Una vez que terminaron de cenar, ramen para su disgusto, habían decidido que se turnarían la cama, él empezaría durmiendo en ella y mañana lo haría el rubio, así sucesivamente hasta que eso de la vigilancia acabara, o hasta que compraran otra cama, lo que sucediera primero. El problema era que simplemente no podía conciliar el sueño, daba vueltas una y otra vez y no podía quedarse dormido.
Resopló molesto al no saber qué diablos pasaba. Su cuerpo se encontraba cansado por el entrenamiento, ese dobe había mejorado mucho, tanto que le hizo caer varias veces, aún así consideraba que estaban a la par, ninguno es más fuerte que el otro, al menos ninguno lo admitiría. Cansado de girar nuevamente se puso en pie, con sigilo salió del cuarto, lo primero que notó fue el cuerpo del rubio moviéndose incómodamente en el sillón.
Sabía que al ser tan hiperactivo jamás lograría dormir en ese espacio tan pequeño. Encendió la luz llamando la atención del ojiazul que salió de entre las cobijas. Ante su mirada se sirvió un vaso de leche para tomárselo poco a poco.
—Quieres cambiar —sugirió más que preguntar.
—No sería justo, tú ganaste el piedra, papel o tijera —se sentó sin dejar de mirarlo— Aunque puede que hayas hecho trampa y tu conciencia no te deje dormir, por eso estás diciendo eso —le apuntó acusadoramente, el azabache terminó con su bebida, colocó el vaso en el lavadero y se encaminó al cuarto— ¡Espera! Era una broma teme —sin descobijarse se paró. El moreno estaba por dirigirse al sillón pero el rubio lo detuvo del brazo, bastó que sus miradas se cruzaran para entender lo que quería.
Ninguno dijo nada, ambos se metieron en la cama. Cuando eran parte del equipo siete ya habían compartido cuarto, suelo cuando se quedaban a la intemperie o tronco cuando dormían después de un entrenamiento, sabían que dormir cerca del otro era lo más seguro, por aquello de que un ninja es vulnerable cuando duerme. No obstante, consideraban que dormir tan cerca, al grado de compartir el futón, el colchón, o la cobija, era algo innecesario y molesto, claro que estamos hablando de cuando estaban en una misión.
En estos momentos sus vidas no corrían peligro, sus cuerpos estaban adoloridos, ninguno podía dormir y sólo existía una cama. Dadas las circunstancias era absolutamente necesario dormir juntos. Lo que no era necesario fue que entrada la noche el rubio se acomodara en el hombro del ojinegro, o que éste horas después le abrazara. A eso, definitivamente no estaban obligados, y al parecer tampoco les molestó mucho pues una vez que el sol iluminó el lugar y que ambos despertaron, no hicieron ademán de querer moverse, al contrario se quedaron ahí, uno junto al otro.
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