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Lágrimas de Cianuro por kitsune gin

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Notas del capitulo:

Notas en na'vi; fiuh? es el equivalente de neh? De lo demás, espero que esté suficientemente claro. Algunas interrogantes. Y lemmon -rezo porque haya quedado bien. Al fin, beteado; a veces, se me olvida que mi beta tiene una vida XDXDXD. Es un santo con la paciencia que me tiene. Gracias, Grey.

Soundtrack de este capítulo; All sweet things, de No-Man. La voz de Tim fue hecha para el yaoi, definitivamente.

 

9.- ‘Awsiteng mefo o Dos idiotas juntos… 

 

“Todo aquello que crees que perdiste, regresará

desde los fantasmas en el patio de la escuela

hasta la gente que te amó  y amaste” 

Tim Bowness, No-Man, Todas las cosas dulces, Schoolyard Ghosts 
 

 

Ean dejó caer a Renji, con descuido y, cuando Norm se acercó a ayudarlo, la larga flecha azul le impidió tocarlo. Su na’vi se volvió más difícil de entender, de repente. 

“Mefo tsleng. Los dos, mentirme. Ean, ayudarles, a cambio. Tsleng Ean, lumpe? ¿Por qué?” 

Ean sostenía la larga flecha sin el arco, haciendo una barrera efectiva para separarlos. Más que disgustado, se veía desconcertado; sabía que lo estaban tratando de engañar, desde el principio. Pero no comprendía el por qué. Norm pensó muy bien, antes de responder: 

“Oe skxawng, Txantslusam; yo, estúpido, querido Sabio. Temor, mucho. Dolor terku’p Te’enzi. Su muerte. Oe esperaba ser Flecha suya. No pude cantar para él” 

“Te’enzi no tuyo, Flecha/Norm. Na’vi eywaw, hijos de Eywa. Todo, de Ella; terkup, morir, volver a Ella. Tú, también” 

Norm miró al quincy, los ojos rasados de lágrimas.

“Yo, uniltiran’yu, Ean. Yo, sonámbulo, uniltirantokx, Avatar, cuerpo falso, nodeaquí, wrrpa. No supe cómo cantar, cómo danzar. Rojo, inocente. Caminantes vinieron a ayudarme. Rutxe, por favor, déjame ayudarle” 

“Él, no tu Arco. No nikit. No haberse mirado, fiuh?” 

Norm asintió y llevó  su mano a la frente, pecho y cintura. No, no había tocado a Renji, no en la forma que Ean creía ni tampoco éste había pasado de tenerlo en brazos o besarlo. Ean puso ojos de espiral y señaló al silencioso shinigami. Norm lo alzó en brazos y lo llevó al búnker. Antes de cerrar la barrera, un flechazo destruyó completamente un árbol cercano. 

“No mirarse, Flecha/Norm. No se pertenecen.” 

Tanto Norm como Renji comprendieron la orden, de inmediato; si llegaban a algo que implicase “apareamiento” Ean los destruiría. Sin remordimientos.  

El Dragón de lluvia voló  hasta la punta de la roca y se hizo una bola, como un gato. Irracional, los Caminantes, los Na’vi, los avatares ¿cuándo el mundo había caído en esta locura? Se espulgó cuidadosamente y se quedó dormido. 

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Uryuu tuvo un breve instante de terror antes de percibir lo que le ocurría; la asfixia lo puso blanco, los labios amoratados. Los fuertes brazos de Ichigo, sujetándolo contra su pecho y los lejanos gritos de sus compañeros de escuela. Y el aire, que no le servía para nada. Entre jadeos, recuperando y perdiendo la conciencia, alcanzó a decir la clave de aquello: 

—… Cianóge… 

¿En qué momento Rukia pensó que debían correr hacia el laboratorio y no hacia la enfermería?, fue una especie de iluminación milagrosa; abrió el frasco azulado, vertió un poco del veneno en su pañuelo y lo puso en un bote de los que utilizaban para cloroformizar a los ratones. El líquido azul se evaporó, despacio. Uryuu aspiró de él desesperadamente y lo que, como humano, tendría que haberlo matado, lo hizo recuperar el aliento en instantes.  

—¿Cómo lo supiste? —Ichigo estaba aterrado; el veneno le hacía a Uryuu el doble efecto de recuperarlo y convulsionarlo al mismo tiempo. 

—Nii-sama y Renji. Ellos respiran eso en el mundo donde están ahora. Alguien de allá se está comunicando con Ishida-kun. 

—¿Qué carajo hacemos? —Rukia se encogió de hombros. Esperar y rezar.  

La imagen y la sonrisa -increíblemente dulce y antiquincy- fueron claras en el interior de Uryuu; la presencia tan sólida como si estuviera frente a él. 

“Kaltxí, Muyjoven” 

“¡Ean! ¿Dónde estás? ¿Por qué?” 

“Canto en ti. Aire no igual, el tuyo duele. El mío duele, fiuh?” 

“No importa, Ean. Canta, por favor, canta para mí” 

“Zí, Danzar, muyjoven. Tú, uniltirantokx, avatar. Ven y danza. Eywa no llevarme si no más de nuestro Clan. Tú aprender; Ean enseñarte. Tú enseñar más Na’vi Otros Clanes danza nuestra. Ean descansar en Eywa, entonces” 

Uryuu se separó un poco del gas de cianuro; o éste o la propia atmósfera de la Tierra terminarían por matarlo si continuaba. Contuvo la respiración lo más que pudo. 

“Ean, Te veo. Te miro ¿Cómo ir?” 

“Avatar, sonámbulo. Pedir a Caminantes a cambio de Rojo. Mi corazón te mirará pronto, zi, muyjoven. Cantar en ti, Ean feliz. Kiyevame” 

Uryuu se desmayó. Sólo entonces Rukia tuvo la prudencia de llevarlo al consultorio de su padre y le ordenó a un Ichigo aún desconcertado que se apresurase. Durante todo el camino, la sonrisa del inconsciente quincy les fue inexplicable… 

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—¿Eso te dijo? 

Norm asintió, mientras ambos terminaban de curar al avatar de Renji. Éste añadió: 

—Habló tan rápido que casi no lo comprendí: parecía disgustado. 

—Estaba más allá de eso, Ren. No sé por qué nos dejó vivos… 

“¿Ren? ¿Qué clase de diminutivo es ese? ¡Vaya!” 

Norm se frotó la frente y el rostro: 

—Podemos aprovechar para bañarnos; el tanque no dejará listo al Avatar sino hasta mañana y después de cuatro días en la Cámara de Enlace, tienes que admitir que apestamos —fue al cubículo cercano y sacó un par de toallas limpias.  

Para cuando regresó, Renji estaba explorando lo que quedaba del antiguo laboratorio. En un extremo había una gigantesca pecera, ahora vacía. 

—¿Qué era esto, Norm? 

—Un tanque de crecimiento de muestras; Jake y yo lo limpiamos y lavamos después de la muerte de Grace. Lo construyó Max, puede resistir una presión de mil litros de agua. 

Renji sonrió, alzando las cejas y poniendo una mano en el hombro de Norm señaló la pecera. 

—Norman, amigo mío, lo que yo veo aquí es una terma perfecta… 

El científico alzó una ceja. Renji lo empujó.

—Ve a ducharte y yo la llenaré de agua caliente. Después, me lavaré yo y te alcanzaré en un momento, nos merecemos un descanso, ¿no crees? 

Norm miró a Renji a la cara, totalmente serio.

—No intentarás nada ¿verdad? 

—¿Y arriesgarnos a que nos metan una flecha en el cuello? Hey, no soy tan sexomaníaco como para buscar que me maten, anda —le dio una palmada juguetona en el trasero… 

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La voz no tuvo la menor alteración. 

—No irás y punto. No estoy interesado en que te maten y menos a millones de kilómetros de aquí… 

—Son sólo cuatro años luz, Ryuuken… 

—Tal vez cuando me tengas más respeto y recuerdes que soy tu padre y que deberías llamarme “papá” de vez en siempre y pedir las cosas educadamente… 

Uryuu se mordió la lengua, tragándose todo el orgullo. NADA iba a impedirle ir a Alfa Centauro. 

—Por favor, papá, déjame ir. Ean no puede morir si no hay otro quincy que entrene al resto… 

—Es decir, ¿debo permitirle a Urahara que diseñe uno de sus avatares para ti? ¡Ja! Buen intento, Uryuu. Es preferible darte mi bendición para que te cases con tu shinigami a dejarte ir a Pandora. 

Uryuu vio la oportunidad.

—¿Prefieres que me case con Ichigo? ¿Me dejarías hacerlo? 

Ryuuken se subió los lentes, reconociendo las mañas de su hijo. Como que, estando casado -y fuera de su jurisdicción- el muy desgraciado tendría la chance de irse DE TODAS FORMAS a Pandora. Sonrió, sin gracia ninguna. 

—Eres menor de edad, Uryuu. Te dejaré casarte con él cuando seas adulto y hayas madurado… 

A Uryuu la respuesta le sonó a “sí, mi vida, te casarás con el príncipe azul cuando seas grande”, dicho por toda madre a su latosa hija pequeña. Decidió asustar a su padre. 

—Urahara-san tiene un avatar para mí. Ya lo fabricó. Lo diseñó expresamente para que yo hablara con Ean, ¿sabías? Totalmente funcional. Faltaría sólo una semana a la escuela… 

El médico suspiró con fastidio y tocó el timbre de su secretaria. 

—Rita, por favor, hazlo pasar… 

Quien entró fue un Ichigo con el ceño doblemente fruncido y más furioso que de costumbre. 

—¡Ni lo sueñes! ¡No irás a ningún lado! ¡Eres muy delicado y ese mundo está lleno de gatos salvajes y eres alérgico! —Ryuuken le tendió algo que Ichigo recibió, y antes de que Uryuu se diera cuenta, estaba esposado a su novio. Su padre se sentó tras el escritorio, se ajustó los lentes y siguió trabajando como si nada. Ichigo salió, llevando a rastras a Uryuu tras de sí.

—¿Has sido capaz de llegar a esto? 

Su padre lo miró, divertido, tras los anteojos.

—Eres mi hijo. A tu pesar, te prefiero vivo, Uryuu. Ah, Ichigo-kun —sonrió—mil gracias y… salúdame a tu padre. No tengo forma de… 

—No se preocupe, Ishida-san. Le diré a mi viejo que pase a verlo —le mostró a Uryuu como si fuera una mascotita atrapada—cuidaré bien de su niño. 

—¡Hey! ¡No soy una cosa o un perro o gato! 

—Uryuu, hijo… a situaciones extremas, medidas extremas —Ryuuken se enderezó y lo palmeó en la mejilla—apenas confirme que Urahara destruyó tu avatar, te dejaré libre, fiuh? 

—¿Có... cómo… ? 

—¿Sé na’vi? —rió levemente—Verás, NO es na’vi. Es NUESTRO dialecto quincy. Conocido en todos los mundos… realmente te falta por aprender. Si me permiten —y  regresó a su trabajo. Uryuu se agarró desesperado del marco de la puerta. 

—¿Qué es

—Uryuu, por favor… 

—¡Dime que es o haré un escándalo! —el tono del adolescente rayaba en la histeria. Ryuuken se dio por vencido; si él no se lo decía, Uryuu vería la forma de averiguarlo… aunque ello le implicase aspirar más cianógeno. 

—Cumplir un deber. Deber ser. Lo que debes hacer. Lo que tienes que hacer… 

—Ean lo dijo —Uryuu bajó la vista, desalentado—Ean dijo “Zí, ven y DANZA” ¡Él me lo pidió! ¿Voy a fallarle como le fallé a mi abuelo, papá? ¿Eso hacemos cuando uno de los nuestros, de los pocos que quedamos, pide ayuda? ¡Ni siquiera los shinigami...! —la voz se le quebró.  

—No te atrevas, Uryuu —el tono en la voz de Ryuuken descendió a cero kelvin—; no sabes de lo que estás hablando… no fuiste tú quien le falló a tu abuelo. Jamás vuelvas a mencionar eso. Y en cuanto a Ean… no espero que comprendas mis razones. No irás. 

Los dos muchachos quedaron paralizados un momento. Uryuu habló: 

—Te odio… —murmuró, viendo que no lograría sacar nada de su padre, se dio media vuelta y salió, hecho un perrito apaleado, esposado a Ichigo. 

El mayor de los Ishida encendió un cigarrillo, ahogando en el humo el dolor causado por la última frase de su hijo, el reproche implícito por no haber salvado a su anciano padre y su extrema preocupación. El compromiso de los shinigami se reforzaba entre sus ejércitos y escuadrones. El existente entre Destructores implicaba algo más que la sola lealtad; implicaba un mucho de afecto y dedicación por cada Arquero que nacía en el universo. Ean había dado con Uryuu por casualidad y “había cantado” en el corazón de su hijo, incluso poniendo en riesgo la vida de los dos. Y Uryuu le había respondido al anciano que “lo veía”, es decir, que lo quería o llegaría a quererlo, quizá tanto como a su abuelo ¿Por qué Ean había invocado el maldito Zí? Ryuuken mismo estaba obligado a hacer honor a los lazos entre Destructores ¿Y cómo diablos lo resolvería ahora? Se frotó los ojos, agotado. Le habría gustado que el turno terminase por esta vez, que su hijo comprendiera cuánto lo amaba, que salvar a su abuelo habría sido imposible y la culpa era de él y no de Uryuu y no bastarían mil karmas para arrepentirse, le habría gustado no haber nacido con la carga de ser Arqueros, descendientes de los que habían dado el “canto” y la “danza”, el habla y la defensa a los semi-humanos normales…  

Exhalando el humo del Marlboro, contempló el atardecer: la ristra de constelaciones se desplegó ante sus ojos y la sonrisa regresó a sus labios ¡A dieciséis años, luz, por supuesto! ¿Cómo no había pensado en él? Suspiró de alivio y volvió a sumergirse en el trabajo. Ya se encargaría de Urahara, más tarde… 

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El agua cálida le llegaba a la barbilla; realmente la idea de Renji había sido buena. Después de días de correcorre y vuelavuela, de comer luciérnagas y hongos y beber rocío, de forjar flechas y pulir sus arcos, por fin un poco de descanso y mucho de alivio. Renji parecía dormir, sus largos cabellos flotando sobre la superficie del agua. Norm cedió a la tentación y dejó algunos de ellos escurrirse entre sus dedos, asombrándose de su suavidad. Renji sonrió, los ojos cerrados. 

—¿Quién es el acosador ahora, neh? 

Norm casi saltó fuera del agua cuando Renji se deslizó hasta él. El ruido del beso fue apagado por el chapoteo del agua.  

“Despacio”, pensó Renji, “quiero saborearte con calma, eres virgen y no puedo tocarte; me encanta cómo me miras y tus labios y mirarte dormido, tan indefenso, en mis brazos, mmmhmm… tienes una piel tan suave que me gustaría marcarla toda con mis dientes, me encantaría cogerte hasta que te desmayes, suspirando mi nombre y, cuando despiertes, volvértelo a hacer una y otra y otra vez, Norm Spellman”. 

Cuando Norm lo interrumpió, el teniente se dio cuenta de que lo había dicho todo en voz alta. 

—Dijiste que no intentarías nada, Ren… —su voz fue un suspiro. Renji acarició su corazón, atrapando entre sus dedos el pezón sobre la piel que lo cubría; estaba ansioso, igual que él. Pensó rápido: 

—Es verdad. No puedo tomarte —besó su mandíbula y sus mejillas y volvió a hundirse en su boca, besos largos, lánguidos y calmos, como si saborease un plato que no había comido en mucho tiempo; habló al oído de Norm—pero tú…tú puedes tomarme, si me deseas… 

Renji sintió claramente la respuesta de Norm en su erección, acariciando su muslo, bajo el agua. Bajó su mano para apresar la piel cálida y firme, sonriendo sumergió su cabeza y se metió el pene de Norm hasta la garganta. Éste apenas si tuvo tiempo de sujetarse con las manos del borde del tanque y abrir más las piernas, ondulando su cuerpo. Renji reapareció, con el cabello empapado y escurrido sobre el rostro, riendo. Norm se soltó del borde y se lanzó a sus brazos, besándolo furiosamente y Renji se dejó hacer.  

Era agradable no llevar ahora la parte dominante, saberse deseado y sentirse acariciado con pasión y hambre, y la lujuria inocente de Norm, quien no dejaba de pronunciar su nombre. 

—Renji… yo… 

El shinigami adivinó  la duda en la mirada de Norm y sonrió, pícaramente.

—Más allá de los Manuales de Anatomía, no sabes qué hacer, ¿verdad? 

El científico enrojeció. A Renji le pareció adorable; salió de un salto de la improvisada terma dejando al descubierto su magnífico y tatuado cuerpo y cargó en brazos al frágil rubio, notando los músculos definidos y delgados bajo la suave piel. Lo envolvió en la enorme toalla, mientras besaba su cuello, murmurando: 

—Quiero que me cojas hasta desmayarte, Norman… como si nos fuéramos a morir mañana, shuhhh… —lo besó repetidamente, en los labios—deja que yo te guíe y todo saldrá bien… 

—Pero… Ean —vaciló Norm, débilmente. 

—Está afuera, dormido y no puede vernos ni entrar. No haremos nada en nuestros avatares, no tiene forma de saberlo y no seré yo quien… 

Renji no siguió hablando; la lengua de Norm lo silenció. El shinigami se dejó querer, mientras caminaban por el pasillo, a lo largo de la mini-cocina, hasta llegar a la litera. El humano cayó sobre él con hambre atrasada. 

—Me moría por tus cabellos, por tu boca: cuando abrí la puerta y te vi frente a mí, lo primero que pensé fue que eras tan hermoso que no podías ser real, Abarai Renji… 

Renji sonrió y comenzó  a frotar su cuerpo contra el de Norm, hasta que sus sexos se encontraron y se besaron, húmedos y ansiosos de más fricción, de más calor, de MÁS… 

Se rodaron sobre la litera. 

Renji quedó sobre Norm, besándolo, mordiéndolo ligeramente, los rosados y erectos pezones, hasta dejarlos rojos y rodeados de marcas; Norm jadeaba y sonreía, y se dejaba acariciar, envuelto en los magníficos cabellos del shinigami. Renji deslizó su boca por toda la piel de Norm y, con toda intención, evitó tocar su pene, húmedo ya. Se detuvo, repentinamente; Norm se enderezó en el pequeño espacio. 

—¿Qué ocurre? 

Renji detectó la enorme inseguridad en el otro, el temor a arruinarlo todo y la ansiedad y la lujuria en sus ojos miel, apenas contenida. 

—Mírame, Norm Spellman; quiero que me mires muy bien… y que esperes. 

Recargado contra la pared de la litera, Renji comenzó a acariciarse a sí mismo, mordiendo la punta de sus dedos y acariciando sus pezones, pasándolos por su ombligo, rodeado de perfectas líneas negras y bajando más, hasta hundirlos en los rizos rojos que acunaban su propio orgullo. Mojó dos dedos en su saliva y abrió las piernas, penetrándose y masturbando su propio glande, la cabeza echada ligeramente hacia atrás, los ojos cerrados, la cascada de sus cabellos sobre los hombros… 

Norm sintió que iba a tener un orgasmo de sólo mirarlo; tan asombrado estaba que ni siquiera podía tocarse ¿Cómo alguien tan hermoso como Renji le dedicaba esto, su primera vez? ¡Y en qué forma!  

Cuando el shinigami estuvo listo, avanzó hacia Norm, haciéndolo recostarse, de nuevo, besándolo; el rubio alzó las caderas, buscando el contacto del cuerpo del otro. Su sorpresa fue mayúscula. Renji se empalaba en él y Norm casi gritó; dolor al principio ¿Cómo podía ser tan estrecho? y la urgencia de moverse conforme el otro lo encerraba dentro de sí, definitivamente. 

—Norm… muévete… así, no hay prisa, bonito… 

Norman arqueó la espalda, tratando de hundirse lo más en aquel cuerpo increíble que no sólo lo abrigaba físicamente, sino que lo constreñía, lo estimulaba y, extrañamente, le daba el consuelo justo, lo que siempre había necesitado; un cuerpo tan masculino como el suyo, que no se rompería en el primer intento y al que no lastimaría nunca, que se entregaba como lo había soñado siempre. 

Renji en cambio, estaba fascinado por las reacciones del joven virgen bajo él. Norm no era otro de los shinigami, otro humano, no. Era un poco torpe y ansioso y tímido y lleno de deseo y le estaba dando con toda el alma y no era ningún pequeñín y sus manos en sus caderas expresaban todo su deseo, toda su necesidad y lucía hermoso, empapado en sudor, lleno de marcas rojas y los labios hinchados de besarse y… 

Norm nunca había visto algo tan bello como el clímax de otro sobre él y, siendo Renji, no podía ser más que algo perfecto, el cabello desordenado, los ojos cerrados y la boca gimiendo su nombre… 

Iknimaya… escalera al cielo… subir así de despacio y quedar con la vista hacia las estrellas. Norm escuchó el grito llamando a Renji y después se dio cuenta de que había sido su voz, perdida en las oleadas del orgasmo, el tibio semen de ambos sellando la unión de los dos cuerpos. El aliento del shinigami, tan cálido, bajo su mandíbula y su mano, acariciando los cabellos rojos, Renji besando su corazón, Norm musitando algo: 

—Gracias… 

Una leve risa. 

—¿Por? 

Norm cubrió a Renji con la enorme manta.

—Por ti… por darte… 

—Shhhuu…duérmete, bonito —frotó su mejilla contra el pecho humano, sonriendo. Cuán tierno era ¡Cuán diferente de todo lo que Renji había tocado o vivido hasta ahora! Sintió un ligero pinchazo de dolor, pero no donde debería ser, sino en su propio corazón. Renji reconoció demasiadamente ese pinchazo y lo ignoró. 

Mañana, la realidad volvería a ser una joda infinita; de momento, lo mejor era no pensar. Alzó  el rostro y besó a Norm en la boca. Su ternura aumentó al darse cuenta; el rubio estaba más que dormido. Fue turno de Renji para hacer lo mismo. 

Cálido, abrigado y querido, a millones de kilómetros de la Tierra, se sintió mejor que en ninguna parte. Ya llegaría el momento de despertar…

 

Notas finales:

La frase última, para las que vísteis Avatar, es del coronel Quaritch. Renji no puede quedarse en Pandora. Norm no puede irse. ArcoYFlecha solos, no sirven...

Namasté y gracias adelantadas por sus lecturas y reviews.
Kitsune Gin.


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