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SANGRE ENTRE MIS PIERNAS por ANTARES

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Notas del capitulo:

 

Por la prisa, en el capítulo anterior me olvidé de agradecer a  aquellas lectoras que me sugirieron el nombre de Antares para el bebé de Albus. A ellas y a todas las demás que opinaron, este fic es lo que es por ustedes.

Advertencia: El presente capítulo contiene escenas bastante fuertes de violencia y/o sexo (no más que las que he leído en otros fics, pero vale la advertencia). Si eres un alma sensible puedes obviarlo y esperar al próximo, donde te haré un resumen. Si sigues leyendo, dentro del texto vendrá una segunda advertencia para que puedas parar antes de que comience la parte “dura”.

 

Como siempre: Harry Potter y su universo pertenecen a J.K. Rowling. Yo solo tomo prestados los personajes para adecuarlos a mi historia.

 

 

 

CAPITULO XXXIII

NI UN APICE DE HUMANIDAD

 

 

Harry entró corriendo a la oficina de Amos Diggory. La noticia había remecido a toda la Comunidad Mágica Londinense. Los prisioneros mortífagos se habían amotinado en Askabán; tomado de rehenes al alcaide, los guardias y a los presos comunes; y levantádose en pie de lucha con la marca Tenebrosa brillando en el cielo nocturno. Habían utilizado las propias lechuzas del Director de la Prisión para enviar un comunicado a El Profeta y a otros medios de prensa extranjeros, con un pliego de demandas bastante irrisorio. Lo que no fue irrisorio fue la foto de Hugo y James: estaban sucios, vomitados, ensangrentados y aterrados…  golpeados y medio desnudos. La habían mandado con una advertencia: serían los primeros en morir si no eran escuchados.

 

–  ¡¡¡Mi hijo!!! ¡¡¡Amos tienes que salvar a mi hijo y a Hugo!!! –   suplicó –  ¡¡¡No puedes dejar que esos malditos los maten!!!

 

El actual Ministro suspiró y se calló la idea de que quizás, y conociendo a los mortífagos, lo mejor para esos chicos después de 5 horas en sus manos sería una muerte rápida e indolora. No debía quedar nada de ellos luego de lo que seguramente les habían hecho. 

 

Los amotinados pedían que se levanten las barreras  antiapariciones de la isla y se les de pase de salida al extranjero. Así como asilo político en algún país europeo. De más esta decir que ningún país los quería y así hubiese alguien tan loco como para admitirlos, Amos no lo estaba para permitirles marchar. Eso equivaldría a dejar a Inglaterra (mágica y muggle) descansando en una bomba de tiempo; y allanarles el camino para que, en unos años, un gobierno Slytherin  les otorgue amnistía y les permita regresar. Regresar y volver a sembrar su ideología de racismo y odio a muggles y mestizos. Entonces media población habría muerto por nada. Su hijo Cedric habría muerto por nada.

 

–  Haré lo que pueda Harry – mintió – trabajo en eso. Pero necesito que salgas y me dejes manejar el asunto. Vete a casa y tranquiliza a tus mujeres: tu hija, Hermione y Rose deben estar desesperadas. Según sé, Hugo salía hoy.

 

Harry asintió y se marchó. Pero no a su casa. Le envió una lechuza a Rose pidiéndole que tranquilice a su madre y a Lily (afortunadamente eran las vacaciones de verano y las  niñas estaban con ellos,  por lo que él podía apoyarse en Rose, que  era un bastión de fortaleza y madurez). Y sin siquiera pensárselo enrumbó hacia Askabán.

 

Llegó hasta donde las barreras de los Aurors le permitieron el paso y, presa de una absoluta angustia, miró hacia los muros de la prisión; rogando a Merlín y al alma de Dumbledore que protejan a sus muchachos. No le sorprendió ver al poco tiempo a otras personas apareteándose en las afueras: eran hombres de prensa pero también magos y brujas, jóvenes y viejos… que habían ido allí a esperar noticias, tratando de saber sobre la suerte de sus familiares. Con sorda rabia vio llegar a Nott acompañando a Goyle: su padre era uno de los cabecillas de la revuelta. Tiempo después vio llegar a Zabinni enfundado en su ropa de médico y ostentando un pase de La Varita Blanca Internacional (1). Pidió hablar con el encargado y fue llevado con Kingsley. Después se supo que iba a entrar a la prisión como mediador.

 

Harry se puso frenético al saber que alguien como Zabinni podía traspasar las barreras y a él se le negaba ese derecho. Pero las cosas no eran iguales desde lo de Scorpius. Si antes el Mundo Mágico se rendía a sus pies ahora era un paria al que nadie hacía caso. Gritó, amenazó y trató de avanzar por la fuerza hasta que uno de sus antiguos compañeros  le pidió que se calmara o lo llevaría detenido al Ministerio:

 

–  Tienes que tranquilizarte. Sabemos que tus muchachos están allí pero haciendo barullo no ayudas en nada. Kingsley hace lo que puede.

 

–  ¡¡¡Te imaginas lo que les deben estar haciendo!!! ¡¡¡Y dejan que Zabinni entre!!! ¡¡¡Déjenme entrar a mí!!! ¡¡¡Cámbienme por los chicos!!!

 

–  ¿Y eso en que ayudaría? –  el mago lo miró con pena –   solo tendríamos un  rehén  más. Zabinni es de los suyos y además Goyle hijo lo respalda. Le ha mandado un mensaje a su padre pidiendo garantice su integridad.

 

–  ¡¡¡Como si hiciera falta!!! ¡¡¡No te das cuenta que ellos son la misma cosa!!!

 

–   Es lo que hay. Agradece que Zabinni aceptó ingresar, otro no lo haría ¡Son mortífagos después de todo! Animales que han estado encerrados por más de 20 años. No queda nada en ellos. Mejor tranquilízate y espera. Te traeré información en cuanto sepa algo.

 

Y se fue, dejándolo con el alma en la boca. Se quedó allí, con la vista fija en la imponente construcción de piedra, mientras la gente se apartaba de su lado cuchicheando.  No sabía cuanto tiempo pasó  hasta que la mano delicada de Hermione lo sacó de su abstracción:

 

–  ¡¿Harry?!

 

Volteó para verla. Ella estaba parada a su lado junto con las niñas, y sus ojos eran un mar de desesperación.

 

–  ¡Merlín Harry ¿Qué sabes de los chicos?! ¡¿Mi Hugo?! ¡¿Qué sabes de mi Hugo?!

 

Harry la abrazó y no quiso contarle que Zabinni iba a ingresar. ¿Para qué? Permanecieron allí  impotentes hasta que la bruja vio a lo lejos la oscura figura de Gregory y, desprendiéndose de Harry, corrió hacia su ex compañero totalmente fuera de si:

 

–  ¡¡¡Tú!!! ¡¡¡Lo prometiste!!! ¡¡¡Lo juraste con un inquebrantable!!!

 

–  ¿Te conozco Gryffindor?... ¡Ah, si! ¡Ahora lo recuerdo! Eres la perrita que me follé una vez.

 

La mujer iba a cachetearlo cuando un par de fuertes brazos la detuvieron.

 

–  Madame, tranquilícese.

 

Y Hermione volteó a ver quien la sujetaba… y se dio de lleno con el rostro viejo y gentil de Maximilian Greengrass. Este la miró con sus ojos grises: los mismos ojos grises de Scorpius, de Astoria… de Lucius…

 

–  ¿Aprovecharse de una madre desesperada Gregory? Ese no era tu estilo. Creí que era el de tu padre pero tú siempre me pareciste mejor persona.

 

–  ¿Se olvida quien es esta, Lord Greengrass? ¿Se olvida como mintió en el tribunal acusando a su nieto muerto de violador?

 

Hermione se puso roja y bajó la mirada avergonzada.

 

–  No he olvidado. Jamás podré olvidar. Pero no fue ella quien subió al estrado y mintió. Y hasta donde yo sé, su esposo ya pagó por sus crímenes y los de toda la familia. No voy a cebarme en quien esta caído, sobre todo si es una mujer.

 

–  No fui yo quien se acercó a  insultar.

 

–  Tú prometiste… –   ella reaccionó y se echó a llorar –   Me juraste con un inquebrantable que mi hijo estaría bien.

 

–   ¿Y no ves que sigo vivo? ¿O es que crees que puedo romper un inquebrantable? Eras la bruja más lista de tu generación… piensa y dime ¿Qué te dice eso?

 

–  Yo…

 

–  Señora –   Lord Greengrass volvió a intervenir –   ignoro cual sea el trato que hizo con mi joven amigo, pero romper un inquebrantable significa la muerte. Si Gregory sigue vivo, es que mantiene su promesa.

 

Para ese entonces Hermione era un mar de lágrimas y el anciano la abrazó compasivo. Harry, que observaba la escena desde lejos, comenzó a acercarse mientras Gregory dejaba salir su veneno:

 

–  Tenga cuidado con lo que toca y no la compadezcas tanto; no es más que una perra, tal y como decía su marido: se acostó conmigo a cambio de que mi padre proteja a su hijo dentro de Askabán.

 

La mujer se deshizo del abrazo  y corrió hacia su amigo, que la recibió a  medio camino totalmente histérica. Harry había alcanzado a oír lo último y quería ir donde Goyle y partirle la cara, pero Herms lo detenía. Su hija y sobrina también se acercaron a contenerlo… Cuando,  contra todo pronóstico, fue Lord Greengrass quien le cruzó la cara al ofensor con su mano enguantada.

 

–  Durante la guerra tuve que ver a familias: brujas y magos decentes, arrastrándose ante un mestizo psicópata presas del pánico. Tuve que ver a las niñas y niños Slytherin siendo violados sin que sus padres pudiesen hacer nada más que mirar. Tuve que ver a esos mismos  padres  entregando sus cuerpos a cambio de que dejen en paz a sus pequeños. ¡Muchos no lo saben pero también nosotros fuimos víctimas! Y pensé… que esas experiencias nos habían enseñado algo... ¡A todos! Serás un hombre pero para mi sigues siendo un chiquillo, inconsciente y demasiado lleno de odio. Y si nadie te ha enseñado a honrar el nombre de nuestra Casa yo gustoso tomare esa misión. Vuelve a insultar a una mujer, a cualquier mujer en mi presencia, y te destrozaré con mis manos.

 

Goyle se llevó la mano a la mejilla y aceptó el regaño como un niño pequeño. El Lord de los druidas era casi una leyenda:

 

–  Ellos nos escupían en la cara. Nos despreciaban. Y Dumbledore y todos los de las demás Casas nos señalaban con el dedo llamándonos magos oscuros… –  quiso justificarse.

 

–   Y por eso, ahora, están aquí parados mientras sus hijos enfrentan el infierno allá adentro. Ya la vida les esta pasando factura por sus desprecios ¿Tienes que hacer leña del árbol caído? No aumentes el karma sobre ti, hijo mío, no sea que comiences a pagar también–  y dirigiéndose hacia el grupo de Harry le habló a la castaña –   Aunque se que usted conspiró para encubrir el crimen de mi nieto, no le guardo rencor my lady. Se lo difícil que es estar aquí ahora, sin saber  de los suyos. Levante la cabeza y muéstrese orgullosa: nada de lo que uno hace por el bien de sus hijos es una vergüenza. ¡Los Slytherin sabemos bien eso!

 

Y con un movimiento de cabeza a modo de saludo volteó hacia Nott, mudo espectador, marchándose con él y Greg hacia las barreras. Haber si lograban tener noticias de Zabinni.

 

Era de conocimiento público que el grueso del Clan Greengrass no tomó partido por Voldemort durante la Segunda Guerra; escaparon a España y se ocultaron entre las Comunidades Druidas de allá;  mientras que Lord Maximilian se quedaba en Inglaterra a dar la cara y argumentaba una penosa y postrante enfermedad para no tomar la marca. Pero dos de sus parientes políticos si que la tomaron, y por voluntad propia además, por lo que fueron sentenciados a 25 años de prisión una vez que todo acabó. Pese a que desafiaron su autoridad, Lord Greengrass nunca había dejado de apoyarlos: religiosamente los visitaba cada mes amén de que se hacía cargo de sus familias. Por eso ahora estaba allí, esperando.

 

Hermione Granger no pudo dejar de mirar y admirar al anciano que se perdía entre la niebla. Pese a que era él quien más motivos tenía para odiarla… le había regalado su respeto.

 

 

 

*****************

 

 

 

Blaise Zabinni ya había entrado a Askabán como médico. Ahora lo hacía como mediador. Conocía a la mayoría de mortífagos encerrados  y a diferencia de lo que ocurría con Los Malfoy, a los que algunos acusaban de traidores, él era bien visto por la totalidad del grupo.

 

Siempre había estado allí: para tratarlos de alguna enfermedad, entregarles víveres o simplemente llevarles noticias del exterior. No era que estuviese de acuerdo con sus ideales, pero para él ellos eran seres humanos que se habían equivocado, no monstruos a los que había que exterminar. Y ya bastante tenían con el odio y la indiferencia de la comunidad para que él también les negase su compasión. Blaise era ante todo medimago, y su juramento lo obligaba con sus congéneres tengan estos las creencias políticas que tengan.

 

Pero conforme avanzaba por los tétricos pasillos, y veía lo que sus “pacientes” habían echo con los otros presos o algunos guardias (descuartizamientos, desollamientos, violaciones, mutilaciones), supo que allí no tenía nada que hacer. Había hablado con muchos a lo largo de esos años, siempre en forma individual y en sus celdas... los había curado, les había entregado comida y  había elevado sus reclamos por algún maltrato… pero verlos en manada con esas ansias asesinas pintadas en sus rostros… La mayoría eran ya viejos pero aún conservaban esa furia que los motivó en su juventud, aunque sus ojos ya no revelaban ni un ápice de humanidad. Uno que otro quiso agredirlo pero los líderes se impusieron: al doctor le debían mucho y además necesitaban información del exterior. Goyle padre lo llamó en privado y el dijo molesto:

 

–   Doctor Zabinni, no se que hace aquí pero esta fue una mala decisión. Si no se va en este mismo momento no garantizo su seguridad… y es amigo de mi hijo. No quiero que  Greg tenga un mal recuerdo de su padre cuando yo ya no este.

 

–   Señor Goyle…

 

–   No nos engañemos. El Ministerio no accederá a nuestras demandas y nos aniquilará antes de dejar el gobierno a los sly. Y si ese no fuese el caso… dudo que Nott o los Malfoy estén a favor una amnistía cuando tengan el poder. No tendrían como justificarla.

 

Blaise lo miró pasmado recordando la conversación cuando lo de la detención de Albus.

 

–   No se sienta mal. No los culpo. Nuestra propuesta política no prosperó y los que pudieron, compraron su libertad y su permanencia en la sociedad actual con su traición y su olvido. Pero no tú, Blaise  –   y lo tuteó por primera vez –   Pese a que tu padre no fue de los nuestros (el pobre murió asesinado por su madre antes de la segunda guerra) y tú no llegaste a tomar la marca, has sido el único que te has preocupado en todo este tiempo.

 

–   Yo…

 

–   Dile a Lucius que lo entiendo. Y dile a mi hijo que hizo bien. No les guardo rencor… aunque no puedo decir lo mismo de los otros. Son perros rabiosos que han estado encerrados 20 años; y ahora que se ha abierto la jaula, no volverán a ella.

 

–   Señor… mientras haya vida…  Si se rinden ahora me han prometido que no habrá represarías.

 

–   ¿Y tú les crees?

 

–   Puedo pedir garantías. Un compromiso por escrito…

 

–   ¿Y qué? ¿Volver a nuestras celdas? ¿Otros 20 años? ¿Hasta nuestra muerte natural? La vida en Askabán no es vida muchacho, ni siquiera es sobrevivencia. Después de tanto tiempo he visto el mar ¿sabes? Había olvidado lo bien que se siente… la brisa…

 

–   ¿Que esperan lograr con esto? ¡¿Qué ganan?!

 

–   La pregunta no es que ganamos. Sino que podemos perder. Y la respuesta es nada, nada más que la libertad. Nosotros, desde que nos unimos a Voldemort, entregamos la nuestra a un amo… y cuando caímos en poder del Ministerio seguimos sujetos a otro… fue nuestro error pero ambos fueron crueles e inhumanos. Ahora, por fin, podemos decidir por nosotros mismos.

 

–   ¡Morirán!… ¡¿Qué no lo entienden?! ¡Su vida en este mismo momento no vale nada!

 

–   Todos moriremos muchacho. Ustedes y nosotros. Todos llevamos la vida en la punta de los dedos: un avada, una caída, un accidente en escoba... una jodida enfermedad. Solo que a nosotros se nos ha dado la posibilidad de elegir nuestra muerte. ¡Y será gloriosa! Digna de nuestra sangre. La marca tenebrosa se verá en toda Europa y nos recordarán por generaciones… ¡Los cuerpos de nuestros enemigos tapizarán nuestra entrada triunfal al infierno! ¡¡¡Pagaremos a Belcebú por nuestras almas con un manto de cadáveres!!!

 

Blaise miró con pena el fanatismo… la locura pintada en los ojos de ese hombre. Y odio a Riddle por lo que le hizo a tres generaciones. Quizás su miedo a los muggles tenía algo de sustento, algo de razón, pero sus métodos fueron un mal mayor que aquel que quiso combatir.

 

–   Se supone que debo intentar convencerlos. Buscar una salida para que liberen a los rehenes.

 

–   ¿A los guardias que ya están muertos? ¿Al director violado y empalado en su oficina? ¿Al personal administrativo que están sodomizando en este mismo momento aquí junto? ¿O a los hijos de Potter y Weasley?

 

–   ¡¿Mataron a los guardias?! – lo miró espantado.

 

–   ¿Realmente crees que el Ministerio quiere una salida diplomática, no? Siempre dije que tenías demasiado de Hufflepuff, eres tan inocente. Este el es pretexto perfecto para exterminarnos antes de que Nott suba al poder. Jamás nos hubiesen permitido ver la luz del sol.

 

–   ¡¡¡¿Entonces por qué les pusieron la ocasión en bandeja?!!!

 

–   ¡¡¡Porque somos soldados y merecemos morir como tales!!! ¡¡¡No como ovejas llevadas al matadero!!! ¡¿Has visto la Marca Tenebrosa en el cielo?! ¡Nunca pensé volver a verla! Dile  mi hijo que cumplí su promesa pues no quería que me acompañe en la muerte. La palabra de un Slytherin y de un sangre pura aún tiene valor, y yo le di a él la mía. El hijo de Granger no ha sido tocado.

 

–   ¿Y el de Potter?

 

–   Dile a Lucius que aunque fuese un traidor, su nieto no merecía lo que le hicieron. Que James será nuestro regalo al nuevo orden. Y que así como él nos olvidó, será olvidado por quien más ama. Entonces estaremos en paz.

 

–   ¡¿Qué van a hacer?! ¡¿Qué les han hecho a esos muchachos?!

 

–   A James de todo… mis hombres llevaban 20 años sin follar. A Hugo lo tengo aislado, digamos que me lo reservé. Aunque no sé cuanto tiempo más pueda defenderlo de la turba. Creen que esta muerto pero para ellos un cadáver es también un motivo de diversión. Espera, finalicemos todo de una vez – Y Goyle padre dejó a Blaise solo mientras iba a la otra habitación, donde estaban los rehenes… se oyó entonces un grito espeluznante y luego solo llantos y quejidos. Antes de que Blaise pudiese intentar entrar el ex mortífago regresó con Hugo en sus brazos, desmayado pero vivo.

 

–   Llévatelo, no ha sufrido daño alguno; la sangre que lo cubre no es suya, es solo para aparentar ante mis camaradas. Y vete ahora pequeño Blaise, dentro de unos minutos no podré protegerte. No cuando se den cuenta de que te entrego al Weasley.

 

–   ¿James?

 

El hombre depositó una caja en sus manos y le dijo con una macabra sonrisa:

 

–   Para Potter. Dile que es nuestra respuesta al caso Scorpius.

 

Zabinni miró al ex mortífago. Y sintió pena. Por tanta vida equivocada, por tanto arrojo desperdiciado… En otras circunstancias, pensó, con otra educación y otras familias… en otras Casas…. pudieron ser héroes. Tomando al chico entre sus brazos y apretando la cajita se dirigió a la salida a toda prisa. Cuando sintió gritos y maldiciones a sus espaldas comenzó a correr, y apena pudo llegar a la “zona de nadie” (2) antes de que un hechizo lo golpee haciéndolo caer, siempre aferrado al cuerpo inconsciente que cargaba entre sus brazos. Los aurores conjuraron un Protego y  corrieron a rescatarlos, ayudándolos a llegar a sitio seguro.

 

Tres medimagos de San Mungo que habían acompañado a Zabinni para prestar sus servicios, y que lo esperaban junto a una improvisada tienda-hospital, le retiraron el cuerpo desvanecido de Hugo Weasley y procedieron a  atenderlos, para luego transportar al más joven al mencionado nosocomio. Sería el único preso que saliese ileso de aquella barbarie.

 

Kingsley se llevó a Blaise a un lado y lo interrogó nervioso:

 

–   ¡¿Qué sabe?! ¡¿Qué vio?! ¡¿Qué le dijeron?! ¡¿Y James?! ¡¿Y los guardias?!

 

El moreno lo miró aún en shock:

 

–   Los guardias están muertos. Todos. No se el personal administrativo o los presos comunes. No dejarán ir a James. Hugo esta fuera porque Goyle padre lo protegió, por un trato que su madre hizo con Gregory.

 

–   ¡¿Qué quieren?! ¡¿Qué piden?!

 

–   Nada. Solo esperan morir. Me dieron esto para Potter –    y le tendió una caja de madera.

 

Kingsley la abrió y lanzó un grito soltándola. Blaise, que la recogió y miró,  abrió los ojos horrorizado: un pene ensangrentado estaba dentro, había sido cortado recientemente.

 

–   ¡¡¡Guardias!!!! –    gritó el Jefe de Aurores –    ¡¡¡Prepárense para incursionar en la prisión!!! ¡¡¡De inmediato!!! ¡¡¡Y tiren a matar!!!

 

–   ¡Kingsley, espera, no todos los presos son mortífagos!  ¡No todos se han amotinado! –   Blaise lo haló del brazo desesperado –  ¡¡¡Hay gente inocente dentro!!!

 

–   No lo creo doctor. Todos allí son criminales, incluyendo por desgracia a James. –   suspiró –   Yo tengo mis órdenes.

 

 Y dejándolo atrás avanzó con sus hombres. Los hechizos comenzaron a volar: maldiciones e imperdonables, rayos verdes que surcaban el cielo mientras las aves huían espantadas. Una fuerte lluvia comenzó a caer pese a la estación y la Marca Tenebrosa brilló con más fuerza, entre truenos y relámpagos…

 

Eran la 1 de la tarde cuando todo comenzó… y solo a las 5 el grupo de asalto  pudo franquear los muros exteriores. Adentro, la lucha seguiría cuerpo a cuerpo.

 

 Durante todo ese tiempo Blaise se quedó junto a la zona de nadie, solo, mirando hacia los muros de piedra con el corazón traspasado por la pena y la impotencia. Impotencia por no poder parar tanta estupidez, tanta sangre sin sentido. Impotencia de no haber podido hacer más por esos presos ahora convertidos en monstruos, que habían iniciado una lucha estúpida  que sabían no podrían ganar.  

 

“Va a ser una carnicería”, musitó, mientras tomaba la cajita y la cubría con un hechizo de éxtasis guardándola entre sus ropas. Recordó el grito que escuchó tras esa puerta y se dijo que debió ser el de James al ser mutilado. Solo tenía 17 años, ¡Merlín! 18 cuando mucho si ya había sido su cumpleaños. La violación a Scorpius sabía que sería cobrada con creces  durante el tiempo que permaneciera en poder de sus captores. Él había convivido con Mortífagos y sabía que lo que la propaganda contaba no era del todo cierto: no eran monstruos que violaban a sus hijos ni almorzaban niños muggles, no eran bestias sedientas de sangre, no eran locos psicópatas… eran, eso si, fanáticos que creían que hacían lo correcto para su sociedad. Gente fría y calculadora, equivocada, cruel en algunos casos… al menos eso eran antes de entrar a Askabán. Ahora sí, lo había visto en su mirada, la poca humanidad que tuvieron un día se había ido… 20 años de encierro se las habían arrebatado… y James Potter pagaría los pecados no solo propios y de su padre, sino de todo el mundo mágico en general.

 

–   Se que no vas a morir –    le dijo, mirando al edificio de piedra –    Ellos no te dejarán hacerlo porque nunca han sido misericordiosos. Así que te esperaré… hasta que saquen tus pedazos de ese infierno… ¡Y te lo juro! Haré cuanto este en mis manos… utilizaré todo mi conocimiento y mi ciencia para reconstruirte y lograr que esto, un día, solo sea para ti un mal recuerdo. Porque tanto odio debe terminar.

 

 

 

*****************

 

 

 

(De aquí en adelante, hasta finalizar el capítulo, vienen escenas de extrema violencia. Si eres un alma sensible puedes pasar de ellas  y no te perderás nada que no sea explicado más adelante)

 

Sacados de su celda por una turba furiosa, Hugo y James apenas tuvieron tiempo de gritar antes de ser separados. Pataleando, manoteando, gritando y mordiendo… Hugo pudo ver como su primo era prácticamente devorado por un mar de cuerpos rabiosos y jadeantes, que le arrancaron la ropa en dos segundos mientras lo tumbaban en el piso. Escuchó un alarido y ya no supo más, un hombre feo y corpulento lo arrastró hacía las escaleras y se lo cargó al hombro para transportarlo por pasillos y corredores. Desde su terror, Hugo pudo contemplar durante su viaje a los presos forzando a los guardias  y al personal civil: por todos lados se veía presos follando, o golpeando, o torturando… o canibalizando.

 

Después de lo que le pareció una eternidad el hombre lo puso de pie dentro de una oficina, suponía estaban en el área administrativa, y lo lanzó tras una puerta mientras gritaba a los que lo seguían:

 

–   ¡Voy a divertirme con este un rato! ¡Qué no me molesten! ¡Ya saben que hacer!

 

Hugo, desde el piso, alcanzó a ver unas botas mugrientas que olían a mierda. Levantó el rostro aterrado y vio a ese hombrón que se abría la bragueta, entonces comenzó a chillar desesperado. Se puso de pie para intentar escapar y se topó con la escena: el alcaide de la prisión… estaba desnudo y agonizaba presa de espantosas convulsiones. Le habían incrustado una lanza de metal por el ano, misma que salía por la parte delantera de su vientre… El chiquillo simplemente cayó al suelo de nuevo y comenzó a vomitar.

 

–   ¡Hey, chaval!

 

–   ¡¡¡No!!! ¡¡¡No!!! ¡¡¡No se me acerque!!!! ¡¡¡No se me acerqueeee !!!

 

–   Tranquilo leoncito. Aunque tengo demasiada hambre no pienso cenarte. Tu madre compró tu protección a mi hijo… por lo que sé se le abrió de piernas y le sacó una inquebrantable… ¡Mocoso estúpido! Mi hijo, quiero decir, tu madre fue bastante lista… Así que ni modo, eres intocable. Ahora, queriendo como quiero a mi hijo, si no colaboras un poco no podré frenar a las hienas de afuera… por eso grita chaval,  grita como si te estuviera destrozando el culo, porque si no los convences –    y señaló hacia la puerta –    vendrán y te harán lo que a tu primito… y créeme… no será nada agradable.

 

Y a Hugo no tuvo que repetírselo. Estaba demasiado asustado, demasiado aterrado… y cuando Goyle fue hacia el agonizante funcionario y simplemente le cortó la mano derecha de un tajo, no pudo más y colapsó.

 

–   ¿Te desmayaste? Mejor… –    y con total indiferencia procedió a cubrirlo con la sangre de la extremidad mutilada, luego se abrió la bragueta y lo meó, también le defecó encima.

 

–   No golpes, no violaciones. Nadie dijo que no podía cubrirte de mierda. Además, así espero disuadir a mis camaradas de intentar follarte – Unos golpes en la puerta lo hicieron reaccionar. Antes de abrir, cargó al muchacho y lo arrojó sobre su propio vómito.

 

Cuando Hugo abrió los ojos estaba sentado en una silla, semi desnudo y cubierto de excremento. Unas sogas le sujetaban los brazos a la espalda y una media sucia amordazaba su boca. Aparentando que aún seguía inconsciente,  entreabrió los ojos y trató de ver donde se encontraba: entonces divisó a James, maniatado y reducido a una masa sangrante, golpeado y desnudo, a todas luces violado una y mil veces… tirado en un rincón temblando como un conejito. Otros magos y brujas, o lo que quedaba de ellos, estaban igual, derrumbados de cualquier modo en los rincones de la sala. Todos iban desnudos de la cintura para abajo, todos tenían sangre entre las piernas… las mujeres, además,  llevaban los pechos al descubiertos y en muchos de ellos los pezones habían sido arrancados  a mordiscos. ¿Eran reclusas? No lo creía… Seguramente guardias o empleadas de la prisión… Aunque recordó que no todos en Askabán eran mortífagos; y al oír a una de ellas gemir que solo estaba allí por fraude, entendió que los presos comunes no estaban mejor que ellos.

 

Escuchó entonces que alguien mencionaba sus nombres (el suyo y el de James), y hablaba de enviar fotografías a los medios de prensa. Le lanzaron un enervate que lo hizo saltar y, fiel a lo aconsejado por Goyle Padre, comenzó a gemir y a vomitar tratando de pasar lo más inadvertido posible… no le fue nada difícil vomitar… un mortífago se había acercado a James para “vestirlo para la foto”,  y estaba aprovechando para violarlo otra vez.

 

En eso uno de sus captores se apareció con una cámara mágica, sabrá Merlín de donde la sacó;  y su primo fue colocado a su lado, en otra silla, enfundado en un pantalón que a todas luces no era el suyo… convulsionando y sin rastros de haberlo reconocido. La luz los cegó varias veces, pues les tomaron múltiples fotografías; y luego ya no supo más. Goyle otra vez lo arrastró a la seguridad de la oficina del alcaide, pretextando que no lo habían dejado terminar, y ya adentro le dijo que le lanzaría un Desmaius y haría creer a los de afuera que se había muerto…  

 

–   Relájate chiquillo. Cuando despiertes ya todo habrá pasado.

 

Y antes de que todo se volviera negro, Hugo se juró que si salía de esta dedicaría lo que le quedase de vida a pagarle a su madre su sacrificio, gracias al cual había atravesado el infierno sin siquiera quemarse.

 

 

 

*****************

 

 

 

Cuando James vio a la turba que penetraba en su celda supo que el verdadero día de su juicio había llegado. Y su último pensamiento coherente, antes de que el terror, el dolor y el asco lo invadieran por igual fue para su padre, al que adoraba; para su madre, que lo había amado por sobre todas las cosas... y para los Weasley, su familia.

 

Luego vino la avalancha de golpes, aullidos, manos tocando y desgarrando… y el dolor, ese dolor sin nombre que pareció partirlo en dos, clavarle una puñalada en la parte baja de su espalda. Y gritó… grito con todas sus fuerzas sabiendo que nadie lo ayudaría, que nadie llegaría a salvarlo.

 

Entonces recordó su vida, como en cámara lenta: las niñas a las que había usado y engañado, las bromas horribles… los insultos, las agresiones; la matonería siempre festejada. “Digno heredero de los merodeadores”, le llamaba el tío Ron… “mi pequeño Sirius, tan guapo y valiente como el original”, solía reírle Ginny. Y Harry, Harry  solo lo miraba lleno de orgullo.

 

Y entonces, mientras una cosa inmensa y dura se adentraba en su cuerpo una y otra vez; mientras su interior ardía como si se le hubiesen inyectado ácido; mientras boqueaba tratando de encontrar el aire que los tipos que lo aplastaban le negaban, pudo escuchar aquella voz que le decía que toda su vida le habían mentido:

 

Porque el héroe James no vivió para criar a su hijo, y este fue maltratado por su familia al quedar huérfano; porque Sirius pago con 12 años de cárcel sus maldades… porque el mismo Remus, siendo el más inocente, se arrastró en el arroyo completamente solo, hasta que murió  sin haber siquiera gozado de la felicidad que al final le llegó como un pobre consuelo. Y Pettigrew, convertido en el despojo de un loco… 12 años como rata pagando por su traición. 

 

Los Merodeadores y sus bromas; la vida siempre te cobra: “ojo por ojo, diente por diente, vida por vida, puñalada por puñalada… pena por pena, llanto por llanto”.

 

El dolor que seguía partiéndole la columna, la baja espalda,  se había vuelto un suplicio. No veía gran cosa: lo puñetazos le habían hinchado la cara, deformado la nariz, volado los dientes. Sus piernas no le respondían así que era arrastrado, y cada tanto, alguien lo paraba para penetrarlo de nuevo. Pareciera que toda la prisión había pasado por él… y seguía pasando. ¿Eso era lo que había sentido Scorpius? ¿Lo que había sentido el propio Albus cuando lo del Callejón Knockturn? Se obligó a separarse de su cuerpo… debía conservar la cordura y esperar a su padre. Su padre llegaría, él siempre aparecía para salvarlo.

 

Pero lo arrojaron a esas oficinas; donde aquellos viejos, a todas luces mortífagos, estaban reunidos. Y vio a ese ser inmenso y obeso acercársele con rostro maquiavélico. Entonces lo supo; supo que lo que le había pasado hasta ese momento no había sido nada. Que las violaciones y los golpes sufridos no habían sido nada. Y quiso gritar pero no pudo, sus ojos espantados contemplaron las cuchillas, las cadenas, las antorchas que se acercaban a su piel… y entonces el fuego entró en contacto con él; el ácido, las navajas… esas pollas que lo atravesaron con odio… y aulló, un aullido inhumano que no terminó hasta que solo era un amasijo de carne lacerada que suplicaba morir.

 

Horas y horas de dolor, de tortura sin nombre… horas y horas rogando por que llegase el final… y entonces, entre la oscuridad y el infierno, aquel suave calor lo envolvió. Aquella fragancia que olía a un antiguo amor; más antiguo incluso que Teddy, más que su madre o su padre. Era el cielo, seguramente, porque ya nada dolía;  y entre esos brazos calientes estaba tan bien. Su padre no era creyente, no al menos del dios muggle; ningún mago que se respete tenía más dios que Merlín y la punta de una varita; pero él había leído el libro que tenía guardado en su baúl de colegio, cual vieja reliquia. Le había contado que de niño, en esos años de sufrimiento encerrado en una alacena, ese libro y ese Cristo habían sido su consuelo.

 

Aquel que todo lo perdona… aquel que todo lo sana… “¿Jesús?”, preguntó con el pedazo de lengua que aún le quedaba, “Lo siento…lo siento tanto. ¿Podrás perdonarme Jesús? ¿Podrás rescatarme? ¿Sanarme? Duele tanto. No sabía que podía existir tanto dolor”

 

Y sintió como era suavemente abrazado, y como las lágrimas llegaban a sus heridas. Alguien lloraba por él, alguien lo compadecía, a alguien le importaba… “No me dejes solo en este infierno. Por favor… por favor… se que he sido muy malo pero no sabía… que podía… doler tanto… que podía existir tanto dolor. Quédate… quédate a mi lado.”

 

“Siempre” susurró Blaise, recogiendo el ensangrentado cuerpo de entre los escombros de la derruida oficina. Había sido el último reducto en caer. Y los cuerpos de los rehenes sobrevivientes, la mayoría presos comunes o administrativos, estaban tan destrozados que Kingsley no quiso ni tocarlos. Horrorizado, envió a la carrera por Blaise y los otros médicos que ya habían regresado.

 

Zabinni apenas había enviado un Ascendio (3) a cualquier herido que se le ponía en frente, antes de levitarlos hacia sus colegas. Buscaba a alguien, alguien que debía estar vivo y en peor estado… y recorrió frenético la estancia levantando despojos de madera y grava hasta que dio con él: un cuerpecito tembloroso y agonizante. Violado, mancillado, torturado, quemado, mutilado…

 

“Para siempre” repitió marchándose con su preciosa carga al cielo que en ese momento representaba el hospital. Dispuesto a dejar el alma para cumplir su juramento.

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

(1) Sería la Cruz Roja de los Magos…

(2)Zona de Nadie: Se llama así a la franja de tierra que rodea una prisión y que separa, como cerco perimétrico, la zona de los prisioneros de la del personal armado que la custodia desde fuera. Según sé, en la mayoría de prisiones se evita que el personal entre con armas de fuego a las zonas comunes de los presos, para evitar que estos se apoderen de ellas e inicien una revuelta.

(3) Ascendio: Hechizo que hace ascender a una persona o cosa.


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