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A hand friend por yoshika

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Notas del capitulo:

Sólo cuento con un review... no importa, no puedo dejar las cosas inconclusas. Espero que el segundo capítulo siga siendo de agrado.

Quiero aclarar que Aussatz significa "leprosa/lepra" en alemán. Recuerden que Otto es mitad aleman mitad yankee (que bizarro Dios, XD nunca conocí algo así, aunque seguramente existe, este mundo es increíblemente diverso).

Saludos!

 

 

II - Hans Prince

 

Los meses iban pasando, la gira ya estaba completa y todo Beheaded Gglücklos, la banda de Otto, estaba de regreso en Berlín. Los integrantes estaban charlando en el autobús lo contentos que los había dejado la gira alemana y que esperaban ansiosos que se presentara la oportunidad de salir del país. Eric les comentó que ya estaba haciendo algunas llamadas para asegurarse de un verano activo, pero que ya era hora de trabajar en un segundo disco. Hacía más de un año no que había proyectos nuevos.

Cuando terminó de decir eso, todas las miradas apuntaron al muchacho delgado, con su mente extravagante que sacaba todo tipo de ideas para canciones cuyos ritmos o mensajes eran pegajosos o dejaban una reflexión, por lo general, amarga y realista. Muchas veces intentaron ayudar a Otto con las ideas, empero cuando el vocalista entraba en sus lapsus inspirativos, todo lo que proponían les parecía vergonzoso y mediocre, por más que él aceptara de buena gana incluirlo en la canción. El mérito de casi todo era suyo. La banda lo apreciaba por no alardear de ello y apreciar sus cualidades musicales sin que aportaran mucho material creativo. Eran una pequeña familia y se llevaban bien.

—De acuerdo —respondió pausadamente—. Pero tendrá que esperar un poco: mi madre está muy enferma y tengo que viajar a Estados Unidos.

—¿Tu madre? —preguntó Ilse, la mujer a cargo del saxofón—. No quiero sonar mal, Otto, pero siempre supimos que ella era una parte mala de tu vida. Las otras veces que estuvo enferma sólo le dedicaste un llamado.

El muchacho suspiró lentamente, poniendo en orden sus ideas, y respondió tranquilamente:

—Me dijo su doctor particular que va a morir pronto. —Todos se sobresaltaron, y la mirada de Hans se tornó angustiada. Quiso preguntarle por qué no se lo dijo antes y ofrecerle su compañía en el viaje, pero se sentiría incómodo si lo hacía delante de los demás; no quería pretender ser alguien imprescindible en la vida de su amigo. —Realmente, no siento deseo alguno de verla, sin embargo, es mi madre… no estaría bien si no la fuera a ver.

—Oye, oye… tranquilo —salió Eric, dándole palmadas en el hombro—. Puedes tomarte tu tiempo… ¿quieres ir en el avión del grupo?

—No. Iré en un avión común… hace bastante que no soy una persona normal. Descuiden, seguramente todo el ámbito mórbido me inspirará para nuevas ideas, aunque serán moderadas, no quiero espantar al público.

Hans y el resto de Beheaded Gglücklos rieron por el comentario. A Otto le encantaba el humor negro y todos lo sabían, aunque a veces resultaba ser bastante incómodo, como la vez en que su padrastro llamó desde Norteamérica para comunicarle que su madre estaba embarazada, cosa extraña porque ella nunca lo tuvo en cuenta para nada, pero al parecer el esposo se llevaba bien y quería mantenerlo informado de la mitad de “familia” que quedaba en ese país.

Lo único que respondió el muchacho, fue, con una voz dulce:

—Si nace niña, ponle Amelia. Si nace niño ponle Patrick, pero si nace muerto, ponle flores…

Pese a que todos eran más o menos conscientes de la mala relación que tenían, la banda se había molestado un poco por semejante comentario. La pérdida de un hijo era algo triste y serio. Finalmente, con ayuda de una charla de Hans, Otto les pidió disculpas a sus amigos, pero nunca se supo si hizo lo mismo con su madre.

El autobús dejó a cada integrante en su departamento o casa; Otto y Hans fueron los últimos. Subieron al piso del mayor sumidos en silencio, el primero porque estaba pensando en sacar los pasajes y calcular el tiempo que estaría, el segundo se sentía un tanto ofendido por haberse enterado de la noticia con todos los demás. Hans tenía la costumbre de creerse demasiado único en la vida de su amigo, en parte porque así lo hacía sentir.

El piso que tenía Otto estaba en un edificio muy grande. Para evitar el ruido y todas las molestias de la calle, se ubicaba en los últimos pisos. Constaba de un gran living, ocupado por muebles y una mesa de billar. También tenía una rockola y una de las paredes era una gran pecera. En el rincón estaba el sofá cama, el televisor, que sorprendentemente era muy viejo (ni siquiera tenía color), y alrededor pequeños pufs de color negro. El suelo tenía alfombrado, las paredes lucían cuadros de artistas callejeros a los que Otto adoraba comprarles paisajes. Cuando se entraba, antes de llegar a la sala, había una puerta que conducía a la cocina: pequeña, pero lo suficientemente libre para que uno solo cocinara sin estorbos. Al fondo, sobre la pared-pecera, estaba la puerta que llevaba al segundo pasillo que conectaba con dos habitaciones (la de Hans y la del mayor), el baño, el estudio y el pequeño armario de artículos de limpieza.

—¿Por qué no me contaste lo de tu madre? —Fue lo primero que le preguntó al entrar. El vocalista lo ignoró y fue a cocina, tomó una botella fresca de agua y revisó el cajón del mueble de la sala donde guardaba todos sus “antídotos para malos ratos”—. ¿Podrías dejar esas porquerías y contestarme?

—No tenía ganas de hablar de eso con nadie, Hand. Es la primera vez que lo comento desde que llamó mi madre, no he dicho ni una sola palabra referente a esta porquería. —Se desplomó sobre el sofá cama, mirando el techo, perdido. —Te pediría que me acompañaras pero… va a venir tu novio.

—¿Quién te lo dijo? —Hans tragó en seco, nervioso.

—Tu novio —sonrió—. Cuando ya estabas en el bus me encontró a mí en el ascensor y me dijo que por favor te avisara que iba a venir de vacaciones a Berlín la próxima semana. —Sacó el encendedor del bolsillo (nunca faltaba) y se puso a fumar. —No quiero que vayas conmigo. Ya me acompañaste a esta primera gira. Eres libre.

El rubio sintió una presión en el estómago, quería vomitar, y las lágrimas de humillación estaban a punto de brotar de sus ojos. Detestaba ser tan extrovertido, todas sus emociones afloraban físicamente al instante, quería poder ser como Otto y esconderlo todo. ¿Cómo que era libre? Más bien sonaba a un «ya no te necesito». Se sentía usado, un idiota. Deseaba hundir su puño en ese rostro indiferente, hacerle sangrar la boca, la nariz, todo.
Pero se contuvo. Respiró profundamente, buscando la forma de contraatacar.

—Soy tu mejor amigo. Kurt puede esperar.

—Oh, no es para tanto. Sólo es ir a ver morir a mi madre —resopló como un chiquillo.

—Sabes que no. Sabes que te importa. Sabes que te dolerá y te insultará. Como cuando éramos niños y venías a mi casa los días que ella visitaba a tu padre. —Se hinchó, orgulloso, porque decía la pura verdad.

—¿De verdad te afecta tanto que no te lo dijera? —gritó, golpeando el mueble con la palma de la mano libre—. El otro día, luego de una discusión estúpida, te fuiste a bañar y me contaste como si nada que estabas saliendo con alguien. Lo supe de una forma vergonzosa: cuando llamó Eric le dije que no tenía idea de quién era el tipo y seguro se preguntó por qué mierda su mejor amigo no sabía de la existencia de su novio. ¡Me he sentido un idiota!, y lo único que me dijiste, con un tono de superioridad fue «no sé porqué, no te lo dije… supongo que me olvidé. O como dice tu canción: las cosas importantes son para quienes tú les importas… ».

El cigarrillo que estaba fumando se deshizo en segundos y prendió otro enseguida. El rubio no supo qué contestar, se había olvidado de aquel incidente.

—Mira, voy a dormir un rato —agregó Otto—. No me despiertes para cenar ni nada, no tengo ganas. —Y sin esperar a que le respondiera o algo, se fue a su habitación, cerrando la puerta con fuerza.

 

—No quiero. No ahora —pidió en voz baja, mientras se acurrucaba en el rincón de la habitación.

Todo se había tornado de un color grisáceo, las sombras de los objetos se veían mucho más oscuras, estaba asustado, quería regresar al clima colorido donde nada era muy importante ni grave. Pero tenía que pagar el placer, siempre que gozaba de sus dosis pagaba con media hora de recriminaciones que él mismo formaba; ya poseía un elenco de personajes monstruosos que intentaban “ayudarlo” o castigarlo. Dependiendo de la situación.

En ese momento estaba hablado con Aussatz, uno de los personajes a quienes más temía por su aspecto grotesco. Aussatz era una mujer esquelética, muy alta, tanto, que para tenerlo cara a cara tenía que encorvarse, como si fuera una serpiente larga y flexible. Se le caían pedazos del cuerpo constantemente, tenía los ojos inyectados en sangre y de color negro, todo el tiempo le explotaban y volvían a regenerarse, vestía únicamente con unos trapos viejos negros que contrastaba con su piel blanca y sucia. El monstruo estaba basado en su tía alemana Helga, a la que había visitado mientras padecía lepra; cuando sus compañeros de clase lo supieron lo molestaban más y se alejaban de él haciéndolo sentir muy mal.

Ya pasó el placer… —respondía siempre en susurros—. Ahora es el momento del análisis real… ¿qué vas a hacer?, ¿realmente es una obligación visitar a tu madre? Ella no te quiere. —El ojo izquierdo estaba tan inflamado que explotó suavemente, salpicándole a Otto unas manchas bordo, mas no le dio importancia—. Es una mala persona y lo sabes. Cuando te vea, te insultará, reirá de ti a tus espaldas y tratará de quitarte un poco de dinero para su nuevo hijo, para el hijo que ama de verdad. Quédate aquí y trabaja en las canciones, concéntrate en Hans… tiene novio, ¿verdad? Podemos arreglar eso.

—Si no la voy a ver, Reproach va a venir a molestarme —gimió, escondiendo la cabeza entre las rodillas—. Dijo que no me dejará dormir en paz nunca más. Hará lo que me hizo cuando era niño y vine a vivir aquí… tal vez no recuerdes porque te conocí unos años después.

Ja, ja. Reproach vendrá si no la visitas… ¡mi pobre Otto! Está tan necesitado del amor de una familia. —Se encorvó aun más y rodeó con sus finos brazos su cuerpo. El vocalista tembló levemente, les tenía miedo a sus monstruos porque era vulnerable ante cada uno y sólo existían para reírse de él. —Tú estás loco por Hans… ¡Ay! Pero el no te quiere… él se está cansando de ti y tu mundo enfermo, nos tienes a nosotros y a nadie más. No arruines la felicidad que te queda, no vayas.

De repente, la puerta del cuarto se abrió, y Hans, con su pijama azul, entró lentamente. Se veía decaído, empero Otto ni se percató de su presencia.

—Aquí apesta —comentó y fue a abrir la ventana—. No sé qué hacer contigo… —confesó cabizbajo.

El mayor se puso de pie lentamente, tambaleándose de vez en cuando y amagando en cada segundo con desplomarse en el suelo. El rubio estuvo a punto de ayudarlo, pero algo se lo impedía; quizá ver a su mejor amigo en ese estado ya era bastante shockeante y le costaba demasiado hablarle o tocarlo. Jamás se acostumbraría a ese Otto perdido en sus recuerdos ocultos. Nunca le compartió nada de ese mundo bizarro, y por más que se confiaran secretos, seguía estando excluido del rincón más importante de su cabeza. Mezcla de lástima y enfado impedían que lo ayudara.

Otto miró a Hans, haciendo un leve esfuerzo para identificarlo como real, y yendo hacia el baño, respondió:

—Yo tampoco.

 

La noche del miércoles tocó lluviosa y muy fría. En el aeropuerto estaban únicamente Hans y Eric. El resto de la banda no asistió porque Otto les había pedido a ambos que no les comunicaran de la fecha de su partida. No quería despedidas ni nada por el estilo, al fin y al cabo no se iba para siempre, simplemente se trataba de una visita. Empero los dos lo veían con preocupación y sólo conseguían que se irritara. Odiaba la compasión, no la necesitaba, al menos no en este caso. Era consciente de su situación y de lo patético que podría llegar a verse, pero no le importaba.

—En unos minutos estará tu vuelo, man —recordó Eric. Le dio unas palmadas en el hombro y, mirando su reloj, agregó—: Tengo que irme, desearía de verdad poder quedarme un rato más, pero… tú sabes. —Otto asintió con la cabeza mientras jugaba con sus pulgares, inquieto. —Nos vemos. —Y se retiró.

Ahora quedaban ellos dos. Hans suspiró y se acercó a él, hasta que lo tomó del brazo, como solía hacer cuando era más pequeño. La diferencia era que no tenía idea de que Otto adoraba cada segundo de contacto, y de que ya no lo veía como amigo desde hace mucho, mucho tiempo. Intentó buscar la primera palabra para decir todo lo que estuvo planeando desde que habló con Otto en su estado “relax”. El mayor lo sabía, conocía muy bien a su pequeña Hand y esperaba entre asustado y ansioso que desembuchara su discursillo.

—Otto —susurró, apretando su brazo—. Realmente me gustaría poder acompañarte, o mejor dicho, me hubiese gustado que me permitieras acompañarte. No quiero que creas que Kurt es más importante que tú, porque no es así. Prácticamente eres mi hermano y… —Mordió su labio, inquieto. —Yo se que tu madre es una persona espantosa, quizá te diga millones de cosas desagradables, y no estaré ahí para defenderte aunque no te guste.

El vocalista sonrió y no pudo evitar estrechar el cuerpo del menor en sus brazos. Hans se preocupaba por él como si fuera un hermano mayor, él era importante en su vida, él era motivo de sus angustias y lo hinchaba de satisfacción. En el mundo, en su mundo en donde él se consideraba una escoria humana, existía el pequeño príncipe Hans que lo adoraba e intentaba protegerlo, que quería acompañarlo a donde fuera y era capaz de plantar a sus amantes por él. Si tan sólo pudiera decirle cuánto lo amaba, todo lo que estaba dispuesto a sacrificar para dejar reposar sus labios resecos sobre los suyos, para sentir al tacto su piel, para oírle decir “te amo” en alemán, compartir la misma cama, hundir la cabeza en su pecho mientras le hablaba por millones de horas de cualquier cosa que quisiera saber. Se entregaría a los deseos que tuviera, sería el esclavo más fiel, servil y amoroso que la tierra pudiera dar.

Pero Hans… Hans no lo amaba. Ese era el problema.

—En tu cabeza hay un mundo que no conozco y que no me permites conocer. Espero que ese mundo te ayude en el viaje… tal vez yo no sea tan útil como dices.

Una voz femenina anunció que el vuelo a Norteamérica necesitaba a todos sus pasajeros ya ubicados. Otto, que se había quedado atónito con el comentario de Hans, volvió en sí y comenzó a avanzar hacia el pasillo que lo conduciría al avión, pero antes, sin poder bloquear sus impulsos, agarró al rubio con brusquedad, temblando, pegó sus labios sobre su oído derecho y masculló débilmente:

—Reproach es un monstruo que se parece a mi madre, dijo que si no iba solo a este viaje me acosaría en sueños hasta la muerte. Yo no quiero tener que suicidarme, por eso, no quiero dejar de ser tu amigo. Por favor, no te pongas mal por mí, porque ella lo sabrá y me atormentará allá —gimió y le dio un beso sobre la oreja, fuerte y silencioso, largo, dulce y desesperado—. Te voy a extrañar…

Y partió, sin voltearse.

Notas finales:

*En alemán "Ja" significa "Si".
*Unglücklich Beheades: Infelices Decapitados


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