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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Shaka ha confesado por fin su pasado y sus razones para no permitir sentir lo que siente, pero Saga no piensa quedarse de brazos cruzados ¿Qué es lo que buscará con investigar al señor de los Wimbert?

Aquella noche que llegó al apartamento de su hermano, fue con el no tan amigable escenario de Kanon y su pareja teniendo sexo precisamente en la mesa de billar. Frunció su ceño, no molesto en realidad pero si con una evidente excitación de lo ocurrido con Shaka minutos después que con dicho espectáculo se hizo más pulsante y ahora tenía que resolver con sus propias manos. Luego de ello, ya bañado y listo para acostarse y con Kanon a su lado después de dejar a Mu en la habitación, por cierto, con una cantidad de disculpas por el escenario; pudieron hablar sobre los resultados de la noche y sopesar sus próximas acciones.

—En realidad nunca me importó los que los viejos pudieran decir, igual, siempre estaban más al pendiente de ti—le confesó Kanon esa noche, mientras bebía un poco de leche.

—Pues, en mi caso, me importó demasiado—concluyó él, mirando el acabado del techo—. Así que en cierta forma lo comprendo. Hijo único, según palabras de Simmons, era el tesoro de ese hombre… venir a caer y en semejante forma…

—Igual sigue siendo exagerado que…

—No quiere volver a confiar—informó el mayor a su hermano, mirándolo de reojo—, mi verdadera pelea no es contra su pasado, es contra él que no quiere volver a confiar, que quiere verme como los demás que han pasado por su vida y a quienes ha dejado de lado—se levantó, moviendo las llaves del auto entre sus manos, mientras barajeaba sus cartas restantes—. Y las razones para no confiar están en su pasado, por eso ha salido a la luz. Ahora que tengo las evidencias, comprendo el porqué actúa así, el porqué se cierra; ahora, la pregunta es, como destruir sus argumentos. Demostrarle que soy diferente.

—¿Con haberte quedado con las ganas para dejarlo dormir no es suficiente?—enarcó una ceja jocoso. Saga le hizo una mueca de enojo.

—No me lo recuerdes…—el menor se rio divertido—. No es suficiente, para él será: “parte del plan”, le buscará una razón lógica y quitará lo evidente—resoplo aire viendo el ventanal hacía el jardín del edificio y las demás edificaciones—. Mi mayor enemigo es su orgullo y su desconfianza. Ahora, lo mejor es no azorarlo hasta que terminé el trabajo, mientras decido mi próximo movimiento…

—Lo harás confiarse de nuevo, que te quedaste tranquilo para…

—Volver a atacar…—sonrío con autosuficiencia—, cuando de nuevo tenga la guardia baja.

Y así haría, a partir de la mañana…

Esa mañana, Shaka amaneció con un sentiemiento incomodo en el pecho. Acostado, luego del Yoga, Shaka miraba el frio techo de su habitación con aquella sensación sombría en su pecho. Ese hombre había quebrado su última fila de defensa, su última protección. Ese hombre había entrado demasiado dentro, había superado sus barreras, traspasado sus fronteras y lo peor del asunto es que se veía dispuesto a seguir avanzando, acercándose… acorralándole.

Admitió finalmente… le aterraba. La idea de volver a abrirse, a atarse a alguien…

A amar, le aterraba…

Cerró parpados atrapando de nuevo la brisa que agitaba sus aguas, luego de la cascada, con esa paz tan tenebrosa para él quien siempre había sido un río con fuerza avasallante, uno de caudal fuerte e imponente… ahora sentía un reposo tal que le asustaba… la calma de las aguas luego de caer en cascada era demasiada tranquila, tanta que simplemente se sentía fuera de lugar… como una quieta laguna que poco a poco volvía a tomar el cauce. Abrió zafiros azules, turbios, dispuesto a tomar de nuevo camino…

No podía quedarse con esa calma…

No quería, no podía…

Quizás un necio, si…

Se levantó de la alfombra, decidido a armar nuevas murallas. Ya faltaba poco para terminar el trabajo y con ello… con ello ya no habría nada que lo pudiera atar a él… ninguna excusa para verlo ni para responder sus llamadas. No habría nada…

Se alistó como acostumbraba, durante el viaje del autobús se dispuso a organizar el nuevo itinerario, llevaba un bolso con al menos cuatro mudas de ropa y confiaba que Aioria y Aioros hayan tomado las palabras de Aphrodite en serio para que estuvieran preparados. Tres días, terminar los arreglos dispuestos en sietes días en tres, esa era la meta.

¿Y luego? Ya Shaka sopesaba una opción: cumplir la amenaza que le impuso a Saga aquella vez que lo besó en el baño. El bolígrafo siendo pasado entre sus dedos y el rubio volvió a preguntarse en que momento se equivocó con él, se confió, jugando con lo evidente, permitiéndose bajar la guardia, pensando en que quizás se quedaría tranquilo, que se la pasaría, que no lo tomaría tan en serio…

Una sonrisa como burla para sí mismo…

Era evidente que no sólo fue descuidado sino que le dio suficiente razones a ese hombre como para querer devolver el favor usando sus propios métodos. Investigarlo, obligarlo a verse con Simmons… obteniendo finalmente de sus labios toda su vida para terminarlo dejando con la excitación a flor de piel y su corazón tambaleando con más razones para ceder; con las marcas latentes de sus besos y caricias, no las dada con pasión cuando él lo provocó, sino las que fueron entregadas luego de su confesión, las que le estaban creando reacciones más allá de las carnales. Había deseado más de ella y se recriminó por ello… se recriminó por los deseos de gritarle para que volviera, lo amara de esa forma, de esa que había olvidado que existía…

Llegó con esos pensamientos a la casa. Cuándo entró a casa y vio ya a los castaños trabajando en sus labores se sonrío confiado. Observó los arreglos, constatando que ya faltaba poco, que pronto acabaría y esa casa, esa casa había significado una remodelación para ese hombre que cuando lo encontró estaba caído y sin fuerzas en el restaurant; que cuando lo conoció, supo, que era un mar encerrado, intentando ser laguna, no moverse demasiado para no mostrarse. Pero el día anterior le había mostrado lo que era capaz y comprobó, que ante tan poderoso mar, por muy grande y fuerte que sea un río no había mucho que hacer… Siempre la sal le dará sabor a sus aguas dulces.

—¿Mejor?—escuchó a sus espaldas la voz del sueco, quien acababa de llegar y dejar a su equipo ocupándose de sus tareas. El rubio asintió—. Dime que no harás la locura de los tres días o…

—Sabes que no soy hombre de cambiar de opinión de la noche a la mañana—lo miró severamente—. Tengo que hablar contigo al mediodía, ¿me aceptas un almuerzo? Hay un restaurant cerca—el decorador de cabellos celeste de inmediato supo que había más.

—¿Qué has decidido, Shaka?—los ojos azules del rubio le miraron con seriedad. Había notado la preocupación en su compañero, la genuina, la que siempre había estado a su lado.

—Sólo tomar nuevos rumbos… Es hora de que este río cruce nuevas fronteras…

Y con ello lo dejo a un lado, dando órdenes a los castaños y explicándoles los nuevos arreglos en el horario. El sueco chasqueó la lengua un tanto aturdido, ya que Shaka aunque se veía sereno parecía no ser porque las agua se hayan tranquilizado a su modo. Se notaba como si quisiera volver a tomar control de sí mismo, ser el que era antes de una mortal caída. ¿Qué ocurrió el día de ayer? ¿Tendría el abogado algo en que ver con ello?

—Recuérdame no deberte nunca nada más—refunfuñó el español acariciando su sien, mientras el abogado se rio maliciosamente con la acotación—. Debiste ser contador, en tu otra vida debiste ser cobrador de impuesto…—seguía vociferando, mientras intercalaba algunas palabras en sus lengua patria.

—Vamos Shura, no puedo ser tan fastidioso ¿o sí?—la mirada oscura del ibérico fue suficiente respuesta, ante la cual, el fiscal volvió a reírse.

—Sabes que con todo lo que he averiguado ya te pagué la deuda de vida, ¿no?—el abogado enarcó una ceja de forma prominente—. Eso quiere decir que ahora eres tú quien me debe, Saga.

—Bien, bien, te pagaré, veré como. Sólo ayúdame a conseguir más información de ese hombre—el hispano resopló con fastidio, imprimiendo lo encontrado.

—Al menos esto fue más fácil, no se cambio de apellido ni parece fugitivo de país—le pasó los documentos impresos—. El tipo esta forrado de dinero, tiene varios inmuebles a su nombre no sólo en Inglaterra sino también en Francia, Suecia, Alemania y Rusia. Heredero de una gran fortuna, posee a su nombre cuatro cuentas millonarias en bancos suizos, todos, por cierto, con aval. No se ve que este inmiscuido en nada ilegal—el abogado leía toda la información—. Según mi contacto en Londres, es un hombre algo inaccesible para encontrar, no es mucho lo que sale, su vida se remite de su casa a su trabajo, no es de los típicos hombres ricos con amantes o vida nocturna como se tiende a creer.

—Un hombre de casa…—susurraba el griego viendo la foto—. Menos mal que Shaka no heredó sus cejas—y allí el español fue quien rio divertido.

—El hijo salió con la belleza de su madre, una mujer de buena familia, no se conoce tampoco nada turbio—paso de nuevo su mirada a la pantalla—. Mi contacto ya había averiguado esto con antelación, se lo había pedido. Ya sentía que me lo ibas a pedir en cuanto vi el pasado del chico. ¿Qué piensas hacer ahora que sabes qué pasó con él? ¿Le dirás que lo has estado investigando?

—Ya lo sabe—el policía lo miró en espera de una muy buena explicación. Le causaba cierta curiosidad saber que habría opinado el decorador aunque, al fijarse bien, una leve marca morada en su mandíbula le dio indicios—. Tiene un gancho envidiable—de nuevo la risa del policía, una tal que hasta le hizo sacar una lágrima que secó rápidamente.

—No esperaba menos—vio cuando las carpetas eran sacudidas en sus manos, con evidente frustración—. ¿No te sirve?

—Va a ser más difícil de lo que pensé—devolvió la mirada—. ¿Seguro que no tiene ningún negocio o bien aquí en Grecia?—el español asintió—. Como haré para reunirlos…

—¿Demasiado limpio para ti, Saga?

—Si no tiene nada que ocultar, ni algún bien aquí en Grecia, sólo me queda ver de qué manera meto a Shaka en un avión a Londres—suspiro al ver que su secretaria lo había ido a buscar en los cubículos del policía, avisándole que tenía una persona que lo buscaba—. Bueno, ya veré que puedo hacer con esto… un último favor, Shura—el pelinegro lo miró expectante—. Búscame el número personal de Simmons Whorthan.

Lo único que escuchó al partir del cubículo fue un: ¡Ave María Purísima!

Ya los arreglos habían sido concordados, la cocina estaba para afinar los detalles, el jardín estaba a punto de terminarse, sólo quedaban leves arreglos a la sala principal, el comedor y el salón de lecturas; entre ellos, el cuadro impresionista que adornaría el centro del comedor y que, tampoco pudo pintarlo esa mañana. Hablando de eso, Aphrodite y Shaka abandonaron la casa al mediodía para almorzar en un cómodo restaurant de comida japonesa, sentándose en una mesa algo apartada, mientras los mesoneros los atendían. El sueco observaba que pese a saber que Shaka estaba a punto de conversarle algo importante, detectable por la seriedad con la que lo miraba; no estaba muy seguro que esperar de aquello. En la llamada de la noche se sentía turbio, frágil incluso, como una tormenta que estaba por desatarse pero en ese momento, esa calma aparente no podía ser buen indicio. Lo conocía, lo suficiente como para saber que esa tranquilidad fuera el punto final de una etapa para él.

—¿No pedirás?—preguntó el rubio sacándolo de sus pensamientos. El sueco sólo tomó la piña colada y la alzó, indicando que tomaría eso—. Ya veo, no pensé que estuvieras aún con tu dieta—el rubio tomaba un poco de la ensalada de mariscos que había pedido con salsa de soya.

—Me temo que lo que vienes a decirme me caería mal con el estomago lleno—acotó el sueco tomando un sorbo y escrutándolo con sus aguamarinas.

—No es nada que deba molestarte—pasó el camarón a su boca, mirándolo fijamente—. ¿Cómo actuarías tú si un cliente hace lo siguiente…?

Y allí, le contó. Aphrodite no pudo disimular el asombro y terror que le dio al oír todo, la forma en que ese hombre lo había investigado, que provocó el encuentro con aquel a quien no quería ver,  y que aún pesé a haberlo golpeado se apareció a su apartamento. Eso sin siquiera prestarle atención al hecho de que llegó a su apartamento cuando nunca se lo había dado y también supo lo de su cumpleaños, que era algo que sólo el sueco sabía, por el momento. ¿Era posible que haya llegado a ese nivel? ¿A investigarlo, desenterrar su pasado, a obligarlo a enfrentarlo?

—Está loco…—susurró pasmado el decorador de exteriores, pasando un trago fuerte de agua para pasar tanta información—. Shaka, tu puedes denu…

—Ni mencionarlo, ya me dijo que si lo hago lo moverá todo a su favor—los ojos celestes del compañero lo miraron aturdidos—. Además, le di razones para hacerlo—subió sus zafiros para mirar a su acompañante—. Yo fui quien empezó a meterse en su vida, a jugar a ser el psicólogo, regalarle un libro, decirle que no haría un trabajo en su casa si él no tomaba una decisión en su vida…—resopló con fastidio—: sólo me está pagando el favor con la misma moneda y con sus métodos…—coronó llevándose un calamar y lechuga a su boca.

—Por más que sea, regalar un libro jamás es igual a investigarte de esa forma. Ok, digamos que contó con suerte de que ese hombre estuviera justo aquí, pero… ¿qué hará luego? ¿Contactar a tu padre?—y el ruido de los cubiertos caer al plato de porcelana había sido suficiente indicio—. Shaka…

—Lo creo capaz de eso…—murmuró el rubio, como si en ese momento sopesara esa opción. Pasó su mano por el cabello, visiblemente aturdido—. ¡Mierda!—masculló con ira—. Con todo lo que le dije ayer…

Se mantuvieron en silencio, un silencio cómplice. El sueco tomó de nuevo la copa de agua, bebiéndola de dos tragos, comprendiendo por fin lo que ocurría, que esa calma significaba que ya era hora de partir… significaba…

—Definitivamente lo mejor es irme…—era hora de correr a otros rumbos.

—¿Es eso lo que venías a decirme?

—Sí, pero no pensaba que tendría que ser tan pronto… si le doy tiempo es capaz de aparecerse con mi padre en mi casa. ¿Cómo? ¡Ni me lo preguntes!

—Y yo…

—Quería que contactaras con Angelo Martioni.

—¿El dueño de los castillos y las hoteleras en Italia?—preguntó con asombro.

—Sí, hace meses me había propuesto que fuera a Italia para ayudarlo con la decoración de dos nuevos hoteles—los ojos azules estaban decididos, el rumbo se estaba fijando—. Creo que es hora de ir a Italia. Contáctalo y pregúntale si aún la propuesta está en pie.

—Con las influencias que tiene ese hombre puede protegerte pero… sabes que tenía otras intenciones contigo, Shaka—el rubio miró al techo, contrariado—. Al menos sé sincero conmigo. ¿Lo quieres?—los zafiros que bajaron a ver el mantel—. Te conozco bien, tú no estarías huyendo. Incluso, yendo al principio, no te hubieras permitido regalar ese libro, no te hubieras puesto a querer ayudarlo. Shaka, ante ningún cliente has mostrado lo que con él…

—No quiero quererlo—la confesión—. Y si no huyó ahora, antes de que él siga destrozando mis argumentos, terminaré… no queriéndolo, Aphrodite… terminaré amándolo.

Y eso era lo que más temía.

Mientras tanto, el abogado veía con asombro a su visitante. El cabello rojo que caía a los hombros, sus ojos tan azules como el mar, de piel blanca, vestida de forma casual. Un traje color vinotinto, con una camisa rosada dentro, discretos zarcillos de oro, maquillaje sutil… su ex esposa.

Si bien no habían quedado en malos términos, la visita no dejaba de incomodarlo. ¿Con qué razones ella aparecería y precisamente en su oficina, sin avisar? ¿Había ocurrido algo? La mirada llena de ternura de la mujer no supo de qué forma tomarla, sin embargo, cuando esta se acercó a abrazarlo a modo de saludo, dejándole un beso marcado en la mejilla, él la recibió sin oponer resistencia.

Pidió entonces a la secretaria que sirviera un poco de café para atenderla, pero la joven mujer rechazó el ofrecimiento.

—Y bien, ¿y esta sorpresa?—preguntó ya un tanto inquieto. La mujer sólo sonrío después de dar un suspiro—. ¿Sucedió algo malo?

—Sé que desde nuestro divorcio tu relación con tus padres ha estado un tanto… turbia—comentó la pelirroja, mirándolo seriamente—. Comprendo tus razones y sé que acordamos mantener la verdadera causa en discreción, incluso para ellos.

—Marin…

—Tu madre me llamó hace tres días, justo vengo llegando de Almyros—e inmediatamente supo que algo había pasado—. Me dijo que sólo atinó a llamarme porque… bueno, sus palabras fueron: me he quedado sin hijos—el griego bajó la mirada dolido con la expresión—, así que intenté ir a apoyarla. Saga, tu padre…

—¿Qué le pasó a papá?—subió la mirada preocupada.

—Tu padre tiene Alzheimert—esmeraldas que se abrieron aturdidas—. Tuvo una crisis hace pocos días, lo lamento mucho… pero creo que deberías ir antes que… antes que termine olvidando todo…

Mal de Alzheiment…

—Tu madre detectó que había algo mal porque siempre olvidaba las cosas, perdía noción del tiempo, estaba perdiendo facultad de tomar el rosario para rezar con su mano derecha. En estos momentos aún están haciendo unos estudios para poder determinar el nivel del… daño. Comprendo que dejaras de hablar con él desde que encontraste a tu hermano, que luego de ello él no te haya dirigido la palabra por considerarte un…

—Un cómplice del pecado de mi hermano—completó el abogado, pasando sus manos temblorosas por la frente.

—Tu madre necesita apoyo, Saga…

Cuando el tiempo se agota… cuando las cosas se olvida…

Y entonces su mirada fue hacía la carpeta que aún tenía en mano, la fotografía del padre de Shaka, su historia…

¿Acaso Shaka también esperará a una sentencia igual?

Cuando ya no quedé tiempo…

Y Shaka quería seguir huyendo…

Notas finales:

Gracias a todos por sus comentarios. Ya el fic está por terminar ^^


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