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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Aphrodite Lethys y Shaka Espica son compañeros de trabajos en el rubro de la decoración, con una tormentosa y complicada relación que les hará desenterrar hechos pasados

A media luz, sus cuerpos se encontraban nuevamente. El final de un nuevo contrato, buena remuneración, el trabajo hecho por ambos había logrado entablar lo que creían la simetría perfecta. Y ahora, llevaban esos términos debajo de las sábanas, una vez más…

Las voraces estocadas marcaban el tempo de su nuevo encuentro. El cabello rubio danzaba al aire producto de las embestidas que asestaba incesante a aquel cuerpo que, pese a ser más robusto, se le entregaba sin reserva alguna. Los labios mordidos del hindú con sangre ingles mostraban la concentración en el instante, junto con aquellas mueca de placer controlador que tanto modificaba su forma de ser para el exterior. Y él, sólo él, conocía lo que Shaka era capaz de hacer cuando estaba cegado por el placer. Sólo a él le quedaban las huellas de esas manos delgadas rasguñando sus caderas para hacer más fricción con el contacto. Sólo a él le gemía debajo, le movía su cuerpo a su ritmo y observaba cuando los azules brillantes del rubio se alzaban ya desbordado de deleite.

Sólo a él, Shaka se había abierto…

Y en el crepúsculo de su encuentro, Aphrodite tomó con sus brazos el cuello blanco de su compañero, enroscándolo para llevarlo consigo a su cuerpo y dejando que el cabello dorado acariciara su sudado pecho. Lo empujó hacía él, sintiendo la corriente quebrándole todo los sentidos y como ya estaban a punto, ambos, de culminar. Lo atrajo, lo sedujo… le habló al oído… en susurro.

—Di mi nombre…—un ronco jadeo… un pedido que ya no era por orgullo…

Shaka alzó su cabeza para verlo de frente, justo en el instante que su cuerpo colapsaron ante la presión. El sueco jadeó sin aire, cerrando sus parpados y temblando mientras su semen brotaba en disparos calientes sobre el vientre de Shaka. El rubio no dijo nada, sólo apretó su mandíbula y se obligó a ver, sintiendo debajo de su piel toda la corriente enérgica que lo habían hecho llegar a él. Aphrodite cayó a las sábanas con espasmos aún gobernando su cuerpo y el rubio, que aún en la misma posición nivelaba el temblor de su cuerpo, colocó sus manos en las rodillas levantadas del sueco, abiertas por la posición sexual. El de ojos celestes claros abrió al fin sus parpados, observó la figura que le había tomado y encogió sus cejas con dolor.

¿Desde cuándo el sexo sin compromiso se había convertido tan amargo?

El rubio al tranquilizar su cuerpo, salió de aquel y se echó a un lado de la cama, con una mano en su frente y la otra acariciando tenuemente el hombro descubierto del sueco. Aphrodite volteó para verlo, ver el semblante sudado del rubio, la forma que intentaba recobrar aún el aliento, los labios inflamados por el duelo de besos y las mordidas, rosados y entreabiertos… Si, Shaka era una belleza aún más tentadora luego de un orgasmo. El rubio le sonrío, con un dejo de ironía, y paso uno de los bucles hacía atrás, para despejar el rostro.

—No pongas esa cara…—murmuró y ya sabía a qué se refería.

El rostro de quererse atar a un imposible…

—Estuvo genial, ¿no?—el sueco medio sonrío—. Como siempre, fue divino—y allí lanzó una corta carcajada.

—Pues claro, ¿no es conmigo?—fanfarroneó el sueco reintegrándose un poco. Era mejor… mucho mejor dejar de pensar en lo que no cambiaría—, conmigo no puede ser más que perfecto—y logró sacar en Shaka otra carcajada.

—Muy gracioso, Dite…—se miraron por un momento, corto—, es hora de descansar.

Se recostó a un lado del rubio, dejando que aquella mano rozara con delicadeza su nuca, con caricias tan suaves como el arrullo de una madre. Se quedó a su lado, escuchándolo respirar, sintiendo su piel retomar la temperatura corporal natural y el suyo propio, apaciguarse, aunque su corazón latiera aún de a golpes, tan pesado…

Ese pedido que no vio respuesta… simplemente era su nombre. ¿Qué tanto le costaba?

Aphrodite Lethys, su verdadero nombre era Michael, o así lo llamó su padre sueco antes de mudarse a Grecia, a un pueblo pesquero de la costa. Hermano menor de entre cinco mujeres, no le fue raro para él conocer de jardinería cuando cuidaban de un vivero de diversas flores, aquellas que eran las más buscadas para los arreglos de la zona. Había nacido también con la belleza de su madre, y el cuidado de sus cuatro hermanas, más tiempo con cualquiera que con su padre. Al final esté murió, cuando tan sólo tendría siete años, por lo cual el vivero y diversas manualidades terminaron de convertirse en su único sustento. Años más tarde, agradeció que su padre muriera antes… sabía que para él, ver que su único varón estaba más interesado en los colores de los arreglos y en la decoración hubiera sido difícil de asimilar.

Aún así, su condición sexual era velada, aunque en un silencio mutuo comprendido. Cuando Aphrodite comenzó a resonar como su nuevo nombre, ninguna de sus hermanas ni su madre dijo nada. Ellas ya traían hijos a la casa y sabían, que su hermano no traería ninguno. En el silencio cómplice de madre y hermanas, Aphrodite consiguió lo que sabía: no le juzgarían, pero tampoco apoyaban. Ya sabiendo eso, decidió que lo mejor era salir de casa lo más pronto posible, para evitarle las preocupaciones de llegar tarde y no saber en donde estuvo su hijo o con quien del pequeño pueblo. Nunca supieron de su affaire con el dueño de una pescadería, nadie le vio llorar con frustración al tenerlo que dejar de lado, cuando tuvo que decidir entre su sueño y aquel.

Y así salió de allí, hasta llegar a Athenas y hacer deslumbrar su nombre.

Rememoró entonces, allí, en el lecho donde compartía con quien insistía ser solo un amigo, el cómo había caído en otra relación rozando el imposible… Cómo se había abierto tanto como para pensar, que el sexo sin compromiso ya no le era suficiente.

Lo había visto, relegado en el bar de aquella mansión donde se había adjudicado aquella fiesta. Lo vio entrar con una de las mujeres de mayor renombre de la ciudad, quien le había pedido decorar un nuevo departamento y había quedado encantada con el resultado. Al parecer, lo había llevado para darlo a conocer al medio, aunque no falto durante toda la velada aquellas insinuaciones que el rubio desviaba con facilidad. Se acercó más movido por la curiosidad, sentándose a su lado mientras le veía beber de aquella copa un poco del Martini. Apenas le miró de reojo el rubio, y sin más, se apartó. Con semejante entrada ya Aphrodite sabía que era simplemente un creído al que no iba a frecuentar.

—¿Qué se cree ese?—refunfuñaba otro de los decoradores, él que había perdido el contrato a causa del rubio—. Simplemente llega aquí con ese aire de “yo estoy encima de ustedes”, ¡y nadie le quiere quitar la vista de encima!

Aphrodite pasaba un poco del champagne con algo de aburrimiento. El muchacho le tocaría tropezarse con la realidad. Apuntó muy alto, fue lo que pensó, y en cualquier momento tendría que ofrecer más que sus conocimientos para entrar a la alta esfera de la decoración griega. Aquel pensamiento fue respaldado cuando vio que donde estaba al rubio se acercó uno de los italianos más poderosos de la zona y a quien se le conocía por sus excéntricas formas de hacer negocio. Prácticamente lo llevó a empujadas leves hasta el aparcado de la piscina. Por alguna razón, decidió seguirlos.

—No pienso hacer ese trabajo—y escuchó, la voz de Shaka colocando los límites—. Le dije que no siguiera insistiendo, no tengo interés en decorar su departamento.

—¿Qué dices? Te estoy ofreciendo el doble de lo que le he ofrecido a cualquiera, ¡No puedes rechazarme!

—Le dije que no haré el trabajo—el rubio dio media vuelta, y desde donde estaba Aphrodite, cerca de la jardinera, pudo escuchar y ver todo con discreción. El hombre entonces volvió a hablar, notándose en el tono de voz lo ofendido que se sentía por el desprecio.

—¡Nadie ha rechazado un trabajo con semejantes condiciones muchacho!—y el sueco podía dar fe que de seguro esas condiciones eran jugosas pero también era un circulo vicioso trabajar con él. Terminaría en la cama, era lo más seguro.

—Quizás, pero no necesito enredarme con usted de otra forma para lograr mi objetivo. Aceptar o rechazar un trabajo solo depende de mí mismo. Yo decido con quien trabajar y con quien no, y hoy, he decidido que con usted no pienso entablar negocio alguno.

Contundentes palabras, dichas con tanta seguridad que no había forma de ponerlas en duda. El sueco hizo el además de silbar del asombro, aunque no salió sonido alguno para mantener su anonimato en ese lugar, de forma que pudiera presenciar aún más sobre el debate acalorado que sostenían el Italiano y el rubio. No pudo evitarlo, verlo desde allí, con sus brazos cruzados y el mentón erguido, el gesto completo: todo él desprendía un aire de lujos y presencia que era difícil de evadir. ¿De dónde venía? ¿Por qué estaba allí? No parecía ser el tipo de persona que necesitaran trabajar para tener lujos.

—¡Maldito desgraciado!—espetó el ofendido con verdadera ira, atestiguada por el cerrar de sus puños y la tensión de los músculos de sus hombros—. ¡TE ARREPENTIRÁS DE MENOSPRECIARME! ¡NO TENDRÁS UN MALDITO TRABAJO MÁS EN TODA GRECIA! ¡VENDRÁS A MÍ PIDIENDO QUE TE SAQUE MI FLACIDO PENE PARA LAMERME…!

—¿EN SERIO?—levantó la voz el rubio y Aphrodite volteó sólo para observar el perfil airado—. Eso es lo único que desea, maldito infeliz. ¿Por qué tiene que dar tantas vueltas? Si lo que desea es sexo, ¡dígalo de inmediato! —los celestes se abrieron espantado ante tal crudeza—. Pero déjeme decirle que ni siquiera de esa forma me hará hacerle el maldito trabajo, a usted, un vil hombre que se auto flagela y se ridiculiza a sí mismo pensando que no es capaz de amar a nadie, creyendo que la gente son sólo piezas de su juego y cuya única ambición es atestarse del dinero fácil. Que sabe que no debería hacer muchas cosas pero le falta las malditas pelotas para hacer algo al respecto, endeble, ecuánime, escuálido, moribundo… una basura—asestó—. No pienso decorar para usted, porque no hay nada que decorar. Todo lo que tiene en su vida es un absurdo y mortal vacío.

El rubio volteó dispuesto a irse. Aphrodite no pudo quitar la vista del lugar, viendo como el decorador avanzaba su paso y el otro, golpeado hasta la medula por esas palabras, cerró sus puños con aún más fuerza y le vio la intensión de dañar al muchacho. Antes de que tan siquiera aquel se moviera, el sueco tomó una decisión violenta, saliendo del escondite donde se escudaba para empujar, inesperadamente, al italiano en la piscina del lugar. El ruido del agua golpear llamó la atención del hindú, quien volteó y permaneció neutral ante la visión del sueco con la copa en mano y el hombre italiano saliendo de las aguas, totalmente empapado.

—Vaya Vaya Sr. Martonili—siseó el decorador de exteriores dejando caer un poco de su bebida al agua fría—. Jamás pensé vivir para verlo suplicar a un decorador para que acepte su oferta.

—¡Maldito Aphrodite!

—Shhh…—una sonrisa maliciosa­—. No tiene porque caer tan bajo. Solo hazle la misma oferta a cualquiera de los muertos de hambres que están en la mansión y de seguro la aceptaran con todo y sus términos.

—Tú también lo hiciste, maldito perro…

—Quizás, cuando era más joven, idiota…—dejó caer la copa al agua, chispeando con gotas el rostro humedecido del hombre en la piscina—. Pero ha pasado años de eso, Martonili. Ahora mi fama es demasiada como para que un mísero italiano a quien todos conocen como un arrastrado de prostituta me afecte.

Dio media vuelta y observó que ya la figura del rubio se perdía entre los matorrales. Le había llamado la atención, el temple, las palabras de ese chico, su forma de ser: no era la de alguien común en su círculo de cercanos. Para Aphrodite todos pecaban de ser demasiado absurdos, frívolos, ninguno de ellos tenían mayor ambición que la de brillar en la tapa de alguna revista o cacharse a cualquier rico que le hiciera la vida fácil. Ese rubio le sintió diferente.

Dejando detrás al italiana que espetaba maldiciones mientras salía de la piscina, el sueco siguió al muchacho con paso rápido, hasta alcanzarlo en lo que parecía un camino para rodear la mansión y salir.

—¡Oye, rubio!—volteó el aludido con el rostro serio—. Si empezando vas a desechar trabajos, no llegaras a ningún lado—comentó el sueco a la vez que alcanzó el trote y se puso frente a él, con sus manos en la cintura y una mirada inquisitiva.

—En tal caso, es mi asunto—declaró el menor buscando seguir su camino, pero siendo detenido por Aphrodite al ponerse de nuevo frente a él—. ¿Qué quieres?

—Calma muchacho, no tienes que estar a la defensiva—tomó un mechón de sus bucles, le dio vuelta con sensualidad—. Sólo que me llama la atención ver como harás, no eres como los demás, de eso estoy seguro—observó como el hindú lo escrutaba perspicazmente, denotando así que pese a lo joven que era, a lo muchacho que se veía era alguien que no se unía con cualquiera y veía bien sus intenciones—. Sé que eres decorador de interiores—prosiguió el sueco sin quitar la mirada—, y yo… yo del ramo del exterior tengo, digamos, mi fama.

—No sé bajo que términos proviene tu… oferta—masculló de inmediato el otro, con el ceño fruncido—, pero no estoy intere…

 

—No, no malentiendas, no pienso ayudarte—interrumpió con una brillante sonrisa—. Que cada quien se abra su camino, veo que tu quieres tomar el camino difícil y yo quiero verlo—el rubio enarcó una ceja—. Hagámoslo más fácil—extendió su mano brillando sus celestes en un ángulo de su rostro donde el coqueto lunar parecía absorberlo todo—. Aphrodite Lethys, el mejor decorador de exteriores de Grecia.

Comenzando así una alianza…

—Shaka Spica—se presentó el menor sacando la mano de su bolsillo y tomando la extendida, de forma fuerte y segura, con la mirada zafiro clavada en las irises celestinas del mayor—, seré el mejor decorador de interiores de Grecia.

Ese recuerdo se diluyó junto a la caricia del viento que agitó ambos cuerpos desnudos sobre su cama. Se acomodó un poco, notando el brazo con el que Shaka rodeaba su cuerpo perezosamente y el respirar apegado tras sus hombros. Bufó, con aquella memoria y aquel recuerdo que fue el comienzo de algo que el pensó podría manejar… pensó equivocadamente.

Para cuando lo conoció Shaka aún no tenía un sitio fijo donde vivir, por lo que Aphrodite le ofreció su pequeña casa, casi a las afueras de la ciudad, cómoda, con un amplio jardín donde solía cultivar como lo hacía en su pueblo. No fue difícil adaptarse a él y al olor del té tibio cuando se levantaba por las mañanas y lo encontraba meditando en la sala o en el jardín, sumamente concentrado. Lo que más le costó fue adecuarse al hecho de que no hablaba del pasado, ni celebraba sus cumpleaños, pero hasta eso pudo tolerarlo.

Le pidió que lo ayudara con uno de sus trabajos, y fue así como Shaka empezó a colearse con personas del medio, logró hacerse conocer, sin que Aphrodite hiciera otra cosa más que mencionar su nombre. No pasó mucho tiempo para que Shaka consiguiera por si mismo sus proyectos, contratando a Aioria y Aioros cuando eso ocurría y al final convirtiéndolos en parte de su equipo. El rubio tenía razón, se abriría su camino, sin pisar una sola cama.

Reconoció entonces que había algo en él que lo hacía distinto. La forma en la que despreciaba cada intento de coqueteo era discreta, elegante y pausada, al menos que el otro se excediera. Quedó impresionado cuando la dueña de una de las casas se le desnudó tajantemente y al final, terminó llorando en sus brazos luego de que Shaka desenterrara la verdadera razón del porque buscaba en él el “consuelo”.

Eso fue lo que más le llamó la atención.

Shaka veía más allá… Shaka los callaba enfrentándolos consigo mismo, los hacía ver en un espejo y ellos, aterrados ante la imagen, desistían. Algunos terminaban detestándolo al no querer darse cuenta de ello, otros los admiraban… lo que nadie podía discutir es que el trabajo que les hacía era incluso mejor del que imaginaban. Shaka se abría espacio… como un rio.

Un rio lleno de piedras que resonaba a su lado, un rio que él no podía detener…

Sintió el brazo que le rodeaba fortalecer el agarre, la nariz rozarle el hombro. Se hizo el dormido, aguantando dentro de sí los pensamientos y las memorias que ya por media hora lo tenían debatiendo dentro de sí. ¿En qué momento se enamoró? ¿En qué momento se dio cuenta que eso que Shaka tenía le atraía? ¿Qué esa seguridad se le apetecía? Una vez le dijo que era río… pero Aphrodite no se sentía capaz ni de seguirlo, ni de detenerlo… él era como un jardín de rosales plantado a una orilla del rio… él lo veía correr con fuerza y seguridad a su destino. Nada más, si intentaba detenerlo, el rio lo ahogaría… y si lo seguía… en algún lugar no encontraría tierra para seguir viviendo.

Tan simple como eso… pero quería seguir a su lado, aunque los encuentros hubiesen comenzado como dos adultos buscando un poco de placer gratuito y sin compromiso: él quería tenerlo… él quería tener una parte importante en la vida de Shaka, él quería…

—Si menciono tu nombre…—le escuchó decir e inevitablemente su piel se agitó al escuchar aquella voz sobre su oído—, te ataré…—lo irremediable—. Hubiera preferido que él jamás lo hubiera mencionado…

Y piedras…

—Por ello, Aphrodite, no puedo decir tu nombre…

Y silencio…

Al día siguiente las cosas seguían su curso. Shaka se había levantado antes que él, había hecho té, se había detenido a hacer Yoga en el jardín, cerca de la fuente que era rodeada de tulipanes, rosas y margaritas en distintos lugares. El sueco cambió las sábanas y se tomó un baño con el que intentó despejar sus pensamientos. Esa fue la condición antes de que comenzara esa espiral, aquella noche que luego de uno de los trabajos se fueron los dos a compartir algunos cocteles, llegaron algo bebidos y cuando se dieron cuenta se estaban besando, para cuando Aphrodite regreso en sí le estaba abriendo las piernas…

¿Por qué lo hizo? ¿Por qué aceptó sin titubear el papel de pasivo? Ahora es que entendía el porqué… entendía que ya él se había enamorado de Shaka y que no tuvo problema de entregarse, sin importar que aquel fuera menor, él simplemente quería sentirlo… se escudó al sexo esporádico para tenerlo, le dio la confianza de algo sin compromiso para atraerlo…

Shaka se había dado cuenta, de ambas cosas.

El asunto es que no podía llamarlo egoísta, cuando el mismo era egoísta consigo mismo. Dentro de la regadera se permitió dejar correr lágrimas en silencio y asumir las cosas como lo que eran. Pensó en tratar de hacerlas validas para ambos, hacer que Shaka también sintiera lo que él. No había nada que pudiera fallar si él decidía conquistarlo aprovechando la cercanía, el vivir juntos, el compartir tantas cosas diferentes y semejantes, gustos que les hacía pasar buenos ratos en jardines y galerías, en bares o centro comerciales. Conocía a Shaka como nadie más en Grecia, aunque él no hablara de su familia en Londres, aunque sólo le pidiera el favor de hacer esos depósitos sin hablarle de sus antecedentes; él conocía a los Shaka que nadie veía afuera.

Decidió usar entonces su encanto, seguro de ser el hombre fuerte y hermoso que él era.

Para cuando Shaka terminó la meditación y entró a hacer el desayuno, ya Aphrodite había hecho unas tostadas que solían cocinar en su hogar. Lo convidó a comer con él, mientras con desgano pasaba los canales de televisión escogiendo que sería interesante ver. Era sábado, día del no trabajo para Shaka, que siempre ocupaba para sí mismo y para compartir tiempo con quien consideraba un amigo. Aphrodite pensaba cambiar dicha condición.

—Están excelentes—halagó el hindú, con esa forma tan elegante y sobrio de comer que no dejaba de observar el sueco, admirado. No importaba que, Shaka jamás perdiera su elegancia. Era como si se hubiera criado en algún castillo.

—Me alegro que te gustara, mi madre solía hacerlo los domingos, eran la adoración de todos nosotros—detuvo el canal al ver algo interesante—. ¡Ah Shaka, mira!—dijo evidentemente emocionado. No podía ser mejor para él, recordaba que Shaka siempre compraba libros de ese hombre—. Es el escritor que admiras ¿no?

Sin comprender lo que estaba pasando…

—¡Vaya, tiene una hermosa niña!

Sin observarlo… para detallarlo.

Shaka se quedó en silencio, los cubiertos dejaron de sonar en la vajilla. Las voces de la entrevistadora preguntando sobre la vida de Simmons Whorther, sobre su carrera, teniendo a su lado a su esposa, sus dos hijos, un varón de rubios cabellos y una jovencita menor, aún en brazos y caminando por todo el estudio, de cabello claro y ojos verdes como su padre.

“¿Puede comentarnos que fue lo que le hizo dejar el cargo de la UCL en la cátedra de Psicología en Londres? Fue algo inesperada su dimisión.”

La cámara enfocando al psicólogo, Aphrodite pasando un bocado de su platillo interesado en la entrevista… Shaka en silencio.

“Todo en la vida se construye tras sacrificio… En aquella época, tuve que sacrificar muchas cosas para regresar con mi familia, estar con mi mujer y apoyarla en el embarazo de Sasha. Entre ellas estaba el puesto que la UCL me había ofrecido años atrás. Fue una experiencia agradable, pero era algo que estaba destinado a ser. No suelo quedarme mucho tiempo en el mismo lugar…”

El televisor se apagó. Ante aquella imprevista intervención, Aphrodite volteó en busca de su compañero, viendo el control remoto en aquella mano blanca y vibrante apuntando hacía el electrodoméstico. Subió un poco la mirada y entonces pudo observar, observar la tormenta atestada y encerrada tras su rostro, el rojo que se extendía desde su cuello hasta la punta de sus orejas, la forma en que aferraba su mandíbula y estrujaba su entrecejo con violencia. La profunda mirada llena de ira, de tristeza, de rabia, indignación, dolor…

Llanto…

—Shaka…

—Perdí el apetito—golpeó con la servilleta al comedor, dejó el control a un lado, se puso de pie, lo dejó solo en la sala con miles de preguntas en la cabeza.

De allí semanas, semanas de silencio. Semanas de evadidas, semanas de hermetismo donde Shaka no dejaba a nadie penetrar en sus profundos ojos, donde Shaka no buscó el calor de su cama, ni de su cuerpo, ni de sus palabras. Semanas donde Aphrodite intentó hablar, pedir explicaciones, gritó, peleó, lo enfrentó, fue ignorado mil y una vez en un juego donde comprendía, estaba condenado a perder. Semanas donde lo esperaba en su cama… semanas donde se levantaba hasta su puerta, intentaba entrar, la hallaba cerrada.

Semanas siendo aislado, relegado, ignorado…

Semanas…

Aquella semana, la primera de septiembre, vio al rubio sentado en el columpio de su jardín a media noche. El cabello dorado le caía a un lado, lacio, se veía con un pantalón deportivo y una camiseta blanca, meciéndose con la punta de sus pies, con la vista al limbo. No podía dormir él tampoco, el insomnio se había convertido en su único compañero de cama desde ese desayuno fatalista; haciéndole recordar otro tipo de memorias dolorosas. Se sentó a su lado entonces, resintiendo el frío no de la noche sino del aura que Shaka desprendía y del silencio que había sido su único saludo.

—Sabes…—comenzó a hablar, esperanzado quizás de que Shaka al menos le escuchara—, esto que haces es soberanamente cruel. Dime al menos, si me equivoque quisiera saber que fue lo que hice mal, ¿no?—silencio como respuesta. Después de largos diez minutos, ya Aphrodite indignado pensaba soltar a modo de gritos e insultos todo lo que pensaba sobre él, el cómo le dolía, el cómo le maltrataba el ser tratado de esa forma y que al final se iría al infierno él, su orgullo y todo ese maldito encanto que le había…

—¿Te has enamorado alguna vez?—detenido de improvisto por Shaka, los pensamientos de Aphrodite se alejaron y disgregaron dramáticamente sobre su cabeza. Podría en ese momento alegar que sí, que en ese momento se sentía así precisamente por quererlo, por sentir que quería ser más parte de él y encontrarse, que no, no tenía la fuerza de hacerlo. ¿Acaso Shaka quería hablarle de él? Quizás, entonces, debería responder sinceramente, con algo de su pasado.

—Hace un tiempo, antes de abandonar a mi pueblo, me enamoré de un pescador. Me llevaba diez años, un hombre viudo, tenía un hijo. Tuvimos algo, si se puede decir, especial—confesó, subiendo uno de sus pies al asiento y rodeándolo con sus brazos. Sacó entonces un cigarro, justo lo que había ido a hacer, para encenderlo y dejar en el aire una nube espesa de humo gris—. Duré dos años con él.

—¿Qué pasó con él?—preguntó el rubio, mirando aún al cielo estrellado, notando que la constelación de Virgo y su estrella más brillante, Espica, los acompañaba.

—Lo dejé—un leve estremecimiento en el rubio—. Cuando decidí que era hora de venir a Athenas y seguir mi sueño, él se opuso. No quería seguirme ni yo quedarme. Entre escoger, escogí seguir mi carrera y mis sueños. A veces me siento mal al recordar como lloró suplicando que me quedara… yo también lloré pero, la vida está llena de sacrificios ¿no?

Dolorosamente cruel… cuando se está del otro lado de la moneda.

—Comprendo…—musitó el rubio, extendiendo su mano—, dame un poco—el sueco lo observó extrañado, viendo como le señalaba el cigarrillo.

—No fumas…

—Siempre hay una primera vez—se lo extendió el que ya venía fumando y Shaka al tratar de aspirarlo terminó ahogándose con el humo y tosiendo, reclinándose hacía adelante, con las palmadas y una risa armoniosa con la que Aphrodite intentaba amenizar el ambiente.

—¡Pues no habrá segunda si te mueres!—comentó el sueco divertido, sintiendo que al menos ya no había una pared alejándolos… hasta que vio lágrimas.

Su corazón se detuvo…

—Sacrificios…—el murmullo de Shaka—, al final los que nos entregamos de más solo seremos eso: sacrificios, cosas que se deben quitar, piedras en el camino…—el doloroso murmullo con el que Aphrodite comprendió… Shaka había estado del otro lado, Shaka había sido el sacrificio, a Shaka lo habían abandonado… como él hizo con aquel hombre, años atrás.

Darse cuenta de ello le hizo entender la penosa realidad, el destino de la relación que ambos mantenían: la nada.

—Mi verdadero apellido es Wimbert, nací en la India, hace veinticinco años, un 19 de Septiembre. Viví en Londres hasta los veintitrés. Mi padre…

Y entonces Shaka le contó su historia. Le contó que nació en una familia adinerada, hijo único. Que tenía un padrino, él psicólogo de aquellos libros que coleccionaba. Le contó que admiraba a su padre y buscaba enorgullecerlo, que al darse cuenta de sus inclinaciones calló, por la vergüenza. Que al encontrarse con su padrino a los diecinueve años entró en una espiral de atracción y miedo que terminó aplastándolo. Se le entregó, soñó con él, se armó planes con él, se imaginó a su lado siendo ambos psicólogos, participando en las convecciones, huyendo de la sociedad juntos, por años juntos… Pero a Simmons le tocó decidir… Shaka fue parte de los sacrificios…

—Cuándo salí de casa sabiendo que mi padre jamás me recibiría, fui a buscarlo y ya él no estaba en Londres. Marcado por la UCL, sin título, sin dinero, sin hogar… me quedé sin nada. Tuve que empezar todo desde el principio. Conocí a la familia a la que ayudo con los depósitos que haces… y apenas pude vine aquí…—se levantó, echando su cabello dorado hacía atrás, aclarando su garganta ahogada. Aphrodite estaba en silencio, mortalmente callado ante un pasado que nadie quisiera recordar—. Cuando te vi, frente a esa piscina, supe que eras como una rosa—el sueco levantó su mirada enrojecida, su rostro compungido, con el pecho destrozado—, un día floreces aquí… pero en cualquier momento decidirás florecer en otro lugar y eso, eso nadie lo detendrá. Un hombre capaz de realizar sacrificios…—el rubio le miró con sus ojos hinchados, con las manos en los bolsillos, el frío fúnebre de la noche que los acogía—. Sé lo que sientes por mí… yo también lo siento, pero sé, sé que…

La desesperación, la angustia, el dolor, lágrimas.

—¡No!—disparó el mayor levantándose del asiento, con la mano en su pecho—. No, no, con nosotros… nosotros podemos ser diferentes—la mirada atestada de ironía por parte del hindú, los ojos azules cristalizados mirándolo con una sentencia—. Shaka, yo, yo te prometo…

—¡NO ME PROMETAS NADA, APHRODITE!—la voz alzándose en un moribundo grito ahogado lo calló, como un puñal directo a su garganta—. ¿QUÉ ME DIRÁS? ¿QUE NO LO HARÁS? ¡NO TE ENGAÑES!—sus puños cerrándose, rojo carmín cubriendo las blancas pieles no por excitación, sino por lágrimas y dolor contenido. Dos hombres que sentían demasiado, dos hombres que se acercaron demasiado… dos hombres que entre sus semejanzas se encontraron y en sus diferencias se complementaron pero cuyo destino, ya estaba escrito—. ¿ME VAS A DECIR QUE ESPERARÁS POR MI HASTA QUE LOGRE MI SUEÑO? ¿HASTA QUE MI PADRE SEPA DE MÍ, SIN SABER CUANTOS AÑOS ME TOME? ¿ME DIRÁS QUE EVITARÁS SEGUIR TU CAMINO ESPERANDO POR MI?

Y el mismo sabía que su respuesta era negativa… No lo esperaría… no podría…

—En cuanto tengas la oportunidad de seguir tu camino Aphrodite, me dejarás aquí… y yo no puedo seguirte—certero—. Es irremediable—irrefutable—, sólo nos estamos haciendo daño…

Shaka quería entregarse, ¿Pero cómo hacerlo si esa persona lo abandonaría en cualquier momento? ¿Cómo retenerlo si sabía que él mismo en cualquier momento lo dejaría de lado, para seguir su camino? ¿Que el rosal, en cualquier momento, dejaría de florecer al lado del río?

—Conseguí un apartamento—y la sentencia fue dictaminada—, es hora de irme de este lugar—separación.

A la semana Shaka abandonó esa casa que fue su hogar por dos años, decidió seguir su camino, alejarse del rosal, alejarse antes de pensar que le gustaría quedarse plantado junto a él… cuando sus naturalezas y destinos eran diferentes.

A la semana, Aphrodite supo que Shaka consiguió un nuevo trabajo, en un departamento, de una pareja de abogados recién casados. Comprendió, Shaka había decidido continuar corriendo, él también lo haría. Podía quedarse a su lado, sin promesas… hasta que ambos caminos se separaran para siempre.

Por eso fue a su apartamento esa noche, luego de tres semanas de silencio. Se quitó el abrigo, vio que aún el rubio estaba trabajando en la decoración de su casa paralelamente al trabajo. Observó las dudas en Shaka, la incomodidad…

Si la rosa no podía detener al rio, al menos, dejaría caer sus pétalos al agua, para que el rio no sólo llevara escombros y piedras…

—Sin promesas—susurró el sueco, llamando su atención. Camisa cayendo a un lado, la mirada decidida a quedarse, el tiempo que durase—, ni compromisos. No te pediré que me sigas, ni tú que me quedes, que dure lo que tenga que durar…

—Aphrodite…—el acercamiento, las aguas del rio rozando sus raíces.

—Somos lo suficiente maduros para mantener nuestros sentimientos controlados y como para entender, que nos hacemos falta. Déjame, al menos, hacerte compañía y dejarte buenos recuerdos—un roce de labios, un escalofrío, un abrazo, una caricia, una necesidad…

Dos soledades, un sólo puerto, un sólo alivio, un sólo antídoto… Cayendo de nuevo a la espiral, ambos conscientes de los límites, ambos conscientes de su egoísmo, ambos conscientes de que se necesitaban cuando la soledad imperaba. Ambos conscientes que estaban condenados a separarse…

—No quiero dañarte…—el temor de Shaka…

—No lo harás. No soy fácil de quebrar…—la certeza de Aphrodite.

De esa forma de nuevo se enredaron, de nuevo se tomaron, de nuevo se entregaron, de nuevo se gimieron, se besaron, se poseyeron… y, por primera vez, Shaka mencionó su nombre debajo de él.

Eligieron continuar en su tortuosa relación…

—Abogados, ¿no?—preguntó el sueco, tomando el cabello rubio y echándolo a un lado, Shaka abrazado a él, sobre el techo ya marcado para el trabajo de yeso de lo que sería su habitación.

—Sí, la mujer es una hermosa persona, reservada, cariñosa. Trabaja con los niños, creo que le gustaría tener al menos unos tres. Me dijo que tienen cuatro meses de casados.

Ambos decididos a matar sus sentimientos y dejarlo diluir, hasta convertirse en sólo atracción sexual…

—¿Y su esposo? ¿Lo psicoanalizaste también?

—No me dio tiempo, el Sr. Leda desapareció de mi vista desde la segunda reunión de negocio. Pero puedo decir que es un hombre extraño. Esconde algo, es lo único que puedo asegurar…

El tiempo que durase…

—Sinceramente, Shaka, yo no me metería con abogados…

Sin saber que el destino ya había echado su carta.

Notas finales:

Desde hace tiempo tengo la idea para un último Gaiden, pero la había descartado porque no es necesariamente Yaoi. ¿En que sentido? Es que no hay una relación formal con otro personaje, es la historia de fondo de Saga, pero como Saga no tuvo oficialmente otra pareja además de Marin, no puedo crearle una con ningun personaje. Por eso, les pregunto si le gustaria conocer la historia de fondo del personaje Saga Leda, desde el encuentro con Kanon, posiblemente hasta el matrimonio o divorcio con Marin. Repito, no necesariamente es Yaoi de Saga por X personaje, puede que haya lemon, pero sera algo implicito y con personajes originales sin nombre en particular. Si les gusta la idea de un Gaiden solo de Saga, me comentan por aqui. Dependientdo de la recepción pensaré en escribirlo ^^


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