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Jugando con fuego por Aquarius No Kari

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Capítulo 11    Secreto a voces.

 

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Cuando Milo abandonó el templo de Leo, creyó que se sentiría más tranquilo al saber que podría hacer algo más por Camus, que colocar un trapito húmedo sobre su frente. Algo que hasta al hombre más distraído, también se le hubiera ocurrido. Sin embargo, no fue calma lo que experimentó mientras subía uno a uno los escalones hasta Escorpio, sino angustia, frustración y desasosiego, porque había prometido algo que no estaba seguro si iba a cumplir. 

 

Pensó que no se sentiría culpable, ni permitiría que ese extraño sentimiento clavara una bandera de victoria en su ser, y no precisamente por considerarse ajeno a esa emoción; simple y sencillamente por pensar que había actuado correctamente, o que al menos, aquello tendría un resultado más positivo que tener a Camus en SU CAMA, sin poder moverse…  

 

Lógicamente, Milo no podía controlar las reacciones de su cuerpo al contemplar esta última idea, porque se había dado cuenta de que Camus estaba despertando sentimientos en él, que solamente había tenido por Kanon…

 

—Maldito Eros, maldito cupido y todas y cada una de sus flechas desgraciadas…— Murmuró, subiendo los escalones restantes para llegar a Escorpio, con los puños cerrados y los dientes apretados, dando pisotones precisos, como si deseara partir los escalones con la punta de sus dedos, bajo la bota dorada. 

 

" Sé que tu destello dorado puede sanar las heridas corporales… y… necesito que me ayudes a curar a Camus”.  

 

Le había dicho a Aioria, casi rogado para que este accediera. Y por supuesto que lo hizo, pero pidió algo a cambio…

 

Tú curas a Camus y yo prometo contarte todo lo que quieras…”  

 

Así había firmado su sentencia de revelar algo tan personal, que solamente compartía con Camus, y con el estúpido ganso; exponiéndose a que Aioria abriera más de la cuenta la boca, y todo el santuario (especialmente cierto gemelo mayor, indeseable) se enterara de su pequeño secreto…  

 

A Milo no le convenía que Saga supiera de su plan, pues eso confirmaría que el francés estaba tan enamorado de él, como para querer darle celos con alguien a quien detestaba… porque el galo sentía solamente ‘eso’ por el bicho… ¿No es cierto? Escorpio tenía la certeza de esta reflexión, y eso… le dolía…  

 

—¡No tengo la necesidad de mortificarme con estos estúpidos pensamientos!— Gruñó molesto, deseando arrancarse la cabeza para dejar de divagar con lo mismo…  

 

Quizá en otro tipo de situación, tener sentimientos de esa magnitud por el acuariano no le molestaría, porque ahora que había aprendido a conocerlo, disfrutaba cada momento con él. Dormir a su lado y sentir su aroma por la mañana fue algo nuevo y embriagante. Tener su tacto frío, incluso al verle perder el control, y escucharlo reír por accidente, eran cosas a las que no podía renunciar, porque sí lo hacía, nunca tendría la oportunidad de ser correspondido…

 

Suspiró suavemente y detuvo la marcha, mirando las montañas por donde se asomaban los templos superiores, allá donde Acuario se alzaba con su magnificencia, preguntándose si alguna vez tendría una oportunidad… 

 

Pero, ¿de verdad la quería? Hasta ahora no había contemplado la idea de quedarse a Camus, porque él aún estaba en su propio dilema con Kanon, y porque aunque hubiera peleado con Saga, esos dos continuaban teniendo un vínculo y una historia, a la que el propio Milo renunció en su niñez…

 

“¿ Deberíamos… ?”

 

El galo no pudo decirlo abiertamente, pero sabía cuál era significado de esas palabras; y mientras subía a Escorpio con una velocidad cada vez más lenta, comenzó a creer que sí, que deberían terminar con todo eso del noviazgo falso, así Saga se calmaría, Camus sería feliz, y entonces Milo…

 

Milo podría decidir si quería arreglar las cosas con Kanon, pero si había tenido que ponerlo a prueba, ¿qué sentido tenía continuar? Prefería estar con alguien que se arriesgara a estar con él, y que se sacrificara del mismo modo en que lo hacía, que lo entendiera, y que pudiera hacerlo sonreír cuando sentía frío en el corazón…

 

Camus había hecho esas cosas por él, pero también había fingido muchas de ellas…

 

Tal vez no estaba enamorado, solo estaba flechado por la imagen que tenía del aguador basándose en todas las mentiras que construyeron juntos…

 

Sin embargo, cuando se estaba convenciendo de ello, recordó que la mayoría de los pequeños momentos que lo hacían suspirar y tener esos vuelcos en el corazón, fueron en la intimidad de sus templos: la primera noche en Escorpio, y esa media tarde en Acuario…

 

Ligeramente confundido, subía finalmente el último escalón, cuando el cosmos de Camus lo detuvo. Milo levantó la mirada hacia la sombra del recinto, y mientras prestaba atención, se dio cuenta que la energía helada de ese hombre fluía de forma vehemente. Dio un par de pasos hacia el interior, y entonces notó otra presencia en su templo…

 

—Saga…— Gruñó con rabia antes de apresurar el paso. Sintió una terrible angustia por él, al no saber por qué sentía esa vibración tan ajena en su cosmos, porque aunque Hyoga dijera que no lo conocía, y aunque para todos era evidente que lo detestaba, sabía que esa sensación era normal en un Camus alterado. 

 

Se movió rápido hacia donde ambos se encontraban, pero cuando estaba por alcanzar la puerta, Saga salía a través de ella con una expresión de pánico marcada en su rostro. Milo no tuvo tiempo de hacer nada al respecto cuando esté lo empujó contra la pared, para luego salir corriendo muy seguramente a su propio templo. 

 

Milo lo observó, con la clara intención de lanzarle una avalancha de preguntas, pero la ventisca helada que salía de su habitación demandó avanzar con rapidez al interior. 

 

—¡Ca…!— Sus palabras se quedaron a mitad de camino cuando un nudo en la garganta impidió que lograse pronunciar ese nombre.

 

Milo observó en silencio (pues los sentimientos se le atoraban en la garganta), como el francés estaba tendido en la cama, de cara al techo, con los ojos cerrados y con una expresión clara de dolor que no podía soportar. Temblaba al apretar sus puños cubiertos de hielo, y respiraba entrecortadamente aun cuando intentaba controlarse. 

 

Se acercó despacio sin dejar de observarlo, descubriendo la camisa que le puso antes para hablar con Hyoga, rasgada, al igual que la sábana. Tenía marcas de moretones en las muñecas, sangre en el labio, seguramente de un golpe que recibió, y un fuerte mordisco en el hombro derecho. Sus piernas estaban tapizadas con rasguños, pero la parte importante en su cuerpo continuaba cubriendo esa zona nunca explorada, por lo que descubrió que si bien lo había lastimado así, no llegó más allá, porque él se defendió…

 

Tragó saliva con dificultad, e intentó levantar sus dedos para tocarlo, pero temió que de atreverse, lo lastimaría. 

 

Volvió a tragar saliva con dificultad, y comenzó a pensar acertadamente que Saga llegó ahí, cuando Milo estaba en Leo, intentando convencerlo de ayudarlo; y este, aprovechando el estado malherido de Camus, usó su fuerza para tratar de hacerlo suyo sin importarle nada más… 

 

Sí. Sus conjeturas lo llevaron a creer que ahí había pasado algo más, que una conversación en la que el acuariano no había podido participar, y en la que Saga había decidido tomar ventaja de la situación…

 

¿Y así decía que lo amaba? 

 

Milo sintió como la angustia por Camus pasaba de rabia a odio en menos de un parpadeo, y como ese sentimiento crecía tan rápido y tan fuerte que nada era más importante que matar a Saga en ese momento…

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—¿Pero qué te dijo?— Volvió a preguntar el español, por décima vez, mientras subían las escaleras hasta Escorpio. 

 

—¡Ya te lo dije!— Exclamó Aioria exasperado—. Milo me pidió que curara a Camus con mi poder, y que, como pago, nos contaría lo que yo quisiera—. Shura meneó la cabeza, deteniéndose en la escalera.  

 

—Sé lo que quieres preguntar, pero yo insisto que no hay nada anormal entre esos dos…— El castaño que iba unos escalones más arriba se detuvo, volteando a verlo con indignación.

 

—¿Cómo puedes creerlo?— preguntó.

 

—Conozco a Camus—. Respondió tras una exhalación. El castaño arqueó una ceja.

 

—¿Qué significa eso?— Shura subió los escalones restantes para que estuvieran a la par. 

 

—Que dos personas pueden enamorarse, aunque haya odio entre ellas, ¿O no?— El león sonrió y continuó subiendo como si nada.

 

—Eso no es posible…

 

—¿Qué hay de nosotros?— Dijo Shura de forma tan inesperada, que Aioria se detuvo—. Yo maté…

 

—Eso es diferente…— Lo silenció antes que volviera a tocar el hilo sensible sobre su pecado y las miles de razones para que no estuvieran juntos jamás. 

 

—Creí que tú me odiabas—, insistió Shura—, y aun así… 

 

—¿Por qué estamos hablando de nosotros ahora?— preguntó el felino visiblemente ansioso por el tema que estaban tocando en ese momento. Volvió a subir las escaleras, y cuando estaba por decir algo más para cambiar el tema, se calló al ver que uno de los gemelos venía en su dirección.

 

Lo había sentido pasar por Leo cuando Milo estaba ahí, y había creído que tal vez iría a ver a su hermano o a Camus con quien se llevaba bien, pero cuando levantó la mano para saludarlo, el mayor pasó de largo, empujando con el hombro, sin querer a Shura.

 

Tanto Leo como Capricornio lo observaron irse, sin entender el porqué tan extraño comportamiento…    

 

—¿Qué le habrá pasado?— preguntó el castaño mirándolo bajar las escaleras. 

 

—No lo sé, pero mira, Milo viene hacia acá…— Anunció el español en un susurro, notando la expresión molesta que aquel personaje tenía.

 

—¡Bicho…!— El peliazul lo empujó para hacerse camino—. ¿Qué te pasa…?— Capricornio señaló a Saga: el posible objetivo del escorpión. Aioria supo que ‘algo’ había pasado entre esos dos, y que el único punto en común era el aguador.

 

Habría sido una hipótesis fascinante de aclarar, de no ser porque Shura se interpuso en el camino de Milo.

 

—¡Hola!— Lo saludó con una sonrisa, como si no se hubieran visto. Por lo menos no ese día. Milo, desconcertado, trató de continuar, pero la cabra volvió a interponerse—. ¿Cómo está Camus? 

 

—Shura, ahora no…— Dijo irritado, pero el paso continuaba bloqueado.

 

—Pero es que… Aioria me dijo que estaba herido, y que necesitabas sus poderes para ayudarlo…— Agregó, sin inmutarse por el aspecto de fiera que tenía el escorpión, quien, ante estas últimas palabras, dirigió un vistazo hacia atrás, como si de esta forma pudiera ver al mencionado.

 

—Camus…— Susurró.

 

No tenía idea de qué le había ocurrido con Saga ahí dentro, pero la verdad es que le reventaba pensar que el gemelo aprovechó la debilidad del galo, para algo más…

 

—¿Podrías llevarnos con él?— preguntó Shura suavemente.

 

Milo regresó la vista hacia él, y aunque a lo lejos todavía podía sentir a Saga huyendo, consideró que la prioridad en ese momento era ayudar a Camus; así que, suspirando, asintió y se dio la vuelta para encaminarse de nuevo hacia su templo, sin notar que Shura también suspiraba con alivio, porque si había un idilio entre esos dos, o un triángulo entre Camus, Saga y Milo, él era el único en todo el Santuario que lo sabía. 

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Tras volver al templo de Escorpio, Milo se detuvo un momento antes de llegar donde estaba Camus, y se giró hacia sus dos acompañantes. 

 

—Denme un momento…— Pidió, antes de ir por delante.

 

—Pero cuánto misterio—. Murmuró Aioria . Shura observó al escorpión irse en silencio.

 

Cuando Milo volvió solo a la habitación, cerró la puerta, porque pensó que sería terriblemente vergonzoso para Camus si ellos lo encontraban en ese estado tan vulnerable y deplorable. Y a pesar de la rabia que sentía mientras lo veía sufrir en silencio perdido entre la fiebre y el dolor corporal, se acercó para cubrir la violencia que mostraba su cuerpo con otra sábana; porque no quería darle explicaciones innecesarias a Shura y Aioria cuando vieran la mordida, porque la ropa y los golpes en la cara podría decir que fueron producto de la batalla con Saga. 

 

Cuando creyó que estaba listo para recibirlos, finalmente abrió la puerta y salió al pasillo. 

 

—No se ve bien…— Le anunció a Aioria . El castaño al ver su angustia decidió tranquilizarlo. 

 

—No te preocupes—. Sonrió para darle ánimo, y entró en la habitación. El españ ol se quedó afuera, a un lado de Milo. 

 

—¿Qué le ocurrió a Camus?— preguntó. El escorpión se dio cuenta de que aunque no quisiera decirlo, Shura , después de todo, era una persona cercana para el galo.

 

—Saga y yo tuvimos un estúpido pleito, y él se metió…— Refunfuñó. El pelinegro abrió los ojos con sorpresa. 

 

—¿Cuándo pasó eso?— el griego forzó una sonrisa.

 

—Cuando estabas con Aioria —, respondió—, aunque no intento decir que es tu culpa—. Suspiró con amargura, y tras una pausa añadió—: Me alegra saber que están juntos otra vez—. Shura notó que aunque quería estar feliz por ello, la preocupación por Camus era tan intensa que no tenía fuerzas para expresar nada más. 

 

Y aunque Shura no sabía si Aioria y él estaban juntos otra vez, entendió la sinceridad en las palabras del escorpión.

 

Se preguntó si debería mencionar que estaba al tanto de los sentimientos de Camus por Saga, y que estaba más tranquilo al saber que su amigo salía con Milo; pero la verdad, aun cuando estuviera genuinamente feliz por la relación de ambos, ¿debería tomar partido por uno de los pretendientes?

 

Finalmente, y tras un par de minutos, Aioria salió de la habitación. 

 

—Se veía… terrible…— Dijo al aire cuando salió al pasillo. Shura lo miró con curiosidad, pero Milo lo ignoró y volvió rápidamente a la habitación. 

 

Las heridas visibles del onceavo guardián se desvanecieron, hasta que su piel quedó tan tersa y lisa como siempre; las quemaduras y rasguños que tenía en la cara, incluso las marcas rojizas en las muñecas, se desvanecieron, al igual que el golpe que abrió su labio. Sus dedos ya no estaban aferrados a las sábanas, sino que estaban relajados sobre ella; incluso la expresión adolorida y los labios apretados fue cambiado por un semblante apacible. 

 

El peliazul observó con fascinación los cambios en el aspecto físico de ' su pareja ’ , así que se inclinó sobre él y le dio un beso tan espontáneo, que su relación parecía realmente sincera. Después se volteó hacia Aioria y lo abrazó al final como agradecimiento, para sorpresa de este. 

 

—¡Camus se ve mucho mejor, gracias!— Exclamó triunfante.

 

Leo asintió, sintiendo el olor de Milo pegándose a su propia nariz, mientras un calor involuntario se apropiaba de su cara. Subió las manos hasta la espalda ajena, y le dedicó unas cuantas palmadas sobre la armadura, para corresponder el abrazo. Luego intentó no perderse entre la incomodidad que sentía, para expresarle verbalmente lo que el escorpión necesitaba oír. 

 

—Mis poderes pueden curar las heridas externas, y quizá un porcentaje de las internas; pero él necesita reposar y recuperar fuerzas. Es un caballero dorado, así que pronto estará de pie—. Recordaba que Shaina , a quien había herido por ser ella un escudo vivo para Seiya , había sobrevivido gracias a su poder y a los cuidados de Casius —… Lo que me recuerda, ¿qué fue lo que pasó? ¿Por qué se encontraba así, y por qué ibas tan rápido tras Saga…?— Escorpio frunció el ceño, meneó la cabeza, y deshizo el abrazo para caminar fuera de la habitación, como sí hubiera olvidado de pronto su acuerdo, o perdido el interés en respetarlo—.¿Milo?— Inquirió el castaño, yendo tras él.

 

Capricornio, ajeno a esos dos, se había sentado en la cama para admirar a su amigo en silencio. 

 

Siempre respetó el hermetismo de Camus, e incluso en situaciones donde conocía el trasfondo o sus sentimientos, se mantuvo al margen, y a la espera de escucharlo de labios de él; y cuando el galo finalmente hablaba, siempre encontró alivio a sus pensamientos en las palabras de Shura ; sin embargo, mientras lo veía dormir, se percató que la situación actual era algo peor de lo que había querido ver. Pensó que Aioria realmente tenía razón con esas conjeturas disparatadas, pero ver a Milo tan enojado con Saga, y angustiado por Camus, no dejaba lugar a las dudas sobre su romance… pero entonces, ¿el aguador también estaba enamorado de él? 

 

Camus nunca le declaró abiertamente tener sentimientos por Saga, de hecho, Shura se dio cuenta la primera noche que los tres convivieron con sus respectivas armaduras; pues el galo había vuelto de Siberia una tarde anterior, y Saga, quien estaba en una de esas misiones patriarcales (que siempre lo hacían desaparecer, y que no era otra cosa que su fachada como Arles ), regresó casi al mismo tiempo que el aguador.

 

... Flashback.. 

 

Era de noche, y los tres estaban sentados a las afueras de Capricornio bebiendo vino. Shura estaba cómodo con los dos, o al menos así era siempre; sin embargo, notó que Saga observaba cada fino movimiento del galo con especial cuidado, incluso lo siguió con la vista cuando él se levantó del escalón y se dirigió al interior del templo por un plato y un cuchillo. Vio al gemelo apretar los labios, suspirar y mirar las estrellas como si buscara algo en ellas.

 

Cuando el galo volvió, Saga sacó unas manzanas y las compartió con los dos. Shura tomó la suya, pero cuando Camus estiró los dedos para alcanzarla, el gemelo la retuvo entre sus dedos.

 

—Yo lo haré por ti…— Le dijo al aguador con una pequeña sonrisa. El pelinegro mordió la suya discretamente, como si intentara no hacer ruido.

 

—Ya soy adulto—. Indicó Camus con fingida molestia, porque como el hispano sabía, el que se encargaba de alimentar al pequeño galo unos años atrás, era Saga.

 

Shura pensó para sí mismo: " por supuesto que él lo sabe, por eso no deja de mirarte… "

 

—Lo sé, déjame hacerlo—. Dijo el gemelo, tomando el cuchillo con la otra. 

 

—No es…

 

—Es mi regalo de bienvenida…— Puntualizó Saga, acariciando con sus dedos sobre la manzana, los que Camus tenía sobre ella; entonces el francés soltó la fruta, y Shura vio en silencio como aquellos ojos de mar, que el tiempo volvió fríos, devolvían un destello diferente, perdiéndose en los movimientos suaves y precisos del otro sobre la manzana mientras le retiraba la cáscara.

 

En realidad, a Camus no le molestaba la piel de la manzana, él solamente quería partirla para comerla en pequeños gajos; pero no se atrevió a decir nada, porque temió que, al hacerlo, se rompiera ese preciado gesto. 

 

Shura , dando pequeños moriscos, pensó que debería dejarlos solos, sin embargo, era curioso, y estaba tentando a descubrir hasta donde podían llevarlos el amor oculto que se tenían el uno por el otro…

 

... End of Flashback...

 

A pesar de sus deseos, nunca supo cómo continuó esa historia, pero a juzgar por la llegada de Milo a ella, las cosas no habían concluido bien, porque el escorpión, a quien nunca le interesó fraternizar con Camus, lucía totalmente angustiado.

 

—¿En qué te metiste esta vez?— le preguntó, siendo consciente que él no iba a responder. Pensó que lo mejor era dejarlo descansar, así que le acomodó la sábana arriba de los brazos y salió tras Milo y Aioria que parecían “discutir” en el pasillo.

 

—Lo que yo veo es que tú no quieres cumplir nuestro trato…— Decía el león mientras seguía a Milo a sabia Athena dónde. 

 

—Es que tú haces muchas preguntas…— gruñó el escorpión. El castaño lo jaló del brazo.

 

—Dijiste “ te diré todo lo que quieras saber ”, y yo quiero que me expliques por qué Camus estaba así. Me pediste un favor demasiado grande, Milo, y lo único que necesito de ti son respuestas…— El pelinegro finalmente los alcanzó, y así el octavo guardián encontró la razón suficiente para salirse por la tangente. 

 

— Shura , no era parte de nuestro trato…— Se atajó, soltándose de Aioria. El castaño frunció el ceño.

 

—Creo que no estás en posición de poner las condiciones, ya que Camus estará bien gracias a mi maravilloso poder…

 

—No hablaré contigo delante de él—. Le advirtió entrando a la cocina porque necesitaba ingerir algo para calmarse, y tenía una botella abierta de brandy en la alacena que bebería como agua, cuando el gato dejara de maullar. 

 

—Yo puedo…— Comenzó a decir la cabra, más, Aioria lo jaló de la muñeca.

 

— Shura es amigo de Camus y es mi…— No podía decir que era su pareja, porque realmente no llegaba a ese papel—… es mi amigo de entera confianza, y si no deseas cumplir el acuerdo, ¡pagaré tu egoísmo diciéndole todo a Aioros …!

 

—¡ Agh !— gruñó el otro por respuesta. Miró a Aioria , quien esperaba respuesta, y a Shura quien parecía dispuesto a huir pronto. Entonces se sentó a un costado de la mesa sin servirse ni una gota de brandy, extendió las manos en la mesa y abrió la boca para hablar… 

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Sus ojos lucían exquisitos, grandes, verdes y brillantes siempre que le miraba. Su agarre solía ser suave, como si él temiera romperlo con el toque de su piel. Sus besos… bueno, solamente habían tenido uno, pero ese único contacto se había convertido en algo deliciosamente valioso…

 

Entonces, ¿cómo podría olvidar la violencia y posesión con la que osó lastimarle?

 

Hablaron… o al menos Saga dijo algo al respecto de Milo. La verdad ya no recordaba exactamente lo que fue. Camus, dentro de su sorpresa y temor, respondió tranquilamente que no iba a marcharse. 

 

No puedes hablar en serio… ”, había dicho él. El galo tragó saliva con dificultad.

 

Tienes que irte… ”, le pidió que abandone el templo antes que el escorpión volviera y una nueva batalla se desatara entre ellos. 

 

No voy a renunciar a ti… ”, continuó el geminiano. 

 

Y si Camus había contemplado la idea de contarle todo y pedirle un poco de tiempo para poder estar juntos, a estas alturas ya no confiaba en que su amor fuera lo bastante fuerte para sanar su locura o perdonar el daño que pudiera hacer en el futuro.

 

Quiero quedarme con él… ”, admitió con toda la sinceridad que fluía por cada gota de su sangre. 

 

El resultado fue tan inesperado, como doloroso: 

 

Deberías saberlo… ”, escuchó su voz mientras lo veía a cortar la distancia y subirse encima de su cuerpo, “ tú eres mío… solamente mío…”

 

Camus no lo reconoció con su cabello de un hermoso añil menos intenso y más gris, que el cielo nublado de Siberia, y esos ojos de esmeralda brillante inyectados de sangre; sus labios suaves y amables, tan bruscos y salvajes que lo devoraron a besos lascivos que intentó rechazar, sin mayor resultado que lastimarse a sí mismo por sus múltiples cicatrices. 

 

Sus manos atraparon con rudeza las muñecas del acuariano, quien intentaba razonar con el gemelo, pues no pensaba, solamente sentía dolor, frustración, incertidumbre… y miedo…  

 

Saga lo besó otra vez y recibió por respuesta una mordida que lo hirió. Entonces perdió por completo el control, y golpeó tan fuerte a Camus, que cuando lo besó de nuevo, el labio del galo sangraba; pero sus heridas, sus peticiones y lamentos no importaban porque necesitaba tenerlo.

 

Podía ver un chupetón en su cuello como única marca del indeseable escorpión( 1), y él intentó borrarla con sus propios dientes hasta que el frío lo obligó alejarse. 

 

Camus, en su propia defensa y a pesar de su estado crítico, llevó su energía al máximo para congelar su propio cuerpo y congelar a Saga en el camino. 

 

Nunca imaginó que lo haría, que terminaría por levantar la mano contra él, pero su honor como persona y sobre todo como caballero, estaba antes que su amor, ahora roto por el hombre de su infancia convertido en un ángel de muerte… en un despreciable demonio.

 

Saga se apartó en cuanto el cosmos de Camus comenzó a calarle sobre la piel, dejando una capa de hielo desde sus dedos hasta las muñecas y los brazos. Lo miró con enfado… con una angustia transformada al ver su cara contorsionada por el dolor… 

 

Debí ser yo quien te matara… ”, dijo Camus, rememorando la lucha en el Santuario y su error con él, cuando descubrió que era el Patriarca y la personificación de la maldad; sin embargo, su único papel fue pedirle la vida de su pupilo, llevándolo a Libra, para dejar pasar todo lo demás…

 

Tal vez las palabras no habían salido directamente de sus labios, pero los gestos de su rostro demostraban resentimiento en sus ojos…

 

Y el deseo de Saga por tenerlo, por sentir cada parte de su cuerpo se convirtió en dolor y ansiedad. Sintió sus propias lágrimas, mojar las mejillas mientras lloraba amargamente, así que optó por huir… por tal vez nunca más volver a verle…

 

Camus abrió los ojos de golpe, sentándose en la cama mientras sostenía su pecho con fuerza, como si el corazón fuera a salirse de ahí. Sintió una punzada en la cabeza, que le obligó a cambiar el rumbo de sus manos para sostenerla e intentar calmar el dolor. Entonces notó que lloraba… Sentía sus propias lágrimas mojar sus mejillas y escurrir por el mentón.

 

Eres mío… ”, recordó, y eso pareció abrir la herida. 

 

Miró alrededor, descubriendo que aún se encontraba en el templo de Escorpio. Hizo a un lado las sábanas, y movió las piernas por el colchón para sentarse en la orilla de la cama, cubriendo con la mano derecha su cara. Intentó no perder el ritmo de su respiración, pero pensar en Saga le llenaba de una amargura que le asfixiaba…

 

¿Por qué? ¿Por qué el amor dolía así? Quemaba sin fuego y robaba cada particula de oxígeno del aire, derritiendo sus ojos de mar. 

 

Dolía cada vez que él desaparecía por días, dolía cuando estuvieron separados por tantos años mientras él estaba en Siberia, dolió cuando Saga le dijo que nunca más volverían a verse, y dolió aún más, cuando descubrió sus oscuros secretos; pero ser rechazado por él, sin la oportunidad para probar el amor en todas formas, y luego ser violentado de esa manera, era una agonía indescriptible... 

 

Sentía que el corazón le iba a explotar, y no de dicha o felicidad, si no rabia, dolor y angustia. 

 

Ahora entendía cómo se sentía Milo aquella noche cuando Kanon estuvo ahí… 

 

Tú no entiendes nada… ”, dijo el escorpión, porque él nunca tuvo una relación con Saga, y no sabía lo difícil que era renunciar a algo que deseaba más que nada; pero ahora podía sentirlo. Podía sentir como esa añoranza por él se rompía en miles de pedazos, y esos pedazos hacían pequeños cortes en su corazón. 

 

Era estúpido, en realidad, porque físicamente no le pasaba nada, sin embargo era un dolor que no podía aguantar.

 

Podía sentir la herida en su pecho, pero no veía la sangre brotar. 

 

Camus intentó calmarse tomando un poco de aire para recuperar el ritmo normal en su respiración, sin embargo, cada vez que trataba, sentía algo atorado que lo evitaba, como si les quitara a los pulmones la funcionalidad. 

 

Le tomó un rato calmarse, y solo lo hizo cuando se dio cuenta de que podía moverse libremente sin lastimar su cuerpo, y que cada una de las heridas sobre su piel habían desaparecido. 

 

Eso lo llevó a preguntarse ¿cuánto tiempo durmió? 

 

El nuevo descubrimiento lo llevó a limpiarse el dolor líquido con sus dedos, contemplando la movilidad en sus músculos; sin embargo, cuando se puso de pie, notó que estaba débil, así que se apoyó de la mesa un rato, y resistió ahí parado hasta que sintió la habilidad necesaria para moverse. 

 

Cuando dio un paso se percató que estaba desvestido, y que su ropa continuaba desgarrada a causa de la furia de Saga.

 

Se sintió atormentado por los recuerdos, pero al mismo tiempo extraño al pensar que tal vez había pasado todo el tiempo así durante su recuperación; sin embargo, creyó que quizá Milo no había tenido oportunidad de ponerle una ropa mejor.

 

Tenía demasiadas dudas, y estas le hacían doler la cabeza. 

 

Sintió que debía buscar al escorpión dorado, ya que no sabía cuánto tiempo pasó desde la última vez que se vieron, y sí las cosas cambiaron desde entonces…

 

Tal vez Milo sí volvió con Kanon después de todo, o encontró un suplente para su plan ya que Camus no podía ayudarle más. Y Hyoga seguramente se recluyó en Siberia sin saber que su maestro estaba indispuesto para escribirle o responder cualquier carta. 

 

Tras pensarlo, decidió salir de ahí. 

 

Milo siempre dejaba ropa suelta sobre el piso o el respaldo de la silla, así que encontró un pantalón de entrenamiento y una playera sin mangas roja que con todo el trabajo y la calma del mundo se vistió, porque si bien nada dolía, sentía pesados los músculos. Cuando finalmente estuvo listo, se dirigió a paso lento hacia el pasillo.

 

¿A dónde iría él? Hace mucho que no veía al escorpión. La última vez fue cuando este se marchó con Kanon, pero tras pensarlo durante los pocos instantes que Saga lo dejó tranquilo, resultó ser un sueño. 

 

Esperaba que el griego no estuviera muy lejos, porque entonces tendría que marcharse a Acuario sin decirle gracias por todo, “ gracias por el tiempo que estuvimos juntos…

 

Tras dar un par de pasos fuera de la habitación, descalzo, cayó al suelo, pues las piernas aún no estaban respondiéndole bien. Se aferró al piso, juntando fuerzas sobre sus dedos y se puso en pie. Caminó de nuevo, a paso lento, y esta vez fue atraído por las voces que procedían de una de las habitaciones del templo, reconociendo una como la de Escorpio…  

 

Entonces sigue aquí… ”, pensó con alivio, caminando a pequeños y torpes pasos hasta donde logró distinguir lo que decían:

 

—¿Con Kanon…? ¡Vaya! Sabía que estabas saliendo con alguien, pero nunca me imaginé que fuese él—. Camus se detuvo al oír la voz de Aioria, sintiendo una sacudida en el estómago ante la mención del gemelo. Se quedó quieto a unos pasos de alcanzar la entrada, y fue azotado por dudas que el silencio de Milo solamente alimentó.

 

—Lo importante aquí es que guarden el secreto…— Dijo el caballero de Escorpio con un ligero fastidio en la voz. Entonces Camus supo que no hablaba solo con el leonino.

 

—No te preocupes—, el galo reconoció a Shura—, esto es asunto suyo.

 

—Sinceramente, Milo, nunca te creí capaz de semejante cosa—, decía el Aioria—, pero supongo que debes estar muy enamorado de Kanon para soportar a alguien que te desagrada tanto como Camus…— El nombrado, aún fuera del pasillo, se sorprendió al escucharlo.

 

Por supuesto que sabía cuáles eran los sentimientos de Milo hacia él, pero no esperaba escuchar, aun en labios de su mejor amigo, cuánto lo detestaba. Sería un hipócrita si no dijera que el sentimiento era mutuo, sin embargo, eso no mermaba la sensación que ahora tenía en el pecho, después de todo lo que habían pasado.

 

De su cuerpo se drenó la poca fuerza que le quedaba con un suspiro, y apoyó la espalda en la pared para calmarse; no obstante, perdió el control de sus piernas y terminó sentado y mareado en el piso.

 

El escorpión dentro de la habitación guardó los propios pensamientos dentro de su cabeza, y en medio de ese silencio, se escuchó como un vaso golpeaba la mesa de madera.

 

—Entonces… ¿De quién está enamorado Camus?— inquirió el león con curiosidad. El galo frunció el ceño, porque ya comenzaba a molestarle ese tema de conversación.

 

—No importa…— Contestó Milo.

 

—Dijiste que ambos tenían otros intereses amorosos, y si el tuyo es Kanon…

 

—Creo que deberíamos irnos—. Cortó Shura las conjeturas del león acompañando sus palabras por el ruido de una silla arrastrándose.

 

—Tú lo sabes—. Lanzó Aioria. Camus se agarró con fuerza la cabeza porque el mareo no cedía.

 

Y sí, hacía años que el español lo sabía…

 

—¿Yo?— preguntó él, fingiendo desconcierto. Hubo un momento de silencio hasta que el felino habló:

 

—¿De Saga?— preguntó.

 

—¡Qué sé yo!— exclamó Shura ligeramente nervioso. Aioria se rio—. Yo no dije nada…

 

—Pero no sabes mentir.

 

—Gato, ¿por qué no vas a cambiar la arena de tu caja?— Shura soltó una carcajada ante la forma “ educada ” de Milo para pedirle que se fuera.

 

—Dile a Camus que vendré a visitarlo—. Se despidió el pelinegro.

 

—No se lo diremos a nadie…— Aseguró el castaño.

 

—Te lo prometo—. Completó Capricornio para tranquilizarlo.

 

—Eso espero, sobre todo de ti, Aioria—. Lo amenazó el escorpión, y aunque hubiera deseado responder, Shura lo jaló del brazo; así ambos caminaron fuera de la habitación, del lado contrario a donde Camus se encontraba, por lo que no lo vieron.

 

Milo golpeó la mesa: Jamás tuvo intenciones de revelarlo, y ahora que estaba hecho, se sentía impotente. Tenía el estrés haciendo peso sobre su cuerpo, por lo que se quitó las hombreras de la armadura e intentó aminorar la tensión moviendo los brazos. 

 

Por lo menos le quedaba el consuelo de saber que el galo nunca se enteraría de lo ocurrido…

 

Sintió enormes deseos de verle, así que también se puso de pie, en marcha directa para cumplir su deseo; más, al salir y dar la vuelta hacia el camino que conducía a la habitación, se topó con el onceavo guardián sentado en el suelo con las manos sobre la cabeza.

 

No podía negar que saberlo ahí lo llenaba de emociones encontradas, pues ansiaba verlo recuperado, pero también, no podía quitarse de la cabeza la última imagen que tenía de él con la ropa rasgada. 

 

—¿Qué haces…?

 

—Tomando el sol… ¿No ves?— Camus no lo dejó terminar la pregunta al ironizar sobre su condición. Milo bufó.

 

—Sé que Siberia no es el paraíso para los amantes del bronceado, pero…

 

—Cállate…— Lo silenció quitándose las manos de la cabeza para mirarlo aún desde el suelo. Milo admiró aquellos ojos fríos con incertidumbre, porque Camus volvía a tratarlo con desprecio. 

 

—¿Qué te pasa?

 

—No es tu problema…— para sorpresa del escorpión su tono era frío, ¿por qué? Sí antes estaban bien. Si justo esa tarde estuvieron a punto de tener sexo en la biblioteca…

 

El aguador intentó aferrarse a la pared para levantarse, pero no tenía la fuerza necesaria para hacerlo, y cuando Milo se acercó para ayudarlo, lo empujó.

 

—¡Camus! 

 

—Escuchar a Aioria me hizo dar cuenta que no tenemos que fingir agrado el uno hacia el otro sin nuestro "querido público” cerca. Soy un buen actor, pero mi talento no llega a tanto…— Milo le sostuvo la mirada, y aunque sus palabras deberían dolerle tanto como para mandarlo al diablo, los sentimientos que ya no podía negar por él, le hicieron sonreír al entender que Camus escuchó a Aioria expresándose sobre su relación. 

 

—¿En serio crees que eres un buen actor?— El griego comenzó a reírse, y su risa se acrecentó al verlo sonrojarse de enojo.

 

Camus murmuró algo en francés (quizá un insulto), antes de volver a luchar contra sí mismo por levantarse.

 

—Déjame ayudarte—. Insistió Milo extendiendo su mano, pero el galo la manoteó. 

 

—No necesito nada de ti…— lo miró con frialdad. El escorpión exhaló con frustración y se sentó a un lado del acuariano, quien aún intentaba levantarse. 

 

—Aioria no sabe lo que siento. Es injusto de tu parte enojarte por algo que yo no dije—. Camus desistió de sus intentos por incorporarse y lo miró con enojo.

 

—No te oí negarlo…

 

—Tal vez porque no tenía que hacerlo delante de él—. Se defendió Milo, comenzando a impacientarse.  

 

—¡Tampoco lo hagas ahora!— Exclamó Acuario, frustrado con su propio cuerpo incapaz de moverse, el dolor de cabeza que no se iba y la inquietud y desasosiego que sentía por el escorpión; porque sí bien era cierto que nunca logró tolerar estar en el mismo espacio que él, ahora no quería estar lejos.

 

De pronto se sintió vulnerable, y herido, por lo que decidió que la distancia entre ellos era mejor, que continuar fingiendo, y sintiéndose estúpido por tener apego y ¿cariño? por él. No estaba emocionalmente estable después de lo ocurrido con Saga, así que necesitaba estar solo para recuperar el control, encerrándose en en si mismo otra vez…

 

Cansado, Camus volvió a vencerse contra la pared, dejando el esfuerzo de levantarse para después.

 

Hubo una pequeña pausa, y entonces, Milo preguntó:

 

—¿Qué me dices de ti? ¿Te agrado…?— la inquietud de aquel, paralizó a Camus, porque, aunque podría escupir con rabia que no, recordar los pequeños momentos compartidos con él, empujaban la lengua a responder…

 

Si, si me agradas…

 

Pero ¿para qué decirlo? ¿Para qué permitirse flaquear si Aioria decía que Milo lo detestaba? 

 

No iba a ser rechazado por el escorpión también…

 

De todos modos… ” No es una declaración amorosa…”

 

—Discutir esto es una estupidez…— Respondió tajante, huyendo de la verdad. Milo bufó.

 

¿Por qué le gustaba un hombre tan complicado como ese? ¿Por qué no podía simplemente decir “ sí, y por eso estoy enojado”; o dar una negativa contundente y dejar zanjado el tema? 

 

Maldito Camus indescifrable… 

 

—Tienes razón—, Milo se puso de pie—, esto es una estupidez…— para sorpresa del galo, el otro se colocó delante de él, y antes de poder decirle que no se atreviera a tocarlo, él lo jaló de las piernas para obligarlo a recostarse en el piso. 

 

—¿¡Qué estás…?!— Sin responder a sus protestas, Milo le levantó una de las piernas, y rodó sobre él agarrando su brazo para colocar todo el peso de Camus encima de sus hombros, levantándose con él para llevarlo cargando a la habitación, dejándolo boquiabierto a causa de la sorpresa.

 

—No eres el único culto en esta relación…— Bromeó mientras caminaba por el pasillo de vuelta a sus aposentos.

 

Camus no lo sabía, pero esa era la forma correcta de levantar a alguien borracho. 

 

El aguador sintió que la sangre le golpeaba las mejillas en una mezcla de enojo y vergüenza. 

 

—¡Déjame tranquilo!— Le gruñó, intentando bajarse. Milo torció una sonrisa. 

 

—No tienes que agradecer, Camus.

 

—¡No voy a alimentar tu ego…!— Eso mismo le respondió el griego, horas atrás, cuando estaba alterado porque el francés se sacrificó por él. 

 

—Qué lástima, porque yo sí pensaba hacerlo—. Suavizó el tono de su voz—. Gracias por salvarme… y gracias por ser mi novio…— El galo, que se había quedado callado, no notó el momento en que llegaron a la habitación. Milo abrió la puerta con el pie, la cerró con el talón, y lo recostó en la cama mientras seguía hablando—. Tenías razón. Nunca pensé que esto sería difícil, ni pensé que incluso nuestros amigos pudieran sufrir…— como respuesta, el otro suspiró. 

 

—Ellos lo saben y supongo que eso es suficiente para que…

 

—Hyoga también lo sabe y…

 

—No volveré a discutir lo de Hyoga—. Neció su postura. Milo se sentó sobre el colchón para mirarlo más cómodamente.

 

—Yo también lo aprecio, Camus, pero nunca hubiera traicionado tu confianza diciéndole algo que es privado entre nosotros.

 

—Se lo dijiste a Shura y a Aioria…

 

—Aioria es curioso como un gato, porque, después de todo, es un gato, y como necesitaba sus poderes curativos para ayudarte, hice un trato con él a cambio de ellos. El trato fue contarle todo…

 

—Aun así…— Milo sujetó su rostro con ambas manos, y se acercó a él para darle un beso que calló todas y cada una de sus protestas. 

 

—Estaba preocupado por ti…— Susurró sobre sus labios—… ¿Lo entiendes…?— El aguador cerró los ojos y apoyó la frente sobre la del otro. 

 

Camus pareció calmarse, aunque era difícil saber si era por el beso, porque volvía a estar recostado, o por las palabras del escorpión. 

 

—… yo…— ¿Lo siento? ¿Te entiendo? ¿Qué podría decir? El escorpión se separó un poco, le sonrió, y lo acomodó mejor en la cama.

 

—Ahora, Camus, si no te importa, me gustaría cuidar pacíficamente a mi novio…— Explicó, sabiendo, que el nombrado estaba extrañado y posiblemente apenado de este comportamiento.  

 

El galo no pudo hablar, y para Milo fue mejor que no lo hiciera, porque pudo disfrutar en silencio el olor que se desprendía en la coronilla de su cabeza, cerca de la nariz, y así aspirar la fragancia de la esencia que utilizaba para lavarse el cabello.  

 

—Te pondrás mejor en unos días…— Le informó al momento de acomodar las sábanas y la almohada tras su cabeza— … Y entonces podremos continuar peleando…— El galo movió ligeramente la cabeza. 

 

—No disfruto pelear contigo…— Respondió, mirándole fijamente. El griego sonrió.

 

—Lo que tú digas…

 

—¿Qué se supone que significa eso?

 

—Que “te creo”…— alzó un par de dedos al hablar. El francés frunció el entrecejo.

 

—¿Cómo debo tomar eso?— preguntó. Milo se rio. 

 

—”Como quieras…”— volvió a levantar los dedos al hablar para marcar las comillas en sus palabras. Camus acentuó el gesto de su ceño, y Milo lo besó otra vez para callar cualquier réplica. 

 

—Eres…

 

—¿Excitante, exuberante, gallardo, irresistible…?

 

—Imposible…— Murmuró aguantando las ganas de reír. Milo y él se miraron en silencio, entonces recordó que le había prometido la cena y que en realidad, con todo ese caos, ni siquiera le había ofrecido agua.

 

El griego se levantó de la cama y cuando lo hizo, notó la camisa rasgada que Camus se había quitado para ponerse una de él. El galo no lo vio levantarla, pero cuando se dio la vuelta y la encontró en sus dedos, desvió la mirada.

 

Milo volvió a sentir el monstruo de la rabia creciendo en el fondo de su estómago, rasguñando sus paredes y masticando su cognición.

 

—Camus, ¿qué sucedió entre Saga y tú?— preguntó el griego con un tono neutral de voz, a pesar del puño que deseaba romperle al geminiano en la cara. 

 

Acuario buscó las palabras correctas para explicar algo, pero se dio cuenta que mientras trataba de hablar, un nudo se formaba en su garganta, y los ojos ardían tanto que necesitaba cerrarlos para evitar que se desbordaran; sin embargo, al estar en aquella pequeña oscuridad, los recuerdos eran tan intensos y dolorosos que tuvo que abrirlos otra vez.

 

Sintió que sus propios labios temblaban porque no podía hablar al respecto… y no quería recordar porque no deseaba ver esos ojos, ni a esa persona que ahora le resultaba extraña, tan ajena a quien fue su amor…  

 

Milo lo miró en silencio sin perder un solo instante de sus expresiones al intentar hablar o tal vez no hacerlo. Era difícil saber si el aguador quería responder o no. 

 

Entonces, por las expresiones del galo, comprendió que su encuentro con Saga había lastimado algo más que su cuerpo.

 

Y de ser así, ¿Camus lo olvidaría…? 

 

Mirándolo de aquella manera, de pronto, Milo contempló la posibilidad de robárselo, y ser él quien al final se quedase con Camus…

 

Sí, tal vez antes, pensó que debía renunciar a lo que sentía para verlo feliz, dejando que estuviera con la persona que realmente amaba; pero considerando lo ocurrido y el dolor casi palpable de aquel, decidió que no, que Saga no lo merecía.

 

—Hagamos un pacto…— Dijo el griego, obteniendo la atención del onceavo custodio.  

 

—¿Otro?— Se preguntaba qué tipo de consecuencias podría tener aceptar uno más. Milo sonrió.  

 

—No volveré a preguntarte sobre esto, pero a cambio te quedarás en mi templo y me permitirás cuidarte, sin protestar—. Acuario abrió la boca para alegar, no obstante se quedó callado. 

 

Tras considerar un momento la situación, finalmente respondió:

 

—Tú ganas…— Se limitó a decir, levantando los hombros. Milo le sonrió, y Camus no tuvo razones para no corresponder el gesto.

 

  Toc… toc… llamaron a la puerta. 

 

Escorpio, quien era el dueño del templo, sabía perfectamente quién estaba del otro lado de la puerta, sin embargo, lo único que deseaba en ese momento es que se fuera. 

 

Miró a Camus, quien se veía ansioso, como sí no quisiera ver a nadie.

 

—¿Y ahora qué quiere?— inquirió con fastidio el escorpión mientras iba hacia la puerta para abrirle al estúpido de allá afuera.

 

—Buenas tardes, Milo…— Saludó el ruso. Al parecer, su tono era diferente, en él ya no había rastro de despotismo o rabia.  

 

—¿Qué haces aquí, Hyoga?— Inquirió el escorpión, frunciendo el ceño y cruzando los brazos, procurando tapar con su cuerpo la silueta del francés.  

 

—Yo…— Agachó la mirada, apretó los puños y tomó valor—… Quiero hablar con ustedes… con ambos… Quiero disculparme…

 

Milo miró sobre su hombro a Camus: El aguador había tenido un día muy difícil, ¿sería buena idea dejarlo entrar?

.

.

Continuará…



Notas finales:

(1) Referencia al capítulo 7, cuando Milo le está enseñando a besar, ambos tienen ese impulso, y Milo le hace un chupetón.

(2) Milo cargó a Camus así:

Como cargar a un borracho.

 

Notas de autor:

Les cuento que la escena entre Saga y Camus está desglosada en otra “parte”, porque como es un poco fuerte por los golpes y la insinuación de violencia sexual, no quería subir el ranking de esta historia solo por eso, ya que es una muy pequeña parte… así que decidí incluirlo en otro fic que voy a subir más adelante. Sólo estoy esperando llegar a una parte importante en esta historia para añadirlo. 

 

De hecho, tengo una colección llamada jugando con fuego por ahí, donde iré incluyendo pequeños escritos extras (prometí una historia diferente, no? XD)

 

Ya les avisaré más adelante!

 

Creo que no tengo notas particulares del capítulo, sólo que Shura me da risa, espero que a ustedes también. 

Respecto a Milo, creo que aunque es orgulloso, me parece que también es comprensivo. Así que necesita kilos de paciencia con Camus porque Camus no sabe cómo lidiar con todo lo que tiene encima entre él estrés de Saga, Hyoga, sus cosas con Milo y ahora la cosa con Aioria… celos? Será? Porque Milo dijo que tuvieron un “impulso”... Así que… ¿cómo controlar algo que nunca sintió? Jajajaja no quería torturarlo, pero bueno, creo que un personaje principal necesita ser puesto a prueba y Milo tiene a Camus para probar su paciencia, mientras Camus tiene a todo lo demás… y es todo lo que diré!!

Y falta Kanon, Pero ya llegará!! 

 

Muchas gracias por su lectura, y por todo su apoyo!!

Espero no haber decepcionado a nadie con este capitulo. 

Nos vemos el viernes!!

Qué tengan un gran fin de semana!!


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