SANGRE ENTRE MIS PIERNAS por ANTARES

CAPITULO VII

UN MISMO DOLOR

Y mientras todo esto ocurría en el Londres mágico, Albus Potter se encontraba internado en San Mungo. Aislado en un ala especial del pabellón psiquiátrico sin que nadie, salvo su familia y su medimago de cabecera, pudiesen verlo.

Harry se había negado a declarar a la prensa y se había encerrado con su hijo más pequeño, ya que desde la noche en que se desmayó  frente al cadáver de  su novio no había reaccionado.

Lo habían despertado, si, tras mucha lucha de los doctores. Pero no había reaccionado. Su mirada se perdía fija en la nada. No comía, no se movía; no respondía a los estímulos ni al dolor. Harry lo cuidaba, lo acariciaba, lo peinaba y hasta le cambiaba los pañales. Le hablaba prometiéndole que todo iba a pasar, que estaría allí para él. Le pedía perdón en mil formas y  hasta llegó a llorarle y suplicarle a gritos que regrese: para insultarlo, culparlo, odiarlo…asesinar a James y compañía. Cualquier cosa antes de seguir así, como una planta o una piedra. Ajeno a todo y a todos.

Depresión psicótica. Ese era el diagnóstico.

En su mundo de sueños Albus sabía que las cosas no estaban bien. Que nunca volverían a estar bien. Pero había creado un lugar lejos de su hermano, lejos del odio de sus tíos, lejos del silencio de su padre.

Un lugar donde Scorpius le sonreía, donde ambos se amaban, donde eran libres y felices sin apellidos, guerras y prejuicios.

El no sabía lo que era un mortífago… no los había conocido. Lo único que sabía de la guerra era que su segundo nombre era el de un héroe de la misma, alguien muy querido en la Mansión Malfoy. “El pequeño Severus”, así lo llamaba Narcissa cuando lo encontraba…y el moreno sentía un dejo de ternura y tristeza en su voz.

Recordaba aquella vez en sus habitaciones del colegio: Scorp dormía desnudo a su lado y él trataba de estarse quieto para no despertarlo. Lucius, quien buscaba a su nieto,  había entrado sin llamar y se quedo choqueado ante la escena. Albus se había mantenido inmóvil, los ojos cerrados esperando un AVADA.

Pero el ex mortífago, el cruel y sanguinario patriarca Malfoy (según criterios del tío Ron) solo había atinado a acercarse y arrodillarse junto al moreno. Recordaba haber sentido una gota de agua caer sobre su mejilla y deslizarse hasta sus labios. El sabor a sal le confirmó que era una lágrima. “Siempre habrá un Severus para un Lucius (el segundo nombre de Scorp era el de su abuelo) había dicho el hombre entonces… y besando la frente de Albus lo había bañado con sus lágrimas antes de darse la vuelta e irse sin despertarlos.

Eran tan malos los Malfoys. Albus sabía que no. Ni Draco ni su abuelo habían hecho escándalo cuando su amado les contó de su relación. Ambos lo habían aceptado con un “si eres feliz” y un “supongo que no tiene la culpa de ser hijo de quien es”... y movían la cabeza entre cordiales y desconfiados cuando lo veían corretear por la mansión.

¿Porque entonces este dolor? Albus en medio de la bruma no lograba recordar. Pero sabía que no era bueno. Y en los ratos en que la bruma le permitía reaccionar  y tener pensamientos coherentes, como los descritos, el dolor comenzaba a invadir su pecho… un dolor enorme y sin sentido que amenazaba con aplastarlo. Entonces su mente escapaba y volvía a sumergirse entre la niebla, donde nada importaba y solo estaban él y Scorpius sonriéndose y diciéndose boca con boca cuanto se amaban.

***************

A pocas habitaciones de allí  un hombre joven, rubio y elegante también lidiaba con sus propios demonios. Su mente, resistiéndose a las drogas que los médicos le suministraban con regularidad, se negaba a olvidar. A diferencia de Albus sabía que pasaba: su pequeño hijo estaba muerto. Y su cuerpo rechazaba  la paz artificial de los medicamentos.

Sentía ira, rabia, soledad y sobre todo mucho dolor.  Quería salir a pelear, destrozar, arrasar, matar...destruir a aquellos que habían lastimado a su pequeño. Lo único bueno que la larga y aristocrática línea de los Malfoys había producido. “Un ángel rubio” solía decir su madre. En medio de tanta “mierda” había nacido un ángel rubio para alumbrar su camino.

El había amado a ese muchacho como en otro tiempo, siendo aún un niño igual que él, amó a un joven de cabellos rebeldes y ojos esmeraldas. Que frustración cuando, después de tanto antagonismo, tuvo que admitir sus sentimientos; y aceptar que lo odiaba ante la realidad de amarlo sin esperanzas. Porque Draco Malfoy había amado a Harry Potter en silencio y a escondidas… y después de la guerra tuvo que verlo alejarse con la comadreja pelirroja que había elegido por compañera.

El jamás lo sabría, y Draco jamás se lo diría, pero le costó sangre y lágrimas olvidarlo. Iba de amante en amante sin encontrar consuelo hasta que Padre lo llamó al orden y  le habló de las responsabilidades de su casta.

-No voy a obligarte a casarte como lo hicieron conmigo, Draco- le dijo el patriarca- pero no puedes seguir con esta clase de vida por más tiempo. Los Malfoys nunca están con la persona que aman ¡Resígnate! Es una maldición familiar.

-La voz de la experiencia Padre- habló con resentimiento.

-No te pido que te cases con la primera mujer u hombre que conozcas –Lucius evitó adentrarse en el anterior comentario-  pero si que te des la posibilidad de encontrar a alguien…

-¿Alguien que me ame padre? ¿O que ame mi dinero y posición?

-Alguien que cierre las heridas de tu corazón Draco. Alguien como tu madre, que borre con su devoción y cariño un amor trágico.

Draco miró a su padre preguntándose si sabía

-Para los gryffindors el mundo se divide en buenos y slytherins –le dijo tras un suspiro, mirándolo fijamente a los ojos- … y para los Weasley y compañía, tradúzcase salvador del mundo mágico, en buenos y Malfoys…

Y con esto último se había marchado dejando a Draco pasmado. Se dijo entonces que si sabía. Y entendió por fin su odio hacia Potter.

Luego había llegado Astoria. Esa tímida niña que con su cariño y adoración había ido colándose en su alma de a poquitos. Cuando la pidió en matrimonio no lo hizo enamorado, pero si encariñado. Y cuando la vio con su gran vientre, albergando al hijo de ambos,  sintió algo parecido a la devoción que siente un muggle por sus santos. Para cuando su hijo aprendía a caminar Draco se sabía enamorado, no con el amor de los 15 años pero si con el amor que sus padres se tenían… que para él era bastante. El día que su hijo cumplió un año Draco supo que podría mirar a Potter a la cara sin sentir dolor o pena nunca más. Fue un momento liberador.

Años después ¡oh ironía! llegó su hijo… de la mano de un Potter. A pedir permiso para amarse.

Y contrariamente a lo que todos esperaban Lucius no solo no se había opuesto sino que había aceptado al moreno de buen grado.

-Siempre dije que tu hijo había nacido para tocar las estrellas Dragón –comentó- será el primer Malfoy que se case por amor.

-¿No crees que te adelantas? -respondió el interpelado algo molesto- apenas tienen 13 años…

Y su padre había reído como no lo hacía hace mucho.

-La primera vez que vi a Severus él tenía once. Igual que tú cuando viste a… -dejó la frase sin terminar- Nosotros somos precoces para amar. Y amamos una sola vez y para siempre. Lo bueno de esta historia es que a tu escorpión  parece que le corresponden con la misma intensidad o quizá con más. ¿Has visto al tal Albus? Solo vive para perseguirlo. Me atrevo a decir que si bien tu hijo es bisexual ese muchachito es 100% gay, y más que 100% gay yo diría que es 100% Scorp

Y ambos rubios habían vuelto a reír.

-Si mi hijo es feliz….-Draco murmuró resignado.

-Supongo que el pequeño no tiene la culpa de ser hijo de quien es…-Lucius aseveraba filosófico.

El padre de Scorp fue entonces al cuarto de su vástago con un gran pastel de chocolate; y le dijo formalmente al niño Potter:

-Albus Severus… ¡bienvenido a la familia!- y tras dejarles el regalo a dos muy desconcertados y ruborizados jovencitos se  había marchado satisfecho.

Recuerdos…recuerdos…

Scorpius estaba muerto y esa maldita droga solo lo hacía perderse en una maraña de recuerdos. El no quería recordar, quería actuar… ¡Vengar a su muchacho!

Pero justo cuando pensaba que podría despertarse  una nueva oleada de un oscuro brebaje era inyectado en su sangre,  arrastrándolo a la ansiada paz de la inconsciencia.

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Los días pasaban lentos e inexorables y Albus y Draco, a tan solo unos metros  y sin llegar a saberlo, compartían un corazón destrozado… UN MISMO  Y UNICO DOLOR.