My sweet Cake
By Dannie
Tercera sala de música.
El Host Club está cerrado.
Observaba con desgano el pastel a medio comer expandido por el plato. Suspiró. Ya hace unas semanas que no sentía necesidad de comer aquellos dulces.
No desde que necesitaba saborear algo más.
Alzó la vista encontrándose con el papel periódico ocultándole la visión que más necesitaba para en seguida bajarla ante el repentino rubor que inundó sus mejillas por aquel sentimiento. Como ya hace semanas, la pregunta volvió a atravesar por su cabeza ruborizándose aun más:
¿Sus labios sabrían mejor a los de un pastel?
Mordió nervioso su labio inferior al tiempo que estrujaba con fuerza a Usa-Chan sobre su pecho ante el martirio de no saber la respuesta… aunque intuía como averiguarlo. Observó por segunda vez a la persona tras el periódico convenciéndose de que aquello era su oportunidad aunque luego se arrepintiera.
Solamente estaban ellos dos. El resto de los Host estaban en clases y ellos regresaban de su entrenamiento dos horas antes de la reunión del club.
El entrenamiento había sido lo más incómodo para Hani. Cada roce que Mori le daba le colocaba la piel de gallina y más de un cosquilleo en el estómago haciéndole cada vez más difícil concentrarse. Por primera vez se había distraído más de lo necesario dejándole tiempo al pelinegro para sujetarlo del antebrazo e interceptarlo en el suelo ganando así el duelo ante las miradas atónicas de los estudiantes. Luego de la clase, ambos fueron a cambiarse e ir directamente al Host Club en un completo silencio.
Morinozuka sabía que algo raro le sucedía a Haninozuka, más no quería preguntar aunque la duda lo estuviese abrumando.
-Takeshi, ¿te agrada mi compañía? –Interrogó de pronto asombrando un poco al pelinegro al cuál luego de unos segundos afirmó con voz firme sin mirarle.
-¿Me quieres? –Preguntó nuevamente inquieto sobre su silla balanceando sus piernas.
-Sí
Es ahora o nunca.
-¿Puedo besarte?
-Sí -Apenas tuvo tiempo de procesar lo dicho por el rubio cuando percibió como el papel era quitado ágilmente de sus manos para luego sentir el roce de unos dulces y pequeños labios sobre los suyos.
Mitsukuni no había dudado en soltar al conejo y subir sobre la mesa situando entre sus manos el rostro de su guardián y besarlo antes que este se arrepintiera. Sospechaba que había un equivocación pero la ansiedad y la curiosidad de conocer lo consumió y ya no podía echarse para tras. No ahora.
Pasados los minutos, dio distancia de aquellos labios quedando a escasos centímetros. Observaba que las facciones de Takashi eran nulas; sus ojos grisáceos no mostraban ninguna sorpresa o disgusto y sus labios aún seguían ligeramente abiertos. Estaba tan tranquilo y afásico como siempre.
Sus manos, aún sobre las mejillas del pelinegro, le temblaban ante la necesidad de probarlos nuevamente. Tenía el gran impulso de preguntárselo otra vez.
-Takashi, ¿puedo besarte otra vez? –Preguntó en un murmullo no atreviéndose a encararlo. La vergüenza y el posible rechazo lo acongojaban de sobremanera.
Un silencio molesto reinó en la sala haciendo que Hani entristecido alejara más su rostro de Mori ante la cercana negación.
Pero lo que obtuvo fue la más grande alegría.
-Si -Mitsukuni no podía estar más feliz y sorprendido.-Sí puedes.
Lentamente el rubio se acercó rompiendo la distancia nuevamente, probando por segunda vez aquellos labios prohibidos siendo correspondido esta vez. Degustando y memorizando cada rincón de esa cueva desconocida, sonrió satisfecho.
Sus labios saben mejor que el de un pastel. –Lo volvió a besar tiernamente. -Mucho mejor.
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