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Jugando con fuego por Aquarius No Kari

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Notas del capitulo:

Decidido a tener explicaciones sobre su nueva relación con Camus, Kanon busca a Milo en Escorpio, para tomar de él algo más que palabras… ¿Qué pasará con Camus?

Capítulo 4

Mío.

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.

.

Las piernas de Kanon se entumieron de tal forma, que se sentía como una estatua parada en la entrada de la puerta, admirando el cuadro más horrible y doloroso de su vida. 

 

En su mente vio claramente como se acercaba al acuariano, lo tomaba frenéticamente por el cuello, y lo ahorcaba hasta matarlo, obteniendo como premio el regreso de su amante nuevamente a sus brazos; sin embargo, mientras caminaba hacia él con la clara intención de hacerlo, y antes de acercarse lo suficiente para realizar su cometido, Milo percibió su presencia, y abriendo los ojos le impidió que se aproxime más de lo debido al que abrazaba. 

 

Escorpio tenía ganas de sonreír triunfalmente porque su plan daba los frutos que él estaba buscando, y tal como lo había esperado, Kanon ascendió hasta su templo para saber la razón de que no acudiera a su ‘cita’. No sabía cuántas horas lo había esperado, pero finalmente el ex dragón marino estaba ahí. 

 

A cambio de mostrar satisfacción en su rostro, esbozó una mueca sorprendida, como si no hubiera esperado verlo ahí. 

 

—¿Qué hace él aquí?— Preguntó el gemelo, furioso, señalando con desprecio al galo, quien ante su voz se removió en el lecho, acoplándose un poco más a la silueta de su ‘novio’. Milo le hizo señas al mayor para que bajara el tono de voz— ¡No me calles!— Gritó, despertando por fin a Acuario, cuyo semblante se mostró sorprendido por encontrarse entre los brazos del escorpión (quizá por haber olvidado su pequeño juego), por lo que el griego se apresuró a besarlo, tan suavemente como si se tratase de una fina copa de cristal. 

 

—Tranquilo, vuelve a dormir—. Le susurró. El ex dragón marino apretó los puños, permitiendo que su cosmo emane y que eso sirviera para que Camus comprendiera lo que ocurría.

 

—¿Qué sucede?— Indagó el galo, improvisando una línea en el guion imaginario para la obra de Milo. El escorpión actuó con nerviosismo. 

 

—Olvidé que íbamos a arreglar un asunto…— Le explicó, ‘mintiendo’, aunque Camus sabía perfectamente que no era mentira, pero debía actuar como si la creyera. 

 

—¿Qué asunto? ¿A esta hora?— preguntó fingiendo celos o algo así, porque no sabía cómo era estar celoso, pero imaginaba que si empleaba un tono posesivo podría expresar algo que nunca había sentido. 

 

Kanon comenzó a ponerse impaciente. 

 

—Dile la verdad, Milo…

 

—¿Por qué no te callas?— dijo este, aparentando estar enojado. El gemelo se sorprendió porque Milo nunca lo había tratado así, sin importar lo molesto o herido que estuviera con él, jamás le hablaría de esa forma. 

 

Y entonces, en vez de disculparse y arrepentirse por lo que acababa de decir, se giró hacia Camus.

 

—Hablaré un par de cosas con Kanon, y volveré pronto…— Se despidió dulcemente dándole un beso de despedida, pero el francés lo abrazó con fuerza.

 

—Puedes hacerlo mañana, hoy quédate conmigo—. Insistió el galo, rogando su permanencia en aquella cama. Milo reconoció que estaba haciendo un excelente trabajo, así que sonrió sin darse cuenta, admirando las dotes actorales de su pareja que habían mejorado desde “la borrachera”.

 

—Solamente cinco minutos—. Pidió el escorpión, acariciando sus cabellos con los dedos. Camus negó con la cabeza. 

 

—Ni un minuto—. Dijo. Milo se rio suavemente, casi involuntariamente, porque sí de verdad fuera su novio, difícilmente alguien lo sacaría de la cama con esa manera de rogarle su amor. 

 

De hecho, si realmente estuviera enamorado, nunca tendría que suplicar por su atención…

 

Guiado por la actuación de Camus, el escorpión lo tomó por la nuca y unió sus labios ante la rabia del ex dragón. El galo apretó las sábanas entre sus dedos para no protestar o ponerse nervioso, mientras continuaba siguiendo el juego. 

 

—Volveré pronto, lo prometo…— susurró Milo sobre sus labios. Camus se hizo a un lado y parecía que lo dejaría en libertad para irse, más, asió su brazo, jalándole hasta que sus labios se unieron en un beso final.

 

—Te esperaré—. Fue lo último que dijo antes de acostarse de nuevo. Escorpio se sorprendió ante aquella muestra afectiva, pero evitó exponer extrañeza delante del gemelo, quien cada vez se veía más desesperado; y esta emoción se acrecentó cuando descubrió que Milo se levantaba completamente desnudo del lecho, tapándose con una bata de baño que había colgado del dosel de la cama. Una vez de pie caminó hasta la salida, pasando de largo al lado de Kanon y susurrando un ‘sígueme’. El mayor reconoció que no era correcto armar una escena delante de Camus; por lo menos no consideraba esa carta apta para jugarla ahora, quizá más adelante la utilizaría para separarlos… 

 

Cuando la puerta se cerró detrás del gemelo, Acuario se sentó en la cama, suspirando, pegando las rodillas a su pecho y abrazándose, porque las palabras que Milo y Kanon intercambiaran podrían definir la relación de ambos o provocar que el plan tocara otro tipo de niveles… Y eso le asustaba… 

 

Fuera de la habitación, y antes de poder pronunciar cualquier tipo de palabra, Escorpio fue empujado contra la pared y acorralado por Kanon, para robarle un beso vehemente, intentado ‘hacerle reaccionar’ de toda esa locura con Camus. Al besarlo intentaba hacerle ver que sus labios eran mucho mejores practicantes que los del galo. 

 

Por un segundo, Milo se vio envuelto por la necesidad de tenerlo así de cerca, de mandar al diablo lo que hacía una hora le había dicho a Camus; pero le había prometido a este apoyarlo, y si se rendía tan fácilmente, no solo no ayudaría al francés, sino que le permitiría a su captor tener la seguridad que podía seguir usándolo como su juguete sexual sin importar ninguna otra cosa.

 

—¡Agh!— Exclamó con enojo, empujándolo lejos de su cuerpo—. ¡No hagas eso!— Le riñó. Kanon tardó un segundo en comprender lo que había sucedido, y un poco más en creer que lo hubiera rechazado mientras se limpiaba la boca con desagrado.

 

—¿Me vas a decir que ya no te gusta como beso?— Le preguntó con descaro, intentando ahogar la sensación apresadora en su pecho.  

 

—Nunca lo harías tan bien como Camus— Mintió Milo, aparentando molestia, pero diciendo la oración con la intención de herirle. El gemelo se mostró sorprendido, para enseguida permitir que el enojo se mostrara en cada parte de su cara. 

 

—¿¡Qué dijiste?!— Escorpio sonrió, satisfecho. 

 

—Lo que oyes: Camus besa… 

 

—¡Cállate!— Exclamó Kanon antes de tomarlo por la cintura y atrapar sus labios con ferocidad. Escorpio intentó liberarse, pero cada vez que hacía algún movimiento para soltarse, el gemelo encontraba una nueva forma para mantenerlo cautivado por el beso y por sus brazos. Kanon lo acorraló contra la pared, entrelazando sus manos por arriba de su cabeza, abriéndose paso entre sus piernas con las propias, rozando con un vaivén sus intimidades para despertar el deseo en el menor y hacerle saber que nadie sería mejor amante que él. Y aunque Milo estaba haciendo uso de todo su autocontrol, la verdad es que siempre fue débil a él, porque lo amaba demasiado y extrañaba tanto su cuerpo, que bien podría entrar a su habitación y decirle a Camus que se marchara, que su acuerdo estaba finiquitado… 

 

Tú puedes decir que amas aunque sea uno de sus besos…”

 

La voz de Acuario inundó su mente, haciendo que recordara las palabras que compartieron momentos atrás.

 

Milo había confesado cómo era exactamente su relación con Kanon, cuánto le dolía y el precio que estaba dispuesto a pagar por hacerle ver que eso le hería, pero… Camus estaba triste porque Saga no mostraba el menor interés en él. Eran amigos, de eso no cabía duda alguna, pero jamás compartieron un momento dulce o íntimo, incluso algo verbal que pudiera definir o alimentar el amor del galo; y aunque Milo presentía que Saga si sentía algo romántico hacia él, también sabía que la culpa lo envolvía y que esa culpa le impedía mirar hacia adelante para darse cuenta de que podía ser feliz. 

 

Todos tenían y merecían una segunda oportunidad, pero Saga era el único que no deseaba tomarla…

 

Escorpio, en una forma enferma, era afortunado porque el hombre que él amaba estaba a su lado, aunque solo fuera para satisfacer sus propios instintos, y sin importar que sus acciones lastimaran a esa persona, tomaba lo que quería de él… 

 

Tal vez no era lo que esperaba del hombre de sus sueños, pero al menos estaban juntos; sin embargo, no era suficiente, y por eso Milo dudaba sobre Kanon y todo lo que tenía que ver con él…

 

¿Lo amaba, o solamente estaba con él, porque el sexo entre ellos era insuperable?, como solía decir…

 

Nunca se lo había dicho abiertamente, y él tampoco había tenido el valor de preguntarle. 

 

Kanon tendrá que aprender a valorarte o estar dispuesto a perderte para siempre”.

 

Había dicho Camus.

 

Si Milo le permitía tratarlo como a su juguete, Kanon jamás comprendería la lección; eso sin mencionar que Camus perdería la oportunidad de jugar todas sus cartas contra Saga. Así que si él no tenía la fuerza necesaria para pelear por sí mismo, por su dignidad, lo haría por el pacto que tenía con Acuario. Entonces las palabras del francés le otorgaron el valor necesario para elevar su cosmo en forma amenazante y oponer resistencia al peligroso contacto con el mayor; sin embargo, antes de que pudiera ejercer la medida adecuada, Kanon salió volando por el aire hasta chocar contra un pilar, dejando fragmentos de cristal a su paso. Cuando un Milo sorprendido viró el rostro hacia el lado opuesto, se topó con la mirada fría y amenazante del galo, quien se mantenía en una pose de combate, con su puño diestro en dirección a donde había estado parado el gemelo, cubierto por una tenue capa de hielo. 

 

Y es que, Camus, notando que el tono de voz de Kanon había subido más escalas de lo normal, y pensando que no sería buena idea dejar solo a su novio postizo, pegó la oreja en la puerta; después escuchó el forcejeo entre ambos, y pensó que lo mejor era intervenir, aunque Milo más tarde le reclamara. De cualquier forma, si él y Kanon regresaban, primero debería terminar su relación con Camus. Y qué mejor pretexto que su infidelidad con el gemelo para hacerlo. 

 

El galo esperaba una muestra de enojo por parte del octavo guardián como pago a su intromisión, no obstante, el escorpión le sorprendió con un gesto agradecido en sus labios. Acuario comprendió que había obrado bien, y se dio la importancia de suponer que, de no haber sido por él, Milo habría terminado envuelto por los besos de Kanon. 

 

—¿Me quieres explicar qué hacía este besándote?— Reclamó el francés, refiriéndose despectivamente hacia el otro, aparentando una escena de celos. 

 

—¡No es lo que parece!— exclamó el escorpión, simulando angustia si Camus se tomaba demasiado en serio lo que presenció. 

 

—¡Claro que lo es!— gritó Kanon, reponiéndose—. Milo es mi amante, ¿no te lo dijo?— Sus palabras estaban cargadas de un veneno letal que podría dañar el amor y la confianza entre un par de enamorados; más, no pudo penetrar en la coraza impuesta por el galo, aunque sí tuvieron impacto en el escorpión…

 

Milo es mi amante… Mi amante…”

 

¿Debería sentirse feliz…? 

 

Kanon nunca aceptó con anterioridad frente a otra persona mantener relación alguna con Milo, incluso, cuando alguno de los compañeros descubrieron lo bien que ambos se llevaban, Kanon mencionaba que era normal entre dos griegos temperamentales como ellos. Con Saga, el único que los había visto una o dos veces, siempre respondía que la estaban pasando bien…

 

Y sí, tal vez no tenían una relación más allá del sexo, pero tener el título de amante no lo satisfacía del todo, porque amante podría ser cualquiera…

 

Me usaba noche tras noche para hacer cosas que a veces no quería, y a las cuales yo accedía porque lo amo…”

 

Camus, por su parte, después de escuchar la historia de Milo, sentía frustración con Kanon por haberlo tratado así, porque sí fuese Hyoga, en una situación parecida, le pediría salir de ahí y buscar algo mejor porque no merecía ser tratado como objeto. Tal vez su querido pupilo respondería que lo amaba o algo cursi sacado de una novela de Shakespeare, pero lo mejor era buscar a alguien que pudiera valorar sus momentos juntos y no hacerle sentir como cualquier cosa desechable.

Sí, lo correcto era defender a Milo.

 

Para la sorpresa de ambos griegos, Camus lanzó una risa sardónica en medio del silencio.

 

—¿Qué te causa tanta gracia?— Le preguntó el mayor, furioso. El aguador hizo un gesto de asco. 

 

—Tu sentido retorcido del humor…— contestó con desdén— ¿Cómo puedes pensar que Milo podría fijarse en alguien como tú?

 

—¿Alguien como yo…?— Kanon sintió que estaba teniendo una desagradable conversación con Saga, con su altanería y prepotencia; así que se rio también— ¡Ja! ¡Mira quién lo dice! Tú no eres nadie para hablar así. 

 

—Soy su novio, ¿no lo oíste en la fiesta?— Camus le respondió en tono de obviedad. 

 

Kanon por supuesto, lo escuchó, y había preferido no saberlo, porque eso le dejó un sabor a hiel, que le impidió disfrutar de cualquier otra cosa. 

 

—¡Pues me importa un carajo lo que te creas de Milo, porque él y yo…!

 

—No existe un él y tú—. Declaró con frialdad, y aunque fue difícil pronunciar las siguientes palabras, se armó de todo su valor para hacerlo—. Milo y yo estamos en una relación, y tú solo has venido a interrumpir nuestro festín… así que, adiós.

 

—Ya te lo dije: ¡Él es mío!— de haber estado más cerca, Kanon habría tomado el brazo de Milo y se lo hubiera llevado lejos del estúpido francés, pero en su lugar, Camus se puso enfrente de él como si lo estuviera protegiendo de algo. 

 

—¡Milo no es un objeto que pueda complacer tus caprichos!— Declaró con enojo sincero. El escorpión levantó las cejas con sorpresa, y tragó saliva con dificultad mientras volvía a sumergirse en su propio silencio, porque alguien que no lo conocía, alguien a quien le había negado su amistad desde el inicio, podía ver mucho más allá de su propio corazón que el imbécil al que se lo dio desde el principio.

 

—Tú no sabes nada…— gruñó el gemelo. Camus lo fulminó con la mirada. 

 

—Por supuesto que lo sé. ¿Crees que tendríamos una relación sin saber todo el uno del otro?— Kanon volvió a reír. 

 

—¡Puf! ¡Por favor!

 

—No sé qué es lo que buscas, y la verdad no me interesa, así que vete porque queremos estar solos—. Finalmente, le dio la espalda, y sonrió al escorpión, quien pagó sus palabras y cada una de sus atenciones con un beso en sus labios. 

 

—¡Milo!— Le gritó el gemelo, sabiendo que si no actuaba podría perderlo para siempre. 

 

En respuesta al silencio de su amante, y viendo aquella escena que le confirmaba el preludio al fin de toda relación entre ellos, decidió hacer lo único que podía: 

 

—¡Maldito franchute de porquería!— corrió hasta él con el puño listo para asestar un golpe en su mandíbula y así desquitar la rabia y la frustración que sentía, sin embargo, Milo se interpuso en el trayecto del impacto, cayendo hacia atrás, sin hacerlo completamente hasta el piso gracias a que Camus lo detuvo, terminando ambos sentados en el suelo. Kanon se quedó estático, observando como la persona que amaba estaba en los brazos de alguien que no era él.

 

Atormentando por la acción que había realizado Milo, que sin importarle arriesgar su propia integridad física a cambio de Camus, dio media vuelta y abandonó el octavo templo a toda prisa. 

 

Tanto Acuario como Escorpio observaron su huida, sin la intención (ni siquiera el griego) de frenar su marcha. 

 

—¿Te encuentras bien?— Le preguntó Camus, preocupado, observando la marca roja que el impacto había dejado en su ‘novio’.

 

—Casi me rompe la quijada…— Respondió el escorpión tocándose el mentón, pero retirando los dedos de inmediato cuando el dolor los obligó. El francés estaba confundido.

 

—pero… ¿por qué…? 

 

—Oye, ese golpe no te lo merecías—, explicó el griego, sonriendo—, además, míralo como un pago al gran favor que acabas de hacerme, ya que de no haber sido por ti hubiera terminado seducido nuevamente por él…— Milo parecía feliz mientras lo decía, pero en sus ojos Camus notó que estaba dolido por la situación. 

 

—Fue una jugada arriesgada—. Confesó—. Creí que te ibas a enojar…— El griego movió la cabeza de un lado hacia otro. 

 

—¡Para nada! Dijiste exactamente lo que yo pensaba…—El galo sonrió, se enderezó y lo ayudó a levantarse. 

 

—Me alegro entonces. No me gustó lo que dijo…— Milo miró el camino por donde Kanon se había ido, y aunque estaba feliz y satisfecho con la gran interpretación de Camus, la verdad es que toda la anterior escena con él, con sus acciones y sus palabras le habían calado, aunque no quería admitirlo delante de él ni dejarse envolver por esa sensación que le quemaba…

 

—No creo que vuelva…— Suspiró el griego—… así que puedes volver a tu templo cuando quieras—. Propuso sabiendo que su libertad era lo que más ansiaba el francés en ese momento; pero él lo pensó por un momento, y tras ver a Milo taciturno, intentando disimularlo, decidió que no se iría. 

 

—Vamos adentro—. Dijo—. Voy a ponerte hielo en la mejilla…— El griego se sorprendió ligeramente, y aunque iba a protestar, Camus le tomó la muñeca y lo llevó de vuelta hacia la habitación.

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Continuará… 

 

 

 

 


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