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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Con la llamada de Shaka, Saga ha tomado una decisión, pero no son ellos los únicos que deben tomarlas. ¿Hasta que punto están preparado para asumir las consecuencias de los futuros choques?

Capitulo 34: Quiebres

La voz de la mujer se escurría por toda la sala de la opera, subiendo y golpeando contra las paredes en un eco de arte que cubría todo el estrado, hasta el parco donde ellos observaban la exposición. El hombre veía de reojo el perfil de sus acompañantes, el férreo de Radamanthys que en silencio disfrutaba de la velada al lado de su esposa, Fler, con aquel atuendo sencillo y elegante que ataviaba su esbelta figura. Del otro extremo podía ver el semblante del hijo, con su cabello ya a la altura de sus orejas perfectamente acomodado en una cola solemne tras su nuca, dándole ese aspecto sobrio y elegante que tanto gustaba de él.

Reviró un poco sintiéndose ansioso, sabía que tenían más de una semana sin poder verse ni tocarse, por las vacaciones del curso y por diversos compromisos, pero lo tenía tan cerca, a unos pocos metros y el deseo le acorralaba los músculos de sus piernas. Simmons de nuevo envió su mirada fugazmente hacía el muchacho, hacía el desliz de su frente haciendo forma a la nariz antes de decaer y surcar a sus labios, a su mejilla pulcra, el cabello gelatinado, al brillo de sus ojos azules relampagueando con la iluminación del lugar. Lo necesitaba, necesitaba el roce de sus dedos tras la nuca, el roce de sus manos en su espalda, el aliento de él plagado a deseos en la punta de su nariz, su fuerza, su vigor, su juventud… lo anhelaba.

Demasiada ansías para quedarse insatisfechas, pensó, en un minuto donde la necesidad cobró terreno sobre su raciocinio. Sacando su móvil le escribió un mensaje de texto violento y esperó pacientemente a que él lo respondiera. Lo hizo, a los pocos minutos y de reojo observó como el semblante del muchacho se había alterado un poco ante la propuesta. Quince minutos… sólo quince minutos para dejar salir todo aquel deseo acumulado… sonaba morboso, incluso despiadado, pero le imperaba.

Vio al hijo pedir permiso para salir al padre y recibirlo, desapareciendo al poco tiempo dejándole un mensaje en su bandeja de entrada: “Espera quince minutos”. Aquellos quince minutos se le hicieron largo, tedioso, una tortura viendo como la manecilla se movía lánguidamente en comparación a su corazón que latía con ansias. Sentía ya en sus labios el sabor de lo prohibido, de profanar una reunión y salida familiar con sus perversos deseos, de manchar de nuevo la juventud de su hijastro y probar una vez más la fuerza de vida que apenas nacía en él. Shaka se abría a él, aprendía, se deshacía en las caricias y en su experiencia, deshilándose tan sutilmente y él, sólo él, era capaz de volver a tejer en él el honor, el orgullo y la confianza, quitando de por medio cualquier argumento contrario que pudiera sofocarlo.

Quizás lo manipulaba, pero en ese momento no le importaba y no reconocía, aún, el nivel de su apego que estaba desarrollando con Shaka.

Al cabo del tiempo pedido llamó la atención del padre y su amigo para preguntarle por el muchacho y al notar que había pasado demasiado tiempo él mismo se ofreció para buscarlo. El padre le permitió el acceso, diciéndole un: avísame cuando lo encuentres antes de dejarlo partir.

Posiblemente el cinismo de la edad era aún más descarado.

Cuando salió del enorme salón caminó enloquecido hacía el baño donde Shaka le había avisado, segundos antes de abrir la puerta del teatro. Se sentía azorado, un fuego de premeditación y deseo se iba alojando en sus piernas conforme caminaba intentando permanecer firme y sereno cuando su mente carburaba a mil por horas. ¡Cuánto lo necesitaba! Era como si todos aquellos días alejados se fueran apilando en él cada beso y caricia no emitida, como si Shaka a su vez fuera el final de su búsqueda inalcanzable de amor, de plenitud, de placer. Sabía que algún día tendría que terminar, pero prefería no pensar en ello y simplemente disfrutar de cada minuto de su presencia y entrega hasta que llegara el momento en que Shaka escogiera seguir su camino y lo dejara de lado.

Él jamás pensó que se quedaría demasiado tiempo con él, nadie lo hacía. Aquellas promesas era solo para tratar de mantenerlo atado por más tiempo pero sabía que no se cumplirían, él no dejaría a su familia y para él Shaka tampoco le entregaría toda su vida. De seguro buscaría una relación en libertad por otro lado y él solo se encargaría de ayudar a asimilar a su amigo la sexualidad de su hijo.

Pero mientras tanto… lo disfrutaría.

Cuando entró al baño indicado acomodó un poco su traje mientras dos señores de avanzada edad salían comentando temas de política. Había aún otros dos hombres en el lugar, por lo que Simmons decidió quedarse un momento y fingir que estaba ocupado también en sus propias necesidades. Sin prestar mayor atención más que a su propio corazón y la idea de que Shaka estaba esperándolo en uno de los cubículos del lugar; abrió el grifo platinado y empezó a lavar sus manos para tratar de ganar tiempo, pendiente de ellas y escuchando como el resto de los que se encontraban dentro iban saliendo. Sólo sintió cuando alguien se puso a su lado, abrió de la misma forma la llave y empezó a lavar sus manos de la misma manera que Simmons imitó. El psicólogo levantó entonces la vista para mojar su rostro y fue cuando lo vio, en el espejo,  a él, a ese hombre que se suponía no debía tener en su cabeza.

Saga Leda.

Asustado volteó con tanta rapidez que luego lo resintió en el cuello, encontrando absolutamente nada a su lado, nada de esa mirada penetrante que le envió a través del vidrio, de esa fuerza y esa determinación enferma de hacerse un espacio en la vida de un hombre que había entregado y empeñado todo por él. Simmons se sintió asustado, entendiendo que en algún momento los recuerdos habían dejado de serlo y que ahora se iba colando un sinfín de variables que había mantenido oculta en su cabeza. Volvió su vista hacía el agua que había quedado estancada por el seguro de la tubería, y la dejó correr, sintiendo que empezaba a sudar frío, que gotas de sudor iban corriéndole por su espalda. Algo no estaba bien, y él tenía miedo de darse cuenta del qué estaba totalmente fuera de lugar en aquella memoria.

Prefiriendo dejar el tema en otro lugar, el hombre se apresuró a buscar en los cubículos al muchacho que lo esperaba. Abrió cada puerta esperando conseguirlo sin resultado. No estaba en ninguno de ellos y algo se agitó dentro de él como un terremoto que amenazaba por hacerle perder sus propios límites. Optó por escribirle sin obtener respuesta y cuando llamó el número sonaba fuera de servicio, era como si Shaka de repente se hubiera esfumado de su vida y él no supo en qué momento había ocurrido.

Corrió, saliendo del baño y observando que la función había acabado y la gente salía lentamente cada quien absorta en sus propios deberes. Simmons les observaba tratando de encontrar pista de su acompañante rubio, volvía a llamar sin obtener resultado,  giraba su cabeza de un lado y otro hasta que los pasillos quedaron desierto y él, sólo miraba la nada de la pared pintada en blanco.

Su móvil sonó entonces y afanoso lo puso a su oído contestando la llamada.

—Simmons—escuchó, y un escalofrió gobernó desde la punta de su piel—, ¿Dónde está Shaka?

—Radamanthys…

—¿Lo encontraste? ¿Dijiste que lo buscarías?—no tenía respuesta… no tenía respuesta alguna a esas preguntas y solo sintió que la llamada cayó, que la comunicación terminó.

Volvió a ejercer su búsqueda mirando hacía todos lados, buscando en todos los baños, en cada pasillo, en cada cubículo disponible sin obtener resultado. Shaka no estaba, no lo conseguía, Shaka había desaparecido de su vista.

—Debo estar soñando—murmuró ya cansado, pasando su mano por sobre la frente fría—, esto debe ser un sueño…

—¿Debería no?—escuchó a sus espaldas, y aquel frío que ya había sentido le subió congelando cada una de sus neuronas. A su lado Saga Leda caminaba vestido de saco, tal como aquella mañana que le enfrentó en el hotel: con sus manos tomadas, el cabello cayéndole perezoso a sus hombros. Los ojos verdes le escrutaron, electrizante, aquel color vivo que poseía vida propio lo vieron y le hicieron entender que ciertamente, más que un sueño, era como una serie de señales que se levantaban hacía él—. En tal caso, esto es algo que pasó, de cierta forma.

Y el teléfono volvió a sonar, el nombre de Radamanthys parpadeaba en su pantalla. De repente ya no se encontraban en un largo pasillo planco, sino que en una de las paredes se veían un enorme vidrio que daba la vista al exterior.

—¿Qué le dirás a su padre cuando contestes la llamada?—la voz del abogado interpelándole—. ¿Le dirás que no sabes dónde está?

Y el sonido de agua corriendo, mucha agua… y piedras.

—¿O que ya sabes en donde está?

El del móvil, el de la llamada, el de la voz de Radamanthys en su cerebelo taladrándose ante esas palabras.

—¿Que ya lo encontraste? ¿Que ya viste en que se convirtió?

—Basta…—murmuró, sintiéndose superado.

—Esto es un sueño, Simmons…—sonrió el abogado, una maligna expresión que vio dibujando sus labios levantados más a su izquierda, sus ojos entrecerrados por sus parpados—. ¿Así que por qué no despiertas?

El agua que corría, acelerada, las piedras que empezó a golpearlos en la edificación. Simmons cortó la llamada del móvil, desvió la vista del hombre que le hablaba frente a él hasta posarla en el ventanal y ver, por sus propios ojos, el enorme río que corría a su lado, furioso, llevándose todo lo que estaba en su camino, arrastrándolo con su fuerza… golpeando todo con escombros de casas… con una balón de futbol flotando en medio de las tempestuosa corriente.

El teléfono volvió a sonar

—Simmons, ¿Dónde está mi hijo?

Y ante la voz de Fler, el hombre se destrozó cayendo un abismo que del vértigo le hizo sentir absorbido por un hoyo negro.

Despertó aquella noche bañado de sudor y de lágrimas contenidas en sus cuencas, sólo en su departamento en Alemania, donde se quedó con la escusa de trabajar en su próximo libro. No existía tal, porque desde que se había encontrado con Shaka pensaba que tan hipócrita sería aparentar querer arreglar la vida de otros cuando había destrozado tantas que le eran tan importante. Ese sueño había sido parte de su propio estrés emocional.

Se levantó de su cama para tomar calzado y caminar hacía el bar de su departamento rentado, algo pequeño y cómodo en lo alto de la ciudad de Berlin. El ambiente estaba frio, la noche transcurría templada y las luces de la ciudad iluminaban la recamara de estar en la sala filtrándose tras las cortinas semi transparentes. Se sentó en el pequeño bar que tenía perfectamente abastecido, tal como sus asistentes siempre lo colocaban, y se sirvió un poco de vino para pasar el amargo trago de la pena y la culpa.

A nadie le había dicho lo que había encontrado en Athenas, ni siquiera a sus asistente les había hablado de la conclusión de esa cena que tuvo con aquel hombre a quien amó y se dio muy tarde cuenta de ella, a quién destrozó y ya era demasiado tarde para remediarlo. Sus palabras, todo lo que habían hablado en lo alto del hotel, el filo de su mirada orgullosa, el sonido de sus aguas golpeando contra los recuerdos; todo lo tenía aún amasándose en su cabeza sin encontrar una pronta salida.

Decirle a Pandora que había encontrado al hijo de Radamanthys no era una opción, aún. Ella cuándo supo lo que había pasado sólo por su hijo no quiso dar por terminado su matrimonio. Aquella noche fría en Berlín aún le acongojaba, las lágrimas de su mujer en la alfombra de su habitación, arrodillada y envuelta en un dolor jamás visto aún le martillaba a su cabeza.

“Sabía que me engañabas… sabía que tenías otros, Simmons, ¡siempre los tuviste y aún así lo acepte!”—le reclamó, haciéndole sentir miserable. Claro que lo sabía, ella siempre supo de su diversidad de gusto y así lo acepto, así lo buscó, le amaba tanto que se hizo ciega a ello, segura que sin importar con cuanto se acostase él no la abandonaría. No a ella, era su mujer…—“. ¡¡¿Pero por qué Simmons?!! ¡¡¿Por qué tuviste que tocarlo a él?!! Tu hijastro, el hijo de mi primo, ¡¡casi mi hijo maldito!!”—he allí su pecado…—“. ¿Ahora donde está? ¿Con quién está? ¿Cómo es posible que tenga un año fuera de casa? ¿Con quién ha estado viviendo todo este tiempo? ¡¡De qué forma!!”

“Ya no tienes que pensar en que lo que hiciste fue un error, aunque realmente lo fue. Pero al menos, ya puedes justificarlo diciendo que al final no me fue tan mal”

La culpa… sí, quizás Shaka tuvo demasiada razón al entrever que sus verdaderas motivaciones y su apego a ese recuerdo, su recuerdo: era la forma de la culpa, el sentir que había lastimado a tantos, a tantos… había destrozado una familia, a su mujer, a su amigo, al hombre que una vez, si, amó.

“¿Satisfecho con lo que obtuviste luego de seis años de búsqueda?”

No, no estaba satisfecho con lo que encontró de él en Grecia.

Usted lo destrozó”

Por qué sí, estaba destrozado… y Saga se lo confirmó.

Las lágrimas por fin pudieron con su peso derrotar el temple de años de aquel hombre que era, ante muchos, la sabiduría encarnada, pero que por dentro se sentía mucho más confundido que cualquiera de sus lectores que buscara azorado respuesta en sus libros.

“No te equivocas”—le dijo él, alejando el perfil de sus manos cuando fue a recoger el mechón dorado, aquella noche que, luego que de ser desnudado por quien fue su alumno y amante, le aplicara el mismo método descorazonándolo con sus verdaderos motivos para no aceptar a aquel hombre que lo buscaba—“. Ciertamente tengo miedo, tengo miedo de que él sea como tú.”

¿Habrá suficientes perdón y lo siento para pagar su karma?

¿Todavía estaba a tiempo? ¿O ya seis años había sido suficiente para arrancar de ellos el lazo de sangre?

Porque hay heridas que en vez de cicatrizarse… se infectan, y cuando pasa tanto tiempo, puede provocar la disección.

En Grecia, aquel mediodía del jueves Saga había invitado a su hermano a compartir un almuerzo en un café cercano a los tribunales, dispuesto a conversarle los últimos acontecimientos, tanto con el asunto de su padre, como lo referente a Shaka. Debido al caso que aún estaba encabezando, le había sido imposible congeniar con su hermano una hora para poder plantearle todo lo que había pasado y había decidido en esos días y viendo que Kanon se notó bastante interesado en también hablarle de algo importante, aprovecharon esa hora para desligarse de sus propios deberes y compartir un tiempo en familia, uno de los pocos pero valioso desde que se habían encontrado.

Siempre, desde que por fin logró dar con el paradero de Kanon, Saga intentó lo más posible mantenerse en contacto con él y hacerle sentir que estaba cerca como una forma quizás de recuperar todos esos años que estuvieron alejados el uno del otro, además de hacerle sentir que realmente no estaba solo, aunque ya tuviera a Mu a su lado. Para Saga era imperativo poderle ofrendar un poco de calor de hogar a su hermano, como si no quisiese que de nuevo por prejuicios tuvieran que alejarse. Y allí estaba, juntos, Saga enarcando de vez en vez una de sus cejas para denotar asombro o gracia por lo oído y Kanon riéndose jactanciosamente ante cada uno de los chiste que él mismo emitía, no pareciendo para quien los observase de lejos dos hombres de treinta y cinco años sino quizás unos veinteañeros.

—Llamé a mamá—lanzó de repente Kanon, entre las risas y carcajadas que habían levantado recordando cosas de la niñez. Saga hizo silencio de inmediato, entre asombrado y aturdido por el repentino cambio de panorama que su hermano le presentaba. Levantó su mirada clara observando a su hermano rascar un poco su cabeza mientras jugueteaba con la taza de café—. Bueno, fue Mu quien la llamó pero, es casi lo mismo.

—¿Qué te dijo?

—Pues… nos veremos aquí, vendrá aquí la semana que viene y nos veremos en un restaurant—el mayor veía a su hermano con el rostro compungido, viéndolo desviar la mirada como si temiera enfocarla fijamente y encontrar algo que le lastimara—. Quisiera que estuvieras aquí, tu sabes, has estado más en contacto con ella y… bueno, serías como un árbitro o algo así dependiendo de cómo pinte el asunto…

—Kanon…

—No me siento preparado para ir a casa así de improviso, pensé que si hablaba primero con ella aquí, estando tú, quizás tenga valor de presentarme a papá y ver si aún me recuerda o la enfermedad hizo lo que tenía que hacer…

—Kanon…

—Además tú eres el abogado, de seguro podrás defenderme si mamá sale preguntando cosas…

—Kanon, la semana que viene no estaré aquí.

El menor levantó por fin la mirada viendo fijamente a su hermano. Reconocía la expresión que le estaba entregando, la de un poco de vergüenza y dolor, la de impotencia pero decisión, la misma con la que le había dicho años atrás que no podía asistir a su boda para no incomodar a su padre. Mordió sus labios imperceptiblemente al tiempo que se dejó caer al respaldar y exhaló un suspiro turbio junto a una leve risa sin aire.

—Estaré en Inglaterra—continuó el mayor, desviando su mirada hacía una de las paredes del local, sintiéndose un tanto culpable—. De eso quería hablarte, el lunes después del cierre del caso tomaré el primer vuelo a Inglaterra…

—¿Inglaterra?

—Sí, Shaka no fue a Italia, está en Inglaterra… Fue a enfrentarse a su padre—tomó un sorbo de agua que reposaba en la copa de vidrio antes de enfocar su mirada a su hermano y mirarlo con una señal de disculpas en su rostro—. Pero ¿por qué no vamos juntos este fin de semana a casa y…?

—No, no iré no de esa forma.

—Kanon.

—No importa, sólo… sólo te decía para que no te sintieras fuera de lugar o algo así—quiso decir algo a su favor pero Kanon continuó, dejándolo sin oportunidad de hablar—. No hace falta que estés, puedo solo. Siempre he podido solo.

—No lo tomes así…

—Además el rubio te necesita más ¿no?, supongo, si vas a correr tras él…

—Me llamó, tres noches atrás me llamó. Me enteré que estaba en Londres, me cercioré de cómo estaban las cosas, Kanon. No puedo esperar más… Me hubiera ido esta misma semana de no ser por el juicio pero… Lo lamento…

Se quedaron en silencio por unos minutos, cada quien meditando en sus palabras. Saga no pudo evitar sentirse culpable, sentir que le fallaría a su hermano y que debía quedarse con él, apoyarlo a solventar su problema y dejar que Shaka se encargara del suyo… aunque de alguna forma con eso se estaría arriesgando. Quería estar con Kanon en ese momento, pero también le preocupaba el estado de Shaka y los resultados de todo lo que estaba haciendo en Londres, todo lo que, en cierta manera, él mismo provocó.

—Da igual…—murmuró Kanon fingiendo una sonrisa—, ¿y qué piensas hacer? ¿Traértelo a la fuerza? ¿cogerlo y dejarlo?—Saga lanzó un suspiro turbio mientras descansaba su cabeza en el puño de su derecha, reposando el codo de ese brazo en la mesa. Abrió sus parpados con cansancio y le miró, con una profundidad que obligó a su hermano a guardarse las palabras por un momento.

—No lo sé, no sé qué es lo que conseguiré con ir. Quizás y si todo se soluciona decida quedarse allá y yo no puedo reprochárselo, quizás decida regresar conmigo. Si no se soluciona nada es posible que vaya hacía donde tenía predestinado ir o vuelva a mi lado pero… no sé de qué forma. Tengo múltiples alternativas, Kanon, y ninguna de ellas las pueda manipular, me siento en cierta forma impotente, ¿pero qué más puedo hacer por él que estar allí?—enredó sus dedos al frente ahora sosteniendo su barbilla sobre ellos, en gesto meditabundo, con expresión un tanto angustiada—. Siento que si no lo hago ahora no habrá otra oportunidad, no habrá otra forma de hacerle entender.

—Se te ha clavado hondo ¿no?—resopló, resignado—. Como yo lo veo, te faltan 10 minutos y el equipo contrario te supera por tres goles…

—No Kanon, estoy en empate, y tengo diez minutos para ganar el partido, pero para hacerlo debo estar en la cancha del contrario—el menor enarcó la ceja, extrañado al ver que su hermano se veía más bien muy seguro de su metáfora y de lo que significaba—. Ese hombre siente lo mismo que yo y ya hasta el mismo parece haberse dado cuenta de eso. Tengo que ir, destruir su defensa y meter un gol que jamás se le olvide y todo lo tengo que hacer en diez minutos.

Un gol… poco tiempo, todas las esperanzas en el movimiento oscilatorio de un balón en los aires. Shaka pensaba en ello en Londres, mientras veía a los jóvenes del equipo que lideraba Aldebaran jugar en medio del estadio. Estaba reposando ya que se había dispuesto a acompañarlo en uno de sus partidos y ya había agotado todas sus energías, aquellas que intentaba recuperar con una fría bebida energética que el amigo le había brindado. Ahora hacía eso, desde el martes, lo había hecho todas esas tardes luego de realizar sus diligencias particulares y presentarse, religiosamente, frente a su padre en espera de una señal.

Hasta ese momento no había ninguna.

 Radamanthys solo lo miraba seriamente y entraba a su auto sin dejarle mayor palabra ni evidente reacción. Por un lado, se sentía frustrado al ver que ni siquiera su orgullo era suficiente fuerte para tambalear el de él, quizás debía hacer un movimiento más arriesgado y ya tenía todas las fichas en juego. Justo esa tarde había enviado correos masivos con su currículo y portafolio en los principales correo de la corporación de su padre, esperando que al ver el nombre del remitente llamara la atención. Un movimiento arriesgado pero él sabía que debía moverse de forma violenta, el río no podía quedarse demasiado tiempo estancado, él debía seguir fluyendo, funcionara o no su plan.

Afortunadamente, contaba con el silencio cómplice de su familia al lado de Dohko y de la compañía agradable de Aldebarán que le hacía olvidar por momento su enorme carga. Cuando regresó al pasto del estadio y sintió el balón bajo sus pies, fue como si hubiera retrocedido años y años y recuperara un poco algo de lo que creyó perdido. Los jóvenes realmente admiraba como al paso de unas prácticas todo aquello que recordaba en teoría se fuera materializando en movimientos más certero y una velocidad más pronunciada. Sujetando su cabello en una trenza atada a su nuca, Shaka jugaba con una pericia digna de cualquier joven que tuviera su tiempo en el campo. Aldebarán lo sabía y por ello le adulaba diciendo que era el mejor medio campista en su equipo, pasándole el brazo sudado a sus hombros o palmeándole en la espalda. Acercándose y tocándole sin reparo alguno y sin prejuicio por su sexualidad. Eso, simplemente eso, le había hecho sentir a Shaka que era aceptado.

—Entonces, mañana lo veras—preguntó el brasileño con la vista fija en el juego, mientras ya la noche estaba sobre ellos y las luces reflejaban el partido. Shaka se sostuvo de sus codos en el asiento, hacía atrás, reclinado y estirando sus piernas adoloridas por el partido, vestido con un traje rojo que le había prestado Aldebarán y tenían de repuesto.

—Así es, mañana iré a la empresa de mi padre y me presentaré como el decorador Shaka Wimbert. Veremos cuál será su respuesta.

—Ósea que mañana no vendrás a la práctica de seguro.

—No lo sé… Todo depende de que ocurra mañana.

Pese a que Shaka le había comentado en grandes rasgos que había pasado entre ellos, era de esperarse que evitara hablar de Simmons y su relación, tampoco de la forma de la que salió de la universidad. Para Aldebarán, Shaka simplemente salió de casa y tuvo que dejar los estudios porque sus padres se negaron a aceptar su condición sexual. Quizás eso en cierta forma había ayudado a que Aldebarán lo tratara con más cercanía y le diera muestra de apoyo, el hombre al menos intentaba pensar en lo duro que debió ser cambiar el rumbo de tu vida de un día para otro. Él en cierta forma lo había vivido, aunque había sido un accidente y diferentes circunstancias la que lo obligaron, pero cuando es una decisión personal y sin el apoyo de nadie, ¿Qué era lo que quedaba? Orgullo… y Shaka tenía mucho de eso.

Esa noche, las cosas se iban disponiendo una sobre otra para un choque. Esa noche, cada quien iba formando el camino a sus respectivos quiebres.

Kanon habló con Mu sobre la conversación que había mantenido con su hermano, comentándole que Saga no estaría para el encuentro que había planeado con su madre el día martes. El tibetano, comprensivo, sólo le esbozó una sonrisa repitiendo aquellas palabras que eran su mayor cadena: él estaría a su lado. Aunque se sintiera de alguna forma abandonado por su hermano, con ello recuperaba fuerzas.

Saga entretanto pensaba en aquella conversación y la idea de que el sábado iría a casa de sus padres, de nuevo, como estaba haciendo desde que supo de la enfermedad. Por un lado algo de él le instaba a quedarse y respaldar a Kanon en ese camino, pero por otro, no podía dejar de pensar en Shaka, y en lo que estaba asumiendo solo. ¿A quién tendría él allá? ¿Con quién él podría apoyarse? Quizás sería egoísta de su parte para con Kanon pero en ese momento era imperativo cumplir con la promesa que le había hecho a Shaka semanas atrás, frente a la vista de Athenas.

En Berlin, Alemania, las cosas no eran muy distintas. Luego de esa noche y el sueño, Simmons había vuelto a su departamento, donde convivía su esposa y sus dos hijos. Aarón y Sasha eran sus dulces retoños, aquello que le permitía sobrellevar mejor a su vida, a sus errores y a sus culpas. Pese a todo, él mismo se auto imponía de penitencia no poder disfrutar de ellos, en especial de su hijo mayor, Aarón. Quizás una parte de él quería castigarse por lo que había hecho con Radamanthys y Shaka y por eso no se permitía disfrutar de su lazo fraternal con su propio hijo, él mismo, a quien reconocía la búsqueda de una mirada de orgullo tal como Shaka lo hubiese hecho en algún momento con su amigo. Le llenaba de pesar, de nostalgia y de culpa.

Sentado en el filo de su cama, observaba a su mujer prepararse en el espejo para tomar su lado y descansar luego de una dura faena. Como siempre, el silencio se había convertido en sus amantes, el mismo que se acostaba con su halito frío en medio de la cama desde hacía cinco años, desde que Pandora supo por labios de la propia Fler lo que había ocurrido entre su esposo y su hijastro. En eso se había convertido su relación, la misma que frente a su hijo escudaban intentando aparentar que se llevaban bien y que frente a los medios aparecían como una familia saludable y firme, solida, apareciendo los cuatro juntos en la contraportada de sus libros y en su página web.

Una ilusión…

Como todo en la vida de él, empezaba a meditar… Desde un inicio su vida era una ilusión, un espejismo, uno que engañó a su hijastro y lo llevó tirándolo a un pantano… Él no era una laguna… cada vez se sentía menos que eso.

—Deberías al menos pasar más tiempo con Aarón—escuchó a su mujer, en el mismo tono frío mientras peinaba su corta cabellera negra, a la altura de sus hombros—. Está creciendo y necesita a su padre, no puedes dejarme toda su crianza en mis manos. Al menos has eso…

Al menos eso…

Al menos ser un buen padre, ¿eso era lo que quería decirle la mujer a la que decidió unir su vida pensando en que hacía lo correcto?

Los recuerdos de Shaka y su padre, de ese rubio jugando futbol y celebrando con la mirada de orgullo de quien fue su mejor amigo, todo aquello le cruzaba frente a sus ojos en una película de años y de dolores, donde cada risa y cada luz iluminando sus pupilas de aceptación y comprensión se convertían en puñales para él. Shaka de Grecia, el decorador, el hombre herido aún buscando y esperando la aprobación de su padre. Su amigo, Radamanthys, muriéndose y corroyéndose de orgullo antes de aceptar la verdad de su hijo, sin perdonar llenándose de rencores. Y él, ¿él acaso se permitiría disfrutar de su hijo? ¿Podría él cargar con semejante descaro?

—Pandora…—murmuró el hombre, en un hilo de voz que golpeó las paredes tapizadas en un tenue color crema con decoración de flores pequeñas y enramadas de hojas verdes. Su esposa apenas le miró a través del espejo, con sus ojos de aquel color violeta, intenso, melancólicos, una mujer hundida en pena.

Tal vez, era necesario decirlo…

Quizás, el sueño era una señal…

—Encontré a Shaka en Grecia—vio la expresión de su mujer, pasmada, en un tono pálido la piel ya emblanquecida y resintiendo los pasos de los años por lo que fue antes uno de los más bellos rostros que había visto en su vida—. Vi a Shaka, en Grecia… lo encontré.

El cepillo reposó en silencio sobre el tocador… al igual que sus voces, y sus almas desconsoladas.

Notas finales:

Gracias a todos los que siguen leyendo esta historia, sus comentarios me son muy importantes y los estaré contestando en cuando pueda. Pronto es posible que salga el Gaiden, último, con la vida de Saga.

Saludos ^^ y si, Saga va a Inglaterra ^^


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