocupado.

 

–   Mucho peor de lo que hubiese estado si aquí, nuestro joven padre, no hubiese estado  bailando hasta el hartazgo ¡Con una barriga de 8 meses! … ¿En qué pensabas Albus?

 

–   ¡Ganamos la Copa de las Casas!

 

–   Y tú casi pierdes a tu hijo. Mañana salían de vacaciones… ¿No podías esperar hasta estar en Malfoy Manor?

 

–  Albus hizo un adorable pucherito y a los mayores se les pasó el enfado. El bebé empezó a quejarse y todos se distrajeron arrullándolo. Pasó un buen rato hasta que Blaise preguntó:

 

–   ¿Y como van a llamarlo? ¿Siempre le pondrán Scorpius? Porque debo enviar los papeles al Ministerio.

 

Draco y Albus se miraron y ambos negaron con la cabeza.

 

–   Amé a Scorp y siempre voy a recordarlo –    el moreno sentenció –    Pero no le haré eso a mi bebé.

 

–   No crecerá con el fantasma de su hermano muerto a las espaldas.

 

–   ¿Entonces? –    el medimago presionó –    ¿Ya han pensado en algún nombre?

 

–   Creo que tengo uno perfecto.

 

–   Yo también.

 

–   ¡Antares! –    dijeron al unísono.

 

–   El corazón del Escorpión –   Blaise recordó sus clases de Astronomía –   Antares Draco Malfoy Potter… Mmmm… no suena mal.

 

–   Antares Draco Malfoy Greengrass. No llevará el apellido de mi padre, el del asesino de su hermano. Llevará el de Scorpius y el de los Greengrass… es una promesa que le hice a Lord Maximilian.

 

–   Si eso quieres, por mi esta bien –    el rubio acarició el rostro moreno  –    pero no quiero que el bebé lleve mi nombre. No quiero que lo asocien conmigo ni con los errores que cometí en el pasado.

 

–   Draco… no…

 

–   Compláceme en eso Al. ¿Por qué mejor no lleva tu nombre?

 

–   Por el mismo motivo que no quieres que lleve el tuyo. No asociaré a mi bebé al recuerdo de un viejo manipulador, que con sus acciones propicio la división del Mundo Mágico en Casas incrementando el resentimiento de los Sly hasta el punto de crear un monstruo como Voldemort. Antes le pongo Arthur que Albus. –    señaló burlón.

 

–   Bien –    Blaise los miró divertido –   Creo que Antares, el corazón del Escorpión, es un nombre excelente. Pues fue el corazón de Scorpius y el infinito amor que les tenía a ambos lo que los unió en matrimonio. ¿Será entonces Antares Malfoy Greengrass?

 

–   No, debe llevar dos nombres. Es la tradición –   dijo Draco.

 

–   ¿Qué te parecer Phoenix? Es el fénix inmortal…

 

–   Me gusta más Arthan. También significa inmortal.

 

–   En la Biblia muggle que solía leer…  –  Severus, que entraba seguido de Lucius y Theo, alcanzó a oír la conversación y dio su opinión  –   hubo alguien parecido a ti, Albus. Alguien a quien su familia hizo mucho daño, y a quien el favor de Dios le permitió tener un nuevo hogar y las riquezas y el poder de un rey. Él le puso a su primer hijo Manasés, que en hebreo significa “he olvidado”, porque con ese niño Dios le hizo olvidar todo su sufrimiento y a la casa de su padre.

 

Lucius miraba a su amante con los ojos enrojecidos:

 

–   La historia de José y sus hermanos… la he leído.

 

–   Yo no creo que pueda olvidar… nunca… –    la voz de Albus se tragaba los sollozos.

 

–   Ni yo –   su esposo lucía igual.

 

–   Ni ustedes, ni yo, ni los Greengrass… –   esta vez Lucius era el que hablaba –    pero lo último que se pierde es la esperanza. Y este niño merece una vida sin odios ni vendettas. Oraré a ese Dios muggle al que le rezabas, Severus, para que al igual que a tu José, él nos permita el olvido y el perdón.

 

–   Antares Manasés Malfoy Greengrass… suena bien –   Nott declaró serio.

 

–   Sea pues –   concluyó Draco después de que Al asintiera con la cabeza  –   Hazlo oficial Blaise.

 

Y mientras el medimago completaba los papeles y los enviaba al Ministerio, Severus tomó al niño en brazos y se desapareció del lugar. Albus se revolvió inquieto pero su suegro le aseguró que pronto volvería, que solo tenía que completar un ritual como padrino que era.

 

Y si bien es prácticamente imposible aparetearse dentro de los terrenos de Hogwarts, a Severus el castillo aún le reconocía ciertos privilegios por haber sido director. Así que pudo llegar con el bebé a la torre de astronomía en un PLOP, para luego salir al balcón. Allí, levantando su preciosa carga por encima de su cabeza, exclamó a todo pulmón:

 

–   ¡¡¡Dios sin nombre, que riges los destinos de magos y muggles, yo te consagro a este niño desde su nacimiento!!! ¡¡¡Seas tú su padrino y protector… haz de él un instrumento de tu paz y de tu justicia!!!

 

Luego le descubrió la carita y lo hizo mirar hacía el cielo, tachonado de estrellas en esa madrugada en la que el sol estaba a punto de aparecer:

 

–   ¡¡¡Mira Antares Manasés!!! –    y lo volvió a levantar –   ¡¡¡Contempla lo único que es más grande que tú!!!

 

Y allí se quedaron hasta que el sol salió, para luego regresar a la enfermería donde un iracundo Albus lo esperaba. Draco, con mudo reproche, prácticamente le arrebató al bebe para entregárselo a su pareja, el cual lo desvistió y lo reviso por todos lados antes de suspirar aliviado. No sabía que esperaba encontrar pero había suplicado por que no hubiese nada, nada visible al menos.

 

–   ¡¿A dónde se llevó a mi bebé?! –    preguntó en un tono ligeramente alto. Solo el respeto de Draco y el amor incondicional que su suegro sentía por el ex profesor  lo salvaban de las iras del joven.

 

–   Tranquilo, no fui a ponerle la marca tenebrosa o cosa parecida. Solo me aseguré de que el mal nunca pueda tocarlo.

 

–   Todo esta bien Al. Sev jamás le haría daño –    dijo un Lucius divertido.

 

Y luego de un día lleno de visitas y felicitaciones, cuando ya estaban listos para enrumbar a Malfoy Manor, una emocionada Pomona Sprout llegó para despedirlos e informarles de las últimas novedades. Entonces todos pudieron sentir la magia sanadora que el nacimiento de ese bebé les había traído. Y por primera vez, Draco y Albus sintieron su dolor amainar. Quizás… con el tiempo…

 

 

 

 

 

*****************

 

 

 

Para la hora de la cena en el Gran Comedor  ya todos  sabía que Albus Malfoy había tenido a su bebé en la madrugada, y que Rose y Lily prácticamente le habían salvado la vida al auxiliarlo en uno de los pasillos desiertos de las mazmorras.

 

Las chicas habían recibido la felicitación de todo el colegio, maestros incluidos, y más de un Sly se les había acercado a agradecerles. Como ellas nunca fueron camorristas, ni antagonistas, ninguna serpiente encontraba algún motivo para odiarlas; salvo por su parentesco con James y sus amigos. Es más, en honor a la verdad, antes de lo de Scorp ni siquiera Hugo era mal visto.

 

El gran salón lucía los estandartes de Slytherin cuando Pomona tomó la palabra y anunció que, debido a los últimos acontecimientos, se asignarían 50 puntos a Rose y 50 a Lily por su comportamiento solidario con Albus, con lo que la Casa de Gryffindor remontaba el marcador quedando 20 puntos arriba de las serpientes. Ya estaban celebrando cuando la bruja impuso silencio añadiendo que, sin embargo, no podía obviar que ambas niñas habían estado vagando por los pasillos a deshoras, por lo que 10 puntos les serían restados a cada una. Con ello, y por primera vez en la historia, ambas casas empataban en el marcador final.

 

Sumamente emocionada, dijo que los estandartes rojo y verde que ahora hondeaban en el comedor eran un homenaje de bienvenida al niño mágico que había nacido en el colegio, mezcla de sangres enemigas desde hace siglos: la Malfoy, la Potter y la Weasley. Su sola vida era un símbolo de esperanza, para que el odio que trajo la pasada guerra y los últimos acontecimientos se fundan en el olvido de la unidad. Anunció que la Copa se duplicaría y que se entregaría una a cada Casa… Fue entonces cuando Rose, poniéndose de pie, agradeció el reconocimiento pero objeto el galardón conjunto:

 

–   Los puntos que permitieron ganar a ambas Casas están manchados con sangre: la sangre de Scorpius. Quizás sea mejor que esta Copa, la Copa de la Unidad, no sea para ninguno de nosotros sino para él. Que adorne un monumento que le levantemos en los jardines de Hogwarts, en el patio de entrada; para que permanezca allí eternamente y nunca olvidemos, ni volvamos a permitir, que el odio de algún alumno nos contamine a todos.

 

Todo el colegio se puso de pie para aplaudir y los jefes de Slytherin y Gryffindor, emocionados, se dieron la mano y se dirigieron juntos a la puerta principal. Los siguió el nuevo profesor de Transformaciones quien dijo que él mismo levantaría un monumento a la memoria del asesinado muchacho. La cena fue olvidada y todos marcharon a los jardines, conjurando lamparines y antorchas con sus varitas, mientras la directora iba a buscar a los Malfoy y sus amigos.

 

Cuando estos salieron de la enfermería encontraron los pasillos desiertos e iluminados por múltiples velitas flotantes, que los guiaron hasta los jardines donde descansaba el monumento recién levantado. La estatua del asesinado adolescente estaba adornada por  cientos de guirnaldas de flores y alumbrada por las velas de todos los estudiantes. Sostenía en alto la Copa de Casas envuelta en dos banderines: el de los gry y el de los sly, y en ella había sido grabada  mágicamente “Copa de la Unidad”. Las palabras “¡Nunca más!” cruzaban los periódicos de aquella época anterior al juicio, que descansaban a sus pies en una especie de atril, como una promesa de que nunca más ningún profesor y/o alumno de Hogwarts permitiría la impunidad ni el favoritismo; que nunca más alguien se creería tan intocable para atreverse a violar o asesinar a un compañero sólo porque no le gustase su familia. Y que nunca, jamás,  se permitiría acusar y segregar a los miembros de una Casa solo porque sus ideales políticos no eran los de la mayoría.

 

Albus, que levitaba en su silla de ruedas con su bebé en los brazos, no pudo dejar de llorar  ante la escena. Casi un año atrás un partido de Quidditch había dado origen a la tragedia que destruyó su vida. Y ahora, con una nueva vida en sus brazos, contemplaba la justicia del cielo. “Quizás… algún día…” prometió… mirando la imagen del que fuera el amor de su vida.

 

 

 

*****************

 

 

 

 

 

Antares ya tenía 6 meses de nacido cuando a Hugo Weasley le llegó su pase para salir por fin de Askabán. Había sido un año difícil, encerrado entre cuatro paredes en las celdas de aislamiento. Sin ver a otro ser humano a parte de James. Protegidos por hechizos de seguridad hasta de los propios guardias.

 

Arregló sus escasas pertenencias y miró por última vez a su primo. Y sintió pena por él. A diferencia de Andy, recluido en una prisión de mínima seguridad y protegido por aurores de incognito; ellos estaban en una inmunda mazmorra, siempre con miedo de que algún mortífago pueda colarse por las barreras y llegue a agredirlos. Bueno, él ya se iba en unas horas, pero su primo…

 

De pronto escucharon las explosiones y sintieron las barreras siendo forzadas. Ambos muchachos retrocedieron muertos de miedo y entonces la puerta explotó. Tirados en el piso y cubiertos de astillas, vieron los salvajes y desfigurados rostros de cuatro magos con el uniforme del presidio. Bastaba una ojeada para adivinar lo que eran: mortífagos. Gritaron a todo pulmón mientras los tipos se les abalanzaban encima…

 

Y su infierno comenzó.

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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