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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Desolación, los protagonistass del encuentro sufren de ella cada quien en puntos desiguales. Pero la noche no termina… ni las consecuencias

Radamanthys en Londres se encontraba encerrado en la oficina perdido en sus cavilaciones, a oscuras, con otra lluvia que veía caer frente a su ventanal y con las faldas negras de la noche sobre él. Había apagado su móvil por no querer contestar las llamadas de su casa y había pedido que se le llevase una botella de Whisky para beber dentro de su oficina, sin ánimos de pisar al menos por esa noche la casa donde crio al hombre que se fue del edificio para quizás no regresar más.

Más de las ocho de la noche ya y el cielo se veía tenebroso con algunos truenos que iban traspasando las nubes oscuras sobre la ciudad. Las palabras de su hijo le habían dolido, su propio corazón de padre parecía clamar dentro de él un poco de cordura, aquella que su mente no le iba a entregar. La tan sola mención de otro hombre en la vida de su hijo le había creado un golpe más lacerante y fulminante que todo lo demás. El sólo hecho de haber confirmado que su hijo si recibió ayuda de otro en vez de ir hacía él le había lastimado.

Pero no lo admitiría… No admitiría que lo que más le dolía era pensar que…

—Radamanthys—la voz de su asistente y mayor amigo le sacó de sus pensamientos aunque solo volteó un poco, lo suficiente para que aquel notara que ya tenía su atención—, su esposa ha estado llamando, se encuentra preocupada. Le dije que nos desviamos para tomar unos tragos.

Se sonrió con cierta calma al escucharlo. Sabía que Valentine siempre estaba allí para cubrirlo, para darle el espacio que necesitaba para superar las cosas que le costaba tragar, para enfrentarse al ardor de su propia sangre que calcinaba a su pecho y poder levantarse, de nuevo, tan impenetrable como siempre lo había sido gracias a su padre.

—Lo agradezco, Valentine…

Al menos no estaba solo. Él único que podía comprenderlo y quedarse con él era precisamente ese joven hombre que estaba detrás de su escritorio, en silencio y ayudándole con su mutismo a ordenar las ideas sin sentir que estaba completamente desarmado. Desde que había ocurrido lo de Shaka, Valentine le había ofrecido su mano y su apoyo incondicional y así, sólo así, Radamanthys le había entregado a él una confianza tal que pensó jamás entregaría luego de sentirse traicionado por Simmons. Era su aliado… no, su amigo, el más cercano a él.

Agradecía tanto que estuviera allí con tan solo su presencia en esa noche sombría donde se sentía en duelo…

—¿Hay algo más que necesites?

—No, nada más…—solo quedarse allí, podría decir, pero eran palabras que jamás saldría de sus labios.

Con que Valentine pusiera su mano en el hombro, le apretara y dijera que todo estaría bien era suficiente para que él tomara todas sus fuerzas y se levantara dispuesto a domar incluso a los mismos escombros que él traía a su paso. Con eso, con solo eso…

—Entonces me retiro.

Un rayo atravesó los cielos de Londres, iluminando la oficina a oscuras y dejando un brillo amarillento a la botella que reposaba sobre el escritorio. Los ojos de Radamanthys permanecieron abiertos tras el reflejo del vidrio, observando allí mismo el semblante de quien consideraba a su amigo, tras su espalda, y con la expresión más severa.

—¿Te vas?—repitió, como si quisiera asegurarse de haber escuchado bien. El semblante de Valentine bajó, pudo ver desde su lugar la forma en que los puños del más joven se cerraron, leyó asimismo su estado de ánimo.

—Me voy.

Los relámpagos iban pasando de una nube a otra creando una maya violeta en el cielo de la ciudad,  mientras el agua caía, al igual que su temple y el de todos los afectados por ese encuentro que pensaba debía ser el último. La garganta de Radamanthys por un momento dejó en evidencia un trago fuerte, marcó de esa forma la temblorosa nuez de Adán que subió y bajo con la misma demora que su propios pensamientos. Vio desde su asiento, sin voltear, la figura de su amigo dando la espalda y buscando su camino de salida hacía la puerta de la oficina, dispuesto a dejarlo solo: solo con la oscuridad, solo con sus recuerdos, solo con una botella de Whisky, solo con su dolor y amargura. No quería dejarlo ir… no quería quedarse allí en esa oficina escuchando a cada una de sus memorias golpearse de lleno contra las paredes donde estaba encerrado.

—Si él se hubiera quedado…—el pensamiento se hizo sonido y halló voz para ser vociferado entre el silencio que se había impuesto entre ellos luego de la despedida. Valentine sintió un escalofrío subirle desde la punta de sus dedos hasta su cabeza, una sensación de vértigo que le obligó a tensar sus piernas para permanecer de pie. Aquella confesión le exigía quedarse, a no irse, a…—. Yo estaba dispuesto a pelear con toda la UCL para que pudiera sacar su carrera, yo estaba dispuesto a aceptarlo en mi casa, yo estaba dispuesto a escucharlo, Valentine. Pero no ahora… no de esta forma… ya es demasiado tarde.

Tarde… ¿Tarde para qué?

—Entonces, ¿por qué no lo buscó?—la pregunta brotó de los labios de Valentine sin meditarla siquiera.

—Le entregué mi confianza, le entregué mi tiempo, mi atención, mi fortuna, mi compromiso a él. Fui el padre que no tuve para él—confesó finalmente, bebiendo otro trago del amarillento líquido para controlar lo turbio de su voz­—. Y él me dejó…

No me iba a humillar a buscarlo… yo no me equivoqué…

Esas eran las palabras que Valentine podía completar del silencio de su compañero en aquella oficina oscura, la misma que brillaba de cuando en cuando intermitente conforme los relámpagos y centellas agitaban los cielos de Londres. Resopló… entendía que buscaba Radamanthys con esa confesión, entendía que buscaba que lo justificaran, que lo entendieran y ciertamente él lo entendía y hasta empezaba a comprender el porqué no se dejaba doblegar por su corazón de padre. Pero no… podría comprenderlo, aceptarlo, más no avalarlo… El orgullo, el orgullo era una excusa estúpida.

—Lo que dijo referente a su inclinación sexual—se atrevió a mencionar, volteando medianamente su rostro para que solo se viera traslucido su perfil—, eso fue bajo incluso para usted. La forma en que lo juzgó… ¿realmente está bien hacerle creer que no lo acepta por sus gustos y no por lo que me acaba de decir?

—Ellos no aman…—un rayo golpeó a lo lejos al pararrayo de uno de los edificios. Un rayo que iluminó las pupilas dilatadas de Valentine al escuchar esa confesión—. Ellos no saben amar—volvió a asegurar y Valentine sintió un tajo de su pecho arrancándose—. Eso es lo que he aprendido en largos años, tengo varios amigos que tienen esos gustos, los acepté, no lo juzgué pero también entendí que ellos no saben amar. No como un hombre ama a una mujer, no hay compromiso, solo sexo, solo el placer pasajero—el padre se levantó de su asiento, rodeó el escritorio hasta salir de su alcance y quedar detrás del cuerpo de su amigo, viendo su espalda, con varios pasos de separación—. He visto a Minos teniendo amantes y descartarlos a lo largo de más de veinte años. Si Simmons realmente hubiera amado a mi hijo no lo hubiera abandonado como lo hizo… ¿cómo crees que puedo pensar en que ellos realmente aman?—los parpados del menor se cerraron temblorosos—. Y supongo que si mi hijo se enamoró de él, fue por su inocencia, pero eso se acabo, ¿no lo ves? Estoy que seguro que en estos momentos debe seguir exactamente los mismos pasos que ellos, que todos los que son iguales a él—bajó su mirada, apretó sus puños dentro de su pantalón con pesadez—. Estaba dispuesto a ver eso…—el padre confesó…—. Estaba dispuesto a ver a mi hijo entregándose a ese placer fortuito si tan sólo él me hubiera buscado…

La condena… para Shaka, para él mismo…

—Pero al final, como todo lo que hacen ellos, despreció el amor natural por una fuente de placer.

Valentine por fin veía la condena en palabras, la sentencia ya declarada.

Volteó, le miró con el dolor que se tatuaba en sus pupilas… sus puños se relajaron más no porque se sintiera más tranquilo, sino más bien por sentirse presa de un sentimiento parecido a la resignación dolorosa, como si al alivianar la presión de sus dedos dejara escapar las esperanzas, aquella efímera vela que en algún momento pensó no estaría mal dejar encendida aunque sabía que no tenía oportunidades. Radamanthys frente a él lucía como un hombre descorazonado y solo, en busca de comprensión, de que alguien le reforzara la idea de que su posición era la más correcta. Él no podía dársela, y mucho menos quedarse… mucho menos permitir que esas palabras siguieran lastimando aquel sentimiento que tenía hacía él y que sabía no solo era prohibido sino inútil y sin sentido, asquerosamente suicida.

Aún así, si lo había confesado es porque esperaba unas palabras de él, algo… aunque en ese momento el joven se veía traspasado en dos por su confesión y aquella afirmación repugnante. Si amaban… ellos podían amar con la misma intensidad que un hombre a una mujer. Esa fue la condena de Shaka… ¿Esa no era la suya propia?

Su mandíbula tembló al sentir la señal de que era hora de abrirse para que las cuerdas vocales emitieran los sonidos que le eran transmitidos. Sus labios vibraban, sus ojos se encontraban empañados de una amargura difícil de poder contener y que amenazaba en el futuro con convertirse en lágrimas. Despegó su lengua de su lugar de reposo escuchando el sonido del chasqueo de la saliva contra su musculo, abrió así su boca emitiendo lo que creía ser su única respuesta.

—Estás equivocado…

Y podría decir más… pero hacerlo significaba una ineludible separación.

Los rayos caían sobre Londres, los recuerdos sobre el hijo… Shaka estaba en un bar bebiendo la cuarta botella de cerveza de la noche, con sus ojos enrojecidos, su rostro comprimido de un dolor que no pensaba dejar mostrar, dejar fluir. No era una opción regresar a casa, no después de lo que su padre le dijo, de sacar a colación la simple idea de que la ayuda que había recibido se debía a tan bajos intereses. Shaka no quería ver al anciano Dohko y pensar en la horrible imagen que su padre le creó con esa afirmación, cuando para él Dohko era un abuelo, un abuelo que nunca tuvo en su infancia. Pudo haber sido un padre, o lo fue… quizás pese a todas las trabas que él impuso en su vida luego del episodio de Simmons, Dohko si logró fungir como un padre para él…

 

Por eso le era repulsiva la afirmación y la simple expresión de que haya habido algo como eso entre ellos dos, y aunque sabía su padre no conocía las circunstancias ni las razones y mucho menos a ese hombre, él que tan solo lo hubiera pensado ya lo había decepcionado, demasiado.

Bebió otro tragó de esa cerveza fría tratando de calmar el calor de su pecho, el calor de una herida en carne viva que ele dolí inclementemente. Sus ojos azules estaban empañados viendo ningún punto en específico. Podía ver a hombres con otros, a prostitutas vestidas de forma elegante y buscando compañía, a algunas mujeres de edad maquilladas con exageración buscando llamar la atención, uno que otros ahogándose en alcohol… él pensaba hacer eso mismo en esa noche, quería por un momento apagar todo su sistema y al no tener pareja, no tener a nadie cercano, pensaba hacerlo con el alcohol. La cuarta botella se vio vacía con un hilo del burbujeante líquido rodando por la boquilla. La mano blanca del rubio revolvió sus cabellos mostrando un leve temblor, luego presionando al tabique y terminando por frotar los parpados. Le dolía… hondamente le dolía. Saber que ya no habría vuelta atrás le dolía.

Su padre no le perdonaba… no le iba aceptar…

Su padre no preguntaba de si había recibido ayuda porque le preocupara… lo hizo para verificar si había buscado a otra pareja…

Para su padre él solo sería un homosexual que fue el juguete de su padrino, que perdió todo por una ilusión fortuita…

No le perdonaría su error.

Ante la nueva botella la empinó hasta vaciarla a la mitad y dejándola caer en la mesa en un solo movimiento. La cabeza le martillaba, los recuerdos le herían, la convicción de que había perdido el tiempo taladraba a su cabeza instándole a pensar en que hacer…

Saga… ese nombre se revolvía y le golpeaba las paredes cerebrales en todas sus formas. Quería verlo… Quería estar con él… Quería…

“La verdadera razón por la que no quiere llegar al mar, Shaka es por temor de lastimarlo con tus frustraciones, todo eso que no has arreglado y sigues arrastrando del pasado…”

Frotó su frente, cerró sus ojos… Quería ir… quería desembocar a él, quería dejarse llevar por esos brazos y olvidar todo, pensar que ya todo era pasado, que ya no le lastimaría, que podría superarlo, olvidarlo, enterrarlo…

Pero no… ahora tenía más piedras… más piedras para golpearlo. Ahora se unía las piedras  de la desesperanza y la resignación.

—Are you ok?*—escuchó la expresión en un notable Ingles norteamericano y vio frente a él, al subir la mirada, el rostro de un hombre visiblemente turista sentándose en la mesa en donde él estaba. Fatigado asintió y volvió a llevar un trago de cerveza a sus labios, tragando como si necesitara recuperar algo de su temple—. No parece…

—Estoy bien—reforzó su acento inglés, prepotente, como si le quisiera recordar que algunos siglos atrás esas tierras del Occidente fueron una colonia Inglesa. El americano le sonrió, cruzando las piernas. Su cabello en un castaño claro caía lacio sobre sus orejas en un corte muy masculino, distinto al cabello largo que Shaka lucía sin pudor alguno, los ojos en un tono miel brillaban en la tenue iluminación del local y la creciente barba perfectamente formada le daba un aire seductor, si el decorador tuviera animo de prestarle atención de esa manera—. No lo parece. ¿Quieres otra?, yo invito.

—Lárguese…—fue la respuesta tajante del joven, mirándolo con severidad. Sus ojos azules enrojecidos no mostraban más que un delator brillo de rabia y poca paciencia distinguible a distancia.

—No, no, no—le sonrió, entrecerrando los ojos y las cejas bien moldeadas. Shaka supo de inmediato que tal como él, compartían sus gustos y que de seguro esa era la intención de su samaritano interés—. Al menos te acompañaré una.

No dijo más, pensó que si lo ignoraba él se iba a ir, como todos los demás. Terminó de beber la cerveza que había pedido y antes de pedir la siguiente ya su acompañante le había pasado una, que pidió junto a la propia. La aceptó, bebió de ella sin verlo y sin fijar su vista demasiado en lo que ocurría, de algún modo queriendo huir de esos pensamientos que no le dejaban en paz, no le dejaban ser, no le permitían pensar con claridad. Tenía que tomar decisiones, pero la que tomó frente al edificio de su padre le había dolido, le dolía aún, le pesaba como una carga que ya no podría levantar más no otro día, no otro mes… La carga de haber sido utilizado, engañado y que su padre jamás le perdonaría por ello; ya no quería cargarla.

—Muchos problemas, ¿no?—adjudicó el acompañante luego de media hora observándolo beber, frotar su frente, pasar sus manos al cuello y suspirar con visible desolación. Shaka subió la mirada al rojo vivo, turbia y herida, con sus labios entreabiertos y húmedos por la cerveza. Se encontraba ya más fuera de sí que dentro, aunque por mucho que bebiera sus pensamientos no dejaban de presentarse ante su mente—. ¿Cómo un hombre tan guapo como tu pudo ser abandonado?—el aludido frunció su ceño.

—No hables estupideces…—atacó, desviando su vista mientras bebía otro sorbo de su botella—. Déjame solo ya.

—Necesitas compañía…

—¡No necesito nada!—el grito fue acompañado por un golpe violento de la botella hacía la madera de la mesa—. Vete…—el americano se quedó en silencio, observando la forma en que las venas del rubio se habían dibujado sobresaliendo de su piel blanca en el cuello y las mejillas rojas por el alcohol y la rabia. Volvió a acomodarse en el asiento, fijando sus ojos claros sobre los del decorador que le había llamado la atención desde que lo vio entrar al bar y que había estado observando en silencio antes de sentarse.

—Puedo hacerte olvidar.

Aquello sonaba tentador, sobre todo cuando la pierna de aquel se abrió espacio entre las de Shaka y acarició la rodilla en un gesto por demás sugerente. La mirada del decorador subió de nuevo hacía el invitado, sintiendo la corriente navegándole por las extremidades y los pensamientos disgregándose ante una nueva variable no tomada en cuenta. La bebida no ayudaba…

“…porque tú lo sabes… estás cansado de correr solo.”

Sí, él estaba cansado de correr solo. Y mientras tanto, el americano aprovechó el silencio de inglés para acercar su asiento hacía él, para sentarse a su lado y colar su áspera nariz en el espacio donde el hombro y su cuello se separaban; Shaka dejó escapar un suspiró caliente, erógeno, reconociendo que su propio cuerpo quizás aleccionado por el alcohol empezaba a responder a esos estímulos.

“No estás solo”

Las palabras de Saga, su convicción, su determinación… Los besos —porque ahora eran besos— que el turista le dejaba en tenues pasos en el cuello y su mejilla los sentía, muy de lejos, pensando incluso en la idea de ceder a ellos y tener, porque no, un poco de sexo casual para olvidar lo que sentía y reafirmarse una vez más que estaba contento con quien era, por sus gustos y sus inclinaciones. Convencerse quizás a sí mismo de ello. Su cuerpo empezaba a reaccionar, su mente en cambio parecía querer tomarse una siesta y su corazón… su corazón comenzó a desear que esos labios fueran los de Saga…

—¿Te encuentras bien?

En Grecia, Saga veía de alguna forma esas mismas piedras aunque en otro rostro. Marin estaba pálida, sentándose en el asiento trasero del taxi que habían llamado luego de que la cena no se dio como lo esperaba. Por mucho que Saga había intentado sacarla a flote conversando y hablando, sintió a Marin totalmente fuera de sí, ida por completo, ajena a todo lo que le hablaba. Al final unas disculpas y la petición de Taxi habían condenado la velada.

—Estoy bien, lamento que no me sienta dispuesta.

—No te preocupes…—concedió el griego, sosteniendo entre sus manos la puerta del auto para cerrarla. Saga veía a la mujer con preocupación, notando que llevaba el bolso pegado a su pecho y los bucles rojos parecían tapar el espesor de sus ojos—. Si te sientes mal de salud es mejor que te lleve a un médico.

—No, no es eso, es… tu sabes, cosas de mujeres—parecía que Saga se había visto satisfecho por esa acotación, ya que no hizo más comentario al respecto—. Bueno, de todas maneras gracias por traerme y espero verte el lunes. Quizás un almuerzo, ¿te parece? Te lo debo…

—El almuerzo lo podríamos dejar para dentro de unas semanas.

—¿Semanas? ¿Por qué…?

—Este lunes empiezo mi semana de vacaciones, la pedí justo para después de acabar el juicio. Así que estaré en Londres…

Las piezas cayeron frente a ella…

—Nos veremos después, Marin. Cuídate—cerró la puerta, el auto empezó a marchar.

Las piezas se encajaron ante sus ojos…

“Es mejor que lo atiendas. No creo poder ocuparme en atender al decorador”—Saga, hace dos años.

“A decir verdad, es un hombre complejo. Me cuesta leerlo, sólo puedo decir que oculta algo, algo de sí mismo”—las palabras de Shaka…

“Yo… yo he tomado terapia… estos meses… a tus espalda”—Saga…

¿Shaka, realmente no has pensado en estudiar psicología? ¡Parece que se te da muy bien!”—¡Ella!

Mi mayor misión es darle un nuevo color a la vida de las personas que me contratan. Por esa razón, no escojo cualquier trabajo”—… ¡SHAKA!

¿Cuánto tiempo llevaban conociéndose? ¿Cuánto tiempo llevaba Saga dudando de su sexualidad? ¿Desde cuándo se veían? ¿Cuándo llegó ese libro? ¿Por qué Saga tenía información de él de esa forma? ¿Lo buscaba? ¿Shaka huía de él?

“Es el mejor decorador y lo más interesante de él es que jamás mezcla relaciones personales con el trabajo. He escuchado a muchos que han intentado acercarse a él pero es muy ético, un profesional…”

Ahora iría hacía él… Ahora Saga iría hacía él…

¿Qué eran ellos? Cuando el conductor volteó para pedir de nuevo la dirección lo que encontró fue el rostro de la mujer lleno de lágrimas sosteniendo en sus manos un libro con letras doradas…

Notas finales:

Doble actualización y espero que para la otra semana sea igual. SAGA LLEGA A LONDRES XD


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