Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Show me your teeth por LadyHenry

[Reviews - 152]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Happy birhtday Anne! Espero que tengas un buen año lleno de yaoi ;)

Este capítulo es un flash back sobre la vida Dante.

 

La conversión de Dante

La primera vez que lo vio iba vestido con una capa negra, y llevaba puesta una capucha para resguardarse de la lluvia, al pasar por su lado pudo ver sus ojos claros gracias a la caída de un rayo, saludó cortésmente deseándole buenas noches con una voz suave y calmada que fue interrumpida por el trueno que retumbó en todo el palacio.

Ese breve instante bastó para que se prendara de las delicadas facciones y el elegante porte del desconocido, que no volvería a ver hasta una semana después.

Dante no era dado al romanticismo, ser un noble en una Italia azotada por la santa inquisición no era fácil dado su carácter libertino aunque discreto. Había decidido emigrar a Irlanda, donde tenía buenos contactos que le ayudarían a establecerse.

Tenía tres meses para terminar de arreglar sus asuntos oficiales antes de marcharse, lo primero que había decidido hacer era pedirle la bendición al abad de turno para que su familia estuviera contenta y lo dejase en paz, ya que no paraban de acosarlo para que desposase a una niñita a la que casi le doblaba la edad, era una vergüenza que siguiera soltero, debía tener descendencia. Así que les mintió afirmando haberse enamorado de la hija de un noble irlandés.

Durante su visita tuvo el dudoso honor de encontrarse con uno de los inquisidores, teniendo que presentarse ante él y sus ayudantes, hubiera resultado absolutamente tedioso de no ser porque una de esas ratas eclesiásticas era el encapuchado de ojos claros y suave voz con el que se había cruzado por el corredor del palacio durante la tormenta. Ganaba mucho al descubierto, tenía cierto aire infantil que contrastaba con la profundidad de sus ojos. A Dante le resultó turbador que le sonriera de esa manera cuando sus miradas volvieron a cruzarse.

-Buenas tardes, soy Daniel von Loar, siento interrumpir pero debo entregarle esta carta al abad.

-Buenas tardes, no se preocupe por mí, no quisiera ser un obstáculo para el desarrollo de asuntos importantes, con su permiso me retiro-se excusó Dante ante el abad, no quería ser testigo de esos escabrosos asuntos que solían tratar los eclesiásticos.

-No es ninguna molestia señor Mattia-dijo el inquisidor-además seguro que no nos perdonarían que partiera usted de viaje sin la ayuda espiritual que venía buscando.

-Esperaré entonces a que terminen de tratar sus asuntos-respondió Dante dejando claro que no quería ser testigo de nada, su fama de hombre discreto era bien conocida.

-Daniel podrá aconsejarle mientras nos reunimos, a pesar de ser joven es un sacerdote maduro que sabrá atenderle apropiadamente.

-Si no es molestia, estaría agradecido-aceptó Dante de buena gana.

-Por supuesto que no, Daniel siempre está dispuesto a cumplir con su deber.

-Gracias-dijo Dante antes de encaminar sus pasos junto a los de Daniel para salir del salón.

Pasearon en silencio por los jardines mientras oscurecía, hasta que Daniel rompió el silencio cuando llegaron a la capilla que en esos momentos  se encontraba vacía.

-Será mejor que entremos para tener privacidad-sugirió el sacerdote.

-¿No cree que los jardines sean un lugar a salvo de oídos indiscretos?-sonrió Dante.

-Siempre será mejor estar bajo techo sagrado-respondió Daniel instándole a entrar.

-Bien, ya estamos  a salvo, ¿qué es lo que sigue?

-Debería expiar sus culpas antes de partir, por si alguna desgracia ocurriera.

-Qué optimismo tan católico... así que pretende que me confiese.

-¿Para qué ha venido entonces?

-Muy bien póngase cómodo, tardaré un buen rato.

-Soy todo oídos.

-He mentido y he faltado a misa ¿con eso vale?

-No creo que esa sea la idea de limpiar vuestra alma, es algo más  profundo que requiere introspección.

Dante sonrió, normalmente hubiera entonado un solemne mea culpa para acabar cuanto antes y quedar bien, pero con Daniel le podía la provocación.

-Muy bien, adentrémonos entonces en rincones más oscuros, podría decir que mi mayor pecado es la lujuria.

-¿Ha cometido actos impuros con meretrices?

-No me gusta pagar por lo que puedo obtener gratis.

-¿Con mujeres adúlteras?

-No.

-¿Qué clase de mujer pondría en juego su honra por vos?

-Se sorprendería, pero no se trata de mujeres, prefiero la compañía de los caballeros.

-Oh entonces estoy ante un buen ejemplar de sodomita.

-No le noto disgustado.

-Eso es porque ha dejado de aburrirme. Mentir, faltar a misa... ni que fuera una cría de seis años.

-Así que los pecados veniales no son de su gusto.

-Si lo fueran no me habría molestado en ser uno de los consejeros de un inquisidor ¿no le parece?

-Supongo que no.

-Y cómo ha sido de lujurioso, debo saber el grado para imponerle la penitencia.

-Tanto como tener malos pensamientos con mi confesor.

-Interesante-sonrió Daniel con un brillo lleno de fiereza en sus ojos.- ¿Qué pensamientos le inspiro?

-Unos en los que le hago violar sus votos de castidad en este sacrosanto lugar.

-Para hacer caer en la tentación a un miembro del clero deberá pasar del pensamiento al acto.

-Creía que estaban entrenados para resistirse.

-Más bien para negar lo que hacemos, afortunadamente las piedras no hablan, y si no se sabe no hay nada de lo que arrepentirse.

-No sólo es atractivo, también es coherente, va a terminar enamorándome.

-No lo dude, tengo un amplio abanico de encantos-afirmó Daniel riendo mientras se acercaba a Dante tomándolo de la barbilla, quedando a escasos centímetros mientras se miraban directamente a los ojos, evaluando el contenido que estos se negaban a revelar.

Aquello podía tornarse en un juego peligroso, un miembro del clero y un noble que dejaban las apariencias de lado en su primera conversación era algo demasiado arriesgado, pero la atracción que sentían era muy fuerte, y saberse unos hipócritas amorales sólo la aumentaba.

Dante se alzó tomando de la mano a Daniel para dirigirse a las escaleras que daban a un pasadizo, con paso rápido lo guió hasta llegar a la entrada oculta  que daba a la biblioteca del convento. En el espacio que precedía a la entrada había una antorcha que iluminaba tenuemente al lado de las estanterías que servían de puerta, y un banco de madera que parecía estar allí para servir de asiento a los que tuvieran que esperar para cruzarla.

-No conocía ese acceso-sonrió Daniel complacido.

-Pues debería estar al tanto de su existencia, puedo asegurarle que aquí se comenten muchos crímenes contra la moralidad católica.

-No debería hacer acusaciones sin aportar pruebas.

-Claro que sí, estoy bautizado y no me han excomulgado-ironizó Dante.

-Aún...

-Pero si necesita pruebas estaré encantado de ofrecérselas.

-Eso está mucho mejor, hay que ser obedientes ante la autoridad.

En ese momento comenzó una fuerte lluvia y la relación que acabaría marcando la vida de ambos.

Dante se sentó en al banco y Daniel se sentó sobre él. Se notaba que tenían práctica lidiando con molestos uniformes, aunque a Dante le encantaba cómo le quedaba la sotana, remangarla descubriendo la firmeza de unas piernas demasiado suaves y esbeltas para pertenecer a un hombre provocó que su excitación aumentara de golpe, al seguir subiendo comprobó de forma tajante y obvia que tenía un sexo masculino que además estaba muy excitado.

Mientras Dante se dedicaba a recorrer sus bajos deshaciéndose de los obstáculos, Daniel desabrochaba la chaqueta y la camisa dejando el formado pecho al descubierto, sin quitar la vista de esos labios turgentes que sonreían maliciosos y satisfechos.

No pudo resistirse más a tomarlos entre los suyos, mordiéndolos con cuidado, repasándolos con la lengua que los invitaba a profundizar. Enredó sus largos dedos en los cabellos azabaches de Dante aumentando la intensidad, dejándolo sin aliento.

Intentaban contenerse, se sentían como críos ansiosos, a pesar de ser unos desengañados que disfrutaban transgrediendo las reglas habían vuelto a experimentar esa sensación de nervios que precedía a engancharse de alguien más allá del sexo.

Dante serpenteó con su lengua sobre el cuello de Daniel, como si de un adelanto de su futuro se tratara, se recreó torturándolo mientras sus manos se esmeraban dejándolo al límite, escuchar sus respiración entrecortada en contenidos jadeos lo hacía vibrar en placenteras punzadas.

Llevó su diestra a los labios henchidos y rojos que atraparon sus dedos lamiéndolos con fluidez haciendo que se revolviera impaciente, y es que ver esa expresión dejada mientras lo succionaba era demasiado, sus ojos entrecerrados, el rojez en sus mejillas... simplemente irresistible. Retiró los dedos de la entregada boca para terminar de prepararlo, lejos de resistirse Daniel abrió bien las piernas ondeando las caderas, estaba tan ansioso como él, disfrutó de cada movimiento que acariciaba su interior haciéndole consumirse de excitación, hasta el punto de levantarse para deslizarse sobre el palpitante miembro, arrancando un ronco gemido de satisfacción de los labios de Dante, que después de escasos minutos lo giró para tumbarlo sobre el banco y aumentar la fricción, necesitaba más libertad de movimiento, quería hacerlo fuerte, intenso, sentir cómo lo aprisionaba hasta liberarse en un delirante orgasmo, que también dejaría a Daniel exhausto.

-Corto y terriblemente intenso, no podía haberme gustado más para ser la primera vez-sonrió Daniel mientras recomponía sus ropas.

-¿Habrá una segunda?- Dante alzó la ceja con incredulidad, le había encantado y se moría por repetir, pero era muy arriesgado, no había más que ver cómo se habían descontrolado arriesgándose sin calibrar las consecuencias.

-Por supuesto, no te dejaré absuelto tan fácilmente.

-Haré todo lo que pueda por enmendarme entonces.

-Tenlo por seguro.

Dante no sabía en esos momentos la certeza que había en sus palabras, pero ni el tiempo ni las reglas conocidas serían un freno para cumplirlas.

A partir de ese momento Dante sufrió un cambio en sus prioridades, pasaba más tiempo con Daniel, con la excusa de reconducir su vida, su familia estaba encantada creían que estaba pensando en enderezar sus costumbres, sentar la cabeza y formar una familia, poco sospechaban que se estaba torciendo aún más.

Era complicado mantener la relación en secreto, pero eso lo hacía más emocionante. Poco a poco fue fortaleciéndose su confianza, dejando de lado las barreras que habían levantado para que nadie se acercara demasiado se convirtieron también en amigos. Cada vez se querían más, no podían conformarse con encuentros furtivos, así que llegó el temido momento de tomar una decisión, marcharse juntos o alejarse del todo.

Después de mucho meditarlo decidieron arriesgarse, no iban a fugarse, eso era una solemne estupidez. Dante se marcharía primero y dos meses después Daniel iría de retiro espiritual a un monasterio irlandés, después se haría con el puesto de consejero de alguna autoridad, y una vez establecidos lejos de la familia y los conocidos podrían plantearse otro tipo de relación.

La despedida fue visceral, se prometieron recuperar su relación costase lo que costase.

Dante se embarcó decidido a luchar por algo que nunca valoró demasiado hasta conocer a Daniel, pero su lucha acabaría prolongándose más de lo que hubiera podido imaginar nunca.

El destino que le aguardaba en "el holandés sangrante"  era inesperado e increíble a sus ojos racionales y reacios a la superstición.

Se sentía incómodo con la tripulación, parecían estar asustados y por nada del mundo querían bajar a la bodega, sólo había un adolescente que lo hacía sin rechistar, tal vez temiera las represalias el caso es que cuando le preguntó qué ocurría fingió no entenderle.

Cada día el ambiente se tornaba más tenso y agitado, escuchaba cuchichear a los marineros en rincones apartados, pero no era porque estuvieran intimando, sus caras tenían expresiones temerosas, no había miradas sexys ni arrumacos, y estaban paranoicos pensando en que pudieran pillarles, pero no en el sentido morboso, estaban asustados de verdad, y no hay nada más anti erótico que el miedo, puede que también el mal olor y si ya se juntaban ambos en la misma situación...

Dante empezó a preocuparse cuando desaparecieron miembros de la tripulación, al principio lo achacó a una epidemia, llegando a temer por su vida, viendo que nadie caía enfermo sino que morían repentinamente desangrados pasó a creer que se trataba de un asesino fetichista, actuaba por las noches y por lo que había oído los degollaba ya que los marineros se tapaban el cuello, lo que no comprendía era que apestasen a ajo.

Dado que el adolescente lo evitaba intentó preguntarle a uno de los más viejos el que le parecía más sensato, pero sólo logró que le dijera una palabra "upir", le sonaba de algo pero no acababa de ubicarla, estuvo dándole vueltas hasta que recordó haberla escuchado durante una de las veladas en las que su padre recibía a los viajeros de paso. Uno de ellos les había contado leyendas rurales sobre muertos que volvían de la tumba sedientos de sangre, los había llamado upirs.

Saber que lo que pensaban los marineros sobre las muertes era que había un vampiro a bordo le resultaba delirante, en cualquier caso debía protegerse, intentaba estar alerta y pagaba  para que vigilasen de noche, como último recurso se anudó un pañuelo al cuello  si el asesino era fetichista tendría que quitarlo antes de atacarle, entonces se despertaría con tiempo de reaccionar.

Pero el ataque se produjo cuando estaba despierto, después de la medianoche mientras paseaba por la cubierta se fue formando una niebla espesa al punto de no ver nada, hasta que de ella emergió un apuesto hombre de elegante vestimenta, por su aspecto podrían tener la misma edad, aunque le extrañaba mucho no haberlo visto en toda la travesía.

-Buenas noches Dante-saludó el desconocido parándose a su lado.

-Buenas noches, ¿nos conocemos?

-Umm creo que no habíamos tendido un cara a cara, pero compartimos la misma sangre.

-¿Por qué parte?

-Por la paterna.

-Ahora que lo pienso se parece a uno de los retratos familiares.

-¿Si?

-Sí, es asombroso, los ojos grises y rasgados, ese extraño tono entre castaño y caoba...

-Unos rasgos destacables, lástima que con el tiempo se hayan perdido, pero tú eres un buen ejemplar, aunque te parezcas más a tu familia materna.

-¿Con qué familiar tango el honor de hablar?

-Con tu tatarabuelo Carsten.

Dante estalló en carcajadas ante el regocijo de su acompañante.

-Qué gracioso, aunque teniendo en cuenta que desapareció y nunca se tuvo pista alguna de lo que le había sucedido es un poco macabro por su parte.

-Tuve el poco juicio de hacerme amante de un vampiro y un buen día me convirtió, no podía volver a aparecer por la casa familiar.

-Entiendo.

-No, me parece que no lo comprendes, pero no importa, te he elegido a ti para probar si es cierto lo que dicen.

-¿A qué se refiere?

-A que no se alcanza el máximo desarrollo de las habilidades vampíricas hasta que se convierte a un descendiente. He tardado mucho en decidirme, pero ya no hay marcha atrás.

Dante creyó que le estaban tomando el pelo, que era una broma de mal gusto. Pero antes de que pudiera objetar algo el desconocido había desanudado el pañuelo pegando su boca a la yugular, primero la palpó con la lengua reconociendo el terreno y luego se hundió lentamente tomando la sangre, haciendo que bombeara veloz por todo su cuerpo para acabar derramándose en la ávida boca. Todo fue rápido e indoloro, puede que hasta placentero, cuando quiso darse cuenta estaba tumbado en su regazo mientras la sangre que brotaba de la muñeca caía sobre sus labios, ofreciéndole el sabor más adictivo que jamás probase.

Dante tuvo que aprender las reglas básicas de supervivencia, también descubrió secretos familiares que hubiera preferido ignorar. Carsten resultó un maestro muy metódico, después de todo Dante sería su primera y única conversión, se lo debía según su extraño sentido del honor.

No tuvo mucho tiempo para pensar en lo que le había ocurrido o divagar sobre la naturaleza no humana de su nueva condición, sólo podía adaptarse. Al llegar a Irlanda estuvieron un mes juntos mientras Carsten le enseñaba a moverse entre humanos sin despertar sospechas, y a desarrollar sus nuevas habilidades, una vez estuvo seguro de que sabía defenderse se despidió pidiéndole que fuera cauto, Dante quiso protestar reclamando su derecho a saber más, a que contestara todos esos porqués que se agolpaban en su cabeza, pero  como mismo vino se  marchó, desvaneciéndose entre la espesa niebla de la noche.

Tampoco tuvo tiempo de lamentarse o llorar por su pérdida, el hombre del que estaba enamorado llegaría en un mes y no podría explicarle que ahora era una especie de monstruo, debía  hallar una solución antes de echar a perder la vida de Daniel, después de todo Carsten había acabado así por ser el amante de un vampiro.

Después de mucho pensarlo decidió enfrentar la situación y contárselo a Daniel, después la decisión de seguir o dejarlo estaría en sus manos, él respetaría su elección.

Daniel llegó  un mes después y muy cabreado, no le gustaba eso de quedar en plena noche en uno de los callejones del puerto, le resultaba sórdido hasta para un miembro del santo oficio que iba a pasar de su retiro espiritual para practicar sodomía.

Para colmo notaba a Dante muy cambiado, sus ojos le resultaban más penetrantes y fríos, como si pudieran leerle el pensamiento, su pelo y sus uñas tenían un brillo antinatural y se esforzaba por reprimir las sonrisas. Lo que peor llevaba era que se le quedara mirando al cuello fijamente perdiendo la noción del tiempo, sin prestarle atención a lo que le decía, y que sólo se vieran durante las noches, debido a que debían mantener oculta su relación, ¿para qué coño se habían marchado a Irlanda entonces? Estaban incluso peor que al principio.

La gota que colmó el vaso fue la indecorosa conducta de Dante en uno de sus encuentros amorosos. Daniel insistía en besarle en la boca, pero era esquivado una y otra vez, al principio pensó que ya no lo deseaba, que se había hartado porque lo que en realidad le gustaba era el peligro de ser descubierto, por eso se empeñaba en mantener ese absurdo jueguecito de amantes clandestinos.

Pero sus pensamientos pasaron a un segundo plano cuando sintió cómo Dante lo desnudaba con una urgencia y rapidez alucinantes, dignas de un arrebato de verdadera locura. Estaba en la gloria cuando comenzó a repartir pequeños besos a lo largo de su cuello, que se fueron tornando más intensos, se paseaba insistentemente desde la base hasta las orejas, ya enrojecidas por el roce, le encantaba escuchar esa especie de ronroneo ansioso que emitía al llegar a la yugular, y de repente ocurrió.

Fue un pequeño pinchazo pero sus sentidos se pusieron alerta, eso no era un mordisquito cariñoso, hubiera jurado que sólo podría tener esa intensidad una bestia cuadrúpeda. Y es que Dante ante el descontrol olvidó manipular a su amado, mirarlo a los ojos dándole hipnotizantes órdenes, se saltó ese paso previo que aseguraba su tranquilidad  y libertad de acción. Y la jodió.

Daniel se puso en pie escabulléndose de sus brazos, insultándolo.

-Maldita bestia malnacida qué pretendes.

-Daniel yo sólo... lo siento, me he emocionado demasiado.

-Déjate de excusas yo sé bien lo que eres.

Dante dejó de respirar.

-¿De veras?

-Claro que sí, no soy idiota, he ajusticiado a muchos depravados de tu calaña.

-Vaya no sabía que estaban al tanto de nuestra existencia, o más bien de que la tomaran en serio y no como una loca fantasía de campesinos ignorantes.

-Nosotros investigamos bien todos los rumores, de qué crees que vivimos.

-Y qué te parece...

-Una mierda, no pienso consentir que me trates como carnaza para perros, si quieres hacer realidad tus fantasías fetichistas vete a un puente a buscar meretrices que estén dispuestas a cumplirlas.

-¿De qué hablas?-preguntó Dante estupefacto.

-Puede que sea un sodomita pero mis perversiones no llegan tan lejos como para permitir que me agredas, búscate una zorra que se deje dominar y aléjate de mí, porque como te me acerques de nuevo te denuncio al santo oficio y me encargo personalmente de torturarte lenta y dolorosamente ¿capisci?

Dante asintió, al ver la determinación en los ojos de Daniel supo que no toleraría la clase de criatura en la que se había transformado, cosa de la que no podía culparlo. Lo mejor era dejarlo marchar sin complicar más las cosas, su destino no era permanecer juntos, la burla a las convenciones sociales no había podido resistir a lo sobrenatural... aunque a los ojos de Daniel su ruptura se debiera a una parafilia de mal gusto.

Esa fue la primera lección que le enseñó Daniel, lo primordial para un vampiro es controlar sus instintos y los de su presa. La segunda, fue en la década después de su separación cuando supo de su muerte y sintió un vacío culpable, que más tarde reconociera como frustración ante la cobardía de no desvelarle a la persona que más había amado la verdad, y la tercera estaba por llegar, consistía en que toda situación que se evite se repetirá cíclicamente hasta resolverse como debe, pero esta vez el encargado de aleccionarle se llama Elliot.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).