Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

[Reviews - 172]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Saga ha decidido seguir a Shaka hasta Italia si es necesario y obligarlo a confesar su sentimiento, pero el encuentro de Shaka con su padre lo ha dejado marcado ¿Hasta que punto sus sentimientos podrán sobreponerse a esos golpes?

Los jadeos y gemidos inundaba su oído, su mente, su visión, su todo. El cabello dorado se desparramaba lánguidamente por las sabanas azules, el cuerpo se removía abrillantado por el sudor. Planicies de piel blanca, toda la flexibilidad que ya le había tocado experimentar en su apartamento ahora estaba en su cama, mientras sus manos sin premura se encargaba de acariciar de palmo a palmo toda la extensión frente a él. Volvió a capturar entre sus labios la tetilla derecha y le sintió estremecer ante el roce de su lengua rugosa con aquel pezón endurecido. El poco vello dorado se apegaba a la piel por la saliva y toda la textura a él le parecía el mejor de los afrodisiacos.

Los dedos blancos entonces se anclaron en su cabello, le afianzaron aún más mientras devoraba con verdadero frenesí aquel montículo de carne, chupando y jalando entre sus labios, mordiendo un poco para luego lamerlo aleteando en variadas direcciones al mismo tiempo que aquel cuerpo sucumbía a esas húmedas caricias. La espalda del menor se arqueo dando espacio a su brazo para internarse y tocar la sudada espalda. Le escuchó gemir y le sintió temblar mientras su mano descendía hasta el desliz de sus glúteos, sentía el erizar de sus poros y oyó el suspiro ahogado por el deleite del menor.

Lo amaba, ¡por los dioses que lo amaba! Tenerlo así era como la gloria misma. Sentía su pecho agitarse no solo del palpitar acelerado debido a la excitación sino de la amalgama de emociones y sentimientos que revoloteaban y se golpeaban contra su piel. Extasiado subía su rostro hasta el cuello blanco y respiraba su aroma mientras tocaba, seguía acariciando y adorándolo con roces que lo enloquecía. Sus dedos empezaron a rozar el inicio de la falla que dividía sus glúteos y el vibrar de aquel cuerpo debajo de él lo ahogaba en un cumulo de deseos que quisiera estallar de un solo golpe. Pero no, se aguantaba, se controlaba, quería disfrutarlo, disfrutar el manjar de tenerlo así: perdido debajo de él, vulnerable a cada caricia, a cada beso, a cada…

—Te amo…—le susurró al oído, respirando con dificultad. La mano que aún estaba en su cintura descendió rápidamente hasta tocar los vellos dorados y hacerlo estremecer.

Escuchó de respuesta su nombre en un ronco gemido gutural que lo puso a temblar por entero. Vio esos ojos azules mirarlo brillantes entre el deleite y la turbación. Besó de nuevo sus labios, y sentía el fuego gangrenar sus fuerzas cuando era respondido con tantos deseos, con tanta vehemencia, cuando sentía esa lengua penetrando por su boca y danzando con la propia mientras luchaban por mantener aire en los pulmones entre cada ósculo de llameante fuego. Sus dedos palparon la base del sexo que rozaba en su vientre y la corriente que azotó el cuerpo dorado provocó que la cabeza fuera echada hacia atrás y ahora sus labios tuvieran amplio espacio para devorar aquel cuello blanco. Así hacía; lo sometía, bebía y lamía, besaba y chupaba su cuello, su mandíbula, mientras sus dedos subían delineando los bordes de aquel hombría, apretaban ligeramente y la sentía palpitar entre sus falanges.

Los gemidos se hicieron más rítmicos y ahogados. El sudor corría en gruesas gotas hasta la cama y la sangre manaba como ríos en aguas rápidas o lago de magma hirviendo preparándose para salir en cuanto el volcán hiciera erupción.  Se reincorporó un poco para concentrarse en palpar entre sus manos la virilidad del más joven, observarla y extasiarse con su presencia, con el tacto caliente, con la humedad desprendida por el sudor y el líquido pre seminal. Se embebía en la imagen de aquel hombre ronroneando y danzando entre las sábanas por todo el deleite, por toda esa fuerza, el brío que destilaba ante cada caricia, retorciéndose… llamándole…

—dioses…—cayó a su lado de nuevo, con los ojos cerrados y metiendo su nariz entre los cabellos dorados.

La vista era demasiada. Lo sometía por completo, adoraba todo lo que estaba atestiguando, el cómo se entregaban, el cómo le hacía delirar de placer y un sólo gesto de él era capaz de hacerlo encender, a un punto tal que casi no coordinaba. Hacía un esfuerzo, un enorme esfuerzo para no voltearlo y penetrarlo de espalda, para no tratarlo como había tratado a tantos en su vida intentando esconderse de la sociedad, en los cuartos oscuros, con aquellos desconocidos. No, él quería marcarlo, quería sellarlo con él, demostrarle que lo que sentía por él si podía proceder, que estaba equivocado, que él podía amarlo tal como ya lo amaba…

Pero se estaba atando, más y más. Ante el paso de cada caricia no solo él quedaba marcado, sino que aquel se marcaba dentro de él con una huella imborrable. Más tenaz y ardiente que las de aquellas uñas en su espalda, mucho más que esas voces en su cerebro. Conforme lo tenía se iba dando cuenta que no… no podría irse y dejarlo, que en cuanto lo hiciera quedaría en él algo, algo que se arrancaría de tajo.

—Te amo…—volvió a asegurarle mientras le escuchaba gemir y algo en su pecho se rompía en pedazos, no escuchando respuesta a su declaración. Se concentró entonces en seguirlo amando, en seguir acariciando su cuerpo creándole corrientes de placer a lo largo de su piel… se dedicó a…

—¿Me amas?—le preguntó el más joven, abrazando su cabeza y apresando su cabello entre aquellas manos blancas.

Saga sintió aquella luz, aquella brisa cálida que golpeó contra su pecho y creó en sus ojos la sensación de lágrimas que amenazaban por inundar sus ojos. Emocionado, abrumado, sintiéndose desfallecer por tantos sentimientos amontonados en su garganta; el griego se reincorporó, buscó su rostro, miró esos azules observándolo con adoración. Besó con labios temblorosos, con su corazón golpeando el tórax furiosamente y si, aquella palpable felicidad que le hizo decidir abandonar las caricias de ese miembro para simplemente abrazar su cuerpo, cubrirlo con el propio, dedicarle por entero y demostrarle que no, no era solo la atracción sexual, no era el cuerpo, no era el sexo… era más, mucho más… algo tal que le había hecho cambiar la perspectiva de su vida, pelear contra todo, contra sí mismo por tener una oportunidad. Que todo lo que había hecho, aunque tal vez fuera incorrecto, era porque lo quería… lo quería…

—Te amo…—le dijo entre besos, con sus parpados vibrando al tiempo que rosaba su nariz con la de él, vivía el momento, se marcaba, lo marcaba.

Se entregaba…

—Saga… no me condenes.

Y esas palabras le hicieron caer al más profundo de un abismo.

—No me falles… no lo hagas…

Y el latir… bajó a tal punto su velocidad que sintió que había perdido el equilibrio de su propia mente y un vacío en el estomago apagó cualquier llama incendiaria.

Miró entonces esos ojos, vio una lágrima correr hasta las sábanas y su garganta se secó de inmediato. Sus propios ojos colapsando sobre los de él, sobre el rostro de aquel hombre que era capaz de destruirle por dentro, de enloquecerle, agitarle… desde la primera vez que lo vio.

—No te conviertas en Simmons…

Y ante esas palabras el griego fue literalmente partido en dos.

El sueño del que despertó aquella madrugada lo hizo agitarse en medio de las colchas. Sintió la humedad cálida entre sus piernas, y el temblor de todo su cuerpo convulsionado con el sudor que corría en gruesas gotas por su espalda y pecho. Aterrorizado pasó sus manos sobre su rostro para secar las lágrimas que lograron salir por la turbación y luego alzó la cabeza y la sábana, sólo para verse como un adolescente manchando la nueva cama. Cayó en seco sobre el colchón de nuevo, aún temblando e intentando nivelar las palpitaciones y toda aquella agitación que le había apresado. El sueño había sido demasiado… fue certero, fue claro… fue…

Se dio media vuelta ocultando su rostro con uno de los brazos, asqueándose de sí mismo por la humedad presente en su ropa interior y las piernas. Pensó, pensó en lo que había visto, en la imagen de Shaka, en lo que sentía en el sueño… y en lo que había decidido.

El reloj marcaba las cuatro de la mañana del martes, pocas horas de lo de Aprhodite…

Se dio cuenta… se dio cuenta que no, ya estaba perdido. Y al darse cuenta no pudo, no pudo reprimir aquel dolor palpable en su pecho, esa forma de sentir que le aplastaban su pecho que intentaba latir aún por la presión, eso que parecía clavarse como espinas en su pecho y desgarrarle, por entero.

Shaka no lo buscaría… aunque lo hiciera, aunque lo marcara, aunque le demostrara cuanto lo amaba en caricias, si se iba y lo dejaba en la mañana… Shaka no iría a buscarlo…

No admitiría que estaba equivocado… no, no lo seguiría buscando oportunidad, no… Shaka no regresó hacía su padre por la misma razón… el orgullo lo impediría.

Shaka seguiría y él se convertiría en un segundo Simmons.

En otro que lo destrozó…

Las lágrimas recorrieron sin tener alguna presa que lo contuviese. Aplastando su cabeza entre las sábanas; Saga lloró, lloró al sentir que todo lo que había pensado, todo en cuanto se había ilusionado estaba perdido. Al darse cuenta, ahora que no estaba la rabia primaria y que no estaba bajo el influjo del alcohol, que Shaka jamás le había dado oportunidad… que no hubo señal, no una tangible, de que Shaka quisiera aceptarlo.

Y así no había forma de desviar su curso… así un encuentro más sólo haría engrandecer la herida… la suya propia, la de él… ¿De qué valía hacer un último esfuerzo? La idea de convertirse en un segundo Simmons lo aterró.

De allí, no pudo dormir…

Shaka tampoco durmió esa noche, sumido en los recuerdos de su juventud, de su padre, de todo lo que había perdido. Dio varias vueltas en la cama, resistió con malestar el palpitar de la hinchazón de su rostro y se negó a salir del cuarto, sintiendo sus ojos enrojecidos e inflamados por llorar. Para cuando los primeros rayos del sol penetraron en su ventana, los ojos enrojecidos del rubio miraron el quebrar de ellos por la tragaluz y la sombra creada en el piso. Había amanecido un nuevo día… y él no sabía qué hacer.

Se encontraba perdido.

Luego de varias horas acostado en cama, el hambre empezó a ganar. Desganado el día lo había encontrado con su rostro desfigurado por la inflamación, con su mente en blanco, sin un futuro cierto, encerrado en un callejón sin salida.

¿De qué había valido abandonar todo en Grecia? Debió ser más valiente, debió sobreponerse incluso a Saga, seguir su camino, ignorarlo… debió ignorar aquel llamado del pasado…debió enfrentar la realidad, que había decidido no amar y no dejarse seducir por esa parte de él que quería volver a empeñarlo todo, volver a atarse, volver a confiar…

No debió regresar… no debió humillarse, no debió quedarse sin rumbo. De nuevo se encontró como en aquella mañana que luego de darse cuenta que Simmons sí se había ido, que su padre sí le había dicho que moriría en cuanto saliera de esa casa; no tenía hacía donde ir. Se vio de nuevo en el mismo punto, con hambre, sin ganas, con deseos de que todo alrededor se detuviera y lo esperaran mientras se recuperara pero sabiendo que era imposible… que el mundo jamás se detendría, que jamás lo esperaría.

Que los días seguirían pasando por sobre él y él debía, simplemente, seguir fluyendo.

Para cuando el resto de la casa lo vieron ya era el mediodía. Apenas traía una bermuda, su cabello seco estaba despeinado y la inflamación era evidente en su rostro. Se tambaleaba un tanto por la debilidad y la mala noche y Shiryu lo ayudó a sentarse mientras que Sunrey le servía un caldo de pollo que habían preparado para darle en cuanto saliera. Pronto le dieron una compresa con hielo para que se pusiera en la cara y así lo hizo, mientras bebía poco a poco la sopa servida y no decía nada en especial, totalmente absorto dentro de sí mismo. Nadie tampoco comentó nada, le acompañaron en aquel silencio cómplice que se tiene, los más sabios, en aquellos duelos donde se sabe que cualquier palabra sobraba. Incluso Dohko prefirió no decir nada y esperar a que Shaka se abriera en cuanto se sintiera cómodo.

Después de comer volvió a encerrarse en la habitación, recostarse en la cama, de lado, mirando fijamente la pared. Recordaba muchas cosas, veía imágenes de él y su familia, de él y Simmons, de él solo… de él con esa familia que lo había cobijado… de él solo… de él con Aphrodite. De él solo… de él con Saga…

De nuevo solo…

Empezó a dar vueltas de nuevo en la cama, buscando una salida en el callejón donde se había metido. No hallaba que hacer, no encontraba un camino que seguir. Las palabras de su padre le habían golpeado, la forma en la que gritó que era un enfermo, que le avergonzaba, le asqueaba… esa mirada, esa forma de juzgarlo sin siquiera escucharlo. ¿Ni una oportunidad de hablar? El mismo hombre que durante todas las cenas siempre le preguntaba que había hecho en el día, el que le daba la palabra en la mesa para compartir lo que había hecho, que había aprendido, lo que le gustaba… lo que temía…

Al mismo a quien le ocultó lo más importante de él.

Su corazón latía pesadamente, su corazón latía con dolor, con rabia, con decepción y amargura, viendo todo negro, todo negro a su alrededor. No había colores… ya no veía colores a su alrededor ni dentro de él, sólo aquella mísera voz diciéndole que nada había valido la pena levantarse del lodo, forjarse un nombre, un apellido, brillar… para su padre no importara jamás nada de lo que logre… para su padre siempre será un enfermo, el hijo que lo traicionó con su mejor amigo, él que terminó empeñando todo por un amor que nunca fue… por una relación sin futuro.

Apretó las sábanas cuando el sol se iba ocultando y los rayos antes amarillos pasaron a tonos naranjas muriendo en un rojo ácido. Para cuando el cielo se tiñó de negro y azul Shaka aún estaba en la cama, observando como el día había pasado por encima de él.

“Dime Shaka, ¿hasta cuándo permitirás que los años pasen sobre ti sin dejar huellas?“

Las palabras de Aphrodite, su único aliado en Grecia, él único a quien le abrió no una ventana, sino toda su casa, con la condición de que saliera cuando él se lo pidiera. Él que lo había seguido con esa misma garantía. No atarse, no entregarse de más, no marcarse.

“Los años pasan sobre ti como si estuvieras disecado…”

De nuevo esas palabras dicha aquella noche que había ido en busca de su cuerpo por última vez, deseando convencerse de que lo que ocurría con el abogado era sólo el deseo carnal, que era sólo sexo y encontrándose imposibilitado de disfrutar incluso el cuerpo que por años había tomado. Hallándose a sí mismo mencionando un nombre diferente de a quien tomaba y viendo en el rostro del sueco la más profunda conmoción y el silencio… tan necesario y cruel, de saber que las cosas no tenían más explicación que lo evidente.

“En estos momentos tienes una tormenta tal que todos tus colores se están fusionando… creando negro…”

Se levantó ya siendo de noche, con el corazón latiendo lentamente. Quizás al oír a Aphrodite pudiera conseguir una salida a todo el tumulto de pensamientos que azoraban a su cabeza. Tal vez conseguiría más fuerzas para seguir, tal vez encontraría el valor necesario para regresar a Grecia y enfrentar a Saga. Él era su espejo, el sueco se había convertido en la muestra del alcance de sus fortalezas y debilidades. Un amigo, un hermano… Aprhodite podía llevarse varios adjetivos de él, tan semejantes y tan distintos de sí mismos y siempre presto a escucharlo.

“Tal vez sea el momento de dejar de tapar las grietas de tus paredes tras el papel tapiz.”

Y de decirle que era hora de dejar lo pasado en el pasado…

“No estás sólo…”

Recordó las palabras de Saga dichas en el Monte Lykavittos, la forma en que le habló, en que le miró, el cómo se abrió por completo y veía en su mirada el firme deseo de que él hiciera lo mismo, justo cuando estaba por chocar con el pasado tal como él lo había preparado. Mientras dejaba el agua correr por su cuerpo, mudo recordaba lo ocurrido en ese lugar y lo comprendía, comprendió la necesidad que tenía Saga de hacerle sentir que no era el único que llevaba huellas por el desconocimiento, el abandono y las frustraciones y que no, no estaba solo… tal como él mismo se lo hizo saber en esa cena al tenderle la mano y quedarse para una copa más… Lo mismo.

Y pensaba en él…

Pensaba en él y en la forma en que lo besó después de la confesión, la forma en que lo acarició desarmando sus defensas y haciéndole pensar que tal vez no sería tan malo abrirse, entregarse, que tal vez con él si…

Podía volver a ser vulnerable.

“Al menos sé sincero conmigo. ¿Lo quieres? Te conozco bien, tú no estarías huyendo. Incluso, yendo al principio, no te hubieras permitido regalar ese libro, no te hubieras puesto a querer ayudarlo. Shaka, ante ningún cliente has mostrado lo que con él…”

“¿Ahora quien no es el sincero consigo mismo?”

Las palabras caían pesadamente sobre su cabeza, al igual que el agua de la regadera, golpeando sin misericordia sus argumentos, doblegándolos, terminando, por fin, de admitirlo.

“¿A qué le temes, Shaka? ¿A tu pasado? ¿A que no pueda entenderlo? ¿Crees que te juzgaré por lo que haya sucedido con ese hombre?”

“Dime porque me rechazas… ¡no!, ¡porque te niegas a ti mismo a sentirlo!”

“¿Tan débil eres, Shaka?”

El temor lo detuvo de aceptarlo…

“Quiero tu verdad. Vine aquí a buscar tu verdad, ¡no tu cuerpo, Shaka!”

“No me compares. Quizás las intenciones de otros en el pasado fueran esas, pero no son las mías. No soy igual a ellos”

A él, que era diferente de todos…

Se vistió rápidamente y cubrió su cuerpo con la gabardina de la noche pasada. Salió sin dar muchas explicaciones, tomando la tarjeta telefónica para realizar una llamada a larga distancia. Entró a la cabina telefónica que había usado para llamar a Saga noches atrás y marcó aquel número, esperando le respondieran.

Respondió.

—Buenas noches, habla con Aphrodite Lethys…

—Aprhodite…—su voz turbia al escuchar parte de lo que había dejado en Grecia.

—¡Shaka! Por los dioses, mal amigo, siquiera me llamaste avisándome que habías llegado bien a Roma—cerró sus parpados, pasó saliva—. Es bueno oírte, ¿sabes? Me tenías muy preocupado.

—Estoy bien…—un susurro ahogado, lúgubre, cuando en realidad lo que necesitaba era llorar. De nuevo llorar, de la impotencia de haber cambiado su rumbo y no lograr más que quedar más asfixiado, ahogado, dolido, destrozado. De ese dolor palpable que le decía que debía regresar a Grecia, que allá había dos personas que no sólo aceptaba su estilo de vida, que no sólo querían apoyarlo en su camino, que ansiaban y pelearon por darle un lugar que él se negó a ofrecer…

Aphrodite con años de silencio esperando por el lugar de un amigo.

Saga con constantes avances deseando su corazón, por entero.

Pero eso implicaba regresar derrotado… y Shaka odiaba la derrota, le humillaba.

—¿Lograste instalarte ya? ¿No ha habido problemas con…?

—Todo bien… todo bien…—no, no estaba bien, y no quería hablar de que en ese momento debía estar en Italia intentado reiniciar, y no en Londres recorriendo un camino que ya había o debió haber dejado atrás hace mucho.

—No te escuchas bien, Shaka…—y maldita sea, ¡como lo conocía!

—¿Qué pasó con el negocio?—su corazón latiendo furioso, reclamándole en cada palpito su necedad de negarse lo evidente. Él ya había decidido un camino. Reiniciar era echar esos cuatro años en Grecia a la basura, por cobardía, por cobardía…

“Estás en tu derecho, pero el Shaka que conozco no se ocultaría por miedo.”

¡Oh mierda! ¡Cómo le dolía!

—Bueno, ya tengo el cheque y hoy le hice el pago efectivo a Aioria y Aioros, estaban algo desanimados…—quería preguntar era por Saga, saber que había pasado con él cuando…—; el Sr. Leda se puso como una bestia en cuanto supo que no irías, pero bueno, al final creo que lo entendió.

Y su corazón, deteniéndose de golpe…

—¿Sabes? Tenía hasta una cena preparada esperándote—y su alma desgarrándose de un sólo alarido atragantado en la garganta… recordando todas la veces que él le invitaba a comer, traía comida de afuera para compartirla con él… esos mínimos gestos, esas mínimas señales capaces de atarlo—. Eso sí, quedó regada en toda la alfombra nueva—y sus ojos llenándose de lágrimas…—. En cuanto supo que estabas en Italia perdió el control, pero me las arreglé para que no se le ocurriera la locura de seguirte.

Tembló… Shaka tembló al escucharlo…

—¿A qué te refieres…?—susurró con el pavor detectable en su voz.

—Bueno, sé que nunca llegamos a hablarnos como tal, pero fue lo único que pensé efectivo para evitar que siguiera tus pasos—sintiendo que ya todo estaba acabado…—, le dije que éramos amantes—sintiendo que todo había terminado—. Con decirle eso creo que comprendió cual sería su posición…

Y todo lo que había logrado en Grecia ya estaba hecho añicos…

—¿Shaka?—y el silencio…—. ¿Shaka?—el cruel silencio…—. ¿Shaka? ¿Qué sucede?—el temblor…—¿Shak…?—la bocina que fue sellada, la llamada cortada.

Y las lágrimas que con prisa rodearon su rostro, incluso más doloroso que cuando por fin entendió que Simmons lo había dejado. Era una clase de dolor distinto, agudo, fúnebre, que le golpeaba hasta los tuétanos.

Todo lo que pudo ser… todo lo que hubiera podido ser… él único que había sido diferente para él… él…

Lo había destruido por su cobardía.

Notas finales:

Gracias por sus comentarios ^^ Esperoque el final les agrade, ya lo tengo pensado y a mi parecer es simplemente perfecto para la trama. Un final como dice el titulo con un poco de color y vida. ^^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).