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Jugando con fuego por Aquarius No Kari

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Capítulo 12

Un empujoncito…

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Hyoga se detuvo en la puerta, sintiendo el corazón latir en su garganta. 

 

No respiraba con facilidad, pero trataba de atrapar la mayor cantidad posible de aire con cada bocanada desesperada que aspiraba, como si hubiera corrido de Libra a Escorpio; aunque en realidad se tomó el tiempo para pensar lo que iba a decir, el tono, y el cómo. Cerró los ojos, e intentó no ser atormentado por todo lo que tenía en la cabeza, cuando, finalmente, levantó el puño y dio un par de golpes firmes contra ella. 

 

El siguiente paso a dar era el más difícil de todos, y la expresión en ese rostro color canela del escorpión, al abrir la puerta, le dificultó su labor. 

 

La primera vez que puso un pie en ese templo estaba dispuesto a luchar a muerte contra él, en ese momento solo necesitaba expresar lo que realmente sentía desde el fondo de su corazón…

 

—Buenas tardes, Milo…  — Habló, aunque sintió que la garganta se le cerraba.

 

—¿Qué haces aquí, Hyoga?— El nombrado pensó que debería agradecer que no lo reciba con un puñetazo. 

 

—Yo…— Balbuceó el cisne. La mirada rehusó la del griego al mover sus labios, concentrándose en el piso. 

 

No tenía valor, pero entendía debía adquirirlo para cumplir su meta. 

 

Apretando los puños consiguió tomarlo de alguna parte… 

 

—Quiero hablar con ustedes… con ambos… Quiero disculparme…— Intentó sonar confiado y fuerte, pero solamente logró parecer más ansioso de cómo se sentía. 

 

La expresión del octavo guardián cambió, aunque no por ello se volvió amable. Miró arriba de su hombro a Camus, quien parecía a punto de tragar un vaso de espinas. Entonces, Milo avanzó un paso, Hyoga retrocedió y se quedaron ambos en el pasillo cuando cerró la puerta.

 

—Tu maestro no se encuentra en condiciones de aguantar tus estupideces, así que te pido que te vayas—. Dijo amenazante. 

 

Hyoga, que esperaba esa reacción, no iba a desistir.

 

—Lo entiendo, y de verdad, lamento haberme comportado así… Solo quiero hablar…— Levantó las manos en señal de rendición. Milo arqueó una ceja y se quedó callado. Tras unos segundos, abrió la puerta y gritó:

 

—¡¿Nos darías un momento?! ¡Tenemos cosas que hablar!— Hyoga parpadeó un poco confundido, después recordó la batalla en ese mismo templo y concluyó que su maestro y él, estaban hablando mediante el cosmos. Camus aparentemente pidiéndole al escorpión dejarlo pasar. 

 

El griego volvió a cerrar la puerta, refunfuñando. 

 

—Sabes que va a enojarse contigo, si no me dejas pasar…— insistió el ruso tratando de mediar la paz. El peliazul lo miró con frialdad.  

 

—Me importa un carajo. Ha tenido el peor día de la semana, y no voy a dejar que tú lo empeores—. Hyoga recordó todo lo sucedido ese día, y entendió que tenía razón… 

 

Ni siquiera se preocupó por su maestro, aun cuando recibió un ataque directo de Saga por salvar a Milo, sin la armadura de Acuario puesta. 

 

—Lo entiendo…— el cisne tragó saliva con dificultad, sabiendo de sobra lo ingrato que fue con él—… Yo… lo siento… Siento todo lo que sucedió, Milo. No quería hablarte así, pero…— El escorpión no lo dejó continuar cuando ya lo estaba jalando de la ropa y lo obligaba a entrar con él, a la habitación. 

 

—¡Prometiste no protestar!— Gritó el griego, furioso, yendo hacia el francés para ayudarle a volver a la cama (de donde se había levantado para ir a “auxiliar” a su pupilo). 

 

—Necesito hablar con Hyoga…— contestó el aguador, ligeramente enojado con su enfermero. Milo se apartó y jaló al cisne más cerca del lecho para que el otro pudiera verlo detalladamente. 

 

—¡Aquí está tu pato!— gritó— ¿ves? ¡No le falta ni una maldita pluma!— Camus suspiró con alivio— ¿¡Por qué eres así?!

 

—Podrías dejarlo hablar…

 

—¿Para qué? Ya ha dicho suficiente…

 

—Esto es diferente…

 

—¿Por qué eres tan blando?

 

—¿Blando, dijiste?— El cisne los miró de hito en hito discutir, y mientras lo hacía, la imagen de ambos besándose en Acuario cada vez le parecía menos descabellada… —Pues tú eres demasiado histérico…— declaró el aguador, desviando la mirada. Milo colocó una mano sobre su pecho.

 

—¿Yo?— después señaló a Camus— ¡Entonces tú eres como una de esas…!

 

—¿Me dejarían hablar?— Lo interrumpió Hyoga con una sonrisa nerviosa— Estoy a punto de creer que prefiero verlos… comiéndose entre ustedes, ¡Por Dios!— Se palmeó la frente mientras se reía de esos dos. 

 

Sabía que no eran novios de verdad, o al menos eso le intentó aclarar Camus, pero verlos pelear así… era demasiado estresante, y gracioso; incluso pensó que era su forma rara y tóxica de demostrarse aprecio y complicidad. Parecía incluso un coqueteo desesperado…

 

Milo y su maestro intercambiaron una mirada, antes que el escorpión tomara asiento en la cama, junto al galo, pero todavía ofendido con él, por no cumplir su palabra. 

 

El ruso tomó un poco de aire y se quedó en silencio durante un rato. 

 

—¿Y bien…?— Lo apresuró el escorpión al mismo tiempo que cruzaba una de sus piernas. Hyoga estaba buscando las palabras para hablar, o preguntar lo que necesitaba saber, hasta que él volvió a preguntar— ¿Esto será así de largo?

 

—Milo…— Le reprendió el galo en voz baja. 

 

—¿Qué?— Se giró hacia él con cara de inocencia, todavía molesto por el silencio de su pupilo. Acuario frunció el ceño, y emprendió otra pequeña discusión con él. 

 

—Espera un poco— pidió.

 

—¿Y cuánto será eso?— Inquirió Milo con fastidio. 

 

—Solo un momento, ¿tienes algo mejor que hacer?— él lanzó una risa sardónica. 

 

—¿Te parece poco lo que estoy haciendo?— Señaló al galo con un movimiento de cabeza, insinuando que estaba ocupado cuidando de él. El aguador sintió una ligera vergüenza que disimuló virando la cabeza hacia el otro lado. 

 

—Yo no dije eso…— murmuró. 

 

—Entonces no estoy pidiendo demasiado…

 

—Solo déjalo…

 

—¡Ni siquiera lo estoy tocando!

 

—Lo estás incomodando…

 

—¿Yo?— Milo se rio tan fuerte, que el galo se cubrió los oídos, haciendo un gesto de desagrado.

 

—¿Por qué eres tan ruidoso?— Se quejó. El escorpión abrió la boca, pero el rubio se le adelantó. 

 

—¡Maestro, Milo, por favor!— Hyoga no sabía si reír o llorar. Los otros dos lo miraron aún pendientes de lo que fuera a decir: Camus con serenidad y Milo con su impaciencia.

 

Entonces consideró que si bien había creído en su conversación con Shiryu, que su amigo sería una buena pareja para Milo, mientras admiraba a su querido maestro “pelear” con él, se dio cuenta de que no había nadie más perfecto que uno para él otro, porque Camus era tan bueno para el temperamento de Milo, como Milo para el estoicismo del galo. 

 

Sonrió suavemente y en ese pensamiento encontró el valor para iniciar.

 

—Yo… lamento todo lo que ocurrió entre nosotros hace rato. Los aprecio a ambos, y… 

 

—¡Ja!— Lo interrumpió el griego con sarcasmo— Hoy lo has demostrado muy bien—. Acuario lo miró con molestia. 

 

—Lo sé…— continuó el ruso, pero el dueño del templo no le daba tregua. 

 

—Fui detrás de ti para explicarte todo, incluso Camus trató de hablar contigo, pero tú…

 

—¡Lo sé!— habló con fuerza, apretando sus puños— ¡Pero ustedes también tienen que entenderme! No estoy acostumbrado a compartirlos…

 

—¡Qué excusa tan patética!— se mofó el griego. 

 

—No es una excusa. Es la verdad—. Milo observó en silencio el fulgor en esos zafiros rusos, que atraían a su mente la batalla en las doce casas, y que le hacían sentir esa veracidad—. Quería hablar contigo primero, pero no estabas aquí, y cuando fui a Acuario, si bien me pareció extraño ver tu armadura ahí, nunca pensé que ustedes… ya sabes…— cohibido, se sonrojó. El escorpión dio un pistón. 

 

—¡Por el Olimpo entero, solo dilo!

 

—¡Estuvieran cog…!

 

—¡No fue así!— exclamó Camus tapándose los oídos para no escuchar lo que Hyoga estaba por gritar. El ruso y Milo se callaron, el primero sabiendo que esos temas eran un poco complicados con él, y el segundo con ganas de burlarse de ambos. 

 

Tras un breve momento, fue el espartano quien habló:

 

—Bien, digamos que “entiendo” tu incomodidad—, alzó los dedos para enfatizar la palabra—, pero luego de eso te volviste repugnante. Fue asqueroso oír cada palabra saliendo de esa boca tuya—. Hyoga se mordió el interior del labio, desviando la mirada mientras apretaba los puños. 

 

—Lo siento… yo… trataba de proteger a mi maestro…

 

—¿Proteger? ¿De mí…?— él no respondió, pero pareció encogerse dentro de la habitación. 

 

Camus sabía que estaba deliberando una vez más entre decir la verdad o guardarse todo, porque esa opinión sobre el escorpión que declarara en su conversación previa, no era propia de él. Y Milo, aunque no lo conocía tan bien, se dio cuenta de que necesitaba darle espacio para hablar algunas cosas con su maestro; después de todo, era el galo quien quería aclararle los puntos.

 

Tal vez al principio estaba celoso de él, y eso quizá no cambiaría jamás: pero tras mirarlo un poco y notar a Camus ligeramente inquieto, cayó en cuenta que la decisión final sería del él sin importar lo que pasara entre ellos, Hyoga o el estúpido Saga…

 

—Decir lo siento es poco para todo lo que has provocado…— Soltó el escorpión con crueldad, rompiendo el silencio. El ruso sabía que tenía razón, y no pudo evitar demostrar en sus ojos azules y transparentes que ganarse el repudio de él, le dolía. 

 

El aguador intentó decir algo para suavizar la situación, pero Milo le hizo una seña para que no lo hiciera.

 

—Traeré algo de beber…— Anunció al levantarse.

 

Hyoga, aún atormentado por romper la relación que antes tenía con Milo, cuando lo sintió aproximarse, creyó que le pegaría con el hombro; sin embargo, sintió sus dedos cerca de la clavícula, y al levantar la mirada, recordó el cementerio para caballeros, la tumba de su querido maestro, sus propias lágrimas, y esa sonrisa amable en los labios de Milo intentando aliviar el dolor que sentía…

 

— Defendiste bien tus convicciones…— le oyó decir. 

 

Él estaría orgulloso…”, completó aquel día, siendo el consuelo que Hyoga necesitaba después de perder a Camus.

 

Debido a eso, y no solamente por su batalla en Escorpio, ambos se volvieron “ amigos ”… Pero no era como Shun , Isaac, o Shiryu . El cariño que nació por Milo en ese momento era tan diferente, como el que tenía por ellos, o su maestro; aunque sí podía decir que era similar. Ni siquiera lo podía explicar. 

 

Y mientras lo veía cerrar la puerta al marcharse, sintió que los ojos se le derretían con una mezcla de culpa, arrepentido y desdicha por el recuerdo del hombre al que había perdido en ese momento, el mismo que ahora lo observaba con preocupación. 

 

No quería llorar por Camus otra vez, y no le daría un motivo para sentirse ansioso por él.

 

Milo tenía razón, ya había provocado demasiado daño ese día…

 

—Maestro, de verdad, estoy arrepentido—. Dijo en voz alta, aguantando sus propias emociones. 

 

¿Cómo pudo creer todas esas cosas sobre Milo? ¿Cómo dejó que dos extraños para él, le llenarán así la cabeza de historias y frases tan mal intencionadas? 

 

Shiryu tenía razón: él conocía a Milo, y aun así…

 

Camus lo miró sin decir nada, porque supuso que no bastaría con ser amable y decirle que sí, que estaba todo bien, aunque él ya lo hubiera perdonado. Su comportamiento fue deplorable y su deber era ayudar a corregirlo, aunque tuviera ganas de compartir un momento agradable con él.

 

—Quiero saber exactamente ¿por qué pensaste que necesitabas protegerme?— demandó educadamente, recordando la discusión previa en esa habitación. Hyoga desvió la mirada, pero tan pronto como lo hizo, infló ligeramente el pecho y resistió el encuentro con los ojos de su maestro. 

 

—Al principio estaba celoso…— confesó con vergüenza. Camus volvió a suponer que estaba enamorado de Milo, o de él… 

 

Si fuese de su maestro, sería demasiado difícil distanciarse, porque sus sentimientos no eran ni por asomo parecido a algo romántico; pero si fuera de Milo, sería una mejor opción que Kanon …

 

Pero pensar en ver a Hyoga con Milo no lo hacía sentir mejor, aunque el bicho con todo y las cosas que lo hacían rabiar, fuese alguien digno de su pupilo… 

 

Sintió un pequeño dolor, pero no tuvo tiempo para adentrarse en esa emoción, porque el ruso continuó.

 

—Usted es mi maestro, y lo quiero como a un padre…— el galo se sorprendió, y tuvo que apretar los puños sobre la sábana que cubría sus piernas para no sonreírle, tomarle la mano afectuosamente y decirle que exactamente así se sentía respecto a él. Sin embargo, mantuvo la distancia. 

 

—Incluso sí eso es verdad…

 

—Lo es, maestro, le ruego que no lo dude. 

 

—Tu opinión sobre Milo…

 

—También estaba celoso de él…— Camus sintió una ligera sacudida, porque si bien estaba dudando sobre esos dos, temía que su pupilo sufriera si el griego lo rechazaba. Cosa que era más factible por Kanon …

 

¿Y si tendría que ponerse en el papel de pedirle a Milo darle una oportunidad a Hyoga …?

 

—Es como un maestro, o un amigo… en realidad no sé lo que es…— volvió a cohibirse, dejando más tranquilo a Camus, quien sintió como la opresión en el pecho se aliviaba. 

 

El galo colocó los dedos sobre su frente y soltó un suspiro, apoyándose completamente sobre la almohada. 

 

El ruso se acercó, y por primera vez atendió a su maestro, colocando la mano en la frente ajena y la otra sobre sus cabellos rubios para medir la fiebre; sin embargo, Camus ya no tenía temperatura alta, solo era tranquilidad al saber que su pupilo no iba a sufrir… 

 

El aguador se deshizo del contacto ruso, y le hizo una seña para que se siente en la silla, a su lado.

 

—Todavía no me queda claro por qué te has expresado así de él. Tu opinión sobre Milo dista al respeto y admiración que un maestro o un amigo debería inspirarte.

 

—No voy a negar mi responsabilidad en esto, pero sí necesito decírselo a usted, ya que, considerando el temperamento de Milo, podría ocasionar un problema peor.

 

—¿Qué quieres decir?— indagó el aguador, frunciendo ligeramente el entrecejo. Hyoga volvió a dudar, pero estaba decidido a contar la verdad, así que se armó de valor y confrontó la mirada de su maestro. 

 

—Después de lo que pasó en Capricornio, estaba alterado, y confundido, pero cuando traté de salvarlo de Saga, Kanon me detuvo…— Al escuchar ese nombre, Camus sintió como una especie de retortijón en el estómago, al recordar que efectivamente él estaba ahí, y por eso había accedido a besar a Milo delante de Saga y Hyoga .

 

—¿Por qué estabas con él?— se extrañó el aguador. El rubio movió con inquietud los dedos sobre sus propias piernas. 

 

—Nos encontramos abajo y me obligó a subir con él. Al principio no entendía por qué, pero cuando los vi pelear, creí que a eso íbamos…— Camus no podía entender por qué quería llevar a Hyoga ahí, y eso le hacía experimentar un pequeño desasosiego. 

 

—No confíes en lo que él diga—. Advirtió con un ligero suspiro. El rubio se frotó la frente. 

 

—Este consejo llega muy tarde, maestro…— Confesó con pesar. El francés lo observó con interés.

 

—¿Qué quieres decir?— El cisne de bronce exhaló con frustración. 

 

—Fuimos a Géminis…

 

—¿Por qué fuiste ahí?

 

—Saga dijo que necesitaban hablar conmigo.

 

—¿Saga?— Camus se puso ligeramente pálido y aferró las manos de forma inconsciente a las sábanas. Hyoga no lo notó debido a que intentaba pensar en como diría lo demás.

 

—No voy a dar muchos rodeos a esto, así que se lo diré sin tapujos: Saga mencionó que yo debería impedir la relación de mi maestro con Milo, porque él no era una buena persona… Salvo que no lo dijo con esas palabras…— El aguador tragó el vaso de espinas que tenía atorado en la garganta desde que Hyoga llegó. Lo vio apretar las manos sobre sus propias rodillas y bajar ligeramente la cabeza, arrepentido y atormentado por los recuerdos que tenía sobre esa tarde y las palabras que escupió en aquella habitación. 

 

Por supuesto que Camus no iba a torturarlo pidiéndole hablar detalladamente del asunto, aunque realmente quería saber todo lo que esos dos le habían dicho; pero después de oír a Hyoga gritar que Milo era la prostituta del Santuario, entendía de dónde había venido esa opinión. 

 

Pero ¿por qué? 

 

Ya deberías saberlo… tú eres mío… ”, recordar esa voz lascivia, le erizaba la piel con desagrado. 

 

—Fue Kanon quien recalcó que Milo tenía una vida promiscua en el Santuario…— continuó Hyoga de pronto, trayendo al galo a la realidad. Acuario apretó los dientes, aunque su cara permaneció ‘serena’ —… Que incluso, a pesar de gritar a los cuatro vientos su amor por el ‘príncipe de los hielos’ , continuaba teniendo encuentros nocturnos con él y con otros ocupantes del santuario…— Camus sintió que la sangre se le subía a la cabeza, y que, de pronto, la indulgencia de Athena no sería suficiente, porque mataría al menor de los gemelos—… Saga mencionó que él únicamente intentaba proteger su reputación y dignidad, y cuando confrontó a Milo para decirle que pare, él lo atacó… “ Solo deseo su felicidad… ”, dijo…— Camus tragó saliva con dificultad, sin poder, y sin querer creer lo que su pupilo decía, recordando lo ocurrido entre él y el gemelo cuando Escorpio no se encontraba en el recinto. 

 

Pensaba que lo conocía… o que, por lo menos, no sería capaz de hacer algo así… 

 

Sin embargo, había tratado de matar a Milo, intentó tomar posesión forzada y violenta de su cuerpo, y manchó la reputación del escorpión a los ojos de Hyoga , la única persona capaz de separar a Camus de él… 

 

—Perdóneme, maestro…— tímidamente, el rubio alcanzó la mano del aguador con la certeza de ser rechazado por él, con el regaño digno al enorme error que había cometido; sin embargo, el hombre, todavía postrado en cama, suspiró con frustración. 

 

Saga sabía cuán importante era Hyoga para él, y aun así, fragmentó su relación sin importarle nada más.

 

Definitivamente, ese no era el hombre que conocía, no era el hombre que amaba… 

 

—Perdóname por ponerte en medio de esta situación—. Expresó el galo con pesar, aceptando el agarre del otro, quien se sorprendió por esa disculpa—. Cuando Milo y yo acordamos esto, nunca pensamos que las cosas tomarían este rumbo… Y por supuesto no esperaba verte antes de poder hablarte de… No sé, de mi relación—. El ruso sonrió suavemente, casi suspicaz. 

 

—Pero ustedes no tienen una relación… ¿O sí?

 

—Quiero decir…— intentó explicar, sin notar la pequeña broma del otro.

 

—Lo entiendo, maestro. Y sé que no debería haber reaccionado así…

 

—Es cierto. No debiste hacerlo, pero mereces saber la verdad, solo promete que no le dirás a Milo nada sobre esos dos…— porque sí lo sabía, se le rompería el corazón al enterarse de la poca opinión que Kanon era capaz de esparcir de él.

 

—Lo prometo, pero no es necesario que usted…— Camus le hizo una pequeña seña para que guardara silencio, y entonces comenzó a contarle todo desde el principio, evitando decirle que de quién estaba enamorado, o la relación de Milo con aquel hombre de quien necesitaba “ vengarse ”, también evitando revelarle su identidad.

 

Cuando terminó de hablar, el cisne y él compartieron un pequeño momento de silencio.

 

—Lo que viste en la biblioteca fue mi error… un impulso que no debió ocurrir…— Hyoga lo consideró un momento, y cuando abrió la boca para preguntarle directamente si quizá Milo le gustaba de esa manera, conociendo a su maestro, este lo iba a negar y haría todo lo posible por demostrar que estaba equivocado…

 

Pero, después de ver cómo era su relación, consideró que sería una lástima concluir aquel juego sin terminar juntos; por lo que decidió avanzar un paso para arrojar a Camus a las garras del amor. Solo esperaba que fuera Milo quien lo sostuviera al final… 

 

— Saori … quiero decir, Athena mencionó que era una oportunidad para experimentar la vida, ¿o no?— Camus lo miró fijamente— y si la persona que usted ama necesita perderlo para entender eso, entonces creo que tener un impulso no está mal…

 

— Hyoga …

 

—Maestro, usted lo dijo hace unas horas, “¿ por qué el amor debe ser una locura ?”, porque tal vez sí lo es, porque debe ser arriesgado, y apasionado, pero para encontrarlo hay que abrir los horizontes. ¿No lo cree?

 

Abrir los horizontes…

 

Camus observó la pequeña sonrisa del cisne con ese gesto sincero y pueril, que en realidad dejaba asomar a un adulto que él no había notado. Suspiró, cerró los ojos y pensó con satisfacción que sin importar el dolor que sentía por Saga en ese momento, Hyoga lo hacía feliz, mostrándole su madurez con esas pequeñas palabras.

 

Recordó al escorpión celeste con afecto, y le agradeció en silencio la oportunidad de poder hablar a solas con su discípulo. 

 

—Milo tiene razón…— dijo el galo de pronto—… Defendiste bien tus convicciones. Estoy orgulloso…— Hyoga abrió ligeramente los ojos cuando él deshizo el contacto entre sus manos, para tocarle la cabeza con una pequeña caricia, y aunque lo intentó, aunque de verdad trató con toda su alma, de sus ojos brotaron algunas lágrimas.

 

¿Por qué él tenía que ser tan amable? 

 

¿Acaso no podía enojarse como cualquier maestro normal, y mandarlo azotar, o a morirse de hambre en una cueva lejana de Siberia? Debería mandarlo a nadar con orcas salvajes, o ser picoteando por pingüinos, o… cualquier castigo era digno de un crimen como el suyo…

 

Pero ¡No! Ahí estaba Camus acariciando su cabeza, siendo cariñoso, y también gentil. Siendo un padre, incluso una madre… Eso era… una madre y un padre a la vez, porque aunque era pocos años mayor, fue él quien lo forjó y le enseñó todo de lo que ahora se sentía orgulloso. Y de no ser por Athena y el pacto de paz, ni siquiera tendría la oportunidad de escuchar esas palabras, porque Hyoga le arrebató la vida unos templos arriba… 

 

Milo finalmente rompió el momento al entrar en la habitación.

 

—El maldito gato se terminó el brandy—, gruñó al entrar—, pero quedaba el jugo que preparó nuestro Camus ayer…— Se detuvo en seco, con una pequeña bandeja en las manos, mientras Hyoga se cubría los ojos con las manos, y el aguador acomodaba los dedos sobre su propio estómago como sí nada—. ¿Qué pasa?— preguntó extrañado, acercando la bebida. 

 

Se suponía que iban a arreglar sus diferencias, no actuar como si eso fuera un funeral. 

 

—A Hyoga no le gusta el jugo—. Apuntó el galo mirando al nombrado entre preocupado y confundido, quien lloraba sin decir palabra, y sin que él supiera si era necesario preguntarle por qué lo hacía. 

 

—Lo beberé…— Se apresuró a decir al ponerse de pie. Milo iba a agregar algo, Camus también, pero se quedaron callados cuando lo vieron tragar todo como si quisiera ahogarse. 

 

El griego avanzó hacia el aguador y le ofreció el vaso, pero él movió ligeramente la cabeza, rechazándolo, así que Milo le empujó la bandeja con ganas para que lo acepte, y mientras ambos peleaban con pequeños movimientos, el cisne habló. 

 

—Gracias por todo—. Les sonrió a ambos, dejando el vaso sobre la mesa cuando terminó—. Y ya sé que ustedes no quieren mi bendición, pero igualmente se las doy. Espero que sean felices juntos y que me escriban para contarme los avances de su plan. 

 

—¿Te vas?— Preguntaron Escorpio y Acuario al mismo tiempo, notando que se despedía. 

 

—Quiero marcharme a Siberia…— Anunció. 

 

— Hyoga …

 

—Descuide, maestro, no buscaré a mi madre—. Aclaró para saldar cualquier preocupación.

 

—¿Para qué buscarla si aquí la tienes?— Dijo el griego con sarcasmo, recordando la broma que le hiciera a Camus en el templo de Acuario; él lo golpeó en el brazo, pero Hyoga no se tomó a mal ese comentario, al contrario, se acercó a su maestro y le extendió la mano.

 

—Le escribiré cuando llegue—. El francés se debatió entre sí debía dejarlo ir, o invitarlo a pasar la noche en Acuario para compartir un poco más con él; pero pensó que tal vez necesitaba estar solo, y entre más pronto se alejara del Santuario, Saga no podría volver a usarlo en su contra. Entonces aceptó el apretón de mano, pero Hyoga se inclinó y le dio un abrazo de despedida, justo como aquella noche cuando Zeros lo pateó salvajemente—. Cuídese maestro.

 

—Tú también, Hyoga …— Murmuró el francés palmeando con afecto su espalda. Se quedaron un momento así hasta que el ruso se apartó y se enfrentó a la mirada de Milo. 

 

—¡Nos vemos!— Levantó la mano, pero sin el coraje de despedirse bien después de todas las estupideces que dijo antes. 

 

Quizá en algún momento tendría el valor de enfrentarlo para seguir disculpándose, y darle las gracias por cuidar a su maestro, por tener paciencia con su hijo putativo, y sobre todo, por quedarse con Camus al final de la historia; pero ahora no, no era el momento para celebrar algo que podría no suceder.

 

Milo lo observó salir apresuradamente, notando la humedad en sus pestañas y el dolor que trataba de aguantar en sus ojos al partir, así que dejó la bandeja en la mesa y se dirigió hacia el francés 

 

—¿Qué le dijiste?— preguntó. Camus lo miró contrariado.

 

—¿Qué quieres decir?

 

—Se suponía que iban a hacer las pases…

 

—Eso hicimos… 

 

—Pero cuando volví, él estaba hecho un grifo—. Explicó. Camus lo pensó un momento, ya que también estaba confundido. 

 

—Solo repetí tus palabras: “ Defendiste bien tus convicciones. Estoy orgulloso… " — El escorpión abrió los ojos con sorpresa, y sin explicar nada más, se dirigió hacia la puerta—. ¿A dónde…? ¿Milo…?— pero él ya había salido de la habitación.

.

.

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Hyoga continuaba frotándose los ojos mientras bajaba hacia el templo de Libra, cuando, el caballero dorado de Escorpio lo alcanzó:

 

—Eres peor que una patada en mis bolas…— Se quejó. El rubio, sorprendido, se detuvo y volvió la vista hacia atrás, sin entender por qué estaba ahí. Tras un par de segundos, comprendió que necesitaba una disculpa…

 

—Milo, escucha: perdóname por ser tan…— el griego sonrió y colocó la mano sobre su hombro. 

 

—Te dije que estaba orgulloso. ¿Te lo dije, o no?— Hyoga lo miró con sorpresa, y de la sorpresa volvió al llanto en un segundo, porque revivió ese día en el cementerio con el pequeño momento que ambos compartieron.

 

Y sí, tuvo razón: Camus, pese a todo, estaba orgulloso de él. 

 

—¡ Agh ! ¡Por Athena , deja el drama!— extrañamente Milo lo reconfortó, otra vez, aunque no merecía su amabilidad o su calidez, el escorpión celeste lo abrazó suavemente mientras él lloraba por algo que ya había pasado, algo de lo que nadie hablaba, pero que solo a él le dolía. 

 

Hyoga se aferró a la armadura dorada de Escorpio, que sin las hombreras o la capa, no desmerecía su hermosura, o el porte varonil y bravío del escorpión; sintiendo su cosmos cálido sanando el dolor que sentía. 

 

El abrazo duró lo suficiente para que el rubio se sintiera mejor, pero no tanto como para que el bicho lo alejara con brusquedad.

 

—No olvides escribir, o ya sabes—, agregó al separarse, poniendo los ojos en blanco—, él va a enloquecer…— el rubio sonrió al mismo tiempo que asentía.

 

La verdad es que no merecía el aprecio de Milo, o el efecto de Camus, pero tuvo suerte de recuperarlos gracias a Shiryu …

 

Flashback

 

Se sentaron uno frente al otro, con dos tazas de humeante té en la mesa, servida para cada uno. La mirada del invitado se encontraba puesta sobre el mantel, mientras que la del anfitrión se mostraba gentil sobre su faz, con una sonrisa suave en los labios. 

 

—Espero haber atinado a tu gusto sobre el azúcar…— Comentó, ampliando el gesto en su boca, para tomar la oreja del recipiente de porcelana y catar su bebida.

 

—Gracias…— Respondió aún apagado, sin hacer caso a la atención del otro. 

 

Hyoga deseaba sonreírle por educación, sin embargo, las fuerzas no le daban para emplear un gesto que no sentía. Fuera de los problemas que aún rondaban en su cabeza, estaba, por otro lado, la reacción que había tenido con él y con Seiya , después de descubrirles… en una situación realmente comprometedora; muy parecida a como encontró a Camus y Milo horas antes… 

 

Para Hyoga se volvió un silencio incómodo, mientras, para Shiryu , no había inconveniente en quedarse a disfrutar la presencia de su amigo; porque, a pesar de estar preocupado por su estado anímico, no tenía la menor intención de obligarlo a hablar.

 

—Francamente, no sé donde prefiero estar, si en la mansión o aquí…— Comenzó Shiryu a hablar. Tomó una galleta, se la llevó a la boca y la mordió: la harina se disolvió entre su lengua y paladar—… En Japón al menos puedo cocinarle algo a Saori , pero aquí…— Miró las paredes del templo—… espero que mi maestro no se ofenda…— El ruso no lo miraba, pero aun así, desvió la cara hacia otro sitio como si evitara a toda costa encontrarse con él.

 

El dragón bronceado notó algo en su reacción. 

 

—Aproveché para hacer un poco de limpieza…

 

— Shiryu …— Lo calló el cisne—. Hace semanas que no nos dirigimos ni media palabra, así que ahora no intentes disimular que somos amigos.

 

—Yo siempre he estado dispuesto a ser tu amigo, pese a todo…

 

—Pues te agradecería que no lo intentes—. Dijo con frialdad, controlando las ganas de poner las manos sobre la mesa para levantarse. 

 

Su compañero no mostró signo de alteración, porque lo entendía: Con las reglas en su país natal, su maestro pidiéndole privar cualquier sentimiento, y su amigo de la infancia diciéndole que era débil, Hyoga debía sentirse ansioso y desesperado, y más que eso, confundido por todos los cambios que tenía que asimilar. Debía ser difícil para él aceptar un amor entre dos hombres, o vivir sabiendo que tanto Camus como Isaac estaban vivos otra vez, después de levantar la mano en su contra. Sí Okko hubiera revivido, Shiryu no sabría cómo hacer las pases con él…

 

El dragón de bronce dejó la taza fina sobre el pequeño plato con bordes dorados, antes de mirar a Hyoga de forma comprensiva. 

 

—Sé que ahora estás pasando por un mal momento, pero si no te tranquilizas…

 

—Estoy tranquilo, Shiryu …— Musitó el cisne, apretando los dientes y tomando la taza como si pretendiera beber. 

 

—Sabes que puedes decirme lo que quieras…— lo animó a hablar. El ruso sonrió de lado, imitando sin querer, ese gesto burlón en los labios del escorpión dorado. Con sus dedos dejó fluir un poco de su cosmos, y la taza, antes caliente, se enfrió repentinamente. La bebió de golpe y la dejó en la mesa con cuidado, a pesar de las ganas que tenía por soltarla salvajemente sobre la mesa.

 

—Odio el té. No soporto su olor, pero ¡gracias! Tuvimos una buena charla…— Se limpió la boca con una pequeña servilleta, y se levantó para marcharse.

 

—No sé lo que sucedió entre tu maestro y tú, pero si te calmas un poco, podrás solucionarlo…— De algún modo supo que la herida iba por ahí, porque Hyoga no estaría en el Santuario si no fuese por él, y no tendría ese dolor atorado en el pecho si Camus no fuese la razón.

 

Hyoga , molesto, le dirigió una mirada fría por encima del hombro, como si quisiera provocar una tormenta de nieve en aquel pequeño comedor; sin embargo, el dragón mantuvo la posición firme y serena junto a la mesa, como en otrora su maestro Dohko lo hubiera hecho vigilando la cáscara de Rozan.

 

Shiryu pareció notar que si lanzaba leña al fuego, el cisne reventaría, se desahogaría, y entonces podría calmarse, por lo que procedió a tocar pequeñas fibras sensibles en él.

 

—Entiendo que te sientes solo, y que no logras comprender que no eres el único así…— El rubio tensó el mentón.

 

¿Por qué se sentiría solo?

 

Tenía a sus compañeros de batalla… salvo que en realidad no estaban a su lado.

 

Estaba Camus, quien también lo había decepcionado y engañado… ¿Por qué? Por un hombre del que no estaba enamorado…

 

Por supuesto que no iba a justificar su comportamiento… Pero ¿por qué se encaprichaba así con Milo? No estaba enamorado del bicho, y a pesar de eso, no aceptaba lo que le decía, cuando él solo estaba tratando de protegerlo…

 

Aquel día, definitivamente, todo le salió mal y nadie podía entenderlo. Primero estaba tratando de desahogar sus pensamientos yendo al Santuario, porque no le gustaba cómo estaban las cosas entre Shiryu , Seiya y él, por lo que pensó que si hablaba con alguien más, podría entender cómo lidiar con ello. Creyó que si hablaba con su maestro, él lo iba a aconsejar, sin embargo, cuando vio el templo de Escorpio al subir los escalones, consideró que él sería una mejor opción. 

 

¿Por qué? Porque confiaba en él… porque era como un amigo, aunque no se sentía así. Lo apreciaba de formas que no podía expresar con palabras, e incluso comparó su cariño con el que tenía por Camus; aunque descubrió que por él no llegaba a ese nivel, sí le tenía el suficiente aprecio y confianza para preguntarle por las relaciones homosexuales y cosas así… incluso, tal vez, preguntarle sobre el sexo en una circunstancia como esa…

 

Pero él no estaba en Escorpio, así que, ligeramente decepcionado, fue a Acuario, vio la armadura de Milo en el pasillo, no obstante, nunca se imaginó que su maestro y él…

 

En realidad era una imagen difícil de superar, y tras todo el caos que ocurrió luego, vino la verdad sobre Milo en labios de Kanon y Saga…

 

¿Cómo podía lidiar con todo eso?

 

Sentirse solo era el menor de sus problemas en ese momento.

 

— Seiya y yo nos enamoramos…— Las palabras que Shiryu le dedicara como explicación en ese momento, mientras él se quedaba en silencio, le hicieron recordar a su maestro. 

 

Estoy enamorado de otro hombre”

 

Hyoga suspiró. 

 

Otro hombre ”, pensó. Milo parecía atormentado mientras Camus declaraba aquello, y lucía con mayor desasosiego tratando de no enamorarse del francés.

 

Nuestra relación es fingida… ”, pero sí lo era, ¿por qué no le habló con sinceridad? ¿Por qué le permitió sufrir y humillarse, rogándole terminar con él?

 

—Nos sentíamos abatidos sin Shun igual que tú…— Hyoga sintió un pequeño pinchazo en el corazón, y mientras luchaba por no desmoronarse, desvío la mirada, cobarde de sus propios sentimientos—. De pronto nos dimos cuenta de que no solamente éramos amigos, que entre nosotros surgía otra clase de emoción…

 

—Lo que hay entre ustedes no es amor…— sentenció el ruso con frialdad, pero no sentía que esas palabras fueran para él, sino una corrección para el caballero de Acuario. 

 

—¿Cómo lo llamarías entonces?

 

Una locura… ”, dijo él hace un par de horas. 

 

“¿ Eso es lo que aprendiste tras todas tus batallas, que el amor es una locura ?”, le preguntó su maestro con una ligera decepción. 

 

—Es una estupidez…— Declaró en voz alta.

 

—¿El amor es una estupidez?— esta vez el dragón sonrió con burla— ¿Tu madre no te amaba? ¿Qué hay de Camus, quien también dio su vida por ti…?

 

Camus, el hombre que admiraba y amaba más que nada en el mundo…

 

—Tengo que irme…— determinó, caminando un par de pasos—… no puedo seguir con esto…

 

— Shun ha preguntado por ti…— El ruso se detuvo en el umbral de la puerta, tragando saliva con dificultad. 

 

—Si quería saber de mí, no debió irse—. Dijo, volteando otra vez hacia Shiryu .

 

— Ikki es su hermano.

 

—¡ Ikki es un egoísta! Shun decidió su propio camino siguiendo a su hermano lejos de nosotros, así que, sinceramente, no me importa ni él, ni el estúpido pollo rostizado— Tal vez Hyoga proclamaba esas palabras con dureza, pero por dentro le dolía, y eso el pelinegro lo veía.

 

—Entiendo cómo te sientes. Son muchas cosas que asimilar, pero intenta hablar con él, porque él te extraña—. El cisne se quedó en silencio contemplando aquellas palabras con pesadez, porque en el fondo, sentía lo mismo: Una parte extrañaba a su mejor amigo.

 

Exhaló con fuerza y volvió junto a la mesa para observar de cerca a Shiryu . 

 

—Dime algo, ¿por qué permitió que él rompiera nuestra familia? Éramos una familia, ¿o no? Y, sin embargo, al egoísta de Ikki eso no le importó…

 

—Aún somos familia Hyoga . Somos hermanos de batalla—. El ruso colocó una sonrisa sarcástica en sus labios.

 

—¿Eso te consuela cuando tú y Seiya …?

 

— Seiya y yo no necesitamos excusas para expresar nuestros sentimientos, porque el amor nunca deja de serlo, y cuando existe, las circunstancias no importan. 

 

Las palabras del dragón de bronce trajeron hasta su cabeza la imagen del aguador besándose con el escorpión, y a Camus defendiendo a Milo, mientras el griego hacía lo mismo con su maestro… 

 

¿Ese era el significado del amor?

 

Nuestra relación es fingida… " , expresó el francés. 

 

—¡Es que no lo entiendo!— exclamó Hyoga tan perdido, que sintió envidia de Teseo ; quien no solo venció al Minotauro , sino también, logró salir del laberinto(1)

 

—El amor es la necesidad de compartir tus alegrías y tus penas con alguien, sentir su apoyo, su cariño… y saber que esa persona es la única con quien quieres compartir cada parte de tu día. Después de pelear incansablemente, creo que es justo para nosotros disfrutar algo así—. Shiryu bebió un sorbo de su té, e hizo un pequeño silencio, respetando los pensamientos de Hyoga, y sabiendo que siempre fue una persona reservada con ellos, tal vez por las enseñanzas de su maestro o por sus propias creencias; y, a pesar de ello, los mostraba cuando ya no podía retenerlos por más tiempo. 

 

El ruso, mientras tanto, consideró las palabras de su amigo…

 

Él amaba a su madre más que a nadie, y aunque fue difícil resistir los deseos de volver a verla, comprendió que debía soltarla aunque eso le desgarrara el corazón. Pensar que Shiryu , Seiya , incluso Shun pudieran tener sentimientos igualmente fuertes por otra persona del mismo sexo (aunque de manera diferente), le hizo considerar su perspectiva de la situación. 

 

Pero ella era su madre, ellos los amigos a los que convirtió en hermanos, y Camus el hombre al que le había dado su corazón… ¡No románticamente! Nunca tuvo un padre, pero sí hubiera tenido uno, le habría gustado que fuese como él.

 

Suspiró profundamente, y con ello colocó la mano sobre su frente para calmar las ideas que no paraban de taladrar la cabeza. 

 

—Supongo que… puedo aceptarlo…— Murmuró en un tono tan bajo, que a Shiryu le costó trabajo entender lo que había dicho.

 

—No tienes que forzarte a comprenderlo de la noche a la mañana. Date un tiempo…

 

—Aunque los entienda, no quiere decir que apruebe tu relación con Seiya , o la conducta de mi maestro.

 

—No necesitas aprobarlo, solo no te alejes, porque quizá el mundo no pueda dejar de girar por ti, pero sería agradable tenerte en él de vez en cuando. 

 

Hyoga comprendió sus palabras: ellos no dejarían de lado su vida por él, y si bien aceptaban su opinión, les gustaría que, pese a todo, continuara involucrado. 

 

—¿Quieres hablar de Camus?— El cisne volvió sobre sus pasos, se sentó de nuevo junto a la mesa, y admiró con pena la taza semi congelada en ella. 

 

—Lo lamento, Shiryu …— pero quien más merecía esas palabras, no se encontraba en esa habitación. Hyoga lo dejó a su suerte, débil y herido, e intentando explicar una situación tan confusa, que él no sabía si quería entenderla.

 

—El hielo se derrite con el sol, pero nuestra hermandad es fuerte—. Asió su mano con aprecio por encima de la mesa, y por primera vez en mucho tiempo vio una pequeña sonrisa en los labios del cisne. 

 

—Me pregunto si mi maestro pensará como tú…— se lamentó el cisne—… Aún estoy molesto con él, pero no quiero perderlo. Me duele pensar en eso.

 

—Entonces habla con él.

 

—No quiero ver a Milo… es tan…— no podía pronunciar lo que quería, porque mientras buscaba un insulto, el escorpión aparecía en su mente llenando de cuidados y atenciones al aguador, defendiéndolo incluso de él. 

 

Intenté hablar con Camus sobre su relación con Milo, pero no quiere escucharme ”, esa fue la voz de Saga dentro de su cabeza. 

 

Milo y yo somos amantes… ”, declaró Kanon . 

 

“¿ Lo ves? ¿Cómo puedes permitir que tu maestro continúe ensuciando su imagen ?”

 

“Él no es el caballero que merece estar con tu maestro…

 

Pero, mientras más pensaba en ello, la imagen del escorpión celeste siempre le recibía con una sonrisa. Nunca llegó a tocarlo más allá de un apretón sincero de manos o un toque sobre el hombro. Le invitaba una cerveza, y le preguntaba por su vida fuera de aquel santuario, e incluso compartían pequeñas bromas sobre cualquier cosa.

 

De pronto pensó que si Shiryu tenía esas inclinaciones sexuales, tal vez podría pedirle seducir a Milo…

 

¿Cómo sería una relación entre esos dos? 

 

Un Shiryu sabio, educado y generoso, al lado de un hombre sensual, de carácter tempestuoso y bromista, podrían hacer una buena combinación…

 

Sin embargo, no le haría eso a Seiya …

 

Son tal para cual …”, opinó Hyoga sobre Camus y Milo, dándose cuenta de que lo eran a su propia forma, y no en la que él dijo con desprecio. 

 

El rubio se frotó la cara con los dedos e intentó componerse, roto en medio de la culpa y la molestia que sentía con toda esa situación. 

 

—Le dije a mi maestro que no quería volver a verlo…— Shiryu se apoyó por completo en el respaldo de la silla e intentó pensar en qué decir.

 

—A veces decimos cosas imprudentes cuando estamos molestos. Seguramente él lo comprende.

 

—La verdad es que no estoy de acuerdo en su relación con Milo—. Eso fue un poco sorprendente para el pelinegro. 

 

—¿Estás celoso?— Inquirió. 

 

—Sí, obviamente… Aparte de Isaac, nunca pensé que compartiría a mi maestro con alguien más. Es estúpido, ¿verdad? En cuanto a Milo… creo que una parte de mí estaba acostumbrada a que él me diera su tiempo solo a mí. Una vez el caballero de Leo fue a Escorpio, y él lo echó. Dijo que tres son multitud….— El chino se rio con fuerza. 

 

—Si, eso suena a él—. Concordó. Hyoga sonrió ligeramente. 

 

—Así que, supongo que sí estaba celoso de los dos…

 

—¿Románticamente?

 

—¡No, Dios, no!— exclamó el rubio dramáticamente—. Gracias por la imagen que acabas de dejar en mi cabeza—. Shiryu volvió a reír.

 

—Cuando mi maestro Dohko y el Patriarca decidieron retomar su relación de doscientos años, admito que una pequeña parte de mí tuvo celos porque sentía vergüenza al visitar Rozan, y saber que podría encontrarlos en una posición comprometedora…

 

Hyoga recordó a su maestro, con Milo en la biblioteca…

 

—Te comprendo…— murmuró con las orejas rojas de bochorno. Shiryu se dio cuenta de que le había pegado al clavo sin querer.

 

—Entonces es normal…

 

—No en este caso. No quiero que Milo y mi maestro estén juntos.

 

—¿Por qué? Ambos son tus maestros de algún modo.

 

—La reputación de Milo en el Santuario deja mucho que desear…— El dragón frunció el ceño. 

 

—¿Según quién?— preguntó confundido.

 

—Personas que lo conocen me han dicho la clase de individuo que es…

 

—¿Y eso es lo que claramente te dice quién es el hombre que ha escogido tu maestro? 

 

—Es gente que ha convivido años con él… ¿Por qué debería desconfiar?

 

—Porque tú lo conoces…— Hyoga se sorprendió ligeramente—… Acabas de decirme que estabas celoso de él y su relación con Camus, así como de Camus y su relación con él.

 

—Es que yo… no sabía…

 

—¿Y por qué habrían de decir algo malo acerca de uno de sus compañeros de armas? ¿Qué necesidad tendrías tú de saberlo?

 

—Para que yo le abra los ojos a mi maestro.

 

—Lo entiendo. Entonces, sí tú crees que él no es feliz, deberías decírselo.

 

—¡Eso hice! Pero ¡él no dejaba de defenderlo! Dijo que yo estaba equivocado, y que no debería pagar su amabilidad con mi desprecio, ¡o algo como eso!

 

—Suena a que tu maestro está ciego de amor…

 

" Estoy enamorado de otro hombre " , dijo él, entonces ¿por qué continuaba defendiendo a Milo?

 

—No es eso…— Murmuró Hyoga . Pensó que debería decirle a Shiryu lo que pasaba entre el escorpión y su maestro, como la relación falsa que tenían y la persona de la que él estaba enamorado, aunque sinceramente no sabía su identidad. 

 

—Pareces confundido.

 

—¡ Agh ! ¡Me siento como un calcetín dentro de una lavadora!— El pelinegro le dio un par de palmadas sobre la espalda y lo dejó en silencio un momento mientras este pensaba. 

 

—¿Por qué no hablas con tu maestro?— sugirió—. Quizá él pueda aclarar tus dudas.

 

Tras considerarlo un momento, el rubio finalmente respondió:

 

—Sí, supongo que sí… pero Milo…

 

—¿Realmente crees todas esas cosas sobre él?

 

Milo es la concubina del Santuario ”, declaró uno de los gemelos con desagrado. 

 

Pero mientras recordaba esas palabras, el escorpión aparecía en sus pensamientos riendo mientras echaba a Aioria del templo porque quería pasar tiempo con Hyoga … 

 

Debería haber echado a Hyoga si únicamente le interesara tener sexo… O, incluso, insinuar que quería acostarse con él…

 

Merdeje suis un idiot(2)— Se lamentó en silencio, golpeando su frente ligeramente contra la mesa. Shiryu no comprendía su francés, pero a juzgar por el tono de su voz supo que debía dejarlo desahogarse en silencio.

 

End of flashback…

 

Se sentía bien después de haber hablado con Shiryu, y prácticamente reaccionado de su gravísimo error, porque arregló los malentendidos con Camus, e hizo las paces con Milo; por lo que estaba tranquilo y feliz al saber que su maestro estaba en muy buenas manos. 

 

—Milo, muchas gracias por todo…

 

—¡Puf! ¡Basta de eso y lárgate ya!— Lo empujó para que se fuera. El ruso rio ligeramente y de pronto pensó en su maestro y en la forma en que lo lanzó a las garras del amor… 

 

¿Camus escucharía su consejo? Y de caer, ¿Milo lo atraparía? Estaba ansioso por saberlo. 

 

—¿Se lo dirás…?— preguntó el rubio con un ligero temor en la voz. Con él sí podía ser directo, porque él, al contrario de Camus se aferraba a lo que amaba. 

 

—No le diré que te abracé. Creerá que te rompí un ala o algo así…

 

—Que… lo amas…— Contestó cohibido. Las mejillas del griego comenzaron a responder con un matiz rojizo, así que intentó aclarar: 

 

—Yo no a…

 

—Pero estás en eso… ¿O no?— Sonrió de nuevo, interrumpiendo la negativa del otro.

 

Le causaba gracia aceptarlo a viva voz, pero aún más el ver las reacciones de un Milo siempre seguro de sí mismo, cuando él le hacía recordar que lo sabía. 

 

Este se quedó callado, dándole la razón sin desearlo.

 

—Si yo fuera tú, me aprovecharía de mi calidad de novio para conquistarlo…— El griego parpadeó con desconcierto. 

 

Pero ¿¡qué se creía él?! Y ¿Cómo se atrevía a darle consejos? O hacer preguntas así…

 

—Mira pato, ¡te estás metiendo en lo que no sabes!— Trató de reaccionar pinchando sus costillas o su pecho, pero Hyoga fue mucho más rápido (solo porque no estaba tratando en serio, según Milo). 

 

El rubio soltó una carcajada y mientras esquivaba los ataques del otro, comenzó a hablar.

 

—A Camus no le gustan los dulces, pero el chocolate amargo es su debilidad—. Milo se quedó quieto durante unos segundos, pensando, después sacudió su cabeza y lo volvió atacar—. No come carne, pero nunca rechazaría un plato de ternera strogonoff(3)… ¡O fondue! ¡Ah! ¡Y el olor del pescado crudo lo odia!

 

—¡Cállate, pato! ¡Emigra de una maldita vez!

 

—¡Lo haré, solo porque tres son multitud!— Milo se detuvo y lanzó una carcajada únicamente porque se acordó del gato y su cara cuando le dijo esas mismas palabras para pasar un rato con Hyoga. 

 

La verdad es que con todo el lío no habían podido hablar tranquilamente, pero ahora que estaba en ese idilio con Camus no lo quería cerca o el galo se pondría ansioso, él nervioso y lo que sea que estuvieran construyendo se vendría abajo como una torre de Jenga. Podrían a Hyoga al medio algunas veces, e incluso pelearían por su atención, aunque no lo aceptarían en voz alta; así que lo mejor era alejarlo y esperar que todo eso se solucione alguna vez. 

 

Lo más pronto posible de ser necesario. 

 

—Puedes escribirme sí necesitas un consejo, o un pequeño empujoncito…— continuó el ruso, molestando. 

 

—¿¡Con quién crees que hablas?!

 

—¡Así que te deseo mucha suerte…!— Le palmeó el hombro y corrió como si temiera que el escorpión se le fuera a ir encima.

 

—Yo no… ¡No necesito nada de tí, Hyoga!— El cisne emprendió el vuelo, dejándole con una extraña sensación revoloteando dentro del pecho; algo así como molestia, agradecimiento y picardía.

 

Se quedó parado, observando al ruso ir escaleras abajo, despidiéndose de nuevo con un gesto de mano a la distancia, hasta que se perdió en el templo de Libra.

 

 El viento soplaba frío, más, no desvanecía la sensación caliente que se apoderaba de su cara… Ni se llevaba entre las montañas la idea que había forjado desde hacía media hora, y que crecía mientras observaba allá abajo el templo de Géminis: que podía luchar contra Saga por conquistar a Camus.

 

Milo pegó media vuelta y se apresuró para volver con el aguador antes que este se pusiera ansioso por su pequeño pato y se arrastrara fuera de la cama.

 

Cuando llegó a la habitación, sus suposiciones no estaban del todo equivocadas: Camus ya estaba batallando contra su propio sistema por llegar a la puerta.

 

—Voy a tener que amarrarte a la cama…— Lo amenazó el griego mientras lo veía sostenerse lastimosamente del marco—... Y créeme, no será con fines sexuales sin importar cuánto me ruegues…— sonrió de lado y se paró a su lado para cargarlo, pero él lo empujó.

 

—No te atrevas…

 

—Prometiste no protestar, ¿no tienes palabra?— lo molestó. 

 

—Quiero conservar un poco de dignidad—. Milo se rio y él lo golpeó “tan fuerte” que se fue de lado. 

 

—Hagamos eso cuando estés mejor—. Volvió a cargarlo entre sus brazos como lo había hecho esa mañana cuando subían a Cáncer. Camus, por su parte, estaba tan mareado que no podía protestar.

 

Milo volvió a dejarlo sobre la cama mientras él se cubría los ojos y esperaba que el malestar pasara.

 

—¿Qué pasó con Hyoga?— le preguntó. 

 

Si yo fuera tú, me aprovecharía de mi calidad de novio para terminar de conquistarlo… ”, recordó las palabras del ruso.

 

Eso iba a hacer, no necesito tu aprobación, ni tus consejos… ”, contestó mentalmente el escorpión con una ligera molestia. 

 

—¿Milo?— Camus, ansioso, lo miraba profundamente. 

 

Tiene debilidad por el chocolate amargo ”. 

 

—¿Te gustan los helados?— Preguntó Escorpio de golpe, sentándose a un costado. 

 

—¿Helado?— Se extrañó el galo, admirando la sonrisa suave en esos labios generalmente burlones.

 

—Yo sé que eres el hombre de las nieves, pero no me digas que en tu vida has probado un helado de tres sabores, en barquillo, con chocolate o galletas…

 

—No soy el hombre de las nieves…

 

—Solo responde la maldita pregunta…— se exasperó el griego entrecerrando los ojos, mientras lo picoteaba nerviosamente con el dedo. Camus lo detuvo, tomándole la mano, pensando en su respuesta. 

 

—No, nunca he comido un helado.

 

—¡Perfecto!— celebró el octavo guardián—. En cuanto te recuperes, tú y yo bajaremos al pueblo por uno…— Sonrió complacido por su propuesta, aunque el francés no tenía idea de lo que ocurría.

 

—…— Se le ocurrió preguntar algo, pero en su lugar miró al griego de forma insistente como esperando una explicación.

 

—¿Por qué me miras así?— preguntó el otro, extrañado. 

 

—¿En calidad de qué haríamos eso?— Acuario quería una razón, y Milo no podía decirle que estaba dispuesto a aceptar el ‘sabio’ consejo (o más bien, intromisión) de su pupilo. Se dio una palmada en la cara y lo miró con fastidio.

 

—¡Se supone que tú y yo somos novios! Una pareja normal hace ese tipo de cosas…— Se encogió de hombros. 

 

—¿Con qué sentido?— Arqueó una de sus cejas partidas. El griego lanzó un bufido. 

 

—Mira, Camus, solamente era una idea… Además, yo no tengo las respuestas para todo, así que no sé por qué la gente estúpida hace ese tipo de cosas estúpidas…— Respondió, tratando de no perder los estribos. Acuario, que ya le conocía, reconoció su molestia.

 

—Está bien—, respondió el galo tras un breve momento—, seamos estúpidos…— sonrió débilmente. Milo se rio, y aunque podría haber bromeado con eso, sentía un júbilo indescriptible en el fondo de su pecho.

 

Sintió ganas de besarlo, abrazarlo y decirle que quería ser el hombre más estúpido del mundo lanzándose al vacío por él, pero controló sus ansias y levantándose añadió: 

 

—Será una cita… ¿Entendiste?— Por si las dudas Camus volvía a decir o a mirarlo de forma extraña, le dio la espalda y se paró cerca de la puerta— Solo di que lo entendiste. 

 

“¿ Cómo una cita literaria… ?”, pensó él.

 

—ehm… si, si… una cita…— Aseguró, no teniendo el valor para preguntar, y sin embargo, con una avalancha de cuestionamientos sobre su cabeza…

 

Porque realmente nunca había tenido una, y por lo tanto, no sabía que debía ocurrir… 

 

Mientras que Milo ya preparaba los planes a seguir para finalmente conquistarlo…

 

.

 

.

Continuará

Notas finales:

(1) Teseo y el Minotauro:
El Laberinto del Minotauro fue construido en Creta por Dédalo, y fue hecho para esconder al Minotauro, una criatura nacida de la unión entre Pasífae, esposa del rey Minos, y un toro enviado por Zeus. Teseo fue el héroe fundador de Atenas, hijo de Poseidón, quien, según la leyenda, logró derrotar al Minotauro, y salió del laberinto siguiendo el hilo de Ariadna, la hija del Rey Minos.
Supongo que aquí, Shiryu es Ariadna (?) aunque Hyoga no se casa con él xD

(2) Merde, je suis un idiot:
Significa “mierda, soy un idiota”. Debería decirlo en ruso, pero como nota adicional y referencia al capítulo pasado, el que le enseña malas palabras a Hyoga es Isaac xD

(3) La ternera strogonoff, stroganov o stroganoff: es un plato de carne de ternera cortada en tiras no muy gruesas y acompañado con setas y salsa hecha de crema agria servido con patatas fritas cortadas en trozos irregulares.

 

Notas de autor:
Hola!! ¿Cómo están? Espero que estén muy bien! Acá donde vivo hace un frío hermoso, así que estoy disfrutando los pocos días de sol porque en verano no se puede lol

Perdón por actualizar tan tarde! Luego del Kisspril me puse con todo a reeditar, pero tuve algunas cuestiones en casa muy intensas que mermaron mi salud, así que hasta hoy logré ponerme totalmente con la historia.

Este fue el último capítulo donde sale Hyoga xD y antes mencioné que era importante para la historia, porque lo será para el final, así que puede aparecer en algún momento por ahí. De hecho, este es uno de mis capítulos favoritos porque nunca escribí algo sobre el duelo de Hyoga por Camus, o su relación con él o con Milo. La relación de estos tres me gusta un poco, y creo que últimamente estoy abusando de ella en mis historias xP al menos en el Kisspril creo que lo hice xD (por ahí tengo un fic pendiente por publicar).

Sobre Shiryu… la idea de juntar a Milo con Shiryu se la pegó Shebe a Hyoga (?).
Bueno, ella por ahí lo escribió, yo lo pensé y me dí cuenta que tenía el momento preciso para usarla, así que por eso Hyoga lo ve como una buena idea xD

Y finalmente… la idea de meter a Hyoga en la historia justamente era crear un lazo entre los dos. Ya van descubriendo cosas en común, así que Hyoga era como la cereza del pastel; sin embargo, faltan Saga y Kanon, y Aioria por supuesto! Ojalá que el capítulo no fuese tedioso, largo o aburrido.

Tuvo sus momentos tristes, pero intenté hacerlo un poco divertido. Espero haberlo logrado! Muchas gracias por leer y por comentar! Un abrazo!


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